Al pan, pan y al vino, vino, con Rodolfo Rensoli

Rodolfo Rensoli

    

El del rap ha sido de los movimientos socioculturales más reprimidos por las instituciones en Cuba, que han hecho lo posible y lo imposible por llevarlo al exterminio. En esta ocasión, tengo la oportunidad de conversar con Rodolfo Rensoli, creador de Grupo 1, colectivo organizador de los primeros festivales de rap en la Isla.

¿Cómo influyó el movimiento de rap en el abordaje del tema racial en Cuba?

El primer texto de rap que yo recuerde aborda la problemática racial, es Igual que tú, de Primera Base. Este toca el tema desde la visualización de un líder afroamericano -o sea la tipología de un líder radical que aquí no se dio quizás por el desarrollo separado de las razas en Estados Unidos, diferente al de Cuba, donde hay mayor mezcolanza. Hay referencias posteriores a Maceo en los temas de rap y hasta existió un Clan Maceo por allá por Micro X, en Alamar.

Después de este tema dedicado a Malcolm X, de Primera Base -hecho por un negro cubano identificándose con un líder negro autoemancipador-, comenzaron a resarcirse las problemáticas de la gente negra joven como protagonistas de ese fenómeno tan dinámico en aquel momento, donde una persona que un día estaba en el público al otro día podía estar en el escenario.

Esto surgió espontáneamente, eran cosas que estaban en la vida de cada uno de ellos. Incluso se tocaron aspectos correlativos a todas las personas discriminadas por el color de su piel, evidenciando esta realidad a otros individuos que se movían en otros ámbitos culturales y no lo percibían del mismo modo o no la veían en su totalidad.

Lo más importante de la aparición del tema racial en el rap es que removió el terreno donde estaban sembradas obras de gente que luchó por la emancipación radical del negro en las circunstancias de la revolución, como Tato Quiñones, Tomasito Hernández Lovaina o la Dra. Leyda Oquendo.

Aquí se le decía a esas personas que no era conveniente tocar los temas raciales porque eso conspiraba contra la unidad de los revolucionarios. Entonces, la fuerza de los raperos, con sus rimas y manera objetiva de tocar el tema, hizo que estas personas volvieran a la carga.

También el rap evidenció la actitud racista de la policía cubana. Independientemente que en la sociedad cubana podemos identificar grupos sociales bastante pisoteados por la policía, como los rockeros, los negros en cualquier grupo social eran el foco en la mira.

El rap no esperó a la metodología lenta que suele tener el partido comunista para tratar los asuntos. Los raperos vieron la oportunidad de expresarse y lo hicieron.  Al igual logró identificar con esta problemática a los muchachos blancos que iban a los eventos e incluso logra un cambio de conciencia en gran parte de las personas, que comienzan a ver estas temáticas desde otras perspectivas.

¿Qué impacto tuvo el auge de este movimiento cultural en la sociedad, la cultura y en las instituciones?

Siempre a nivel de institución las cosas son muy campesinas. La Habana del Este, desde que se creó, fue concebida como una gran ciudad y las intenciones del socialismo eran releer esa ciudad al modo socialista y hacer como una especie de gran metrópoli comunista, pero la subjetividad y la acción de los políticos es muy de aldea. No estaban preparados para escuchar este tipo de temas.

Las casas de cultura siempre han sido un congelador temeroso de la cuestión ideológica, no son centros reflexivos generalmente. Las casas de cultura, aunque en los planes de actividades hagan debates, no generan cambios hacia el interior de los agentes de la cultura que trabajan ahí.

Ya a otros niveles, como la revista Temas, el Ministerio de Cultura se inventa un debate. O en Casa de las Américas, donde se entiende un poco más “la bolá”, lo cual no significa que se acepte. Porque pueden entenderte y después mandarte un perro atrás… porque ven que estás claro.

Yo digo que también Cuba tiene un retardo en las neoidiosincrasias. El surgimiento de la espiritualidad que dio motivo a la visualidad de todos los movimientos alternativos de lucha por los derechos de la mujer, los derechos civiles de los negros, de los verdes o de los que sean, hasta llegar al plano ecológico, tuvo una trascendencia en el mundo que aquí no tuvo.

En Cuba ocurrió una revolución que desde lo legal –y ese fue uno de los errores con respecto al tema racial–  intentó abolir esa sociedad de negros y de blancos. Pero a lo que estaba apelmazado en la subjetividad no se le dio una atención científica o psicológica para permitirle una continuidad e irlo eliminando progresivamente.

