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El pollo de los bomberos y las nuevas medidas económicas

Mientras los bomberos involucrados en el incendio de la base de supertanqueros de Matanzas -los que quedaron vivos- reciben pollo por pesca’o, se conoce que nuevas medidas económicas serán adoptadas en Cuba, según anunció este lunes 15 de agosto de 2022 el presentador Randy Alonso.

Según expresó la viceministra primera de Comercio Exterior, Teresita González Fraga, en la mesa redonda de la televisión cubana, «Cuba va a evaluar el objeto social de las entidades para poder otorgarles el nomenclador establecido…»

Este establecerá qué entidades podrán acoplar con «entidades de inversión extranjeras para comercializar en el mercado mayorista».

«Objeto social», «nomenclador establecido», «entidades de inversión»… ¿Pollo a la vista?


 

Manuel C. Díaz, cuentista

Manuel C. Díaz es un excelente cuentista cubano. Acaba de demostrarlo con la edición de una obra, Cuentos cubanos: Isla y exilio (casi todos los cuentos transcurren en Cuba), por medio de la editora de Amazon Books, a la que ha accedido a través de Ernesto Valdés, diseño y maquetación de Ensoft Designs.com. Pronto llegaremos a ello.

No sé si hace bien el autor en dividir los cuentos en “isla” y “exilio”, aunque Zenaida, la protagonista de Un paraíso bajo las estrellas, uno de los mejores cuentos de una antología tremenda, una hermosa mulata, desesperada por salir de la “isla”, muere en el mar por llegar al “exilio”. Quizás eso explique la falta de complicidad del escritor con la Revolución. Hay algo demasiado turbio y demasiado arbitrario en los “revolucionarios” para otorgarles una visión positiva.

El propio Manuel estuvo varios años preso por “salida ilegal del país”. Era un eufemismo. En el momento en que lo condenaron, en 1966, no había forma de emigrar legalmente de Cuba sin que te hicieran humillantes “actos de repudio”, o te echaran del trabajo “por traidor”. O te lanzabas al agua a lomo de cualquier cosa que flotara, con el riesgo de que te devoraran los tiburones, de que las lanchas patrulleras cubanas te apresaran, generalmente por un “chivatazo”, o formabas parte del círculo victorioso de quienes conseguían llegar a territorio de Estados Unidos.

En 1979, Manuel logró emigrar pacíficamente entre una riada de miles de opositores de todo tipo a los Estados Unidos. Eran los tiempos de Jimmy Carter y del primer deshielo con Cuba. Manuel C. Díaz tenía 37 años, pero los años pasados en Cuba no los desaprovechó. Era una esponja. Observó muy bien su entorno y la prueba es el libro que comentamos: once cuentos sacados del anecdotario cubano; once joyas literarias, pasadas por la ficción, esto es, con personajes y escenas inventadas, pero vistas, escuchadas, o sea, vividas intensamente.

Al llegar al exilio continuó luchando. Entonces tuvo que enfrentarse a un Estado que le hacía carantoñas al estalinismo. Una nación que merodeaba las editoriales y los diarios que publicaban reseñas o críticas. Lo “lamentable” era que Manuel C. Díaz estaba en el exilio. Escribir ficción, poesía o teatro es cosa de las izquierdas y un exiliado cubano, por definición, era un señor de derechas. Eso no comenzó a cambiar hasta el exilio de Reinaldo Arenas y de Heberto Padilla.

Cuba antes del 59 no se ocupaba de los escritores o de las personas relacionadas con la cultura. A la sociedad le daba igual que Lezama Lima o Paquito D´Rivera se murieran de hambre. Pero a partir de ese año la Revolución identificó un espacio para la supervivencia de la clase relacionada con las actividades culturales: alabarderos de la clase política. Heberto Padilla los describió exactamente en Fuera del juego: “Le explicaron después/ que toda esta donación resultaría inútil sin entregar la lengua/ porque en tiempos difíciles nada es tan útil para atajar el odio o la mentira. /Y finalmente le rogaron que, por favor, echase a andar, porque en tiempos difíciles esta es, sin duda, la prueba decisiva/.”

La “Revolución” les demandaba la lengua. ¿Qué es lo que quería? La total entrega. El abrazo sin condiciones. Hubo una época, muy cercana, en que ni siquiera existía la posibilidad de autoeditarse. La mayor parte de los autores escribían para las gavetas. No siempre dependía de la calidad. En muchas oportunidades eran magníficos poemarios, o libros de cuentos, o novelas que no llegaban a ver la luz. La primera edición de Azul, del nica Rubén Darío, fue costeada por su autor. Ismaelillo, del cubano José Martí, sufrió la misma (mala) suerte.

