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¿Quién no es traidor en Cuba?

El pueblo cubano quiere un cambio. O mejor dicho: el pueblo cubano necesita un cambio. Ese que debió suceder en 1994 y que —a diferencia de checos y rumanos— no supimos conquistar nosotros mismos. En consecuencia, nuestro pueblo se ha visto relegado a mendigar su libertad a los pies de los dirigentes. Una y otra vez, el pueblo ha acudido a las vías legales establecidas por esos mismos dirigentes: ha escrito cartas, enviado quejas, visitado ministerios… incluso ha recogido y presentado miles de firmas a la Asamblea Nacional. Sin embargo, el pueblo ha sido “peloteado” sin misericordia cada vez que ha intentado ir por las rutas convencionales, y ha sido silenciado cuando ha propuesto en público sus alternativas.

Por mucho tiempo ese mismo pueblo creyó en la honestidad de su gobierno, pero su gobierno no hizo más que cerrar todas las puertas. En 1961 Fidel Castro se reunió con un grupo de artistas en la Biblioteca Nacional para decirles —en resumen— que si su arte no era “revolucionario” no tenía derecho a existir. Aun así, otro grupo de artistas, casi 60 años más tarde, dio su voto de confianza al poder y se reunió para dialogar con el gobierno; pero el gobierno una vez más les dejó claro (no con palabras, sino con tánganas y operativos policiales) que no le interesaba dialogar. El poder nuevamente se burló de los artistas. “Con la Revolución, todo” —incluyendo los gritos y los golpes. “Contra la Revolución, nada.” —ni la poesía, ni el futuro.

El pueblo cubano quiere que le escuchen. O mejor dicho: el pueblo cubano necesita que le escuchen. Pero hay una pared que nos divide a los unos de los otros; que nos separa más allá de lo geográfico e impide que nos hagamos escuchar: nuestra incapacidad de respetar las diferencias. En Cuba —y donde quiera que haya un grupo considerable de cubanos— es difícil que alguien diga que no está de acuerdo con la mayoría, y que esa mayoría respete su elección. Nuestra falta de tolerancia se nota lo mismo en campos y ciudades que en estadios y universidades. Y desde luego, también en la manera en que defendemos nuestra posición política. La miseria, la falta de información y el adoctrinamiento han contribuido a que desarrollemos un odio irracional a todo aquel que no piense como nosotros.

Pero esto no viene de ahora, ni surgió de la nada en 1959, ni reposa debajo de una piedra. Todo ese odio viene de mucho más atrás; es muy común en nuestra historia y Fidel Castro constituyó su clímax.

Si nos ponemos a analizar, nos damos cuenta de que ese mismo comportamiento agresivo e intolerante de los partícipes en los actos de repudio, golpeando y gritando “que se vayan” a los que piensan diferente, es el mismo, sádico, de aquellos voluntarios cubanos pidiendo a gritos la muerte de los estudiantes de medicina en 1871. La misma histeria, ciento cincuenta años después. En 1871 los “traidores” eran los estudiantes de medicina. En 2020 son los del Movimiento San Isidro.

Si nos parece exagerada esta comparación, invito a remitirnos a la frase “Machete, machete, que son poquitos”, recién publicada (y eliminada a posteriori) por el medio oficialista Cubadebate, aludiendo muy retorcidamente a sus enemigos ideológicos. Si no ha habido machete, es porque ahora —gracias al internet— no pueden darse el lujo. Ahora sus métodos no son tan radicales; ya no te fusilan, pero sí fusilan tu reputación. Y hacen creer al pueblo que tu existencia constituye una amenaza a su propia identidad.

Resulta que desde el período colonial cada gobierno despótico ha llamado “traidores” a los que le llevan la contraria. Fue así cuando los bayameses desafiaron las restricciones económicas de la metrópoli a través del comercio de contrabando (o enriquecimiento ilícito) entre los siglos XVII y XVIII, y cuando los vegueros (cuentapropistas) se sublevaron en Occidente contra las leyes que les impedían vender sus productos por la libre,en 1717 y 1723. Luego se fueron sucediendo una serie de conspiraciones antigubernamentales —probablemente “pagadas por la CIA”— que fraguaron en el comienzo de las luchas por la independencia, de mano de dos grandes “traidores” a su “Madre Patria” (España), a la que tanto le debían: Francisco Vicente Aguilera y Carlos Manuel de Céspedes.

