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Los poetas nunca mueren

Más allá de su peculiar manera de versificar, con ese estilo diáfano, coloquial, sin grandilocuencias metafóricas y no por ello menos cautivante, Raúl Rivero nos deja en el recuerdo decenas de crónicas inmunes al olvido y también ese carácter campechano siempre envuelto en un humor que nos invitaba a permanecer a su alrededor todo el tiempo posible. Era un coleccionista de anécdotas que repartía a granel, día tras día. No había repeticiones en su prontuario de relatos, que correspondíamos con sumo interés y casi siempre acompañados de sonoras carcajadas. El gracejo popular se le salía por los poros.

Lo conocí hace poco más de 20 años. Allá por 1996, a menos de un año de comenzar mi trayectoria en el periodismo independiente. En septiembre de 1995, había empezado a trabajar como reportero en la agencia de prensa Habana Press. Previamente me centraba en el desarrollo del sindicalismo independiente, como parte de la directiva de una organización ya desaparecida.

No se apartan de mi mente aquellos días en que compartíamos espacio en la pequeña sala del apartamento de Estrella García, una activista que vivía a la entrada del barrio chino, a pocas cuadras del Capitolio de La Habana y nos brindaba el espacio y su teléfono para realizar nuestras transmisiones.

Hablar de internet era un disparate. Un fax definía nuestro acceso a las nuevas tecnologías de la comunicación. Los textos los tecleábamos en viejas máquinas de escribir. La mía era una Underwood, con una cinta vieja y estrujada.

No recuerdo las razones por las cuales coincidimos en aquel sitio, lo que sí puedo atestiguar es que fue una gran oportunidad para conocerlo y convertirnos en algo más que colegas en el arduo quehacer de informar en medio de las vicisitudes.

Eso fue en el año 1999. Ni pensar en que 48 meses más tarde estaríamos frente a un tribunal recibiendo excesivas condenas por ejercer nuestra labor. El régimen nos convertía en prisioneros de conciencia del Grupo de los 75. A él le tocaron 20 años y a mí 18.

No se me olvida que Raúl iba en los primeros asientos del ómnibus que nos transportaba hacia las prisiones. Si mal no recuerdo, su destino fue la cárcel de Canaleta. Yo seguí hasta el Combinado Provincial de Guantánamo.

Mediante una Licencia Extrapenal por Motivos de Salud, salimos del cautiverio en el 2004. Raúl estuvo entre los primeros que liberaron. Mi excarcelación se produjo pocos meses después. Corría el mes de diciembre del referido año.

He leído que Raúl ha muerto, pero desde mi perspectiva la nota luctuosa es solo una metáfora. Puedo asegurar que lo vi hace un rato asomarse en las páginas de mi libro de cuentos, Huésped del infierno, para el que escribió el prólogo, y también de cuerpo presente, junto al poeta Orlando Fondevila, en la presentación del cuaderno de poemas que me publicó la Editorial Hispano-cubana hace dos lustros.

Los poetas nunca mueren, solo se van de paseo a otras avenidas. Siempre regresan sobre el lomo de un verso o, como es el caso, en una de las crónicas que escribía con dos dedos a una velocidad supersónica. Raúl es inmortal.


 

Gracias, poeta

Texto perteneciente al segundo número de Puente de Letras (primavera de 2016),

con Dossier dedicado a Raúl Rivero


 

Tengo sangre para los poetas. He sido amigo de muchos. De todos ellos, el que más me ha impresionado por su calidad humana es Raúl Rivero. A él le agradezco no solo muchas de las mañas que hoy utilizo en el oficio de escribir, sino principalmente haberme convencido de que podía arreglármelas para lidiar con el síndrome de la página en blanco.

Fue de las primeras cosas que me enseñó cuando lo conocí, allá por 1999, en un apartamento de la calle Zanja,  donde el equipo de Cuba Press, la agencia que dirigía el poeta, y varios periodistas independientes más —Aimée Cabrera, Jorge Olivera, Victor Manuel Domínguez, Jaime Leygonier, entre otros— nos reuníamos para leer por teléfono nuestros reportes —que luego serían transcritos— para Nueva Prensa Cubana y Radio Martí.

