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Puente de Letras 15: Editorial

La cortada del coronavirus ha llegado a Cuba para cerrar aún más el cerco contra la cultura independiente. Una vez que los represores y comisarios de la censura tardocastrista comprendieron lo útil que podían ser, en términos represivos y de control sociocultural, las medidas de protección contra la pandemia, pusieron manos a la obra entusiasmados. El Decreto Ley 370, como antes el 349, emerge entonces como una medida expansiva, de la que son víctimas periodistas y escritores independientes como Jorge Enrique Rodríguez y Roberto Quiñones-Haces, o poetas como Ghabriel Pérez, citado por la policía por pretender leer un poema el pasado 7 de julio frente a la estatua del general Calixto García, en un parque de Holguín.

Recientemente, a propósito de la emergencia sanitaria internacional provocada por la expansión del coronavirus, el Comité para la Protección de los Periodistas (CPJ) lanzó una campaña en pos de la liberación de los periodistas encarcelados en todo el mundo, mencionando el caso de Quiñones. “Para los periodistas encarcelados en países afectados por el virus, la libertad ahora es una cuestión de vida o muerte. Los periodistas encarcelados no tienen ningún control sobre su entorno, no pueden optar por el aislamiento voluntario y a menudo se les niega la atención médica necesaria”, aseguró el CPJ.

Pero, de cara a la represión en Cuba, la coartada del coronavirus no solo se expresa contra la cultura independiente y sus creadores. Otras minorías y segmentos socioculturales son también víctimas de ella. Como ha apuntado el ensayista y activista por los derechos civiles Juan Antonio Madrazo: 

“El shock del Covid 19 está interactuando con todas las desigualdades y vulnerabilidades. El racismo no está en cuarentena. La vida de jóvenes como Hansel Moreno, ultimado por la policía cubana en junio pasado, tiene una circularidad permanente entre los bordes de la marginalidad y la cárcel. Jóvenes como él están más expuestos a situaciones de violencia, adicciones, familias disfuncionales, arbitrariedad, discriminación de las autoridades y aplicación de perfiles raciales por parte de agentes del orden”.

O como ha escrito el pastor y activista cultural Mario Félix Lleonart:

“El sistema cubano aprovecha un momento de gran temor e incertidumbre durante la crisis pandémica del coronavirus para aumentar su represión contra el arte independiente y la iglesia cubana. Las autoridades aumentaron su acoso, intimidación y detenciones injustas de líderes y sus familias, incluso violando las restricciones de salud pública emitidas por el propio sistema. La dictadura está intensificando su represión incluso cuando la Iglesia en Cuba extiende su mano para ayudar a las comunidades vulnerables, como las personas mayores y los pobres”.

Un estado de cosas viral que extiende y retroalimenta, frenéticamente, la represión cultural de los últimos 61 años en Cuba. Así, el Dossier de este número 15 de Puente de Letras echa una mirada a lo que va de un 2020 bajo dos cuarentenas estrechamente ligadas: La cuarentena del Covid 19, circunstancial pero también liberticida, y la cuarentena permanente contra la independencia individual que desde la segunda mitad del siglo XX, y en todo lo que va de siglo XXI, aún subyuga a los cubanos.


En este número:
Abel German • Abu Duyanah • Andrés R. Rodríguez
Ángel Escobar • Armando Añel • Ismael Sambra
Jorge Olivera • José Alberto Velázquez
Carlos Manuel Taracido • Lidice Megla
Luis Leonel León • Manuel Gayol Mecías
Mauricio Mendoza • Odalys Interian
Rafael Vilches • Rodrigo de la Luz
Sacramento José Acebo • Victor Dominquez

Augusto Lemus

El escritor Augusto Lemus responde las cuatro preguntas esenciales de nuestra página, una manera práctica de profundizar, con el creador, en su obra y sus experiencias:

Cuéntenos sobre sus inicios en la literatura. ¿Qué le impulsó a escribir y cuáles fueron sus primeros textos?

