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Un ciervo herido (II)

Fiel exponente de los hechos espeluznantes de las UMAP resulta la novela Un ciervo herido, cuyo título proviene de un verso de José Martí y en la cual su autor, Félix Luis Viera, narra con toda crudeza la vida en un campamento Umap, así como los manejos del régimen para crear los expedientes de quienes serían víctimas de un poder implacable.
Puente a la Vista publica esta serie de cuatro fragmentos que relatan uno de los hechos más bochornosos de la Cuba contemporánea.

                                                                  II

 

Un religioso se había cagado, exclamó uno. ¿Y cómo él sabía que era un religioso?, preguntó otro. Porque lo sé, porque ya lo conozco de aquí mismo del tren, contestó el que había hecho el anuncio. La voz que debió ser del religioso contestó que era un acto natural. Pero qué clase de plasta y ahora no la pisoteen que esto es de madre, dijo otra voz. Después otros se cagaron en la noche y el olor a tantas pestes ya daba ganas de morir. Mas se siguieron cagando normalmente –se escuchaban los avisos pre y post– y ya por lo menos a mí no me interesó que se cagaran hasta en mi cara. Jorge el campesino había ido a buscar agua. Habíamos comido primero su lata de sardinas y en ella trajo el agua, que era muy poquita y que tragábamos intentando no cogerle el sabor según acordamos mientras comíamos las dos latas restantes. Agarrábamos con los dedos, al tacto. Extraño: el hambre no se me fue. La sentía más que antes y soñé un instante con una bandeja de dulces. La decepción del despertar me hizo lagrimear. En silencio. Los homosexuales desfachatados al parecer se habían calmado. No hablaban. Quizá era ya madrugada cuando escuché que dos muy cerca de mí se estaban templando, se oían las expresiones de placer, el jadeo de ambos. Con las sardinas y el agua asentinada me había tomado otro Meprobamato y Luis Arturo quiso uno y le respondí que no. Ya bastante culpa tenía yo con, en buena medida, ser el culpable de que ahora viajara en ese tren. No deseaba esa otra culpa de acostumbrarlo a tomar pastillas para dormir. Extraño: me quedé dormido con un solo ojo cerrado. Si afuera había oscuridad más entonces la había adentro. Miré varias veces hacia los huequitos en lo alto y no entraba ninguna lucecita. También me desperté por un vómito. Vómito repetido y más largo cada vez, que al final se quedaba en seco, con una tos perruna sólo, de alguien que estaría más o menos oblicuo a mi izquierda. Otro decía me cago en Satanás apunta a otra parte, me estás bañando de asquerosidad, cojones. (O quizás dijo me cago en “tu mamá”, porque a veces el traqueteo del tren mutilaba las frases y uno debía completarlas con la imaginación.) Con voz quebrada el vomitante replicó al terminar que los vómitos no se podían aguantar, como cagar, mear, o peor, ¿acaso el otro no lo sabía o era comemierda? Se sintió como un puñetazo y alguien que se quejó de por qué le daban. Finalmente el vomitante y el vomitado pudieron encentrarse y se escucharon sus manazos y frases repujadas mientras se sonaban con todo según se oía. Me pareció ver que una paloma inmensa cruzaba el vagón de parte a parte. Una paloma gris con serruchos en el pico.

Al negro se le había visto en actitud variable entre lo patidifusa y lo agresiva durante las últimas paradas a puerta abierta. Quizás el negro sólo llevaba el nerviosismo de quien está a una raya de perder el control y no era tan valiente de cepa. Mas protestó por las paradas tan largas en las márgenes de los pueblos mayores. No vería el negro la mayor de todas, en las primicias de la ciudad de Camagüey, en el atardecer. Protestó porque a ese paso tardaríamos más de diez veces lo que debía tardarse un tren hasta el Camagüey. Estaría loco ese negro pues su protesta se parecía a la del pasajero que hubiese pagado un boleto. El par de soldados lo miró sin hablar como se mira a un negro desquiciado, movieron la cabeza y corrieron la puerta. Amaneciendo, cuando abrieron la puerta durante una parada, entregaron otra lata de sardinas. Yo había visto el amanecer por los huequitos de allá arriba. Con un ojo abierto. Alguien dijo menos mal que la cuchilla sirvió para algo bueno y unos minutos después Luis Arturo me pasó una lata de leche condensada invitándome a que me diera un trago. Quién, tan generoso –¿un religioso tal vez?–, hacía girar su lata de leche condensada, la cual nadie podría adivinar cómo la había conseguido –allá, tan lejos ya, de donde viviera. Cuando chupé me dije Dios mío qué bocas la habrán chupado antes. Se podía dar por seguro que al menos dos o tres de los homosexuales que habían hecho el sexo oral; es decir, chupado toletes. Se la pasé a Jorge el campesino sin advertirle esto; ¿para qué? Nunca había probado combinación de sabores tan horrible como el de la sardina y la leche condensada. Era titánico además comer lo que fuera dentro de la mierda almacenada. Se había hecho la táctica de ir a beber agua cuando el tren se detenía y abrían la puerta. Pero así fue peor: la diferencia entre imaginarse cómo estaría el agua y verla. A varios se les soltaron arcadas al mirarla. Extraño: ¿cómo sería posible que casi todos no hubiéramos concebido traer un jarro, cualquier vasija? Las latas ya vacías, pero repegadas de sardinas, ensalivadas, seguían metiéndose en la tanqueta con tramos de mano y todo. Esta vez fueron abiertas con abrelatas o cuchilla. Cuando en una parada me asomé vi que el tren en verdad era largo, larguísimo.

El sol estaba rabioso y el calor sacaba los chorros de sudor desde el mismo hígado. Sería ya mediodía cuando el negro se encabronó por completo. Era un junio radiante y caliente como de récord. Vociferó el negro que ya no había quien soportara la peste a mierda y a vómitos y a sardina y a varios etcéteras. Esta parada no fue tan larga, pero desde que descorrieron la puerta ya el negro se mostró ido de sí. Estaba sin camisa y era un negro tetón y medio regordete y sus ojos emitían farolazos. El par de soldados dijeron negro estate quieto, por tu madre. Yo vi en la mirada del negro que no tenía regreso; no se sabía ese proverbio chino que dice «si en un instante de ira eres paciente, te evitarás cien días de congoja». Y quizás si se lo hubiese sabido igual hubiera estallado, pues su mirada indicaba que había enrumbado por el camino que lleva a los seres más allá de sí mismos; matado o matador les da igual. Aunque ateo, oré intensamente por espacio quizás de veinte segundos, porque el negro se controlara. El negro siguió espetando pingas y cojones y braceando en el aire como si fuera un caudillo. El par de soldados pusieron los fusiles en posición de avance y lo convocaron al orden. Varios de los lacras más cercanos a él le dijeron frases que abogaban por el pacifismo. Uno que era menester arrostrar en la vida todos los sacrificios en pos del perdón final. Pero ya era un negro que no escuchaba. Había retrocedido hasta antes del Homo sapiens, o del Negro sapiens. Pareció un resorte. Voló desde su lugar en el vagón y partió cual mingo de billar en dirección a dos bolas que se hallasen juntas, el par de soldados. Pero éstos se separaron y el negro se estrelló en solitario contra el suelo pedregoso. Cayó de pecho y cabeza. La impresión de un bulto de cristal que se estrella contra un muro. La cara rota y un brazo encogido como si le sobrara, el negro miró hacia acá llorando y estuve seguro de que no lloraba por tanto dolor en el cuerpo, sino porque le dolía la vida.


