Corazón como una isla sin mapa

En la recién concluida Feria del Libro Internacional de Miami, entre sus más de cuatrocientos títulos de valía publicados, la Editorial Primigenios puso a la venta la segunda edición bilingüe del poemario de Ismael Sambra Orgía del miedo —Libro Primero de la trilogía Los ángulos del silencio—, con la que celebrara el Aniversario 20 de su edición.

Poeta, narrador y dramaturgo, como guionista, productor y asesor de TV, al luchador anticastrista cubano Ismael Sambra lo renombré Sambra sin sombra —en mi artículo homónimo, publicado por Armando Añel en su infalible Neo Club Press— por su heroica actitud mantenida durante la injusta condena en la causa no. 15 de 1993, a que fue sometido durante diez años de privación de libertad por los delitos de «Rebelión pacífica» y «Propaganda enemiga de carácter continuado», con el consiguiente presidio político en las ergástulas castristas/comunistas de los Castro. Añado que mi citado texto lo incluí en mi libro de artículos y ensayos Ejercitar el criterio. Crítica de narrativa, publicado por Primigenios en 2019 y republicado en el 2021.

El consecuente bregar anticomunista de Ismael, llevaría a la valiente colegamiga, y asimismo excelente poeta y narradora María Elena Cruz Valera, a subrayar: «[…] mientras exista Dios habrá poesía, y hombres como Ismael Sambra continuarán con sus versos y actitudes devolviéndole a la palabra su sentido original y primigenio.»

Y es muy acertado su criterio, pues desde su primer poema (que reproduce el título del libro), Orgía del festín, Sambra revela la bien asimilada influencia que ejerciera, con su icónico poemario Fuera del juego, el siempre recordado Heberto Padilla, quien, en veraces palabras del propio Sambra, sería:

inspiración para muchos, incluso para mí, que comenzaba mis primeros pasos en la literatura […] Escribí poemas disidentes o contestarios solo para engavetarlos, para decir al menos mi verdad. Ya había intentado infructuosamente escapar del país en un barco mercante anclado en un muelle de la bahía, y solo me quedaba la opción de adaptarme al sistema Porque esta era la frase imperante: «O te incorporas al tren de la revolución o el tren te pasa por encima.» Todavía mantenía el espíritu rebelde, pero el Caso Padilla fue una inspiración y una lección para todos.

Mas, he aquí el poema inicial:

Todos tenemos miedo

bajo esta lluvia que ha comenzado a caer.

Se nos hizo un nudo en la garganta

la flor que un día inventamos como niños

y no deja pasar la primavera.

Alguien esta tocando a la puerta de mi casa.

Viene a provocarme los auxilios rezagados

a citarme para el gran festín de los pensantes.

Y yo no abro.

Me quedo suspirando todavía enmudecido

todavía con los huesos dislocados

con los huesos que se han negado a sostener

mi voluntad.

Alguien me llama también desde adentro

y me atormenta con el derrumbe

de las cosas

que soñé.

Alguien me persigue por la casa

a la hora del baño, a la hora de las comidas,

a la hora de los hijos, a la hora

de dormir con mi mujer

que también me persigue con su miedo.   

El libro continuaría su vertiginoso ascenso, evidenciando el terror esgrimido por los sangrientos Castro, aprendido en las infames lecciones de Stalin, quien, a lo largo de su extensa/intensa tiranía, llevara a cabo la transformación brutal y radical del pueblo ruso.

Así, en el segundo poema «Un hombre en desventaja», Sambra alude a sus duros recuerdos de los meses, días y años sufridos en prisión:

Un hombre atacado por la duda

da vueltas y vueltas en la cama.

Él ha sentido el peso de los dioses a su espalda.

Su escapada se argumenta ya en delirio:

horas dictadas al destino de ser y no ser,

destino girando alrededor de su cabeza,

al compas de alguna palabra clandestina

                       […]

Un hombre atacado en su hombre

siente que ya no vive solo con su espectro:

es un hombre ofensivo, expectante, documental,

opuesto a su reflejo

porque hay otros que esperan su caída.

