Una encuesta de la Asociación Sindical Independiente de Cuba (ASIC) y la Asociación Cubana de Pequeños Emprendedores (ACPE) realizada en Cuba entre abril y julio de 2020 a trabajadores por cuenta propia, reveló que el 81% de ellos se ha visto afectado por la pandemia del coronavirus.
La encuesta de 11 preguntas, realizadas a 150 trabajadores por cuenta propia residentes en cuatro provincias, halló también que el 85% de los entrevistados no «encuentra apoyo en el sistema legal y financiero cubano (específicamente bancario) para sortear la actual crisis».
«La falta de reservas financieras (capital) ha incidido en las operaciones de muchos cuentapropistas», señala el informe de ASIC y ACPE. Y añade:
«Sólo aquellos cuentapropistas que proveen alimentos a domicilio mejoraron su posición comercial, causado por el aumento en la demanda inicialmente, pero esta ha sido afectada por la falta de insumos debido a la caída de la oferta de estos, unido a la campaña de represión impulsada por el gobierno contra los campesinos que entregaban parte de su producción al mercado no estatal».
¿Hasta qué punto es cierto que la Enmienda Platt tuvo la culpa de tantos errores y faltas como cometimos los padres, los hijos y los nietos de la República de Cuba? Me atrevo a proponer, nada más que a proponer, por puro juego mental, esta sencilla pregunta: ¿Es cierto que la República funcionó tan mal, con tantas deficiencias, porque nos abrumaba, nos asfixiaba, la falta de libertad debido a la existencia de la Enmienda? ¿Podemos afirmar, al margen de la demagogia y de la comodidad que implica tener a quien echar la culpa de nuestros errores, que la República creció mal porque nació oprimida por la acción de la Enmienda? ¿Estamos seguros de que la codicia norteamericana por «apoderarse de la Isla» era tal que no dejaba libertad de acción a sus sucesivos gobernantes? ¿Que realmente no éramos dueños de nuestro destino?
Sé que lo más cómodo, lo fácil, es cargar todo el peso de la culpa sobre las espaldas de «los yanquis». A estos, en realidad, les importa un bledo lo que pensemos de ellos. Pero para nosotros es indispensable presentarlos como los autores de todos nuestros males, sean estos los fraudes electorales, el racismo, la corrupción administrativa, los privilegios de castas, las rivalidades políticas y hasta la llegada de Fidel Castro al poder y su permanencia en el mismo.
Es inútil señalar que los hechos, los datos históricos, la verdad monda y lironda, es que la Enmienda Platt funcionó realmente una sola vez: cuando Estrada Palma, desoyendo las súplicas de Theodoro Rooselvelt, forzó la Intervención en la República, suspendiendo provisionalmente su ejercicio. Y al igual que en la vez anterior, cuando lo del ’98, los americanos se fueron, y muy contentos de irse, en cuanto se lo permitieron las circunstancias de la vida política cubana. Quiero recordar tan solo el telegrama ominoso de Desvernine pidiéndole al presidente norteamericano que no dejara irse del puerto de La Habana al acorazado desde el cual Crowder, llamado por los políticos cubanos, luchaba por enderezar el proceso electoral y poner paz entre los partidos. ¿Y qué Enmienda era aquella que no se aplicó cuando lo del Hotel Nacional, hotel de donde salió huyendo por el sótano el embajador norteamericano, aterrorizado por el avance armado del pueblo encabezado por Grau y Batista?
Los embajadores americanos intervenían sólo en aquello que los cubanos –partidos políticos, grupos, personajes– les pedían que intervinieran. ¿Cuántas veces visitó Washington la oposición de turno para pedir que «le quitasen de encima» al gobernante odiado?
La participación de algún bufete ligado a intereses norteamericanos en estas o en aquellas actuaciones de la corrupción en Cuba formaba parte de la misma, pero no era el origen ni el motor de la misma. Los pecados nuestros son nuestros, y los de ellos son de ellos. Las raíces y los móviles de nuestro defectuoso manejo de la República están, a mi juicio, en otro sitio, no en la existencia teórica o la práctica de una Enmienda que nunca fue aplicada por voluntad norteamericana.
