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‘Tinieblas de soledad’, un testimonio para el coraje

 

La literatura, y en este caso la narrativa, en tiempos de guerra, de batallas ideológicas y prisiones políticas, deja de convertirse en arte ideal para ser entonces, por su esencialidad, un documento, un testimonio de profunda historia contemporánea.

Aun cuando el documento, el testimonio y la crónica se acrediten también como géneros literarios, lo que siempre descuella es la validez e importancia del contenido periodístico caracterizado por su vertiente realista, objetiva o de no ficción. Y ello es así, fundamentalmente, en el caso de una obra como Tinieblas de soledad, que denuncia, señala, aclara y muestra sin tapujos, descarnadamente y con la fluidez de un buen escritor, que los grandes valores humanos se imponen por encima de toda arbitrariedad, de injusticias y de mentiras.

Por las razones antes dichas, esta narrativa testimonial —en el desciframiento de sus valores— fluye no solo por un lenguaje cristalino y una estructura ajustada con precisión a los hechos, sino porque el libro pasa de la acción novelística a la exactitud documental y al “alegato histórico”, como ha dicho el escritor Armando Añel en la contracubierta de este libro:

Esta no es la historia común de un preso común. Se trata de un extraordinario alegato para el futuro en el que Ferrer Espinosa logra aunar el testimonio escabroso y la sensibilidad literaria, sumergiéndonos de inmediato en la trama y sus derivaciones. Hay que leer esta novela como se estudia un documento histórico.

En efecto, esto es lo que sucede con Tinieblas de soledad, premio de narrativa Reinaldo Arenas 2017, libro de Rolando Ferrer Espinosa (Villa Clara, 1964, abogado y periodista), quien vivió, o peor, padeció en varias ergástulas de la Seguridad del Estado en Cuba, ese tipo de prisión que está dirigida sin misericordia a la destrucción del ser humano.

Hoy en día, mientras Cuba se debate y tiembla de impotencia por una dictadura de más de 60 años, un testimonio de esta naturaleza hace trascender la narrativa literaria hacia la dimensión de una documentación, de carácter acusatorio, que además de mostrar y enseñar los hechos, logra ir creando algo de importancia crucial para el presente y futuro de la Isla, y es la recuperación y asentamiento de nuestra verdadera memoria histórica.

Libros como este posibilitan la esperanza, contagian de valor a los demás seres oprimidos del pueblo y otorgan —con la positiva intransigencia de un hombre— la fuerza espiritual necesaria para la transformación de una sociedad que busca nuevas ansias de libertad.

 En su breve tiempo de escritor, después de salir de prisión, Rolando Ferrer Espinosa ha obtenido varias distinciones: además del Reinaldo Arenas 2017; ha sido también finalista de Hypermedia 2015 con el reportaje Caminos a Vegas Nuevas, un barrio marginado, y fue asimismo primer lugar del Concurso Fomentando el debate: Propuestas cubanas, de 2016, auspiciado por el Centro para la Empresa Privada Internacional (CIPE), con un trabajo sobre la Ley de Peligrosidad Social.

Tinieblas de soledad fue publicada en 2018, en Miami, por Neo Club Ediciones, como “parte de un proyecto de vertebración cultural” que da a conocer no solo la importancia que año tras año va adquiriendo el Concurso de Narrativa Reinaldo Arenas, auspiciado por el proyecto Puente a la Vista, sino asimismo al hecho de vincular a clásicos y jóvenes escritores de la Isla con los que ya estamos en el exilio. Un proyecto de solidaridad y reconocimiento que coadyuva a que la verdadera literatura y el arte cubanos logren salir al mundo en busca de su libertad, sin ninguna clase de censura.

Ferrer Espinosa nos cuenta así lo que durante unos cuantos años de su vida tuvo que pasar injustamente condenado (solo por pensar diferente) como preso político sin ceder un ápice en sus principios de “amor por la vida”, manteniendo su postura anticastrista, la fe en su familia y la férrea voluntad de preferir morir antes que claudicar.  Un hombre que en los años en prisión sufrió todo tipo de abusos: lejanía y negaciones de encuentros con su familia, engaños, golpizas, aislamiento, amenazas de muerte e intentos por asesinarle. Fueron años de horror y desesperación, de oscuridad y aparente soledad; años en que sus verdugos ensayaron con él las tretas posibles para doblegarlo, intimidarlo e incluso comprarlo.