Walt Whitman debió pagar por ver impresas Hojas de hierba. Los impresores le exigieron que pagara por adelantado las seis primeras ediciones, que crecían exponencialmente, hasta la séptima, que fue impulsada por el escándalo: lo acusaron de “inmoralidad”. Eso lo salvó. La novena, publicada poco antes de morir, es la definitiva. En 1855 era un poemario menor con una docena de composiciones. En 1892 traía más de 400, incluido el Canto a mí mismo, con cientos de versos libres (años más tarde traducido por León Felipe). Vale la pena leerlo.

El libro está cambiando de piel. Son cada vez más los autores que eligen la autoedición, incluso pudiendo elegir la otra, la convencional. Manuel utiliza “Ensoft Designs.com”. Pudo seleccionar al ingeniero Modesto (Kiko) Arocha, de Alexander Library, como hicieron más de cien autores antes que él. O a Marlene Moleón de Eriginal Books, la responsable de editar El reino de la infancia (Memorias de mi vida en Cuba), las primeras memorias de Uva de Aragón, un libro espléndido, lleno de fotografías, que es un homenaje al país en que la autora abrió los ojos.

Por eso me parece injusto juzgar las obras, en primera instancia, por dónde fueron impresas. Si hay algo que merece atención es un libro que puede y debe juzgarse por su contenido. Por ejemplo: Cuentos cubanos de Manuel C. Díaz. Créanme: es un libro excelente.


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Ghabriel Pérez: ‘Ángel pro tempore’

Alguien debía derribar la puerta
esta tarde de lluvia olvidadiza
en que inútil me cuelgo la camisa
y temo abandonar la casa muerta.

Padezco de un extraño surrealismo
no logro ir sin naufragios a la almohada
ni cortar pesadillas con la espada
que me impide ser fiel conmigo mismo.

Pervivo en la otredad    desde la bruma
pronuncio este discurso que en la espuma
sumerge toda suerte de vocablo.

Perdí el arca y ahora voy errante
fui angélico    suicida y navegante
estoy solo sin isla ni San Pablo.


Ghabriel Pérez (Holguín, Cuba, 1968) es narrador y poeta. Ha publicado los poemarios En brazos de nadie (2000), Canción de amor para el fin de los siglos (1999) e Hijo de Grecia (2005), entre otros. Su libro de relatos El parque de los ofendidos recibió el Premio Calendario en 2002, y su poemario Mis amistades peligrosas el Adelaida del Mármol en 2007. Premio de Poesía Intertextual José Martí 2020, del proyecto Puente a la Vista. Este poema pertenece a su nuevo libro Ángel no grato.


 

Dos autores cubanos en La Otra Esquina de las Palabras

La Otra Esquina de las Palabras, la tertulia que coordina en Miami el poeta Joaquín Gálvez, invita a la presentación de los libros De mis días en la televisión cubana, de Oscar López, y Recuerdos de un niño cubano, de Fernando Torre Balmaseda.

Será este viernes 12 de agosto de 2022, a partir de las 7:30 pm., en el Museo Americano de la Diáspora Cubana (1200 Coral Way, Miami, FL 33145). La entrada es libre.

Oscar López nació en La Habana en 1948. Graduado de la Escuela de Letras y de Arte en la Universidad de La Habana. Trabajó por más de 15 años en la Televisión Cubana. Ha publicado De mis días en la televisión cubana y Fleteando (versificaciones sobre el flirt nocturno habanero). Desde 1990 reside en los Estados Unidos de América.

Fernando Torre Balmaseda nació en Placetas en 1958. Vivió en Cuba hasta mayo de 1971, cuando salió con su familia inmediata hacia Madrid, España. En 1973 la familia se trasladó a Puerto Rico, donde Fernando terminó sus estudios de escuela superior, así como sus estudios de ingeniería en la Universidad de Puerto Rico. En mayo de 1980 completó el grado de Maestría en Ingeniería en la Universidad de Cornell, en Ithaca, Nueva York.


 

‘Nuestra hambre en La Habana’, en el Koubek Center de Miami

El escritor, profesor y humorista Enrique del Risco presenta este viernes 12 de agosto de 2022 en Miami, a las 7:00 p.m., su libro Nuestra hambre en La Habana (Plataforma Editorial, 2021). El libro será presentado por el narrador Carlos García Pandiello en el Koubek Center del Miami Dade College (2705 SW 3rd St, Miami, FL 33135).

«En tono tragicómico», apuntan los editores refiriéndose al libro, «el autor describe y explica la debacle que llevó a los gatos y las pieles de plátanos a la condición de manjares, a los cerdos a la de mascotas urbanas criadas en bañeras y a la práctica desaparición del transporte público, la gastronomía y las bebidas alcohólicas» durante el llamado Periodo Especial, en la Cuba de los años noventa.

Enrique del Risco ha publicado varias colecciones de cuentos, entre ellas Obras encogidas, Leve historia de Cuba y ¿Qué pensarán de nosotros en Japón?, merecedora del V Premio Iberoamericano Cortes de Cádiz. Además, es autor de la colección de artículos El Comandante ya tiene quien le escriba y del libro de ensayos Elogio de la levedad, entre otros. Su obra ha aparecido en varias antologías y ha sido traducida al inglés, el alemán y el polaco. Reside en New Jersey.