Escuchar a Rivero, que es un conversador infatigable, muy ameno, con mucha chispa, nos aliviaba la  espera de la cola para utilizar el teléfono de Estrella Rodríguez, que era uno de los pocos disponibles en toda la ciudad, porque muy pocas personas se atrevían en aquella época a desafiar a la policía política brindándole su teléfono a un periodista independiente.

Escuchar a Rivero, lo mismo cuando  hablaba de libros que de sus vivencias, era como asistir a una conferencia magistral. Con él, siempre se aprendía. Estaba siempre dispuesto a ayudar a todos. Y no hacía alardes de erudición ni adoptaba poses de superioridad. Te hacía sentir en confianza, como si lo conocieras de toda la vida,  como si tú también hubieras sido su vecino en Morón, o como si  siempre hubieras trabajado en la misma sala de redacción que él.

Fue eso lo que me ayudó a vencer mi timidez y abusar de la paciencia de Rivero al someter a su consideración, en la sala de Estrellita o en el apartamento de él en la calle Oquendo, aquellas largas tiradas que yo escribía por entonces, y donde, infatuado como estaba de García Márquez, Cabrera Infante, Faulkner y Tom Wolfe, trataba de conciliar el periodismo con la literatura.

A él se le daba fácil. A mí me costó esfuerzo. Pero al fin hallé mi estilo. Antes tuve que convencerme de la inviabilidad de  tratar de imitar el de Rivero: era imposible.

Nunca fui integrante de Cuba Press, como mis amigos Tania Quintero, Iván García, Ricardo González y Carlos Castro, pero casi… Era uno más entre ellos. Jamás me hicieron sentir extraño o fuera de lugar, sino todo lo contrario.

Me place recordar aquellos tiempos de sueños y aprendizaje, particularmente los de la revista De Cuba, que fue  cuando más estrechamente vinculado trabajé con Raúl Rivero y Ricardo González Alfonso. Un tiempo hermoso al que puso fin la ola represiva de marzo de 2003.

Tal vez Rivero no imagine cuánto ánimo me daban, en aquellos días inciertos, las cartas que me enviaba desde la prisión de Canaleta. Y yo, a cambio, intentaba darle esperanzas de que la pesadilla terminaría pronto, le copiaba poemas de Evtushenko y Ana Ajmátova y trataba de convencerlo, una vez más, de que las canciones de Bob Dylan eran también  poesía y de la buena.

Luego de su excarcelación, apenas pudimos conversar tres o cuatro veces antes de que partiera al exilio. Lamentablemente, quedó pendiente un cuestionario que le llevé: estoy seguro que hubiese sido una buena entrevista. Pero mucho más he lamentado que se fuera de Cuba cuando más lo necesitábamos. Por suerte, nos la hemos sabido arreglar. Creo que muchos colegas coincidirán conmigo en que si no ha sido más difícil, es gracias a todo lo que aprendimos de Raúl Rivero.

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Cuba y las protestas del 15 de noviembre

No he podido averiguar, a ciencia cierta, por qué Raúl Castro autorizó la aparición de Carlos Lage pidiendo “cambios profundos”. Se trata del ex vicepresidente cubano purgado hace unos años junto a Felipe Pérez Roque, ex canciller de la Isla. He preguntado a los expertos en la nomenclatura cubana. El Dr. Pedro Roig la atribuyó a la arteriosclerosis de Raúl y a que nunca ha sido acusado de ser inteligente. Era, por supuesto, una boutade. Si alguien está consciente de que el general no da puntada sin hilo es este historiador y abogado, ex director de Radio y TeleMartí.

La indagación me llevó a otro punto. Se trataba de un tiro por elevación. El blanco real era Miguel Díaz-Canel. El presidente de Cuba está en aprietos. Lo asustan con la presencia de Lage. Si sale mal su estrategia represiva contra los muchachos del 15 de noviembre le pasan la cuenta. No tiene el respaldo de nadie ni de ninguna institución. El Partido no lo quiere. Los generales tampoco. “El titiritero Raúl Castro le demostró que si puede reaparecer a Lage, puede desaparecerlo a él, a Miguel Díaz-Canel”. Pudiera ser cierto, pero eso es evidente. Si Raúl le pide la renuncia a Díaz-Canel tiene que dársela, aunque se disfrace de patriota y pretenda que es más comunista que Lenin.

