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Del humor al desparpajo: El choteo cubano

El choteo ha sido gracia y desgracia en la historia cubana. En su Indagación del choteo, Jorge Mañach nos habla de la peligrosidad del mismo en su forma más perversa, cuando deja de ser manifestación esporádica de nuestro humor criollo para convertirse en patrón perenne de actitud ante la vida, transgrediendo las normas más elementales de conducta, disciplina y respeto.

Es decir, este choteo pernicioso, impregnado de inmadurez cívica, no repara en invadir el territorio ajeno en el plano humano, y es así como deviene en violento, pues el choteador se regodea con la humillación que ocasiona a otras personas.

La revolución cubana y el castrismo ejemplifican este tipo de choteo violento. Castro exacerbó los rasgos morbosos del choteo en la población cubana para usarlos a favor de su afán caudillista. La estructura del régimen totalitario castrista lleva consigo ese talante de choteo violento, el cual se fue imponiendo a medida que los valores cívicos de la era republicana fueron considerados rezagos del pasado y sustituidos por patrones de conducta de la sociedad periférica. Y este patrón se expandió a todos los niveles de la sociedad cubana, incluyendo al de los egresados universitarios.

Los mítines relámpagos, las delaciones de los cederistas, las palizas de las Brigadas de Respuesta Rápida, la vigilancia del seguroso cultural, los aullidos de Vigilia Mambisa, en Miami, destruyendo los discos de Juanes, son paradigmas de este choteo violento que confiere a sus participantes el goce de una comparsa carnavalesca.

Lo absurdo y surrealista de la vida cubana actual, que sólo puede ser concebido en una obra teatral de Ionesco o en una película de Buñuel, es el choteo llevado a su máxima expresión patológica. Por eso no podemos confundir el desparpajo, ese choteo sistemático del que nos habla Mañach, con el humor. Un gracejo criollo, o para decirlo de una manera cubana, un choteo ponderado, sobre la base de una madurez cívica, nos haría un pueblo más feliz y menos desgraciado.

No cabe duda de que nuestra tragedia nacional es también producto de los rasgos nocivos del choteo. Esto constituirá un reto para las futuras élites cubanas, que tendrán que ahondar en las causas de nuestras frustraciones políticas, entre las que se encuentra este déficit cultural, si es que desean extirpar el mal de raíz.


‘Cualquier perro canta mejor que usted’. Descemer Bueno a Cándido Fabré

Tras el nuevo tema Yo soy de patria o muerte, estrenado por el cantante Cándido Fabré contra Descemer Bueno, Gente de Zona, Alexis Valdés, Yotuel, Maykel Osorbo y en general el entorno del exitoso Patria y vida, el propio Descemer ha respondido en su cuenta de Facebook al llamado “León de Oriente”, cuya carrera se ha politizado crecientemente a favor de la dictadura castrista:

“Cándido Fabre –escribió Descemer–, no hay que ser tan perro. Aquí te dejo una foto de mi madre, la que no podré ver de nuevo mientras los Castro sigan allí  tirándote la gandinga… no quiero ofender a los animales, que seguro tienen más dignidad que usted y sobre todo: cualquier perro canta mejor que usted. Cuídese la voz, ya que ha desarrollado un ladrido muy desagradable que es exactamente lo que merece el comunismo castrista. Entiendo que al comunismo le duela mucho el pedazo que defiendo de Patria y vida, haciéndose viral con la canción  y con el pueblo, pues el coro de esta nefasta repuesta  tuya me lo dedicaron a mí. Gracias”.

¿Será verdad que Cándido suena como un perro? Juzgue usted mismo.


El Covid y sus vacunas candidatas en Cuba: Un matrimonio en cámara lenta

Asegura CNN que ayer miércoles «Cuba alcanzó un nuevo récord sombrío en infecciones por Covid-19: 1.051 nuevos casos diagnosticados en 24 horas». También afirma que el castrismo «ha logrado una hazaña que ningún otro país latinoamericano puede pretender hasta la fecha: el desarrollo de cinco candidatas a la vacuna de covid-19, dos de las cuales se encuentran en ensayos de fase tres, la última».

