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Andrés Reynaldo en La Otra Esquina de las Palabras

La Otra Esquina de las Palabras, la tertulia que coordina en Miami el poeta Joaquín Gálvez, invita, en el mes de la poesía, a un encuentro con el poeta y periodista Andrés Reynaldo.
Dirección: American Museum of the Cuban Diaspora
1200 Coral Way, Miami, FL 33145
Día: Viernes 14 de abril
Hora: 7:30 p.m.
Teléfono: (305) 529-5400
Andrés Reynaldo (Las Villas, Cuba, 1953). Poeta y periodista radicado en Estados Unidos desde 1980. Con Escrito a los 20 años obtuvo el Premio David de Poesía 1978, de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba. Ha publicado los poemarios La canción de las esferas (1987, Premio Letras de Oro de la Universidad de Miami) y El problema de Ulises (2015). Por más de 30 años sus columnas han aparecido en Estados Unidos, Europa y América Latina. Es director editorial de América CV Network.


Una oportunidad para los demócratas

Donald Trump, como se sabe, ha sido acusado de 34 delitos. Lo que no se sabe es si podrá aspirar a la presidencia otra vez, o como salida legal a este monumental atasco, se llegará a un acuerdo que impediría que este señor volviera a ocupar la Casa Blanca. Por lo pronto, muy ufano, declaró que tenía el respaldo de unos nuevos siete millones de dólares -ahí se mide el apoyo por la capacidad recaudatoria que tienen los líderes- por parte de unos 125,000 novísimos cotizantes a su causa.

Donald Trump es un candidato formidable. Domina la TV como nadie en el Partido Republicano. Es un showman más que un hombre de Estado. En las elecciones de 2016 destrozó la imagen de los senadores republicanos Ted Cruz y Marco Rubio, y de Chris Christie, entonces gobernador de New Jersey, también republicano. Rompió el acuerdo propuesto por Ronald Reagan de no atacar a ningún republicano. Llegó a decir en una entrevista que DeSantis había sido tan malo o tan bueno para los floridanos como el exgobernador de Florida, Charlie Crist. Cuando liquidó uno por uno a sus adversarios, y estuvo solo contra los demócratas, perdió por casi tres millones de votos, pero ganó el voto electoral (304 a 227) y así alcanzó la Casa Blanca frente a Hillary Clinton.

La verdad es que los demócratas son más. Hay un mayor número de afiliados en el Partido y los que votan mayoritariamente son simpatizantes de los demócratas. Esto se vio con total claridad en las elecciones en que Joe Biden fue elegido en el 2020. Ganó con el respaldo de 306 votos electorales frente a 232 que exhibía Donald Trump. Hillary había sido vengada. Asimismo, Trump obtuvo 74 millones de votos, la cifra más alta que jamás ha sacado un candidato presidencial derrotado, pero Biden había obtenido 81 millones de votos. Esto es: la mayor cantidad de votos que jamás le dieron su respaldo a un presidente. ¡Había ganado por más de siete millones de votos! Una cifra que duplicaba la diferencia observada por Hillary Clinton y con la que se aseguraba que no se repetiría la sorpresa de una victoria republicana en el colegio electoral.

¿Qué había ocurrido? Sencillo: se fueron muriendo los republicanos “de calzón quitado” (más bien los de “calzón puesto”) y llegaron a las urnas unos jóvenes con las preocupaciones y los valores que en USA llaman “progresistas” y en todas partes de “sentido común”: El racismo. El Me Too. El feminismo y el feminicidio. La oposición a las “armas para todos” -incluidos los psicópatas, a juzgar por la insistencia en no hacer preguntas- y el culto a la ridícula Segunda Enmienda. El ambientalismo y el cambio climático. La orientación sexual y la elección del género a que se pertenece.

Cada vez es más gente la que cree en la “agenda progresista”. El Partido Demócrata ha ido descubriendo causas a las que afiliarse. Joe Biden parece muy feliz con esos descubrimientos que se le antojan juveniles, aunque luego, una vez hechos los hallazgos, se le suman numerosos adultos. Y, como suele ocurrir, esas causas han traspasado las fronteras y las adoptan en otras latitudes sin saber que son fruto de la “modernidad” estadounidense.

En todo caso, hay otras medidas, como la ampliación de la OTAN y la extensión del manto de seguridad europeo-estadounidense, que van contra la antiglobalización que milita en el terreno de Trump, o la ojeriza y las sospechas que despierta George Soros entre los trumpistas, una forma de ser antisemita sin que se note. Antes de la II Guerra Mundial (1939-1945) los nazis acusaron sin pruebas a los judíos de “apuñalar por la espalda” a los alemanes, lo que llevó a seis millones de judíos europeos a los campos de exterminio, incluidos niños, ignorando que de esa etnia habían salido cien mil al campo de batalla durante la “Gran Guerra” o la I Guerra Mundial (1914-1918).