 Esta es la narración de un hombre cabal, indomable, lleno de una luz enteramente cristiana, disciplinado pero al mismo tiempo rebelde por un espíritu convencido de que el ser humano no era aquel que le torturaba y atosigaba para convertirlo en un animal amaestrado, sino que el verdadero cubano estaba (está) más allá de toda maldad, que ese hombre por el que él apuesta existía (y existe) en Cuba a pesar de todo, y era (es) capaz de luchar por su prójimo, por una patria mejor y por un amanecer de libertad y solidaridad.

Querido lector, aquí te dejo con unas sensibles palabras de Rolando Ferrer Espinosa que expresan la belleza con que pueden contar grandes momentos de libertad:

Pronto quedé ante la inmensidad del horizonte, sin mallas, sin tapias, sin puertas, nada entre el mundo y mis ojos… los pulmones se me llenaron de aire puro, tanto que casi no podía respirar, me ahogaba el exceso de oxígeno, quería acapararlo todo de un golpe, hacer uso de toda la libertad de una vez. La naturaleza asistía a la cita con un ausente y me besaba, me acariciaba el rostro en un éxtasis de añoranza por los años de encierro. Permanecí en las afueras de la prisión varios minutos, estático, no atinaba a hacer movimiento alguno. Necesitaba digerir lo que sucedía, ubicarme en que era cierto, que estaba otra vez en la calle, tomando la decisión de hacia dónde ir…

 El laberinto quedó atrás, como desvaneciéndose. Respiró profundo hasta más no poder. Sus oídos trinaron con el ruido de un trueno íntimo. De repente, hubo un estallido de luz y las tinieblas desaparecieron. Miró hacia adelante y se embriagó, se llenó de la claridad del día. Entonces, definitivamente, fue cuando descubrió que la soledad nunca fue cierta.


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Otero Alcántara, la saga continúa

Ilustración: Rafael Alejandro García
Ilustración: Rafael Alejandro García

La guerra de los funcionarios culturales del régimen cubano contra el artista alternativo Luis Manuel Otero Alcántara continúa.

Tras el fallido encarcelamiento del creador, ya célebre por sus performances de denuncia en La Habana –permaneció 12 días encarcelado–, se le había programado un juicio sumario por «ultraje a los símbolos patrios», «desacato agravado» y «daños a la propiedad» que luego fue pospuesto. Nuevamente en la calle, Otero Alcántara ha continuado con su itinerario creativo y los funcionarios del régimen con sus ataques en las redes.

La nueva iniciativa del artista, una ingeniosa subasta de la bandera cubana que utilizó «como segunda piel» en el performance Drapeau, tendrá lugar este miércoles a las 3:00 p.m. y el dinero obtenido sería donado al gobernante Miguel Díaz-Canel «para enfrentar la pandemia del coronavirus» en Cuba. Una andanada de ataques oficialistas, más algunas incomprensiones aliadas, ha seguido al anuncio.

Entre los funcionarios que han cargado esta semana contra Otero figuran Yasel Toledo y Pedro de la Hoz, connotados desinformadores oficialistas, el viceministro de Cultura, Fernando Rojas, y Alexis Triana, jefe de Comunicación del Ministerio de Cultura. La indignación incluso ha subido unos cuantos decibelios. Y es que se trata de un performance de doble filo, este de la subasta, que pone en aprietos el supuesto patriotismo de la nomenklatura comunista… o el nacionalismo de opereta que sirve de punta de lanza a la represión y la censura en la Isla.

Según Toledo en un artículo publicado en Juventud Rebelde, «Fidel siempre tuvo mucha claridad sobre la importancia de los símbolos, las tradiciones y el orgullo colectivo de ser cubanos como motores para vencer cualquier obstáculo y no dejarse engañar». Léase, por supuesto, «como motores para ahogar cualquier expresión independiente y dejarse manipular».


Aviso: La subasta fue finalmente suspendida por el artista este martes.

Lo que sólo una novela puede decir

 

Abundan los escritores cubanos, más y menos conocidos, que han venido apostando desde hace años por el mero escenario de sus ficciones como ingrediente sine qua non para el éxito. No importa que sean pocos los que alcanzan una relativa acogida comercial (aunque no más que eso), ni que tal acogida obedezca mayormente a resortes extraliterarios. La tendencia mantiene su ritmo en ascenso. Incluso suele marcar pautas por las que se rigen las editoriales a la hora de seleccionar libros de autores nacidos en la Isla.

Si una novela aborda temas como el Período Especial, la prostitución, el homosexualismo, las “glamurosas” ruinas de La Habana, la santería, ciertos ambientes marginales, cierta chismografía, la participación de Cuba en las guerras africanas…, tal vez al autor no le haga falta nada más para ser publicitado con el benemérito de amigos y parientes.   

