
…a contracorriente salMÓNICAmente (…) amar es enriquecerse, más allá de que lo quieran a uno… Canción tema: “La balada de Simbad”, Cd La hija de Sirio, de AdriáNomada
Con ese sesgo naïf casi infantil del imago, técnicamente ha crecido lo suficiente para presuponer los dones que bajo tan coloreado manto intuye y puede.
Hay belleza en cada cosa que hace y llena de vida… La pureza de cruzar descalza sobre la pintura transitando otros brillos, algo que reconstruye el “tiempo perdido y recobrado” de haber estado juntos al lado de la luz. Linterna que cede al ámbito femenino, empatizo y generador de un entusiasmo por vivir hechizado@.
Rostros son siempre el suyo, en tanto ajeno (otros) sin embargo el mismo, cuando la identidad se comprende como continuo proceso de “(des)identificación” o voluntad asunción de las disimiles identidades en un@, tod@s o acaso ningun@. Metamorfosis de mil rostros, bajo la multiplicidad adimensional del corpus Akásico del destino.
Janer pinta invariablemente en primera persona, entrecruzando visiones salvajes, singularidad bastante más sana y virgen distinta que una Frida permanentemente autorreferencial y autobiográfica, plus cierta sutileza aristocrática cercana a Leonor Fini, habitando contextos más próximos, inmediatos y ácidos, donde el flúor, entre otras iridiscencias, conduce al extrañamiento, a veces lo sobrenatural, lo sorprendente, incluso lo distinto. Perfiles auráticos florales tras el pistilo y el perfume que se intuye, sobre las alas doradas u omnipresentes de este “efecto mariposa oracular”, síndrome del vuelo post-crisalida, por no ser arrogantes al mentar la belleza transurreal, que estalla, omnisciente, atemporada, pretendida y buscadora, bajo el laberinto gnóstico de tan luminosos colores.
“Organon” tractatus logicus de quien se descubre atravesando los últimos coletazos -San Juan de la Cruz dixit- de “la noche oscura del alma”.
Sibila sobre el tablero etrusco, mostrándonos “el bronceado hígado de Piacenza”. La cartográfica adivinanza de l@s “C@sas” astrológicas que Plinio y Cicerón definiesen como “Modelos del Mundo”. Así su obra se transforma en la brújula del presagio, cabalgando cada morado relámpago; aunque solo sea para hacernos sentir el eterno fluir de las aguas de Heráclito y el inmortal canto del ruiseñor inscrito, sin dudas, sobre un verso de Teócrito, la piedra filosofal erguida como oráculo para mi tinta, una vez absorta su danza en el espejo.
Y es ahí donde el arte deja de ser importante como prestigioso término occidental al límite, volviéndose medicina, auto-terapia, al rescate, colocando cada alma en vilo, alineada al vórtex sanador de otra consciencia, tropel sendero paradójico sabiendo que “para brillar hemos de arder” y la soledad (aunque con todos) duele, una vez empujados al estéril desierto de la razón incomprensible. Obra que desea restituir el entusiasmo, la fe, la emoción, las perdidas mariposas anidando el ombligo con ese cosquilleo de la luz poderosa si te acercas al fuego bautismal, besando la fuente, “la rosa sobre la cruz”; o las manos fraternas de un simbolismo arcaico, cuyo regalo es el Oro Masónico. Legado sobrenatural de “SaloMónica Clavícula”, vértigo al filo aurático de la daga hermenéutica de Cagliotro. Y no es el arte, sino su experiencia vital, no son los pigmentos ni los óleos, sino la alquimia transubstancial quien nos brinda un adecuado “protocolo de lectura” para el alma que (de/a)sciende sola a mezclarse homúnculo Paracelso de generación espontánea. Humores del cielo interior donde zozobra la inquietud, instalando la ternura y la confianza como bitácora definitiva, en la aporía del sueño (imágenes de ensueños).
Una mirada femenina descentrada que sin despejar el género no adorna, ni edulcora, y en cambio revela su pirofagus magma de arcoíris a chorro entre los labios.

Torbellino de Estrellas al río que muge cual rayo bendito de cielo interior constelando sin prisa la barca que va (en una de sus piezas) hacia la omnipresencia sintiente de naturaleza contenida e indómita… exuberante, sagrada y por igual erógena, paradójicamente próxima pero de igual modo exótica. Trazos silenciosos que sumergen al espectador profano, incluso no avisado en bellas artes, bajo el seductor hechizo de una minuciosa mirada, ámbito poblado de fémin@s paramundos inventos, gráciles asaltos a la imaginación.
Hemos de analizar y concebir tu obra inmersa en una exploración de L’Art Total. Donde la imagen preponderante, sus óleos, pinturas y dibujos dan lugar al vídeo, la intervención interactiva, la poesía, la música, incluso la actuación, ella misma actante y protagónica de una didáctica para la sensibilización sublime. Otra de sus maestrías en arte, psicología del color y la gracia de la belleza. Y no sólo como plástica, aislacionista y concreta. Es todo un proceso sinérgico mucho más ambicioso y amplio.
Una atmósfera convocatoria, que invita a cruzar la tela involucrada, concebida, descrita, perpleja y lista para nuestros sentidos ingentes. Y serás… “la puesta del sol/lunar siempre perturbador(a) (…) sea teatral o apagada (…) aún más conmovida (…) cuando el último brillo desesperado te vuelve llanura y herrumbre… horizonte de barro donde todo pierde la pompa y enmudece al sobrenatural crepúsculo del clamor poniente. Difícil es/será aferrarse a esa luz tan diferente y tensa. Una alucinación que el miedo humano a la oscuridad traza, en el espacio que cesa de inmediato (…) al darnos cuenta (…) rompiendo el sueño una vez que el soñador(a) se sabe soñand@”[1], erguid@, despiert@… alucinógen@”.
AdriáNomada (cómplice)
[1] Tomado del poema “Resplandor crepuscular”, de Jorge Luis Borges (la variación es mía).