La grafía llegó mucho después de que la literatura anidara en mí. Asmático crónico, pasé gran parte de mi infancia sumergido en la lectura, desde la cama, ante la imposibilidad de jugar por prejuicios y juicios errados de la época. Por ello la ficción cohabitó con mi precaria realidad. Junto a la biblioteca de mi padre, una de las mejores y más grandes de Oriente, se alzó la influencia de un grupo de amigos de él, viejos retóricos y ampulosos que formaron o deformaron mis gusto, por lo que mis primeros escritos fueron versos infames y vergonzosos, y ya en la adolescencia un conato de obra dramática artificiosa.  Desde entonces batallo, con poca suerte, por domeñar el verbo.

Defina o mencione brevemente, por favor, aquello que los lectores descubrirán, o conocerán, a través de sus libros.

Ante todo me considero un promotor, un gestor de proyectos y un entusiasta auspiciador de los ajenos, de ser rico sería un mecenas. Mi “obra” posee dos vertientes fundamentales, la que se expresa en versos, que no me atrevería a nombrarla poesía, y la que se da desde la impostación del sujeto poético, en donde suelo burlarme de los tradicionales tópicos de los aedas (el amor, el desamor, el abandono, la soledad, etc.), siempre en tono de solfa irónica. En la segunda vertiente, la de la investigación, el lector puede encontrar la pasión y el empeño de casi toda una vida por hallar los hechos que revelen y definan la identidad de mi tribu, mi Guantánamo natal; aquí tendría que decir, “modestia apártate”, que he logrado hacer aportes innegables pese a la conjura del silencio, el despojo del exilio y las mezquinas e insidiosas campañas. El ensayo, la crítica literaria y de arte, son parcelas menores cultivadas ocasionalmente. Suelo recomendar a los lectores, en beneficio de su tiempo y la cordura, alejarse frenéticamente de mis textos. Dios se apiade de ellos y me escuchen.

Mencione tres autores o libros que considere fundamentales o que le hayan inspirado o influido durante su trayectoria creativa.

Un libro que me dejó sin aliento, cuando a los 17 años lo leí por primera vez, fue Crimen y castigo de Dostoyevski. Me gustaría mencionar a Marcel Proust, Frank Kafka o James Joyce, pero esas lecturas fueron más ejercicios de formación que derroteros placenteros.  Adoro la fina ironía de Wilde, Borges o Sartre. Los ostentosos germanófilos suelen citar, para epatar, a Nietzsche o a Schopenhauer, pero yo no oculto mi hispanofilia por Gracián, José Ortega y Gasset y Unamuno.

A partir de las nuevas teorías cuánticas según las cuales la esencia del universo no es la materia ni la energía, sino la información, ¿estamos a punto de descubrir que la vida es literatura?

Ya mi amigo Oscar Wilde lo había dicho: “la vida imita al arte”. Somos, de Pirandello, personajes en busca de autor. De la mano de Dios, agrego yo.


Augusto Lemus nació en Guantánamo el 29 de diciembre de un año «indeterminado y oblicuo». Ha publicado, entre otros libros, ‘Tropismos’ (Ed. EntreRíos, Los Ángeles-Las
Vegas-Miami, 2005), ‘Cartas de odio, amor y de otras nimiedades’ (Ed. Linden Lane, Fort Worth, Tx., 2011), y ‘Yo Augusto’ (Neo Club Ediciones, Miami, 2015). Está representado en las antologías ‘Lenguas recurrentes’ (Ediciones Ego, Guantánamo, 1982), ‘Lauros’ (Ediciones AHS, Guantánamo, 1989), ‘Epigramas’ (Ed. Oriente, Santiago de Cuba, 1994), ‘Antología cubana del exilio’ (Ed. Aduana Vieja, Valencia, España, 2011) y ‘Postales’ (Ed. Linden Lane, Fort Worth, Tx., 2015).

