Botero a todo volumen

Una exposición sobre la gráfica del célebre pintor y escultor colombiano


Cuando se habla de Fernando Botero, enseguida pensamos en esos cuadros y esculturas que con sus dimensiones pantagruélicas parecen querer desbordar galerías y ciudades de medio mundo. Sin embargo, la voluminosa figuración del colombiano también ha llenado desde hace mucho tiempo un campo de la plástica que a veces se considera, injustamente, un arte menor.

Así que, para demostrar que el peso de Fernando Botero no se aligera más allá de las fronteras de la galería, el Museo de Arte Contemporáneo de Doral (DORCAM), en coordinación con Adriana Meneses Art y David Restrepo Art, acaba de inaugurar una muestra que lleva precisamente a la galería 45 posters de este artista obsesionado con el volumen.

Fernando Botero, la evolución de un maestro reúne piezas pertenecientes a Enrique Michelsen, un coleccionista que, en el ya lejano 1977, adquirió la primera de ellas, un afiche dedicado al Festival Mundial de Teatro que se celebró aquel año en Nancy, Francia.

Como es habitual en el grueso y colorido universo Botero, los temas de su gráfica —lo mismo en pequeño, mediano que en gran formato— siguen siendo la tauromaquia, el desnudo, la religión, el desnudo o la naturaleza, por citar algunos de sus principales temas. Igual que hicieron antes Tolouse-Lautrec, Daumier o Manet, el colombiano logró llevar por este medio lo más genuino de su arte a ese gran público que no entra en las galerías y los museos.

El ímpetu creador de Botero, nacido en 1932 en Medellín, surgió desde su adolescencia y resulta notable que haya abandonado el aprendizaje de la tauromaquia para dedicarse de lleno a la pintura, aunque ese espectáculo y la visión literalmente espectacular del arte ya no lo abandonarían jamás. Confesó el artista alguna vez que todo lo que ha hecho no ha sido por academia, sino por intuición y trabajo: “Por pura pasión”.

Aunque se pueda apreciar en él la influencia de Diego Rivera, Rousseau, Velázquez o Goya, lo que podríamos llamar su histriónica pasión por el volumen apareció de pronto mientras pintaba la forma de una mandolina en un bodegón: lo que engordó desproporcionadamente aquel día de 1956 ante sus pupilas no volvería a enflaquecer jamás. Y no porque quisiera pintar la obesidad y el gigantismo, sino porque la fiesta del volumen era su propio rito visual para celebrar la sensualidad y la belleza. “Una exaltación de la vida”, según describió él mismo.

Dice Enrique Michelsen que su colección, que empezó como pasatiempo, se convirtió en el documento de la vida del artista, porque sus afiches revelan la magnitud de la carrera de Botero: “Solo recorriendo visualmente sus posters se logra dimensionar su extraordinaria presencia en el mundo del arte”.

Fernando Botero, la evolución de un maestro ha sido exhibida ya en Long Beach (California), Las Vegas y Dinard (Francia) y ahora, con la curaduría de Marcelo Llobell y Adriana Meneses, puede ser visitada en la suite 115 del City Place en Doral, Florida.