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La Montaña Draco, cosmogonía de la ternura

Todavía el globo mundial no había sido rebanado en forma de países. La virtud no era como luego la vería Cortázar, un microbio redondo y lleno de patas. Nadie conocía el bochornoso desacorde de las palabras vanidad, mentira, miedo… Muchos diluvios tendrían que desatarse antes que el odio deflagrara sus diques devenido chasco de la imaginación. En fin, el planeta Tierra no era reino de hombres, sino de dragones. Aunque si ambas especies se aproximaban hasta el punto de intercambiar el aliento de sus entrañas, nacían prodigios con corazón humano y alas de dragón. Y donde quiera que tuviese lugar uno de tales nacimientos, estaba asegurada la presencia de un tesoro.

Son tiempos y circunstancias a los que podremos volver fácilmente. Basta con que seamos capaces de identificar la ubicación de la Montaña Draco según las coordenadas que entre guiños nos desliza la escritora cubana Daína Chaviano. Una vez sobre la pista, sólo debemos conservar en el espíritu cierta dosis de inocencia. Entonces nos será permitido escalar el anillo de vegetales cristalinos que defiende el pico de la Montaña Draco, atravesando un puente entre dos dimensiones, la de la existencia común y la de los anhelos.

La Montaña Draco es región del idilio, atlas de lo inverosímil, lo inabordable a simple vista, a pesar de que de ningún otro sitio, fantaseado o físico, está más al alcance de la mano, pues pertenece a la cosmogonía de la ternura. No por gusto cada uno de sus paisajes, al igual que los seres que pueblan su atmósfera, inusitada, translúcida, le dispensan una muy especial accesibilidad al lector adolescente, aun cuando fueran o no creados exclusivamente para él. Yo por lo menos no me atrevería a afirmar que País de dragones y El abrevadero de los dinosaurios, libros donde se escancian las maravillas de la Montaña Draco, deban ser incluidos en forma inapelable dentro del género literatura juvenil. Se conoce que muchas obras aprisionadas hoy dentro de esa jaula fueron escritas para lectores de cualquier edad. Sólo que los menores, siempre suspicaces, sabios y entusiastas, les concedieron voto unánime, lo cual no supone necesariamente una renuncia por parte de los adultos. También se registran casos en que ocurre lo contrario. Uno entre varios es el de las obras de Selma Lagerlöff, ese portento sueco.

Sea literatura para personas menores de la cual se apropian las mayores, o sea al revés, lo cierto está en el hecho de que la fantasía, el fino acento poético, el énfasis sutil pero nunca insubstancial, ni pedante en torno a las riquezas del espíritu, demarcan la geografía de esta montaña mágica. Razones suficientes para que se entienda por qué los niños y en particular los adolescentes van hacia ella como bala por tronera, confiados, ansiosos por aprehender linduras, mientras que los mayores disfrutan de su contemplación a distancia, y hasta dejando caer quizá un mohín de escepticismo. Y es que mientras unos trasponen apenas la etapa de la vid tierna, sedienta y voraz, por el imperativo de crecer; los otros son la borra ácida del vino. Unos van y otros regresan. Sin embargo, entre las grutas de ensueño, los altos riscos, el fulgor verde de la  Montaña Draco, gravitan dos lecciones aptas y aun necesarias para todas las edades. A saber, que más importante que el hallazgo será siempre la búsqueda y que sin equilibrio no hay sabiduría.