Es decir, que las vacunas ni siquiera han salido de su fase de ensayos, con lo cual en la práctica no existen -recuérdese otras vacunas que ha habido que suspender o retrasar en otras naciones luego de anunciadas-, mientras que en el resto de los países latinoamericanos ya se está vacunando desde hace meses, y resulta que es Cuba la que «ha logrado una hazaña». Todo un milagro mediático.

“Cuba estaría en capacidad de inmunizar a la población cubana contra el virus SARS-CoV-2 en el primer semestre de 2021”, había declarado Vicente Vérez Bencomo, director general del Instituto Finlay de Vacunas, a fines de diciembre pasado. Pero ya entramos en el segundo trimestre y, a pesar de la imprudente quema de etapas en el proceso de pruebas, la población cubana sigue esperando por la potencia de mentiritas.

¿Cuántas muertes y cuántos contagios han ocurrido en Cuba, la famosa «potencia médica» que ni siquiera puede vacunar a su población al ritmo del resto del mundo, desde diciembre o enero para acá, cuando comenzó la vacunación masiva a escala global? Miles y miles, aunque nunca sabremos la cifra exacta, por supuesto. No olvidemos que, como en el venezolano y otros regímenes autoritarios, en Cuba el Poder se dedica a maquillar y/o esconder la realidad en beneficio de la perfecta imagen del clan dirigente y su ideología de tapadera.

Este miércoles, «Cuba alcanzó un nuevo récord sombrío en infecciones por Covid-19: 1.051 nuevos casos diagnosticados en 24 horas». Aunque, claro, la cifra seguramente es mucho mayor. En cualquier caso, a quién le importa en el Comité Central si los cubanos en Cuba son, primero, conejillos de Indias, y luego carne de cañón… o viceversa. Carne de vacuna en cámara lenta.


Solo Tania Bruguera y Wilfredo Lam: Un mensaje para Humberto López y la televisión cubana

La performer Tania Bruguera y su proyecto INSTAR, que durante los últimos años han sufrido el acoso y campañas de desprestigio del oficialismo cultural cubano, han ganado el Gran Premio de documenta fifteen durante la edición 28 del Arnold Bode Prize.

Según anunció en su sitio de Facebook Estudio Bruguera, la artista se convierte en la primera figura latinoamericana en obtener este galardón junto al Instituto Internacional de Artivismo ‘Hannah Arendt’, creando un precedente como primer proyecto colectivo en ser premiado.

«Tania Bruguera responde a las calumnias y vejaciones con arte y con su empeño de seguir construyendo alrededor suyo un mundo mejor, una sociedad donde caben todos, donde la tolerancia y la verdad son las palabras de orden», apuntó Estudio y desafió al aparato cultural oficialista:

«Pedimos gentilmente a la televisión cubana, visto que ocupa un gran espacio en crear un expediente donde la artivista es acusada de traidora a la patria, que la presenten como la persona que ha llevado al arte cubano a otro nivel internacionalmente. Como la persona a la cual el Ministerio de Cultura de Cuba le otorgó en su momento la Distinción por la Cultura Nacional por el aporte realizado al patrimonio de la cultura cubana participando por primera vez en ese evento, solo que esta vez se ha superado y ha ganado junto a INSTAR el gran premio».

«Esperamos entonces que al menos el Noticiero Nacional de la Televisión Cubana cuente también este ‘secreto’ junto a que Tania Bruguera y Wifredo Lam han sido los únicos artistas que han llevado a Cuba a participar en dos ocasiones en tan prestigioso evento, la muestra más importante del arte contemporáneo a nivel global».


El espejismo del ‘Patria o muerte’ en el llanto del hombre nuevo

El llanto del hombre nuevo es parte de lo que debemos esperar los cubanos en esa transición de inventiva solemne hacia la reivindicación de una nación ubicada sobre pilares de libertad. De modo que el luto, el espejismo del «patria o muerte» que una mayoría carga hoy en su conciencia, no tiene una solución en lo inmediato. Hay que pasar esta larga refriega del llanto colectivo para que el individuo conquiste su valor intrínseco, el inherente a la condición humana y que, después de entenderse sin prejuicio de juez moral, sacuda y alumbre dicha conciencia.

