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Mi hermano Robert Alexis

Dr. Robert Alex Montaner

Me lo dijo, confuso, llorando, Alfredo Crespo, su amigo del alma y partner: “Se ha muerto, coño, se ha muerto”. Se refería a nuestro hermano Robert Alexis. Alfredo llevaba 20 años acompañándolo. Robert estaba ingresado en el hospital “Coral Gables”. Era médico. Buen médico. Padecía el Covid 19. Permitidme que utilice mi columna semanal  para tocar un tema personal. Es una despedida.

Robert, la noche anterior me había dicho por teléfono que se estaba recuperando. Muy pronto abandonaría la Unidad de Cuidados Intensivos y esperaba estar de nuevo en la calle, viendo a sus pacientes. No obstante, me dijo que prepararía su retiro cuanto antes. Pensaba jubilarse en el norte de Florida, cerca de su hija Marie, enfermera, su yerno Manuel, y de su hermoso nieto Dylan.

Una hora antes de morir habló con Marie y le repitió sus proyectos. Adoraba a sus hijos, especialmente a su hija y a su nieto. Su hijo Thane enseña Filosofía hace años en Chicago.

Estaba feliz y eufórico, aunque esa mañana se había sentido muy cansado. Ese fue el único síntoma que sintió. Murió de un infarto masivo. Al menos no sufrió nada.

Los cuatro ventrículos se le destruyeron simultáneamente. Trataron de revivirlo durante una hora y 45 minutos. «Más del doble de lo que aconsejan los protocolos», me dijo, conmovido, Fernando Vélez, un enfermero que era su amigo. Acaso la edad, la diabetes infantil que padecía, o el sobrepeso, contribuyeron a su muerte, pero el culpable directo fue el Covid 19.

Mi hermano Robert nació en La Habana el 12 de septiembre de 1950. Hacía muy poco que había comenzado la Guerra de Corea. Lo sé porque yo escribí un poema espantoso relacionando los dos sucesos. Cuando murió estaba a punto de cumplir los setenta años. Mi hermano mayor le llevaba casi 10. Yo casi ocho. Fue el hijo de la reconciliación de nuestros padres Ernesto y Manola. Suele ocurrir.

En efecto, papá era tan mujeriego y seductor que reconquistó a nuestra madre, su exmujer. Le escribió versos. La acosó. Nuestros padres se habían divorciado pocos años antes, pero tanto insistimos mi hermano Ernesto, y yo, dos chiquillos especialmente tercos e irritantes, que se volvieron a casar decididos a enmendar el desaguisado. Fue inútil. Años después acabaron divorciados por las mismas razones, pero en el ínterin nació Robert A.

Fue una bendición en todo sentido. Era un niño muy bonito. Mi madre, que algo se olfateaba, acaso porque Fidel Castro nos visitaba en La Habana y lo conocía de cerca, lo matriculó en el Colegio Cima, absolutamente bilingüe, de manera que cuando vino la debacle comunista y todos emigramos, Robert hablaba inglés tan bien que a los pocos días de instalado en su nueva patria ganó un concurso de spelling en el sur de la Florida para niños de 10 años.

En realidad, era el más estudioso e inteligente de nosotros tres. Tuvo una gran memoria. Aprendió francés sin acento en el High School de West Palm Beach que le deparó la suerte. Sabía mucho de música clásica, pero también de zarzuelas y otros géneros populares en español e inglés. Nuestra madre, Manola, se casó en el exilio, al comienzo de los años sesenta, con Davis Wyville, un estadounidense ligeramente parecido a Errol Flynn, que vivía en esa ciudad donde todos fueron razonablemente felices.

Robert heredó el oído musical de nuestros padres. Podía entonar canciones, algo que nos estaba enteramente vedado a Ernesto, nuestro hermano mayor, y a mí, aunque yo era el peor. Siempre cuento que, cuando cantaba el himno nacional en la escuela –un plagio de Mozart de Las bodas de Fígaro-, invariablemente alguien me quería acusar de traición a la patria y proponía fusilarme al amanecer.

Robert aprendió muchas cosas en la escuela vinculadas a la historia. Le encantaba la egiptología, aunque esa pasión sólo le duró lo que la adolescencia. Después se convirtió en otras querencias relacionadas con la historia y se intensificó, precisamente, con la historia de nuestra familia. Le apasionaba la genealogía.

Todo comenzó en República Dominicana, adonde había acudido a estudiar Medicina junto a Jill, su mujer de entonces. Se subió a un ascensor y se encontró a su doppelgänger. “¿Y tú quién eres?”, preguntaron al unísono con cierto nerviosismo. Los dos poco tenían que ver con el paisanaje caribeño. Eran rubios, altos, ojiverdes y de rostro cuadrado. Parecían germanos, polacos o rusos. “Yo soy Landestoy de Baní”, le dijo el otro.

Mi hermano recordó que entre los apellidos que le había escuchado mencionar a nuestra abuela Maricusa Lavastida estaba el “Landestoy” de marras. Eran unos alemanes perdidos en el Caribe. Así que no tardó en averiguar que abuela y su hermana mayor, Graciella (Chicha), habían nacido en Baní, República Dominicana, y emigraron a Cuba muy jovencitas tras el establecimiento de la República en 1902. Como era típico de la época, se inscribieron como nacidas en la provincia cubana de Matanzas, en un pueblo cuyo juzgado había sido convenientemente quemado.