De más está decir que para el gobierno de aquella época los mambises no eran más que una partida de bandidos alzados para crear desorden; y que en los periódicos no faltaban caricaturas pintándolos como los peores elementos de la sociedad. ¿Y para qué hablar de lo que pensaba ese gobierno de Martí? Martí era considerado un revoltoso, un vendepatria y un traidor. Por eso estuvo en el presidio: por llamarle apóstata a Carlos de Castro y Castro, compañero suyo que se unía a los voluntarios españoles. O sea, que para José Julián servir al poder opresivo era la verdadera traición a la patria. Más tarde ese poder haría correr rumores sobre un supuesto alcoholismo con tal de desacreditarle, y luego le llamaría mercenario por recaudar dinero en Estados Unidos para la Guerra del 95. (De más está decir, también, que nuestra independencia fue en gran medida financiada desde el exterior… pero mejor ni entrar hoy en ese tema.) El hecho es que todos los que alguna vez han disentido de un poder autoritario han sido degradados a agitadores, mentirosos, terroristas, mercenarios, vendepatrias, y traidores. Fue el caso de Céspedes, Agramonte, Martí, Huber Matos y Oswaldo Payá; pero también el de Galileo Galilei, Darwin, Gandhi, Mandela, y Martin Luther King Jr. Todos fueron apestados sociales: a todos se les trató de silenciar con el estigma del “traidor”. Y sí, fueron traidores. Sobre todo al abuso de poder de sus gobiernos, y a las ideas que les restringían su libertad de pensamiento y expresión.

Aunque nos parezca mucho, sesenta años no son nada en la historia de un país. De aquí a un tiempo se verá con claridad lo que gran parte del pueblo cubano de hoy no estaba capacitado para ver; y se juzgarán las acciones del régimen actual como mismo hemos juzgado las de los regímenes anteriores. Pero para eso Cuba necesita un cambio. Y ese cambio comienza por nosotros. Debemos ser distintos de lo que criticamos, para enseñarle al pueblo “enardecido” y a las masas “espontáneas” —o al verdadero pueblo, que se esconde temeroso detrás de la pantalla de un dispositivo móvil— que somos más educados, más creativos y más valientes que el poder.

Decía Unamuno que para vencer hay que convencer. Pues que siga el poder “venciendo” con sus conquistas y victorias, que nosotros seguiremos convenciendo con verdades. Y que nos llamen traidores si desean. ¿Quién no es traidor en Cuba?


Primer lugar compartido del concurso Qué pasa Cuba


‘El hombre con la sombra de humo’, de José Hugo Fernández

Ya en Amazon El hombre con la sombra de humo, de José Hugo Fernández, Premio de Narrativa Editorial Hypermedia 2020.

«Por el camino de la imaginación con tintes fantasmagóricos, de las citas literarias entrecruzadas, del misterio y el fetiche cultural, esta nouvelle impone su autoridad desde las primeras páginas», apuntan sus editores. «La escritura, de un ritmo y un tono sumamente eficaces, sigue un rastro de sangre y deja al final un saldo curioso de preguntas. ¿Vampiros en La Habana? ¿En Miami? ¿Agentes de la CIA? ¿Espectros? ¿Una secta secreta? ¿Locos y carceleros? ¿La verdad tiene la estructura de la fantasía? ¿Quiénes son los ‘enemigos del pueblo’?»

Un libro premiado por Jorge Enrique Lage (presidente), Alberto Garrandés, Carlos Manuel Álvarez, Jorge Ferrer, Mabel Cuesta, Martha Luisa Hernández Cadenas y Orlando Luis Pardo Lazo.

Cuba, país patrocinador del terrorismo

Aunque sumamente tardía luego de cuatro años de presidencia, hay que celebrar la decisión de la administración Trump de regresar a Cuba a la lista de países patrocinadores del terrorismo. “El régimen castrista debe acabar con su apoyo al terrorismo internacional y con la subversión de la justicia estadounidense”, declaró este lunes el secretario de Estado, Mike Pompeo, en un comunicado.

