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Algunas reflexiones sobre el coronavirus y el autoritarismo chino

La cultura occidental está muy confundida luego de haberle permitido y aportado una acelerada industrialización a China, dominada autoritariamente por el Partido Comunista Chino (PCCh). Ese enorme país, históricamente tan encerrado en sí mismo y poco transparente, ha agradecido a Occidente sin instrumentar el más mínimo cambio democrático. Encima, ha establecido tecnológicamente un control electrónico total sobre su población (el Gran Hermano habla mandarín) sobre la base de ir compitiendo deshonestamente, trampeando patentes, exportando productos de baja calidad.

Ahora se hace cada vez más evidente que, además, ha manipulado informaciones sobre su industrialización acelerada, la contaminación derivada y los sucesivos golpes de respuesta ecológicos (ecological backlash) virales que ello ha provocado: 1957-1958  H2N2, 1968-1969  H3N2, 1997-2004  H5N1, 2003 SARS, 2006 Gripe aviaria, 2010 Gripe porcina, 2013 Peste Porcina, 2019 Coronavirus, 2020 Covid-19.

Las democracias industrializadas de Occidente emergieron de las barbaries medievales autoritarias, militaristas y eminentemente artesanales dando traspiés sociales, científicos y tecnológicos por más de trescientos años. Transitaron por el autoritarismo (Pedro el Grande, Luis XIV o Felipe II) pero el militarismo, luego de Cromwell, quedó como un componente social, rara vez fue su columna vertebral y, cuando así fue, desvencijó a Europa (I y II Guerras Mundiales). Luego vino la Ilustración, el racionalismo, el positivismo, la ciencia occidental y sus métodos de cribar ideas preconcebidas. Pasaron por períodos agrícolas, manufactureros e industriales y fases de capitalismo agrario, industrial y especulativo.

China había quedado excluida de esa emergencia civilizatoria por funcionar totalitariamente desde hace miles de años. Sus emperadores gobernaban a capricho y decidieron cerrarse al comercio. Sus estructuras sociales no evolucionaron. Tendían a ser grupales, campesinas, con muy poca preeminencia del individuo. Y su ejército era (y es aún hoy) la columna vertebral social. Hacia los 1980s, aún China padecía hambrunas y su paquete industrial era pequeño y poco tecnológico. Su ciencia y tecnología eran, por decir algo, descriptivas, parvularias y artesanales.

A partir de los años 1960’s ocurrió un acercamiento a EEUU, bajo una política diseñada por Henry Kissinger. Al parecer, éste supuso que inversiones en aquel país lo harían incorporarse a las concepciones modernas de gobernabilidad internacional, y dejarían atrás sus maneras autoritarias y totalitarias. Pero no ha sido así.

La muy rápida industrialización de China no cambió el modo de concebir el poder de sus cúpulas gobernantes, que se proclaman aún hoy usualmente autoritarias en nombre de sabios como Mao y Marx. El país se ha convertido en otra locomotora industrial mundial, pero existen numerosas evidencias de que lo hace porque roba todo tipo de patentes, está efectuando un sistemático espionaje industrial —el más blando de los cuales es enviar a millones de alumnos a formarse en universidades de Occidente para calzar su salto tecnológico—, reproduce con baja calidad todo tipo de productos sin respetar derechos de autor y cumple sus contratos en apariencia pero con muy deficiente control de calidad, lo cual ocasiona que los mares del mundo estén llenándose de porquería plástica china. Para colmo, el Estado se considera ante todo carcelero de ovejas negras y evita las protestas de su mano de obra explotada y cautiva, la vigila hasta un nivel hipertecnológico (meta-orwelliano), contamina y destruye su propio medio ambiente, llena el mundo de productos plásticos baratos que no se descomponen y compite agresiva y deslealmente con empresas capitalistas que no son santas pero que han tenido que emerger con trabajo duro y creando su know how desde la dark era.

La emergencia de Europa desde sus etapas de autoritarismo medieval hasta la presente Sociedad del Bienestar se basó en permitirle un papel clave al individuo emprendedor (entrepreneur). La enorme creación de riquezas que ocurrió en Europa luego del siglo XVIII, el de las Luces, no se basa en la acumulación de lingotes de oro en la City londinense, como usualmente se afirma, sino en la enorme acumulación de conocimientos y ciencia que caracterizó su industrialización a partir de 1750. Con ello se dejó atrás formas sociales serviles, feudales, que eran muy improductivas y subyugaban la creatividad (científica y artística) al capricho de hombres de armas, los señores feudales.

La ultima epidemia originaria de China (Covid 19) ha detenido al mundo, que no es nada perfecto pero que parecía emerger paulatinamente y acercarse renqueando a lo que llamamos progreso. Es momento de bajarnos del carrito loco en que íbamos y sacar cuentas.

¿Se ha cumplido la esperanza de que no era peligroso habilitar al PCCh con un importante paquete tecnológico? ¿Es lógico haber creado un competidor desleal, que ha importado toda una tradición innovadora occidental y ahora proclama que su ideología y sociedad es superior? ¿Está imbuida la cultura china de un milenario autoritarismo del que es incapaz de deshacerse?

¿Dónde estamos? ¿Se trata de la Guerra Mundial biológica? ¿Es esto un error de cálculo o simple ambición desmedida de algunos inversores occidentales? ¿Podemos aplicar aquello de Libertad, Igualdad, Fraternidad en la cultura china y con el PCCh actuando de árbitro?

Si en Occidente hay alguien que ha hecho esto a plena consciencia, no es un patriota. Y si lo ha hecho pensando en las ganancias inmediatas de mano de obra muy barata, es un idiota.


Texto correspondiente al número XV de Puente de Letras, de próxima aparición


 

Trazos en los márgenes. Arte abstracto e ideologías estéticas en Cuba

Ernesto Menéndez-Conde

El tomo II de Trazos en los márgenes. Arte abstracto e ideologías estéticas en Cuba, en su segunda edición, ya está a la venta en Amazon. Este libro de Ernesto Menéndez-Conde incluye unas cincuenta páginas de nuevos contenidos y cerca de un centenar de ilustraciones.

«En este nuevo libro, he hecho algunos importantes ajustes con respecto al volumen que apareció el año pasado», apunta el autor. «En primer lugar, esta nueva edición incluye casi un centenar de imágenes. Además, hice modificaciones en las notas al pie y finalmente he agregado alrededor de cincuenta páginas de nuevos contenidos. Dentro de unos días estará disponible el primer tomo, que igualmente contará con alrededor de cien imágenes, nuevas informaciones y un sistema distinto para las notas al pie de página».

«Trazos en los márgenes es una investigación que puede considerarse un hito en el estudio del arte cubano del siglo veinte». Antonio Eligio Fernández (Tonel)

«Ernesto Menéndez-Conde profundiza con rigor y erudición en las complejidades de la abstracción en el contexto cubano, enfocando en su definición y sus intrincadas relaciones con la identidad nacional y el compromiso social del arte. Su examen, tan actual para la historiografía del arte cubano y latinoamericano, avanza más allá de estos ámbitos hacia una discusión general de la abstracción, sus polémicas y los debates ideológico-culturales de la época». Gerardo Mosquera.

«Este estudio marca un antes y un después en la bibliografía en torno a la investigación de las artes visuales cubanas del siglo XX, desarrolladas dentro de la constelación expresiva de la abstracción». Dennys Matos


 

Por eso me fui del barrio chino

Trabajaba en el final de un cuento sobre un soldado cubano que muere en una guerra en África cuando apareció Mona y comenzó a molestarme con que tenía hambre.

—Si quieres puedes almorzar, ya el almuerzo está hecho —le dije—. Y así me das un chance a ver si por fin termino.

Por aquellos días yo era un escritor en entrenamiento, como diría Hemingway. La literatura hacía algo de resistencia y me molestaba bastante siempre que Mona me interrumpía. Y como nuestra relación se había vuelto algo tormentosa, y además Mona pasaba más trabajo que yo para escribir, estaba convencido de que me interrumpía solo para que yo no avanzara.

—Estoy aburrida del carnero. Llevamos una semana comiendo carnero.

—Solo he cocinado carnero una vez y tú casi ni lo probaste.

—El carnero me aburre.

—Últimamente todo te aburre.

—Sí, todo me aburre —dijo y tiró la cartera sobre el sofá.

—¿Y yo? ¿Yo también te aburro?

—Tú no. Tú no me aburres pero…

—Mona, necesito escribir. ¡Por favor!

—Tú siempre necesitas escribir.

—Sí, y creo que tú deberías hacer lo mismo.

—Yo lo que tengo es ganas de comerme una pizza. ¡Macho baja un momento y cómprame una!

—¿Por qué no te la compraste cuando estabas allá abajo?

—Porque no tenía hambre y estaba haciendo un aire de lluvia, y no me quería mojar. Además, ahora fue que me entró hambre —dijo mientras se quitaba los tacones. En ese momento entró por la puerta del balcón una pequeña brisa— ¿Tú te piensas que subir esas escaleras no da hambre?

—Yo no pienso nada, lo único que quiero es terminar este cuento y tú no paras de molestarme. ¡Y no vayas a dejar los zapatos tirados en el piso!

—¿Ahora yo te molesto?

—¡Por favor Mona! Siempre que vas a casa de tu madre es lo mismo.

—¡A mi mamá la dejas fuera!

—Es lo que más yo quiero pero ella siempre se las arregla para entrar.

—Jajá. ¡Qué gracioso! —dijo con ironía.

—Mira, si no quieres almorzar ni bajar a comprarte la pizza, te puedes poner a leer o a ver la novelita turca esa que te dio tu amiga.

—¿Y por qué estás aquí en la sala y con el balcón abierto?

—Porque en el estudio hace mucho calor.

—¡Si te cojo en alguna gracia con la vecinita esa la despingo toa!