Recuerdo su voz entusiasmada cuando me aseguró, orgulloso, que nuestros antepasados dominicanos habían llegado a Hispaniola en el segundo viaje de Colón y allí habían permanecido durante 400 años. “Tú tienes la pasión de escribir –me dijo– porque, a través de abuela, tienes los genes directos de Gonzalo Fernández de Oviedo, el primer cronista de Indias, quien se casara, por cierto, con la hija de Rodrigo Bastida, gobernador de la Isla”.

La pasión de Robert era viajar. Había estado en China y, últimamente, en Cuba. Visitó (tal vez tuvo una premonición) el panteón de la familia, lo limpió y le dijo a Alfredo que le gustaría que sus cenizas descansaran allí permanentemente. Ojalá Marie cumpla tus deseos, hermano querido. Todos te extrañamos mucho.


 

ASIC: Sobre la prevista unificación monetaria en Cuba

La Habana, Cuba | ASIC – Ante los insistentes rumores y versiones contradictorias de diversas fuentes, alertamos sobre el carácter de la unificación monetaria, tal como hasta ahora la conocemos. La ya dilatada experiencia nos indica que los rumores en la tiranía suelen, por lo general, convertirse en realidad.

La unificación monetaria y las medidas complementarias que se impondrían, responderían a las necesidades de la nomenclatura del régimen y el ejercicio absoluto del poder y no a las graves carencias económicas de la población.

Este sería el fin de un proceso errático que ha durado más de dos décadas y que pretende corregir las anomalías y calamidades que causaron la duplicidad monetaria y su artificial paridad con las divisas. El crimen económico del régimen de pagarle a los trabajadores en una moneda y cobrar los productos en otra, con un valor 25 veces superior, se ha extendido por 26 años.

Los aumentos salariales que tendrían lugar, y la manera cómo serían implementados y remunerados, representan un reto para las organizaciones sindicales independientes, ya que no suponen la superación sino la continuidad de las injusticias salariales de hoy, cambiando modalidades y formalidades que nada tienen que ver con el desarrollo económico y el mejoramiento de la calidad de vida de los trabajadores.

De producirse en estos momentos un cambio monetario se desatará un proceso inflacionario donde “los precios subirán por el ascensor y los salarios por la escalera”. Por otra parte, con la continuación de las tiendas en dólares se mantiene la duplicidad monetaria y la segregación salarial ahora con el dólar estadounidense, convirtiendo a los pobres en más pobres y a los ricos en más ricos.

Mientras se mantenga el control centralizado del proceso de producción y comercialización de bienes y servicios, cualquier cambio tiene en realidad la intención de “cambiar para que nada cambie”.

Sabemos que, como siempre, la Central de Trabajadores de Cuba (CTC) cumplirá su función de brazo de control social de la tiranía y no defenderá las nuevas urgencias salariales y reivindicativas que los cambios traerán. Ya su inexplicable silencio es revelador. Como supuestos representantes del trabajador cubano, debieran ahora defender el salario real y oponerse a las nuevas distorsiones del salario nominal.

Nos oponemos a la fijación arbitraria del salario mínimo. No hay salario mínimo justo sin la consulta a empleadores y trabajadores, y para ello se impone el cumplimiento cabal del Convenio 131 de la OIT que establece que la consulta es obligatoria con toda organización de trabajadores o empleadores que manifestaran su interés en participar. La ASIC reclama ese derecho y el cumplimiento integral del Convenio referido.

Al trabajador no le interesa el nombre o las modalidades de la moneda que los expertos en políticas monetarias explican o justifican, sino el poder adquisitivo de aquel dinero que gana con su trabajo. Los sindicalistas independientes nos oponemos a la deformación del salario. Establecer remuneraciones diferentes por razones distintas al valor del trabajo, viola el concepto universal de “trabajo igual, salario igual”, consagrado así mismo en el Convenio Internacional número 100 sobre la igualdad de remuneración. Esto, adicionalmente, desconocería las destrezas y calificaciones obtenidas por el trabajador en su experiencia laboral.

Nos plantearemos un nuevo cuadro para las luchas reivindicativas en nuestro país de registrarse, tal como todo indica, un cambio monetario. Situación que evaluaremos en la medida que se vaya implementando sector por sector de la economía y con los diversos grupos de asalariados.

En tal sentido, sabemos que las medidas económicas que se anuncien en ese momento continuarían favoreciendo a las empresas socialistas y sus asociaciones a corto y mediano plazo, a la vez que traerían más trabas al pequeño y mediano sector de emprendedores y a los trabajadores no estatales en general. Para ese entonces, sabemos que aumentarán los impuestos, sustraerán las divisas y encarecerán los productos y bienes necesarios que hacen posible el trabajo por cuenta propia.

Aprobamos el fin de la dualidad monetaria y todas sus negativas consecuencias sufridas por la población, pero esto debe ser acompañado por medidas que obedezcan a las libertades económicas y a la elevación de la calidad de vida de los trabajadores y familiares. Si no, se mantendrá un caos similar o peor al actual.

Exigimos la vigencia de la libertad sindical, de la libertad de contratación individual y colectiva, la protección del salario y la fijación en consulta con los actores sociales del salario mínimo; garantías todas establecidas en los convenios internacionales de la OIT, 87 y 98 sobre la libertad sindical y la contratación colectiva, el Convenio 95 sobre la protección del salario, el número 100 sobre la igualdad de remuneración, el convenio 131 sobre la fijación del salario mínimo, el 144 sobre la consulta tripartita y, en resumen, la plena vigencia de los derechos laborales fundamentales.