En el mundo ya hace rato el punk estaba hablando con la lengua afuera lo que le interesaba originalmente a los jóvenes de la clase pobre inglesa. No es raro que el grupo Lady Punk de Polonia actuara como uno de los estamentos de la lucha contra la opresión que tenía ahí el sistema socialista, que era prácticamente una especie de departamento del estalinismo. A Cuba y sobre todo a los dirigentes, al tener un retardo en la comprensión de las neoidentidades, como que les cuesta trabajo entender y aceptar este tipo de fenómenos que pasan en todas las sociedades.

Con el rap también pasó que empezó a rapear todo el mundo –fue el momento también de la despenalización de la religión– y salió Adalberto Álvarez con la casa está repleta, o algo así, como que rapeado. Todo el mundo era así, hasta Van Van rapeó. En ese sentido, al ser el rap como más popular o más negro o cercano a nuestras raíces rítmicas, contaminó incluso más que el propio rock. El rock, Formell tuvo el tino de meterlo en el songo, pero fue un tanto más rechazado, aunque la gente no sepa que la tímbrica que el mundo utilizaba ya era rock pues estamos en el periodo rock de la música, al cual pertenece el rap también.

El rap sí evidentemente contagió. En las orquestas lo que se percibía es que si no rapeabas te ibas del parque. Se pensaba que el movimiento de rap iba a ser un movimiento arrasador, como lo fue el reggaetón posteriormente.

A nivel social no hubo rechazo, la gente lo agradeció. Aunque había parte de la sociedad que tenía más contacto con la expresión directa de los raperos en el festival y otra que la cogía por repercusión o transitividad, mediante los comentarios y grabaciones. Se oía rap en las guaguas. Pero yo no hallo que hubiera algún rechazo al rap; a veces algún viejo u oficial te decían que las cosas se podrían decir de otro modo, pues no estábamos acostumbrados a lo que yo llamo neoidentidades, a las cosas directas.  El discurso cubano siempre ha sido florido. Por eso la trova cubana, al ser hipercrítica, pasó en algún momento por la metáfora.

¿Cuándo ustedes comienzan a notar que el rap se vuelve incómodo para las políticas del país y es objeto de censura?

Nosotros, como promotores dentro de la Asociación Hermanos Saiz, no sentíamos tal rechazo porque ahí se supone que se comprenda la vanguardia artística de la juventud, y desde que ellos metieron al rock bajaron aparentemente el nivel de la cuchilla en cuanto a la sociedad. Nosotros no sentíamos ese rechazo como tal, veíamos como que habían algunas preocupaciones –te hablo al principio de la promoción de aquello. Lo empezamos a notar como tal en los medios de difusión, cuando estos comenzaron a tener reacciones ridículas con respecto al rap.

En la primera entrevista de televisión que yo tuve, en un diálogo antes de pasar al set, al preguntarle si la televisión no era un mecanismo de difusión cultural, Daisy Ballmajó me aclaró que en Cuba era ideológico. Y la radio igual, ambas están subordinadas al Consejo de Estado. Entonces todo tiene que estar muy tamizado.

Yo recuerdo una vez el pánico que montó Manolito, el director del programa A buena hora, evidentemente le habían halado las orejas. El rap tuvo un buen efecto al principio por el exotismo que poseía además, la gente estaba un poco cansada de la repercusión que se instrumentó aquí del boom de la salsa. De pronto, Cuba descubre que abrirle la guerra a la palabra salsa, o a lo que se identificara sonoramente como salsa, era factible. Ahora, cuando Cuba tiene que correr la cortina protectora del país y abrirse para buscar plata, asume el nombre de su música como salsa, pero eso llego a saturar. Me acuerdo que cualquier mongo de una orquesta se salía y formaba otro grupo. Entonces el rap llega en ese momento como algo nuevo, juvenil, algo necesario para otra gente.

Me acuerdo que Manolito veía fantasmas en el disco Igual que tú, de Primera Base, con temas como el de la calle donde dicen “fui a la escuela, no lo niego que aprendí, pero donde se sabe la verdad es en la calle”, o algo como eso. Le parecía que todo estaba mal. Está buena de verdad, uno de los pocos temas eróticos antes de que el rap se atrincherara en lo político militante, también les parecía mal, como si la salsa no estuviera saturada de temas de shorts calientes.

Ya nos habíamos dado cuenta que la cosa no sería tan bonita. Ellos son como un monstruo de mil cabezas y en los medios difusión es donde no se pueden permitir el lujo de una pifia. Cualquiera perdía la cabeza, como cuando salió una foto de Fidel Castro que se parecía a Hitler. En ese momento entendimos que el sistema no mordía bien al rap.

La historia de la cultura cubana posrevolucionaria está colmada de hechos donde se pone de manifiesto la censura, cada etapa con sus características propias… ¿Qué nuevos métodos utiliza la institución para censurar el Festival de Rap?