 

Diez respuestas de Abel Zayas

2022 es el año, también, de la segunda parte del libro Retrato del exilio cubano, serie de entrevistas que Neo Club Ediciones publicó en 2015 y cuya principal intención, como el título indica, fue dar a conocer una especie de radiografía de la comunidad cubana en el exterior a través de sus definiciones. Ahora, con nuevos entrevistados de ambas orillas, esta segunda entrega de la saga profundiza en el contexto cubano del día después, cuando el castrismo en el poder entra en su recta final.

Al habla con Abel Zayas, especialista en computación y decimista:

Armando Añel- ¿Qué es para usted la patria?

Abel Zayas- La patria no solo es el terruño natal o el espacio físico. Encara y se relaciona con el conglomerado de ciudadanos que habitan ese espacio y que se sienten vinculados de manera afectiva, histórica y tradicional.

AA- ¿Qué es la libertad?

AZ- La libertad es el derecho reconocido en las leyes de un Estado que ampara al ciudadano cuando realiza ciertas acciones como reunirse, elegir, emitir opiniones, etc.

AA- ¿Cómo y cuándo Cuba será libre?

AZ- Cuba será libre en el momento en que cese el gobierno actual dando paso a uno democrático. En el que la sociedad pueda elegir sus propios destinos, nombrar a sus propios representantes, cambiar su esquema económico y que no existan restricciones por parte del Estado para la libre circulación y opinión amparados por la carta magna.

AA- ¿Qué hacemos con, o qué se hacen, los cientos de miles de cubanos considerados castristas una vez Cuba sea libre?

AZ- En una Cuba plural, lo primero sería hacer un referendo y cambiar la Constitución hacia una carta magna que se identifique con la democracia. Una vez hecho esto, los tribunales podrán juzgar puntualmente a cada castrista y establecer las penas necesarias por los delitos cometidos ( si los hubiere). De esta manera, se actúa con transparencia.

AA- La difamación, el brete, las teorías de la conspiración, etc., han contribuido grandemente a afianzar el totalitarismo en Cuba en los últimos 63 años. ¿Cómo atenuar esta tendencia sociológica en una Cuba en democracia, con conexión abierta a Internet?

AZ- Como quiera que el régimen fue el dueño absoluto de la información hasta hace relativamente poco tiempo, ello contribuyó a crear estados de opinión desfavorables y el asesinato mediático de los líderes de la oposición. La situación se pudo revertir con la apertura a Internet y ya los ciudadanos pueden comparar y constatar noticias. En cualquier país del mundo los medios noticiosos respetables no se polarizan sino que su compromiso es divulgar las informaciones de manera transparente. Creo que eso es lo que debería suceder.

AA- ¿Usted votaría a favor de incluir una asignatura contra la envidia en un futuro sistema de educación en Cuba?

AZ- Que se incluyera una asignatura de este tipo ayudaría, pero son más importantes los valores promulgados por la familia.

AA- ¿Cuán positivamente puede contribuir a la liberación y desarrollo de Cuba el activismo político youtuber liderado actualmente, entre otros, por influencers como los Pichy Boys, Alain Paparazzi o Alexander Otaola?

AZ- Indudablemente los influencers ganan espacio en el contexto actual. Sobre todo ante la imposibilidad de llegar a los ciudadanos a través de los medios tradicionales, como la radio y la televisión. Ya las personas ganan conciencia de la importancia de escuchar las opiniones contrarias al discurso oficial, por tanto, el activismo a través de plataformas como YouTube es muy importante en la situación presente.

AA- ¿Qué tipo de influencia podría ejercer Estados Unidos en el futuro de Cuba teniendo en cuenta los estrechos lazos existentes entre ambos países desde hace, por lo menos, tres siglos?

AZ- Hay lazos de mi nación
que permanecen dormidos,
Cuba y Estados Unidos:
Simbiosis de la razón.
Existirá comunión
en democracia impoluta,
su influencia será ruta
para alcanzar el progreso
y que no haya regreso
de un gobierno hijo de…

AA- ¿Usted quiere ser enterrado en la mayor de las Antillas o, por el contrario, prefiere que sus cenizas sean arrojadas al mar?

AZ- Yo quiero cuando me muera
-si en mi tierra hay comunismo-
que me entierren aquí mismo
debajo de una palmera.
En mi traje de madera
graben con letra elegante:
«Aquí yace el emigrante
y un cubano de verdad
que alcanzó la libertad
huyéndole al coma-andante»

AA- Por favor, revélenos el nombre secreto de Cuba.

AZ- Macondo.


