Cuba: Apuestan todo por unas vacunas de las que se desconoce casi todo

Ilustración y gráfica de Bals Mena


El último sábado de febrero, el nonagenario Gustavo Figueroa tenía cita para vacunarse contra el coronavirus en esta ciudad, donde reside hace más de 60 años.

Nacido en Cuba en 1930, Gustavo es el más longevo de 17 hermanos. Carlos Manuel Figueroa, de 85 años, y radicado en la Isla, le sigue los pasos.

Aunque hace mucho tiempo que no se ven, durante los últimos meses los dos compartieron algo: ambos estuvieron confinados en sus hogares y temiendo contagiarse de covid-19 durante varios meses. A lados diferentes del Estrecho de la Florida, estuvieron expuestos al nuevo coronavirus y a la espera por la inmunización.

Pero a medida que la vacunación comenzó a avanzar en todo el mundo, y en especial en los países más ricos, sus historias comenzaron a divergir.

Para marzo pasado, Gustavo ya tenía acceso a varias vacunas. Estados Unidos estaba inmunizando masivamente a su población con las vacunas de Pfizer/Biontech, Moderna y Janssen.

Las tres son vacunas cuya eficacia ha sido demostrada tras finalizar estudios de fase III, un requisito indispensable para determinar con certeza si un fármaco funciona.

Las tres han sido aprobadas para uso provisional en los países que tienen sistemas regulatorios más estrictos: Estados Unidos y la Unión Europea. Las tres cuentan con el visto bueno de la Organización Mundial de la Salud (OMS) para su distribución por todo el mundo.

Gustavo pudo elegir cuál de ellas recibir. Y, de hecho, decidió no acudir a la cita que tenía y esperar a que estuviera disponible la de Janssen, la última en ser aprobada, porque prefería inmunizarse con una sola dosis, en vez de con las dos que requieren las otras vacunas disponibles en Estados Unidos.

Del otro lado del Estrecho, su hermano Carlos Manuel, residente en Colón, en la provincia de Matanzas, solo puede esperar. Como él, ningún cubano ha recibido hasta el momento una vacuna cuya eficacia haya sido probada o avalada por reguladores de otros países. 

Carlos Manuel solo puede confiar en los esfuerzos que su país está realizando por desarrollar sus propias vacunas, un proyecto hasta el momento envuelto por la propaganda y la opacidad, en el que Cuba está trabajando en solitario en medio de una grave crisis económica.

Soberana 02 y Abdala, los dos candidatos vacunales cubanos que están en la fase III de desarrollo, son de los pocos en el mundo, en ese grado de avance, de los que aún no se ha publicado ni un solo estudio sobre su eficacia o seguridad en humanos.

Pese a ello, las autoridades ya están dando por hecho que inmuniza y han anunciando que serán administradas a casi toda la población de La Habana. Esto convertiría a los candidatos vacunales cubanos en uno de los pocos en el mundo que se están administrando masivamente sin que apenas se disponga información de ellos.

Sin inmunidad

Cuba vive desde el comienzo de este año la mayor ola de covid-19 que ha experimentado el país hasta el momento. En el transcurso de 2021 se han detectado siete veces más casos que en todo el año pasado entero y la pandemia ha matado al triple de personas que en todo 2020, según muestran las estadísticas oficiales.

De acuerdo con un estudio hecho por instituciones científicas cubanas, en los últimos meses están circulando en el país cinco variantes de la cepa original del coronavirus original detectada en Wuhan, China. Se han identificado las llamadas variantes británica, sudafricana y californiana.

Amílcar Pérez Riverol, un biólogo cubano y experto en inmunología que reside en Brasil, comentó en un reciente post de Facebook: “Tenemos variantes con mayor transmisibilidad, potencialmente más patogénicas, que podrían evadir la respuesta inmune en pacientes ya recuperados y podrían afectar la eficacia de las vacunas. Estas características ―particularmente la ganancia en transmisibilidad― representan un nuevo factor que podría explicar la magnitud y resiliencia del brote actual en Cuba”.

Aún así, las autoridades no piensan en inmunizar a personas de la tercera edad como Carlos Manuel, el anciano de Colón, o al personal sanitario de primera línea con vacunas compradas en el extranjero.