—Yo no sé de qué tú estás hablando. ¡Por favor Mona, déjame trabajar!

—No te hagas el loco que tú sabes bien lo que te estoy diciendo…

La verdad era que yo sí sabía. Para el edificio de enfrente se había mudado una trigueña linda que se pasaba todo el tiempo en el balcón con una bata casi trasparente y con la mitad de las tetas fuera.

—Además, Mona, no son maneras de hablar.

—¡Ya te lo advertí! —dijo con la vista sobre el balcón de la trigueña— ¡Después no intentes virarme la tortilla!

—Mira, en el refrigerador quedan dos huevos, si quieres puedes hacerte una tortilla.

—¡Charly! ¿Por qué insistes en hacerte el gracioso?

—¡Mona, por favor!

Apartó la cartera y se acostó sobre el sofá.

—Déjame hacerte una pregunta.

—Dime.

—¿Por qué ya nunca te quieres acostar conmigo?

—Pero si yo me acuesto contigo todas las noches. ¿De qué estás hablando?

—Sí, sólo de noche. Eso es lo que yo digo… ¿Ya no te gusto?

—¡No empecemos!

—¿Y por qué no quieres ver ninguna de las películas que me dio Mara?

—Porque a mí no me gusta el porno. No me gusta estar viéndole el rabo a nadie.

—¡Eso es porque eres medio mariposón!

Me viré de frente hacia ella, despacio. Al momento levantó una mano y se puso a simular que se miraba las uñas.

—¡Si quiere que te rompa la boca me lo pides y ya! —le dije.

—¡Ay macho discúlpame, me equivoqué! —dijo cambiando la vista para las uñas de la otra mano.

—¡Mona por favor, te lo advierto, déjame tranquilo que te conviene! —me viré de frente a la laptop— Y déjame escribir.

—¡Sí ya, está bien! —dijo y se sentó— Pero mira, podemos ver una donde no salga ningún hombre, y a lo mejor se te ocurre algo bueno para ese cuento.

—¡Déjame tranquilo Mona!

—¡Déjame tranquilo Mona! ¡Déjame tranquilo Mona! —dijo poniendo voz de niña a modo de burla.

—Mira, habla con tu amiga, a ella seguro que le va a encantar la idea.

—¡Verdad que tú eres problemático!

—Y tú no me dejas escribir.

—¡Dale macho, compláceme!

—Mona estoy escribiendo, ¡por favor! Tú también deberías hacer lo mismo. ¡Y te lo advierto, se me está acabando la paciencia!

La verdad era que no se me estaba acabando la paciencia, pero con esa frase había logrado muchas veces que Mona me dejara tranquilo.

—Relájate machi, solo estoy jugando contigo. Mira, después de que veamos la película me pongo a escribir.

—Pero si a ti tampoco te gusta el porno…

—A mí sí me gusta. ¿De dónde tú sacas eso?

—¡Ahora sí! Recuerdo que una de las primeras cosas que me dijiste cuando nos conocimos fue que a ti no te gustaba el porno.

—No, imposible —dijo y se puso de pie—. En cualquier caso lo que te dije fue que a mí sí me gustaba.

—¡Me quieres partir el cerebro! ¡Y además no me dejas escribir!

Soltó una risita.

—Está bien, te dejo escribir y me muero de hambre —dijo mientras se daba la vuelta como si fuera a ir para el cuarto, luego murmuró—: ¡Mariposón!

—¿Qué te pasa? —le dije poniéndome de pie de un golpe, aunque en verdad lo único que quería era seguir escribiendo.

—¿A mí? ¡Na!

—Escuché bien lo que dijiste y ya me estoy cansando.

—¿Qué fue lo que dije?

—Si sigues por ahí te voy a reventar la cara. ¡Acaba de dejarme tranquilo por favor!

—¡Sí, eso es lo tuyo! Yo quiero comer pizza y tú me quieres reventar la cara. Yo quiero acostarme contigo y tú me quieres reventar la cara.

En ese momento escuchamos un estruendo en el piso de arriba.

—Ahí están otra vez esas dos —dije mientras miraba hacia el techo.

Sobre nosotros vivía una pareja de lesbianas que eran modelos: Amanda y Mara; lindas pero con muy mal carácter, se pasaban todo el tiempo peleando. Sobre todo porque una era celosa y posesiva y la otra promiscua.

—Por lo menos en este edificio hay gente que sabe divertirse.

—Si quieres te puedes ir pa’allá arriba.

—Más tortillera será tu madre.

—La tuya que no sale de casa de su amiga —dije y me abalancé sobre Mona pero ella echó a correr en dirección a la cocina.

—¡Si te atreves a tocarme te mato! —gritó, como para que todos en el edificio la escucharan.

Me enredé con los tacones y estuve a punto de caerme.

—Aquí no tienes pa’donde coger. Y además dejaste los zapatos atravesaos y por poco me parto la cara —dije mientras me quitaba el cinto, más para protegerme que para agredirla, porque en las últimas discusiones había intentado golpearme con el palo de la escoba, además de lanzarme un jarro de aluminio y dos búcaros, que por suerte no me dieron.

Regresó con un cuchillo.

—Ya me cansé de que por cualquier cosa me quieras moler a golpes —me dijo.

Proveniente del piso de arriba escuchamos como si todos los cristales del edificio se hubieran roto al mismo tiempo. Luego los gritos de una mujer que bajó las escaleras corriendo: “Auxilio auxilio policía auxilio me quieran matar auxilio llamen a la policía auxilio”.

Pensé en lanzarme sobre Mona aprovechando que estaba entretenida, pero en cuanto me incliné hacia delante volvió a ponerse en alerta. También pensé en darle un golpe con la hebilla del cinto en la mano para tumbarle el cuchillo.

—Si te me acercas, te mato. Te lo advierto.

—Vamo a hablar Mona, suelta el cuchillo. La gente hablando se entiende.

—¿Ahora quieres hablar? ¡Pues yo no! ¡Ya me cansé! ¡No soy un saco de boxeo!

—¡Tú tienes que tener un problema! ¿Cuándo en tu vida yo te he dado un golpe?

—Pero sé que ganas no te faltan. Se te ve en la cara.

—Suelta eso y vamo hablar —dije y caminé hacia ella haciéndole señas con una mano para que me diera el cuchillo.

—¡Quédate ahí! —gritó— Si te me acercas te mato, ya te lo dije.

—No grites que nadie tiene por qué enterarse.

—Grito porque me da la gana. ¿De verdad que tú te crees que yo no sé que a ti te gusta darle golpes a las mujeres?

—¿De dónde tú sacas eso? En mi vida yo nunca le he levantado la mano a una mujer. Dame el cuchillo y vamo a sentarno a hablar como la gente civilizada.

—Civilizada mis cojones… ¿Te piensas que soy estúpida?

Pensé en decirle que sí, pero la cosa no estaba como para hacerme el gracioso.

—Yo sé bien que si te doy el cuchillo me vas a moler a golpes.

—¿Tus cojones?

—¡Sí, mis cojones!

—¡Ya quisieras tú! ¡De verdad que tienes que estar loca!

—Más loca será tu abuela —dijo y se lanzó sobre mí con intenciones de apuñalarme.

Reaccioné rápido y di un paso hacia atrás. Logré esquivarla.

—Párate mariposón —dijo y volvió a lanzarse sobre mí con el cuchillo cortando el aire—, párate si eres hombre…

Di otro paso hacia atrás y le tiré un cintazo para tumbarle el cuchillo, pero fallé.

—Ahora no eres tan guapito, ¿verdad?

—Mañana te vas a arrepentir de esto Mona. ¡Suelta el cuchillo!

—¡Suelta el cuchillo suelta el cuchillo! ¿Eso es lo único que sabes decir? Pareces una magdalena —dijo y levantó el cuchillo por sobre el hombro.

Di un paso hacia atrás, lentamente, convencido de que quería tirarme el cuchillo.

—¡Mona no vayas a hacer una locura! —le dije.

—¡A ver, quédate tranquilito un momento! —dijo y me lanzó el cuchillo.

Yo estaba dando otro paso atrás y por suerte volví a enredarme con los tacones. Aún no sé cómo pasó, pero mientras iba cayendo me acordé de Keanu Reeves en aquella escena de la Matrix donde se tira hacia atrás y esquiva unos disparos del agente Smith; me arqueé, una ráfaga de aire que entró por la puerta del balcón me sostuvo y logré esquivar el cuchillo, pero la ráfaga de aire se acabó y me di un golpe tremendo en la cabeza y la espalda contra el piso. El cuchillo salió por la puerta del balcón.

—Loca de mierda te voy a matar —dije y me toqué la cabeza para ver si tenía sangre. Creo que como en aquel tiempo tenía el pelo largo eso evitó que me partiera la cabeza.

Mona soltó un grito y se desmayó. Pensé que había sufrido un ataque de pánico por intentar matarme, pero luego supe que había sido por ver cómo el cuchillo se le encajaba en una teta a Mara, que en ese momento iba desnuda en caída libre a reventarse contra el asfalto. Aún sigo creyendo que la caída de Mara fue lo que hizo entrar la ráfaga de aire.

Me levanté con deseos de darle unos buenos gaznatones a Mona pero la gritería de la gente me obligó a salir al balcón. Aquello era una película. Amanda había sorprendido a Mara con la esposa del dueño de la pizzería retozando bajo la ducha, y sin pensarlo agarró un cuchillo y trató de matarlas. La cosa era que mis vecinas llevaban dos semanas dándole clase de modelaje a la esposa del dueño de la pizzería y al parecer Amanda sospechaba que Mara la estaba traicionando. Entonces simuló salir para el trabajo y veinte minutos después regresó y comprobó que sus sospechas eran ciertas.

Al final le di un gaznatón a Mona, pero para que se despertara.

—¿Está muerta? —me preguntó.