 

La Florida rehispanizada

España alguna vez fue bendecida por la historia cuando los reyes católicos aceptaron apoyar a un loco que había naufragado en las playas y la corte de la cercana Portugal. Allá los cuerdos sabios que rodeaban al rey vieron muy poco viable su proyecto y prefirieron seguir bordeando África en la búsqueda de Cipango-Catay y las especias. Mientras, los reyes católicos de Castilla y Aragón, en el propio proceso de hacerse e integrarse en España, decidieron que tal vez no estaba tan desquiciado. Esa apuesta colocó a su corona a la vanguardia de la cultura europea y a sus descendientes, decidiendo los derroteros del mundo por 300 años.

En 1561, una real ordenanza de Felipe II definió el destino de una gran bahía cerrada al occidente de Cuba, de estrecha y defendible entrada y conveniente cercanía a la Corriente del Golfo, una enérgica cinta transportadora que empujaba a los barcos veleros hacia Europa. Esta corriente marina devino en la sangre que sostuvo al Imperio por más de tres siglos.

Designada La Habana como lugar de arribo y salida del convoy de buques en trasiego con la metrópoli, fue el punto de obligado destino de la llamada Carrera de las Indias o Flota de La Plata. Llegó a ser en los siglos XVI-XIX uno de los mayores puertos del Imperio Español y del mundo, a lo que coadyuvó la llanura y fertilidad de sus tierras circundantes y el rápido crecimiento en esta latitud de la caña de azúcar.

El destino de La Habana (y de Cuba) lo propuso hacia 1570 Pedro Menéndez de Avilés, Almirante de la Flota de la Plata, Adelantado en La Florida, fundador de San Agustín (para salvaguardar el paso de la flota) y luego Gobernador en La Habana. Gracias a sus conocimientos marineros, dicho puerto fue emergiendo como gran ciudad, interrelacionada directamente con España, más exactamente con Sevilla primero y a partir de 1679 con Cádiz. Mas a la vez estaba conectada con la cercana Península de la Florida, en los hechos conquistada por Avilés para evitar ataques a la Flota de la Plata. Y unida a la corona española estuvo por unos 300 años. En 1763, es cedida al Imperio de Inglaterra a cambio de La Habana, el año anterior invadida por la mayor flota inglesa hasta ese momento.

Por otro lado, hay que resaltar que EE. UU. contó con tropas regulares españolas para su independencia. Así, un destacamento salió de La Habana en abril de 1781, comandado por Juan Manuel Cajigal. Iba como su edecán un joven oficial Francisco de Miranda, quien destacó y fue ascendido a teniente coronel en la Batalla de Pensacola. Como consecuencia, La Florida es entonces reintegrada a España, hasta 1819.

Cuando surgió EE. UU., la nueva nación se esmeró en seguir un “contrato social” que favoreciera al entrepreneur, al inventor. Incluso algunos de sus padres fundadores lo eran. El trasatlántico estadounidense, por imperio de la geografía, desde antes ya arrastraba el bote auxiliar llamado Cuba. Por ejemplo, desde mediados del siglo XVIII goletas navegaban desde las trece colonias y contrabandeaban activamente con La Habana. De esta manera ya arrastraban económicamente a la pequeña isla, daban luz al Paris del Caribe.

Cuba no se separó de la madre patria a principios del siglo XIX, como la mayoría de las provincias de Hispanoamérica. Permaneció como parte de la corona, pero hacia 1868 afloraron profundas contradicciones económicas como propuestas autonomistas, independentistas o anexionistas. Este último movimiento pretendía agregar la isla como otro estado a su vecino del norte. Fue impulsado por el venezolano Narciso López, que desembarcó en las costas cubanas con una llamativa bandera roja-blanca-azul, y una estrella, que quería ser parte de otra bandera estrellada. Ello le costó la vida.

Luego, a partir de 1868 Cuba sufrió los efectos de una devastadora guerra civil, lo que implicó una profunda degradación económica y más tarde, con la aún hoy confusa explosión del Maine, con la consiguiente intervención del ejército norteamericano en la contienda. Bajo ocupación de tropas norteamericanas, hacia 1910, la economía cubana fue enfocada fundamentalmente a la producción azucarera. Y floreció evidentemente como abastecedora del creciente mercado en el norte.

Es de notar que, a pesar de la ocupación militar estadounidense y las necesariamente estrechas relaciones con el vecino del norte, no ocurrió en Cuba un proceso de aculturación hispana en favor de una anglo-reculturación. Por el contrario, las relaciones Cuba-madre patria continuaron siendo fluidas, hasta el punto que entre 1910-1926 emigraron desde la península cerca de 600 000 personas, unas 35 000 anuales, y se establecieron entre los cubanos como si fuera en Las Canarias. Milagrosamente el cordón umbilical Sevilla-Cádiz-La Habana no había sido cortado ni por machete mambí ni por los cañones de los destructores yanquis en Santiago de Cuba. Y hoy las relaciones de cubanos y españoles de todas las ideologías y geografías siguen siendo las de primos, miembros de la misma etnia. Se estima que más del 50% de los cubanos tiene ancestros españoles y habitan la isla unas 300 000 personas con vigente nacionalidad española.