Cabe recordar que Cuba es un Estado terrorista desde 1959, y en varias direcciones:

a) Practica minuciosamente el terrorismo de Estado contra sus propios ciudadanos

b) Acoge en su territorio a criminales estadounidenses y terroristas de otros países

c) Exporta su modelo de terrorismo de Estado desestabilizando sistemas democráticos en naciones subdesarrolladas o en vías de desarrollo (caso de Venezuela, país más represivo del hemisferio ahora mismo) o atacando a diplomáticos en su propio territorio

d) Trafica armamento con países terroristas, o relacionados con el terrorismo, como Corea del Norte o la propia Venezuela 

¿Secuestrar a un ciudadano norteamericano, Alan Gross, que ayudaba a los cubanos a conectarse a Internet en la Isla, y pedir a cambio de él la liberación de cinco espías que se infiltraron en bases militares en Estados Unidos y fueron cómplices del asesinato en el aire de aviadores civiles, no constituye terrorismo de Estado? Salvando los detalles escenográficos, ¿no es lo mismo que hacía ISIS?

En La Habana dejaron sordos y medio sordos a varios funcionarios norteamericanos y sus familiares. El ataque auditivo contra los diplomáticos estadounidenses, y canadienses, que comenzó a finales del año 2016, ¿no es acaso terrorismo?

La lista de actos terroristas, y de apoyo al terrorismo internacional del régimen cubano, resulta demasiado extensa como para ser resumida en un solo artículo.

El castrismo llegó al poder practicando el terrorismo y no puede más que aterrorizarse ante la posibilidad de perderlo, de pagar por lo que ha hecho durante 62 años. El castrismo es El Terror por partida doble: porque lo difunde y porque lo padece. Es decir, porque sobrevive aterrorizado ante la posibilidad de que algún día tenga que responder frente a la justicia.


‘Qué pasa Cuba’, los ganadores

El concurso ‘Qué pasa Cuba’, convocado por el proyecto Puente a la Vista y las revistas Palabra Abierta y Otro Lunes el pasado mes de diciembre, dio a conocer este 11 de enero sus resultados.

“Cada autor concursará con un único texto sobre la actualidad cubana en el contexto de la lucha del Movimiento San Isidro y en general de la sociedad civil y la cultura independiente contra el totalitarismo imperante en Cuba”, habían pedido los organizadores. El texto, original e inédito, debía tener una extensión no menor de una cuartilla de 30 líneas, ni mayor de tres.

Tras evaluar los trabajos recibidos, el jurado, compuesto por los periodistas e investigadores Anamelys Ramos, Lien Carrazana, Jorge Enrique Rodríguez y Amir Valle, determinó cinco premios en lugar de los cuatro anunciados en las bases. El primer  lugar resultó compartido.

Ganadores

Primer premio compartido. Justo Antonio Triana (Camagüey, 2001). Poeta y ensayista. Estudiante de 12 grado en Nottingham High School, Syracuse. Ha publicado artículos en Hypermedia Magazine, La Hora de Cuba, Árbol Invertido, Havana Times y Deinós Poesía. Actualmente reside en New York. Fragmento de su texto  ¿Quién no es traidor en Cuba?:

“Resulta que desde el período colonial cada gobierno despótico ha llamado ‘traidores’ a quienes le llevan la contraria. Fue así cuando los bayameses desafiaron las restricciones económicas de la metrópoli a través del comercio de contrabando (o enriquecimiento ilícito) entre los siglos XVII y XVIII, y cuando los vegueros (cuentapropistas) se sublevaron en Occidente contra las leyes que les impedían vender sus productos por la libre, en 1717 y 1723”.

Primer premio compartido. Eduardo Clavel Rizo (Santiago de Cuba, 1991). Ha recibido el Primer Premio del concurso Luisa Pérez de Zambrana de poesía (2018) y el Tercer Premio del concurso Ángelus de poesía (2019), entre otros reconocimientos. Sus poemarios Epigramas de amor, desamor y erotismo, Am(o)rales y Herencia de la ruina, pueden adquirirse en Amazon. Fragmento de su texto El punto de quiebre en la cultura:

“Como bien dijo Bertolt Brecht, ‘la crisis se produce cuando lo viejo no acaba de morir y cuando lo nuevo no acaba de nacer’. Aunque en el 2020 lo viejo aún no muere del todo, las contracciones de una juventud ávida de cambio anuncian que se acerca la hora de dar a luz a una nueva generación”.