Por ahora, ciertas cargas al machete virtuales ponen al descubierto el victimismo cubano, la autoflagelación y la autocensura, modo anormal de ver con normalidad una dualidad. Una cosa es hacia dentro y otra hacia fuera. El potrero mueve sus cercas pero el pasto de las vacas sigue escaso, y vivir es ya una afrenta.

La necesidad de justificar el miedo al miedo tiene una correlación de fuerza lógica, es desde hace mucho una tabla para cruzar los océanos internos de la provincia a la capital de esa provincia que llamamos “país” y que no es otra cosa que La Finca. La poética de la sobrevivencia defiende su correlación con un «realismo sucio» garante de la continuidad del poder único, que lo «único» que produce son esas manchas de ceguera por las que ponemos música en nuestro ombligo. Pensar con nuestra tripita, llorar por esa tripita, tiene un precio que separa a los de adentro y los de afuera. Casi todo el mundo tiene, de alguna forma, una relación directa con el cordón umbilical donde se proyecta la «Matria».

Al parecer, pensamos con el estómago y consumimos tajadas de espiritualidad que se asientan como costras en unas «almas» que han dicho al «combate corred», y que siempre corren echándole la culpa al vecino. Nunca se reconocen, por orgullo, almas desnutridas.

Ya no nos obligan directamente a un discurso. El acomodo es otro, viene a ser como un exilio en insilio mientras, dentro, una mayoría apuntala la desgracia nacional que produce la muerte en vida. Porque, claro, vivir siempre es otra cosa, al menos en esa burbuja que soplamos ante la violencia de los días y los años mejores que siempre están por venir. La solución objetiva se presenta como inalcanzable, destinada a estar más arriba, allí donde los héroes de siempre no permiten el llanto porque afloja.

El llanto entonces no es por la fe de las almas austeras. Y claro, queda varios escalones más abajo, donde por mucha matraca, conga y baile que haya el coletazo tantas veces ensayado es el estandarte de una nación que no reza a un Dios vivo ni celestial. Es la gloria de vivir como los muertos.

La consigna por cansancio ya no es peregrina y repetitiva, ese veneno lo portamos como valor del «hombre nuevo». Somos los portadores enfermos que hacen entrevistas y responden entrevistas, el chachachá de las entrevistas, porque siempre hemos tenido un comandante al que le roncan las entrevistas (y aquí usted puede saltar como un antiyanqui, aproveche una pausa breve, tome aire y convenza a conciencia como dice el bolero, dígale que la quiere). Ya sabemos repudiar lo que nos delata, indefensos mártires de un vacío al que no se puede mirar de frente porque es un espejo que no pone rostro para las respuestas.

No hay respuestas en el abismo. Lo único esperanzador parece ser cruzar, con cara de lástima una y otra vez, las que sean necesarias, el Niágara en bicicleta.


Dos textos de Jorge Luis Borges

Dos textos de Jorge Luis Borges. “Borges y yo”, genial y muy célebre, que se mueve entre el relato y el ensayo, como tantas otras cosas suyas. Y “Un problema”, que aparece en su libro El Hacedor, menos conocido pero de igual excelencia.  


Borges y yo

Al otro, a Borges, es a quien le ocurren las cosas. Yo camino por Buenos Aires y me demoro, acaso ya mecánicamente, para mirar el arco de un zaguán y la puerta cancel; de Borges tengo noticias por el correo y veo su nombre en una terna de profesores o en un diccionario biográfico. Me gustan los relojes de arena, los mapas, la tipografía del siglo xviii, las etimologías, el sabor del café y la prosa de Stevenson; el otro comparte esas preferencias, pero de un modo vanidoso que las convierte en atributos de un actor. Sería exagerado afirmar que nuestra relación es hostil; yo vivo, yo me dejo vivir, para que Borges pueda tramar su literatura y esa literatura me justifica. Nada me cuesta confesar que ha logrado ciertas páginas válidas, pero esas páginas no me pueden salvar, quizá porque lo bueno ya no es de nadie, ni siquiera del otro, sino del lenguaje o la tradición. Por lo demás, yo estoy destinado a perderme, definitivamente, y sólo algún instante de mí podrá sobrevivir en el otro. Poco a poco voy cediéndole todo, aunque me consta su perversa costumbre de falsear y magnificar.