Al igual que el suelo que pisan, los pobladores de la Montaña Draco, o de sus cercanías, exhiben la increíble singularidad de lo sencillo, lo tierno, las esencias. Si son dinosaurios, nada les chifla tanto como ponerse a pastar en los sueños de las personas, con la panza vuelta al sol. Si son dragones, resultan visibles únicamente para quienes dispongan de paz interior. Desde hace casi treinta siglos los humanos andamos imaginando dioses y monstruos con el objetivo de intimidarnos a nosotros mismos, de aleccionarnos, de representar a la tremenda nuestros defectos, traumas y aspiraciones, buscándole la quinta pata al gato. Casi tres mil años y aún los moradores del Olimpo griego continúan ejerciendo su implacable autoridad sobre el espíritu del mundo. Con su herencia de sólida cultura y con su torrente de invención, nos dejaron también el súmmum de lo tétrico y lo deforme. Ni en treinta siglos más podrá ser engendrada otra galería tan aterradora como la de su bestiario. Gigantes desalmados con cincuenta cabezas y cien manos, medusas que convierten en piedra todo aquello que rozan con el brillo de sus pupilas, majestades que crispan los océanos con un estornudo, pájaros con garras de bronce que almuerzan carne humana, centauros que reparten túnicas envenenadas, basiliscos que matan con los ojos, minotauros, cancerberos, sirenas engañosas, abortos de mezcla infernal, mitad león mitad cordero. Alguien dijo que es sobre todo en el amor donde los griegos mezclaban sus bestias con sus dioses, y con eso queda resumido el asunto. Pero no sólo ellos. Ahí están La Esfinge egipcia y sus deidades Anubis o Ammon. Están el Jaggernat hindú, el Dumovai eslavo, el Lamia medieval, el dios-vampiro de los zapotecas. Y la Cábala, el Islam, los chinos, los babilonios, los cronistas de Indias, el escalofriante Luzbel de los cristianos…

Nada que ver, en ningún caso, con los inquilinos de la Montaña Draco y sus alrededores. Ni siquiera aquel dragón de cien cabezas, guardián de las manzanas de oro de las Hespérides, parece ser pariente lejano de quienes pueblan el País de dragones, dulces criaturas alumbradas al mundo con la vida no dentro de su cuerpo, sino en el interior de una piedra preciosa. “Cuando la inteligencia busca, el universo se expande”, afirma Daína en las páginas del libro en cuestión. Es justamente lo que ha sucedido con los dragoncitos y los dinosaurios de la autora. La inteligencia, combinada con una sensibilidad exquisita, expandió las arcas de la literatura fantástica mediante estos dos seres en los que ningún creador del género había puesto mientes, tal vez por esa tendencia o padecimiento que nos impulsa a elevar siempre la mirada en pos de lo grandioso. 

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Quien espere hallar en El abrevadero de los dinosaurios un libro más sobre aquella manoseada especie de reptiles cuya extinción (cuentan que por hambre) ha dado de comer a tantos escritores, será la primera víctima del delicado sarcasmo de la autora. Se trata de otros dinosaurios. Para constatarlo no hay más que pasar la mirada sobre algunas de las setenta piezas que conforman la obra. He aquí un adelanto: “Los dinosaurios son criaturas muy especiales que no pueden contener sus deseos. Cuando alguno lo ha intentado, la represión, además de inútil y dañina, nunca ha sido duradera. Al final el deseo termina por escapar, transformado en un vampiro de luz”, (El bosque de los deseos). “El ser humano se diferencia del dinosaurio en que el primero, por muy liberal que se diga, en el fondo jamás perdonará que su prójimo sea distinto a él”, (Boceto de identidad). “Las grutas donde habitan los dinosaurios pueden ser de tres tipos: cerebrales, emotivas o durmientes”, (Habitat). “No metas tu hocico en el tazón ajeno: esta frase constituye la primera ley en el país de los dinosaurios”, (Boceto de identidad).

Publicado en La Habana, en 1990, un año antes de que Daína Chaviano se despidiera de su ciudad para radicarse en el exilio, El abrevadero de los dinosaurios es un libro que a pesar de haber logrado éxito inmediato entre el público de la Isla espera todavía un detenido examen de los especialistas. Narraciones de diversos cortes, reseñas, parábolas, crónicas, breves prosas poéticas, ajiaco de textos limpiamente hilvanados que se conjugan para intentar un rescate de las primigenias, las más auténticas resinas del sentimiento, lo configuran, a la vez que le otorgan un carácter peculiar.