Es una de las causas (sólo una) por la que nuestro panorama literario luce hoy tan insípido y socato como el pan de la libreta de racionamiento. Y aun va para mal, con la pertinente ayuda de las redes sociales, idóneas para condicionar hábitos de consumo festinadamente digeribles, así que ajenos y hasta hostiles a los reales valores de la cultura.

“La única razón de ser de la novela es decir lo que tan sólo la novela puede decir”, nos advirtió aquel checo que casi siempre tenemos presente pero de cuya frase elemental no hemos sabido aprovecharnos. Quizá por creer que la única razón de la novela que escribimos los antagonistas y críticos de la dictadura castrista es denunciar sus tropelías, corruptelas y miserias, pero sin escarbar en las entrañas subjetivas e inmateriales del fenómeno, como corresponde en esencia a la novela, sino mediante la simple descripción del reportero, el aleccionamiento del historiador y la trasnochada retórica del político.

Vale entonces la pena intentar que no pase inadvertida la publicación de una novela como Los dioses muertos, de Duandy Oscar Gómez, que esencialmente enfoca el desacuerdo con el régimen desde el prisma de personas que simpatizaron con él y que continúan sirviéndole obedientemente, aun cuando la crisis económica, precipitada por la caída de la URSS, ha cambiado la historia y les devela sin paliativos la inutilidad del sistema.

En esta novela, Premio de Narrativa Reinaldo Arenas 2018, auspiciado por el proyecto miamense Puente a la Vista, los personajes sueñan con salir de una situación de caos económico que les hunde en la desesperación, obligándoles incluso a pasar por alto los límites de la honradez. Sin embargo, ni por casualidad incluyen en sus sueños la esperanza de librarse de la dictadura totalitaria que es causa real y surtidor perenne de la crisis. 

Soñar en vano es lo único que se les ocurre hacer para enfrentar sus calamidades. Porque los peores efectos de la debacle no son económicos sino morales. Y éstos no solamente les condenan a la inapelable miseria. También les condenan a no poder ni querer hacer nada contra la miseria. A lo largo de las 146 páginas de la novela –según la primera tirada de Puente a la Vista Ediciones–, hay apenas cuatro renglones que nos esbozan una idea de lo que pueden ser las tareas cotidianas del protagonista, quien, por lo demás, al igual que el resto de los personajes, invierte la mayor parte de su tiempo en lamentaciones, evocaciones y otras rumias amargas. He aquí cómo nos enteramos de lo que hace para enfrentar el hambre: “Esta mañana el trabajo se redujo a desmontar el sembrado de yuca, a desbrozar un montecito de aromas que empezaba a aparecer a un costado del naranjal. Cerca de las doce ya habían trabajado media jornada. Los días estaban muy soleados para trabajarlos completos y se fueron hacia la casa”. Las otras actividades que se relacionan con la búsqueda del sustento son el robo de una vaca y la prostitución.

En cualquier caso, lo que cuenta esta novela no es nada que no se haya conocido ya sobradamente a través de los medios de información. Lo significativo es la forma en que lo cuenta. Y en ello precisamente radica su mérito. Si quisiéramos promocionarla con la festinada tónica que antes mencioné, bastaría con anotar que narra las desventuras de un excombatiente de Angola que sufre un profundo choque emocional, acorralado por la pobreza del Período Especial, en un pueblo de la provincia de Sancti Spíritus, al centro de Cuba, exprimiéndose el cerebro y el corazón por la angustiosa partida de su hija, que se fue a Varadero dispuesta a convertirse en prostituta para turistas. Pero este hombre evita hablar sobre el asunto, tal como evita analizar las verdaderas causas del desastre que les rodea, pues, como bien afirma su esposa, él sabe que enfrentar el tema implica comprenderlo.

Así, pues, siguiendo la pauta de los buenos relatos, lo más efectivo que se cuenta en Los dioses muertos es lo que no se cuenta. Es esa atmósfera que domina tanto en los diálogos como en el lenguaje general de la novela, aun en los momentos más desgarradores. Son las inflexiones secas, contenidas, displicentes, evasivas de quien no llegas a saber nunca si no ve las cosas como son, o no quiere verlas, o no quiere admitir que las ve. 