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Exilio Nostrum

Exilio Nostrum. Tomo I. Juan Carlos Romero Mestre publica la primera antología de entrevistas a escritores cubanos del exilio y otros de Cuba. Enrique del Risco, Karla Suárez, Amir Valle, Armando Añel, Armando de Armas, Agustín Labrada, Félix Luis Viera, Luis Nararrete, etc.: París, Barcelona, Miami, New York, La Habana, Santa Clara…

Me encantan las antologías. Esta en especial, Exilio Nostrum, no solo por ser uno de los autores cubanos elegidos por Romero Mestre, sino porque nací literariamente en Cuba, a nivel narrativo, en una antología que hoy muchos consideran un clásico de los años noventa: Los últimos serán los primeros, de Salvador Redonet Cook.

De la antología de Redonet hay varios autores en este libro de Romero Mestre: Amir Valle, Ángel Santiesteban, Karla Suárez y yo mismo (de los que recuerde).

Las entrevistas por sí solas se han convertido en piezas clásicas de literatura, un archivo esencial y definitivo para entender mejor la escritura de un país en el exilio, o sea, a sus escritores.

Las antologías de cuentos, poemas o como estas de entrevistas, brindan una visión muy cercana de los autores, pues dan un perfil de su vida literaria. Me temo que esta que me estoy leyendo con placer en Kindle Unlimited no puedan leerla los autores de Cuba. Un verdadero gusto conocer las motivaciones de otros contemporáneos al comenzar a escribir.

Un agradecimiento sincero a Juan Carlos Romero por usar bien las nuevas tecnologías y entrevistar a autores en buena parte del mundo. Seguro faltaron otros escritores, pero ese es el ADN de todas las antologías: siempre falta alguien o sobran algunos. Los libros de los presentes dirán si merecen estar ahí o no.

Me gusta el hecho democrático de entrevistar a varios escritores que viven en Cuba, en Estados Unidos y en Europa, lo cual da una visión global del exilio, y del insilio del que hablaba el maestro de todos nosotros, Guillermo Cabrera Infante.


 

El Tavo, la guerra, la novela y el autor

Finalmente, Antonio Joaquín González (alias Tony, alias Anthony en Facebook) ha publicado Su propia guerra, la historia del popular Tavo, interpretado en Cuba por el actor Albertico Pujol. El libro, ya disponible en Amazon, puede adquirirse al módico precio de 18 dólares ($6.00 en Kindle) y refleja, al decir del propio autor, las peripecias de un personaje “concebido sobre bases ciertas, porque fue diseñado a partir de un grupo de entrevistas que tuvimos con agentes, exagentes, delatores de oficio y cuanta cosa rara uno se encuentra en ese mundo subterráneo”.

Tony Joaquín, nacido en La Habana en 1948, se desempeñó como escritor de radio y televisión desde 1969. Entre sus guiones para televisión destacan los seriales policiacos “Día y noche”, “Su propia guerra”, “Miami Special Team”, “Código 357”, “XPedientes Cold Case”, “Nieve en Miami” y otros transmitidos para la televisión de varios países. Su primera novela, Apuntes para un Dossier, escrita en 1978, desapareció misteriosamente de una editorial cubana sin que llegara a publicarse. Muchos años después el autor supo que la obra fue destruida “porque su contenido se acercaba demasiado a un experimento que no les interesaba divulgar”. Cuatro décadas más tarde, estalló el escándalo de los ataques acústicos contra personal diplomático en algunas embajadas de La Habana “mediante un método muy parecido” al concebido por el escritor en la novela raptada. En consecuencia, Tony Joaquín basó la presente entrega “en hechos verídicos para ser recíproco con las sorpresas y, aunque cambia nombres, lugares y fechas para proteger la identidad de los inocentes, deja al descubierto al único culpable de la inopia social, material y política  cubana: el régimen comunista impuesto en el país desde 1959”.

Otros libros suyos son Arenas blancas, La Hidra de Lerna y Talco alegre, publicados a finales de la década de 1980. Según el propio autor, se basó en la criminología “para desarrollar la mayor parte de su obra” porque, como sociólogo, “estudió la marginalidad en el sistema, sus causas y consecuencias”. Actualmente vive en San Antonio, Texas, enfrascado en rescatar de la memoria su novela secuestrada y la segunda parte de Su propia guerra.

Tengo entendido que este libro parte del guion original de la serie filmada en Cuba… ¿eres un guionista devenido en narrador? Cuéntanos por favor cómo te iniciaste en el mundo de la escritura.

Mira, aunque las nuevas generaciones crean que uno nació siendo viejo, no es así. Todos fuimos niños alguna vez. En esa etapa yo estaba muy motivado por las aventuras de Verne, Salgari, Dumas, y devoraba libros. Creaba mis propias historias y me gustaba más ser autor que protagonista (un rasgo más egoísta que romántico). Sin embargo, no fue hasta 1968, ya con 20 abriles en las costillas, que debuté en el mundo “literario” al escribir los libretos de un programa radial donde se alternaban noticias del momento con música juvenil. Como anécdota curiosa puedo decirte que el locutor principal era un jovencito llamado Fidel Pérez Michell, que mucho tiempo después fue El Pury en La Habana, el antagonista de Tavo El Quieto en la serie de referencia. Pasaron muchas águilas sobre el mar y yo continué escribiendo guiones y soñando con el arte mayor que es la novela. De la radio pasé a la TV, Cabaret, espectáculos y todo lo que necesitara un guión. Era la manera de ganarme la vida. Aunque definitivamente prefería la literatura y te explico por qué.