—Ponte los zapatos que te voy a acompañar hasta la casa de tu madre —le dije y me fui para el cuarto.

—¿Pero está muerta?

Metí algo de ropa en la mochila, me puse una camisa, agarré las carpetas de las clases de la universidad y volví a la sala para recoger la laptop. Mona estaba sentada en el sofá, aterrada de miedo y llorando.

—Charly, discúlpame…

—Tranquila. Ahora vamos a bajar como si no pasara nada —dije y metí la laptop en la mochila—. Te dejo en casa de tu madre y luego hablamos.

—Charly, discúlpame. Yo no quise que esto pasara.

La agarré por el brazo y salimos de la casa. Le temblaba todo el cuerpo.

—Charly, tienes que perdonarme.

Comenzamos a bajar las escaleras.

—Ya te dije que luego hablamos.

—Charly, tú sabes bien que yo tengo problemas.

—Mona, por favor, no empecemos.

—Está bien, pero no te separes de mí.

—No te preocupes por eso que yo tengo pensado pasarme el resto de mi vida contigo —le dije para tranquilizarla, pero lo cierto era que ya no quería saber más nada de ella.

—¿Y por qué no te quedas conmigo en casa de Ofelia?

Se nos estaban acabando las escaleras.

—Tú sabes que la última vez tu madre trató de matarme.

—¡Ay machi, no exageres!

Iba a decirle que yo tenía suerte para que las mujeres de su familia intentaran matarme, pero preferí quedarme callado. Nos detuvimos en la puerta del edificio.

—Ahora cuando salgamos, baja la vista y sigue detrás de mí.

—Creo que voy a volver a desmayarme.

—Si te desmayas te dejo ahí mismo y de seguro que te descubre la policía.

—¡Ay Charly no me digas eso! Tú no serías capaz.

—Bueno, entonces haz lo que te digo y no inventes nada.

Movió la cabeza de forma afirmativa y bajó la vista.

Cuando salimos la calle estaba llena de gente, el tráfico detenido y a Mara la habían cubierto con un toldo. Caminamos pegado al edificio en dirección a la calle Dragones.

—¿La gente me estaba mirando? —preguntó Mona cuando llegamos a la esquina.

—La gente ni cuenta se dio que nosotros salimos.

—Yo creo que la vecina nueva me vio tirándote el cuchillo.

—¿Cómo que la vecina nueva te vio?

—No sé. Cuando me estaba poniendo los tacones la vi mirándome fijo.

—Tranquila, eso son ideas tuyas.

—¿Y si me vio?

—No te preocupes, yo estaba ahí contigo y nosotros no tenemos nada que ver con lo que pasó.

—¿Y si descubren mis huellas en el cuchillo?

—Ese cuchillo yo se los presté anoche para que cortaran una carne y no me lo devolvieron.

—¡Charly, no te separes de mí!

—Ya te dije que eso nunca va a pasar —dije y le hice señas a un bicitaxi—. Mira, ahora te vas tranquilita para la casa de tu madre y no le cuentes nada.

—¡Charly, quédate hoy conmigo!

—Luego hablamos —le dije y la ayudé a subirse al bicitaxi.

—¡Charly, no me dejes!

—Mira, cuando llegue a mi casa te llamo y conversamos con más calma —le dije y le di un beso, pero luego de ese día mi relación con ella solo empeoró.


Relato perteneciente al XV número de la revista Puente de Letras, de próxima aparición


 

José Hugo Fernández gana Premio de Narrativa ‘Editorial Hypermedia’ 2020

Los escritores Amir Valle, Rodolfo Bofill y José Hugo Fernández en el XI Festival Vista de Miami

El libro El hombre con la sombra de humo, del narrador y crítico cubano José Hugo Fernández, ganó este viernes el Premio de Narrativa ‘Editorial Hypermedia’ 2020.

«Por el camino de la imaginación con tintes fantasmagóricos, de las citas literarias entrecruzadas, del misterio y el fetiche cultural, esta nouvelle impone su autoridad desde las primeras páginas», describe el acta del jurado, compuesto por Jorge Enrique Lage, Alberto Garrandés, Carlos Manuel Álvarez, Jorge Ferrer, Martha Luisa Hernández Cadenas, Mabel Cuesta y Orlando Luis Pardo Lazo.

«La escritura, de un ritmo y un tono sumamente eficaces, sigue un rastro de sangre y deja al final un saldo curioso de preguntas. ¿Vampiros en La Habana? ¿En Miami? ¿Agentes de la CIA? ¿Espectros? ¿Una secta secreta? ¿Locos y carceleros? ¿La verdad tiene la estructura de la fantasía? ¿Quiénes son los ‘enemigos del pueblo’?», añade la nota.

José Hugo Fernández (La Habana, 1954), escritor y periodista cubano, ha publicado, entre otros títulos, las novelas Los jinetes fantasmas, Parábola de Belén con los pastores, Las mariposas no aletean los sábados, Mujer con rosa en el pubis y El tigre negro; los libros de cuentos La isla de los mirlos negros, Yo que fui tranvía del deseo, Hombre recostado a una victrola o Nanas para dormir a los bobos (Premio de Narrativa ‘Reinaldo Arenas’ 2017); y los ensayos y crónicas Siluetas contra el muro y Entre Cantinflas y Buster Keaton.


 

Arsenio Rodríguez Quintana

Los escritores Arsenio Rodríguez Quintana y Manuel Pereira

El escritor e investigador Arsenio Rodríguez Quintana responde las cuatro preguntas esenciales de nuestra página, una manera práctica de profundizar, con el creador, en su obra y sus experiencias:

Cuéntenos sobre sus inicios en la literatura. ¿Qué le impulsó a escribir y cuáles fueron sus primeros textos?

Me impulsó a escribir nada menos que la obligatoriedad de que me encerraran durante tres años, con diecisiete años, en el SMO (Servicio Militar Obligatorio: 1983-1986). Nada menos que en un sitio que se llamaba El Calvario, en San Miguel del Padrón, en La Habana. O sea, “un martirio revolucionario y cristiano”. Saber que en el Monte del Calvario crucificaron a Cristo, era una pesadilla. Siempre he odiado las armas y tener que manipular un AKM (que tenía asignada como todos) y ver cómo amigos se daban tiros en las piernas y brazos para coger la baja, era demoledor.

Allí, en el contexto de las guardias de cada día, con madrugadas larguísimas en las postas por las cuales sabíamos que no iban a entrar ningún norteamericano, donde algunos se masturbaban, otros leían o dormían, comencé a escribir con rigor y continuidad. Tenía algunos poemas con catorce años a una novia dominicana que me había roto el corazón al irse, pero no eran literarios.

Un día un oficial hizo un taller literario y llevé mis poemas, y me dijo que yo no necesitaba el taller, que yo era escritor. Esos poemas los envié al concurso 8 de Marzo y gané el Primer Premio que me entregó el profesor y catedrático de la facultad de humanidades, e investigador literario, Salvador Redonet Cook, y el poeta Bladimir Zamora. Uno me dijo que, además de poeta, Redonet era narrador, y el otro Zamora, que llevaba la sección “Por primera vez” en la revista El caimán barbudo, se los llevó para publicarlos.

Así publiqué mis primeros dos poemas en 1988, en esa sección del Caimán en Cuba; mientras mis primeros poemas en el extranjero fueron en la revista Diserta de México; mi primer cuento lo publiqué en Naranja dulce (1989), un suplemento de El caimán barbudo. El cuento se llamaba Nadja, como la protagonista del libro de André Bretón con la cual yo estaba fascinado. “Es un cuento erótico y puse a esa Nadja francesa a patinar por el malecón habanero mientras se masturbaba friccionándose bien las piernas por encima del muro…”

Defina o mencione, por favor, aquello que los lectores descubrirán, o conocerán, a través de sus libros.

Brevemente es difícil cuando tienes doce libros publicados en veinte años. Libros en prosa, en verso y cuentos:

-La caída y otros deseos (2000).  Publicado en la Isla, en este libro relato las angustias sociales y de vida de una joven de 17 años en la Cuba de los años ochenta y noventa. Son cuentos.

-Síndrome de Ulises (2004). Es un libro sobre la nostalgia de haber dejado un país y descubrir que Europa también puede serlo.

-Me hubiese encantado parir a mi hija. El resumen de ser el padre cubano de una niña catalana con la cual viajas por más de quince ciudades europeas. Lo que aprendes de ella y algo esencial: Lo que no sabemos del país al que llegas por no haber tenido infancia aquí.

Me gusta dar de comer a los elefantes. Poemas y textos en prosa sobre mi vida en Europa, las relaciones hecha poemas, los viajes y la vida en París, Londres, Barcelona y mis amigos.

-Notas escritas en Sant Cugat del Vallès. Pandemia y quarantine. Es el impacto de vivir en un pueblo que ha crecido en mil años a la sombra de un monasterio románico mediaeval. La segunda parte son los textos que escribí en 99 días de encierro por pandemia. Mi último libro lo colgué el 21 de junio.

Libros de no ficción, de historia e investigación o catálogos:

-Je me souviens (2012) es un catálogo de fotos de Sarah Caron, publicado por  Musée Mougins en el sur de Francia, donde escribí todos los textos que tradujeron al francés.

-Del Procés a la República (2018.) Es mi visión histórica contada de forma amena del Procés de independencia de Catalunya del 2006 hasta 2017.

Cuba i Catalunya Influencias Mutuas (2019). Son las raíces culturales que unen estos dos pueblos. En lo arquitectónico, en lo musical, en lo social.

El Curso Délfico y Confluencias musicales de José Lezama Lima. En coautoría con Manuel Pereira. Aquí son dos visiones de Lezama. Su Curso Délfico, del cual Pereira fue discípulo directo, y casi todo lo que Lezama escribió sobre música dentro de sus libros y ensayos.