Nosotros sobre todo marcamos la trascendencia de enfatizar más en el arte individual que los grupos promotores oficialistas. Fuimos el primer grupo promotor donde el arte nuestro se ofrecía y además servía de plataforma para que nuevos artistas se visualizaran.

Sencillamente nos desengancharon el carro. Imagínate que vayas en el último carro del tren –una imagen muy vista en las películas de aventuras de los muñequitos– y te quiten el enganche. Ya ahora estamos viviendo en una época donde hay varios empleadores y, aunque siguen las restricciones, se han extendido las posibilidades de tu ser empleador y ampliar tu capacidad, pero cuando aquello era nula esta posibilidad. El Estado era el único empleador y resultaba muy fácil quitarte el gancho para que perdieras velocidad. Eso fue lo que nos hicieron.

Pienso que nos estuvieron estudiando durante mucho tiempo. Yo tuve un productor que decía que él y otro más fueron los que crearon en realidad una cosa ya casi olvidada que era el carnaval de la Calle G. La gente se ha olvidado que G era un mar de artesanos, cuando jamás los hubo, ni en la famosa catedral de los 80. No existía la ONAT y dice él que el sistema envió agentes que fueron observando y copiando cómo funcionaba aquello, que no era legal pero tampoco ilegal, y le fueron entrando poco a poco hasta que lo hicieron desaparecer. Yo pienso que a nosotros nos hicieron lo mismo.

¿Utilizó la institución a personas que venían del mismo movimiento para desintegrarlo?

Absolutamente. Hubo gente débil. Hubo gente que no creyó en los mismos preceptos que expresaron una vez en el mismo escenario del festival y sintieron que de verdad no podrían actuar como un taladro penetrando la estructura social. Entonces se entusiasmaron con los extranjeros que llegaban al festival, con algunos hicieron amistad y con algunos tenían propuestas de viajes y estos viajes serían tramitados a través de la institución. Entonces, a esa gente le fue muy viable traicionar a Rensoli y a su grupo, que sí querían que la sociedad cambiara hacia la positividad que estaba mostrando el rap sin el tamiz institucional, donde te puedes encontrar a una persona preparada que no aprueba las pruebas de ingreso a la escuela de arte, por lo que no es aceptado un mural en un muro o no te pasan determinado tema en la radio. En fin, la censura.

Y hubo personas que les dijeron que si no marcaban una actitud responsable y cumplían las ordenes de la institución, se acababan las esperanzas de viajes y prosperidad personal. Paradójicamente, parece como si esa gente se hubiese comportado bien de cara a la sociedad pero en realidad fueron muy egoístas, porque al final se disolvió el festival y otros colegas del mismo movimiento no pudieron seguir teniendo esa oportunidad. Nunca un género artístico estuvo tan asociado, en su nacimiento y visualización, a un festival como ese.

¿A qué personas te refieres?

Magia López del grupo Obsesión, que fue quien puso la cara pública para denigrarnos.  Alexey, del mismo grupo, fue quien le aguantó la pata a la vaca. Hubo muchos raperos que tuvieron una posición de aguanta patas.

Saroar, otro rapero, me dijo que se había dividido el rap. Yo desconocía eso. Eso fue lo que intenté parar pues conocía la historia de Selassie, que para evitar que se polarizaran los pro emperadores y los que no, dijo: “Bueno, si ustedes creen que un cambio de sistema resuelve los problemas de Etiopía, yo suelto el mando”. Yo hice lo mismo. Quizás si yo hubiese dado “el berro” muy probablemente hubiera seguido o me habrían bajado el rayo de Zeus.

Irak Sáenz, de Doble, fue otro de los que aguantó la pata. La gente de Anónimo Consejo, sobre todo Yosmel, que ya estaba adquiriendo una postura rastafari. Todo eso vino después que yo me identifiqué como rasta, y no vi que fuera consecuente en ese sentido.

Sin embargo, para la gente han trascendido como artistas consecuentes con la sociedad, con la gente más humilde. Yo no lo creo porque, en el momento determinante, cualquier diferencia con nosotros se hubiese podido discutir. Primero, porque fuimos los que les dimos la visibilidad. Si ellos vieron cómo nosotros actuamos y los defendimos en todos los escenarios, entonces debieron haber dialogado y cerrado filas.

Existió una carta donde la asociación Black Augouts, la primera que trajo espectáculos norteamericanos acá, nos invitó en una primera delegación, y el primer nombre era el mío. Pero de una manera muy pedestre la institución  llamó a todas esas personas que irían y se les dijo: “Rensoli no puede viajar”. Y todos aceptaron. Eso me lo contó Julito del grupo RCA, que ya tenía decidido quedarse.

Después que te sacan de la dirección del Festival de Rap, Ariel Fernández emerge como figura institucional que representaba el movimiento. ¿Formó parte del complot institucional o no?