La prepotencia económica americana quedó reconocida y aplaudida como un beneficio para Cuba desde los tiempos de Carlos IV y de Godoy, cuando el tratado Pickney o del Escorial dio a los norteamericanos en Cuba más derechos que a los ciudadanos españoles. Ya el comercio entre Estados Unidos y Cuba era 44 veces mayor que entre la Isla y la Península.
Ahora, después de un trágico y absurdo intento de cambiar las reglas del juego geográfico-económico, la Isla está a un paso de conseguir la reanudación de los lazos comerciales con Norteamérica, el fin del embargo. Y esos lazos los pide hoy de rodillas la familia (Castro) que culpaba a la Enmienda Platt de todos nuestros males.
Una primera versión de este artículo apareció en 1994. Cortesía El Blog de Montaner
Twitter llega a Espasa. O Espasa (grupo Planeta) arriba a este tercer milenio tecnológico con desenvoltura: El III premio EspasaEsPoesía ha sido otorgado a Rafael Cabaliere (@RafaelCabaliere), internauta de origen venezolano que suele ser trending topic en la red del pájaro azul.
Cabaliere, ingeniero informático y publicista, está bajo la mira de casi todo el mundo. Aunque alrededor de 900.000 seguidores en Twitter y algo más de 700.000 en Instagram probablemente no convencerán de la calidad de su poesía a ciertos críticos y lectores especializados.
Alberto de Cuenca, uno de los jurados citado por El País, reconoció que el premio otorgado por Espasa este mes, dotado con 20.000 euros, busca sobre todo “el perfil en redes sociales”.
«Mis publicaciones en redes sociales no son poesía», ha puesto Cabaliere el parche antes que salga la herida. «Mi libro Alzando vuelo (ganador del premio) saldrá a la venta el 15 de octubre».
El lector juzgue por sí mismo. Tres poemas de Cabaliere en Twitter:
1
Que al terminar el día
te quedes con lo que hizo
brillar tus ojos,
lo que sumó
magia a tu vida,
con todo aquello
que agrandó tu sonrisa.
Y que mañana sea mejor.
2
Hay personas que no vemos
todos los días
pero si cerramos los ojos
están siempre,
personas unidas al alma
y no al cuerpo.
3
Algunas personas
conocerán tu huracán,
no les dará miedo quedarse,
no te pedirán que cambies.
Y al momento de estar,
estarán.
Esa es la diferencia entre
quien dice quererte
y quien te lo demuestra.
Con el objetivo de apoyar y fomentar la creación poética, la Editorial Hypermedia convoca a su Premio de Poesía 2020:
Premio de Poesía Editorial Hypermedia 2020
Podrán participar todos los escritores de origen cubano, sin tener en cuenta su lugar de residencia actual, así como aquellos autores extranjeros que puedan acreditar su residencia en Cuba.
La dotación del premio será de 1.000,00 USD.
La obra premiada será publicada por la Editorial Hypermedia y una selección de la misma aparecerá en el número Primavera/Verano de nuestra revista impresa Hypermedia Review, así como en la publicación online Hypermedia Magazine, durante la primera quincena del mes de enero de 2021.
Presentación de la obra:
La obra presentada tendrá una extensión mínima de 70 cuartillas, independientemente de si se trata de un único poema o de una colección.
El tema y la métrica son libres.
La tipografía a emplear será Times New Roman o Arial, pto 12 (o similar).
El interlineado es libre.
El envío se hará de forma electrónica a la dirección [email protected] en dos archivos independientes, los cuales comprenderán:
La obra a concursar (sin firmar, e identificada bajo un lema o seudónimo).
Datos del autor, identificados por el mismo lema o seudónimo.
Se deberá presentar una sola obra.
Obra inédita:
La obra presentada deberá ser inédita y no premiada anteriormente.
Si el autor presenta la obra a otro concurso, en caso de obtener un premio deberá notificarlo a la Editorial Hypermedia, mediante correo electrónico a la dirección hypermedia@editorialhypermedia.com, para proceder a retirarla del concurso.
No obstante, una obra que haya resultado previamente premiada quedará automáticamente descalificada.
Fechas:
Las fechas previstas para el Premio de Poesía Editorial Hypermedia 2020, son las siguientes:
La convocatoria queda abierta desde el 15 de septiembre de 2020 y permanecerá vigente hasta el 15 de diciembre de 2020.
El jurado, integrado por escritores de reconocido prestigio, habrá de fallar antes del 30 de diciembre de 2020.