Jorge Luis Águila Aparicio (Cienfuegos, 1967). Poeta,  crítico literario y narrador. Su obra ha sido publicada en Cuba, Estados Unidos, México, España y Australia. Fragmento de su poema Tren de regreso:

Tren de regreso, lo oscuro

en San Isidro me vela.

[Un testaferro devela

ingenuidades a un muro].            

Tren de regreso, conjuro,

vieja muralla: una puta.

Cigarro al piso, disputa

entre el héroe, su vacío.

Carta que doblo y envío

a esa voz que me refuta.

Ariel Maceo. Escritor, fotógrafo, poeta. Ha participado en más de una docena de exposiciones colectivas fotográficas dentro y fuera de Cuba. Columnista en ADN Cuba. Publica artículos en espacios como Havana Times, Árbol Invertido, Puente de Letras y Chiquilla te quiero, entre otros. Coordinador del grupo de poesía Demóngeles, tiene varios libros publicados. Reside en La Habana. Fragmento de su texto La Cuba que heredamos:

“Una constitución a la que le dijimos No más de un millón de cubanos, otros 700 000 se abstuvieron y a la que también le hubieran dicho No los casi 3 millones de cubanos que andan por el mundo. Una carta magna que solo sirve para perpetuar el poder de un régimen que agoniza mientras trata de resistir a un enemigo fantasma. Es jodido que esta sea la Cuba que heredamos”.

Olivia Manrufo (La Habana, 1985). Graduada en Teatro por la Escuela Nacional de Arte, ha recibido importantes premios de actuación. Reside en Lima desde el año 2012. Forma parte del grupo de profesores de la Escuela de Danza Terpsicore. Fragmento de su texto Resistir o la acción de vivir como quien muere:

“Si la resistencia perdura, estamos manteniendo el status que supuestamente queremos romper. La resistencia es un estado de no permanencia, si no, deviene simplemente en Normalidad. Resistencia no. Disidencia”.

Los trabajos ganadores aparecerán próximamente en el portal Puente a la Vista y otros sitios de asuntos cubanos.


Macedonio Fernández

Macedonio Fernández es otro de los grandes escritores latinoamericanos cuya obra, o bien olvidamos demasiado pronto o nunca llegamos a conocer debidamente. Por fortuna, ha ejercido una notable influencia entre escritores de su país, Argentina, gracias a Borges en no poca medida.

Esta breve pieza suya, extraída del libro Todo y nada, da cuenta, con magistral ironía, de la ingratitud humana.


Cómo comportarse en No-Ser

Lo primero para un ejercicio completo del no-ser está en trabajar en silencio en cosas útiles para la humanidad; lograr verdades y decirlas. Quien observe esto durante muchos años aun no tendrá ninguna otra fatiga para conseguir que nadie crea que ha existido.


Los acuartelados en San Isidro

Momento en que Anamely Ramos es arrastrada por agentes de la policía política en el barrio habanero de San Isidro (Facebook de Luis Manuel Otero)

Ya disponible en Amazon Los acuartelados en San Isidro, libro de Arsenio Rodríguez Quintana que recoge las crónicas de los sucesos en la sede del Movimiento San Isidro (MSI), de artistas independientes cubanos, desde el 9 de noviembre de 2020, cuando es detenido el rapero Denis Solís, hasta el 26 de noviembre. También lo acontecido tras el desalojo de la sede por la policía política, que termina en una protesta «de más de trescientos jóvenes artistas ante el Ministerio de Cultura pidiendo un diálogo».

Los acuartelados en San Isidro «relata por primera vez el impacto en las redes de casi todos los países de Europa y América donde los cubanos que residen en el exterior se han manifestado de forma continuada en estos dos meses, noviembre y diciembre del 2020, exigiendo más derechos en Cuba y libertades para la disidencia artística y política», apunta Rodríguez Quintana. «Además de declaraciones de acuartelados, de miembros del 27N y de artistas de renombre en Cuba que les apoyan, hay un repaso preliminar, aunque no completo, de las disidencias artísticas que se han sucedido en Cuba desde 1961 hasta 2021».

«Toda la segunda parte del libro es un recordatorio a personas o grupos de artistas que han exigido su derecho a manifestarse libremente», resume el autor. «Sin la colaboración de Iliana Hernández y Katherine Rodríguez, ambas acuartelas desde el primer día, este libro no fuera posible. Mil y una gracias por tener más valor que muchos».