 

¿Cuál considera el descaro o guayaba mayor del castrismo en lo que va de mes?

Marque con una cruz cuál considera el descaro mayor -o la guayaba mayor- del castrismo en lo que va de este mes de julio:

a) Cuba contiene pandemia y reporta cero contagio de COVID-19
b) En Cuba abren masivamente tiendas dolarizadas mientras se continúa pagando a los trabajadores del país en pesos cubanos
c) Venden doce pollitos y semillas de girasol, ajonjolí, melón, pepino, calabaza, habichuela, etc., para garantizar el autoabastecimiento en el marco de la campaña “Cultiva tu pedacito”, del Partido Comunista de Cuba (PCC)
d) “Cualquier racimo de plátanos que se obtenga en el patio de una casa es un producto que no hay que comprarlo en el mercadito y, por tanto, queda ahí para las personas que más lo necesitan” (Gerardo Hernández, miembro de la Red Avispa y vicecoordinador de los CDR en Cuba)
e) Tienda dolarizada vende en La Habana pomos estándar de espárragos a 68 dólares la unidad


 

Nota informativa del PEN Club de Escritores Cubanos en el Exilio

Tras varios meses cumpliendo los distintos pasos que requiere el reglamento del PEN Club de Escritores Cubanos en el Exilio, concluyó este 18 de julio del 2020 el proceso electoral para escoger por votación de sus miembros la Junta Directiva que dirigirá la organización para el período 2020-2023.

El equipo directivo lo encabezará como Presidente el escritor y periodista Luis de la Paz, quien tendrá al poeta Orlando Rossardi como Vicepresidente.

Los otros importantes cargos lo integran los escritores Daniel Pedreira, como Secretario; Miriam López Waiss como Tesorera y Tony Ruano hará la labor de Vicetesorero.

Siguiendo los lineamientos del PEN Internacional, que pide que exista en cada una de sus filiales por el mundo un Comité enfocado en los escritores en prisión, perseguidos y acosados, el PEN Club cubano ha escogido al escritor, editor y ex preso político Ángel de Fana al frente del Comité de Escritores en Prisión. El otro relevante Comité, enfocado en las mujeres escritoras, lo guiará la escritora Matilde Álvarez.

Los Vocales de nueva  Junta Directiva son los notables escritores, profesores, editores y fotógrafos: Silvio Mancha, Modesto Arocha, Álvaro Alba, Wenceslao Cruz, Sara Martínez Castro y Octavio de la Suarée.

La filial para escritores cubanos en el exilio fue establecida en el verano de 1997 durante el 64 congreso del PEN Internacional celebrado en Edimburgo, Escocia, por votación unánime de la asamblea. Los promotores y fundadores del PEN Club de Escritores Cubanos en el Exilio fueron Ángel Cuadra, Indamiro Restano, Octavio R. Costa, Reinaldo Bragado Bretaña y Armando de Armas. Previamente, entre 1945 y finales de los años 50, hubo un PEN en Cuba fundado por el ilustre escritor Jorge Mañach.

La historia del PEN cubano, tanto en la Isla como en el destierro, está recogida en el libro Pen Club de Escritores Cubanos en el Exilio: fundación, lucha y futuro, compilado por Daniel Pedreira, en una edición bilingüe y muy documentada.

“No se puede hablar de cambios, ni de continuidad, sino de propósitos, y la misión de nuestro PEN es la cultura y la libertad, dos fundamentos que no pueden estar separados”, señaló Luis de la Paz, el nuevo Presidente del PEN. Luego añadió: “Todo es muy cambiante y volátil. Ahora mismo realizamos un proceso electoral con cubreboca por la pandemia china, pero lo que siempre prevalecerá más allá de épocas y gobiernos es el arte, la creación y su fuente de alimentación primaria, la libertad”.