Creo que fue Gabriel García Márquez quien definió el trabajo de escritor como el más solitario del mundo y esto aplica para ambas facetas. Nadie puede ayudarte a escribir lo que tienes en mente. Sin embargo, crear guiones para radio o TV tiene una regla básica para el escritor: estar blindado contra los resultados del oficio. De manera que tienes una idea, tuya o por encargo, como sea, comienzas a desarrollarla, creas los personajes, los puntos de giro, los conflictos que hacen avanzar la trama, en fin, la dramaturgia. Por supuesto, si eres un profesional. Entonces aparecen los inversionistas, ejecutivos,  directores, productores, actores y todo el que se cree con derecho a opinar y decir cómo debía haber sido. Ya no es tu idea y no estás tan solo, incluso en muchos casos mal acompañado. Es lógico, la televisión no es un medio cultural sino un transmisor de productos para el consumo. Y el guionista no es más que la base de una pirámide invertida.

De todas formas pasar de un estilo a otro conlleva sus riesgos. Con el guion solo tienes que pensar en imágenes, la escenografía, la acción, el drama están ahí a la vista. Pero en la literatura tienes que narrarlo y hacerlo de forma tal que atrape al lector. Me fascina ese reto y confío mucho en la imaginación de los que tienen el hábito y la paciencia de leer. De manera que le he dado una estructura a la novela que recuerda los cortes y elipsis de la televisión y el cine. Mi idea es que el público lea como si estuviera viendo el capítulo de una serie o una película.

Muchos esperábamos con impaciencia la salida de este libro. ¿Cuáles serían, si las hubiera, las principales diferencias entre Su propia guerra y la serie televisiva?

No hay muchas diferencias, solo que la historia se hace más completa. Hay nuevos personajes que llenan el pequeño vacío que, por razones obvias, se manifiesta en la serie de TV.

La historia trata sobre un joven nacido en un barrio marginal que es comprometido a colaborar con las autoridades mediante un supuesto chantaje dado a partir del contexto social donde nació y creció. Su familia había probado los rigores de la cárcel y eso bastaba para que fuera tildado como un delincuente en potencia. Pero Octavio Sánchez Guzmán, conocido en los bajos fondos como Tavo El Quieto, estaba muy por encima de las expectativas. “Marginal se nace, delincuente se hace”, decía y desde  el primer contacto con la policía demostró no solo su potencial sino que libraba en su interior una guerra particular para no convertirse en delincuente y ser un hombre de bien. El personaje es ficción, pero está concebido sobre bases ciertas porque fue diseñado a partir de un grupo de  entrevistas que tuvimos con agentes, exagentes, delatores de oficio y cuanta cosa rara uno se encuentra en ese mundo subterráneo. El conjunto formaba parte de la realidad nacional. Igual sucedió con los casos tratados y el resto de los personajes. Todos tienen origen real.

A estas alturas de la vida y más de treinta años después, te puedo decir que todavía no sé cómo esa serie pudo pasar la férrea censura de la televisión cubana. Su argumento desmitificaba por completo la teoría del “hombre nuevo” que preconizaba el régimen. Por primera vez el cubano se vio reflejado realmente en una pantalla. El público se quedó  con deseos de más y yo sentí que tenía una deuda doble. Primero, con el personaje: había que reivindicarlo para llevarlo a su justa dimensión mucho mas allá del marco local donde se desarrollaba. Segundo, con  Alberto Pujol, que le dio vida al Tavo y a partir de ahí también se le complicó la existencia. A pesar de ser un gran actor y tener en su haber series, novelas y películas internacionales, Alberto Pujol es Tavo El Quieto. Solamente este hecho ameritaba retomar la obra y llevarla por un camino tan cercano a la verdad que ni las propias autoridades podían sospechar. Hicimos varios intentos para televisión, incluso en plataformas streaming actuales, pero fueron infructuosos. El factor económico mezclado con intereses personales predominaba. Mi hijo Sándor siempre me decía: “Tú no tienes que depender de nadie. Escribe un libro”. Entonces tomé la decisión de contar una historia a partir de mi concepción de lo que debió ser El Tavo y plasmarla en una novela donde yo soy el dueño de lo que digo y el amo de lo que callo.  Así comenzó la verdadera historia de Su propia guerra, que sin proponérmelo cobra muchísima actualidad en este momento exacto que se está viviendo en el mundo y especialmente en Estados Unidos, donde la izquierda anda como desenfrenada. El lector tendrá la última palabra, que espero sea satisfactoria.

¿Podríamos catalogar de novela policial a Su propia guerra? ¿Qué tiene en común este volumen con tus otros libros?

Definitivamente, tiene mucho que ver. Es un policiaco aunque en la actualidad no puedes encasillar los géneros. En ocasiones el contexto social se va por encima de la lógica y la realidad supera la ficción. El régimen cubano, impuesto por mas de 60 años, es tan absurdo y surrealista que cuando describes los hechos parece que estás narrando ciencia ficción o eventos paranormales. La trama policial está enlazada por personajes conocidos como el Capitán Pablo Bermúdez y el Oficial Operativo Omar.

He leído que el régimen venezolano aparece también involucrado en la trama de esta novela, y por supuesto, su protagonista se radica en Estados Unidos, etc. ¿Has “globalizado” a propósito el contexto de la historia –para utilizar una palabra de moda– o simplemente te dejaste llevar por la inspiración?

No solo el régimen venezolano, sino tambien sucesos actuales y otros no tanto como la Masacre de Waco, la Operación Lava Jato (Caso Odebrech), Panama Papers, el Foro de Sao Paulo y otros que no quiero enumerar para no perder el factor sorpresa y la intriga, principios básicos de la novela policiaca. La historia se ha universalizado a partir del contexto social donde transcurren los hechos. Cada paso en la trama acontece por una cadena de acciones que culminan con un “algo” significativo. La frase principal de la novela es “Nada sucede por casualidad”. Hay para todos los gustos, eso sí te lo puedo asegurar.

 ¿Expectativas y planes inmediatos tras la publicación de este libro, cuyas referencias aún están vivas en las mentes de varias generaciones de cubanos?

Rescatar una novela perdida que tengo grabada en la memoria y escribir la segunda parte de Su propia guerra. Esto último es un desafío que espero la vida me permita cumplir.


 

Un horrendo crimen

Foto cortesía de Pixabay

Es necesario poner en contexto los sucesos que desencadenaron la agresión sexual, por seis individuos, contra la hija de Cleida García el pasado 6 de septiembre en La Habana. Necesario para las mentalidades pedófilas que responsabilizan a la menor y a su familia por el horrendo crimen. Horrendo crimen, insisto.

¿Una niña de 13 años, recién cumplidos insisto, no tiene derecho a ser parte de la sociedad?

¿Una niña de 13 años no puede ir a la cafetería cercana a su casa; visitar a sus amigas; interactuar en su barrio; hacerse selfies?

¿Una niña de 13 años no puede ser niña?

