El estropicio de los zapatos según Pachango

Los escritores José M. Fernández Pequeño y Rafael Vilches en el Festival Vista (foto: Luis Felipe Rojas)

Colocar la piedra en el zapato del lector, según el narrador cubano José M. Fernández Pequeño, es hacer difícil su comodidad intrínseca. Para ello, quien escribe necesita lograr que el texto se oriente desde lo más irregular y variado para que ese horizonte narrativo se vea desde lo diverso y sus tonos, desde los múltiples narradores y personajes, y la variedad asuma la complicada tarea de hacer que quien lee no quede de actor sumiso: Mejor de protagonista que comienza a ejercer su sentido crítico.

En el antecapítulo “El estropicio de los zapatos según Pachango” –de su recién terminada novela Tantas razones para odiar a Emilia—, que Pequeño lee con buen gusto en este video, arranca con la destreza del púgil que sabe darle sentido y juicio al relato desde un cuadrilátero movible por el humor y la agudeza de pensamiento. Demuestra que el oficio no se contrapone a la frescura y la inspiración que alcanzan lo mismo una carcajada que una indagación de la sutileza. Aquí el narrador parte de la batería de sus recursos, no accede a un discurso de factura ambivalente o a un fácil regalo de la trama.

El «estropicio» intencional «dota» al interlocutor de un ritmo ascendente que además se construye desde la gracia de una trama en el mismo plano de importancia, donde la tragedia, el humor y la síntesis de todo el efecto final ratifican lo que pareciera ser la ciencia que maneja el absurdo y lo real como un todo único creíble. Tal ciencia no se limita al uso excesivo de la fraseología ni se alimenta de atmósferas vanas, como casi siempre acontece en mucha de la narrativa actual que quiere presentarse como el último descubrimiento sangrante. En el caso de Fernández Pequeño no solo es todo lo contrario: se trata de una ciencia, su ciencia, que se actualiza constantemente mientras avanza la narración, que incorpora con frescura y elegancia su matiz, su rollo.

En esa severidad del absurdo, que cabe en lo real, el escritor también se da el lujo de instruir una filosofía de la resistencia. Porque además, y lo cito, para «los malditos por los dioses, y los condenados a sufrir la historia, el descanso está en la tumba».