Es cierto que Trump maneja con envidiable destreza el espectáculo, pero, en medio de sus innumerables reveses legales, según las encuestas el 60% de los americanos está de acuerdo con su imputación. Incluso, los que lo defienden no dicen que sea inocente, sino afirman que se ha creado un “clima de persecución política ajeno a la tradición liberal estadounidense”, pobre defensa donde las haya. Sin duda, se crea una oportunidad para los demócratas y su agenda mal llamada “progresista”.


 

Romanticismo al pie del cañón

Me gusta pero me asusta… Remedo el estribillo de aquella canción mexicana ante el nuevo Big Bang que representa la inteligencia artificial. Y no creo ser el único. Como el gran acontecimiento que es (el mayor quizá o el más aparatoso de hoy en día), éste tiende a ser un tremendo generador de sensaciones entrecruzadas para nuestros contemporáneos, desde los más humildes hasta Elon Musk y otros pulpos del dinero, cuyos intereses igualmente me gustan pero me asustan, aunque todavía no sé bien por qué: si por sospecha o intuición o prejuicio.

Entre las maravillas que promete y los peligros que encierra la inteligencia artificial, uno no puede menos que retrotraer la lección del camaroncito encantado. Aunque, paranoides al margen, de momento no tengamos otra alternativa que la de aplazar el pánico a favor de sus beneficios, que ciertamente son deslumbrantes y múltiples y dirigidos hacia las más diversas esferas.

La novela que liberó a Cuba, idea del escritor, poeta y editor Armando Añel que recrean otros valiosos escritores y activistas, se proyecta sin duda como uno de tales beneficios, no sólo por lo que es en sí misma, un artefacto artístico que aprovecha (buscando ennoblecer) los recursos de la inteligencia artificial, sino también, y sobre todo, por lo que enuncia desde el título: la pretensión de interactuar activamente -desde sus fundamentos históricos y hasta el hipotético desenlace- con la epopeya de los cubanos por librarse de una aborrecible dictadura con humos de perpetuidad.

En síntesis, se trata de una propuesta audiovisual que enhebra con original mezcla de géneros la literatura, el periodismo, la historiografía… Su diseño, con estructura abierta para el intercambio creativo, convoca a la formación de una extensa red de escritores (fantasmas o no) y de activistas políticos o cualquier otro tipo de protagonistas. Y evidencia, en fin, un esfuerzo inteligente y sumamente oportuno por englobar las ventajas del apogeo tecnológico que hoy tiene lugar en las comunicaciones, disponiéndolas en función de la conquista democrática.

Asombra un tanto, y otro tanto conmueve, saber que entre los planes del autor de La novela que liberó a Cuba descuella el afán por mantener esta obra en activo, mediante su perenne renovación, hasta el día en que nuestro país logre verse libre del yugo opresor. Es una aspiración que se las trae, pues ahora mismo nadie puede prever cuánto demorará por llegar ese día. Y menos si tenemos en cuenta que una vez liberados de un régimen totalitarista que nos arrasó de punta a cabo, los cubanos necesitaremos tiempo extra para librarnos de nosotros mismos.

Sin embargo, ante esa incertidumbre que gravita sobre el drama de Cuba, igual que frente a las dudas que sombrean el futuro de la inteligencia artificial, no nos queda sino remitirnos a una lúcida advertencia de Nietzsche, según la cual aquellas circunstancias en las que todo sugiere no hacerse ilusiones, son justo las que demandan dejar pruebas de nuestra pasión por la vida.

Es, ni más ni menos, lo que están haciendo Añel y otros creadores con La novela que liberó a Cuba. ¿Un proyecto romántico? Claro. Y bienvenido sea. Porque en cualquier caso, me parece digno de sana envidia. Y de apoyo. En tanto no queda flotando en las nubes. Es romanticismo al pie del cañón.


 

La cara (in)visible de María Gonka

"Argentum. Carta Estelar, Fase Selena 2.1" técnica mixta sobre carton, de AdriáNómada.

Apuntes impresionistas sobre su reciente exploración literaria, En la cara oculta.

…no importa en qué fase se encuentre la Luna,
en la noche más oscura nunca deja de brillar… 


Para María Gonka (Zaragoza, 1975) -licenciada en Historia del Arte y master en Psicología Transpersonal-, la historiografía, el reportaje, la crítica y el testimonio no son suficientes y se atreve, alma inquieta de buscadora curiosa, ingente y atenta, a los estímulos diversos y maravillosos que la realidad regala.