El autor ha tenido además el buen tino de no filtrar indicios de su posición personal ante la trama que desarrolla. Se limita a mostrarnos descarnadamente el paisaje espiritual y físico de Cabaiguán, un pueblo muerto, como Comala, presa de la miseria y el abandono. Sólo que a diferencia del pueblo de Rulfo, en el de Duandy Oscar Gómez ni los fantasmas se mueven. La gente está muerta en cuerpo y alma, paralizada por la tragedia.

Sin embargo, en esa forma en que los personajes se han dejado arrastrar por sus equivocaciones hasta la nulidad, creo ver sintetizado exactamente aquello que sólo una novela puede decir.

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Jorge Luis Borges y el Nobel

 

A 34 años de su muerte, un 14 de junio de 1986 en Ginebra, Jorge Luis Borges continúa siendo nuestro mayor y más antiguo prosista. Lo de mayor lo digo como grande, como gigante de la literatura. Lo de antiguo porque la prosa del ciego porteño es la más clásica, austera y negada a la vanguardia de cuantas se han publicado en el idioma. Es una prosa clara, de adjetivos precisos, de oraciones perfectamente construidas; una prosa que no tiene otro objeto que trasmitir historias o comunicar reflexiones de la manera más simple y directa.

Pero Borges, que fue olímpico y desdeñoso en todo, lo es en grado sumo en materia literaria. Ningún escritor en el joyciano siglo XX –si ese siglo tuvo un patrón literario fue San Joyce– ignoró el experimentalismo y los juegos verbales como ese argentino impertinente y genial.

A Borges le interesaba contar sus cosas, casos, obsesiones o apariciones con la mayor economía posible. Nada de imaginación metafórica (a lo Lezama), nada de truculencia artesanal (a lo Cortázar), nada de frondosidad (a lo Alejo Carpentier), nada de realismo mágico (a lo García Márquez). Sólo una severa sintaxis, negada a la hipérbole o al hipérbaton, transparente, ceñida, con alguna adjetivación sorprendente por todo adorno, y siempre al servicio de una historia interesante. No hay más secreto.

Con esa poética conservadora, con esa gramática de profesor de preceptiva aplicada a una brevísima obra –mil no sé cuántas páginas–, Jorge Luis Borges escribió los textos más importantes del español contemporáneo. Y son los más importantes precisamente por todo lo que no tienen de contemporáneos, por todo lo que tienen de universales y de atemporales. Porque los párrafos sueltos de El Hacedor o los cuentos de Ficciones se podrán leer con el mismo deleite dentro de cuarenta años o de cuatro siglos.

Hace unos años, en un otoño madrileño, charlé unas horas con Borges. Hablamos del Nobel. En aquel entonces Borges no creía que la academia sueca pudiera vencer la repugnancia política y otorgarle el premio. Tuvo razón. Murió sin él. Injusticia de la cual ya no podrá recobrarse la docta, rubia y remota institución.

Originalmente publicado en el libro De la literatura como una forma de urticaria

La mente consciente: el misterio como creación

 

Que te baste saber que todo es un misterio:

La creación y el destino del Universo y tú.

Sonríe, pues, ante ellos. No sabrás nada más

cuando hayas franqueado las puertas de la Nada.

Omar Khayyam

Rubaiyat nº 141

Siglo XI

Relativo al espectro de la luz. Espectro: figura irreal, horrible, que se presenta a la imaginación de alguien. Conjunto de radiaciones, elementos, tendencias, etc., de que consta algo.

Diccionario de la Lengua Española

A lo largo de gran parte de mi vida, la mente me ha preocupado siempre por el elemento de misterio que conlleva y que será el que determine el desarrollo de la idea que tengo de la creatividad.

A la mente la he relacionado con los gurús de la cultura oriental por el control que ejercitan sobre ella y los logros obtenidos a partir de su desarrollo, que siempre he considerado extraordinarios e importantísimos pero ajenos no solamente a mi comprensión sino también a mi cultura, entendiendo cultura como el compendio de mis vivencias y de mi pertenencia, por generaciones, a un ámbito específico.

Atribuyo esta disposición mía a que soy un producto intelectual y sensible del período de la Ilustración, la que ha determinado el paradigma mundial actual y condicionado el desarrollo del paradigma “Sensible de comunicación instantánea” en el que estamos inmersos, según mi ensayo La práctica del arte concreto.

Comenzando con la interrogante de la naturaleza misma de la conciencia, me remito a Antonio Damasio en su libro Y el cerebro creó al hombre. Allí expresa: “la conciencia es lo que le permite a uno darse cuenta de sí mismo y de los demás. Depende de la mente y del proceso consciente. Implica al lenguaje y a la memoria”. Y más adelante subraya al pensamiento abstracto como uno de sus atributos más importantes.