¡Por la democracia política y económica!
¡Por la justicia social!


Secretariado nacional de la Asociación Sindical Independiente de Cuba (ASIC).
La Habana, 11 de septiembre de 2020

Cuba, el 11-S y la solidaridad voluntaria

Los ataques de Al Qaeda a las Torres Gemelas y el Pentágono, de los que este viernes 11 de septiembre se cumplen 19 años, revelan cómo una sociedad como la norteamericana –esa tan denostada por el castrismo por aparentemente insolidaria– es capaz de solidarizarse y pasar de la individualidad a la acción colectiva inmediatamente, sin detenerse en la retórica.

La caída del World Trade Center desvela algunas de las ventajas de la sociedad abierta, que podrían resumirse en una sola (una que los detractores de la democracia occidental han utilizado de bumerán retórico contra la autonomía del sistema): la solidaridad. La sociedad abierta es verdaderamente solidaria porque es verdaderamente voluntaria.

Escribía Eliot Weinberger, testigo presencial de los atentados en Nueva York, poco después del desastre: “La respuesta ha sido un torrente emocional de ayuda a los rescatadores, los bomberos, los médicos, los albañiles y la policía. Cuando pasa un convoy de auxilio la gente en las aceras aplaude. Se ha donado tanta comida que ya los oficiales están pidiendo que cese la ayuda (…) Amigos y gente que casi no conozco y con los que me he encontrado a lo largo del día (12 de septiembre) –personas que saben que no vivo a una distancia riesgosa del World Trade Center y que además habría sido muy poco probable que me encontrara allí– me han abrazado diciendo: ¡Me alegra mucho que estés vivo!”.

El mundo libre es el mundo voluntario. La solidaridad voluntaria resulta, a fin de cuentas, la única solidaridad. Tal vez por eso toda clase de totalitarismos, como el vigente en Cuba, dedican tiempo, esfuerzo y recursos a publicitar un altruismo ficticio, basado en una retórica del sacrificio a fin de cuentas inmoral, porque coloca lo aparente, el maquillaje discursivo, por encima de lo genuino.

Un Estado totalitario, como es el caso del cubano, está en condiciones de enviar miles de médicos, maestros, combatientes o tecnócratas a otro país necesitado con el objetivo de vender una imagen solidaria, de suficiencia moral, que lo legitime políticamente o le posibilite influir en determinado organismo internacional. ¿Cuántos de los enviados, sin embargo, se habrían ofrecido voluntariamente, sin que mediara interés personal, mecanismo instituido por el poder o presión de cualquier tipo?

Frente a la sociedad obligada, totalitaria, falsamente igualitaria, la sociedad voluntaria emerge como la alternativa menos mala de cuantas existen. No es la ideal, pero no lo es porque está sujeta a constante modificación y perfeccionamiento, porque se reconoce heterogénea, dinámica, individualista –tanto en la mejor como en la peor acepción de la palabra–, porque está basada en lo que realmente somos. Lo demuestra el 11-S.


 

¿Es dura o blanda la carne de los pollos decrépitos?

El ministro cubano de la alicaída Industria Alimentaria, Manuel Santiago Sobrino Martínez, expuso recientemente en la palestra pública un término que lejos de proveer algún margen de esperanza en cuanto a la superación de los altos niveles de desabastecimiento de productos agrícolas y pecuarios invita, una vez más, a fruncir el ceño.

Hay muchos que han preferido largar una soberana trompetilla o postear chistes en las redes sociales y tienen sobradas razones para hacerlo. ¿Cómo reaccionar ante el compromiso del funcionario de aumentar exponencialmente la cría de “gallinas decrépitas” como un esfuerzo supremo del Estado para aliviar la crisis?

No puedo desentrañar, con el debido rigor, el significado del término.

Imagino, supongo intuyo, que se trata de ejemplares avícolas con alguna discapacidad congénita u otras afectaciones asociadas a la mala gestión de los cuidadores. También se podría pensar en desbalances nutritivos que provocan el envejecimiento prematuro, afectaciones en el sistema nervioso y otras nefastas consecuencias.

Recuerdo que el susodicho burócrata se refirió a la producción masiva de esos pollos, o sea, que no sería descaminado preguntarse: ¿se trata de una especie creada en laboratorio?

En fin, que son muchas las incógnitas en torno a la existencia de ese tipo de ejemplares avícolas que, supuestamente, calmarían el hambre de numerosas familias cuando comiencen a ser vendidos en postas o en forma de croquetas, como explicó el máximo responsable del sector en la Isla.

De acuerdo a la experiencia, cabe la posibilidad de que se trate de una nueva promesa huérfana de cumplimientos.

Otro plan condenado al fracaso y al olvido dentro del sainete revolucionario.

¿Qué pasó con aquella propuesta del comandante Guillermo García Frías de satisfacer el déficit proteico de la población con carne de avestruces, cocodrilos y jutías?

Como la historia demuestra, resultó ser una descabellada teoría, imposible de llevar a la práctica. Una burla a los amplios segmentos de la población que regularmente desayunan un pan duro de 80 gramos y agua con azúcar, almuerzan lo que aparezca y para los que la cena es un eterno juego del azar.