En la cara oculta

 

Su libro me resulta una narrativa pujante un tanto inclasificable, exploración psicoanalítica, autología meta-literaria que entra y sale confundiendo los géneros y el propio estilo de forma relativamente novedosa: Oscilando del testimonio a la crónica, de la poiesis al ensayo, brindando sus entrecruzados pasajes reflexivos, llenos de abundante inmersión psicoanalítica. Quizás exorcista “monólogo interior” que no se resigna a encarnar la peregrinación encriptada del Ulises, pero tampoco la desencantada simulación tejedora de Penélope Molly…

Un libro urbano, contemporáneo, a la altura de su tiempo. A sabiendas de que: “…Cualquier lugar se vuelve Universo (literatura, biblioteca infinita) por amor a algo o alguien. Cada ciudad se convierte en la persona y todo aquello que amas u odias”.

De sintaxis sencilla, honesta, clara, sentida, sin dobleces ni subtramas escondidas entre bastidores de palabras (pero no por ello esperable) y sorprende, emociona, a veces consterna.

Con certeza quiero creer que su sensibilidad hereda la confianza deslenguada y desafiante de alguna Lilith Inccubus, cuya hembra primordial no resulta dócil, ni fácilmente digerible como la resignada Eva (EvaGélida o será EvAngélica) cuando la ira del “Aciágo Demiurgo” -diría Cioran- desobedece la controversial misandria con su iconoclasta “monólogo interior”. Atenta Ariadna trascendente, derramando su inteligente néctar de (des)intoxicada ternura ¿controladora? en la boca mortal del Teseo ¿ordinario?.

Sibila alucinógena embriagada por las emanaciones fulgurosas de las entrañas de su tierra memoriosa, la indefensa niñez, su familia… la pareja, la otredad.

Un libro que parece toda una “erotización del sufrimiento”, el “arte como la herida” -diría Antonin Artaud-, exhibicionismo de la liberación y la carencia; “cuerpo del dolor” mismo, puñal en mano susurrado entre dientes, en medio de la “noche oscura del alma”. Credo de vida -por incómoda que sea- y no sólo proyección mental y/o “idea”, pues encarnamos mucho más de lo que creemos, somos y se espera (si esperas, cuando esperes) mientras… la neurosis natural civilizatoria procura cancelar el dolor legítimo y útil (sin conseguirlo) como estado sugerente general de su “sanadora” narrativa, para una normalización (normósis) tolerable y ¿políticamente correcta? inmersa en nuestras pequeñas idiosincrasias, plétora individualista para estas ¿modernas? sociedades de la “abundancia” repleta de “psicopatologías benévolas”.

Escribir es una terapia, flujo dinámico devuelto al Mundo por no envenenar y que “no zozobre el arca existencial”.

La autora en voz de Alicia -el protagónico- vive su “Samsara”, quizas preguntándose sobre: “El dolor inevitable…” ¿por qué y para qué elijo este sufrimiento? Paso elevado al primer escalón de “la consciencia”, cuya escalera de Jacob promete infinidad de superables peldaños.

Voluntad atravesadora del Edipo con el abuelo que todos soñamos. La angustia de “la página en blanco”, la creación ingente que se demora y huye a diario del Mallarmé ilustrad@.

Alicia (quizás “no-alter ego” de la autora) narradora independiente y clara de pe(n)sar frío -se dice-, con los pies en (una) “tierra asaltada por demonios” que no puede soslayar ni evitar por destino.

Una historia que quizás resulta su propia negación del matiz autobiográfico, (Gonka niega y esquiva cuando se indaga sobre ello) y asume el lado donde la imaginación, o más bien las proyecciones mentales, superan lo real inventándolo -estrato sedimentario del dolor- en frase suya. Porque nada hay tan valioso como comenzar a ser quien eres y estás destinad@ a ser. “…La vida no es un compás de espera, ni una danza fósil de postergaciones y es tan corta que no merece la pena hacer ni dedicarte a nada que no ames…”

Luego esa misma cronología de dolores se me antoja comprenderla como un texto mistérico de poesía impronta, así sugerido y auto-sanador, regalo transliterario, crítica distinta y distinguible a la actual “cultura selfie” de la satelitización monotemática, circunscrita sólo al propio interes, excluyendo (todo) lo demás; que denuncia incluso el peligro de cualquier depuración experiencial, jamás imperativa del “yo consciente”, que hoy pasa por demasiado impertinente. Distinto además al “yo ecuménico” (plural) de los alejandrinos, al “moi haissable” en Pascal y/o al “yo pineal” de San Agustín, en cambio no reduce ni empobrece su manifestación a una individualidad sesgada, aislada, sola y egoica. No huelga la salvedad que subyace del largo monólogo de los primeros capítulos. La desnudez liberadora de un inconsciente a chorros. “Liberate me” útil para/de sí mism@, repleto de imágenes recurrentes al diván hipnótico y superador; “aprendiendo a confiar en la bondad de los extraños, pues, la mayoría de las cosas que nos angustian nunca ocurren”.