Quiero resaltar que ya no hablamos de dónde está situada la mente. Ya no estamos inmersos en las discusiones bizantinas de dónde reside el alma o de cuántos espíritus caben en la cabeza de un alfiler. Estamos indagando en la esencia de la naturaleza del ser consciente, que es el ser humano. Ahora podemos hablar de cómo ejercitar esa capacidad y de cómo utilizarla más convenientemente. Entramos en el ámbito de los sistemas y procesos.

Cuando nos percatamos de nosotros mismos y utilizamos la memoria y el lenguaje a partir del ejercicio de la mente abstracta, que como ya hemos visto es el atributo fundamental de la mente, podemos indagar en lo más recóndito de nuestro ser las interrogantes que han acuciado al ser humano desde siempre, tales como conocer nuestra procedencia y hacia dónde nos dirigimos.

Sin ninguna duda estamos en la especulación intelectual filosófica pura y dura, pero cuando clasificamos los datos que recabamos de nuestro quehacer diario y los organizamos en órdenes y elementos diferenciales, entonces nos adentramos en ámbitos científicos como la química, la física o las ciencias naturales, naturalmente tomando como base las matemáticas, disciplina que llegó a ser considerada religión por Pitágoras y que demuestra la capacidad de abstracción expresada en signos de la mente.

En el límite de nuestras preocupaciones más íntimas e importantes, nos planteamos la necesidad sensible y casi física de la inmanencia de un ser con el cual estamos unidos y nos comunicamos, ya sea uno o más dioses, y que nos ayuda y guía. En este caso estamos inmersos en una síntesis inmaterial y sobrenatural de los problemas inherentes a la religión, dentro de la cual buscamos las respuestas que nos acucian y que nos son necesarias para continuar nuestro diario quehacer.

La presencia del otro nos produce emociones complejas que se originan por la combinación o transformación de otras más básicas, y que al fin y al cabo nos definen como especie, posiblemente más y mejor que la inteligencia. Emociones que posteriormente se convertirán en sentimientos y nos acompañarán de por vida. En este sentido y según Juan Luis Arsuaga y Manuel Martín-Loeches en su libro El sello indeleble, a través de nuestros nuevos órganos, que son extrasomáticos, podemos catalogar a la culpa, la vergüenza, el orgullo, el odio, la envidia, el amor, la admiración, la humillación, los remordimientos, el miedo al rechazo, el deseo de venganza, la pasión y otros más difíciles de clasificar.

Está muy claro que aun siendo nuestra mente individual, sus principales gozos y sufrimientos dependen de las mentes de los demás. Es aquí donde entramos en el ámbito de la ética, tema muy controvertido, tratado exhaustivamente a través del tiempo y para el cual asumo como válida la definición de Humberto Maturana y Francisco Varela en su libro El árbol del conocimiento: “todo acto humano tiene lugar en el lenguaje. Todo acto en el lenguaje trae a la mano el mundo que se crea con otros en el acto de convivencia que da origen a lo humano; por esto, todo acto humano tiene sentido ético. Este amarre de lo humano a lo humano es, en último término, el fundamento de toda ética como reflexión sobre la legitimidad de la presencia del otro”.

Es dentro de esta idea que encuadro la actividad artística, que es una síntesis de nuestras emociones unidas a una interiorización profunda producida por nuestra intuición e íntimamente conectada a la creatividad que se expresa en el arte, según el grado de sensibilización del artista, y que según Malevich es una mezcla entre la razón y el sentimiento. Conecta con lo extrasensorial que denominamos “misterio”, y en la práctica disciplinada y continuada de su profesión el artista ejecuta sus obras con las herramientas de que dispone y las ofrece a la sociedad con el fin de influir en el incremento de la conciencia de los receptores. No buscando respuestas, sino encauzando esa corriente de energía en una dirección positiva.

La obra y sus circunstancias: XI Festival Vista

El panel ‘La obra y sus circunstancias’, del XI Festival Vista de Miami celebrado el pasado 14 de diciembre en el American Museum of the Cuban Diaspora (Museo de la Diáspora Cubana), de Coral Gables, fue moderado por el pastor Mario Félix Lleonart y contó con los siguientes títulos:

Danza y poesía. Para una poética del movimiento (Editorial Vivarium), de Ivette Fuentes. Presentado por Loly Triana.

Saliendo del closet, crónicas para reír y pensar (Neo Club Ediciones), de Pablo Socorro. Presentado por José Hugo Fernández.