Que un ministro o un personaje de los llamados históricos aparezca en la televisión a soltar disparates a diestra y siniestra pone en perspectiva el tipo de país en el que vivimos.

La mediocridad es un fenómeno enquistado en la clase política nacional, que gobierna a su antojo sin rendir cuentas de los devastadores efectos de sus insensateces.

Mienten con total desparpajo, como si todos fuéramos retrasados mentales o cándidos infantes de primer grado.

Ni las referidas aves decrépitas, y mucho menos las sanas, estarán a disposición del pueblo a precios asequibles y sin racionamiento.

El pollo que se consume Cuba en medio de esta fatídica combinación de coronavirus y agotamiento del ineficiente modelo económico centralizado, viene de las granjas del “enemigo”, el llamado imperialismo yanqui que los medios oficiales se encargan de satanizar a diario.

Para colmo le aumentan el precio, como parte de una política basada en la extorsión que merma, de forma sustancial, el salario de los trabajadores y el irrelevante monto de las jubilaciones.

El absurdo planteamiento de las aves con algún tipo de anomalía, para paliar el hambre que crece a lo largo y ancho de la Isla, hay que tomarlo como una chanza grotesca del poder.

Sigue faltando seriedad y un compromiso real de la junta castrense que gobierna con ponerle fin al interminable ciclo de carencias que afectan a millones de personas.

A esa descarnada broma corresponden aptitudes justamente proporcionales de parte de los eternos afectados: la mayoría de quienes habitamos en los dominios de la única dictadura de origen marxista-leninista del continente americano.

Así que a mofarse de otro personaje cómico que invistieron como ministro y a la espera de nuevos estrenos en el arte del absurdo.

Me gustaría concluir con una pregunta: ¿Es dura o blanda la carne de los pollos decrépitos?


 

Más allá de lo que pica el pollo

A mis amigos escritores, paisanos, compatriotas o no, gente de bien, gente por la zona, gente instruida e inspirada -los queremos, los necesitamos-, por favor, este es un llamado al sentido común de alguien que los aprecia y disfruta, alguien del gremio, alguien que los comprende, pero please, resuman la idea, sinteticen un poco -no musicalmente, claro-, afinen, condensen, achiquen, reduzcan.

Ya no se lee como antes, sorry, es la pura verdad -en esto no cabe la posverdad-, nadie digiere una de esas tallas kilométricas por muy maravillosamente que estén redactadas, ¡ni siquiera muchos de nuestros propios colegas lo hacen! Nada más asomarse al post de la red social y ver la extensión de las parrafadas, el lector sale huyendo por muy en la zona que esté, lo digo por experiencia.

Este mundo, tal vez por desgracia, va muy de prisa, vertiginosamente, no lo detiene la elaboración sino la condensación, la exposición sino la puntería. Es criminal que por no detenernos a resumir un poco la humanidad prosiga su eterna marcha hacia ninguna parte sin conocer vuestro pensamiento, vuestros aportes, vuestras ocurrencias, vuestra genialidad.

Adelante señoras y señores, compañeros, amigos, hermanos, comediantes, el mejor perfume viene en frasco pequeño: no aflojen, no especulen, no pierdan el norte que ya termino, que ya empiezo a hablar de lo pica el pollo.


 

Wislawa Szymborska

La poeta polaca Wislawa Szymborska (1923-2012) fue Premio Nobel de Literatura en 1996. Pero ese no es un dato determinante para sus lectores. Lo determinante es su poesía, transparente, líquida, sugestiva, engañosamente sencilla pero colmada de humanidad y de una deslumbrante inspiración.


Ejemplo

La tormenta
arrancó anoche todas las hojas del árbol
menos una de ellas,
dejada
para que se columpiara sola en la rama desnuda.

En este ejemplo
la Violencia demuestra
que sí,
que en ocasiones le gusta bromear.

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Quienquiera que sepa dónde está
la compasión (fantasía del alma),
¡que lo diga!, ¡que lo diga!
Que lo cante a voz en cuello
y que baile como si hubiera perdido la razón,
alegre bajo el delicado sauce
siempre a punto de romper en llanto.

Enseño a callar
en todos los idiomas
con un método contemplativo:
del cielo estrellado,
las mandíbulas del sinantropus,
el salto del grillo,
las uñas del recién nacido,
el plancton,
el copo de nieve.

Devuelvo al amor.
¡Atención! ¡Ganga!
En la hierba de hace un año,
con el sol hasta el cuello
recostados mientras danza el viento
(coreógrafo de sus cabellos).
Para ofertas ver: Sueño.

Se necesita persona
para llorar
a los viejos que mueren
en los asilos. Favor
de no solicitar por escrito
ni anexar ningún tipo de actas.
Se destruirán los documentos
sin acuse de recibo.

Por las promesas de mi marido
—quien con todos los colores
del populoso mundo, su lenguaje,
su canción en la ventana y el perro de los vecinos
les hizo creer que nunca estarían solos
en penumbra, en silencio y sin aliento—
yo no puedo responder.
La Noche, viuda del Día.

Las tres palabras más extrañas

Cuando pronuncio la palabra Futuro,
la primera sílaba pertenece ya al pasado.
Cuando pronuncio la palabra Silencio,
lo destruyo.
Cuando pronuncio la palabra Nada,
creo algo que no cabe en ninguna no-existencia.