Spinoza entendió que todas las cosas quieren perseverar en su ser; la piedra eternamente quiere ser piedra y el tigre un tigre. Yo he de quedar en Borges, no en mí (si es que alguien soy), pero me reconozco menos en sus libros que en muchos otros o que en el laborioso rasgueo de una guitarra. Hace años yo traté de librarme de él y pasé de las mitologías del arrabal a los juegos con el tiempo y con lo infinito, pero esos juegos son de Borges ahora y tendré que idear otras cosas. Así mi vida es una fuga y todo lo pierdo y todo es del olvido, o del otro.

No sé cuál de los dos escribe esta página.

Un problema

Imaginemos que en Toledo se descubre un papel con un texto arábigo y que los paleógrafos lo declaran de puño y letra de aquel Cide Hamete Benengeli de quien Cervantes derivó el Don Quijote. En el texto leemos que el héroe (que, como es fama, recorría los caminos de España, armado de espada y de lanza, y desafiaba por cualquier motivo a cualquiera) descubre, al cabo de uno de sus muchos combates, que ha dado muerte a un hombre. En este punto cesa el fragmento; el problema es adivinar, o conjeturar, cómo reacciona don Quijote. Que yo sepa, hay tres contestaciones posibles.

La primera es de índole negativa; nada especial ocurre, porque en el mundo alucinatorio de don Quijote la muerte no es menos común que la magia y haber matado a un hombre no tiene por qué perturbar a quien se bate, o cree batirse, con endriagos y encantadores. La segunda es patética. Don Quijote no logró jamás olvidar que era una proyección de Alonso Quijano, lector de historias fabulosas; ver la muerte, comprender que un sueño lo ha llevado a la culpa de Caín, lo despierta de su consentida locura acaso para siempre. La tercera es quizá la más verosímil. Muerto aquel hombre, don Quijote no puede admitir que el acto tremendo es obra de un delirio; la realidad del efecto le hace presuponer una pareja realidad de la causa y don Quijote no saldrá nunca de su locura. Queda otra conjetura, que es ajena al orbe español y an al orbe del Occidente y requiere un ámbito más antiguo, más complejo y más fatigado. Don Quijote -que ya no es don Quijote sino un rey de los ciclos del Indostán- intuye ante el cadáver del enemigo que matar y engendrar son actos divinos o mágicos que notoriamente trascienden la condición humana. Sabe que el muerto es ilusorio como lo son la espada sangrienta que le pesa en la mano y él mismo y toda su vida pretérita y los vastos dioses y el universo.


El CUC, hermano bastardo del dólar, ha muerto

Ilustración, cortesía de Bals Mena

Ha muerto el CUC y murió joven, como Amy Winehouse, Jimi Hendrix o Janis Joplin. Justo con 27 años.

En una puesta en escena el CUC, o peso cubano convertible, o el “chavito”, como también se le ha llamado, vendría a ser el actor suplente de ese actor principal que es el dólar y que, a veces, ha ocupado el lugar de un extra o de un doble, pues ha entrado y ha salido a conveniencia del teatro económico de Cuba, digamos.

El CUC fue, además, una especie de hermano bastardo del dólar, que en ocasiones quiso asumir un nombre que no le tocaba.

Incluso sabiendo que se trataba del Peso Cubano Convertible, al CUC por años le seguimos llamando dólar, a las monedas le seguimos diciendo “kilitos en dólar”, y abierta y chabacanamente también le nombrábamos los “fulas”. 

Siempre cargó, el CUC, con esa falta de identidad. Siempre estuvo a la sombra del dólar y al final, él, el hermano legítimo, terminó imponiéndose sobre el bastardo.

El nacimiento

La moneda, emitida por el Banco Central de Cuba, comenzó a circular en 1994, poco después de que el país tocara fondo con la crisis amablemente llamada Periodo Especial, que hizo a los cubanos entender de qué se habla cuando se habla de hambre.

En diciembre de 1991 desapareció la Unión Soviética y los años que vinieron fueron particularmente duros para Cuba, cuando colapsaron importantes sectores económicos como la industria y la agricultura.