De hecho, Cuba es uno de los dos únicos países en la región que aún no han administrado a su población ni una sola dosis de vacunas cuya eficacia ha sido probada en estudios completos de la fase III (el otro es Haití). Y es el único país de Latinoamérica que no pertenece y no tiene asignadas vacunas en el mecanismo Covax, un programa internacional que busca que los países con menos recursos puedan inmunizar a sus habitantes con los fármacos aprobados por la OMS. Incluso Venezuela, el otro país que no formaba parte de Covax, recientemente anunció que realizó el pago necesario para estar en el programa.

Las autoridades cubanas no se han interesado en ingresar a Covax ni han inmunizado a su población con productos de eficacia probada porque se están centrando en otros objetivos. Desde el año pasado, los dirigentes del país parecen dispuestos a hacer todo lo posible por anotarse el tanto propagandístico de ser el primer país latinoamericano que desarrolla su propia vacuna e inmuniza a toda su población en 2021.

Además, en un momento de caída del ingreso de divisas, las autoridades también han dado muestras de querer desarrollar vacunas que puedan venderse a países afines, como Venezuela y Bolivia, o que sirvan de incentivo para que los turistas vuelvan al país y revivan una actividad fundamental para la economía. De hecho, Cuba registró la patente de la marca Soberana en Europa en septiembre del año pasado.

La carrera por conseguir estos objetivos empezó el 13 de agosto de 2020, día en que el fallecido dirigente comunista Fidel Castro hubiera cumplido 94 años. Fue entonces cuando los cubanos recibieron la noticia de que el país estaba desarrollando una vacuna contra el coronavirus.

Desde entonces, a pesar de la crisis económica que atraviesa el país, de que sus reservas en bancos internacionales están en mínimos históricos, según el Banco Internacional de Pagos; de que el país dispone de recursos decrecientes para comprar insumos en el extranjero y las importaciones cayeron un 34 por ciento en 2020, según las estadísticas del Fondo Monetario Internacional, Cuba se ha volcado en desarrollar vacunas lo antes posible.

Hasta el momento esto es algo que solo han logrado las principales economías del mundo o grandes empresas transnacionales. 

Los candidatos vacunales

Desde agosto pasado, Cuba ha anunciado, uno tras otro, la creación de vacunas, para un total de cinco propuestas: Soberana 01, Soberana 02, Mambisa, Abdala y Soberana Plus.

De estas, dos han llegado a la fase III: Soberana 02 y Abdala. Su eficacia está siendo probada desde marzo en unas 80.000 personas en las dos principales ciudades del país: La Habana y Santiago.

Los estudios de fase III son lentos porque implican no solo administrar la vacuna ―en el caso de los candidatos cubanos se trata de tres dosis―, sino de esperar a que un número determinado de participantes en el estudio se contagien del virus y desarrollen la enfermedad.

La eficacia de la vacuna variará en función de qué proporción de los que enfermaron integraban el grupo que recibió el placebo y cuántos fueron los que sí recibieron el tratamiento.

Por esta razón, para acelerar el proceso, muchos de los estudios de la fase III que sí han concluido se realizaron en múltiples países al mismo tiempo, en zonas especialmente afectadas por la pandemia. Pfizer/Biontech, por ejemplo, desarrolló la fase III de su vacuna en 162 puntos diferentes de Estados Unidos, Brasil, Alemania, Sudáfrica y Turquía.

Cuba, en cambio, solo está contando con la colaboración de Irán para probar la eficacia de Soberana 02 y en el caso de Abdala lo está haciendo en solitario.

Pero las autoridades parecen no estar dispuestas a esperar a que estos dos estudios finalicen y se determine si realmente los candidatos cubanos reducen el riesgo de enfermar gravemente de covid-19.

Según la información publicada en el Registro Cubano de Ensayos Clínicos, los estudios terminarían en julio para Abdala  y en noviembre para Soberana 02. Sin embargo, desde finales de marzo, unas 270.000 personas ya están recibiendo los dos candidatos vacunales en lo que las autoridades han llamado “estudios de intervención”.

Y, a finales de abril, se anunció que casi toda la población de La Habana, alrededor de 1,7 millones de personas, también será inoculada con Soberana 02 y Abdala en mayo.

Al hacer este anuncio la jefa del Departamento Nacional de Atención Primaria del Ministerio de Salud Pública, María Elena Soto, no mencionó que la eficacia de los candidatos aún no se ha probado y que estos son, por el momento, precisamente eso: candidatos. Solo recordó a la población que tras recibir la primera dosis no deben confiarse, que deben esperar a que “la inmunización se complete” con las siguientes inyecciones.