 

Cuba en Facebook: Tres retratos en tiempos de crisis

La Habana en toque de queda

«Cuba, la isla donde se llevó a cabo una de las revoluciones más radicales del mundo. En pleno siglo XXI hoy puedes morir de asma, diabetes e hipertensión arterial por la falta de medicamentos. En pleno siglo XXI un pueblo ha quedado desprovisto de todos sus derechos, solo le queda el derecho a la muerte. Hay que elegir entre morir aplastado por un tanque, como sucedió en Venezuela, o ver caer a tus familiares y amigos desde la más absoluta impotencia por la ausencia de fármacos. No hay términos medios en este caso». Lynn Cruz, actriz y productora

«Debo estar alucinando. Debo, por más esfuerzo, estar viviendo en un mundo paralelo. El hecho es simple: he recibido la inextricable y vil lista de nuevos precios de los cuales dependerá el pueblo de Cuba, asimismo los innumerables salarios. De ser verdaderos -pues no se ha oficializado ni he accedido a fuentes verificables y oficiales- será una nueva bofetada a la poca confianza que nos queda en un sistema que, cada vez más, pierde el sentido de la realidad y se hunde en un abismo de desesperación. También será una verdadera razón para demostrarnos que, si pasadas medidas fueron un parche a la economía, las nuevas lidian con la provocación y la estulticia. Pero no puedo adelantarme a los acontecimientos. Solo digo: ¡Pueblo de Cuba, estad alerta!». Duandy Oscar Gómez, escritor

«Querida Mariela, tú ta grave de la mente y aquí toy yo pa’ aclararte. Tu abuela Lina murió de sufrimiento al ver el repudio contra su hija Juanita Castro, cuando esta condenó a tu tío y a tu padre por el vuelco comunista que le dieron a una revolución que había triunfado para todos los cubanos. Y Juanita tuvo que exiliarse. Amada mía, pide perdón o toma fitina». Ghabriel Pérez, poeta


 

Enrique del Risco

El escritor Enrique del Risco responde las cuatro preguntas esenciales de nuestra página. Una manera práctica de profundizar, con el creador, en su obra y sus experiencias:

Cuéntenos sobre sus inicios en la literatura. ¿Qué le impulsó a escribir y cuáles fueron sus primeros textos?

El espíritu de competencia, el ego, supongo. Eso fue lo que me haría escribir unos poemas horrendos para un concurso escolar con los que de alguna manera llegué a nivel provincial. Allí terminó mi carrera de poeta, con la suerte añadida que de aquello no queda rastro. Ningún manuscrito. Nada. Al mismo tiempo, o quizás antes, empecé a escribir sátiras, algo que considero mi verdadero inicio como escritor. Lo primero que recuerdo es una sátira de aquella escuela donde estudiaba que se llamaba “Galileo y el masarreal” y otra en la que Gregorio Samsa se despertaba en aquel internado. Tampoco de aquello quedó rastro escrito, pero al menos mantuve la actitud. Al llegar a la universidad seguí escribiendo pero no empecé a publicar hasta un par de años después. Mi primer texto publicado —ya con el seudónimo de Enrisco— fue humorístico. Allí me burlaba de la tendencia de los oradores locales a usar el plural para disimular su ego. El principal modelo que conocía de ese tipo de orador era Fidel Castro pero tuve el cuidado de no mencionarlo. Todavía no había cumplido 20 años y no es nada que me avergüence en especial. Para cuando se extinguieron todas aquellas publicaciones donde aparecían mis textos, en pleno Período Especial, ya sabía que no podía parar de escribir, publicara o no.

Defina o mencione brevemente, por favor, aquello que los lectores descubrirán, o conocerán, a través de sus libros.

Iba a decir “la necesidad de darle sentido a la realidad y lo ridículo que resulta intentarlo” pero eso más bien suena como definición de toda literatura. La literatura es como una religión —por aquello de la aspiración al sentido absoluto de las cosas— que secretamente se burla de tales pretensiones. Al menos en mi obra esas son las dos fuerzas que siempre han estado en tensión: la búsqueda de sentido y la burla de esa misma pretensión. Ya se trate de la historia cubana (Leve Historia de Cuba, Elogio de la levedad), la Cuba actual (Pérdida y recuperación de la inocencia, El Comandante ya tiene quien le escriba, Enrisco para presidente) o la emigración (¿Qué pensarán de nosotros en Japón?, Siempre nos quedará Madrid, Turcos en la niebla). Más que enseñarle algo a los lectores les recuerdo lo mismo que le han dicho los humoristas de todas las épocas: que no hay nada que no luzca ridículo visto a suficiente distancia.

Mencione tres autores o libros que considere fundamentales o que le hayan inspirado o influido durante su trayectoria creativa.

Cometería una traición si no comenzara con los autores que llenaron mi infancia: Jules Vernes, Emilio Salgari y los narradores que crearon las historias maravillosas de Las mil y una noches. O el Decamerón de Boccaccio, que se desarrolla justo en medio de una de las peores pandemias que asoló Europa pero que se lee como el libro más divertido del mundo. O con Arreola o Monterroso con su compromiso con la belleza, la inteligencia y la concisión. Todos esos autores me impactaron desde muy temprano. O el polaco Slawomir Mrozek, que con El elefante me enseñó muy temprano que el comunismo funcionaba igual de mal en todas partes. O Mark Twain, Bulgakov, Platonov, Nadiezhna Mandelstam, Orwell, Brodsky, Faulkner, Piñera, Vonnegut. O Cervantes y su Quijote, ese libro infinito. Me pides traicionar a demasiada gente. Mejor te respondo con los libros que metí en el maletín cuando salí de Cuba sospechando que me marchaba para siempre: una antología de Borges, otra de cuentos de Kafka y el poemario El encanto perdido de la fidelidad, de Emilio García Montiel. Supongo que los veía como libros mágicos llenos de claves que me iban a servir para toda la vida. El hecho es que a cada rato vuelvo a ellos con el mismo fervor de siempre.