El Estado cubano siguió imprimiendo dinero para pagar salarios aunque muchos trabajadores dejaron de tener una actividad real que realizar. El resultado fue una inflación galopante, que alcanzó un 200 por ciento ese año y evaporó la capacidad de consumo de la población.

Como el peso cada vez servía para comprar menos. Quienes pudieron dejaron de usarlo en favor del dólar, que alcanzó valores desorbitados en el mercado informal. Un dólar llegó  a costar 150 pesos cubanos, cuando antes se había cotizado en apenas cinco. Cinco pesos.

El gobierno decidió entonces legalizar el dólar y unos meses después, en 1994, inventaron una moneda nacional que tuviera paridad con la divisa estadounidense. Por cada dólar que entrara a la economía cubana, se emitiría un CUC y ambas monedas se utilizarían en la economía que comenzaba a emerger, dependiente del turismo, las remesas y la inversión extranjera.

De esta manera, el gobierno trataba de aislar las partes muertas de la antigua economía en las que se utilizaba el peso, de las nuevas actividades más lucrativas, dominadas por el dólar y su hermano bastardo: el CUC.

Ambas podían utilizarse en las nuevas Tiendas Recaudadoras de Divisas, en las que era posible encontrar todo lo inexistente en el resto de tiendas.

Pero fiel a su papel de actor secundario, en estos primeros años, el CUC quedó relegado frente al dólar.

Los turistas, que comenzaron a llegar por millones, podían pagar con dólares. Las empresas estatales vinculadas al turismo o la inversión extranjera podían tener cuentas bancarias en dólares y utilizarlos para comprar insumos en el exterior.

El dólar se podía utilizar para comprar. El problema residía en la forma en que te podías agenciar los dólares trabajando.

Desde Estados Unidos, los emigrados tuvieron más facilidades para enviar divisas a sus familiares, gracias, en parte, al servicio de Western Union que comenzó a operar a finales de 1995.

Con el tiempo, las remesas se convertirían en uno de los ingresos más importantes para el país.

Estas medidas crearon un país más estable durante los años 90. Era una país en el que convivían tres monedas simultáneamente, aunque en realidad estaba dividido entre quienes tenían dólares y el resto.

El auge

El CUC nació en un contexto de emergencia, pero con el nuevo siglo fue posicionándose dentro de la economía de la Isla.

El uso del dólar que hacían las empresas estatales cubanas no había pasado desapercibido para Estados Unidos que, en mayo de 2004, impuso una sanción de 100 millones de dólares a un banco suizo por operar transacciones en dólares para Cuba y otros países sancionados.

Fue una advertencia de la administración de George W. Bush que motivó a las autoridades cubanas a dar el siguiente paso: el dólar pasaría a un segundo plano, el CUC sería el protagonista.

Ya desde 2003, el CUC se había impuesto como la moneda con la que tenían que operar las empresas estatales. Pero en noviembre de 2004, se decidió que el dólar dejaría de circular como moneda con la que comprar bienes y, en adelante, solo podrían usarse CUC o pesos cubanos.

No se prohibió la circulación del dólar en Cuba, aunque se desincentivó su uso, especialmente los pagos en efectivo al crear un impuesto del 10 por ciento al cambio. Las cuentas bancarias en dólares siguieron existiendo.

A partir de entonces, comenzó el reinado del CUC en el país y los cubanos se dividieron entre los que tenían pesos convertibles y el resto.

Con el peso cubano podías pagar en ciertos lugares, con el CUC en casi todos. Incluso si la venta no era en CUC el vendedor veía que tenías tal moneda y le brillaban los ojos y te vendía el producto, cobrando el peso convertible, por ejemplo, a 23 pesos, cuando la tasa oficial de cambio estaba a 25.

El ejemplo más palpable fueron los boteros de La Habana (taxistas privados de los automóviles estadounidenses de los 50 que se quedaron como detenidos en el tiempo). Quién no montó alguna vez en un almendrón, y cuando llegó al destino final, si pagó con CUC, le devolvieron (en pesos cubanos) siempre menos cantidad de lo que en realidad esperaba.