Creo que clasificar esta obra, apretujarla en el corsé de un inventario, no resulta difícil. Ni muy productivo que digamos. Nos lo advierte una de sus propias piezas, el cuento Romanza ambigua, desafiante alegato contra nuestro afán por las definiciones. Así pues, me limito a ubicar antecedentes entre dos puntos bien distanciados en el tiempo, los estilos y las intenciones, aun cuando se retroalimenten como el oro líquido, por debajo de la corteza. En la raíz, Aristóteles, quizás Plinio, incluso Aristófanes. En el tronco, Borges, su insoslayable Manual de zoología fantástica, quizás el Estravagario de Neruda, y sin duda las Historias de cronopios y de famas, de Julio Cortázar. Me dirán que el espectro es demasiado amplio, elástico. Debe ser que como al dinosaurio Verde Verde, no me parece importante definir con palabras lo que nació ya determinado por su naturaleza.

Mucho más me complace sugerir el estudio de este libro en tanto revelador y atractivo bestiario de la literatura latinoamericana. Y bien se sabe que no son pocos. También sería imprescindible dejar dicho que no sólo se trata de una obra amena, de gran aliento humanista, sino muy eficaz en sus detalles técnicos, con piezas como El melancólico o El raro, que representan joyas del relato breve, y con un manejo envidiable de la fantasía poética, al tiempo que una transparencia, tanto en las ideas como en el lenguaje, y un tono desenfadado, de fina ironía, que sitúa el nombre de su autora junto al de los notables del género en el continente.

Por su lado, País de dragones ratifica a Daína Chaviano como la muy sobresaliente escritora de literatura fantástica que desde hace tiempo es, aunque no sea únicamente eso.

Este libro recibió en Cuba, año 1989, el premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil “La Edad de Oro”, pero su autora no logró publicarlo hasta el 2001, pues al partir rumbo al exilio engrosaría la legión de los escritores malditos condenados a la gaveta dentro de la Isla, con lo cual las autoridades la privaron de un derecho previsto legalmente en las bases del concurso. Al final, tanto ella como la literatura cubana salieron ganando con el edicto prohibitivo, pues para su primera edición, en España, la obra fue enriquecida con tres nuevos cuentos, Diario de un alquimista, La voz de la isla y El guardián de los molinos. Por cierto, en este último, una pieza de inspiración quijotesca, el dragón protagonista dice algo que constituye toda una sentencia para los censores de su creadora y para todos los censores: “Si existe un hombre que defienda sus sueños contra el resto del mundo, eso significa que aún hay esperanza. Significa que el alma humana, a pesar de todo, sigue viva».

En total, son once las piezas que integran País de dragones. Un detalle capital para quienes gustan del encasillado es que se trata de un libro de relatos fantásticos, donde los protagonistas son siempre dragones, los cuales tampoco llevan el mismo apellido que los legendarios de China, toda vez que éstos “…tienen el poder del conocimiento y del vaticinio, de la vigilia atenta y de las pasiones sublimadas”. Y otro detalle todavía mejor para los lectores, es que estamos en presencia de una obra trascendental en su género.

“Estas son leyendas del tiempo en que los seres humanos y los dragones vivían juntos. En aquella época, las fronteras que hoy separan las naciones no existían. El mundo era un inmenso país de dragones”. Con tales palabras se nos condiciona para la lectura desde las páginas iniciales del libro. Y lo agradecemos. Creo que como nunca antes necesitamos dirigir la mirada hacia días mejores, hayan existido realmente o estén por existir.