¿Una niña de 13 años es culpable de que existan pedófilos; predadores sexuales que premeditan la cacería; que sabían además que era una niña de 13 años?

La agresión sexual contra la hija de Cleida fue premeditada. Bien hilvanada para no dejar opción de escape. A la hija de Cleida la cazaron. La emboscaron con paciencia.

El manipulador, el sujeto de 20 años de edad, tejió el escenario a través de #ToDus. Con calma [no fue de un día para otro] llegó a convencerla de ser «novios».

Luego, le propuso sostener relaciones íntimas a las cuales, en principio, la niña se negó. Este primer escenario se limitó a través de ToDus.

Cuando el 6 de septiembre este sujeto interceptó a la niña mientras esta se dirigía a la cafetería cercana al domicilio de su abuela, no fue un hecho fortuito ni casual. La estaban velando.

Allí, en la cafetería, insiste a la niña en irse con el a su domicilio para concretar la relación íntima. La niña duda, pero el predador insiste. Hasta que la convence.

La niña accede a tener relaciones íntimas con este sujeto en cuestión [que ya de por sí incurre en un delito tipificado en el Código Penal cubano] mediante un franco proceso de manipulación que comenzó, se dijo antes, a través de ToDus.

Ojo, e importante: en cualquier escenario se trata de manipulación. Una menor de 13 años no está en capacidad de confrontar la manipulación de un adulto. Toda la jurisprudencia, en al menos los últimos cincuenta años, lo confirma.

Volvamos a los hechos.

Una vez en casa del manipulador-predador y consumado el acto, la niña se percata de la presencia de otros cinco sujetos que, de antemano, habían concordado perfectamente en la ejecución del plan.

Bajo amenaza, y temiendo algo peor, la niña se quedó sin opciones: sufrir el vejamen grupal.

Ninguno de estos seis sujetos está justificado. Como tampoco está justificada la morosidad, la desidia y la burocracia de las autoridades del régimen cubano, que han resultado en injusticia para la niña y su familia.

La niña y su familia tienen que sufrir ver a diario a los agresores. Sufrir el cuchicheo a sus espaldas, la denigración de la niña: el «ella quiso» y el «ella se lo buscó».

¿Qué niña o adolescente, de cualquier edad, se busca ser agredida sexualmente, ser violentada, ser blanco de predadores sexuales?

Habría que tener una mente muy enferma para siquiera pensar que una niña o adolescente es culpable de ser violada por seis sujetos. Seis sujetos que la emboscaron, la acecharon, la cazaron, la midieron, la manipularon.

No hay que ser madre o padre para entender que una niña de 13 años vive todavía la maravillosa inocencia de ser niña.

En toda esta historia no hay un solo ápice de grisura. Solo hay dos bandos: los culpables absolutos [los seis sujetos] y las víctimas absolutas [la niña y su familia].

Simple y sin discusión de índole alguna.

Un segundo bando culpable, igual sin dudas, es la estructura gubernamental del régimen cubano que, hasta este minuto, no ha dado un solo paso hacia la justicia.


 

Free Cuba Fest, en auto y al aire libre

En asociación con Hola Ota Ola, Umbrella Art Foundation y Cuba Great Again, entre otras organizaciones, el evento Free Cuba Fest se celebrará el próximo 10 de octubre de 2020 en el Miami Marine Stadium (3501 Rickenbacker Causeway, Miami, FL 33149), de 11:00 a.m. a 10:00 p.m.

En el evento, cuyo objetivo fundamental es «impulsar al movimiento artístico y cultural radicado en Miami en función de un cambio de sistema en Cuba», participarán populares youtubers y artistas como Alexander Otaola, Gente de Zona, Escuadrón Patriota, Lena Burke, Boncó Quñongo, Chocolate MC, Roberto San Martin, Chucho del Chucho, Ultrack y Ana Olema, entre muchos otros.

Dado que aún vivimos en tiempos de coronavirus, los organizadores han tomado medidas como realizar el evento al aire libre y con los espectadores en sus automóviles, de manera que la distancia social recomendada por las autoridades sanitarias sea posible, a la manera de un autocine.

Habrá baños desmontables y food trucks con las medidas de seguridad requeridas.

La reservación de espacios -limitados- es gratis, aunque los interesados pueden contribuir con los gastos del evento haciendo una donación. Para reservar, clic aquí.


 

Flores azules para una estación contemporánea

Flor azul / su canto vive aún en la casa nocturna del dolor.

Georg Trakl


Después de leer Soñar como es debido con una flor azul, nos queda la impresión de que vimos un filme, una película en blanco y negro, muda, sin banda sonora, como para que escuchemos el redoble del tambor de una ejecución, o el ruido del martillo mecánico que rompe en dos el camino que conduce al sitio y suena como el Apocalipsis… El martillo que trepana el cráneo de esa realidad donde hay decapitados… hay amenazas en blanco y negro que parecen venir del pasado pero que, a su vez, regresan del futuro, como si pasasen por debajo de las alambradas y se asomasen, confluyendo, a esta calle sucia de vísceras.

En esta película-realidad habrá siempre un paisaje contaminado, una realidad frustrada en su esencia, esos paisajes donde no hay mariposas, ni una, pero sí puentes en los que suicidarse… No hay mariposas, pero sí una mariposa dibujada por un niño en un papel y, lo más importante, esa multitud que bulle y pisa el papel con la mariposa; en ella (en esa multitud) nadie se encuentra con alguien; ella tiene la sensación (inconsciente) de que pisa el papel con la mariposa y éste se hunde y ella, toda esa masa, cae al vacío. La poesía de Abel encuentra la auténtica profundidad y la palabra que se desliza y refleja sin distorsión la llaga. El poeta es uno que sueña con los ojos abiertos como debe ser, que atiende al hecho de estar despierto y reflexiona, escoge temas que, como los zombis o las hojas de árboles /que se pudren en los libros, son inexplicables. Se trata, sí, de traiciones insolubles; de destinos que /nadie destinó; de muros de hormigón hechos con muros de hormigón en los que los grafitis callan, o fingen callar, o dicen nada. Porque se trata de lo que importa.

Hay en Abel German un realismo raigal, el poeta es el hombre en la vida verdadera, su poesía trae implícita la conciencia de la crisis presente, un mundo que se deshace inevitablemente, sin esperanza. Pero aun cuando nos presenta una realidad sin maquillaje, a través de una poética cruda, si se quiere, con una gran carga de ironía y pesimismo, a pesar del trágico destino que se asoma por todas partes, aun cuando puede abrumarnos el exceso de pánico de lo que vemos y oímos en estas páginas, no deja de asombrar el modo como se las arregla para fusionar realidad-poesía con esa habilidad y maestría  que señalara José Hugo Fernández al referirse al libro: Soñando con los pies en la tierra y la mirada en el infinito, como corresponde a un auténtico poeta, Abel convierte en versos espléndidos las limitaciones (que son a la vez las de su tiempo y las de su historia personal) para soñar como es debido. Su poesía de fuerte acento coloquial, entre exteriorista e intimista, siempre con un trasfondo de aguda acritud filosófica, deambula por los simples objetos del entorno con la misma acuidad con que penetra en los resquicios de su yo interior.