Así en la poesía que intercala me lleva al borde del rubor, insolente striptease deslenguado del alma.

Rutilante desfile de “imágenes torturadas por la vida y la incomprensión” -alega-, cuya redención posible es el lector mismo, el distanciamiento que la rescata al ser leída. “…Las nubes pueden ser muy oscuras pero el agua que cae de ellas siempre es transparente y clara…”

Todo inscrito -a mi parecer- desde la urgente ebullición de la catarsis y un automatismo psíquico del yo y su doble. Le cito: …Mujer sin cara, sin cuerpo, sin amor, sin vida, sin dolor, sin lágrimas, sin miedo, ¿sin nada?… (esto es muchísimo y una carga de responsabilidad enorme al compartirlo, hacerlo público y desear ascenderlo a la dimensión de la literatura y el arte) y se me ocurre análogo al (des)encuentro desidentitario tras el concepto de “Tiempo” (Time) del cineasta coreano Kim Ki-duk, donde se aprecia una parecida disolución del: …nadie que abraza la nada… (sin) ser nada. Vacío ontológico existencial de lo (trans)fémino, cuyo poder radica en el artificio y la ausencia. Una vacuidad todo contenedora que va del “gran coño” a la “tierra madre”, del agujero negro súper masivo de gravitación loca al universo infinito y oscuro tragándose todos los soles que existan sin exclusión.

Narrativa directa, cercana, casi confesional, pero así mismo cuchillada sensible en las tripas, no aptas para corazones blandos, listos para la patada en la sien revuelta, como un cajón de antiguos ¿juguetes rotos? que Bukowski manoseó, (memoria) que todavía corta, pues mantiene intactas sus peligrosas aristas de factura pretérita… su “realismo sucio”.

Y concluye con esa especia de toma de consciencia psicoanalítica sobre “la tríada oscura”, alegando “el dolor como placer”, la muerte vuelta refugio, la mentira como (craso) recurso, pero ¿el sexo? ese jamás convida a la debilidad, en cambio (de cualquier modo y en el peor de los casos) celebración de la vida en consciencia (si se tiene, cuando se tenga) sacralidad Tántrica de una expansión de la felicidad y la vida; si se quiere distinta a la castrante tradición occidental mojigata. Una/otra forma muy sofisticada y compleja de inteligencia relacional en la fiesta de los sentidos. Comprendiendo el amor cuando deja de ser un lastre para formar parte de la virtud emocional, sin la arrogancia del “positivismo decimonónico” que tanto Nietzsche criticó, porque: “No existe amor seguro, amar supone dar a alguien la peligrosa potestad de herirte”. Al sugerir: “…Acompaña tu dolor a la salida y cierra la puerta a heridas nuevas (…) Pues “…Si pierdes tu presente por huir del pasado, pronto ni siquiera estarás a gusto en el futuro que así concebiste…”

Entonces llorar tampoco es imposible, cuando su Alicia laberíntica entre tinieblas atraviesa el sinsentido espejo, hacia “la luz”, hundiéndose en la desafiante madriguera del conejo. Travieso momento donde todavía un Lewis Carroll invisible se reconcilia con “el divertido” imperativo posmoderno y cínico de Hugh Hefner.

Quiero creer que los niños a los que el destino del Mundo casi les destruye, luego crecen para salvarlo.

“…Definitivamente siempre puedes encontrar algo que amar en cada persona, en cada acto o cosa si te lo propones…”

Finalmente no duele para que sufras, duele para que cambies y sanes. Tu cuerpo lo intuye. Tu alma lo sabe.

Disfrutadlo. Total recomendación.


 

Poesía sustancial, poesía cósmica

Estuve leyendo al poeta rebelde toda la noche. Luego dormí como un ángel a lo largo de la mañana. Un sueño particularmente reconfortante en el sentido de que no hubo pesadilla que no huyera despavorida, escarmentada a golpe de lirismo justiciero. La antología de Marcia López en torno a la obra de Ángel Osiris Milián invita a volar.

Estas confesiones directas al corazón, para decirlo sin rodeos, apuestan por la transparencia y la sensibilidad. Sin descuidar la forma, mucho menos la cadencia de una poética elegante, Milián se decanta por la sustancia de que está hecha la poesía. Una característica a agradecer en tiempos de reiteración y simulacro:

Mi devoción de carne y fuego tiene su poema
una flor que arde en vísperas del otoño.