Puede ser que por sí solos los libros no sirvan para encarrilar el curso de la historia, pero nos arriman la palanca. Además, ¿dónde podremos encontrar impulsos más efectivos que los que ofrece la literatura en momentos en que el hombre ya no es libre ni siquiera ante su conciencia? Costumbres, referencias culturales, simpatías y antipatías, pasiones, obstinaciones, supersticiones, esperanzas, temores, unidos a nuestra ignorancia natural, nuestra ingenuidad, nuestra soberbia, nos convierten hoy en reos de nosotros mismos, aun antes de que la maquinaria económica y política de la sociedad nos haga animales dependientes.

Citas e interrogantes en tiempos de coronavirus (III)

¿Cómo define el coronavirus el mundo que asoma la nariz a la vuelta de la esquina? ¿Cómo ha enfrentado el ámbito de la cultura la expansión de la epidemia? ¿Y mientras tanto, en Cuba?

“La pandemia forma parte de lo social, de lo ideológico y de la economía. Entre nosotros, del otro lado de la puerta, está la muerte, la miseria, la violación, la toxicomanía, el alcoholismo, los dilemas morales, los prejuicios raciales, la intolerancia religiosa, los distanciamientos socio-económicos, la corrupción, la violencia contra la mujer… Esta pandemia en particular desnuda a un sistema global y las miserias de los países del Tercer Mundo, con sus deseos imaginables y brotes caudillistas”. Carlos Penelas en Palabra Abierta.

“El miedo al contagio nos hace más conformistas y menos receptivos a la excentricidad. Nuestros juicios morales se vuelven más estrictos y las actitudes sexuales, más conservadoras». David Robson en la BBC.

En medio del avance del Covid 19 en Cuba, “el rapero cubano Maykel Osorbo, detenido desde el pasado miércoles, fue liberado este sábado, informó en su muro de Facebook el activista cubano Luis Manuel Otero Alcántara, uno de los miembros más conocidos del Movimiento San Isidro”. ADN Cuba.

“Jason Valdés, junto a su hermano Jovany, ha tenido la iniciativa de donar comida a los sanitarios que trabajan en hospitales, ya han logrado hacer varias entregas. No pude menos que brindarle mi colaboración, pero todos les podemos apoyar pues se ha creado una campaña en Gofundme llamada Fueling the Fronline, con la cual todos podemos hacer mucho más grande y efectiva esta ayuda”. Joanna Columbié Grave de Peralta en Facebook.

Desde Alamar, al este de La Habana, la tertulia digital ‘Lecturas en tiempo’, también en tiempos de coronavirus, tuvo este viernes 17 de abril a los artistas independientes Iris Ruiz y Amaury Pacheco como principales animadores en Facebook: #ParaDescargarteEnCuarentena

Mientras, el acoso a la expresión independiente no cesa en la Isla, con periodistas e influencers como Osniel Carmona, Ruhama Fernández, Yander Serra, Camila Acosta, Yoe Suárez, Otero Alcántara o Víctor Manuel Domínguez, entre otros, bajo asedio o presión. La laureada periodista independiente Mónica Baró, multada el viernes pasado con $3,000 tras un largo interrogatorio en La Habana, declaró en su página: “No quise firmarla, tampoco pienso pagarla”.

Maykel Osorbo, golpeado y detenido

El rapero Maykel Osorbo

El rapero Maykel Osorbo, uno de los artistas independientes cubanos que con mayor frecuencia ha sufrido en los últimos años los embates de la represión cultural en Cuba, volvió a ser detenido este miércoles supuestamente por sus publicaciones contra el Decreto Ley 370, que regula (censura) el uso de internet en la Isla.

«Acabo de hablar con la familia de Maykel y me informa que está en la unidad policial de Zanja y lo acusan de propagación de epidemia y desacato, por lo que, supuestamente, será sometido a un juicio sumario», informó este jueves en Facebook el performer Luis Manuel Otero Alcántara, integrante del Movimiento San Isidro. «Debe contratar un abogado (esta información la da el carpeta a la familia), lo cual es ilógico porque todos los bufetes colectivos están cerrados como parte de las medidas por el coronavirus».