Si te atrevías a reclamar, el chofer seriamente respondía que ese era el tipo de cambio a como él aceptaba el CUC y si no estabas de acuerdo entonces la opción era pagar con el peso cubano que no llevabas encima. Luego no te quedaba más opción que tirar la puerta del carro del año 57 o del año 59, y dejar al chofer con su razón o su falta de ella.

Del CUC llegaron a haber monedas de 5, 10, 25 y 50 centavos, equivalentes a 1, 2, 5 y 10 pesos cubanos, respectivamente. Esas monedas eran los conocidos “kilitos en dólar” que cada niño cubano le pedía a su padre conservar. En cuanto a billetes, circularon de 1, 3, 5, 10, 20, 50 y 100 pesos convertibles, equivalentes al precio que el vendedor estimara conveniente hacer respecto al peso cubano.

El CUC, que nunca salió más allá de los límites de Cuba y nunca llegó a poder comprarse en el exterior, nos trajo no pocas alegrías y tristezas, como todo en la vida.

Si lograbas clasificar en uno de esos trabajos donde te pagaban 450 pesos cubanos y 10 CUC, seguías siendo un trabajador muy mal pagado y, aun así, eras uno de los trabajadores más afortunados de tu barrio, de tu municipio, incluso de tu provincia. El resto de los trabajadores cobraba su salario completo en pesos cubanos.

Apareció por esta época, además, el triste fenómeno de la reorientación laboral, según el cual si habías estudiado en la Universidad y tenías grados académicos, cobrabas menos que la persona que trabajaba en el sector gastronómico o que el chofer o el cocinero de una embajada, quienes, por lo general, tenían ganancias en el anhelado CUC.

Con el CUC nació, además, la figura del “revendedor”, un oficio ilegal que se inventaron los cubanos para comprar y vender dólares indistintamente por CUC en el mercado negro, siempre a un mejor valor que el ofrecido por los bancos o las casas de cambio Cadeca (del estado).

En Cuba llegaron a haber tiendas en las que todo valía un CUC; ponerse las uñas postizas costaba un CUC; las clases particulares de inglés costaban un CUC la hora; los carritos locos del parque de diversiones de Varadero costaban un CUC; el Día del Maestro, en cada aula se recogía un CUC para el regalo colectivo. Y así, nos adaptamos a hablar en ese lenguaje, o en esa moneda.

El CUC era una especie de opio para el cubano: tenía la facilidad de abstraerte, de enajenarte con números aparentemente sencillos. Por ejemplo, no era lo mismo que te dijeran que el par de zapatos costaba 20 CUC a que costaba 500 pesos. Nos acostumbraron a cifras bajas, a colorearnos así el caos y la miseria.

No pocos turistas llegaban al país y no comprendían el porqué de tantas monedas y tantas tasas de cambio para cada una de ellas. ¿Cómo explicar todo este complejo sistema a los visitantes extranjeros, si apenas lo entendíamos nosotros mismos?

Un ciudadano común que recibiera un CUC o un dólar como remesa podía cambiarlo por 24 o 25 pesos. En cambio, para un trabajador de la Zona Especial de Desarrollo de Mariel cada CUC que, en teoría, ganaba, se convertía en 10 pesos. Y para las empresas estatales, a efectos contables dólar, CUC y peso eran equiparables.

El resultado de esto fue un país en el que se incentivaba importar todo para venderlo en CUC y seguir importando. Exportar o producir para el mercado local se hacía imposible. Y el problema de los salarios en el sector estatal no parecía tener solución. Con sueldos que se convertían en 20 o 30 CUC apenas se podían comprar esos mismos productos que se importaban.

El panorama fue moldeando la nueva economía, que poco a poco dejó de producir alimentos o productos industriales que el mercado interno necesitaba.

Estos siempre se podían importar, mientras el turismo siguiera fluyendo; mientras los cubanos siguieran emigrando al país donde sí podían ganar dólares; mientras Venezuela y otros países siguieran contratando los servicios médicos.

La caída

Que el CUC estaba destinado a morir comenzó a intuirse en 2011, cuando el Congreso del Partido Comunista aprobó los llamados “Lineamientos”, que dictaminaron que el país debía “concluir” la unificación monetaria y cambiaria.