En la raíz de este libro laten dos impulsos perfectamente reconocibles: la búsqueda de la justicia y el culto a la libertad. Lo lees y resulta inevitable retomar ciertos presupuestos, o pensamientos, que suponías criando polvo en un rincón de la memoria. Como eso aparentemente cursi, ingenuo o pasado de moda, de creer en el mejoramiento humano. Sin descartar, por otro lado, el vuelo universal de la poesía cósmica:

La vida ha de continuar errante
con el manto negro de la noche
sin el guarismo de profecías sagradas
tambores que alegran a los ángeles
cuando el universo rompe la cáscara
para que del polvo nazca el hombre.

Fino trabajo de la antologadora, lo suficientemente perspicaz como para no dejar fuera algunos valiosos textos juveniles. Recomiendo mucho El poeta rebelde (Neo Club Ediciones, 2023), poesía que insufla esperanza tras dejar atrás un año difícil.


Las almas en pena viajan en un almendrón azul

El fantasma de Camilo Cienfuegos se adentra en los ambientes del puterío y otros desagües de la noche en La Habana. Graciosamente desmontado de su pedestal y libre de la majomía patriotera, anda y desanda arrellanado en el asiento trasero de un almendrón. Y al parecer le va tan bien haciéndole sombra al chofer que, más adelante, cuando éste convierte su vehículo en una lancha para escapar rumbo a Miami, el fantasma decide agregarse a la lista de pasajeros aun sin ser invitado.

Se trata de uno de esos ingenios de la ficción literaria que se nos revelan memorables desde la primera lectura. Bordado a mano, como suele decirse. Pero ni con mucho constituye el único entre los grandes personajes que viajan en El almendrón azul. Este nuevo libro de Pablo J. Socorro es en realidad una vidriera de fascinantes almas en pena. Son representaciones de lo que podríamos llamar lo  cubano actual, delineadas todas con mano maestra, y puestas a desfilar a través de un grupo de relatos cuyo denominador común es el diseño riguroso, agudo y pródigo en jocosas ocurrencias.

Elástica y cimbreante como parece ser la posición del autor ante las ortodoxias y los argumentos ontológicos, es también la estructura de El almendrón azul. Al primer tiro de ojo, se nos muestra como un libro de cuentos. Pero bien mirado, podríamos asumirlo como una novela. A mí por lo menos me ha dado gusto leerlo en gradación de novela, ateniéndome a lo que alguna vez defendiera Georges Perec acerca de que no resulta aconsejable deducir el conocimiento del todo y sus leyes por separado de las partes que lo conforman. Así que en cuanto a géneros narrativos, no son los elementos los que definen el conjunto, sino que es éste el que determina la función de los elementos.

Desde luego que no estoy diciendo nada nuevo. Ni siquiera lo anotado por Perec (en La vida instrucciones de uso) era nuevo en términos prácticos, dado que desde muy atrás en el tiempo, incluso desde antes que se acordelaran las categorías genéricas, ya distinguieron por su elasticidad algunas obras que todavía hoy continúan rompiendo cotos: desde Las mil y una noches o El Decamerón, y pasando por esa joya que es Mientras agonizo (entre otras), hasta las posteriores exponentes de lo que en nuestros días califican como novelas fragmentarias, con las cuales -soserías posmodernas al margen-, El almendrón azul viene a compartir esa propensión al género ambiguo, en tanto admite una doble lectura: como libro de cuentos o como novela no lineal, de flujo multiforme.

Tampoco es que sea determinante en lo más mínimo el género dentro del cual encasillemos esta obra. Lo que importa en verdad es su carácter de ingenioso engranaje narrativo con más de una docena de piezas en las que se recrea lo real histórico utilizando como eje una mezcla de ficciones superpuestas, que se enriquecen con las aventuras y desventuras, más los enfoques subjetivos, de los personajes.

Y justo por conducto de tales aventuras, desventuras y enfoques individuales, vemos cómo aquí discurren las esencias del drama de Cuba en las últimas décadas. Siempre en clave existencial más que política. Tal vez pueda asegurarse (yo en particular lo aseguro) que este conjunto de relatos conforma un singular examen, sagaz y convincente, de la catástrofe ocasionada por esa cosa a la que todavía algunos llaman la revolución cubana. Creo que Socorro deja un sendero angosto para los análisis de ciertos sesudos historiadores del repite y pon y para los cubanólogos de buró y estrado.

