A contracorriente

Los dirigentes de la revolución cubana están completamente seguros de que, luego de 63 años de experimentos —con seres humanos, no con animales—, el proyecto comunista resulta inviable.

El socialismo desapareció en los países en que se hallaba, sin que hasta hoy se hayan visto multitudes tratando de reponerlo a sangre y fuego. Todo lo contrario.

Según las pruebas que tenemos, el comunismo no le deja opción al hombre para que pueda escoger entre dos o más variantes ideológicas; no permite que el hombre se manifieste libremente; convierte en propiedad de todos —el Estado— lo que luego resulta que no es de nadie, o si acaso es de alguien será de los jefes; elimina el libre albedrío, la individualidad, la iniciativa personal —la que marca el desarrollo de las sociedades—; dicta qué libros leer, qué programas televisivos ver, qué películas apreciar, cuál arte en general es bueno y cuál no; establece quién o quiénes o qué son los enemigos de los pueblos bajo su gobierno; planta el odio entre los distintos componentes de la sociedad bajo su mando. Desprecia, ultraja, encarcela y aun quita la vida a quienes piensan distinto.

En los primeros años —aun en las primeras décadas— de la revolución socialista en la Isla, era entendible que muchos cubanos, de buena fe, estuviesen seguros de que las privaciones y la “mano dura” contra ciertos estamentos sociales estaban justificados por el advenimiento de un “futuro luminoso”.

Pero hoy, visto y recomprobado que el sistema no funciona, personajes de diversos puntos de la élite  “revolucionaria” —que por esta razón no sufren las miserias del resto de los cubanos residentes en su tierra— continúan convocando a “nuestro pueblo” al sacrificio.

Lo real es que no pocos de esos personajes poseen yates, cuentas en el extranjero, llevan ropas y joyas de gran marca, asisten u organizan ágapes diversos, etcétera. Esto es objetivo digo, y lo expreso sin un propósito especial.

Se atribuye a varias personas esta máxima: “El comunismo es el camino más largo entre el capitalismo y el capitalismo”.

Así, de buena fe, quienes de una u otra forma están a cargo del régimen establecido en Cuba, deberían hacer suya esta: Se puede ir contra la corriente durante mucho tiempo, pero no toda la vida.


 

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(El Condado, Santa Clara, Cuba, 19 de agosto de 1945), poeta, cuentista y novelista, es autor de una copiosa obra en los tres géneros. En su país natal recibió el Premio David de Poesía, en 1976, por Una melodía sin ton ni son bajo la lluvia; el Nacional de Novela de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, en 1987, por Con tu vestido blanco, que recibiera al año siguiente el Premio de la Crítica, distinción que ya había recibido, en 1983, por su libro de cuentos En el nombre del hijo. En 2019 le fue otorgado el Premio Nacional de Literatura Independiente “Gastón Baquero”, auspiciado por varias instituciones culturales cubanas en el exilio y el premio Pluma de Oro de Publicaciones Entre Líneas. Su libro de cuentos Las llamas en el cielo retoma la narrativa fantástica en su país; sus novelas Con tu vestido blanco y El corazón del rey abordan la marginalidad; la primera en la época prerrevolucionaria, la segunda en los inicios de la instauración del comunismo en Cuba. Su novela Un ciervo herido —con varias ediciones— tiene como tema central la vida en un campamento de las UMAP (Unidades Militares de Ayuda a la Producción), campos de trabajo forzado que existieron en Cuba, de 1965 a 1968, adonde fueron enviados religiosos de diversas filiaciones, lumpen, homosexuales y otros. En 2010 publicó el poemario La patria es una naranja, escrito durante su exilio en México —donde vivió durante 20 años, de 1995 a 2015— y que ha sido objeto de varias reediciones y de una crítica favorable. Una antología de su poesía apareció en 2019 con el título Sin ton ni son. Es ciudadano mexicano por naturalización. En la actualidad reside en Miami.