Para entonces comenzaba a estar claro que los múltiples tipos de cambio eran un problema y la paridad entre el CUC y el dólar ya no era real. Desde hacía años cada CUC carecía del respaldo de un dólar detrás.

Las empresas estatales ya no podían convertirlos en dólares sino que dependían de documentos llamados Certificados de Liquidez que les otorgaba el gobierno y que definían cuáles CUC eran equivalentes a dólares y cuáles no.

Pero en Cuba este tipo de cambios, si es que suceden, suelen ocurrir despacio. De hecho, se necesitaron casi diez años, el colapso de la economía venezolana y la llegada de una pandemia global que terminó (al menos temporalmente) con el turismo, para que “concluyera” la unificación.

La última década sería la de la decadencia del CUC. Como un paciente al que le diagnostican una enfermedad terminal, el CUC siguió vivo sabiendo que tenía los días contados.

En 2014, el gobierno anunció que había creado un plan para unificar las dos monedas nacionales, algo que ocurriría en lo que se denominó el “Día Cero”. Esa sería la fecha de defunción del CUC y del nacimiento del peso como única moneda en circulación.

A partir de entonces, la supuesta e inminente llegada del “Día Cero” se convirtió en un rumor recurrente que pendía sobre la vida del CUC.

En 2016, los medios oficiales publicaron artículos en los que señalaban que la decisión era impostergable.

En 2017 Raúl Castro, primer secretario del Partido Comunista de Cuba y en ese momento presidente del país, dijo que la solución del problema “no puede dilatarse más”.

Pero no solo se fue dilatando, sino que en octubre de 2019, las autoridades volvieron a vender productos en dólares. La historia, como dicen, es cíclica: el país de nuevo tenía tres monedas: peso cubano, CUC y dólar.

Quedó claro, entonces, que aunque en el Día Cero se eliminase el CUC, en el país seguiría existiendo más de un moneda.

Al principio, solo se comercializaron en divisa extranjera electrodomésticos, repuestos para vehículos y otros productos que se definieron como de “alta gama”. Después, en julio de 2020, se abrieron tiendas que vendían todo tipo de alimentos y productos de primera necesidad.

Estas tiendas, llamadas de Moneda Libremente Convertible (MLC), solo admiten pagos con tarjetas magnéticas vinculadas a una cuenta bancaria con dólares o euros. Para atraer los dólares a estas tiendas, las autoridades decidieron retirar el impuesto del 10 por ciento que había pesado sobre la divisa estadounidense.

Una vez abiertas las tiendas en MLC, quedaron completamente relegados los comercios en CUC, con sus estantes cada vez más vacíos y sus ofertas -ya escasas- aún más empobrecidas.

Al perder su utilidad para comprar bienes básicos, la salud del CUC entró en fase terminal. En los últimos meses que vivió, los cubanos ya no sabían qué hacer con sus cuentas, ahorros o tenencias.

Muchos comercios o ya no los aceptaban o devolvían el cambio en pesos. Como el dólar volvía a instalarse, el CUC perdía valor cada día. Al final de 2020, la moneda que un día había tenido paridad con el dólar, se llegó a cambiar en el mercado negro por medio dólar.

El 10 de diciembre de 2020 se anunció que el Día Cero sería, finalmente, el 1 de enero de 2021.

La muerte del CUC fue anunciada por el mandatario Miguel Díaz-Canel, con Raúl Castro a su lado, cuando dijo que por fin arrancaba lo que por años habían estado cocinando: la reunificación monetaria o la “tarea ordenamiento”, como también ha sido llamado últimamente el proceso.

Ahora, para la población en general, incluyendo los trabajadores por cuenta propia, el peso convivirá con el MLC. Sus ingresos se recibirán en la primera moneda, aunque muchas de las cosas que necesitan comprar se venderán en la segunda, como sucedía en 1993.

Para la mayoría de las empresas estatales sólo existirá el peso. Y solo podrán acceder a dólares al mismo tipo de cambio que se aplica a los ciudadanos: 24 pesos por cada dólar.

Esto significará la ruina para muchas de ellas, que o bien desaparecerán o tendrán que ser rescatadas, han dicho las autoridades. Esto también producirá una inflación, que según algunos cálculos será de entre el 470 y el 900 por ciento, peor que la registrada en 1993, el año más duro del Periodo Especial.