«En estos momentos en el que el país permanece en estado de aislamiento social, el régimen propone juicios sumarios, por lo que todos los protocolos legales están a disposición de lo que decida la dictadura:,» agregó Otero. «Mañana lo llevan para el Vivac. Esta golpeado y con un brazo muy dañado».

A continuación la nota completa de Luis Manuel Otero Alcántara:

  1. La zona donde vive Maykel no está en cuarentena por lo que él, cumpliendo las medidas, puede salir de su casa. En sus directas, Maykel usa mascarilla, por lo que no pone a nadie en riesgo ni propaga epidemia alguna.
  2. Desacato es una causa que atenta contra la libertad de expresión, y por lo tanto no la reconocemos.
  3. La ley 370 y la 349 son una aberración legal y dictatorial por lo que no las reconocemos ni aceptamos sus medidas.
  4. Están poniendo en riesgo la vida del artista y activista, por lo tanto, lo que le pase en estos pocos días es responsabilidad del régimen imperante en Cuba.
  5. No aceptamos la prisión injustificada de Maykel ni de ningún otro artista o activista por ejercer la libertad de expresión y exigir esa libertad para todos los cubanos.

Esta acción es para dar una lección a todos y atemorizarnos, pero no pasará. Cada día estamos más fuertes y convencidos de que daremos todo por la libertad.

Espinaca virtual

 

Los hay que quieren ser poetas, pero no lo serán nunca. Los hay que quieren ser escritores, pero no lo serán nunca. Los hay que quieren ser editores, pero no lo serán nunca. Incluso los hay que quieren ser periodistas, pero no lo serán nunca. Sin embargo, no hay razones mayores para perseguirlos o repudiarlos, como tanto pasa en las redes sociales. No le hacen daño a nadie salvo a los tontos que los toman por tales, y ya eso implica que los tontos se lo merecen por tontos. ¿Usted se imagina si esos «poetas», «escritores», «editores», «periodistas», quisieran ser cirujanos, pilotos de aviones o laboratoristas?

Ya dejemos la persecución, que no solo es inútil sino cruel y hasta peligrosa.

Facebook y otras redes sociales tienen en muchos de sus usuarios perseguidores (bullies, troles, etc.) idéntico impacto que la Coronilla, aquel alcohol pelao que en Cuba, parafraseando a Almodóvar, ponía a muchos al borde de un ataque de nervios. Como ciertas drogas en los débiles de espíritu, Internet desinhibe y saca a flote lo más rencoroso, o lo más pendenciero. Entonces el sereno artista, o escritor o catedrático, tímido y hasta amable en los eventos culturales de su ámbito físico, se transforma en un valiente cazador de “entuertos” y amateurs en Facebook o WordPress, o en alguien irascible e intransitable que a las primeras de cambio te pone como un zapato.

Nunca jamás he visto, o escuchado, a alguno de estos perseguidores y perseguidoras de Internet atacar o mostrarse agresivos en la vida real con sus víctimas digitales. Parece que su espinaca es virtual, que en lugar de consumirla en laticas, como Popeye el marino, lo hacen wireless. Son los supermanes de las redes, vuelan alto en el cielo cibernético, el puño al frente y el cuerpo enhiesto como una bala, mas su kriptonita es terrena. En tierra, en el cuerpo a cuerpo del encuentro concreto, se comportan de lo más civilizadamente, cuando no como esas aves que en las plazas y malecones del Occidente desarrollado pululan a nuestro alrededor solícitas, y a las que solo les falta sonreírnos para que las alimentemos un poco más.

‘El octavo día’ de Rafael Almanza

El octavo día, segunda edición del libro de narrativa de Rafael Almanza, Premio Nacional de Literatura Independiente ‘Gastón Baquero’, ya se encuentra disponible en Amazon.