Hombre familiar y Monólogo de las confesiones (Alexandria Library), de Ismael Sambra. Presentado por Félix Luis Viera.

Armado hasta en el nombre y el apellido: Una entrevista al escritor Armando de Armas (Neo Club Ediciones), de Yoaxis Marcheco.

A continuación fragmentos de todas estas presentaciones:

Una de las más grandes proezas de resistencia

Lilliam Moro en el II Festival Vista de Miami, junto a los también poetas Víctor Manuel Domínguez, Félix Anesio y Tino Díaz

 

Amir Valle, novelista cubano exiliado hace años en Alemania, afirmó que «la diáspora cultural cubana es una de las más grandes proezas de resistencia». La poetisa Lilliam Moro, habanera nacida en 1946 y que ha muerto en Miami tras largo y difícil destierro, avala con su vida las palabras de Valle. No tuve la oportunidad de conocer a Lilliam personalmente, pero he tenido el placer de internarme en su obra, donde hallé textos memorables. Hoy comparto con ustedes uno de ellos.

Acción de gracias

Te agradezco, Señor,
el poder disponer de mis cinco sentidos,
de no ser manco, tullido, ciego o sordo.
Perdóname si no siempre me acuerdo de estos dones.

Gracias por no sentir vergüenza
de pronunciar tu nombre,
escribir y decir las palabras amor, o rosa, o amistad
sin el menor rubor.
Perdóname si no siempre escribo y hablo lo que debo.

Pero sobre todo te agradezco esta profunda certidumbre
de creer que tanto dolor
tiene un sentido para ti que yo no alcanzo a comprender
y por lo cual te doy un voto de confianza.

Foto de bandera cubana en trasero atribuida a Otero Alcántara: Intrahistoria y opiniones

El artista Luis Trápaga

La foto de una bandera cubana hincada en un trasero desnudo, falsamente atribuida a un performance de Luis Manuel Otero Alcántara por los detractores del artista recientemente liberado, fue explicada en las redes sociales este lunes, donde varios creadores e internautas opinaron sobre el tema.

“La foto se llama ‘Montaña’ y pertenece a la serie ‘Efecto de halo’, del artista Luis Trápaga con una diseñadora que prefiere mantener el anonimato por el momento, y se expuso en Espacio Aglutinador hace alrededor de diez años”, aclaró la artista y activista Lía Villares en Facebook. “La bandera usada en la serie, una vieja bandera amarillenta del papá de Luis, fue decomisada por la teniente coronel Kenia María Morales Larrea en el brutal registro que nos hiciera en la casa galería El Círculo en febrero de 2018. Kenia insistió en que debía asegurar que ninguna otra bandera fuera ‘profanada’ por nosotros o tuviera un ‘uso inapropiado’, como indica el texto del titular tan mal redactado del proyecto de ‘nueva’ constitución que condena estos usos, aparecido en el Granma”.

“Si la bandera es intocable, no es mía, es de algo o de alguien más. Pero si tengo la libertad de usarla como yo quiera, entonces la relación con la bandera es mucho más cercana y sincera. Aunque duela lo que el arte expresa, tiene que ser libre para que el pensamiento sea libre también”, opinó el artista visual Adrián Monzón.

“Le inocularon un mensaje de odio a toda una nación y los pusieron a pelearse y a veces a matarse unos a otros. Y eso lo hicieron, entre otras cosas, en nombre de los símbolos patrios y del patriotismo”, escribió el propio Luis Trápaga en Facebook. “Cada cual, cada bando, pretendía tener la versión correcta acerca de la patria y el patriotismo, y estarían dispuestos a luchar hasta la muerte no contra los que invadieran y avasallaran la dignidad de su país, sino contra los que tuvieran una versión, opinión, diferente acerca de eso”.

“Es una banderita comunista, es una banderita de las marchas de Elián en el Protestódromo, del 1ro de mayo en la plaza de la revolú”, adicionó Villares. “Una banderita manoseada y meneada en la mano de nostragamus, de un decrépito, el enemigo del pueblo. Es una banderita del entierro del tirano, de la farsa hasta en el entierro, de las que llevaban los que empujaban la carroza de la cajita. Es una banderita de papel con la tinta que no es para imprimir libros de Reinaldo Arenas, de las que amanecen pisoteadas después de la marcha revolucionaria. Es una banderita, en fin, indigna por naturaleza y ciertamente más sucia que un culo, que el culo que la porta”.