Y todo mediante una trama de referencias tragicómicas que llevan como norte procurar el placer de la lectura. Para lo cual son expuestas con tintes realistas, pero no encorsetadas bajo los chatos marcos de la realidad. Lo que es decir sujetas únicamente a la imaginería del autor e impulsadas por el dominio de la progresión dramática y de la acción que avanza contra viento y marea, como el almendrón azul.


 

El marxismo es el culpable

Las últimas elecciones han sido una estafa. Uno de cada cuatro cubanos no votó.  Esta es la cifra oficial que se calcula.  A modo de protesta, muchos votaron por Superman o por Tarzán. (Especialmente en la provincia de Holguín, de acuerdo con los interrogatorios). Si se suman los que no votaron a las boletas arruinadas exprofeso, sale más del 50% del padrón electoral. Todo un récord dentro de la breve historia del totalitarismo.

Las primeras elecciones, a mediados de los setenta del siglo pasado, también fueron una estafa, pero eran producto de las ilusiones. Entonces se prometía una marcha ordenada hacia el socialismo que el apoyo de la URSS indicó. Ya ni eso queda en pie. Saltó por los aires cuando en 1991 desapareció la URSS y el 11 de julio de 2021, de la mano del Movimiento San isidro, se tambaleó la revolución cubana.

Queda más de un millar de presos políticos, entre ellos Luis Manuel Otero Alcántara -el líder del movimiento- y el músico Maykel Osorbo (tras conseguir dos Emmy para su canción, Patria y vida, que Yotuel en el exterior defiende como nadie).

Así viene ocurriendo desde hace más de 64 años. En Cuba no se elige entre diversas opciones, sino se ratifica, se reitera, a la espera de que la chispa encienda la pradera. Los técnicos del Partido Comunista son expertos en buscar excusas a las crisis que les inflige el sistema, pero no son magos imaginando soluciones. Queda la de largarse de la Isla, pero eso es útil siempre que se corrijan las causas de la “espantada”. Trescientos mil cubanos corrieron hacia USA desde la Isla y allí se asentaron el año pasado. Dos de los últimos, llegaron en sendas alas Delta en sólo dos horas.

La primera excusa es el “embargo” o “bloqueo”. Mi amigo el empresario Carlos Saladrigas quiere acabar con las excusas y las coartadas. ¿Cómo? Plegándose a ellas, como hizo el presidente Obama, a sabiendas de que por ahí no van los tiros sino por otra parte mucho más sensible: la naturaleza humana es contraria al marxismo-leninismo, como me reconoció Alexander Yakovlev, el “padre” de la “glasnost”, una inolvidable tarde, muy cerca del Kremlin, en el enorme despacho de Mijail Súslov, ideólogo y vigilante de las esencias marxistas, ya entonces muerto (1982).

¿Por qué lo sabemos? Porque se ha intentado de cien formas diferentes bajo cien líderes distintos, con todas las gradaciones del esquivo carisma, y bajo diversas etnias -germánicos, eslavos, latinos, etc.- y tras distintos telones de fondo religioso -católicos, luteranos, budistas, etc.-, y en absolutamente todos ha fallado.

La idea de igualar a los seres humanos es disparatada. Como lo es la teoría del valor en Marx. Don Karl lo sabía desde la refutación del economista William Jevons y sus “marginalistas”. Su teoría del valor, que es similar a la que sostenían Adam Smith y David Ricardo, estaba, en esencia, equivocada. A los economistas clásicos les molesta, supongo, estar en semejante compañía, porque al señor Marx se le ocurrió copiar un error de dos de los insignes fundadores de la secta y no revisarlo.

A Friedrich Engels le endilgaron la tarea de elegir el camino de la inmortalidad de su compañero de toda la vida. Tenía que despedir el cadáver en marzo de 1883. Engels se consideraba el “segundo violín” de aquella extraña orquesta, en la cual, claro, Karl Marx era el “primero”.

Marx, de acuerdo con Engels, sólo pudo hacer dos aportes: la hipótesis de que los capitalistas se quedaban con la parte del león gracias a la plusvalía, y el fundamento de la lucha de clases: el hecho obvio de que siempre hay prerrequisitos antes de recurrir a la batalla de ideas. Todo lo cual se fundamenta en Georg Hegel.

O sea, de acuerdo con Engels, “la plusvalía” era un instrumento del robo de los proletarios, y no como suele ser: una recompensa agónica, casi olvidada, porque fracasan cinco de seis empresas en el mercado. Y Hegel no es el hondo filósofo que inspira el marxismo, sino una referencia idiota. Apenas una tontería.