“Es este el decimocuarto libro de Ediciones Homagno. Lo que significa financiamiento libre y limpio, y el trabajo desinteresado de los miembros del grupo, especialmente de Carlos Sotuyo, Jorge Luis Porrata, Daniel Morales y Mario Ramírez”, expresó Almanza en las redes sociales. “Las dieciséis narraciones del libro, desde la viñeta y el cuento breve hasta el relato, intentan construir una Erótica Trascendental, si es que estas mayúsculas pueden significar hoy algo más que una ironía”.

Los relatos de este libro “conforman una trilogía con la noveleta Nada existe y las narraciones breves de Fívulas u peróvulas. Ese ladrillo de unas 480 páginas de narrativa integra la segunda etapa de mi proyecto El Amor Universal”.

“La primera edición de El octavo día, por la editorial Oriente de Santiago de Cuba, en 1998, debe ser desechada”, añadió el autor en Facebook. “Estaba llena de erratas y lucía una cubierta espantosa que nunca aprobé. Fue útil para muchos, es verdad. Comenzando por el entonces bachiller Henry Constantín. Ahora he revisado la prosa y añadido dos piezas más, que estaban previstas desde la lejana fecha de 1996, en que cerré con premura el libro bajo la compulsión amorosa de mi inolvidable amiga Élgida Gil”.

Nota sobre Victor Batista

Victor Batista

por John Suárez

A la edad de 87 años, acaba de fallecer en La Habana, en domingo de Resurrección, víctima del Covid-19, el gran mecenas de la literatura cubana del exilio Víctor Batista Falla, quien desde principios de marzo se encontraba de visita en su ciudad natal.

Batista Falla partió al exilio en 1960, a los 27 años de edad, y se radicó primero en la ciudad de Nueva York y más adelante y de manera permanente en Madrid. En Nueva York ayudó a fundar, junto con Raimundo Fernández Bonilla, Carlos M. Luis, Jesús Lago, entre otros, la revista Exilio, que se editó gracias a su mecenazgo entre 1965 y 1973.  También ayudó a fundar –y costeó– la revista Escandalar, dirigida entre 1978 y 1984 por el poeta exiliado Octavio Armand.

Ya instalado en Madrid, colaboró en calidad de asesor con los esfuerzos del intelectual Jesús Díaz en la publicación de la revista Encuentro –que luego diera lugar al diario digital Encuentro en la Red–, y más adelante con Diario de Cuba. En 1998 fundó la Editorial Colibrí, que dirigió con la colaboración de Helen Díaz Argüelles hasta su cierre en 2013.

El legado de Batista Falla y de Colibrí incluye 41 libros de una treintena de autores, publicados y distribuidos por todo el mundo. Afable, generoso y noble de espíritu, Víctor Batista Falla deja un vacío profundo en la cultura cubana del exilio. Descanse en paz eternamente su alma.



Center for a Free Cuba
https://www.cubacenter.org/

Cuba, tres de coronavirus

Ruhama Fernández

En tiempos de coronavirus, el régimen de La Habana acosa y persigue a los influencers residentes en Cuba. Ruhama Fernández y Yander Serra, este último ganador del concurso Red Cuban Power convocado recientemente por el youtuber Alex Otaola en la categoría “Vida en mi barrio”, son algunos de los reporteros independientes amenazados.

“Cómo tú vas a estar citando a Ruhama cuando tienen que estar destupiendo los baños de los albergues donde están metiendo a la gente», declaró Otaola en su programa de Youtube. «Ustedes tienen que estar dando cloro en esos baños”.

También, «oficiales de la policía política citaron, interrogaron y amenazaron con desaparecer al periodista y director del medio de comunicación comunitario del ICLEP Amanecer Habanero, Osniel Carmona Breijo, si publicaba textos sobre la pandemia y la crisis paralela que se va creando en la ciudad».

En La Habana, Víctor Batista Falla, director de la Editorial Colibrí y conocido mecenas cubano, falleció por coronavirus el pasado domingo 12 de abril. Diario de Cuba informó que el editor visitaba la Isla por primera vez luego de dejar su país natal tras el triunfo del castrismo. Residía en Madrid.