El escritor José A. Albertini, quien deja el cargo después de varios años representando a los escritores cubanos exiliados y trabajando arduamente por el reconocimiento de la cultura cubana, resume su desempeño: “Con nuestro trabajo, el de todos, hemos enriquecido el propósito que inició y prosigue el PEN Internacional desde su fundación en 1921” y espera que la nueva junta directiva, “por la calidad de sus integrantes y compromiso con la libertad, deje su impronta destacada en la tarea que acometen”.


http://pencubanoexilio.com/about.html

Sucesos

Ocurre entonces que el dolor de comprender y entender algo es tan fuerte y profundo que no sabes con cuál de todas las palabras del mundo hacer un camino y seguir de largo.

Si le crees a los científicos, si le crees y aceptas las corrientes místicas de los maestros y sabios que nos han guiado desde la antigüedad de la historia humana, en cada lugar del mundo te esperan sucesos sorprendentes.

Sucesos. Sucesos sin nombre. Sucesos sin el bien y el mal que la cultura nos propone. Sucesos que solo pueden ser si están equilibrados. Sucesos benditos, porque todo lo que ocurrió, ocurre y está por ocurrir fluye en sintonía con el complejo ciclo vital de la luz en el universo.

La fotografía que encabeza este post está procesada solo para dispositivos móviles.

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¿Covid-19? Músicos piden justicia tras muerte de El Dany en Cuba

Yomil y El Dany

La vertiginosa muerte del popular reguetonero Daniel Muñoz, del dúo Yomil y El Dany, ocurrida en la madrugada del pasado sábado 18 de julio en el hospital Calixto García, de La Habana, ha provocado reacciones encontradas en el gremio musical y en el público en general.

El Dany, quien habría ingresado al hospital para verificar la causa de unos dolores en sus piernas, terminó hospitalizado por varios días, y en una foto publicada en las redes sociales (no verificada) aparece recibiendo respiración asistida mientras sonríe para un selfie.

Diversos factores, relacionados con las circunstancias del fallecimiento, han contribuido a exacerbar la curiosidad e incluso la indignación popular. El cadáver del músico, de solo 31 años, fue trasladado precipitadamente del hospital al cementerio. La explicación oficial predominante es que murió de “un ataque cardiaco por trombo”.

«Los trombos, que pueden causar embolias cerebrales, ataques cardiacos y peligrosas obstrucciones arteriales en piernas y pulmones, son encontrados cada vez más seguido en pacientes con Covid-19, entre ellos algunos niños”, ha apuntado Lindsey Tanner en el Chicago Tribune.

Hasta ahora, las principales teorías en torno a los desencadenantes de la muerte de El Dany son las siguientes:

  1. a) Covid-19 (negligencia médica sistémica, ya que el castrismo no generaliza las pruebas de coronavirus por temor a que se disparen las cifras de contagio y dañen la imagen de su sacrosanto sistema de salud)
  2. b) Sobredosis de droga (teoría prácticamente descartada pues el músico habría entrado por sus propios pies al hospital, donde permaneció por varios días)
  3. c) Administración de un medicamento vencido o contraindicado (negligencia médica puntual)
  4. d) Ajuste de cuentas (teoría conspirativa de la que se habla por lo bajo en algunos círculos)

En cualquier caso, los reclamos de justicia ante el secretismo imperante no se han hecho esperar en Cuba y fuera de ella:

“No es momento de lágrimas, es momento de llegar al fondo de lo que hay que llegar”. La Diosa de Cuba (cantante)

“Lo único que pido es que se le haga justicia a mi hermano, que los culpables paguen”. Yomil (del dúo Yomil y El Dany).

“Cogen a los médicos aquí, los mandan para otro país y entonces ponen a estudiantes a atendernos a nosotros como si fuéramos animales… queremos a los culpables”. Maykel Osorbo (rapero independiente).


 

Buesa, las formas del olvido

La gloria es una de las formas del olvido.