Historia del Malecón Habanero. (2019) Nadie antes había publicado un monográfico histórico del malecón habanero. Llevaba 25 años investigando esta zona arquitectónica de La Habana desde que fui investigador en el Archivo Nacional de Cuba.

La música entre Cuba i Catalunya. Es un nacimiento natural tras Cuba i Catalunya. Influencias mutuas, una ampliación del descubrimiento de grandes músicos catalanes y profesores que enseñaron en Cuba y muchos cubanos que enseñan hoy en Catalunya o viven en ella.

Mencione tres autores o libros que considere fundamentales o que le hayan inspirado o influido durante su trayectoria creativa.

José Lezama Lima, cuyo poema Rapsodia para el mulo puso Juan Carlos Mirabal en mis manos, al salir del ejército, y cambió mi vida. Pero sin dudas Paradiso, su novela, es el universo en el que quiero vivir literariamente y morir. Los cuentos de Virgilio Piñera me gustaron, pero fue Jorge Luis Borges, sus cuentos y ensayos, lo que me rajó la vida. Sobre todo, por esa dualidad de investigador y creador, dos almas que llevo dentro. Manuel Mujica Laínez con la novela Bomarzo, y Cortázar con Rayuela, son los culpables absolutos de que viva en Europa. No obstante, Virginia Woolf y Joyce ya me habían anticipado cómo sería mi vida aquí. Para transpirar y asimilar haberme ido de Cuba y resistir sin volver 20 años, están Guillermo Cabrera Infante y Milán Kundera, quienes me han llevado a Praga y Londres como Cortázar a París y Laínez a Italia y Florencia.

Va a parecer un tópico pero tuve que releerme Don Quijote para escribir una introducción a sus capítulos escritos sobre Barcelona para el libro Don Quijote. Visión de Barcelona, editado por Linkgua. Descubrí que amo a Cervantes de manera brutal, leerlo viviendo en España y recorriendo los lugares donde él escribió ha sido una delicia.

A partir de las nuevas teorías cuánticas según las cuales la esencia del universo no es la materia ni la energía, sino la información, ¿estamos a punto de descubrir que la vida es literatura?

Si la vida no fuese literatura para mí, nunca hubiese escrito Señales sobre Egipto. Tras leerme en La Habana de los ochenta el libro sobre los tesoros de la tumba Tutankamón que descubrió Howard Carter. Otro ejemplo. Al llegar a Sevilla, año 2000, terminé recogiendo olivas en un pueblo de Córdoba, y allí mi amigo y profesor de la Universidad internacional de Miami, Luis Duno, me dijo que estaban recogiendo ensayos para un número de la revista hispana de la universidad de Pittsburg que dedicarían a la literatura de grandes autores. Yo estaba recogiendo olivas tras haber sido en Cuba historiador. Estaba muy deprimido, y ponerme a escribir un ensayo sobre Las confluencias musicales de Lezama Lima me salvó la vida. Hoy ese ensayo está en 768 universidades de todo el mundo a través del sistema de préstamos por una de las redes universales más prestigiosas. Último ejemplo: desde que salí de Barcelona hace un año y me vine a quince minutos de esta gran ciudad en Sant Cugat del Vallès, comencé a escribir textos sobre este pueblo, cuya naturaleza te arropa en una doble piel. La elegida para vivir con nombre de mujer, y la naturaleza que me hace escribir sobre esta vida. O sea, la literatura es una forma de respiración incondicional en mí, que me ayuda a saltar abismos y sobreponerme a casi todo, incluso al impacto de haber vuelto a encontrar el amor.


Arsenio Rodríguez Quintana nació en 1964 en La Habana. Vive en Europa desde 1999: París, Sevilla y Barcelona en ese orden. En veinte años ha publicado once libros de literatura e historia. Ha ganado premios literarios en Cuba. Participó en el Diccionario de rock latino (SGAE), en el año 2000. Ha escrito sobre música en la revista Encuentro de la Cultura Cubana (2000-2007). Su blog rebasa la cifra de un millón doscientas mil vistas. Asiduamente, imparte charlas y conferencias en Catalunya. Dirige la Editorial Muntaner (independiente) desde 2018, donde además de publicar sus libros brinda servicios editoriales a instituciones y creadores.

 

‘Fuera del juego’: más de medio siglo después

 (En 2019, publiqué este comentario sobre Fuera de juego; pero, por la significación del cenital volumen, tal me sugieren varios colegamigos, es válido republicarlo ahora con algunas precisiones, no solo porque el libro continúa siendo uno de los mejores escritos en Cuba a lo largo de la pasada centuria, sino también porque la situación político-social de nuestro país se mantiene bajo la bota del castrismo.)


Este año que ya se va, los escritores cubanos del exilio en Miami, y otros ámbitos, conmemoramos el medio siglo de la publicación del emblemático volumen Fuera del juego, con el que el poeta y narrador Heberto Padilla demostrara, en 1968, que la poesía política podía tener calidad —siempre que no repita consignas y lemas—, como no pocos ejemplos fueron conocidos por este entonces joven poeta, tales los grandes nombres del rumano Tudor Arghezi, los españoles Antonio Machado, Rafael Alberti y Miguel Hernández, el peruano César Vallejo y el chileno Pablo Neruda, entre muchos otros.

Ese año, Fuera del juego merecería el Premio «Julián del Casal», de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, otorgado por un prestigioso jurado integrado por los cubanos José Lezama Lima, José Z. Tallet y Manuel Díaz Martínez, el peruano César Calvo y el británico J. M. Cohen.

Cuando conseguí (gracias a mi amigo Lázaro Noris, entonces estudiante, como yo, de la Escuela Nacional de Arte) un ejemplar de Fuera del juego —cuya mínima edición sería puesta a la venta en un ínfimo número de librerías de la capital—, me sentí afortunado, pues no olvido qué difícil era la obtención del preciado libro del poeta «maldito», tal suelen denominarse los autores prohibidos como fue, desde entonces, el autor de ese conjunto de valiosos textos que lo llevaría a las mazmorras castristas.

El poeta había sido arrestado y al poco tiempo su esposa, la valiosa poeta Belkis Cuza Malé ―su pareja desde fines de 1967; se casaron el 25 de enero de 1971, y la hija del primer matrimonio de esta, María Josefina, vivía con ellos―, acusados de «actividades subversivas» contra el gobierno, y él sufriría al ser torturado sicológicamente en la temible y terrible Villa Marista.

Mas, contra su voluntad, la Uneac tuvo que publicar el célebre poemario por haber recibido el Premio en el más significativo concurso de esa institución. Pero no fueron en vano la osadía y la odisea del poeta, ya el preciado volumen le traería al sangriento tirano, hoy felizmente muerto, infinitos problemas a nivel global, porque en sus páginas el poeta develó al mundo la verdadera esencia del comunismo que el déspota admirara desde su juventud como matón en la universidad capitalina, cuando igualmente le extasiara la figura de Hitler, tal se comprueba con el título de su autodefensa La historia me absolverá, tomado del panfleto Mi lucha [Mein Kampf], del Führer, al que intentara remedar el abyecto caudillo tropical repitiendo su trayectoria con el fusilamiento de miles de luchadores anticastristas.

Como bien apuntara recientemente Benigno S. Nieto en su volumen El poeta que engañó a Fidel Castro, una simple confesión de «culpa» no hubiese producido tanto horror. Lo que en verdad espantó a los intelectuales fue el tono repulsivo de una «autodegradación», que el poeta exageró deliberadamente. Heberto Padilla salió mal herido, pero el daño que le hizo al tirano tropical Fidel Castro fue inconmensurable.

Esta valiosa figura —de la que solo este poeta y crítico había leído hasta ese momento su segundo y valioso cuaderno El justo tiempo humano, con el que obtendría Mención en el Concurso Casa de las Américas en 1962— sería asimismo y desde entonces uno de los enfants terribles de la poesía no solo cubana, sino de la escrita en español.

Ya en este primer volumen, descubrí a un poeta distinto dentro de la corriente coloquialista de la que, sin embargo, sería excluido más tarde por los cobardes ¿antólogos? o, mejor, compiladores de la mal llamada  Generación de los años 50. Antología poética, publicada por la Editorial Letras Cubanas en 1984, cuando él había partido al exilio. En definitiva, la ¿antología? fue apenas una ¿selección? que solo merece ser mencionada por su acusada implicación con el destacado Heberto Padilla.

Para corroborar la validez de Fuera de juego, creo necesario que el ciberlector constate la actualidad de algunos de sus valiosos textos, que no han perdido frescura y, en consecuencia, su calidad es obvia. Leamos꞉

En tiempos difíciles

A  aquel hombre le pidieron su tiempo
para que lo juntara al tiempo de la Historia.
Le pidieron las manos,
porque para una epoca dificil
nada hay mejor que un par de buenas manos.
Le pidieron los ojos
que alguna vez tuvieron lagrimas
para que contemplara el lado claro
(especialmente el lado claro de la vida)
porque para el horror basta un ojo de asombro.
Le pidieron sus labios
resecos y cuarteados para afirmar,
para erigir, con cada afirmación, un sueño
(el-alto-sueño);
le pidieron las piernas,
duras y nudosas,
(sus viejas piernas andariegas)
porque en tiempos dificiles
¿algo hay mejor que un par de piernas
para la construccion o la trinchera?
Le pidieron el bosque que lo nutrió de niño,
con su árbol obediente.
Le pidieron el pecho, el corazón, los hombros.
Le dijeron
que eso era estrictamente necesario.
Le explicaron después
que toda esta donación resultaría inútil
sin entregar la lengua,
porque en tiempos difíciles
nada es tan útil para atajar el odio o la mentira.
Y finalmente le rogaron
que, por favor, echase a andar,
porque en tiempos difíciles esta es, sin duda, la prueba decisiva.