Díaz-Canel no tiene cómo ganar esa batalla. La Seguridad puede atropellar a los jóvenes artistas de «Archipiélago», la asociación que convocó a la marcha. Pero lo que no lograría hacer es devolverles el entusiasmo revolucionario. Eso está muerto, kaputt, putrefacto. Le sucede como al Partido Comunista de la URSS. Contaban con veinte millones de miembros, pero la institución fue disuelta mediante un simple decreto. Es imposible transmitir las emociones. Silvio Rodríguez se reunió con Yunior García Aguilera y con su mujer y les escuchó decir algo que es la clave del fenómeno que está sucediendo en Cuba: los jóvenes ya no se sienten parte del proceso, ¿Qué están esperando? ¿A que muera Raúl?

Murieron Huber Matos, Eloy Gutiérrez Menoyo, Manuel Artime, Jorge Valls, Pedro Luis Boitel, Higinio «Nino» Díaz, Payá Sardiñas, Alfredo Carrión, José Ignacio Rasco y tantos otros. Eran miles y eran parte del proceso. Parte opuesta, pero, a fin de cuentas, parte integral de ese proceso. Unos murieron y otros fueron asesinados. Cuba tiene la oportunidad dorada de buscarle una salida racional a la crisis actual. ¿Se va a imponer, otra vez, la razón testicular? ¿Tendrán que morir miles de cubanos cuando sería posible pasar la página consultando libremente al conjunto de la sociedad cubana?

Sigo.

 “Tiene que ver con algo absolutamente diferente: el Vaticano”. Cuba ha penetrado (con perdón) al papa Francisco. Hay cardenales que responden a La Habana. El papa no se enteró de que sería expulsado del Vaticano un pacífico cubano que oraba de rodillas en la plaza. Fue una intriga de los servicios cubanos en contubernio con la Seguridad del Vaticano. El papa está rodeado. Está en juego una continuación del triángulo que llevó a Obama a La Habana: la Iglesia católica, representada por el cardenal cubano Jaime Ortega Alamino, Washington y Raúl Castro. La Iglesia cubana ya no forma parte de la ecuación. Al morir Ortega Alamino, y ser designado otro cardenal cubano, desapareció cualquier vestigio de “raulismo” en las filas del clero cubano.

El régimen de La Habana tiene un enorme interés en que continúe el intercambio y que el presidente Biden le levante las sanciones impuestas por Donald Trump. Invitaron a Cuba al cardenal Patrick O´Malley, pese a su amistad con Xavier Suárez, ex alcalde de Miami y padre de Francis Suárez, actual alcalde de la ciudad.

No obstante, para esconder la razón última del viaje, antes lo pasearon por República Dominicana, como si fuera un recorrido habitual. O´Malley, que no tiene un pelo de tonto, conoce el juego de la Seguridad cubana, y sabe que Obama se equivocó al entregar todas sus cartas sin recibir nada a cambio. No le recomendaría nada semejante a Joe Biden.

Es tanto el interés del régimen cubano por que se levanten las sanciones del gobierno norteamericano contra la Isla, que está dispuesto a hacer campaña para que se declare santo a Félix Varela, un cura cubano del siglo XIX, exiliado, sabio e independentista, quien fuera párroco en New York durante el grueso del éxodo de los católicos irlandeses como consecuencia de las malas cosechas de papas o patatas.

Raúl Castro no tiene los resabios de su hermano Fidel contra la Iglesia católica. Cuando su hija Mariela le pidió al padre Carlos Manuel de Céspedes que bendijera su matrimonio con un italiano, Raúl Castro estuvo de acuerdo … siempre que se tratara de algo público y notorio. No estaba dispuesto a que fuera una ceremonia secreta.

Lo que está claro es que el revulsivo es la protesta del 15 de noviembre. De lo contrario no se hubieran quejado en CubaDebate, un pasquín electrónico que recoge el “legado” de los Castro.


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Matarlos a todos: el último acto de amor homicida

Imagen cortesía Pixabay

[…] Conozco la colina,

he estado a punto de subir y descubrirla

camino de un repetido viaje.

Antonio José Ponte


Salir ilesos luego de leer un poemario como Para matarlos a todos, de Juan Carlos Recio, es una utopía. Dígase desde ya: no es un libro que se ande por las ramas, y muchísimo menos se trata de un discurso poético para pasar el rato y después charlar que se ha leído otro libro más. En Para matarlos a todos, publicado por Neo Club Ediciones con un exquisito prólogo de Edelmis Anoceto, la propia existencia [lo que suponemos que es o que vivimos] pierde ese sentido paternalista donde las promesas suelen usarse como decorados o, en el mejor de los casos, como una colina que evadimos en repetidos viajes.