Crear mundos dotando de significado y de valor esas realidades, es algo que este poeta sabe hacer. Las palabras superan las imágenes cinematográficas, logran expresar las percepciones de quien ha mirado intensamente en su entorno y en el ser para dejar un testimonio vivo. Abel German pone cuerpo y lenguaje al silencio…, el silencio-daga-en-el-vientre que se apoya; el silencio-ramitas-polvo-nieve-voces que estalla; el silencio-laberinto-de-muros con vidrios incrustados en los muros del laberinto para que nadie escape… Como si inventara ese universo y no me asquease. —Nos dice— como si inventara el roce de las lilas y hasta los dedos de los muertos que las mueven y hacen que rocen la puerta y dejen (en la puerta) sus huellas… Y es el silencio, insisto. Y son los ojos que ineluctablemente se cerraron al alcance de mi mano sin que mi mano pudiese evitarlo; esos ojos que se cerraron en silencio, como telón al final de una obra en cuyo escenario entonces (en el momento en que caía) solo había un ataúd; esos ojos que cayeron tal si renunciasen, parecidos a guillotinas; que se desplomaron, en fin, igual que bombas sobre cierto absoluto.

Esa actitud del poeta frente a la realidad tiene precedente en Baudelaire, Rimbaud, Claudel y hasta cierto modo en Valéry, con quien coincide en su posición antirromántica, y en la visión de un cosmos cerrado, donde el yo cumple una función ordenadora y contemplativa. Lejos del idealismo trascendente de los simbolistas, el yo estará siempre en una situación de soledad radical: Estoy solo en este leve espasmo; solo ante este ojo ciego lleno de ojos brillantes que se espían a sí mismos; solo ante este inmenso ojo de mosca. Y el público no aplaude. No aplaude.

Hay en este libro una invitación a soñar distinto, a estar atentos entre la vigilia y el sueño. Su intención va más allá de la experimentación onírica, porque es preciso despertar, lo sabe, es preciso que el hombre despierte de la mera apariencia de este mundo, para que pueda llegar a la conciencia de la propia realidad. Y la poesía es el instrumento, la poesía aun cuando no sirva para otra cosa, como lúcidamente acertara a decir Gamoneda, servirá para afilar nuestras conciencias. Ella es el despertar de un saber, y en Abel esa sabiduría le permite conjurar el sobresalto, el escepticismo y la angustia que toda experiencia de la conciencia lleva consigo. El poeta nos dice: una rareza. Un perro de varias cabezas…, un perro con miedo que no tiene miedo pese a que debiera tenerlo y lo tiene…, que intenta descifrar la diáfana sencillez que corre por la sangre que corre entre esos lados, la sencillez de los gritos y, en especial, la sencillez /de la voracidad del ADN o su rastro de pólvora.

Imperturbabilidad, rebeldía, inconformismo, son algunos de los rasgos que sobresalen en su poética. Hay imágenes reveladoras que llevan el tono de versículos apocalípticos: y veo lo que veo… un cielo de pájaros furiosos. O asustados qué es la furia al revés… es lo que el poeta ha visto en sus meditaciones, y son las noticias catastróficas del fin del mundo anunciado, sus versos traen implícito un fracaso, un imposible, una perenne melancolía, aunada a la memoria de la caída, por eso todo viaje es un descenso, también el viaje hacia uno mismo. El poeta nos habla con esa lucidez insoportablemente lúcida, influenciado tal vez por los poetas de la desolación y la muerte como Trakl o Eliot, con los que comparte esa oscura nostalgia hedonista, cercano a Rilke, la rememoración lleva un sentido funesto por el profundo sentimiento de desoladora tristeza, pero si bien expresa la idea Rilkiana de la belleza temible; para Abel no hay un reino de redención, nada puede redimirnos, el Ángel no puede, la belleza tampoco.

Su poesía representa inquietudes totalizadoras, la anticipación del desamparo total del que el hombre quiere salvarse. La perplejidad ante la muerte, el deseo de saber qué es. La gran interrogante, ¿que cómo se responde sin el dato de Dios? los que mueren (porque sucede) se disuelven sutilmente en el monólogo colectivo de ese Dios lleno de rostros que forman un rostro que, visto de cerca, es un Dios de rostro abolido que, simplemente sucede. Tras la aparente falta de fe, hay una búsqueda agónica por encontrar el otro lado de las cosas, y de la realidad que contempla, es evidente el desencanto del poeta al no hallar la forma de liberar al hombre del acontecer y del fatalismo de las circunstancias que conforman su vida.

…tomaran el sol azul de las pantallas, como si lo absorbieran con las bocas abiertas /tendidos en los sofás-ataúdes. Es como si tomasen o absorbiesen ese /sol azul que les introduce en el cerebro un microchip. Encontramos el azul con un significado ahora extendido, peligroso, amenazante, si a un lado de esa soledad está la basura, algo mágico, una simetría de pobreza perfecta… detrás, justo detrás, están las flores… como puestas ahí por el sueño.  Establece un claro contraste entre la flor azul del principio (la clara referencia es a Novalis y a su sueño moribundo irrealizable) para decirnos: Está sola… está sola en el prado del parque que, ahora (traspasado el umbral de la geometría y de los cálculos, traspasado el seto de ítamo real hacia dentro, traspasado el tiempo como si fuera algo traspasable —digamos un puente—), es un prado de verdad en un parque de verdad, con todo tan verdadero como la flor y su color azul movidos por la brisa del agua y los patos, ahí, verdaderos como agua y patos y flor que nadie sueña como es debido.

Si los sueños son un misterio, si abren puertas a otras realidades, y a otros universos de símbolos, ¿cómo soñar como se debe? Nosotros precisamente estamos hechos de misterio, de infinita extrañeza indescifrable, de dolor, y esa consciencia del dolor es también una fuerza motivadora que obliga a no conformarnos, por eso escribe como si negara la rotunda aseveración de Walter Benjamín con la que abre el libro y a la que logra suprimirle el “ya no”, porque si para el filósofo judío el hallazgo de la flor azul sigue siendo una imposibilidad, Abel se atreve a contemplarlas aunque esas flores sean flores azules rupestres en la habitación donde se vela el Ángel decapitado… flores azules que se secan allí donde nadie vela su cadáver. El cadáver de ese pobre ángel sin cabeza… flores sediciosas que alguna vez mostré a mi padre. 