En el anterior texto se puede observar, entre otras virtudes —ya mostradas por Padilla en su segundo poemario El justo tiempo humano—, el apropiado empleo de componentes de la mejor poesía, tales la alegoría (con la que evitaba el panfleto tan común en el verso impuesto justamente antes y después de su cuaderno galardonado en 1968), el lirismo, la adopción de la mejor poesía contemporánea꞉ inglesa, norteamericana, francesa, griega y latinoamericana; la síntesis —que favorece la economía de palabras y el minimalismo—, como la utilización del mejor conversacionalismo, del que tanto se abusara antes y después de la aparición de ambos poemarios. Mas, continuemos leyendo otros poemas꞉

Oración para el fin de siglo

Nosotros que hemos mirado siempre con ironía e indulgencia
los objetos abigarrados del fin de siglo: las construcciones
trabadas en oscuras levitas. Nosotros para quienes el fin de siglo fue a lo sumo
un grabado y una oración francesa.
Nosotros que creíamos que al final de cien años sólo había
un pájaro negro que levantaba la cofia de una abuela.
Nosotros que hemos visto el derrumbe de los parlamentos
y el culo remendado del liberalismo.
Nosotros que aprendimos a desconfiar de los mitos ilustres
y a quienes nos parece absolutamente imposible
(inhabitable)
una sala de candelabros,
una cortina
y una silla Luis XV.
Nosotros, hijos y nietos ya de terroristas melancólicos
y de científicos supersticiosos,
que sabemos que en el día de hoy está el error
que alguien habrá de condenar mañana.
Nosotros, que estamos viviendo los últimos años
de este siglo,
deambulamos, incapaces de improvisar un movimiento
que no haya sido concertado;
gesticulamos en un espacio más restringido
que el de las líneas de un grabado;
nos ponemos las oscuras levitas
como si fuéramos a asistir a un parlamento,
mientras los candelabros saltan por la cornisa
y los pájaros negros
rompen la cofia de esta muchacha de voz ronca.

En el anterior ejemplo, se advierte otro elemento decisivo en el conversacionalismo de Padilla꞉ la ironía, con la que el poeta (el sujeto) se distancia del texto (el objeto), dotándolo de una carga irónico-crítica que alude [y no elude] indirectamente al status impuesto por el castrismo con las constantes vigilancia y delación, imposiciones exigidas en las sociedades-gulags de los estados comunistas.

En el siguiente texto꞉ «Para aconsejar a una dama», el poeta no ataca la imagen del «negro becado  ⁄  que mea desafiante en su jardín», pues este no es el sentido de esos versos ni del poema, como algún ¿miope? —tal el mediocre y canalla Luis Pavón bajo el seudónimo de Leopoldo Ávila— acusara al poco tiempo de la publicación del volumen en una de sus infundadas críticas aparecidas en la revista de las FAR Verde Olivo, cuyo afán por destruir políticamente al poeta resultaba obvio, pues, con ironía, en este texto Padilla denuncia que los «nuevos» tiempos impuestos por la seudo-revolución desahucian las propiedades de los que crearon sus bienes y comodidades con su esfuerzo y laboriosidad durante décadas. Por ello, con sorna, aconseja a la dama que acepte las imposiciones, no siga reprimida y se entregue a los becados que inundan y transforman con su vulgaridad el barrio꞉

¿Y si empezara por aceptar algunos hechos
como ha aceptado —es un ejemplo— a ese negro becado
que mea desafiante en su jardín?

Ah, mi señora: por más que baje las cortinas; por más
que oculte la cara solterona; por más que llene
de perras y de gatas esa recalcitrante soledad; por más
que corte los hilos del teléfono
que resuena espantoso en la casa vacía;
por más que sueñe y rabie
no podrá usted borrar la realidad.

Atrévase.
Abra las ventanas de par en par. Quítese el maquillaje
y la bata de dormir y quédese en cueros
como vino usted al mundo.
Echese ahí, gata de la penumbra, recelosa, a esperar.
Aúlle con todos los pulmones.
La cerca es corta; es fácil de saltar,
y en los albergues duermen los estudiantes.
Despiértelos.
Quémese en el proceso, gata o alción; no importa.
Meta a un becado en la cama.
Que sus muslos ilustren la lucha de contrarios.
Que su lengua sea más hábil que toda la dialéctica.
Salga usted vencedora de esta lucha de clases.

En «Instrucciones para ingresar en una nueva sociedad», la ironía es aún mayor, si bien se aprecia la claridad que Padilla ofrecía a sus lectores, pues él sabía que serían sus colegas intelectuales, profesores y estudiantes universitarios, y otros profesionales, quienes enseguida leerían sus textos y recibirían su mensaje꞉

Lo primero: optimista.
Lo segundo: atildado, comedido, obediente.
(Haber pasado todas las pruebas deportivas).
Y finalmente andar
como lo hace cada miembro:
un paso al frente, y
dos o tres atrás:
pero siempre aplaudiendo.

  Asimismo, en «Dicen los viejos bardos», ¿insinúa? con no poca claridad el peligro que acecha a los intelectuales, como él, críticos꞉

No lo olvides, poeta.
En cualquier sitio y época
en que hagas o en que sufras la Historia,
siempre estará acechándote algún poema peligroso.

En «Arte y oficio» —dedicado A los censores, que sobran en las editoriales y la prensa de la Isla, tal sabemos quienes allá publicamos—, la ironía dimensiona su carga hasta el sarcasmo, al subrayar꞉

[…]

Se pasaron la vida diseñando un patíbulo

que recobrase —después de cada ejecución—

su inocencia perdida.

Y apareció el patíbulo,

diestro como un obrero de avanzada

¡Un millón de cabezas cada noche!

                  Y al otro día más inocente

                  que un conductor en la estación de trenes,

verdugo y con tareas de poeta.

Otro texto de suma valía es «Poética», donde tal un afilado cuchillo cortándote la piel, al leer sus versos, evoco los infaustos momentos padecidos por miles de cubanos, vejados y atacados a golpes, o sus puertas tumbadas a pedradas e, incluso, recibiendo huevos podridos lanzados por sus vecinos, solo porque partirían al exilio en 1980, un triste, lamentable año que mancha la historia de nuestra Isla, como los actos de repudio contra el destacado cantautor Mike Porcel y los fusilamientos en La Cabaña y la Sierra Maestra… Tantas vejaciones sufridas por los valientes luchadores anticomunistas, como todavía los abusos a las Damas de Blanco cada domingo…

Di la verdad.
Di, al menos, tu verdad.
Y después
deja que cualquier cosa ocurra:
que te rompan la página querida,
que te tumben a pedradas la puerta,
que la gente
se amontone delante de tu cuerpo
como si fueras
un prodigio o un muerto.

 Sorprendente es también «El único poema», donde Padilla muestra, una vez más, la sorna al régimen, tal podrá comprobar el ciberlector꞉

Entre la realidad y el imposible
se bambolea el único poema. Retenlo
con las manos, o con las uñas, o con los ojos
(si es que puedes) o la respiración ansiosa.
Dótalo, con paciencia, de tu amor
(que él vive solo entre las cosas).
Dale rechazos que vencer
y otra exigencia
mucho mayor que un límite,
que un goce.
Que te descubra diestro, porque es ágil;
con los oídos alertas, porque es sordo;
con los ojos muy abiertos, porque es ciego.

   Un texto no menos singular por su acusación al castrismo es «Escena», en el que Padilla, a partir de un rejuego teatral, evidencia su probada sagacidad literaria y cultural꞉

—¡No se pueden mezclar y las mezclamos.
Revolución y Religión no riman!

Se desgarraba el pobre bajo los reflectores,
agachado,
contraído,
esperando
el último bofetón.

«Escrito en América» da fe de la creencia de Padilla en su arriesgada labor proselitista, entonces y ahora tan necesaria, como la que hoy realizan los valerosos disidentes dentro de la Isla. Leámoslo꞉

Ámalo, por favor, que es el herido
que redactaba tus proclamas,
el que esperas que llegue a cada huelga;
el que ahora mismo tal vez estén sacando de una casa
a bofetadas,
el que andan siempre buscando en todas partes
como a un canalla.

«Para escribir en el álbum de un tirano» es, sin duda, el mayor y mejor ejemplo de la validez de Heberto Padilla y su excelente poemario, pues aquí alcanza el máximo de criticismo, valentía y arrojo, como ninguno de sus colegas, que no se atrevieron a denunciar el terrible status que ya mostraba la tiranía en vísperas del lamentable Primer Congreso de Educación y Cultura, realizado en abril de 1971. Entonces, el desesperado e iracundo tirano —tal magnus rex, entre otros cánones-normas-mandamientos— fijaría no pocas sentencias en su rabioso discurso de clausura, la mayoría como de este tenor꞉ «Por cuestión de principios hay algunos libros de los cuales no se debe publicar ni un ejemplar, ni un capítulo, ¡ni una letra!» Estas «leyes» eran copias al calco de las impuestas en la URSS y sus adláteres: los regímenes socialistas caídos años después, demostrando el fracaso del comunismo.

Por ello, a los escritores involucrados en el sonado Caso Padilla, el canalla les denominaría, en el Congreso꞉ «agentillos del colonialismo cultural» e, incluso, instaría a la intimidación, cuando amenazara: «[…] creo que hay que usar la policía, no obstante lo cívicos y lo disciplinados que son nuestros trabajadores», lo que luego haría de nuevo durante el éxodo del Mariel, cuando enviara a cientos de «trabajadores» (en realidad, milicianos y tropas especiales, que mi esposa y yo vimos cuando eran llevados, armados con estacas, palos y machetes, en camiones al malecón) a atacar a las miles de personas que querían partir al exilio, tal presenciara este redactor en aquellos días aciagos que aún no se borran de mi memoria. En consecuencia, en el citado poema Padilla escribe꞉

Protégete de los vacilantes,
porque un día sabrán lo que no quieren.
Protégete de los balbucientes,
de Juan-el-gago, Pedro-el-mudo,
porque descubrirán un día su voz fuerte.
Protégete de los tímidos y los apabullados,
porque un día dejarán de ponerse de pie cuando entres.