Opacidad

Otros países autoritarios como China o Rusia han seguido estrategias similares: han suministrado vacunas a su población sin antes concluir las tres fases imprescindibles de un ensayo clínico. Esto se ha justificado como una necesidad ante la emergencia sanitaria que supone la pandemia, ya que el riesgo que puede suponer una vacuna puede ser menor al que representa el coronavirus.

Sin embargo, el caso cubano es especial por la opacidad de la información sobre sus dos candidatos en fase III, aun en comparación con los fármacos chinos o rusos.

Sobre la seguridad o eficacia en humanos de Soberana 02 aún no se ha realizado ninguna publicación. Solo existe un artículo científico sobre su eficacia en ratones.

En redes sociales y programas de televisión, las autoridades han difundido una gráfica en la que se muestra que después de que 44 personas (de las que se desconoce la edad) recibieran dos dosis de Soberana 02 y una de Soberana Plus, el 91 por ciento de ellos desarrolló anticuerpos específicos contra el coronavirus.

Pero como han señalado expertos en inmunología como Pérez-Riverol, esta gráfica no evidencia que estos niveles de inmunidad sean suficientes para neutralizar el coronavirus u ofrecer protección a medio o largo plazo.

Sobre la seguridad y eficacia del candidato vacunal Abdala, sencillamente se desconoce todo.

Hasta el momento, la única publicación sobre el uso en humanos de un candidato cubano es sobre Soberana Plus. Sin embargo, este fármaco solo se probó en un grupo de 30 pacientes ya recuperados de covid-19 y no se está planteando como una vacuna que prevenga la enfermedad, sino como un refuerzo.

En contraste, laboratorios estatales o empresas chinas tenían, a mediados de abril, cinco candidatos en fase III y el gobierno de ese país ya estaba suministrado tres de ellos a la población, según una base de datos de vacunas contra el covid-19 publicada por la OMS. De cada uno de los cinco candidatos chinos en evaluación existían ya publicaciones sobre su uso en humanos, según un recuento realizado para este reportaje.

Tres de los fármacos chinos difundieron sus resultados en The Lancet, una de las revistas científicas más prestigiosas del mundo, y otro en la revista de la Academia Americana de Ciencias Médicas (Jama).

Uno de los candidatos desarrollados por la farmacéutica china Clover, que como Soberana 02 o Abdala empezó su fase III en marzo, ya ha publicado resultados preliminares de su estudios de la fase I en The Lancet.

Pese a la importancia que tiene en el mundo científico difundir resultados de las investigaciones, los candidatos cubanos se encuentran entre los más opacos del mundo. De los 20 candidatos vacunales que a mediados de abril se encontraban en la fase III de ensayos clínicos, de solo seis no existen publicaciones sobre estudios clínicos en humanos. Dos de ellos son los candidatos cubanos.

Un caso similar a Cuba es el de Kazajistán, una antigua república soviética en Asia Central, que también tiene un candidato vacunal en fase III, del que apenas se cuenta con información pública y que se ha anunciado que será suministrado a la población.

Sin embargo, las autoridades kazajas no han negado a su población vacunas de eficacia probada y han inoculado dosis chinas y rusas. Cuba, en cambio, está apostando exclusivamente por sus productos.

Y los está desarrollando prácticamente en solitario.  En la actualidad, instituciones y empresas de todo el mundo se están aliando o colaborando para avanzar más rápido en el desarrollo y producción a gran escala de la vacuna, algo que constituye un desafío incluso para grandes transnacionales y países con muchos recursos. Los laboratorios cubanos, pese a sus limitaciones, no están integrados en esfuerzos internacionales.

Abdala es desarrollada por el Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología (CIGB) mientras que Soberana 02 ha sido creada por el Instituto Finlay de Vacunas.

Ambas son instituciones prestigiosas en Cuba y, anteriormente, han participado en el desarrollo de vacunas, como suele resaltar la propaganda gubernamental. Sin embargo, en el discurso oficial se tiende a eludir el hecho de que las anteriores vacunas fueron creadas durante periodos largos y, con frecuencia, con la colaboración de otros países o instituciones internacionales.