Lleva solo pan en los bolsillos

y alguna fruta en ese viaje impropio y turbio. 

Un hombre en la vigilia

lleva su propio corazón como una isla sin mapa,

descalzo va con su sombra

se da cuenta que existe

y que puede morir un poco en desbandada

porque debe pagar su atrevida posición

ese defecto de estar diciendo sin fondo ni trasfondo

esa libertad solo de dioses en la tierra.

Un hombre atacado por la duda

tiene que dormir para otro día,

despierta finalmente a su mujer

y comienza a fornicar su angustia.

En sus rotundos versos también se escuchan los ecos de otros poetas que sufrieron la cruel prisión del totalitarismo. El mejor ejemplo es Armando Valladares, quien, encarcelado en diciembre de 1960, por su oposición a la enseguida sangrienta tiranía, sería condenado a treinta años de reclusión: sufriría veintidós en las ergástulas castristas, por negarse a los planes de rehabilitación, tal asimismo, por rechazar alimentos durante cuarenta y seis días, se le obligaría a continuar prisionero otros ocho años y, peor aun, en una silla de ruedas.

En la cárcel, escribiría su primer poemario, Desde mi silla de ruedas, que traducido a numerosos idiomas lo daría a conocer en el mundo. Asimismo, escribiría y publicaría El corazón con que vivo y, posteriormente, Cavernas del silencio. Mas su título clásico es sin duda Memorias. Contra toda esperanza. Al fin, en 1981, ante el reclamo de la opinión pública internacional, a pesar del odio del canalla Fidel, tendría que liberarlo. En el exilio, sería Embajador de Estados Unidos ante la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas.

En los poemas de Sambra, atisbamos el eco de los de Valladares, tal en «La mejor tinta», donde confiesa:

«Me lo han quitado todo / las plumas / los lápices / la tinta / porque ellos no quieren / que yo escriba / y me han hundido / en esta celda de castigo / pero ni así ahogarán mi rebeldía. / Me lo han quitado todo/ —bueno, casi todo— / porque me queda la sonrisa / el orgullo de sentirme un hombre libre / y en el alma un jardín / de eternas florecitas. / Me lo han quitado todo / las plumas / los lápices/ pero me queda la tinta de la vida / —mi propia sangre— / y con ella escribo versos todavía.»

   Asimismo, en los versos de Sambra, escuchamos resonancias de otros poemas de Valladares: «Yo tengo más», «¿Libre…?» y, sobre todo, «Sitiada sin esperanza», donde escribiría uno de los  presos políticos cubanos con mayor tiempo entre las crueles rejas castristas los siguientes versos: «Quieren aplastarme estas bóvedas / y aquellas alambradas / marcan mi carne nuevamente / como si no lo hubieran hecho nunca / como si no supieran que yo / hace años / estrené mi terror de siempre / que ha envejecido y muerto / entre angustias y bayonetas / sin pan y sin mañana / con el hambre en los huesos / con el miedo en la sangre / y la esperanza en un rincón.»

En otro valioso texto: «Retorno y desamparo», el poeta santiaguero, remarca:

Si salgo a la calle es

para que no crean que estoy preso

entre las olas y una página en blanco.

Si salgo es para creerme que aún respiro

que quiero gritar mi esperanza

de hombre todavía enamorado.

Si salgo no es para que vean que camino

que traigo rodela

y los puños cerrando alguna herida:  

No ha sido fácil salir

para cobrar lo prometido.

No ha sido fácil insistir

con la cabeza llena.

No ha sido fácil regresar vacío.

«Poética de amor y desenfreno», pieza que revela la nostalgia por la esposa lejana en sus hermosos versos, deviene un haz de acertado simbolismo, por la idónea equivalencia entre ambos status: la cárcel y la lejana amada:

La quietud de estos árboles

me dice que no sopla el viento,

que hoy es otra noche de spoor y de vigilia.