Resultados del concurso ‘Empresario cubano’

Manuel Hernández, de La Habana, fue el ganador del primer premio de $1000 dólares del concurso Empresario Cubano convocado por el Observatorio Cubano de Conflictos y Apretaste!

El concurso consistía en aconsejar a Pepe Pérez, un ficticio cubano canadiense que quería invertir en una finca en Cuba para producir leche, queso, vegetales y frutas, con cuáles dificultades se tropezaría: ¿con el bloqueo interno o el bloqueo externo?

“¡Ay, Pepe! Te aseguro que en el desierto del Sahara te irá mejor con la inversión”. “Hermano, no te compliques la vida, no inviertas en este país”. “Compadre, no vas a ser dueño de las vacas. Váyase a Haití o a cualquier otro lugar a invertir”. Fueron algunos de los comentarios de los concursantes.

Este concurso contó con una participación inusualmente grande: 1043 trabajos de todas las provincias de la isla, siendo las de mayor participación Pinar del Río, Santiago de Cuba y Camagüey. El 39% de los participantes fue de menos de 30 años, aunque hubo de todas las edades. La concursante más joven, de 15 años, fue de la provincia de Villa Clara, mientras que el de más edad fue de Pinar del Río con 70 años. Se recibieron breves ensayos, PowerPoint, videos, poemas, cuentos, entrevistas, artículos y fotografías.

El 92% de los concursantes, 960, consideró que las dificultades que tendría Pepe Pérez para invertir serían provocadas por el bloqueo interno y un 89% aconsejó que no debía invertir en el país porque perdería su dinero.

Los concursantes se refirieron a las innumerables leyes que harían largo el proceso, la burocracia, la corrupción, los altos impuestos y concluyeron que el proyecto tendría pocas posibilidades de éxito. También mencionaron que no sería dueño de la tierra, solo la tendría en usufructo. Tampoco sería dueño de las vacas ni de la leche que éstas produjeran porque estaba obligado a venderla al Estado al precio que este estimara. Lo mismo ocurriría con las frutas y vegetales: tenía que entregar al estado el 90% de la producción.

Pepe ni siquiera podía tener las 100 vacas que se proponía. “El estado sólo permite la compra de una vaca por cada hectárea, y la cantidad de hectáreas también las decide el gobierno y casi nunca son aprobadas más de 20 hectáreas a ningún campesino, por lo que sólo podrías tener 20 vacas”, mencionó uno de los participantes.

http://www.observatoriocubano.com/2021/01/07/el-consejo-de-los-cubanos-a-pepe-perez-no-inviertas-en-este-pais/


Difícil año, luminoso año

Cada 6 de enero me celebro y me canto, como diría Walt Whitman. Es mi cumpleaños. Yo fui el regalo de Reyes de mi madre, aseguraba ella, «el único huevo que puso esta gallina vieja», me dijo cuando volvimos a vernos en Berlín, luego de 10 años separados por el destierro al que fui forzado por criticar esa idea abortada de futuro mejor por la que ella y mi padre estuvieron a punto de dar la vida antes de 1959. En la foto que encabeza esta nota, tomada por el joven periodista alemán Marvin Ivo, pensaba qué responder a una interrogante que muchos deben haberse hecho: «¿qué fue para ti este 2020?». Porque haber nacido en el mismo inicio del año te permite el privilegio de evaluar años casi redondos, completos.

Difícil año, hay que decirlo. Perder amigos es arrancarte tiras del pellejo. Y el COVID y el cáncer y los suicidios por la crisis universal se encargaron de recordarme cuán frágil es la vida, cuán volátiles pueden ser las propiedades, cuán estúpido es depositar únicamente las esperanzas en las riquezas, en un trabajo o en una ideología, más si no tienes a Dios, si te falta Su promesa de estar contigo y de que tú estés siempre con Él. Aprendí a decir «te quiero» cada día, a mis colegas, a mis amigos, a mi familia, incluso a unos cuantos de mis enemigos. Y ya esa, en los tiempos de deshumanización que corren, es una enorme enseñanza.