El anuncio del premio se realizará antes del 31 de diciembre de 2020.
Tras la deliberación del jurado, una vez abierta la plica, la Editorial Hypermedia se pondrá́ directamente en contacto con el ganador.
En caso de ser premiado, el autor se compromete a declarar bajo su responsabilidad el carácter inédito y no premiado de su obra, y su total aceptación de las bases del concurso.
Obras presentadas:
En ningún caso se mantendrá́ correspondencia al respecto, dado el carácter anónimo del premio.
En casos excepcionales, la Editorial Hypermedia se reserva el derecho de ponerse en contacto con posterioridad al fallo con aquellos finalistas que hubieran podido despertar el interés del jurado.
Todas las obras no premiadas serán eliminadas del servicio de mensajería electrónica de la Editorial Hypermedia.
Consideraciones legales:
Presentarse al concurso implica la aceptación de todas y cada una de las bases de esta convocatoria, entendiéndose que el incumplimiento de una sola de ellas podrá́ ser suficiente para dejar fuera de concurso la obra presentada.
Las decisiones del jurado son inapelables.
Para cualquier duda, discrepancia, reclamación o cuestión que pueda suscitarse sobre la interpretación y ejecución de las presentes bases, las partes renuncian al fuero propio que pudiera corresponderles y se someten expresamente a la jurisdicción de la justicia.
Ya disponible en Amazon, en papel y en formato digital Kindle, el libro Introducción a la poesía de José Lezama Lima, del Premio Nacional de Literatura Independiente de Cuba, Rafael Almanza.
«Durante años he escuchado la queja de muchos apasionados lectores que se confiesan desconcertados por la dificultad de la poesía de este autor», apunta Almanza. «Ciertamente se trata del poeta más complejo en lengua española, capaz de ahuyentar a cualquiera que pretenda acceder a la opulencia de su expresión con la misma inmediatez que ofrecen otros escritores de talla. Pero la opulencia de Lezama bien vale el esfuerzo. He querido, pues, auxiliar a esos lectores».
«Mi libro consiste básicamente en un comentario de cada poema conocido de Lezama», explica Almanza. «Dicho con descaro, he pretendido traducir a Lezama al español, al menos al español de los que carecemos de su genio verbal. Mis interpretaciones, como comprenderéis, distan de pretender ser la verdadera verdad sobre estos poemas verdaderos. Pero descalifican el pretexto de que son incomprensibles».
Inspirado en el entrañable personaje de Pánfilo, escribí hace ya unos cuantos años el «simpático» poema que leerán a continuación. No olvidemos nunca que, en la más pura tradición estalinista, el hambre es un instrumento de la «revolución» cubana. De ahí las tripas, los pollos decrépitos, la claria, la moringa, el picadillo de soya, el fricandel. Más un largo y oprobioso etcétera.
Jama o muerte
dedicado a Pánfilo en el verano de 2010 cuando ofrendábamos nuestro ocio por su libertad
o jama o nada
así que jama o muerte
porque cuando la vida se te va buscando jama
ya no es vida
porque cuando te condenan por querer jamarte algo
no hay quien viva
jama o muerte
vacas en el firmamento, jamones, proteína
libertad para Pánfilo
desde la otredad del condumio hasta en conserva
venceremos
La lista es larga. Los mecanismos, cada vez más repulsivos. La dinámica de los acontecimientos indica que es una represión serial y que no se detendrá.
Pero la respuesta es la misma: resistencia. Ya nos cansamos de ser los jodidos del cuento. Tendrán nuestros cuerpos, pero no nuestros corazones.
Problema es problema… y las cosas se acaban cuando se acaban.
Me lo dijo, confuso, llorando, Alfredo Crespo, su amigo del alma y partner: “Se ha muerto, coño, se ha muerto”. Se refería a nuestro hermano Robert Alexis. Alfredo llevaba 20 años acompañándolo. Robert estaba ingresado en el hospital “Coral Gables”. Era médico. Buen médico. Padecía el Covid 19. Permitidme que utilice mi columna semanal para tocar un tema personal. Es una despedida.
Robert, la noche anterior me había dicho por teléfono que se estaba recuperando. Muy pronto abandonaría la Unidad de Cuidados Intensivos y esperaba estar de nuevo en la calle, viendo a sus pacientes. No obstante, me dijo que prepararía su retiro cuanto antes. Pensaba jubilarse en el norte de Florida, cerca de su hija Marie, enfermera, su yerno Manuel, y de su hermoso nieto Dylan.