Ariel y yo tuvimos siempre ciertas distancias y, tanto a él como a Pablo Herrera, que fueron los que trascendieron como grandes oponentes, nosotros intentamos darles determinada participación. Pero estaban tan acomplejados que no querían participar en nada de lo que del Grupo 1 emanara. Esa era la actitud.

Él hasta en lo religioso fue incumplidor. Estaba de Iyabo y no se podía hacer fotos, pero, con tal de tener protagonismo, se tiró varias en el malecón para salir en revistas americanas. Él siempre soñó con el protagonismo, a mí no me cabe la menor duda. Lo que pasa es que querían estar solos en el protagonismo o subordinarnos a nosotros a su protagonismo.

Recuerdo en una conferencia de prensa que yo lo invité a participar y él se rehusó de una manera que a mí me sorprendió. Es decir, ellos estaban preparando esa actitud. Quizás esperando algún momento en el que yo no fuera flexible.

A mí se me presenta este productor del cual hablaba ahorita, Carlos Zulueta, con una propuesta de llevar el festival de rap hacia los grandes centros comerciales. Al final lo hicieron y fue en buena medida lo que desgranó el rap, porque todavía no había un público constante como el que después logró Orishas de rebote, que no pudo permanecer porque no hubo oferta tras oferta de ese tipo de rap que pudiera abastecer y solventar un evento en los lugares caros.

Yo por política luché mucho en el anfiteatro para que los covers fueran bajos, pues estábamos en un lugar de poco poder adquisitivo y me daba cuenta que la mayor parte de los jóvenes que asistían eran estudiantes. Pero aun así, aunque hubiesen existido personas con dinero en el público del rap, no era para ponerlo en lugares equivalentes al restaurante La Cecilia ni tener una mentalidad monocéntrica como la que demostró tener Alpidio Alonso sobre la Ciudad de la Habana. La única ciudad que no es monocéntrica en Cuba es La Habana. Yo estaba defendiendo sobre todo un desarrollo comunitario de La Habana del Este, que no tiene un festival que la defina, como es el Wemilere en Guanabacoa o como pudo ser el festival de rock en los 80 en Alamar.

Yo le comento que si quería hacer otro festival que lo moviera por otro lado. Moverlo por otro lado no significa que distorsionaran el evento que habíamos creado nosotros y mucho menos que desangraran su sede principal. Ariel después hace un artículo titulado Alamar no aguanta más, qué irónico.

¿Qué papeles asumieron Alpidio Alonso, Fernando Rojas y Abel Prieto?

Voy a empezar de atrás pa’lante. Yo tuve una directora en el municipio de cultura que dirigió la Biblioteca Nacional, Marcia Medina Crusata. Ella me dijo una vez que el gran defecto de Abel era no haber sido consecuente con la cultura popular. Eso puede resultar contradictorio porque Abel es el primero que mete la rumba en la UNEAC, él realmente en ese aspecto reoxigena esa institución. La UNEAC era un lugar blanco, de papeles, a donde iban intelectuales que pensaban (y escribían). Ahí no había mucho movimiento y él introduce lo mismo la rumba que el rock and roll.

Recuerdo que por primera vez el jardín ese que está frente a la Sala Villena se llenó de fango porque metió a los frikis allí. Fueron los tiempos de oro de la Peña del Ambia, eso es cultura popular, pero una cultura popular ya apelmazada que se convirtió en patrimonio porque ya era obvio en el caso de la rumba. Ahí lo único que hubo que hacer bien era el expediente, pero yo estoy seguro que las probabilidades de que le dieran la categoría de patrimonio de la humanidad eran todas. La rumba es algo tan genuino, tan rico y tan único de Cuba que no se le quita mérito. Él solo movió la palanca para que entrara. Pero fíjate, la manipulación posterior me parece ha estado más cerca de la burocracia que de los activistas genuinos.

Por los límites de su pensamiento, que le ofrece la estética del rock –que en Cuba es un tanto blanquista–, deja quemado al rap. Por venir este género del verdadero underground y por ser una estética que él no está acostumbrado a digerir. Yo pienso que él también formó parte del criterio de aceptar a Obsesión porque esa gente pasaba, se ponía la pañoleta, se portaba bien, le daban un carnet de la juventud y tal.

Fernando Rojas fue quien más me acompañó en esta aventura. De hecho, fue el primero que me apoyó sin yo tener mucha influencia. Yo simplemente pertenecía a la asociación por literatura y, sin embargo, él es el que más cara de malo ha tenido en la historia, más que Alpidio incluso. Aunque después tuvo que darme la mala, igual por su posición, pero fue el único que puedo decir que en algún momento fue gentil.

Y Alpidio para resumirlo fue el esbirro, el mandado a dar el tiro de gracia.