Luminoso año, también hay que decirlo. En medio del caos, de las pérdidas sentimentales, de la inestabilidad mundial, del cenagal de confusiones sembradas por las teorías de las conspiraciones de todos los bandos y colores, de las absurdas guerras fratricidas por defender líderes o sistemas a los que sólo les importamos como votantes o corderos o tontos útiles, la paz de Dios me iluminó cada segundo y pude ver Su Gracia prodigándome bendiciones a manos llenas: enumerarlas, perdónenme, me resulta indecente e insensible, pues sé bien que millones de personas han tenido un año más que terrible, infernal. Lo más importante, eso sí debo decirlo: dejé de ser un apátrida (entiéndase alguien a quien las autoridades de su país se niegan a reconocer como ciudadano, negándole también todos sus derechos) y hoy tengo una nación poderosa, Alemania, que me respalda. Soy, dicho en simples palabras, orgullosamente alemán.

Así, y recordándome una y otra vez que camino junto a un Dios que lucha y vence por mí todas las batallas, beso a la mujer a la que debo todo lo que soy: Berta; recibo el abrazo de esos dos hombres de los que vivo orgulloso: mis hijos Toni y Lior; converso con mi madre que me observa desde la eternidad hace dos años; pienso en los amigos (los que han demostrado serlo de verdad, ellos saben a quiénes me refiero, estén en este mundo o ya no estén), y reverencio a ese viejo cascarrabias, mi padre, pese a que sigue creyendo en ese engendro por el que ahora mismo no puedo abrazarlo allá, en Cuba, esa isla que, lo he dicho, viaja conmigo a todas partes y es, a la vez, mi bendición y mi cruz.


Silencios atravesados en la garganta

Victor Manuel Domínguez, Lilliam Moro y Félix Anesio en el II Festival Vista de Miami

No me hubiera gustado ser amigo de Rimbaud, ni de Pound, ni de la Woolf o Pizarnik o Szymborska, cuyas obras van siempre conmigo dispensándome una compañía entrañable. La devoción por la literatura –que es mi único credo– me inhibe del acercamiento personal a los escritores, tanto como favorece mi apego a las creaciones de aquellos a los que admiro. Debe ser porque pienso que el ego desbordado, la vanagloria o la perenne e insana necesidad de reconocimiento no son buenos soportes para la amistad, ni siquiera para el disfrute del quehacer literario de quienes sufren esas taras.

Claro que puedo estar equivocado, pero el argumento sirve al menos para explicarme por qué tengo pocos amigos escritores. Y entre los que tengo, la profesión es detalle accesorio. No los busco, aun cuando a veces los encuentro. Tampoco creo que el asunto le interese a nadie más que a mí. De modo que si lo he traído a colación es sólo como introito para rendir cuentas a la memoria de Lilliam Moro, de la cual sí que me hubiese gustado ser amigo, no por su condición de gran poeta cubana, sino más bien a pesar de ello.        

Nos encontramos físicamente sólo en dos ocasiones. Pero bastó con el primer encuentro para que yo malograse la oportunidad de ser su amigo. De nada serviría entonces que me sintiera cautivado por su poesía desde aquel rudo verano habanero (creo que en la década de los ochenta), cuando alguien la desveló ante mis ojos como quien señala un OVNI, luminosa, lejana y un tanto inverosímil, debido quizás a su carácter de tema prohibido.

Las circunstancias que marcan el inicio de mi acercamiento a sus versos, más los versos mismos, de genio orive, brillantes y firmes, ajenos a toda verbosidad y a cualquier tipo de ornato que no emane de un personalísimo instinto embellecedor, me condujeron a distinguir inmediatamente a Lilliam como una poeta de rara casta. Incluso estuve a punto de creer que era extranjera. No porque fuese imposible hallar buena poesía cubana en esa época, sino porque la suya no se emparentaba con ninguna que yo conociera.

Poemas ahormados con sutil maestría para dar entidad a lo simple, o para descolgar a ras del suelo las más caras sensaciones y experiencias: “Desde una ventana abierta a la noche/todas las ciudades son iguales/cuando se espera lo que no vendrá”. Versos que comprimen sus néctares buscando equilibrio entre la elevación y el descenso: “La posteridad ha pasado de moda… todo cielo es inútil”. Símiles tersos, con giros que imprimen una muy especial delicadeza hasta en las pulsiones más hoscas: “No rompas el espejo que te pongo delante/porque en cada trocito habrás multiplicado/lo que no quieres ver”.