A partir de las nuevas teorías cuánticas según las cuales la esencia del universo no es la materia ni la energía, sino la información, ¿estamos a punto de descubrir que la vida es literatura?

Como dije antes, el truco de la literatura es hablar de todo lo humano y lo divino sin, en el fondo, tomarse demasiado en serio. Intentar las mismas operaciones que la magia, la religión o la ciencia —interrogar el universo, extraerle sentido— pero como si fuera un juego. Un juego lleno de intuiciones pero que no pierde de vista sus limitaciones, su fragilidad. Eso lo entendieron Homero, Dante, Shakespeare, Cervantes (si no metí El Quijote en aquel maletín fue porque ya lo había leído), Dostoievski, Pessoa o Kundera. Dejemos que la ciencia descubra lo que quiera que la literatura, si quiere seguir siendo ese juego maravilloso, mantendrá esa relación íntima y a la vez distante, irónica, con la vida. Para la literatura, como para los humanos, es mejor no andarse creyendo lo que no es.


Enrique del Risco (La Habana, 1967), escritor y humorista, se licenció en Historia de Cuba por la Universidad de La Habana. Tiene un doctorado en Literatura Latinoamericana en la Universidad de Nueva York. Entre otros reconocimientos, obtuvo el XX Premio Unicaja de Novela Fernando Quiñones (España) en 2018. Entre sus libros publicados figuran Pérdida y recuperación de la inocencia, El Comandante ya tiene quien le escriba y ¿Qué pensarán de nosotros en Japón?.

 

La Revolución de los Girasoles se manifiesta en Cuba y el exilio

La activista Yoaxis Marcheco este martes frente a la embajada castrista en Washington

Con girasoles en las manos, este martes 8 de septiembre opositores y miembros de la sociedad civil salieron a las calles de Cuba exigiendo libertad y respeto a los derechos humanos en la Isla, en el marco de una jornada replicada en el exilio por cientos de activistas en varias ciudades.

El movimiento, de corte pacífico, fue anunciado la pasada semana en la plataforma de la Unión Patriótica de Cuba (UNPACU), y a él se han unido proyectos como Cuba Decide, liderado, entre otros activistas, por la opositora Rosa María Payá.

«Hoy, como parte de la #revolucióndelosgirasoles levanté mi voz frente a la sede de la dictadura en Washington, donde me uní a otros cubanos que leímos nombre a nombre de los presos políticos y/o de conciencia (algunos de los cuales permanecen desde hace décadas en las prisiones castristas)», expresó en Facebook el pastor y activista Mario Félix Lleonart.

«Alrededor de las 11 y 30 de la mañana la seguridad del estado de Cuba redujo violentamente al líder de la Unión Patriótica de Cuba, José Daniel Ferrer y a su esposa e hijo, cuando intentaban participar de la iniciativa pacífica denominada Revolución de los Girasoles”, informó Radio Viva 24.

Según este último portal de noticias, la lista de los detenidos de UNPACU incluye también a Otoniel Cruz Suárez (Detenido sin liberar) Vladimir Martín Castellanos (Detenido sin liberar), Fernando Isael Peña Tamayo (Detenido sin liberar), Leonardo Rivery Gascón (Detenido sin liberar), Ernesto Rivery Gascón (Detenido sin liberar), Miraida Martín Calderín (Detenido sin liberar), Berta Soler Fernández (Detenido sin liberar), Ángel Moya (Detenido sin liberar), Arianna López Fernández (Detenido sin liberar).

Además a: Yenifer Castañeda (Detenido sin liberar), Lariuska Molina Enamorado (Detenido sin liberar), Ana Iris Miranda Leyva (Detenido sin liberar), Ada Iris Miranda Leyva (Detenido sin liberar), Fidel Manuel Batista Leyva (Detenido sin liberar), Marina Paz (Detenido sin liberar), Yumila Jessica Miranda Miquel (Detenido sin liberar), Angel Hinojosa (Detenido sin liberar), Liusban John Utra (Detenido sin liberar) y José Antonio Bell (Detenido sin liberar).

Noticia en progresión.


 

Rafael Vilches Proenza, tres respuestas

Vilches junto al también escritor José Alberto Velazquez en una imagen de archivo

Poeta, narrador, promotor cultural, Rafael Vilches Proenza es uno de los escritores independientes cubanos más conocidos fuera de la Isla. Nacido en 1965, como periodista freelance ha trabajado para varias revistas y periódicos de la oposición dentro y fuera de Cuba (tiene una columna en la revista Otro Lunes que dirige el escritor Amir Valle). Ha publicado, entre otros, los libros La luna entre nosotros (Premio ‘Dulce María Loynaz’ 2018), El único hombre (Premio Nacional ‘Navarro Luna’ 2004), Café amargo (2014), Ángeles desamparados (2001, Cuba, 2012, España, 2016, Estados Unidos) e Inquisición roja (2019). Sus textos han aparecido en antologías, revistas y periódicos de numerosos países.