“Una banderita que durante 60 años ha representado el terrorismo y la esclavitud en este hemisferio y más allá, y que dentro y fuera de Cuba, en las embajadas de todo el mundo, ha humillado a los cubanos”, agregó el escritor Armando Añel. “En mi opinión, la foto de Trápaga refleja artísticamente una realidad incuestionable: el castrismo —y esto lo hacen todos los regímenes autoritarios, populistas y nacionalistas que perduran en este mundo– ha utilizado la bandera, los símbolos ‘patrios’, los bustos de José Martí, etc., para sodomizar a los cubanos. Y los cubanos, claro está, se han dejado clavar la manipulación allí donde mismo expulsan sus desperdicios. En consecuencia, hay una acumulación, un atoramiento, un embotellamiento en toda Cuba… y no precisamente vehicular”.

Primer Premio de Poesía Intertextual José Martí 2020

El proyecto Puente a la Vista, con base en los Versos sencillos del apóstol de la independencia de Cuba, convoca al Primer Premio de Poesía Intertextual José Martí 2020, que se regirá por las siguientes bases:

1- Podrán participar en esta convocatoria todos los internautas, cubanos o no cubanos, residentes en Cuba o fuera de ella, por medio de seudónimo o con su nombre completo, con cuentas en Twitter o Facebook.

2- Solo se podrá presentar una obra por autor, que tendrá que ser original e inédita. La extensión mínima será de cuatro(4) versos y la máxima de ocho(8), respetándose el formato de cuarteta o redondilla. También se podrá participar con una décima (10 versos).

3- En tiempos de Internet, la poesía intertextual es también poesía interactiva. La intertextualidad, relacionada con la paráfrasis y la parodia, pasa por la interacción entre textos de diferentes autores tanto en la creación como en la comprensión del mensaje directa o indirectamente sugerido. La siguiente definición de “paráfrasis”, correspondiente al diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, también puede servir de guía a los participantes en el Primer Premio de Poesía Intertextual José Martí 2020: “Frase que, imitando en su estructura a otra conocida, se formula con palabras diferentes”.  ( https://dle.rae.es/par%C3%A1frasis )

A continuación, con base en los Versos sencillos, dos ejemplos intertextuales:

Si ves un monte de bruma

no es un monte lo que ves:

Es la censura, el estrés,

el comunismo que abruma.

(Puente a la Vista)

 

Abruma el vil desamor

sembrado por el tirano,

abruma el susurro vano

del cómplice trovador.

(Dashel Hernández)

4- El jurado que analizará las obras en concurso estará integrado por poetas, editores y humoristas radicados en Cuba y el mundo. Tras anunciarse los cinco ganadores, se dará a conocer su integración. El jurado tendrá muy en cuenta, de cara a la evaluación de los versos concursantes, elementos como la sencillez, el humor, la novedad o la actualidad. Los versos concursantes deben abordar uno o todos los siguientes temas:

a) Liberación de Cuba

b) Denuncia de la represión cultural en Cuba (Decreto 349, secuestros y encarcelamientos, “regulados”, etc.)

c) Denuncia de la tergiversación del pensamiento martiano y su utilización como soporte propagandístico del totalitarismo en Cuba

5- En Twitter, los versos concursantes se tuitearán incluyendo al final, a manera de firma, la dirección @PuentealaVista y el hashtag #Marticoncursa En Facebook, se podrán publicar los versos directamente en la página Puente a la Vista ( https://www.facebook.com/puentealavista/ ) también con el hashtag #Marticoncursa. Cualquier otra forma de envío implicará la descalificación de la obra.

6- Las obras presentadas al concurso no podrán estar comprometidas para publicación ni participación en otro certamen.

7- Se otorgarán cinco premios: un primer premio dotado con $200 dólares americanos y otros cuatro con $100 cada uno.

8- El plazo de admisión cierra este 15 de junio de 2020. Los resultados se darán a conocer en julio de este mismo año en Facebook, Twitter y varios medios de prensa. Los organizadores no mantendrán correspondencia alguna con los participantes y solo se dirigirán a los ganadores para anunciarles el resultado.

9- El hecho de participar en este concurso implica la total aceptación de sus bases.

 

Los ‘Versos sencillos’ de José Martí

Fidel Castro en la era de Lezama Lima

José Lezama Lima (cortesía La Mascarada)

 

En Miami, desde hace algunos años, existe un notable festival de cine auspiciado por el Miami Dade College. Tiene una creciente importancia. El domingo 8 de marzo exhibieron un gran documental. Se tituló “Cartas a Eloísa”. Lo dirigió una magnífica realizadora llamada Adriana Bosch. Es excelente. El punto de partida es la correspondencia entre el poeta cubano José Lezama Lima y Eloísa, su hermana menor. Lezama le escribía desde Cuba y Eloísa le respondía desde el exilio. A Lezama no “le daban” la salida de Cuba. Ella temía entrar (su marido, Orlando Álvarez, era un opositor notable), y él no podía salir.