J. L. Borges


Así como en la poesía de Nicolás Guillén suelen vislumbrarse, agazapadas, las sombras de Langston Hughes o de García Lorca, y así como en la narrativa de Leonardo Padura gravitan sombras macondianas junto a las de Vázquez Montalbán (sobre quien gravitaba la sombra de Chandler), en los versos de Carilda Oliver Labra campea, travestida, la sombra de José Ángel Buesa. Es un viejo tema este de las influencias. Tanto como la literatura misma. Y no contiene interés especial para el caso. Al menos hasta ahí. ¿Quién que es no es influido? Más pertinente resulta quizás observar que los críticos de la Isla no han insistido mucho en esa marcada sincronía entre Buesa y Carilda, a la cual, por cierto, ubican entre los principales exponentes de la poesía nacional contemporánea. Tal vez ella lo merezca. En rigor, merece nuestro respeto por haber demostrado ser una buena persona, virtud nada corriente en sus entornos. Pero ese no es el punto. Tenemos por un lado a Buesa, eliminado del panorama de la literatura cubana por ser un poeta menor, según el dictamen crítico que sirvió de pala a sus inquisidores. Y por otro lado, tenemos a Carilda, su gemela del alma, digámoslo así, elevada a la cumbre por criterios opuestos a los que se vertieron sobre Buesa. Entonces hay alguna pieza que no encaja en este puzle.

Casi desde los primeros días del régimen fidelista, la crítica oficial demostró estar planeando la crucifixión de José Ángel Buesa. Tildaron su obra de cursi, apolítica y burguesa. Lo acusaron de encarnar la sensibilidad y los valores de una época superada por la revolución. Debido a esos azares del diablo, el camino les fue allanado por dos o tres sentencias que habían emitido en años anteriores ciertas representaciones descollantes de nuestra cultura. Cintio Vitier reprochó a Buesa “su lirismo amoroso de musicalidad fácil y temática monocorde”. Roberto Fernández Retamar lo sentenció por haber “preferido el número a la calidad, y prodigado sin mucha vigilancia sus dotes de poeta”. Más drástica aún fue la regañina que le lanzara alguno de los miembros de Orígenes: “Tal vez tú mismo no te das cuenta, Buesa, del daño que le estás haciendo a la poesía cubana”. Hay quien supone que esta lapidaria imputación fue obra de Lezama Lima. A mí me cuesta creerlo. Lezama era demasiado inteligente y culto como para proferir una tontería tal. Pero tampoco se necesita ser Lezama para comprender que por la mera simplicidad de escribir poemas menores, aunque resulten muy populares, nadie puede hacerle daño a la poesía. Se ha contado que alguien, quizá con la intención de provocar la lengua de ópalo de Lezama, le preguntó alguna vez qué opinaba sobre la poesía de Buesa. Y dicen que él dijo: “Qué voy a opinar de su poesía si a todas las muchachas de mi generación las enamoraban con los poemas de Buesa”. Esta salida sí me parece propia de Lezama. Pero volviendo al desafortunado sentenciador de Orígenes (a quien el mismo Buesa cita en su libro de memorias Año bisiesto, de 1981), me pregunto, ¿qué tipo de catástrofe presagiaría hoy para la poesía cubana si pudiese presenciar la arrasadora popularidad del reguetón? Sin embargo, tampoco iba a tener razón.

Verdaderamente de lo único que podían acusar con propiedad a José Ángel Buesa ciertas lumbreras de su tiempo, era de habérselas ingeniado para ganarles (a ellos, no a la poesía cubana) la carrera por el dominio público. Pero tampoco hacía falta ser Lezama Lima para saber que ese dominio no es el que determina la grandeza de los poetas.