Cuando en 1959 unos barbudos toman el poder en La Habana, no por el poder de fuego de unos garands sino porque Batista se quedó sin apoyo desde EE.UU., asaltaron pretendidamente de manera “revolucionaria” una ciudad pujante, aún muy parecida a Cádiz o a Sevilla, con muchas contradicciones, con elementos de país desarrollado mezclados con los desastres del subdesarrollo y hasta del feudalismo en el interior del país. Pero el ímpetu reestructurador fue más caotizador que constructivo, porque se trató de llevar a cenizas el edificio social para rehacerlo “racionalmente”, según una racionalidad jacobina. Y se dejó la nación en manos de un solo individuo, convencido de que podía superar la obra de Robespierre y Lenin. Este reordenamiento “jacobino-revolucionario” que ocurrió en Cuba, recuerda de cierta manera lo que había sucedido a finales del siglo XVIII en Haití, donde otra revolución, en este caso extremadamente violenta e incendiaria, determinó la expulsión de los hacendados franceses y dejó al país en extrema misera hasta hoy.

Cuando en 1960 los barbudos llegaron al poder, pareció que las diferencias se habían resuelto con plomo. De reafirmarlo se encargaron la prensa, en su mayoría pro-jacobina, y luego los servicios secretos del nuevo régimen y tal vez algún otro. Pero Batista no se fue del poder porque un par de miles de hombres mal armados se le enfrentaron sino porque el embajador norteamericano le había notificado que ya no recibía más armas. No se trató de fuerza militar sino de geopolítica, espionaje e información. Una vez en el poder, el discurso insurgente socialdemócrata e incluyente se transformó en uno excluyente, que en 1961 se desnudó como ideología comunista, e impuso la dura “dictadura del proletariado” con criterio leninista: eliminar todo disenso del dogma. Jamás dijeron que convertirían el país en “su” campamento. La “revolución cubana” implicó una serie de intrigas y golpes de mano subterráneos en los que resultaron castradas las posiciones más comedidas  (13 de marzo, FEU) por las más extremistas (Movimiento 26 de Julio, que a su vez recibió un golpe palaciego por los comunistas, camuflados como PSP, Partido Socialista Popular).

La llamada Revolución Cubana implicó violentos e inesperados golpes por debajo de la mesa entre los propios luchadores insurgentes y algunos que les apoyaron. Ello desembocó a partir de 1961 en la expulsión inesperada, precipitada y en masa de la alta cultura, una capa de la población de gran productividad, sobre todo en el cultivo y comercialización del azúcar de caña e industrias conexas. Se expulsó de su país a la alta cultura hispano-cubana y esta fue a carenar donde pudo, en especial a donde de manera natural conducían la historia y las corrientes marinas. Y el punto escogido se llamó Miami, en Estados Unidos, un país que recién emergido como vencedor en la Segunda Guerra Mundial, se encaminaba a un periodo de gran auge. Aceptar masivamente a aquellos muy preparados inmigrantes hispano-cubanos fue un acto de bondad. Re-hispanizando el sur de la Florida, la enorme nación del norte creó las bases para que Miami se transformara en la capital financiera y cultural de Hispanoamérica.

En los 1960’s, en muy poco tiempo, un cuarto de millón de cubanos se vio obligado a dejar sus propiedades y patria a como diera lugar, establecerse fundamentalmente en Miami y luego un poco en toda la Florida y posteriormente en otros estados.

El “ejército de campesinos” que tomó La Habana aplicó criterios que la degradaban arquitectónica y socialmente. A la vez se permitieron una sangría migratoria de todo el que les incomodara, quienes fueron muy bienvenidos en el país industrializado del norte en un periodo de crecimiento. Ello permitió a los barbudos (y a sus descendientes constituidos en élite castrense-castrista) gobernar casi sin oposición por más de 60 años. De esta manera han emigrado del país más de dos millones de personas. Todo el que disienta, todo el que tenga empuje y sea emprendedor. Ello ha dejado a Cuba con una población domesticada, “el pueblo”, que ahora pastorean unos viejos gordos que se rasuran diariamente con gillette y defienden el status quo.

Por primera vez en la historia de EE.UU., un país de inmigrantes, en los 1960’s arribó un grupo muy cohesionado de origen hispano, de alta capacidad cultural. Hasta ese momento, lo que venían eran braceros mexicanos, de poca cohesión social y capacidad gerencial. Ello explica el empuje hispano actual del Miami hispanohablante. Heredó parte de la “sacarocracia” cubana, en su inmensa mayoría personas de raigambre hispana y que en el siglo XIX incluían algunas de las mayores fortunas del mundo, que ya operaban en Cuba con marcada tendencia industriosa, que absorbían por osmosis desde el norteño vecino.

