Cuando el joven artista visual Luis Manuel Otero Alcántara y los integrantes del Movimiento San Isidro empezaron su batalla por la libertad de creación artística frente al ominoso Decreto 349, pocos pudieron imaginar la repercusión que llegarían a alcanzar.
La huelga de hambre de San Isidro y la consecuente protesta durante cerca de doce horas, el pasado 27 de noviembre, de más de 400 artistas frente al Ministerio de Cultura, en reclamo de libertad de expresión, han puesto en jaque al régimen.
Con la represión contra el Movimiento San Isidro lo que ha conseguido la dictadura es que centenares de artistas e intelectuales -algunos de ellos con mucho reconocimiento dentro de la cultura oficial- que hasta ahora permanecían callados, se solidaricen con los artistas reprimidos y se sumen a los reclamos por la libertad de expresión.
Esos reclamos, que seguirán creciendo, no los pararán con la alharaca de los más sumisos y los sicarios del pensamiento oficial de la UNEAC y la Asociación Hermanos Saíz y la farsa de diálogo que más bien es un monólogo ministerial, un chapucero remake de las Palabras a los Intelectuales de Fidel Castro en 1961.
A los mandamases castristas, en su intento de maniatar y amordazar al arte, les salió el tiro por la culata. Pero en su miedo y su torpeza, cuando, con tanto escándalo, muchos ojos en el mundo se viran hacia Cuba y es tan precaria la situación de los cubanos que pareciera inminente un estallido social, no se les ocurre otra cosa que aumentar la represión, sacar a los boinas negras a la calle y montar en los medios oficialistas un carnaval de mentiras y difamaciones ridículas en contra de los miembros del Movimiento San Isidro, a quienes presentan como “mercenarios pagados por el gobierno norteamericano” e intentar vincularlos con actos terroristas.
Los medios oficialistas se han ensañado con Luis Manuel Otero Alcántara. Ironizan diciendo que, fabricado por el gobierno norteamericano, es “un nuevo héroe de la contrarrevolución”. En realidad ese héroe, y los que vendrán, los ha creado no la CIA, sino el castrismo, con su paranoia, su odio y su saña represiva
Los prepotentes y paranoicos mandamases, que ven a todo el que disiente como un enemigo, se niegan a aceptar que Otero Alcántara es un artista. Para ellos, es “un negro gusano, marginal y revoltoso”, ideal para dar un escarmiento.
Otero Alcántara, con su excesivamente chocante irreverencia en la desnudez y la utilización de la bandera para sus performances, en un país donde las banderas son sacralizadas, y algunos miembros del Movimiento San Isidro, con su impulsividad, algunas frases desafortunadas y su devoción por Trump, se la han puesto fácil a los difamadores papagayos del régimen para su campaña de descrédito. Eso, por no hablar del vídeo del rapero Denis Solís y su altercado con el policía que irrumpió en su vivienda, que, como prueba del desacato del que se le acusó, parece filmado en el ICRT, con guión del Ministerio del Interior, para el serial “Tras la huella”.
Pese a todo eso, gústenos o no su arte y sus procederes, la mayoría de los creadores cubanos, los que nos negamos al sometimiento y la censura, no tenemos otra alternativa que solidarizarnos con los del Movimiento San Isidro por haber sacado la cara por todos nosotros y su valor para prender la chispa de las protestas.
Seis décadas de aberradas “políticas culturales”, que pretenden remachar con el Decreto 349, han generado una mediocre cultura de rebaño y un medio intelectual donde más allá de ciertas inocuas poses contestatarias imperan, como en el resto de la sociedad cubana, el miedo, la hipocresía, la simulación y el doble discurso. Ya es hora de terminar con ese aherrojamiento.
No puede estar en manos de un Estado-Gobierno-Partido, como pretende el Decreto 349, determinar quién es artista y quién no, y qué es arte y qué no lo es. Si el arte está sujeto a los intereses y conveniencias del Poder, será cualquier cosa, remedo, propaganda, panfleto, lo que sea, pero no arte.
El arte, no hay otro modo posible, tiene que ser independiente. Y si es irreverente y provocador, bienvenido sea también.
Pésele a quien le pese, el arte será libre o no será.