   Sin duda, Fuera del juego —como poemario y documento testimonial de la ya sexagenaria, oprobiosa y sangrienta tiranía castrista— es un volumen esencial no solo en el corpus de la valiosa obra poética de Heberto Padilla sino, además, en el vasto y diverso contexto de la mejor poesía escrita en Cuba de 1959 a la fecha.


 

Montaner, memorias del escritor andante

Carlos Alberto y su esposa, Linda Montaner

“Un caballero británico escribe sus memorias”. Así podría titularse esta reseña a propósito de la espléndida autobiografía de Carlos Alberto Montaner, Sin ir más lejos (Penguin Random House, 2019), si no fuera porque este escritor nacido en La Habana en 1943 es tan cubano como el que más. No obstante, el fino sentido del humor que estructura este libro tiene mucho de esa sarcástica sangre fría atribuida a los ingleses a la hora de afrontar las más escabrosas circunstancias —sobre todo las de índole política— y que tan bien le hubiese venido a los cubanos ante el reto terrible de un régimen como el castrista.

Sin ir más lejos desborda el ámbito de lo autorreferencial para constituirse en un abarcador fresco de las dos identidades que conforman lo cubano en los últimos 60 o 70 años: la del archipiélago enclavado en el Caribe y la del enclave diaspórico, desperdigado, incesante en el éxodo de la nación que quiso ser y no fue.

En esta cuerda, el libro revela una psicología de masas muy particular, esa simbiosis que en Cuba va de un extremo al otro para resumirse: del voluntario guardián de la pureza oficialista —la solemnidad autoritaria— al estudiante de medicina de juerga —el choteo y la fiesta desmitificadora— que Montaner, tal vez involuntariamente, siempre didácticamente, refleja al detalle. Así, resulta tremendamente divertida la zona final de la primera parte del volumen, sobre todo el capítulo “Anecdotario de la embajada”, dedicado a su asilo en 1961 en las sedes primero de España y luego de Venezuela y Honduras. Aquí se suceden episodios despampanantes como el del “arroz con bayoneta”, la dinámica interior de anarquistas, socialdemócratas y democristianos —gremialmente hospedados en diferentes habitaciones de la casona—, la travesura de Edgar Sopo con las anfetaminas, el aborto de Menganita o el “juicio sumario” a Tareco, condenado por los asilados a recibir una descomunal bofetada tras mostrarle el álgido pene a aquellas mujeres que despertaban a hacer sus necesidades en lo más profundo de la madrugada insular.

Sin ir más lejos, dividido en cuatro partes —Cuba, Miami, Puerto Rico y España— y 76 capítulos (alrededor de 400 páginas en total), comienza explorando el árbol genealógico familiar para convertirse poco después en un excitante viaje a través de la historia de Cuba y su exilio, incluida la etapa en prisión política del autor y su fuga con música de fondo de Olga Guillot (escape inmediatamente anterior al asilo ya mencionado). Un periplo conmovedor, sintomático, en ocasiones hilarante, en el que Montaner hace gala de su proverbial destreza expresiva. “Creo que el mejor lenguaje literario es el que dice las cosas directa y claramente, con elegancia, creatividad y economía”, se confiesa. “Por eso mi admiración por Jorge Luis Borges es absoluta. No he leído en español a nadie más directo e imaginativo con el lenguaje”. Figuras como Carlos Lage, Eloy Gutiérrez Menoyo, Jorge Mas Canosa, Mario Vargas Llosa, Juan Carlos Onetti, Gabriel García Márquez o Norberto Fuentes, por mencionar solo algunas de las que aparecen en la cuarta parte, son retratadas con base en anécdotas concretas, puntualmente esclarecedoras.

Nadie debe perderse este libro imaginando una autobiografía al uso. Se trata, en cambio, de mucho más: un brillante retrato de lo cubano en su complejidad a ratos demencial, a ratos enternecedora, en el que la vida del autor ejerce de escalpelo para sacar a la superficie momentos y situaciones imprescindibles de una época ciertamente desgarradora, pero sin dudas fascinante. No hace falta ir más lejos para mirarnos por dentro.


 

Memorias de la revolución cubana: En la cola de las papas

1

En la novela de mi autoría Con tu vestido blanco, publicada en 1987 —y que aborda la segunda mitad de la década de 1940, más o menos—, hay un personaje comunista de célula, o de base como les llamaban entonces: Sincero Valdés.

Para forjar a Sincero Valdés, tomé de modelo a varios comunistas de los que conocí allá en el barrio de mi infancia, El Condado, en Santa Clara.

Aquellos comunistas de raza eran, en verdad, solidarios, nobles, entregados a La Causa.

Solían compartir con el prójimo lo que tuvieran, ayudar a quien lo necesitara, visitar a quien enfermara. Quizás todo esto no era más que labor de proselitismo, como hoy y antaño la llevan a cabo miembros de ciertas religiones.

Aquellos comunistas, casi todos obreros o empleados de labores de poca categoría digamos —según escuchaban y veían los oídos y los ojos del niño que era yo entonces—, al regresar al barrio, luego de haber estado encarcelados, resultaban muy bien recibidos por sus amigos “sin ideología”, que no eran pocos.

Y así, ahora uno, luego otro, continuaba la interacción entre ellos y todos aquellos del barrio que quisieran escucharlos. Ellos, esto sí lo recuerdo bien, fui testigo, hablaban mucho. Mucho. Sin parar. Se sabían de memoria toda su cartilla, que les hacían llegar a sus oyentes, en ocasiones sin compasión.

En Con tu vestido blanco, Sincero Valdés, —quien no pasa de ser un personaje catalizador—, cuando alude al comunismo, al marxismo-leninismo, lo llama el “sueño científicamente demostrado”.

Sincero Valdés repite lo del “sueño científicamente demostrado” prácticamente en una y otra página de la novela en que aparece.

Sincero resulta buena gente con los muchachos que forman el piquete, que viene a ser —los cuatro— el protagonista de la novela. Sin embargo, los muchachos, púberes justamente, no confían mucho en lo que promete o afirma el comunista. Y ahí lo dejo, porque no se trata de contar la novela.

2

Allá por los inicios de la década de 1990, marqué en la cola de las papas, que habían llegado hacía unas horas, y que, tal vez, como en otras ocasiones, no alcanzarían para todos los registrados —con nuestra Libreta de Abastecimientos, se entiende—, en la placita que me correspondía, a par de cuadras de mi casa.

Esto era ya en el reparto Santa Catalina, donde yo vivía por entonces —donde viví hasta 1995, cuando me trasladé a México.

En la cola, yo había marcado mi turno detrás de una mujer que, según mi apreciación, andaba por las calles cercanas constantemente, jaba en mano. Y que yo recordara, siempre, siempre vestía una falda azul añil, ancha, y una blusa blanca ajustada, corta. Era rubia y delgada.

Cuando yo había marcado, ella se había vuelto hacia mí como todo el que se interesa por constatar que ya no es el último en la cola.

Cuando ya habíamos avanzado un poco, ladeando el rostro, sin mirarme, y como si escupiera las palabras por el extremo de su boca más cercano a mí, dijo:

—Le zumba la tranca llamarle a esto “el sueño científicamente demostrado”.


 

Breve historia del rap cubano. Intérpretes y opiniones (II)

Tras la entrevista de Mauricio Mendoza Al pan, pan y al vino, vino, con Rodolfo Rensoli, que ha generado interesantes intercambios en las redes, Puente a la Vista sigue esta serie interactiva sobre el género urbano. Una manera de contribuir, modestamente, al conocimiento de la historia de la música contestataria en la Cuba de la censura y la manipulación ideológica:

“No es por nada, como decimos en Cuba, pero qué lindo es el logo de mi grupo, con el que salimos alguna vez, en junio de 1995, a chapear patio por el rap cubano”. Rodolfo Rensoli en Facebook

“A Grupo Uno debo en gran medida lo que soy hoy, y no hablo solo en términos artísticos. Su labor fue fundacional”. Alexey El Tipo Este en Facebook

Entre los raperos ortodoxos “se encuentra Papá Humbertico, principal impulsor del proyecto Real 70, que produce discos y videos de rap. Este joven de solo 23 años se ha convertido en una figura casi legendaria por su defensa tenaz del hip hop underground, heredero de los códigos de la poesía urbana y ajeno a fines comerciales (…) En 2002 su nombre saltó a los medios de comunicación internacionales luego de la polémica desatada por una canción contra el maltrato de los policías a la juventud, que lo condujo finalmente a la oficina de un alto jefe de esa fuerza de seguridad en La Habana. ‘Creo que eso fue un logro: escribí esa canción y llegó a donde quería que llegara’, sostiene. El también integrante del dúo Mano Armada considera que el país necesita ‘revolucionar la esfera política, las mentes de las personas’ mediante ideas nuevas. Su último disco Revolución dentro de la Revolución apunta en ese sentido». Dalia Acosta en la revista Cuba Siglo XXI

“’Protesto’, tema grabado hace diez años por raperos cubanos en Alamar, marcó un hito en el movimiento de Hip Hop en Cuba. El grupo Omni Zona Franca sembró la semilla de este suceso musical que sentó un precedente, se grabó en pocos días, reunió muchísimos artistas y fue un experimento audiovisual en el año 2010”. Exilda Arjona en Martí Noticias


 

Conciencia y energía de ámbar. Sensibilidad y máquina

El poeta cubano Eliseo Diego

La conciencia, entre tantas cosas, es imaginación también (flujo creativo del ámbar) y, de hecho, es intuición; y la intuición por proceder del ámbar es energía, fuerza impulsora de un sueño que responde a un mundo de percepciones. Y estas percepciones conforman el estímulo que viene de la conciencia. Así, las intuiciones contribuyen al mundo percibido, y por percibir, cuando son factibles de asociaciones. Es como poner a funcionar la creatividad de una dimensión propia.