La revolución cubana no fue extremadamente violenta pero, como todas, inestable, llena de recovecos, trampas e injusticias; en nombre de la justicia y la redistribución, decidida desde las botas. Cuba fue obligada, a punta de pistola desde el poder y contradiciendo el discurso previo, a seguir una agenda jacobina emanada de unos pocos hombres de acción, magnificados desde y por ciertos “intelectuales revolucionarios” que impulsaron y luego adoraron la lucha armada y sus aplomadas “soluciones”, reales dolores de la historia.

Pero escarbemos un poco más. El vecino del norte se independizó de su matriz para industrializarse más intensamente que como había ocurrido en su madre patria, que a partir de 1760 había sido la cuna de la industrialización (la muy mal llamada Revolución Industrial). Eso puede explicar las reservas de Carlos III y sus ministros al apoyar al ejército continental de George Washington. Tal vez preveían que estaban creando un futuro émulo en sus propias fronteras, tal como ocurrió. Además de que dudaban en enfrentarse abiertamente a Inglaterra, que podía hacer lo propio, tal como también ocurrió, apoyando los movimientos independentistas de América hispana de la metrópoli arrodillada traidoramente por Napoleón.

La semilla que estaba sembrada en las Trece Colonias fructificó y además se vio favorecida por algunas casualidades históricas, como la derrota de las tropas napoleónicas en Haití, luego que fueran diezmas por la fiebre amarilla, y la consiguiente venta de la Luisiana a EE.UU. por Napoleón, lo que permitió a la joven nación la incorporación de considerable espacio vital sin necesidad de costosas guerras, como las que ocurrían y desangraban a Europa. Es así que el discurso fundador de las trece colonias se cambia por uno de conquista y ocupación. Ello se aceleró ante el caos caudillesco en el México del siglo XVIII, lo que facilitó la ocupación y cercenacion de gran parte de su territorio, que incorporó el nuevo país con ánimo industrialista e imperialista. Luego vino la Guerra Hispano-cubana-americana.

La singladura del transatlántico norteamericano ha llevado a remolque la pequeña isla de Cuba, de posición geográfica inmejorable, y con tradición emprendedora e industrialista dado que La Habana era el puerto por excelencia de las Américas. Allí se refugió por casi 300 años la Carrera de Indias, por lo que era la ciudad más cosmopolita de las Américas. Allí estaba en el siglo XVIII el mayor astillero del imperio español, donde se construyeron naves de la envergadura del Santísima Trinidad, la mayor del mundo en los 1770s.

Esa cultura específica de La Habana, la sacarocrasia cubana, fue lo que Fidel Castro expulsó de su tierra originaria y emigró en masa a Miami y otros muchos lugares del mundo. Pero en Miami su masividad y cultura se impuso y al cabo de los años esta es un área otra vez cosmopolita, muy hispanizada, en que se habla español tanto como inglés.

Fue así como se abrió una ventana para la posterior inmigración masiva desde otros muchos países, no solo ya de braceros mexicanos. Llegaron entonces grandes grupos de nicaragüenses, salvadoreños, colombianos, venezolanos, etc., que hoy intentan integrarse en una ciudad multicultural. En fin, La Florida, entre 1513 y 1763, continuamente hispana y luego intercambiada varias veces, finalmente se ha re-hispanizado injertándose en un tronco y “contrato social” cromwelliano-jeffersoniano.


 

Kissinger sobre el liderazgo y el sentido común

Me vino de las manos de Beatrice Rangel. La conocí cuando fue Ministra de Carlos Andrés Pérez, en su segundo gobierno. Realmente era más que ministra. Era una “apagafuegos”, como debe tener todo gobierno latinoamericano que se respete. Como resultaba endiabladamente inteligente, y hablaba inglés y francés, además de español, y como tenía una esmerada educación, era perfecta para el cargo.

La volví a ver al comienzo del éxodo venezolano hace ya unos cuantos años, vinculada a una fundación que echaba rodilla en tierra por la institucionalidad democrática de América Latina (Interamerican Institute for Democracy), que hoy dirige Tomás Regalado, exalcalde de Miami. Ahora era la portadora de una obra de Henry Kissinger (una de las personas que más admira) sobre el tema del liderazgo. El libro traía seis ejemplos de líderes muy diferentes que alguna relación tuvieron con Kissinger a lo largo de su fecunda vida. (Kissinger tiene 99 años).

Los seis son Konrad Adenauer (The Strategy of Humility), Charles de Gaulle (The Strategy of Will), Richard Nixon (The Strategy of Equilibrium), Anwar Sadat (The Strategy of Transcendence), Lee Kuan Yew (The Strategy of Excellence) y Margaret Thatcher (The Strategy of Conviction). Los seis sirven para conocer mejor a Henry Kissinger, y para repasar de la mano del viejo catedrático de Harvard su conocimientos sobre la Segunda Guerra mundial, algunos de los personajes que conoció directamente, e historias inéditas de la Guerra Fría.