Cuando los barbudos de Fidel Castro conquistaron La Habana, Buesa tenía ya vendido más de un millón de ejemplares de sus libros. Había llegado a escalar niveles de popularidad sin precedentes en la historia del país. Su libro Oasis, de 1943, alineaba entre los más leídos en toda Hispanoamérica, sólo comparable, en ese orden, con los Veinte poemas de amor y una canción desesperada, de Pablo Neruda. También aparecía en varios idiomas. Si nos atenemos a una de las máximas firmadas por el propio Buesa (“un poema pertenece tanto a quien lo ha leído y lo recuerda como a aquel que lo escribió”), no hay dudas de que nunca antes ni después de su travesía de poeta menor por el parnaso cubano, nuestra gente de a pie ha sentido tan suyos los versos de algún otro poeta.

Gustavo Pérez Firmat, autor de uno de los mejores ensayos que se han escrito sobre Buesa, apuntó con acierto que pertenece a un club exclusivísimo: el de los poetas que escriben best-sellers. Hasta qué punto aceptan esto de buena gana los amantes de otras formas poéticas mejor elaboradas o más complejas, es algo que no viene al caso ahora. Más me interesa, de momento, fijar la atención en la insólita falta de sensibilidad humana, así que poética, que se necesita para empujar hacia el destierro de por vida a un hombre sólo porque decidió empeñar su talento (y Buesa lo tenía, ¿qué duda cabe?) en retrotraer el arte de la versificación a su etapa de inocencia primigenia, cuando las palabras no eran sino simples vehículos para compartir sueños, preocupaciones, ilusiones, desasosiegos, esperanzas, amarguras, arrepentimientos… No digamos ya para la poesía, ¿qué peligro pudo haber representado este hombre para el poder político sólo por buscar sus motivos de inspiración entre los más comunes (o hasta baladíes o frívolos) sentimientos amorosos de la gente, dejando a un lado su mísera materialidad cotidiana?

José Ángel Buesa murió en el exilio sin derecho al regreso, justo en 1982, dos décadas después de verse obligado a renunciar a todo lo que constituía la razón de su vida: suelo patrio, ámbito familiar, reconocimiento y devoción populares, una profesión con la consecuente estabilidad económica y social que eran frutos de su talento y de su trabajo de años…Desde el mismo día de su partida comenzó a ser historia antigua, cuando no ignorada o ninguneada, para la cultura oficial. Faltaría mucho tiempo para que distintas generaciones de cubanos borrasen de su memoria aquello de “Pasarás por mi vida sin saber que pasaste…”, si es que lo han borrado del todo alguna vez. Pero ello no dependió en modo alguno del deseo ni de las directivas del poder que impone el gusto y rige las preferencias culturales en Cuba. Este poder lo mantuvo sepultado en vida durante todo el tiempo que le fue posible. Para tener una idea, basta con revisar un fragmento del ya mencionado ensayo de Pérez Firmat, José Ángel Buesa y la impopularidad del éxito, quien asevera que una vez que el poeta había marchado al exilio: “Entre las pocas referencias durante los próximos cuarenta años sobresale la curiosa entrada en el Diccionario de la Literatura Cubana (1980), que habla de Buesa –quien por esos años residía en la República Dominicana- en pretérito, como si hubiera dejado de escribir o de existir: “Poeta que trató fundamentalmente el tema erótico en forma mimética y externa, algunos de sus libros, como Oasis y Nuevo Oasis, vieron múltiples ediciones”.

Antes de esa desdeñosa mención en el Diccionario de la Literatura Cubana, publicada dos décadas después de su partida, sólo he tenido noticias de la inclusión de un poema suyo –Poema del renunciamiento– en una antología que publicara en La Habana el uruguayo Mario Benedetti, allá por 1969. Después, el nombre de Buesa continuaría flotando en el marasmo hasta finales del siglo XX, adentrada ya la segunda mitad de los noventa, cuando fueron publicadas dos o tres selecciones de sus versos, una de ellas, no más faltara, gracias a la oportuna y siempre fiel devoción de Carilda Oliver Labra. Todos estos libros con poemas de José Ángel Buesa volaron de las librerías como el clásico merengue. Un acontecimiento insólito, si tenemos en cuenta los precedentes. Aunque para entonces, remedando a García Lorca, Buesa ya no era él, ni su casa era ya su casa.