Este lunes, el escritor y periodista independiente Victor Manuel Domínguez, autor de libros como Revolución a la carta y Café sin Heydi frente al mar, fue operado de una pierna en el hospital Calixto García de La Habana. Domínguez era vigilado de cerca por un agente de la policía política en ese hospital a pesar de las medidas de distancia social recomendadas por las autoridades médicas de todo el mundo en tiempos de coronavirus. Noticia en progresión.

Citas e interrogantes en tiempos de coronavirus (II)

Victor Manuel Domínguez (foto de archivo).

En medio de la expansión del coronavirus, el mundo de la cultura y el pensamiento reflexiona. ¿Cómo enfrentar mejor la pandemia y cómo vivir después de ella? ¿Y mientras tanto, en Cuba?

«La novela de ciencia ficción Los ojos de la oscuridad (The eyes of darkness) pasó bastante desapercibida cuando se publicó en 1981. Hasta que hace unos días todas esas coincidencias con el coronavirus la han puesto de moda en las redes. El libro, que está totalmente descatalogado, se ha convertido en objeto de deseo y sus precios online se han disparado. Viejas ediciones de bolsillo que, antes del coronavirus, apenas valían unos dólares cuestan ahora más de 150 dólares en Amazon». Vanessa Graell en El Mundo.

«Ceder ante la tentación del purismo puede ser fatal para el futuro de la literatura. La estrategia debe ser colaborativa, abierta, plural y largoplacista. Sobre todo si la crisis actual acelera, como todo parece indicar, la digitalización del mundo. Y, con ella, se imponen definitivamente las narrativas que solo tienen pleno sentido a través de la pantalla». Jorge Carrión en The New York Times

«En el Decamerón de Boccaccio, de 1348, se reúnen unos amigos en el campo a contarse historias como terapia frente a la peste que asuela Florencia. Ellos respetarán unas reglas convenientes no solo a su salud física sino a la salud del espíritu porque la peste genera tristeza y depresión. Boccaccio es inteligente y nos dice que lo peor es el miedo al miedo». Nuccio Ordine en La Vanguardia

«El negocio castrista de la cultura es más abusivo de lo que parece: Yo (el Estado) te subvenciono, tú (el escritor) me legitimas. Por supuesto, la subvención la paga el de siempre, Liborio, la mayoría de los cubanos que ni lee ni escribe ni tiene jabón con que lavarse en tiempos de coronavirus». Armando Añel

En Cuba, en momentos en que la pandemia progresa, la situación del escritor y periodista independiente Víctor Manuel Domínguez García resulta preocupante, ingresado en el hospital Calixto García de La Habana bajo el asedio de un agente de la Seguridad del Estado. Informa: Martí Noticias.

El berro y los cubanos

Ryan McGuire / Pixabay

 

Hipócrates fue un entusiasta del berro. Cuentan que allá por el año 400 antes de Cristo, creó el primer hospital junto a un riachuelo para asegurar que los enfermos tuvieran berro tierno al alcance de sus manos. Él creía que el berro es curativo porque limpia la sangre. Yo creo que el berro mata. Aunque estoy pensando en otro berro, el que padecemos los cubanos. Un berro que no ha crecido junto a los riachuelos, ni contiene quince vitaminas esenciales, sino que es consecuencia de una larga dictadura política impuesta por sujetos perennemente berreados y potenciadores de nuestra propensión al berro. 

Al contrario de ese vegetal fresco cuyo nombre usurpó, el berro de los cubanos es sumamente tórrido y corrosivo. Una conquista de la revolución. Incorporada a nuestra idiosincrasia, como tantísimas otras lacras, por el fidelismo y sus lecciones de intolerancia dogmática y de odio y descalificación a todo lo opuesto, diferente, alternativo.   