De esta manera, la intuición es un recurso de la conciencia que está vinculado a la memoria ancestral, a los mitos y arquetipos del inconsciente y a la memoria histórica de la persona, y cuando la conciencia propone una serie de imágenes que pueden ser separadas (distanciadas unas de otras, independientes, digo), pero al mismo tiempo esa forma de pensar tiene un carácter repetitivo, hablamos entonces de intuitividad; es decir, hablamos de “la búsqueda de un acercamiento a una sistematización ex profeso, de pura intención, por querer decir cosas importantes del mundo mediante la intuición” (1).

De esto se desprende la asociación de ideas como una manera más de corresponderle a las percepciones del mundo exterior, incluso creando ya nuevas percepciones que van de lo interno a lo externo de la conciencia. Por ejemplo, cuando un carpintero imagina un mueble, al interpretar un plano, y toma diferentes objetos como la madera y el aluminio —en su percepción de la madera y del aluminio— para construir una silla, que tendrá después una nueva percepción para él: la percepción “silla”, que estará compuesta de otras percepciones dejando ver ya la imagen del mueble como percepción mayor imaginada que partió creativamente de la conciencia (2).

La energía es alma y es conciencia, impulso y acción; origen que viene de los resplandores oscuros y remotos de los primeros tiempos de la Creación; ondas y frecuencias de colores, presente constante que se anida en la intimidad del cuerpo; vestidura y forma de la conciencia. La energía es ámbar, y el ámbar viene del primer soplo de la Creación; base y sustento de todo lo demás. El alma, como ámbar energizado arropa la conciencia; fija las percepciones en la memoria, las ordena y el ser entonces se percibe a sí mismo. Fluye en el mundo a través de sus acciones, de sus movimientos crepusculares.

La energía se fragua mejor cuando surge el amor; cuando el ser recupera su estado original en otro ser y ambas energías se unen en remolino vertical hacia la estrella más cercana, más nítida, más brillante; luz que llega del pasado para reconocerse en el ahora del ser. Memoria universal que se ofrece; belleza de un mirar atento que se busca en el cielo de la noche; noche profunda que recompone el pasado de los astros. Historia cósmica; recuerdos del mundo que hacen también el recuento de la conciencia. Luz y color en el aura del ser. Destellos invisibles que se sienten en las palabras, cuando las imágenes buscan ordenar el mundo; abrazar las percepciones que sirven de guía, de creación humana, de creación angélica; noche que se abre en las pupilas del ser, en la espiral atractiva de cualquier galaxia.

La energía borbotea desde los micromundos hasta los espacios más grandiosos de caos y orden, de los horizontes con sus eventos y hasta de las singularidades mismas, dejando solo la incertidumbre para el fiero agujero, terrorífico en su belleza de embudo, en el pánico del azar, de la oscura luz que se pierde en la eternidad. Nebulosas como humo de hogueras encendidas que deambulan por el espacio en su huida hacia no se sabe dónde… Neblinas y espacios brumosos de un cielo sin tiempo, de un firmamento vibratorio por el cual tiembla nuestra mirada y el deseo de agrandar la conciencia hacia un horizonte muy lejano, infinitamente lejano; un horizonte que siempre se aleja para acercarnos cada vez más a nuestro nuevo comienzo, esa iniciación, esa causa, ese origen que será renovado, nuevo, distinto, sin dejar de ser el pasado que nos creó.

Paradoja de la Creación: morir para nacer y nacer para morir, y así por siempre, por los siglos de los siglos… El río del tiempo termina en el espacio donde la velocidad de la luz se vuelve infinita. Y así nuestros cuerpos parecen hacerse inmortales, como si ahora la juventud fuera eterna, una juventud detenida que regresa a otro mundo, a una tierra desconocida, deformada por el tiempo del planeta, por un esfuerzo ancestral que nos parió a nosotros cien, doscientos, trescientos, miles de años atrás. Y nosotros, como jóvenes añejos, trayendo la experiencia y la magia de otros orbes.

El cosmos de Carl Sagan vuelve a hacer su historia; reconstruye la vida de los sabios y nos explica la imaginación del universo, la magia de los nuevos alquimistas. Honra a los seres humanos por su persistencia, por su ardua labor de grandes conciencias. La naturaleza se abre en el mismo centro de la poesía, y la nave de la imaginación recorre vastos espacios que se multiplican en estrellas y mundos, en asteroides y soles, en cuerpos celestes de todas las queridas invenciones, en infinidad de formas y ocurrencia de grandes luces.

El polvo cósmico salta de las nebulosas; rocas y gases buscan nuevas zonas para convertirse en planetas, en soles gigantes o enanos, otras estrellas que estallarán en colores ardientes y volverán sus polvillos a enriquecer la galaxia. Y todo es energía, incluso, hasta la solidez de la materia es firmeza, brío y empuje que camina hacia la forma, la densidad posible, potencia que se hace percepción en nuestra conciencia. Densidad compacta que recibe la luz de nuestros propios ojos y se hace forma, con peso y tres dimensiones, y en el fondo las cuerdas vibrantes de una teoría.

Tantas energías se acumulan en su misterio de ámbar. Enigma y discreción, reserva y secreto de ámbar, con b de bueno, con b de bien, con b de beneficios. Vigor y contundencia, pujanza y dinamismo; alzando la copa de vino en el mismo y exacto momento en que los electrones chocan y se desgarran en infinitas partículas; partículas nuevas que sienten el ojo del observador y cambian, se transmutan a la más ínfima materia. Por ahí andará el bosón de Higgs, ¿y realmente será la partícula final? Bueno, el tiempo, que no existe fuera de nosotros, lo dirá, y hablará de nuevos misterios, de nuevos cuerpos ardientes, de nuevas causas en la oscuridad. Las galaxias viajan, las nebulosas viajan, los agujeros negros y blancos también se expanden, aun cuando el universo se curva, y es el agujero de gusano el que encuentra otra grandiosa dimensión.

La pasión de los observadores avivó el ámbito del Gran Acelerador de Hadrones, y de pronto el ¡hurra! se hizo descomunal cuando apareció la partícula de Higgs: ahora el entramado universal se fue aclarando, se fue haciendo un manto de poros luminosos en su expansión, aun cuando pudimos pensar que detrás de esos agujerillos acechaban los ojos de Dios. Y es que Dios sonreía (sonríe, incluso) al tirar los dados y dejar correr el libre albedrío. En realidad, el sutil y abrupto determinismo de la física ha sido hasta el nivel de las relatividades de Einstein, después… todo lo ínfimo, y aún lo inexplicable, han venido a ser esos cuantos de luces y partículas que siempre vienen de la incertidumbre, de la probabilidad de Heinsenberg y, quizás, algún día podremos sentir entonces las vibraciones de las cuerdas.

La conciencia, en su energía, se realiza por sí misma en voluntad y fe, y se re-crea en la luz divina que ilumina la materia, da forma y densidad; esa luz hace visible las percepciones; las encuadra en las cuatro dimensiones de este espacio-tiempo y firmamento, en este mundo y más allá. Donde se pierden las estrellas con la oscuridad de otra materia, desconocida, oculta; otra energía más oscura aún, más invisible, digamos, pero totalmente poderosa; energía que expande las formas de las galaxias, las incita a correr en busca de los límites; frontera esférica que bordea la esfera de nuestro cosmos con otros globos indescifrables, burbujas con otro tipo de tiempo y hasta de espacios, de formas y abismos negros que se resisten todavía a surgir ante nuestros ojos.

La Conciencia Universal lo ilumina todo, incluso al multiverso, lo cambia todo, lo ordena todo y por ello se convierte en Unimultiverso; es el uno y el tetraktis (3) de los pitagóricos. Cada una de las conciencias individuales, en cuanto a los humanos, conforma cierta ínfima parte de la Conciencia Universal o Unimultiverso, como ya mencioné. En este sentido el origen de la concientización humana es divino. Y es nuestro sello primordial de evolución, tanto de raciocinio, como de voluntad y fe. Es reproductora de nuestra primera energía hacia todo lo material de nuestro universo, así como el big bang es el origen conocido científicamente para el cosmos, en el que todavía funciona a modo de energía oscura para la constante expansión del firmamento conocido.

La conciencia —en una observación imaginativa— constituye un reservorio o vivarium de toda nuestra historia evolutiva. Es la historia también del surgimiento del ego racional, y asimismo de su variante involutiva: el irracional. Es ética y perceptiva. Se traduce como “moral” cuando se relaciona con los principios del ser. De aquí el cargo o descargo de conciencia. Y es perceptiva cuando recibe estímulos del exterior y reacciona con respuestas físicas y conceptuales; elabora juicios de valor y toma decisiones ante cualquier proposición de las percepciones del mundo exterior.

Y escondida detrás de la abstracción de la conciencia se encuentra la energía del ámbar creando movimientos de flujos instantáneos, impulsos corpóreos y mentales de diferentes sentidos y niveles de frecuencias, con relajamientos o tensiones musculares, con gestos diversos, según sea el contacto con el mundo.

La conciencia hace comprensión de los seres y las cosas del ámbito que nos rodea; recibe la energía exterior de algo y la procesa en milisegundos, y al instante la devuelve con una forma y una densidad específica. La cosa o el ser-otro se compacta en su forma, que está dada, de hecho, por la visión del ojo; es cuando el ojo, la pupila, hace verosímil la energía en forma de objeto o de persona, o de animal o planta, ese “ser-en-sí-para-sí” (4) entra a ser parte de la conciencia y, asimismo, del Mundo de las Formas.