Las claves del estilo poético de Lilliam, ingénito, connatural, me ayudaron en alguna medida a comprender por qué era una extraña en su país y muy probablemente en cualquier otro. Encontré razonable entonces que sus versos y aun su nombre permanecieran fuera del alcance público en una isla cuyos estamentos culturales sufren por ley la imposición de lo simétrico y lo insulso. Más tarde iba a saber que en el exilio, aunque le fuera mucho mejor con su obra y aun cuando nunca le faltaran amigos fieles, tampoco lograría hallar su Ítaca. La patria de los poetas poetas es el éter, por mucho que insistan en reconocerse afincando raíces en algún rincón de la tierra. Son criaturas alígeras.

Transcurridas más de tres décadas luego de aquella aproximación inicial a sus versos, la vi por vez primera, en Miami, justo en la tertulia La Otra Esquina de las Palabras, en Café Demetrio. Yo había leído ya casi toda su obra publicada, pero conocía muy poco sobre su persona. Este último detalle, junto a mi carácter sumamente distraído y a mis inexcusables poquedades en materia de relaciones sociales, propiciaron que al aproximarme a su mesa para comprar un libro que ella acababa de presentar, no le dirigiera no digamos un saludo de elemental cortesía, ni siquiera una leve mirada. Cuando tuve conciencia de la mala pasada en que incurrí, ya no estaba a tiempo de enmendarla. Y debo confesar que tampoco me hubiera interesado hacerlo si no llego a enterarme muy pronto de que la esencial transparencia de Lilliam como ser humano, su bondad, su sencillez y modestia, eran cabalmente proporcionales con su grandeza poética.

Al saberlo, decidí pasar por el apuro de disculparme con ella, enfrentando el riesgo de que me devolviese hielo por hielo. Pero no ocurrió así. Lilliam no recordaba el incidente, o eso me dijo. Tal vez ni siquiera había reparado en mi presencia aquel día del primer encuentro en la tertulia, aunque tuvo la delicadeza de no que confesarlo. Así que no me fue propicio el momento para dar cauce a los silencios que llevaba atravesados en la garganta. Tuve, en cambio, el privilegio de conversar a mis anchas con ella. La irradiación de sus pensamientos, agudos, reflexivos, serenos, muy en especial su manejo de la ironía, finísima y siempre a flor de labios, fueron un estímulo extra para que valorase cuánto me hubiera gustado ser su amigo. Mas la muerte se interpuso.

A no ser que tengan razón los físicos cuánticos respecto a la muerte, que no existe, según ellos, pues nuestra conciencia apenas abandona el cuerpo en forma de energía para pasar a un estado distinto, sólo Dios sabe dónde y bajo qué nuevas circunstancias. Si así fuera, no pierdo entonces la esperanza de llegar a ser  amigo de Lilliam. Quedaría por confirmar si ella está dispuesta a concederme otro encuentro, en conformidad con aquello de que a la tercera va la vencida, y además de acuerdo con que mucho mejor que en el paraíso de los hipócritas, ambos preferimos volver a vernos en el infierno de los justos.


‘El cancionero trascendental’ de Rafael Almanza

Ya disponible en Amazon, en papel y en formato Kindle, El cancionero trascendental de Rafael Almanza, Premio Nacional de Literatura Independiente de Cuba ‘Gastón Baquero’.

«Siempre quise escribir canciones, pero en mis libros de juventud apenas hay alguna canción extraviada», apunta el autor en Facebook. «Escribí algunas más, prescindibles. En septiembre de 2007 lamentaba yo una noche otro verano perdido sin vacaciones. En fin, me dije, ya no me interesa ni siquiera el mar. En ese instante algo se disparó en mi conciencia».

«Estuve inmóvil y en silencio unos minutos, hasta que agarré el papel y el bolígrafo más cercano y escribí ‘Ni siquiera el mar’, canción infantil que integra ahora este volumen de 520 páginas».

«Son más de mil canciones», resume Almanza. «No sé cómo. Me atacaban de noche, en el sueño, en la siesta. Perdí unas cuantas por no levantarme de la cama. Llenan estos catorce cuadernos que integran el libro, para una variedad de gustos: existenciales, metafísicas, angélicas, satíricas, eróticas, sexuales, para niños, para las flores, las mujeres, los árboles, los animales. Todas, desde luego, para el Creador».


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