Es cierto que no hay placidez en las visiones de Soñar como es debido, pero Abel no es el poeta de la desesperanza, hay en su poesía un reclamo, una urgencia, una necesidad… y si ocurriese un milagro, ¿y si no están muertos quienes me dicen que están muertos?soy el que espera el imposible…  la poesía es suficiente en sí misma para llevar la mirada a otra realidad, para sobreponernos a lo que perdimos en y por el tiempo, cuando leemos sentimos esa incandescencia, la provocación del poeta para que soñemos el mismo sueño,  porque hay que soñar para salvarse, para encontrar ese algo distinto, la esencia de la verdadera libertad, ese algo: un soplo, un rayo de luz, una voz que traspasa la pared y todo lo demás, incluso el tiempo. Porque detrás (pese a esos roces; pese a esa amenaza; pese a esos chirridos de columpios oxidados), detrás de abril y de la vida, hay eso… Flores azules descubriéndonos ese territorio dolorosamente hermoso que es la poesía.


 

Premio de Cuentos ‘Guillermo Vidal’ 2021

Editorial Primigenios, el portal de literatura cubana contemporánea «Isliada» y Editorial Lunetra convocan a todos los escritores hispanos a participar en el Concurso de Cuentos “Guillermo Vidal, 2021” con un cuento inédito de tema libre. Los cuentos se publicarán en el blog Memorias del hombre nuevo para que los lectores puedan votar por ellos.

El cuento que reciba más votos será el ganador del premio de $300 dólares. Los cuentos participantes serán incluidos en una antología del premio a publicar en la primavera del 2021.

Los interesados deben enviar sus cuentos en formato Word e incluir sus datos de autor y una foto a la dirección de correo [email protected]

La convocatoria al Premio de Cuentos “Guillermo Vidal” 2021 estará abierta hasta el 31 de enero del 2021. Los cuentos que arriben después de esa fecha no serán aceptados.

El resultado se dará a conocer el 10 de febrero del 2021 en ocasión del cumpleaños de Guillermo Vidal. No se aceptarán obras que se envíen a otras direcciones de correo.

Los originales deben ser enviados en formato word, Time New Roman 12, interlineado 1.5.

Para consultas sobre el premio, los interesados pueden escribir al correo de la editorial: [email protected]


 

Ernesto Olivera, tres poemas sentado en el aire

El poeta en el Festival Vista de Miami

Ernesto Olivera Castro, tres poemas en Sentado en el aire, el canal de Juan Carlos Recio. Una escritura en la que se mezclan lo conversacional y lo experimental con certero lirismo.

Olivera ha recibido, entre otros reconocimientos internacionales, el Premio Nacional Paula de Allende, de la Universidad de Querétaro, en 1991. Su poesía ha aparecido en antologías de México, Cuba, España y Estados Unidos. Ha publicado poemarios como Habitante provisional (1994), Cuarto menguante (1998) y Largo aliento (2013), entre otros.

 


Taller online de Creación Literaria (poesía y novela). Incluye:

– Material de estudio
– Teoría y técnica
– Ejercicios, ejemplos
– Taller de obras participantes por autor
Costo: 100 usd al mes
Para mayor información, contactar:
Ernesto Olivera Castro
celular: +52 1 618 1819104

El periodista Jiménez Enoa, de The Washington Post, sufre acoso en Cuba

El pasado 1 de octubre de 2020, el periodista independiente cubano Abraham Jiménez Enoa describió así su detención por agentes de la Seguridad del Estado castrista:

“Acabo de llegar a casa después de pasar casi 5 horas de interrogatorio. Antes, cuando llegué a la supuesta estación policial donde sería la cita, me desnudaron para registrarme, me esposaron y me obligaron a ir con la cabeza abajo en un carro con tres agentes vestidos de civil hacia Villa Marista, el departamento de la Seguridad del Estado”, escribió en su cuenta de Facebook.

“Ahí me dijeron que si vuelvo a publicar en The Washington Post me procesarán por usurpación de funciones porque el medio no está acreditado en Cuba, que comenzarán una guerra contra mi familia y mis allegados, que todo esto era porque detrás de mí está el gobierno de Estados Unidos”.

“Después de muchas otras amenazas, al regreso, no me esposaron, pero igualmente me trasladaron con la cabeza abajo. Este post es, sobre todo, para aquellas personas que creen que en Cuba no impera un régimen dictatorial”, resumió el comunicador.

El 15 de junio de 2020, The Washington Post anunció que había «nombrado al periodista radicado en La Habana, Abraham Jiménez Enoa, colaborador de su página en español”, recordó este sábado el Centro por una Cuba Libre. The Washington Post destacó que Jiménez Enoa «es el cofundador de El Estornudo, primera revista online dedicada al periodismo narrativo».

“Jiménez Enoa ha publicado regularmente comentarios enfocados en asuntos sociales y políticos en Cuba durante los últimos cinco meses… el aparato represivo de Castro busca romper esta relación con las violaciones descritas anteriormente”, subrayó el Centro por una Cuba Libre. “Hay que denunciar la cruda censura de la dictadura y defender a este y otros periodistas independientes”.


 

En torno a ‘Un ciervo herido’

En el año 2002, encontrándose ya exiliado en México, Felix Luis Viera publicó Un ciervo herido, cuya repercusión en países de América y de Europa no sólo iba a extender sobremanera el radio de su resonancia como autor, también le abriría un espacio en los catálogos de los más aclamados exponentes de la literatura hispanoamericana. Sólo en la ciudad de Miami se mantuvo entre los libros más vendidos a lo largo de cinco meses continuos. Y después de su primera edición, en Plaza Mayor, Puerto Rico, sobrevinieron nuevas tiradas: en Edizioni Cargo, Italia (traducida al italiano); en Eriginal Books, Miami; en Verbum, España.

La novela aborda el tema de los campos de trabajo forzado establecidos en Cuba, en el año 1965 (bajo la camándula de Unidades Militares de Ayuda a la Producción, UMAP), para confinar a más de veinte mil jóvenes inocentes que la dictadura de Fidel Castro, prejuiciadamente, consideró lacras sociales, por lo que se propuso convertirlos en “hombres nuevos” a fuerza de vejaciones, encerramiento y crueldad extrema. Es sabido que la publicación de esta novela propiciaría que tales campos de concentración fueran conocidos internacionalmente como lo que en realidad eran y no como un vehículo de formación revolucionaria, cínico disfraz con que aquel régimen pretendió presentarlos. En fin, se trata de una historia que por suerte ha logrado alcanzar la trascendencia pública que merecía. También (aunque no sólo por lo que cuenta) Un ciervo herido ha sido, entre las obras de Viera, la más comentada en los medios de información y la que más atención recibiera por parte de los críticos. Eso me permite, o me impone, no extenderme mucho más allá de unas pocas consideraciones que he rumiado al vuelo mediante su lectura y relecturas.