No obstante, concederle a cada uno de los seis “una estrategia” particular es un exceso académico. En realidad, creo que Kissinger, el catedrático, está tratando de parcelar la historia para hacerla más digerible a sus alumnos. En todo caso, las “estrategias” no eran algo pensado, sino el producto de las virtudes y los defectos vinculados al carácter de la persona en cuestión.

Un libro se conoce por lo que dice y, también, por lo que no dice. Entre las cosas que deliberadamente oculta está su ambigua relación con Israel. Se sabe que Kissinger es un judío-alemán llegado como refugiado a Estados Unidos en 1938, junto a sus padres y un hermano. El padre era maestro de escuela. Se sabe que él nació en 1923, de manera que arribó a los 14 o 15 años, en plena adolescencia, lo que explica que jamás haya perdido el fuerte acento alemán con que pronuncia las frases que escribe en un magnífico inglés.

En 1943 fue reclutado por el ejército de USA, y allí, haciendo el servicio militar, en South Carolina, juró la bandera y lealtad a la Constitución norteamericana, como era de rigor en los procesos de nacionalización. Aprovechando su alemán, que era excelente, integró las unidades de inteligencia, destacándose en la “Batalla de las Ardenas” (fines de 1944), la desesperada ofensiva lanzada por Adolfo Hitler a través de Bélgica para tratar de invertir el curso del conflicto. Tras su derrota en esa batalla, se hizo evidente que Alemania tenía perdida la guerra. Al joven Kissinger le tocó desnazificar un distrito alemán tras la victoria.

Uno de las consecuencias decisivas de la Segunda Guerra mundial fue la creación del Estado de Israel. Kissinger conoció brevemente a David Ben-Gurion en 1962, cuando era profesor de Harvard, pero tuvo un trato más intenso con Golda Meir. La visitó en Israel, pero ella, como Primer Ministro, lo volvió a ver en Washington cuando era Secretario de Estado y el hombre clave del gabinete. Cuenta la leyenda, jamás desmentida por Kissinger, que se vio obligado a recordarle a la ilustre visitante que “primero, era un norteamericano, segundo, era Secretario de Estado, y tercero, era judío”. Se non è vero è ben trovato.

¿Por qué no le dedicó uno de los laboriosos retratos a Golda Meir y prefirió, en cambio, a Anwar Sadat en solitario? Porque es un judío que prefiere no serlo. A lo largo de la obra ha dividido en dos partes a los seis líderes: los estadistas y los profetas. Israel debe irritarle bastante a “a los estadistas”. Su historia está llena de “profetas” que viajan en carros de fuego. Kissinger es el diplomático por excelencia. Es el estadista clásico. Siempre está dispuesto a negociar cualquier cosa: un arreglo con China o con Rusia. De él se puede repetir la frase de Groucho Marx: “estos son mis principios … si no les gustan tengo otros”. Por eso es muy benevolente con Konrad Adenauer y mucho menos con Charles de Gaulle. Uno era un estadista. El otro un profeta torturado por su conciencia.

Hasta que llega a Lee Kuan Yew y a Singapur. Es un hombre práctico, un estadista que se comporta como un profeta y guía a su pueblo singapurense hacia el futuro. Es la mejor biografía política de las seis. Y es la mejor porque Lee encontró a un pueblo desahuciado y lo convirtió en un modelo de desarrollo en el que era posible la felicidad sin apartarse del sentido común.

Eso es muy importante. Beatrice Rangel y yo venimos de Venezuela y Cuba, dos Estados que han cancelado el sentido común y se han afiliado a la “revolución”. Una dirigida por Fidel Castro y otra por Hugo Chávez, su discípulo amado, pese a que ambos vivieron en la época de Lee Kuan Yew. Bastaba examinar la obra del líder de Singapur para encontrar el modelo de transformación adecuado. Era esa revolución que había que hacer. Como dos “cantamañanas” -pregúntele a cualquier español el significado de la palabreja- prefirieron optar por el guirigay y el ruido de las bombas. Así nos va.


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Un régimen traidor

Además de ser un régimen militarista y totalitario, es también traidor.

Traiciona a sus propios obreros, a ese mismo pueblo cubano que le gusta catalogar como «revolucionario» y «aguerrido».

¿Qué les devuelve el régimen como moneda de cambio?

Medidas. Imposiciones. Promesas. Justificaciones.

Puro humo.

Le «pide» al pueblo que le venda los centavos en divisas que tiene ahorrados «para desarrollar la economía nacional».

Pero no les vende divisas: esas que son obligatorias para acceder a los únicos mercados mínimamente surtidos, y que se conocen como «tiendas MLC» [moneda libremente convertible].

Eso se llama traición.

Eso es ruindad, mezquindad, inmoralidad. Eso es robo, estafa, escamoteo y mofa.