Una hora antes de morir habló con Marie y le repitió sus proyectos. Adoraba a sus hijos, especialmente a su hija y a su nieto. Su hijo Thane enseña Filosofía hace años en Chicago.
Estaba feliz y eufórico, aunque esa mañana se había sentido muy cansado. Ese fue el único síntoma que sintió. Murió de un infarto masivo. Al menos no sufrió nada.
Los cuatro ventrículos se le destruyeron simultáneamente. Trataron de revivirlo durante una hora y 45 minutos. «Más del doble de lo que aconsejan los protocolos», me dijo, conmovido, Fernando Vélez, un enfermero que era su amigo. Acaso la edad, la diabetes infantil que padecía, o el sobrepeso, contribuyeron a su muerte, pero el culpable directo fue el Covid 19.
Mi hermano Robert nació en La Habana el 12 de septiembre de 1950. Hacía muy poco que había comenzado la Guerra de Corea. Lo sé porque yo escribí un poema espantoso relacionando los dos sucesos. Cuando murió estaba a punto de cumplir los setenta años. Mi hermano mayor le llevaba casi 10. Yo casi ocho. Fue el hijo de la reconciliación de nuestros padres Ernesto y Manola. Suele ocurrir.
En efecto, papá era tan mujeriego y seductor que reconquistó a nuestra madre, su exmujer. Le escribió versos. La acosó. Nuestros padres se habían divorciado pocos años antes, pero tanto insistimos mi hermano Ernesto, y yo, dos chiquillos especialmente tercos e irritantes, que se volvieron a casar decididos a enmendar el desaguisado. Fue inútil. Años después acabaron divorciados por las mismas razones, pero en el ínterin nació Robert A.
Fue una bendición en todo sentido. Era un niño muy bonito. Mi madre, que algo se olfateaba, acaso porque Fidel Castro nos visitaba en La Habana y lo conocía de cerca, lo matriculó en el Colegio Cima, absolutamente bilingüe, de manera que cuando vino la debacle comunista y todos emigramos, Robert hablaba inglés tan bien que a los pocos días de instalado en su nueva patria ganó un concurso de spelling en el sur de la Florida para niños de 10 años.
En realidad, era el más estudioso e inteligente de nosotros tres. Tuvo una gran memoria. Aprendió francés sin acento en el High School de West Palm Beach que le deparó la suerte. Sabía mucho de música clásica, pero también de zarzuelas y otros géneros populares en español e inglés. Nuestra madre, Manola, se casó en el exilio, al comienzo de los años sesenta, con Davis Wyville, un estadounidense ligeramente parecido a Errol Flynn, que vivía en esa ciudad donde todos fueron razonablemente felices.
Robert heredó el oído musical de nuestros padres. Podía entonar canciones, algo que nos estaba enteramente vedado a Ernesto, nuestro hermano mayor, y a mí, aunque yo era el peor. Siempre cuento que, cuando cantaba el himno nacional en la escuela –un plagio de Mozart de Las bodas de Fígaro-, invariablemente alguien me quería acusar de traición a la patria y proponía fusilarme al amanecer.
Robert aprendió muchas cosas en la escuela vinculadas a la historia. Le encantaba la egiptología, aunque esa pasión sólo le duró lo que la adolescencia. Después se convirtió en otras querencias relacionadas con la historia y se intensificó, precisamente, con la historia de nuestra familia. Le apasionaba la genealogía.
Todo comenzó en República Dominicana, adonde había acudido a estudiar Medicina junto a Jill, su mujer de entonces. Se subió a un ascensor y se encontró a su doppelgänger. “¿Y tú quién eres?”, preguntaron al unísono con cierto nerviosismo. Los dos poco tenían que ver con el paisanaje caribeño. Eran rubios, altos, ojiverdes y de rostro cuadrado. Parecían germanos, polacos o rusos. “Yo soy Landestoy de Baní”, le dijo el otro.