Entre las particularidades de Un ciervo herido que me impresionan siempre que vuelvo al libro se encuentra la forma destensada, sabia, y muy eficaz en tanto recurso literario, con que Viera supo mantener bajo total control sus emociones mientras convertía en ficción sucesos reales, especialmente dolorosos, que él mismo sufriera como uno de aquellos jóvenes recluidos en las UMAP. Por mucho que el asunto se haya mencionado en reseñas y entrevistas, creo que seguimos debiéndole (a él y a la literatura cubana) un estudio en profundidad sobre el magnificente estilo que le permitió guardar distancia con los hechos a la hora de narrarlos. Prometedora tarea para los críticos. Y les aportaría más que esas valoraciones epidérmicas que suelen compartir unos con los otros, como si fueran parientes.

La meticulosa sobriedad que exhibe Viera cuando reelabora momentos, hechos y personajes tan aborrecibles, a mí me recuerda la actitud del microbiólogo abstraído en el examen y la selección de organismos microscópicos para un diagnóstico. Si quisiéramos confrontar la eficiencia de sus recursos en tal sentido no nos queda otra que remitirnos a unos pocos (muy pocos) libros de escritores europeos. Algunos lo hicieron excepcionalmente al describir pasajes del holocausto judío perpetrado por el nazismo. También es recurrible cierto rasgo del estilo de James Joyce, aquel que Beckett calificó con tanta admiración como su poder de distanciamiento, y en torno al cual dijo que daba lo mismo que estuviese describiendo la caída de una hoja, la caída de la noche, o la caída de un imperio, pues siempre el distanciamiento de Joyce era total. Pero desde luego que no hallaremos nada parecido en la literatura cubana, ni creo que en la de Latinoamérica por lo menos hasta donde me da la memoria. El más cercano precedente quizá, no en el plano geográfico sino circunstancial, podría ser la estremecedora novela Un día en la vida de Iván Denisovich, donde Alexandr Solzhenitsyn bordea el colmo de la impavidez para recrear detalles de un día en la vida de un confinado en los Gulag de Siberia en tiempos de la Unión Soviética. Mas sin que esto implique demérito para el potente estilo de Solzhenitsyn y aún menos para su integridad moral y profesional, se conoce que él tuvo que escribir y reescribir su libro valiéndose de una bien calculada cautela, toda vez que pretendía publicarlo (y finalmente lo publicó) en la URSS, por lo que estaba obligado a burlar los cercos de la censura. Es el motivo por el cual le vemos detallar los horrores del Gulag con un sosiego y hasta una frialdad tales que a veces sobrecogen tanto como los horrores mismos, llevando al extremo las enseñanzas del realismo impasible de Chejov. No fue el caso de Viera, quien no se atuvo a más patrones que aquel que le dictara su intuición de singular narrador-poeta, y que además no habría podido ni siquiera soñar con la publicación en Cuba de Un ciervo herido. Así que lo escribió en su exilio mexicano, por lo que tuvo la oportunidad de escoger con libertad la elegante contención y el desapasionado acento que tan meridianamente distinguen esta novela. Incluso, en el momento de su redacción, él no había leído aún a Solzhenitsyn, lo cual no obstaculiza que identifiquemos coincidencias entre ambas novelas, especialmente en el empleo de algunas técnicas y enfoques, por razones de dialéctica histórica tal vez. Aunque igual se aprecian disimilitudes, causadas por imperativos de idiosincrasia, o de cosmografía, supongámoslo así.

Por lo demás, en Un ciervo herido no sólo destacan la mesura y la serenidad con que el autor distiende sus amargas introspecciones. Asimismo, y creo que en mayor medida, sobresale el tono neutro, limpio de animosidades, con que revive la conducta de funcionarios, carceleros y jefes de las UMAP, cuya catadura moral sospecho yo que no estimulase para nada esa asepsia. Tengo entendido que es un aspecto de la novela que ha llegado a generar inquietudes entre más de un lector y que suele ser motivo de recurrencia por parte de los entrevistadores, algunos de los cuales manifiestan extrañeza o desconcierto ante ese tratamiento que, según interpretan ellos, iguala de un plumazo a las víctimas con los victimarios. “Los verdugos también eran víctimas –ha puntualizado Viera-. Víctimas de lo que ellos creían que era justo, o necesario para *alcanzar el porvenir luminoso de la patria*. Claro, hay hombres que gozan siendo verdugos de cualquier causa, y eso es otra cosa”.

En un sentido más abarcador, que incluye la forma junto al contenido de esta obra, Viera ha declarado también: “Quise, con toda intención, darle voz y voto a ‘la otra parte’, a lo largo de la narración. A veces más, a veces menos, según se pueda, pienso que el novelista debe renunciar a lo unidimensional. No es justo en una novela omitir a la “otra parte”. En la creación narrativa también vale toda la imparcialidad posible”. Y quizás para  aprovechar a fondo toda la imparcialidad que le permitía el argumento, fue que tuvo la brillante ocurrencia de añadir en las páginas finales de la novela el “Anexo”, que contiene una entrevista ficticia con uno de aquellos oficiales que fueron jefes en las UMAP. Un acierto pleno. La gota que colma la copa de su solidez estructural. No es gratuito que hasta el autor lleguen noticias de lectores que aún hoy creen que la entrevista tuvo lugar en tiempo real. Precisamente por esa entrevista ficticia, unida a otros hallazgos formales que han sido opacados por el contenido (pues éste retiene casi la totalidad de los elogios que se dedican a la obra), estimo que merecerían una mayor atención sus virtudes técnicas. A mí en particular tales hallazgos me traen de vuelta aquello del “realismo inverosímil”, inscripción un tanto juguetona que Viera propuso para calificar la tendencia de uno de sus libros, Las llamas en el cielo, pero que bien podría ajustarse al grueso de su narrativa, incluida Un ciervo herido. En principio, si algo me queda claro es que a esta novela no le encaja la etiqueta de realismo, a secas, que es la que en general se le acredita. La postura anti-solemne, anti-sentimentalista, irreverente, desdramatizada, anti-realista podría decirse, así como el aliento satírico, incisivamente jodedor que la recorre de punta a cabo, no alinean ni a empujones dentro del realismo convencional. Tampoco me parece que le sea afín el modo en que este autor asume la realidad de los sucesos, no con el simple objetivo de convertir su narración en testimonio, o no únicamente, sino para escarbar entre las capas que envuelven “lo real” en busca de su sentido último y ciertamente velado. Las respuestas teleológicas, existenciales o testimoniales a las que nos acerca Un ciervo herido, son en verdad ajenas al realismo convencional. Incluso, mejor que con la línea realista, podrían asociarse con el posmodernismo, por más que Viera tampoco sea un escritor posmoderno. Así que a falta de un apelativo idóneo, no me suena mal para el caso lo de “realismo inverosímil”.