La energía debe ser un remolino de cuerdas en un frenético forcejeo de vibraciones que, tan pronto recibe la incisión de la conciencia-observador, se arma y se condensa; es decir: concentra lo disperso de un objeto, por ejemplo, para transformarlo en ser-en-sí-para-sí. Este objeto ya pasa a formar parte de la conciencia y del ser. Es algo —de alguna manera ignota— por el estilo de lo que decía el poeta Eliseo Diego en “Voy a nombrar las cosas”, esa inefable posibilidad de amar que tiene el ser ante las cosas y lugares del mundo, que las humaniza puesto que al relacionarlas las incorpora y las nutre de humanidad:

Voy a nombrar las cosas, los sonoros
altos que ven el festejar del viento,
los portales profundos, las mamparas
cerradas a la sombra y al silencio.

Y el interior sagrado, la penumbra
que surcan los oficios polvorientos,
la madera del hombre, la nocturna
madera de mi cuerpo cuando duermo.

Y la pobreza del lugar, y el polvo
en que testaron las huellas de mi padre,
sitios de piedra decidida y limpia,
despojados de sombra, siempre iguales.

Sin olvidar la compasión del fuego
en la intemperie del solar distante
ni el sacramento gozoso de la lluvia
en el humilde cáliz de mi parque.

Ni el estupendo muro, mediodía,
terso y añil e interminable.

Con la mirada inmóvil del verano
mi cariño sabrá de las veredas

donde huyen los ávidos domingos
y regresan, ya lunes, cabizbajos.

Y nombraré las cosas, tan despacio
que cuando pierda el Paraíso de mi calle
y mis olvidos me la vuelvan sueño,
pueda llamarla de pronto con el alba (5).

Toda conciencia, digamos la buena conciencia, es poética porque crea, porque inventa el mundo y el universo con dos visiones.

La primera es la visión del ser-para-sí donde los seres y las cosas externas se crean definitivamente de una manera relacionada y al mismo tiempo dependientes de este ser-conciencia que, al cabo de un tiempo indefinido, se interconecta con ellas, se interrelaciona por el accionar de la existencia misma. Llamémosle la visión del ser-consciente–para-la-vida.

La segunda es la visión del ser-en-sí, del intelecto poético, del decir a tiempo cómo se nombran las cosas, cómo se asimilan los nombres de los otros seres. Aquí se escribe la historia humana y se re-crea toda la dimensión universal que conocemos. Se suman las cosas, se establece la ilación y surge la correspondencia entre los seres y los seres, y las cosas y los seres. Hay un sentimiento por el mundo, por la humanidad y una necesidad de conocer, de saber cuál es nuestro origen, el porqué de nuestra existencia y hacia dónde vamos a evolucionar. Esta sería entonces la visión del ser-en-introspección.

Y para ambas visiones, así como para los dos seres que habitan en uno, el tiempo es el presente.

La sensibilidad de la conciencia y la máquina

Es este sentido del presente una de las sensibles cosas que hace que la conciencia humana pueda superar la conciencia reproducida en una máquina. La mente de un robot siempre estará guardando la sumatoria del tiempo entre el pasado, el presente y el futuro, pero no puede resolver el sentimiento de la ubicuidad cuando el ser humano logra meditar y desprenderse de todo en su entorno y viene el estar aquí, o ahí, allá, o acullá. Es la ubicuidad del presente, abstracción total, inmensidad profunda que ninguna conciencia metálica y mecánica logrará sentir. Tampoco la aleatoriedad del misterio, la coincidencia de un hecho como el milagro, aun cuando los algoritmos de la máquina se esfuercen a una inaudita velocidad en disfrazarlo todo como un determinado cálculo eléctrico que procede de un tiempo brumoso a la interioridad del cerebro. El hecho repentino entonces podría desencadenar interferencias en el automatismo robótico por su incomprensión de aquello que se descubre incalculable.

Es David Gelernter quien lo estudió y lo sabe bien a fondo: “La inteligencia artificial jamás logrará replicar la conciencia humana”, dice, y para ello la ciencia y la tecnología están asumiendo muchos riesgos (6). Cuando se trata de hablar de las profundidades de la conciencia humana es realmente una equivocación pensar que se puede decir lo mismo el día que un robot tenga conciencia supuestamente. Como plantea Gelernter, quien es reconocido como un genio de la computación:

La racionalidad es solo un segmento de la mente humana. El exterior. Cuando me sumerjo en los niveles inferiores hasta alcanzar la inconsciencia o el sueño, mi mundo interior cobra vida, pero digamos que mi pensamiento deja de ser del todo puro. Los científicos desprecian estos aspectos, no pueden hacer nada con el pensamiento estético o emocional. Cuando pretenden investigarlo, lo que acaban haciendo siempre es racionalizarlo. Pero es imposible explicar el sentido artístico mediante una serie de procesos bioquímicos o neurofisiológicos en el cerebro (7).

Otra de las diferenciaciones que podríamos encontrar es el sentido profundo y emocional de lo filosófico no solo en la filosofía como tal, sino en la poesía; incluso, la posibilidad de fundir una con otra, o cuando la mística toma razón de ser en un poeta o en un religioso. La pasión inteligente en la composición de un autor de música clásica, por ejemplo, es en extremo sui generis de la genialidad humana. No creo que pueda ser igualada aun cuando la máquina imite los acordes, la estructura, en general la completa y exacta reproducción de esa misma obra. Los matices, la expresividad de los distintos estados de ánimo que la música exige a un ser humano seguramente no la vamos a encontrar en un androide o autómata.

¿Un androide podría tener espiritualidad? ¿Podría creer en el Misterio? ¿Sentiría el miedo ante una catástrofe natural? No lo creo, solo fuera capaz de actuar previsoramente, calculando la probabilidad de salvamento, para él y los humanos que estuvieran a su alrededor. Pero nunca sentiría el pavor de la muerte, su cercanía, porque sencillamente no conoce la muerte, y creo que ni, aunque la conociera, porque tendría inhibidos los reflejos de lo emocional.

El alma se siente en la interioridad del ser humano; es lo que reactiva el sufrimiento y el dolor debido a una situación subjetiva; ese desgarramiento es algo inexplicable en una persona, y en un robot nada que sea inexplicable puede suceder. La explicación podría venir desde una perspectiva teórica por parte de una máquina, porque esta tiene creado ya el presupuesto intelectual para encontrar una explicación determinista, pero a fondo, desde lo más remoto no podría encontrar una verdadera respuesta que viniera desde el reino de lo íntimo, desde lo invisible, desde lo inefable. Solo el humano respondería desde lo más interno de su ser con una expresión desgarradora, el asombroso desgarramiento del dolor intangible.

Ensayo perteneciente al número XV de la revista Puente de Letras, de próxima aparición

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Notas:

1 La penumbra de Dios…, op. cit: “La intuitividad como poética”, p. 38.

2 La penumbra de Dios… Idem, en su capítulo “Asociación y realización”, p. 42, en cuyo texto podríamos sustituir diferentes tipos de palabras por otras y fundamentalmente por el vocablo “percepción” [las palabras en negrita serían los cambios incluidos], y tendríamos ahora lo siguiente: “Asociar percepciones convendría verse como un juego que nos ayudaría a invencionar algo, talmente como se haría en cualquier trabajo académico de college, a la manera de un brain storm, pero que ahora es un plano en el que relacionaríamos una sarta de percepciones en función de otra como centro focal [en este caso sería la imagen o percepción compleja que se llamaría “silla”]. En este nuevo sentido, cada percepción impone un desarrollo subtemático en función de la imagen clave, un entrelazamiento constructivo de nuevas percepciones en función asimismo de convertirse en elementos de la silla. Y las percepciones (en este caso también podrían llamarse “ideas” y/o imágenes) se entremezclan, y una y otra se incitan, se promueven, se esconden y surgen nuevamente con un gran deseo de construir algo; algo que de una forma u otra hace contacto con la primera percepción (clave) y que es la imagen silla, que actúa como centro cohesionador de toda esta tormentosa acumulación de percepciones, tales como clavos, madera, aluminio, tela o vinil, tornillos, sierra, martillo, escuadra, etc. En la medida en que este proceso, de alguna manera creativo, avanza, se va obteniendo un hilo conceptual de la imagen silla que estalla en asociaciones diferentes, distintas en sus formas, pero obviamente relacionadas. Al cabo de un tiempo, en construcción, podría observarse o sentirse la nueva percepción de la silla”.

3 “La tetraktys (Τετρακτύς en griego), o tetoakutes, es una figura triangular que consiste en diez puntos ordenados en cuatro filas, con uno, dos, tres y cuatro puntos en cada una de ellas. Como símbolo místico, fue muy importante para los seguidores de los pitagóricos (…). Lo que sí parece cierto es que el cuarto número triangular, el de diez puntos y que ellos llamaban Tetraktys en griego, era parte fundamental de la religión pitagórica, siendo un símbolo místico muy importante para los pitagóricos”. (Wikipedia). La tetraktis se conceptuaba de esta manera: 1+2+3+4=10. Y diez, para ellos, era el número perfecto.

4 Combinación de dos expresiones sartreanas que —en mi imaginación— pasa a designar el objeto en relación con la persona, y ambos seres (la cosa y la persona) en uno, al ser percibido, se hace componente de la conciencia.

5 Eliseo Diego: “Voy a nombrar las cosas”, (En la Calzada de Jesús del Monte), en Poemas escogidos, Madrid, Editorial Verbum, 2015.

6 Romain Leick. “David Gelernter: ‘Los informáticos están corrompidos por fantasías de poder’”, en XLSemanal, nov. 11, 2016. “Este profesor de Yale, de 61 años, es uno de los grandes genios de la computación. Una especie de estrella del rock de la era digital. Hasta dicen que fue él quien acuñó la expresión en la nube para referirse a la capacidad de almacenar información en un espacio virtual”.

7 Gelernter, idem.


 

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