Vilches tuvo la gentileza de responder este cuestionario de Puente a la Vista:

Cuéntanos sobre tus inicios en el ámbito independiente. ¿Cómo fue que decidiste dar un paso tan peligroso en Cuba? ¿Cuál fue la gota que colmó la copa?

Desde que comencé a escribir, siendo apenas un adolescente, cursaba el 10 grado en una escuela de agronomía, hacía la carrera de Técnico Medio en Riego y Drenaje, al terminar el 9no grado le dije a mis padres que no me volvería a becar. Había terminado un periodo de tres años interno en aquella escuela similar a un campo de concentración nazi para niños y jóvenes, pero esa experiencia dio lugar a que escribiera, impulsado por un consejo del escritor Guillermo Vidal, la novela Ángeles desamparados, que ya tiene tres ediciones, dos de ellas fuera de Cuba. Estando en el politécnico, un compañero de aula, Alexis Martínez, de Niquero, quien sabía que yo escribía poesía, me habló de una de bibliotecaria que estaba conformando un Taller Literario y fui corriendo a la biblioteca con mis libretas de poemas. La bibliotecaria ni se molestó en echar un vistazo a mis criaturas. “¿Qué escribes?”, me preguntó. “Poemas”, dije. “¿Qué tema?”. “De amor”, le respondí. “Ah, si no son políticos, comprometidos con la revolución, no puedes entrar”. Y me fui convencido de que debía transitar el camino de la escritura en solitario. Estábamos en 1980.

Los pasos peligrosos hacia la disidencia fueron muchos. Cuando niño pasaba un fin de semana en la casa de mis abuelos maternos en El Cero de Las 1009, cuando llegó corriendo (por el medio de lo que había sido un potrero lleno de árboles y que el gobierno desforestó en una semana para sembrar pasto para su ganado) un vecino. “Escondan todos los perros, los están envenenando”, dijo y siguió para alertar a los García, otros vecinos que vivían un poco más allá de la casa de mis abuelos. Escondimos los perros, los amarramos en un bosquecito al fondo de la casa. Al poco rato llegó un tractor con una carreta, con unos sanitarios, y un bulto tapado con una lona. Llegaron indagando por los perros. No tenemos, dijo mi abuela Chica. Mi abuelo Herade se encontraba en el campo velando un horno de carbón para venderlo y ganarse unos pesos. Los perros, que por más que mis tíos les aguantaron los hocicos, haciéndolos callar por un rato, olieron a los intrusos, primero gruñeron en la distancia y luego llegaron sus ladridos desde el escondite. Bastó una inyección para que dejaran de respirar. Los sanitarios pusieron sus cuerpos inertes bajo la lona en la carreta, custodiados por unos guarapitos protegidos por revólveres y fusiles. Aún hoy escucho el grito de la familia mientras el transporte se alejaba del dolor familiar.

Un país donde sus dirigentes ordenan matar al mejor amigo del hombre, asesinar a los perros de la patria, no merece ser amado, mucho menos respetado.

Las gotas en el vaso fueron muchas, pero el giro total y decisivo, la gota que colmó el vaso, fue en 2010, en la Ciudad de los Parques, Holguín, donde agentes de la Seguridad del Estado, respaldados por un grupito de artistas, escritores, directivos, funcionarios, policías de la cultura nacional, mandados por las instancias superiores, me echaron como a un zarrapastroso de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba.

Yo soy uno de los tantos escritores que engrosamos la larga lista de los expulsados de la Uneac por pensar distinto.

Un día un agente de la Seguridad del Estado llegó a mi oficina en la filial de la Uneac en Holguín y revisó la computadora en que trabajaba. Nunca se me informó qué encontró. En los pasillos se rumoraba que me comunicaba con la escritora Zoe Valdés. Nunca nos vimos en Cuba. Una vez intenté comprar su novela Sangre azul, la única que publicó en la isla, pero descubrí que no traía el suficiente dinero, nunca tengo suficiente. Al otro día, de regreso en la ciudad de Bayamo y ya en la librería con el dinero justo en mano, descubrí que la habían retirado del estante. “Esa autora está prohibida”, me dijo la administradora al indagar por el libro.

En la Uneac me acusaban de darle información sobre los hoteles en Cuba, como si alguna vez hubiese trabajado en alguna cadena de hoteles propiedad de los militares en mi país. Entonces me escribía mucho con la escritora Zoelia Frómeta, a quien por cariño sus amigos llamamos Zoe, radicada en México desde 1998. Juntos fundamos un grupo literario, publicaciones, sueños. Recorrimos el país, nos acostamos una noche, como los buenos optimistas que éramos, junto al ya fallecido poeta Pedro Alberto Assef, y Reinaldo García Blanco y Juan Manuel Oliva a mirar las estrellas y a decirle en voz alta poemas improvisados a la inmensidad.

Yo soy un defenestrado, uno que hundieron en el ostracismo, que con orgullo y dignidad vive un inxilio.

Una vez fui joven, soñador, dirigí proyectos, fundé grupos de teatro, literarios, periódicos, revistas, fui a la universidad. Le caía atrás a muchachas que me movieron el suelo; a unas las conquisté, a otras las olvidé; hay quienes están en la memoria de lo sublime. Crecí creyendo la mentira que otros nos inventaron.