Había suficientes elementos en la década de los cincuenta del siglo xx para desechar el marxismo. Las dos Alemania comenzaban a configurarse. Las dos China (la de Taipéi y la de Pekín) se iniciaban en la competencia. Incluso una mirada profunda a la propia Cuba podía reflejar cómo se traducía la cercanía de la isla a los centros de mayor desarrollo. La Cuba real vivía uncida a USA, a su gran tamaño, a su capital, a sus centros creativos. Más de seis décadas después, se ha visto que fue una locura tirarlo todo por la borda.


 

Una historia de amor (I)

Fragmento de Un mariachi viejo. “Una historia de amor”.
Novela inédita de Félix Luis Viera


Al bajar las escaleras de las oficinas del Instituto Mexicano del Seguro Social donde estoy registrado, avenida Insurgentes Sur No. 432, colonia Roma Sur, me encontré con un grupazo que se tomaba el umbral. Los que esperaban para subir estaban a mi derecha, los que habían bajado delante de mí avanzaban hacia la puerta, y ahí quedaban medio atascados con quienes iban llegando y se encaminaban de chanfle hacia el grupo para subir.

Entre las primeras personas que esperaban para tomar las escaleras, se hallaba una morena más bien gorda cuyos ojos me encandilaron (la palabra justa) —luego, supe que sin ella proponérselo—. Dudé entonces si continuar en el bulto que iba saliendo o acercármele.

Giré hacia la derecha y le pedí que por favor se corriera hacia la pared más cercana —a sus espaldas. Mostró una expresión de confusión, a seguidas otra de extrañamiento y a continuación otra como de “¿qué te pasa?”. O quizás las tres a la vez; no fueron más de dos segundos.

Penetró entre los seres a su izquierda y se situó de espaldas a la pared —frente a la cual había un breve trecho despoblado.

Me metí entre las humanidades apelmazadas. Llegué frente a ella.

Me dedicó lo que llaman un sonrisa de cortesía —abundantes en esta ciudad, provenientes lo mismo de varones que de mujeres.

Estuvimos acaso quince segundos mirándonos.

Me llamaron la atención sus labios (sin rouge) levemente gruesos, con armonía tanta en cada uno y de uno para el otro, y con estrías remarcadas. Y de nuevo sus ojos; su negror horadante.

Bajo el suéter, sus senos asomaban por la abertura de la chamarra: podría asegurarse que no serían desmesurados; como sí los de no pocas señoras y señoritas gruesas de esta ciudad.

Le declaré que sentía temor por la lluvia que se aproximaba. Fundamentalmente me espantaba esa oscuridad que fijaría en la tarde. Esa oscuridad contra la que comenzarían a caer los metrallazos de agua —fría—, inclementes. Y quién sabe si granizadas impiadosas. Y relámpagos y truenos. Pero esa oscuridad, esa oscuridad…

Sentí, más que dictaminar, que era una gorda bonita.

Le respondí por qué no cargaba paraguas.

Me llevó hacia sí por completo cuando estableció su voz. La sentí húmeda. Y como si nutriera a las uvas o viceversa. Se lo dije. Sonrió ampliamente. Cualquiera sentiría envidia noble por la reciedumbre, el fulgor que mostraba su dentadura.

Desde hace tiempo hablo más despacio y pronuncio más limpio que en mis comienzos acá. No es justo pedirles a los naturales que adapten su oído a la velocidad con que hablan los cubanos y a las tantas sílabas cortadas, machacadas, lo mismo vocales que consonantes, más las consonantes aspiradas. “Universidá” por “Universidad”, “tectil” por “textil” o “¿quejeso?”  por “¿qué es eso?”. Ejemplos.

Pero he conservado mi acento.

He visto cubanos y cubanas que con tan poco tiempo aquí ya pronuncian fragmentando las cláusulas para tirar en el cierre de cada trozo la curva de entonación hacia arriba y lanzándola todavía más arriba cuando culminan una interrogación o sacando una leve ronquera a ciertas palabras que pronuncian de manera gutural mientras mueven los ojos hacia uno y otro sitio como si algún objeto ardiente les estuviese abrasando la garganta como habla cierto sector del entorno o emitiendo revuelos tan diversos de manos que al parecer no habrán de cesar para así reforzar con estos visajes lo que van expresando con sus palabras.

(Lo ha dicho el antropólogo Alexis Prego: “Los cubanos han demostrado por lo menos dos grandes aciertos: la imitación y el chovinismo”).

Y apenas he cedido en mi vocabulario.

De modo que cuando había pronunciado correctamente y despacio diez o doce frases, aunque lejos de los términos y entonación nacionales, ella acertó al conectar mi acento con el “de las personas de las películas cubanas…”.

Los relámpagos iluminaban todo el umbral, como flashazos.

Si me entregaba su número telefónico, de acuerdo con los usos y costumbres me estaba dando una señal para el ataque.