La roña, el insulto, la implacable revancha, el dictamen sin juicio previo y sin derecho a réplica, son constantes por las que hoy damos cauce a la permanente vocación de berreados. Es un atajo para el laberinto de nuestras conciencias de humillados sin desquite.

Alguna vez creí (y estoy seguro de no ser el único) que al vivir fuera de la Isla, habiendo dejado atrás esa inagotable fuente de malestar e indignaciones que es el fidelismo, conseguiríamos curarnos, por natural proceso, de la epidemia del berro. Ilusión vana. De no existir otras vías para confirmar el chasco, basta con un sencillo clic de acceso a las redes sociales: un muestrario, revelador donde los haya, de cubanos berreados.

Los hay de todas las tendencias políticas o religiosas o artísticas o existenciales. Y de todos los gustos, o al menos de todos los dudosos. Hay incluso los que se esfuerzan por hacer creer (o hacer creer que creen) que ya son personas serenas y dadas al desenfado. Pero basta que alguien haga o diga algo que les contraríe, para que el berro los desborde.

Evidentemente, cambiar de lugar de residencia y de atmósfera política no nos alcanzó para cambiar la manera de encauzar nuestras pasiones. Michel de Montaigne nos lo había advertido desde hace cuatro siglos: “Ya he roto mis cadenas, dirás: como el perro rompe el lazo a fuerza de tirones, pero en su huida arrastra un buen trozo de cadena al cuello”.

Igual que Hipócrates creyó en los poderes curativos del berro, Montaigne apostaría por la serenidad de espíritu y por el recogimiento dentro de nosotros mismos en tanto principios para conquistar la libertad. Y de eso se trata. Berreados no podremos ser libres.

Así como el berro de Hipócrates limpia la sangre, el nuestro la envenena. Por eso mata. No sólo nos puede matar de un infarto, lo cual, según creo yo, resultaría el menos sufrible de sus efectos. Peor es que nos mate la alegría, el sosiego, el sentido del humor, la sensibilidad. Y peor que peor es que nos convierta en censores, o sea, que nos mate el arranque humano de ser justos y solidarios. Porque el gesto punitivo de acallar al otro diciéndole: “si no te gusta lo que a mí me gusta, te vas de aquí”, eso tiene su origen en el berro, que conduce inevitablemente a la censura, toda vez que no nos permite poner en duda nuestras opiniones. Cuando estamos berreados, no existe otra verdad más que la nuestra.

Pobre de nosotros, los berreados, que no acabamos de arrancarnos del cuello aquel trozo de cadena.

‘La duda’, con Juan Manuel Cao y Adrián Mas

Locutor, escritor, periodista, resulta que Juan Manuel Cao, cuyo exitoso programa El Espejo transmite el canal América Tevé en Miami, también es cineasta. Y de los buenos a juzgar por el cortometraje La Duda, estrenado hace ya varios años en Cuba Ocho pero que puede recrear las noches del amable lector ahora mismo, en tiempos de coronavirus.

Se trata de un microfilme sobre la doble moral. “Cao escribió el guión y el actor Adrián Mas lo convenció de que se pusiera frente a las cámaras”, aseguraron los organizadores durante el estreno. “Adrián Mas es un actor de larga trayectoria, que además de haber hecho mucho teatro y televisión tiene varias películas en su haber, como Mediterranean Blue, Paraíso, Jaque Mate (pre-nominada a los Oscar), Vino Tinto, etc.

“El cortometraje aborda el difícil tema de la doble moral en la sociedad cubana y en el exilio. Y toda la trama transcurre durante una entrevista en la aduana del Aeropuerto Internacional de Miami. El conflicto empieza desde la primera frase en la que el recién llegado le pregunta al oficial de inmigración: ¿Yo no lo conozco a usted? A partir de ese momento surge La Duda, título del corto.

La Duda sorprende no solo por el hondo contenido de su trama sino también por la pulcritud de su hechura”.

 

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