La vacuna contra la meningitis tipo B y C, uno de los grandes éxitos de la medicina cubana, necesitó nueve años para desarrollarse, prácticamente toda la década de 1980. Y para los estudios finales del candidato se contó con la asistencia de la OMS y los CDC de Estados Unidos. Posteriormente, esta vacuna se logró comercializar a gran escala en países africanos, con la colaboración de Brasil, como explicó en una reciente entrevista el doctor Luis Herrera, un experto en vacunas y fundador del CIGB.

Otra vacuna cubana exitosa, la de la hepatitis B, se ha logrado comercializar a nivel internacional gracias a una alianza con la farmacéutica francesa Abivax, que colaboró para que fuera posible realizar estudios de la fase III en varios países. La vacuna cubana contra la meningitis de origen bacteriano también fue desarrollada con la Universidad de Ottawa, Canadá.

Propaganda

Pese a la escasa información real de la que se dispone sobre Soberana 02 o Abdala, los candidatos vacunales cubanos contra el covid-19 se han convertido en uno de los temas más presentes en la propaganda oficial.

Los medios estatales han producido y reproducido la imagen de Cuba como el primer país de América Latina y el Caribe en desarrollar vacunas propias en fases avanzadas de investigación. El esfuerzo por producir la vacuna ha sido constantemente exaltado y se ha utilizado para recalcar que Cuba es una potencia médica y farmaceútica sin igual en la región. Esto incluso condujo a que funcionarios del régimen sugirieran ideas falsas en medios oficiales, como que los candidatos cubanos contaban con el aval de la OMS y que podrían convertirse en la esperanza de todos los países pobres del mundo.

La oficina en Cuba de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) tuvo que desmentir esto.

El despliegue propagandístico se intensificó a comienzos de este año. El 20 de enero, cuando el demócrata Joe Biden tomaba posesión como presidente de Estados Unidos y prometía vacunar en 100 días a 100 millones de personas, la propaganda cubana lanzaba su particular respuesta a la consigna: “Cuba alista 100 millones de dosis de vacuna anticovid-19”.

¿Qué quería decir exactamente que Cuba “alista” ese gran número de dosis? Más allá del titular que se vendió a la población y al resto del mundo, la noticia en sí era más realista: “Cuba crea las capacidades para producir 100 millones de dosis de la vacuna Soberana 02 contra la covid-19”. Fue realmente lo que anunció el Instituto Finlay, líder del proyecto, una afirmación que puede resultar tan grandilocuente como vacía en la práctica, una técnica habitual en la propaganda oficial.

Después, según avanzaban los estudios, las autoridades se encargaron que participaran en ellos periodistas estatales que transmitieran el entusiasmo oficial.

El director de la revista Temas, Rafael Hernández, publicó una foto suya en Facebook del momento en que recibía una inyección y confirmó que participaba de la fase II de Soberana 02.

Leticia Martínez, otra vocera gubernamental que también fue parte del ensayo, reportó su evolución en Facebook. “Me siento bien. Nada raro en mí. Solo un ligero dolor en el hombro izquierdo, que no duró más de dos horas. Nada de fiebre, ni malestar. Espero que en mi cuerpo se comprueben las buenas respuestas que necesitamos. Confío en ello”, contó.

Los medios oficiales, además de informar puntualmente de la evolución de los candidatos y realzar el interés internacional que están atrayendo, han convertido el asunto en una cuestión de fe e ilusión. “Miles de cubanos inyectados y crece la esperanza en el alma nacional”, titulaba recientemente Granma.

Pero lo cierto es que hasta la fecha, las únicas medidas de eficacia garantizada que tiene la población para protegerse contra la pandemia son las que Cuba lleva aplicando desde marzo de 2020.

“Solo tenemos las máscaras, el distanciamiento, evitar las aglomeraciones y ambientes cerrados y practicar higiene personal y de superficies. La única vacuna utilizable y eficaz en Cuba hoy es cumplir las medidas sanitarias”, comentó el científico Pérez Riverol en otro post.

Pero esto tampoco es sencillo en un momento en el que la escasez de alimentos y otros artículos de primera necesidad convierte en inevitable hacer colas durante horas para comprar alimentos.

A esas colas que él no padece pero sus sobrinos sí, son las que teme Gustavo, el anciano de Miami. Y teme, en particular, a lo que pueda sucederle a su hermano Carlos Alberto. Para él, la perspectiva de recibir una vacuna y mucho más una de eficacia probada parece aún algo lejano.