Mi hermano recordó que entre los apellidos que le había escuchado mencionar a nuestra abuela Maricusa Lavastida estaba el “Landestoy” de marras. Eran unos alemanes perdidos en el Caribe. Así que no tardó en averiguar que abuela y su hermana mayor, Graciella (Chicha), habían nacido en Baní, República Dominicana, y emigraron a Cuba muy jovencitas tras el establecimiento de la República en 1902. Como era típico de la época, se inscribieron como nacidas en la provincia cubana de Matanzas, en un pueblo cuyo juzgado había sido convenientemente quemado.
Recuerdo su voz entusiasmada cuando me aseguró, orgulloso, que nuestros antepasados dominicanos habían llegado a Hispaniola en el segundo viaje de Colón y allí habían permanecido durante 400 años. “Tú tienes la pasión de escribir –me dijo– porque, a través de abuela, tienes los genes directos de Gonzalo Fernández de Oviedo, el primer cronista de Indias, quien se casara, por cierto, con la hija de Rodrigo Bastida, gobernador de la Isla”.
La pasión de Robert era viajar. Había estado en China y, últimamente, en Cuba. Visitó (tal vez tuvo una premonición) el panteón de la familia, lo limpió y le dijo a Alfredo que le gustaría que sus cenizas descansaran allí permanentemente. Ojalá Marie cumpla tus deseos, hermano querido. Todos te extrañamos mucho.
La Habana, Cuba | ASIC – Ante los insistentes rumores y versiones contradictorias de diversas fuentes, alertamos sobre el carácter de la unificación monetaria, tal como hasta ahora la conocemos. La ya dilatada experiencia nos indica que los rumores en la tiranía suelen, por lo general, convertirse en realidad.
La unificación monetaria y las medidas complementarias que se impondrían, responderían a las necesidades de la nomenclatura del régimen y el ejercicio absoluto del poder y no a las graves carencias económicas de la población.
Este sería el fin de un proceso errático que ha durado más de dos décadas y que pretende corregir las anomalías y calamidades que causaron la duplicidad monetaria y su artificial paridad con las divisas. El crimen económico del régimen de pagarle a los trabajadores en una moneda y cobrar los productos en otra, con un valor 25 veces superior, se ha extendido por 26 años.
Los aumentos salariales que tendrían lugar, y la manera cómo serían implementados y remunerados, representan un reto para las organizaciones sindicales independientes, ya que no suponen la superación sino la continuidad de las injusticias salariales de hoy, cambiando modalidades y formalidades que nada tienen que ver con el desarrollo económico y el mejoramiento de la calidad de vida de los trabajadores.
De producirse en estos momentos un cambio monetario se desatará un proceso inflacionario donde “los precios subirán por el ascensor y los salarios por la escalera”. Por otra parte, con la continuación de las tiendas en dólares se mantiene la duplicidad monetaria y la segregación salarial ahora con el dólar estadounidense, convirtiendo a los pobres en más pobres y a los ricos en más ricos.
Mientras se mantenga el control centralizado del proceso de producción y comercialización de bienes y servicios, cualquier cambio tiene en realidad la intención de “cambiar para que nada cambie”.
Sabemos que, como siempre, la Central de Trabajadores de Cuba (CTC) cumplirá su función de brazo de control social de la tiranía y no defenderá las nuevas urgencias salariales y reivindicativas que los cambios traerán. Ya su inexplicable silencio es revelador. Como supuestos representantes del trabajador cubano, debieran ahora defender el salario real y oponerse a las nuevas distorsiones del salario nominal.
Nos oponemos a la fijación arbitraria del salario mínimo. No hay salario mínimo justo sin la consulta a empleadores y trabajadores, y para ello se impone el cumplimiento cabal del Convenio 131 de la OIT que establece que la consulta es obligatoria con toda organización de trabajadores o empleadores que manifestaran su interés en participar. La ASIC reclama ese derecho y el cumplimiento integral del Convenio referido.
Al trabajador no le interesa el nombre o las modalidades de la moneda que los expertos en políticas monetarias explican o justifican, sino el poder adquisitivo de aquel dinero que gana con su trabajo. Los sindicalistas independientes nos oponemos a la deformación del salario. Establecer remuneraciones diferentes por razones distintas al valor del trabajo, viola el concepto universal de “trabajo igual, salario igual”, consagrado así mismo en el Convenio Internacional número 100 sobre la igualdad de remuneración. Esto, adicionalmente, desconocería las destrezas y calificaciones obtenidas por el trabajador en su experiencia laboral.