Escribió el número del teléfono de su casa y de su celular —debajo de su nombre, “Cinthya” y apellidos— en una hojita de papel rosado de un bloc que sacó de su bolsa.

La señal traía doble fuerza: me había pasado los números después de hacerle saber que si íbamos a amigarnos tendría que aceptar mi vocabulario, yo entendería el suyo, pero, solo si definitivamente en algún momento no íbamos a comprendernos, renunciaría al mío.

Luego de anunciarme “soy doctora, por si acaso necesitas alguna vez…”, nos despedimos estrechándonos las manos.

Permanecí. Si bien algo en diagonal, logré observarla de espaldas. Sí, una mujer voluminosa, sin el recurso a favor de esas gruesas que, paradoja, portan cierta ligereza. El suéter más la chamarra que llevaba no eran pesados; así que su accionar resultaba puro, no se hallaba contaminado por la pesantez de la vestimenta. El pantalón de mezclilla, ceñido. Si se mira en diagonal de abajo hacia arriba a una mujer que está o va caminando de espaldas, es posible la ilusión de que sus nalgas resulten más poderosas de lo que en realidad son (es lo que aplican los fotógrafos de determinados gremios). Esto lo desconté y la revisé bien esos segundos en que la miré ascender. Sus nalgas resultaban admisibles. Y enseñaban cierta armonía.

Cuando desembarqué en el avispero a la entrada del metro Hidalgo, no obstante la vocinglería y el rozamiento, busqué en el bolsillo de mi chamarra para asegurar el papelito rosado con sus números telefónicos, pasarlo a mi bolsa. Se me escapó. Voló tres o cuatro pasos gracias a una racha de viento que llegó de súbito. Me incliné para tomarlo. Voló de nuevo. Hasta la acera. Lo reintenté bajo la llovizna de entonces. Dio otro salto y se fue en la corriente que bajaba veloz por el desaguadero.


 

Poesía contra el oprobio

En esta nueva entrega de Neo Club Ediciones, de la antología realizada por Marcia López sobre poemas del escritor Ángel Osiris Milián, se respira el hálito encantado de la poesía de barricada, esa que se levanta contra el oprobio y el pensamiento dictatorial.

Hay en los versos de Ángel Osiris una ternura casi líquida de jirones ancianos. Una potencia en la imagen poética que no necesita recurrir a la edulcoración ni a la bisutería.

Se trata de un discurso desgarrado, visceral, que nos adentra en el sentimiento del perseguido, en la razón del segregado político. Precisamente una de las segregaciones que definen el sistema imperante en Cuba.

En El poeta rebelde la patria duele y, aunque hay esperanza, lacera la impotencia ante el destierro forzado. El dolor se transmuta en verso y nos indica, de manera destemplada, que la quimera es posible si actúas conforme a tu tiempo.

Ángel es un Poeta. Padece lo escrito y vive como un balón de fútbol, a la espera de cruzar el arco victorioso. Inmerso en el retorno añorado a una patria libre.

Su poesía no es lamento ni queja. Nos impele a la acción, a convertirnos en protagonistas y cortar los hilos del titiritero.

Bienvenida su poética, su manera de aprehender el mundo. Sobre todo, gracias por existir escribiendo.


 

‘Plantadas’, de Lilo Vilaplana, continúa atrayendo público en Miami

Plantadas, la más reciente película del director cubano Lilo Vilaplana, estará exhibiéndose por una semana más, hasta el jueves 30 de este mes de marzo, en los cines del Dolphin Mall, en Miami.

El largometraje, que muestra al mundo el fenómeno del presidio político femenino en Cuba, fue uno de los más vistos el pasado fin de semana en la ciudad, durante su estreno en salas de cine.

Vilaplana informó a Periódico Cubano que Plantadas está en el cine «por el apoyo del público, pues la película fue una de las que más afluencia recibió durante su exhibición en salas comerciales, lo que permitió que permanezca una semana más en cartelera».

Plantadas fue estrenada al público tras ganar dos premios en el Festival Internacional de Cine de Miami 2023, Miami Film Festival: el Premio del Público y el Knight Made in MIA a la Mejor Película realizada en Miami.

«A la película premiada, dirigida por Lilo Vilaplana y su hijo Camilo, y rodada en Miami, le siguieron Aristotle and Dante Discover the Secrets of the Universe, primer largo del estadounidense Aitch Alberto, y Febrero, ópera prima del cubano-estadounidense Hansel Porras García», informó el periódico colombiano El Tiempo.

Los boletos para ver la película en los cines del Dolphin Mall, en Miami, pueden adquirirse en el siguiente link:

https://www.cmxcinemas.com/showtimes


 

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