¿Quién desde Cuba levantó la voz para defender a Rafael Alcides, María Elena Cruz Varela, Manuel Díaz Martínez, Jesús Díaz, Manuel Vázquez Portal, Amir Valle, Ángel Santiesteban, Alberto Garrido, Antonio José Ponte, Raúl Rivero, Tania Bruguera, Jorge Ángel Pérez, Ernesto Santana, Camila Acosta, Pedro Junco, por mí? Sin pretenderlo, los sicarios nos mostraron la luz.

¿Quién lo hará ahora por los expulsados de hoy o mañana?

Se habla mucho del avance del relativismo y la doble moral en Cuba. La Dra. Hilda Molina ha dicho que Fidel Castro “enfermó el tejido social de la sociedad cubana”. En los últimos 10 años, ¿crees que los cubanos han evolucionado hacia el poscastrismo o involucionado hacia el neocastrismo?

No puedo hablar por todos, este es un pueblo que guarda mucho miedo en el estómago, este es un país que solo piensa en remediar su hambre antes y después de 1959, fecha en la que el cubano comenzó a volverse un ser vil, miserable, a usar sus máscaras. El relativismo es moral. La gente cambia de opinión a conveniencia. En la sobremesa de casa dicen una cosa y en la calle otra. Cuba es un carnaval de disfraces, un lugar donde la doble moral no pasa de moda, las máscaras tampoco.

Me asquea la imagen de Fidel Castro, nos enseñó a mentir, a ejecutar con argucia el juego de la simulación. Siento repulsión hacia él desde niño; primero, de manera inocente odié sus discursos verborreicos porque no me permitían ver los muñequitos, Las aventuras, las películas, nada de lo que podía entretenerme mientras el viejo decrépito, dándoselas de orador, se pasaba horas y horas con su rabieta. Desde ahí lo eliminé como hice con el béisbol, el Noticiero Nacional de Televisión y todo lo que oliera a comunismo o populismo, que suelen ser la misma cosa.

Odio, y quisiera poder ignorar, a los Castro. Pero es una pandemia que me persigue. Por parte materna mi tatarabuela, que vivió en Vueltabajo, de donde vinieron mis bisabuelos y mi abuela, se llamó Ana Castro. Espero nada tenga que ver su sangre con la del tirano.

En Cuba todo es relativo, en dependencia de dónde te encuentres y con quién.

El pueblo aun con su doble moral quiere un cambio, lo pide a gritos, y aunque tengan pánico no creo que tengan en mente a los Castro como la opción que prefieren para su futuro. Pero como dije anteriormente, el miedo está en los tuétanos de los que habitan esta Isla. El cubano solo evoluciona hacia la miseria provocada por los Castro, esos bandidos y su camarilla de secuaces.

Aquí la gente solo piensa en dos cosas: la pandemia y las colas para ver qué pueden llevar a casa.

La sociedad cubana está enferma, podrida desde las raíces de su árbol genealógico; desde que, en 1959, un sueño que parecía idílico se tornó en una pesadilla que dura hasta hoy.

El cubano de la isla es olvidadizo, se conforma con nada, parece no querer un cambio y seguir montado en el tiovivo del horror.

El cubano de a pie, ese que vive al día, de rapiñar al Estado, de joder al prójimo, de lo que cae en sus manos por arte del invento para sobrevivir un día más, ese que usa como un recurso de vida las colas, esas largas hileras a que lo obliga el gobierno totalitario que impera en el país por su voluntad para comprar pollo, aceite, el paquetico de detergente que necesita la familia para encerrarse en casa y sentirse segura de la pandemia, feliz con el fleco de pollo, no imagina que todo es a propósito para que no pensemos en otra cosa que en la subsistencia de los seres queridos y no nos metamos en política, mucho menos que nos dé la intención de cambiar y derrocar al régimen abusivo y totalitario que nos manipula y explota.

Los sicarios y comisarios en el sector del arte y la cultura siempre han existido en los sistemas totalitarios, en los regímenes populistas, para controlar y maniatar los cerebros de esa parte de la población que piensa en algo más que en tener el estómago repleto, y tiene sueños y esperanzas por cumplir. Y eso es un peligro.

Imagina que estamos en el año 2030. ¿Qué ha sido de Cuba?

Pregunta difícil. Hay tanto miedo, tanto ánimo de chivatear al que disiente o se opone al sistema, tanta corrupción, que solo puedo sentir lástima de quienes creen que la política es para los corruptos.

Si no hay una explosión social, no le veo ningún futuro a mi patria. Y si el mundo sigue ciego y sordo, empeñándose en mirar hacia otra parte, Cuba seguirá siendo en 2030, o 2050, el campo de concentración que es ahora mismo en 2020… o mucho peor.

Quisiera pensar que en 2030 en Cuba se viva mejor que en Suiza o Noruega, que en Madrid, Berlín, Irlanda, que los cubanos tendremos el mismo confort que los canadienses, que los franceses, que un norteamericano. Que cuando llegue 2050, en la Cuba de entonces sus habitantes gocen de todos los derechos, que seamos totalmente libres. Que ya en esa fecha habrán muerto, habrán sido juzgados y ajusticiados debidamente todos aquellos canallas que hoy nos explotan y viven a costa de las riquezas y el sacrificio de este pueblo.


 

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