Con mejor o peor disfrazada crueldad, pero con la misma propensión al ridículo, algunos poetas ¿mayores? facilitaron la faena de los Torquemada políticos. En tiempos de revolución iban a ser contraindicados los artistas no apodícticos y los rapsodas del sentimentalismo burgués. Así que por eso, y nada más, también sepultaron vivo a Buesa.

Mientras, Pablo Neruda pasaría a remediar quizá la traumática pérdida que para el cubano corriente pudo significar la desaparición de su Poeta Enamorado. La verdad es que los versos del chileno, al menos los de su primera etapa, que fue la más popular, no se diferencian demasiado de los de Buesa. Al punto, es coherente suponer que éste allanó el camino hacia Neruda entre las masas lectoras de la Isla. No en balde Cintio Vitier había reparado ya en el detalle de que la poesía del primer Neruda pudo influir en la de Buesa. Sea como fuere, lo cierto es que, a pesar de su reconocida filiación izquierdista, el célebre autor de Veinte poemas de amor y una canción desesperada también terminaría cayendo en desgracia con los jefes de la revolución y con sus poetas cortesanos en Cuba. O más bien la desgracia fue para los lectores cubanos, pues al gran Pablo Neruda no le hizo ni cosquillas la desestimación de los sargentos políticos del fidelismo.

A Buesa, en cambio, sí es probable que lo hicieran sudar sangre con su expulsión del parnaso criollo. Nunca lo dijo por lo claro. No se quejaba de su mala suerte. No perdía el tiempo despotricando contra sus enterradores. Todo lo contrario. Trató de rehacer su vida de hombre común peregrinando por varios países, hasta que al fin hallaría acomodo en República Dominicana. Continuó escribiendo. Al millón de ejemplares que había vendido hasta el momento de su debacle, agregó otro millón, o más. Constituyó una nueva familia e hizo valer su amplia cultura trabajando como traductor y como profesor de Literatura en la Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña, de Santo Domingo. De manera que nadie, o casi nadie, llegaría a conocer cuánta tristeza y dolor y frustración y rabia contenida debió soportar aquel infeliz desterrado político que nunca fue político.

Y entretanto, en su país, donde la revolución desembocaba en un grosero régimen totalitario, los poetas revolucionarios se dieron a crecer silvestres como el romerillo. Posiblemente ninguna otra nación del planeta registró entonces un mayor número de poetas ni una mayor ausencia de auténtica poesía por cada metro cuadrado. El estilo coloquial, entre otras derivas, iba a convertirse en coartada para que cualquier liviana oquedad fuera premiada y amontonada en las antologías. Aquellas lluvias provocaron los pantanales de hoy, donde lo peor del mal gusto burgués impera mezclado con la chusmería más barata. Y sin Buesa, para que al menos les convide a suspirar entre un aullido y el otro.


 

Yusimy Platinada vs Vasito’e leche

En contexto: La directora de Comunicación y Contenido del Instituto de Radio y Televisión Cubano (ICRT), Yusimy González Herrera, ha clamado contra las «voces platinadas» en ese organismo. Ocurrió durante una reunión interna cuyas grabaciones fueron reveladas en el programa del presentador Alex Otaola en Youtube.

“Las voces platinadas son voces blandas, suaves, amaneradas”, explicó Yusimy.

En consecuencia: Numerosos especialistas, analistas y representantes de medios cubanos, tanto del exilio como de Cuba, coinciden en afirmar que la voz platinada más reconocible ahora mismo en la Isla es la del gobernante Raúl Castro. En consecuencia, Yusimy se estaría ahogando en un «Vasito’e leche» (sobrenombre del dictador).