Fidel y Raúl eran los dueños de todos los cubanos. Ellos decidían quienes viajaban y quiénes se quedaban en la Isla. Lezama, había nacido en 1910 y murió en La Habana en 1976 a los 65 años. Eloísa murió en Miami en el 2010. Nunca pudieron reencontrarse. Adriana ha tenido la inteligencia de servirse del libro que recoge las cartas, pero para hacer algo mucho más impactante: un film sobre la angustia de un escritor exquisito atrapado en un sitio inmundo que se degradaba peligrosa e ineluctablemente.

Lezama era gay. De closet, pero gay. Se casó con una señora para que lo cuidara y para protegerse de la homofobia oficial. También era gordo, asmático y abogado. Su amigo –no eran pareja–, también poeta, Gastón Baquero, antes de la revolución le había conseguido un “trabajito” en la junta que estudiaba los expedientes de los presos comunes y recomendaba o negaba la libertad a esos reos. (Parece que Lezama era muy severo).

Cuando le pregunté a Gastón, exiliado en Madrid, por qué respetaba tanto literariamente a Lezama, pese a que habían tomado caminos divergentes en el campo poético –la poesía de Gastón era directa y transparente–, me miró fijamente y me dijo con toda certidumbre: “porque un día las enciclopedias dirán que Fidel Castro era un dictadorzuelo menor en la era de Lezama Lima”. Su devoción por el poeta creador del grupo Orígenes era total y auténtica.

¿Ya ha comenzado la era de Lezama Lima? Tal vez. No sólo se ha estrenado el documental con vocación de Oscar, sino se ha reeditado su novela Paradiso, un monumento barroco de 600 páginas, eliminando numerosos errores de la descuidada edición original de Cuba de 1966. No soy un fanático de la literatura barroca, pero entiendo que otros lo sean. Por ejemplo, a Julio Cortázar y Octavio Paz les fascinaba ese mundillo laberíntico de formas alambicadas, vocabulario sorprendente y alusiones literarias e históricas cultísimas e inesperadas.

Sin embargo, Paradiso no ha llamado la atención de muchos lectores cubanos (y no cubanos) por sus virtudes barrocas, sino por su capítulo ocho, el texto homoerótico que hablaba del homosexualismo sin tapujos, aunque Lezama se escudaba tras el personaje de José Cemí, lo que provocó una agresiva reacción de la cúpula revolucionaria, especialmente de Fidel, Raúl y Ramiro Valdés –el Che Guevara, el otro gran homófobo, ya se había marchado de Cuba–, al extremo de que en la Isla se comenzó a hablar de “machismo-leninismo”.  

Llamarle al ano “círculo de cobre”, y explicar que “la configuración fálica de Farraluque (un personaje de la ficción inspirado en un señor de carne y hueso) era en extremo propicia a esa penetración retrospectiva”, era más de lo que la escasa sensibilidad de aquellos barbudos feroces podía tolerar.

Era la época de la UMAP (Unidades Militares de Ayuda a la Producción, 1965-1968). Encerraban a los varones homosexuales en campos de concentración para reeducarlos y extirparles a látigo y tentetieso las “costumbres burguesas” de amar o sentirse atraídos por personas de su mismo género. El inútil castigo se saldó con decenas de suicidios y Conducta impropia, un extraordinario documental realizado por Orlando Jiménez Leal y Néstor Almendros (ganador de un Oscar), en el que algunos de los encerrados en la UMAP contaban con amargura lo que habían sufrido junto a numerosos creyentes religiosos. 

Eventualmente, la dictadura reconoció el estúpido crimen y disolvió los campos de la UMAP, pero los criminales no fueron castigados. La lista incluía a Fidel, Raúl y al resto de la dirigencia, y la revolución siguió siendo “machista-leninista”. En los años ochenta continuaron expulsando de sus trabajos o de las universidades a los gais, acusándolos de “escoria”. Lezama estaba muerto, pero su prestigio literario crecía bajo la hierba. Hoy no existe la menor duda: la figura de Fidel se encoge bajo el peso acusatorio de sus propias palabras en las filmotecas, mientras la de Lezama se agiganta. ¿Se cumplirá la profecía de Gastón Baquero? 

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