El humor (negro y de cualquier tinte) que se desgrana prácticamente sobre cada página, cada diálogo o cada descripción de la novela, marca igualmente pautas de carácter formal que son bien diferenciadoras. No sólo por la variedad de sus encuadres y puntos de vista -ya que sustenta todos los perfiles del coro narrativo-, sino también, y sobre todo, porque convive orgánicamente con un argumento colmado de situaciones tensas, tristes, desgarradoras en no pocas ocasiones. Pero se trata de una particularidad que, como no podría ser menos, también destaca entre las más comentadas por críticos y lectores. De manera que puedo –y debo- ahorrarme la repetición de los mismos elogios. Si acaso me gustaría señalar de pasada el primordial atractivo que aporta a la novela la madre del protagonista Armando Valdivieso. Este personaje, además de ser (para mi gusto) el más seductor de Un ciervo herido, es el que más constante y desenvueltamente se prodiga en el uso del humor. Toda su participación se limita a breves monólogos, que son cartas que envía a su hijo. Sin embargo, no hay aquí ninguna otra presencia tan empática como la suya. He sabido que ese personaje, a quien le sobra en gracia y agudeza todo lo que podría faltarle en instrucción, está inspirado en la madre del autor. No en balde resulta tan adorable.

Las divertidas cavilaciones de la mamá de Valdivieso, quien habla de todo un poco en sus monólogos, mezclando los asuntos y saltando de unos a otros con la misma perspicacia y picardía que Molly Bloom, coronan sin dudas el eficaz tratamiento humorístico de la novela. Aunque, como ya quedó anotado, no es su único aspecto sobresaliente en esa dirección, y tampoco constituye una rareza dentro de toda la obra narrativa de Viera, a quien no será posible pasar por alto cuando se elabore el inventario de los escritores latinoamericanos que con mayor destreza y persistencia sazonan con humor sus narraciones.

“Lo del humor se trata ya sabes, de un recurso semejante al erotismo (ambos “naturales”, sin proponérmelo… y digo “recurso” porque creo que el erotismo no es género, sino eso, recurso) y ahí va corriendo. Bueno, esos recursos que caracterizan mis escritos, mi narrativa, sobre todo”. De tal manera, escueta y sin la menor presunción, resume Viera la ingeniosidad con que logró alisar las asperezas de su trama mediante el uso de ricas variantes de lo sarcástico, lo mordaz, la sátira. No dice él, no sé si por modestia o por no haber dedicado suficiente atención al detalle, que la decisión de permitir que reposara durante largo tiempo su experiencia personal en las UMAP, antes de emprender la redacción de esta novela, pudo influir en su disposición para hacerlo tan marcadamente en clave de humor. Durante treinta años Viera estuvo dándole vueltas al tema dentro de su cabeza. Lo habían confinado en las UMAP en 1966. Y no fue hasta 1996 cuando se sentó a escribir la novela. Para aquellos a quienes les parezca demasiado el tiempo que dejó transcurrir, apunto que más tiempo aún le ha costado conocer la causa o el pretexto de su reclusión en los campos de trabajo forzado. “Yo, como tantos que allí estuvieron, no supimos por qué. Mas, yo me juntaba con, según el rasero de aquel Gobierno, lacra social de diferentes tipos. Por algo de esto tuvo que ser. Yo era el único sostén económico de mi mamá, de modo que cuando me llevaron violaron la Ley, la cual aclaraba que, en este caso, no te podían “reclutar”. Por lo antes dicho fue que me dieron baja temprana. Pero esto costó mucho papeleo y angustias. Sí supe, no pocos años después, que el Comité de Defensa de la Revolución (CDR) de mi cuadra me puso mambo”. He aquí otro término musical del que Viera hace buen uso. “Ponerle mambo” significó esgrimir contra él acusaciones difamatorias y secretas sobre las que el denunciante no necesitaba mostrar pruebas.

“De 1973 a 1995, escribí y publiqué varios libros de poemas, de cuentos, novelas –continúa precisando Viera sobre el particular–. Me seguía martillando en la mente, el corazón y dondequiera, aquella novela pendiente de escribir, tan cerca de mí, pero para la cual no hallaba el narrador adecuado. Por muchos artilugios de redacción que emplease, si no conseguía un narrador fuerte, original, con su contraparte o contrapartes iguales, no lograría más que una sucesión de capítulos tremebundos, una cadena con infinidad de eslabones trágicos… que aun como tales podrían aburrir a cualquier lector. En México, en 1996, y claro, con más experiencia en el arte de escribir, me pareció que ya sabía cómo “hacerla”. Y así, durante cuatro años, escribí Un ciervo herido, cuya primera edición es de 2002”.

Como ya sabemos, aquel narrador adecuado que tanto buscaba no iba a encontrarlo sino secundado por un coro que hace las delicias polifónicas de la novela. Así como los artilugios de redacción que refiere hallarían su plétora en la diversidad de registros humorísticos y en el eficiente empleo de expresiones del argot popular. En cuanto a la mención que hace más arriba concerniente al uso del erotismo como herramienta literaria, igual resulta bien conocida la asiduidad con que acudió a este recurso en Un ciervo herido. En rigor, debieron ser punto menos que inevitables las escenas eróticas en una novela sobre las UMAP, con miles de prisioneros, entre los cuales, si bien no había mujeres, por lo menos el veinte por ciento eran homosexuales, hasta dónde fue posible prever con alguna exactitud el dato. A ello habría que añadir que el erotismo como recurso literario representa una constante en gran parte de las creaciones de Viera. Exactamente por eso es que no voy a ocuparme de su presencia y sus efectos en esta novela. Prefiero reservar el asunto para más adelante, en un espacio adicional que me permita su repaso en tanto cualidad identificativa de este autor. Una cualidad -justo es acotarlo- por la que se ha ganado más de un reproche. También, y creo que es lo peor, ha servido para que ciertos críticos, de esos que suelen opinar a partir de la opinión de otros críticos, conviertan algo que es tan auténtico en Viera en un mero tópico que abarata su estilo pretendiendo tal vez encarecerlo.


Fragmento del libro La explosión del cometa (Prontuario de un lector atento en torno a la obra literaria de Félix Luis Viera), de José Hugo Fernández. Tema relacionado


 

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