Y la otra cara de la moneda es represión y fascismo. Así de simple.

Por estas, y por otras muchas razones, no los perdonaré jamás y no les quito el pie del acelerador.

Que se jodan.


 

Diez respuestas de Germán González

2022 es el año, también, de la segunda parte del libro Retrato del exilio cubano, serie de entrevistas que Neo Club Ediciones publicó en 2015 y cuya principal intención, como el título indica, fue dar a conocer una especie de radiografía de la comunidad cubana en el exterior a través de sus definiciones. Ahora, con nuevos entrevistados de ambas orillas, esta segunda entrega de la saga profundiza en el contexto cubano del día después, cuando el castrismo en el poder entra en su recta final.

Al habla con el economista y docente Germán González:

Armando Añel- ¿Qué es para usted la patria?

Germán González- Mi patria soy yo. Todo lo que la afecte, a mi familia, a mi entorno, al béisbol, lo siento como algo personal. No puedo separar las dos cosas. No pudiera vivir fuera de Cuba.

AA- ¿Qué es la libertad?

GG- Conocer hasta dónde puedo llegar respetando el derecho ajeno.

AA- ¿Cómo y cuándo Cuba será libre?

GG- Cuando los de arriba no puedan sostenerse más y los de abajo no quieran que se sostengan. Y ese momento ya es visible.

AA- ¿Qué hacemos con, o qué se hacen, los cientos de miles de cubanos considerados castristas una vez Cuba sea libre?

GG- Nada. Restablecido el Estado de Derecho, quien tenga daños que denunciar lo hará y la ley determinará qué hacer en cada caso. Por cierto, la ley vigente en 1958, no el bodrio actual.

AA- La difamación, el brete, las teorías de la conspiración, etc., han contribuido grandemente a afianzar el totalitarismo en Cuba en los últimos 63 años. ¿Cómo atenuar esta tendencia sociológica en una Cuba en democracia, con conexión abierta a Internet?

GG- Creo que, como diría Matamoros, se anulan unas a otras y por eso no me matan. Cualquier prohibición o censura sería absurda y contraproducente.

AA- ¿Usted votaría a favor de incluir una asignatura contra la envidia en un futuro sistema de educación en Cuba?

GG- Una asignatura que enseñe a aceptar el éxito ajeno no sé si será posible, pero indudablemente es algo que necesitamos. Hay muchos chistes sobre esa propensión nuestra, pero realmente no es cosa de risa. La envidia tampoco es exclusiva de los cubanos.

AA- ¿Cuán positivamente puede contribuir a la liberación y desarrollo de Cuba el activismo político youtuber liderado actualmente, entre otros, por influencers como los Pichy Boys, Alain Paparazzi o Alexander Otaola?

GG- O Eliecer o usted y yo. Las redes han facilitado la proliferación de eso que llaman «influencers». Influencers eran Clavelito, Conté Agüero, Pardo Llada en la Cuba de Bohemia. Mientras más, mejor… suelen ser iconoclastas y eso a las dictaduras les socava la solemnidad característica.

AA- ¿Qué tipo de influencia podría ejercer Estados Unidos en el futuro de Cuba teniendo en cuenta los estrechos lazos existentes entre ambos países desde hace, por lo menos, tres siglos?

GG- EE. UU. nunca tuvo tanto poder en Cuba como se dice, y menos influencias culturales. Excepto el béisbol, que lo inventaron para nosotros. Usted encendía el aparato de radio y salía Celia o el Benny o la Aragón. Luis Carbonell o el Bola. Las radionovelas y telenovelas luego. Buesa y Naborí. Mucho más influencia tenían las rancheras y Amado Nervo.

La literatura yanqui influía menos que la rusa, la francesa e inglesa. En fin, ni a gran parte de la mayamería la han colonizado culturalmente.

En lo económico, encajamos como dentadura de tiburón. Pero ni antes ni ahora, y pienso que tampoco después, haya interés en una anexión. Bastantes malas experiencias tienen con nosotros, y los cubanos suelen ser nacionalistas e independentistas. Hasta los que están allá.

AA- ¿Usted quiere ser enterrado en la mayor de las Antillas o, por el contrario, prefiere que sus cenizas sean arrojadas al mar?

GG- No voy a hacer como Joselito el Curro: si muero en Madrid me entierran en Barcelona. Si muero en Barcelona me entierran en Madrid.

-¿Y eso, Joselito?

-Pa’ joder, hombre.

Espero sea en Cuba, en tierra, cremado para no despertar encerrado. Soy claustrofóbico.

AA- Por favor, revélenos el nombre secreto de Cuba.

GG- María de León. Mi abuela. Que me hacía anécdotas de cuando la guerra y me cantaba décimas patrióticas de la época. Ella es responsable de muchos de mis defectos actuales, entre ellos cierto chovinismo ridículo.


 

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