Nos plantearemos un nuevo cuadro para las luchas reivindicativas en nuestro país de registrarse, tal como todo indica, un cambio monetario. Situación que evaluaremos en la medida que se vaya implementando sector por sector de la economía y con los diversos grupos de asalariados.
En tal sentido, sabemos que las medidas económicas que se anuncien en ese momento continuarían favoreciendo a las empresas socialistas y sus asociaciones a corto y mediano plazo, a la vez que traerían más trabas al pequeño y mediano sector de emprendedores y a los trabajadores no estatales en general. Para ese entonces, sabemos que aumentarán los impuestos, sustraerán las divisas y encarecerán los productos y bienes necesarios que hacen posible el trabajo por cuenta propia.
Aprobamos el fin de la dualidad monetaria y todas sus negativas consecuencias sufridas por la población, pero esto debe ser acompañado por medidas que obedezcan a las libertades económicas y a la elevación de la calidad de vida de los trabajadores y familiares. Si no, se mantendrá un caos similar o peor al actual.
Exigimos la vigencia de la libertad sindical, de la libertad de contratación individual y colectiva, la protección del salario y la fijación en consulta con los actores sociales del salario mínimo; garantías todas establecidas en los convenios internacionales de la OIT, 87 y 98 sobre la libertad sindical y la contratación colectiva, el Convenio 95 sobre la protección del salario, el número 100 sobre la igualdad de remuneración, el convenio 131 sobre la fijación del salario mínimo, el 144 sobre la consulta tripartita y, en resumen, la plena vigencia de los derechos laborales fundamentales.
¡Por la democracia política y económica!
¡Por la justicia social!
Los ataques de Al Qaeda a las Torres Gemelas y el Pentágono, de los que este viernes 11 de septiembre se cumplen 19 años, revelan cómo una sociedad como la norteamericana –esa tan denostada por el castrismo por aparentemente insolidaria– es capaz de solidarizarse y pasar de la individualidad a la acción colectiva inmediatamente, sin detenerse en la retórica.
La caída del World Trade Center desvela algunas de las ventajas de la sociedad abierta, que podrían resumirse en una sola (una que los detractores de la democracia occidental han utilizado de bumerán retórico contra la autonomía del sistema): la solidaridad. La sociedad abierta es verdaderamente solidaria porque es verdaderamente voluntaria.
Escribía Eliot Weinberger, testigo presencial de los atentados en Nueva York, poco después del desastre: “La respuesta ha sido un torrente emocional de ayuda a los rescatadores, los bomberos, los médicos, los albañiles y la policía. Cuando pasa un convoy de auxilio la gente en las aceras aplaude. Se ha donado tanta comida que ya los oficiales están pidiendo que cese la ayuda (…) Amigos y gente que casi no conozco y con los que me he encontrado a lo largo del día (12 de septiembre) –personas que saben que no vivo a una distancia riesgosa del World Trade Center y que además habría sido muy poco probable que me encontrara allí– me han abrazado diciendo: ¡Me alegra mucho que estés vivo!”.
El mundo libre es el mundo voluntario. La solidaridad voluntaria resulta, a fin de cuentas, la única solidaridad. Tal vez por eso toda clase de totalitarismos, como el vigente en Cuba, dedican tiempo, esfuerzo y recursos a publicitar un altruismo ficticio, basado en una retórica del sacrificio a fin de cuentas inmoral, porque coloca lo aparente, el maquillaje discursivo, por encima de lo genuino.
Un Estado totalitario, como es el caso del cubano, está en condiciones de enviar miles de médicos, maestros, combatientes o tecnócratas a otro país necesitado con el objetivo de vender una imagen solidaria, de suficiencia moral, que lo legitime políticamente o le posibilite influir en determinado organismo internacional. ¿Cuántos de los enviados, sin embargo, se habrían ofrecido voluntariamente, sin que mediara interés personal, mecanismo instituido por el poder o presión de cualquier tipo?
Frente a la sociedad obligada, totalitaria, falsamente igualitaria, la sociedad voluntaria emerge como la alternativa menos mala de cuantas existen. No es la ideal, pero no lo es porque está sujeta a constante modificación y perfeccionamiento, porque se reconoce heterogénea, dinámica, individualista –tanto en la mejor como en la peor acepción de la palabra–, porque está basada en lo que realmente somos. Lo demuestra el 11-S.