“Monitoreamos 438 programas y hay un uso exagerado de las voces platinadas, amaneradas y hay que controlarlo, porque cuando se empiezan a pintar florecitas y colorcitos, el mensaje se distorsiona”, redondeó Yusimy.


 

Tampa vs Miami: La batalla del sándwich cubano

De Tampa, la tercera ciudad de los cubanos en Florida -la segunda es Hialeah-, se escribe poco y se murmura mucho. Se dice que a Tampa se van los cubanos que no pueden vivir en Miami, entre otras razones por sus inclinaciones ideológicas, sus conexiones con el régimen de La Habana o su pasado oficialista. Murmuraciones probablemente sin demasiado fundamento, generalizaciones propias de una sociopolítica polarizada como la cubana, pero que dejan ver las puntas de una especie de tragicómica rivalidad. Fenómeno que también es posible atisbar desde un ángulo inesperado: el culinario.

Estas son las santas horas en que el debate sobre la paternidad del sándwich cubano sigue en curso entre ambas ciudades, como me recordó este jueves un amigo de visita en Kendall. Aun cuando muchos han olvidado que en 2012 el Concejo de Tampa proclamó a esa urbe del oeste de la Florida madre del bocadillo, designándolo “Sandwich Oficial”.

Estamos hablando del “Histórico Sándwich Cubano de Tampa”, que oficialmente lleva jamón dulce, cerdo marinado con mojo al estilo cubano, salami Genoa secado de forma natural, queso suizo, pepinillos en vinagre al eneldo y mostaza amarilla. Se sirve frío.

En Miami, sin embargo, ciudad que también reclama ser la cuna del sándwich cubano, el bocadillo se sirve a la plancha y sin salami. Hasta el exalcalde Regalado ha reaccionado a las pretensiones de Tampa asegurando que “el salami es para las pizzas” y que el plato en disputa “vino directamente de Cuba”.

En 2014, el informe del concejo de Tampa puntualizó, no obstante, que “el original sándwich mixto llegó a nuestra ciudad con los fabricantes de puros en la década de 1890. Influenciado por la diversidad de la comunidad inmigrante de Tampa (cubanos, alemanes, italianos y españoles) pronto se transformó en lo que hoy conocemos como sándwich cubano, en el vecindario de Ybor City”.

Lo cierto es que un sándwich cubano con salami arma tremendo arroz con mango. Retórica incendiaria y política de barricada: El salami rompe en dos mitades casi perfectas, pero que se anulan mutuamente, el sublime sabor del jamón dulce sobre la pierna. Y deja la mesa servida para el interminable tiraquehala de la cubanidad.


 

Erótika Summa

He publicado cuentos y poemas eróticos de forma aislada desde que era muy joven. En Naranja dulce (1989), una revista cubana de corta duración adjunta al Caimán Barbudo, publiqué mi primer texto erótico, un cuento sobre una chica que se masturbaba mientras patinaba sobre el malecón habanero. Luego Salvador Redonet me publicó «Otra carne», mi cuento erótico más conocido, presente en alrededor de diez antologías cubanas, venezolanas, norteamericanas y españolas que lo han reproducido, además de estar en mi libro La caída y otros deseos.

Erótika Summa tiene la peculiaridad de que reúne imágenes de fotógrafos -Ira Kononenko,​ Leandro Feal​, Evelyn Sosa Rojas​, Evel Gonzalez​, Zichy-, modelos del siglo XIX francés, dibujos eróticos también de inicios del siglo XX y algunos fotogramas de clásicos del cine del siglo XX…

Todos no sirven de soporte a mis poemas y textos. Cada imagen en sí misma tiene una lectura propia sobre el erotismo que yo he vivido al verlas y del erotismo que me ha marcado desde que soy muy joven. No es un libro de arte, es un libro para compartir algo que nos es común sobre la piel.


 

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