‘Hermanos de vez en cuando’, de David Landau

No recomiendo este libro a los amigos de la revolución cubana porque trata sobre la felicidad humana, enemiga natural de los proyectos revolucionarios, como demuestra la historia.

Este libro no es un fresco de la revolución cubana, sino una historia real que se lee como novela, inspirada en una familia arrastrada al ojo del tornado, situación que se repite en Cuba como fractal, a perpetuidad, como las hojas de un árbol, cada cual diferente e igual a las demás.

Su autor, el escritor norteamericano David Landau, ganó fama internacional a los 22 años, inmediatamente después de graduado en Harvard, con un best seller sobre Henry Kissinger. Me confiesa que Hermanos de vez en cuando (Editorial PurePlay) lo escribió durante 30 años, después de cuantiosas indagaciones con los protagonistas, algunas inconclusas, como el caso del desaparecido primer documento disidente de la revolución cubana en los años 60. El libro es la destilación del subconsciente de Landau, rebozado de información y emociones.

El joven matrimonio campesino Rivero Caro emigra a La Habana en los años 20. Partiendo de cero, prospera a base de trabajo honrado hasta lograr una buena posición económica y darle a su dos hijos una excelente educación, incluidos estudios superiores en Estados Unidos.

Después de oponerse a Batista y del inicio de la revolución, sus dos hijos toman caminos opuestos, se tornan adversarios.

Emilio Adolfo (Emi), el mayor, se convierte en agente de la CIA y se infiltra en la Sierra del Escambray, adonde salta en paracaídas con un alijo de armas. Cae en manos de la Seguridad del Estado cubano mientras realiza labores de organización en La Habana. Es sometido a interrogatorios cuya transcripción supera cualquier fantasía, y es condenado a 30 años de prisión. Emi Rivero Caro funda, junto a Alfredo Izaguirre, el presidio Plantado en Isla de Pinos, sufre torturas durante 19 años y sale fresco como una lechuga cuando lo indultan en 1979.

El hermano menor, Adolfo Rivero Caro, se hace comunista doctrinario y al comienzo de la revolución remonta posiciones en la jerarquía del partido hasta que por su honestidad política, su antiestalinismo devenido en antifidelismo y la influencia teórica del autor polaco Isaac Deutscher, sigue el ejemplo de los jóvenes comunistas polacos Kuron y Modzelewski y contribuye a escribir un documento disidente que es presentado al Partido Comunista de Cuba. Comienza su calvario. Es condenado a trabajar como obrero y más tarde, en su segunda prisión en los años 80, ayuda a Ricardo Bofill a organizar el Comité Cubano Pro-Derechos Humanos. Debido a las gestiones de su hermano Emi y de su madre con el presidente Mitterrand, Castro le permite exilarse en Francia.

Las líneas paralelas pueden ir en sentido contrario y además encontrarse. Los hermanos se abrazan en París.

Adolfo le confiesa llorando a Emi: “Pedí que te fusilaran”. Emi le contesta: “Eso me salvó del paredón”.

En los Estados Unidos, durante muchos años, Emi en Washington D.C. y Adolfo en Miami, se dedican a una fructuosa vida intelectual, esta vez con el mismo propósito: la libertad de Cuba y contra las ideas de izquierda en las Américas. Hasta la muerte.

El libro me dejó la impresión de que la mayor tragedia la vivieron los padres, que sin escoger su futuro, desterrados, sin medios a una edad avanzada y truncadas sus vidas, lucharon por la libertad de sus hijos hasta morir.

La foto de la portada preconiza el futuro: Adolfo, con la mirada perdida en un ideal utópico; Emi, decidido hombre acción; Delia, la madre, presintiendo el despeñadero en que caerán irremisiblemente.

Hermanos de vez en cuando muestra la inutilidad del pensamiento ideológico, que no contribuye a la felicidad personal. Las ideologías tienen un gran poder para agitar el conflicto social y los revolucionarios se sienten naturalmente atraídos a ellas porque les facilita la toma del poder. Pero una vez instalados en este, como demuestra la historia, no tienen ningún interés en construir la felicidad que la mayoría de la gente quiere para sí misma, sino solo la muestran en el horizonte desde una felicidad propia.

La lectura de Hermanos de vez en cuando me mostró una vez más que el bien indestructible no está en las ideologías, sino en el corazón de los hombres sencillos.

En inglés: Brothers from time to time