                            […]

Puedo decir que tengo un jardín

protegido sin reproches:

Un jardín que bate su quietud de geometría.

Para qué las horas en un jardín

abatido en su ornamento. Para qué

desperdiciarme en su único color de insomnio

en su escaso latido y agonía.

Hace falta que se vaya en el otoño

y vuelva nuevo en el estío.

Hace falta que se vaya este jardín

con su espectro de frutas y flores.

Hace falta remover la tierra,

respirar y salir de su hemisferio:

hace falta que surjas tú en la tormenta.

«Querido hogar» resulta una suerte de despedida plena de esa honda nostalgia que destroza las tristumbres, parafraseando el excelente verso del fallecido poeta cubano Fermín Carlos Díaz.

De tal suerte, Sambra escribe este formidable poema:

Los que fuimos a comprar amor en los patios

donde se plantaron urgentes limoneros.

Los que fuimos mojándonos bajo sus hilos

de lluvia pretérita. Los que llegamos

asustados a la tierra enferma

y sorprendimos nuestra inocencia

pactando cada herida.

Los que dejamos el hogar,

la novia escurridiza e impaciente,

los juegos y artificios de la tronchada juventud.

Los que partimos la misma noche de boda o el embarazo.

Los que extrañamos calor de madre

de nuevos hijos. Los que bebimos lágrimas secas

entre las cartas, fotos,

alguna cinta o flor marchita.

Los que pasamos finalmente el cerco

de tanta muerte desbordada

sobre los plélagos y la única existencia.

Los que dejamos atrás a los amigos

con sus carnes y huesos bautizados

por el fuego de otro cielo…

recibamos las medullas con la frente

y el pecho firme. Recibamos

un nuevo ascenso sobre la muerte, mientras los limones

se vayan madurando y nos dejen sus ácidos,

su fiebre de gravedad…

Otro exultante poema de amor es «Hoy no puedo resumirte en mi memoria», en el que le dice a la amada:

Ya no son las mismas noches

las que un día dejé pasar sin tus caderas

                     […]

Estoy tocando una trompeta de fuego

desde que fui a beber la muerte en tus orillas.

Cómo pude ignorar

que existías en un pesebre

de hierbas retoñadas.

Es una moneda en la alcancía del sol

entre tus piernas.

No quiero respirar esta suerte

por temor a desgajarla. No quiero pasar

ni dejar que pases con tu cuerpo intacto

en esta angustia de relojes trasnochados,

en esta noche,

la misma noche del día

donde vienes a pasar mi desespero.

Sin embargo, no será hasta «Pequeño testamento diurno, casi triste», donde el poeta multiplicará la nostalgia y la pasión por la esposa, de la que ha sido separado por la tiranía que castiga con la mayor crueldad los afanes de libertad de los luchadores anticastristas.

Por ello, en la también hermosa carta de amor, el poeta pregunta con original acento a su añorada:

Cuéntame en tu vida con todas mis esporas,

sin suerte, sin fortuna.

Cuéntame con este corazón desfallecido desde que ansiaba

por las noches el cuento y el beso que mi madre nunca dio.

Cuéntame por el hada que no vino a mis sueños

y por qué el amor entró y salió con mil formas y disfraces

y ahora es una jaula y un pájaro olvidado, una copa

que se puede beber y abandonar sin dejar huellas.

Cuéntame en tu vida dueña de mí en pleno diálogo de amor

Con todos mis temores y fracasos

                                          de hombre confiable y huérfano,

perseguido y asechado

desde el día que descubrí las rejas

con todo mi descalabro y mi entrega no correspondida

en ese beso que deje perdido en tus mejillas

“sediento de tus labios” de plena juventud.

Cuéntame en tu vida porque te lo entrego todo:

mi fatiga

mi añoranza

mi constante rebelión. 

   Por fin, en Orgía del miedo, Ismael Sambra corrobora su vocación de poeta en versos y en actos, como quería nuestro Martí, al que Sambra igualmente venera en su valioso ensayo El único José Martí. Principal opositor a Fidel Castro (2000).