El CUC quedará en las memorias del cubano, en las memorias de los últimos treinta años, que son las memorias de la escasez, del desabastecimiento. No obstante, nadie extrañará al CUC, que murió joven, pero dicen los expertos, los que saben, que debía de haber muerto más joven aún.


La OEA respalda a activistas cubanos en huelga de hambre

Luis Almagro en una imagen de archivo

El titular de la Organización de Estados Americanos (OEA), el uruguayo Luis Almagro, acusó hoy al régimen castrista de terrorismo de Estado y lo responsabilizó por «la salud y el bienestar» de 55 activistas cubanos de derechos humanos que permanecen en huelga de hambre dentro y fuera de Cuba, informó la agencia EFE.

«El titular de la OEA participó en una conferencia de prensa virtual organizada por Cuba Decide, junto a José Daniel Ferrer, el líder de la Unión Patriótica de Cuba (UNPACU), que lleva siete días en huelga de hambre, y otros opositores, como el artista Luis Manuel Otero Alcántara», señaló EFE.

El evento responde el asfixiante cerco policial que desde hace 12 días opera contra la sede de la UNPACU en Altamira, Santiago de Cuba.

«A los huelguistas de Cuba, repartidos por varias provincias, se han sumado tres en Suiza, en la sede de Naciones Unidas, tres en Estados Unidos, uno en Colombia y otro en Brasil», citó EFE a Ferrer.


‘Huesito de Canel’, lo último de Humberto López

Huesito de Canel, el nuevo espacio del NTV (noticiero de la televisión cubana), ha sido formalmente anunciado por el exabogado Humberto López en su horario «estelar» de «noticias», dedicado esta vez a lo mismo con lo mismo, la difamación y el enredo, pero ahora con cederistas escogidos entre los más connotados y chivatientes CDRs de las quince provincias de la Isla y su municipio especial.

En Huesito de Canel, cuya melodía y estribillo de presentación remedan la conocida canción infantil Barquito de papel (en su tiempo interpretada por Consuelito Vidal), cada cederista invitado obsequiará a Humberto López ingredientes para la Gran Caldosa Anual -huesos, pellejo, colmillos, mondongo, etc.-, que se preparará cada 28 de septiembre en el mismísimo estudio o set televisivo y sobre la que, rodeado de decenas de participantes, López rifará una caja de aceite.

Huesito de Canel (letra)

Canelo de papel,
mi amigo fiel…
tráeme el hueso aquel
que dejó Fidel…

yo quiero conocer
huesitos de aquí y allá
y así preparar
caldosa estelar…


Al pie de las montañas

Ya disponible en Amazon Al pie de las montañas. Memorias del fuerte, del Luis de la Paz, libro que recoge las memorias de Tomás, «un joven que pasó dos meses en Fort Indiantown Gap, en Pensilvania, donde una secuencia de vivencias inesperadas tuvieron lugar; unas sorprendentes, otras desagradables, pero siempre en la idea fija de salir al encuentro de una vida plena en libertad».

«Y es que la experiencia del éxodo del Mariel no terminó para todos con la llegada a Cayo Hueso», recuerdan los editores. «Muchos pasaron por los campamentos de refugiados habilitados por el gobierno norteamericano para procesar a los recién llegados del Mariel».

Luis de la Paz (La Habana, 1956). Escritor y periodista residente en Miami desde 1980, cuando salió de la Isla durante el Éxodo del Mariel. Premio Museo Cubano de Ensayo, Premio Lydia Cabrera de Periodismo y accésit al Premio de Poesía Luys Santamarina-Ciudad de Cieza, Murcia, España. Ha publicado los libros de cuentos Un verano incesante, El otro lado, Tiempo vencido, Salir de casa y Del lado de la memoria. En poesía, De espacios y sombras, Imperfecciones del horizonte y Of Space and Shadows. Además, bajo su firma han aparecido recopilaciones como Reinaldo Arenas, aunque anochezca, Teatro cubano de Miami, Cuentistas del Pen, Soltando sorbos de vida y La floresta interminable.


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