Inicia este volumen el texto Si me vas a leer ‒áspero y hermoso al unísono‒ donde el autor nos avisa que la singladura a través de este conjunto de poemas será descarnada, no apta para quienes se contraindican el vértigo, que acudiremos al incendio de todos los cimientos y de todas aquellas construcciones mentales que erigimos y que nombramos sociedad.

Tomo ron con los perdidos,

no hablo mal de ellos,

solo dejo que me enamoren

por las veces que sin saberlo

han sido los cobardes

en asumir con valentía

la inutilidad de sus derrotas.

 

Igual pasa con los amigos

que nunca fueron para siempre,

no es como sacar un muerto a tomar sol

ni danzar en los entierros

de aquellos vivos que enarbolan

su soga al cuello

ni los otros que han dicho

que sus muertes hablan

y se fueron a los ríos revueltos

intentando pescar una imagen ridícula

de lo que ya fueron.

Todos nos hemos preguntado, al menos en una ocasión, qué es en realidad un poeta, cómo se llega a serlo, cuáles páramos, cuáles pecados o cuáles tangencias son necesarias para alcanzar tales méritos. Leer a Juan Carlos Recio propicia todas y cada una de esas interrogantes. Con solo leer este poemario, bastaría para llegar a tales certezas sin novedades en el frente. Pese a cualquier esfuerzo, ninguna perspectiva antropológica ‒ni de otra índole‒ podría abarcar los misterios de un poeta y su trance, su prende, su licencia de matar. La poesía solo es posible cuando se derrotan a las derrotas, cuando se supera la educación formal y el abalorio de mordazas llamado “civilización”. En Soplos de los misterios que a tus espaldas se empinan su autor no deja margen a la salvación. Todo es incinerado y, en todo caso, acudimos a la verdadera razón de ser y estar:

A ver si te hundes por desgracia

cuando el sonido de tu alma

a nadie que no sea tú, les ilumine.

 

A ver si fraguas algo palpable

y no te aprietas tanto a la zozobra.

 

A ver si te rajas de cabo de puñal dibujado en un lienzo

con hilos de sangre de aquello que imaginaste

ante el dolor de los que dijeron te enseñarían a cruzar

caminos ásperos sobre un alma muy lírica.

 

A ver si la mala palabra desembarca

por fin en tu semblante

de fineza casi a punto de resquebrajar.

A uno le queda en ello el aliento muy seco

sin ponerse a dar gritos porque al final te ves

tan desnuda y frágil como una cáscara de fruta

bajo un vendaval de lluvia

en una ruta que todos desconocen.

 

A ver si separas el miedo al entrecejo

la ruindad del cobarde que te frota

la espalda con el polvo

de algunos de los huesos robados

de algunos entierros muy turbios

que han servido de abono

para ingenuas margaritas.

 

A ver si por tus pechos resbala

esa idea de quienes clavan en tus espaldas siempre,

son vientos misteriosos que te roban

los sueños de que el lobo deja de ser feroz

si en su intimidad de mujer también ha nacido

la voluntad divina de barnizar una costilla.

Mírate, cómo vas a ser

verdugo y estéril ante su propia limosna.

 

A ver si alguna vez

descansas de tus ríos subterráneos,

esos desmanes de quien ciego y audaz

se arrastra muy profundo por inexplicables territorios.

 

A ver si el año próximo asumes un olvido

y en vez de memorizar en la tristeza

te vas a hundir en la dulzura

de uno de esos besos que cuando no se mendigan

se parecen a la gloria.

Mientras, te puedo padecer sentado

en el silencioso banco de la nada

sobre sus cuatro patas bien sembradas

en esos soplos de misterio que a tus espaldas se empinan.

Ni siquiera la isla ‒en definitiva la luz que ilumina y mata‒ escapa al emplazamiento implacable que Juan Carlos Recio ejerce, no a la simplista manera de juicio final, sino de quien se deshace del aire viciado que ejecutan seis décadas sobre nuestros razonamientos o maneras de abordarnos con respecto a ese lugar. Se necesita más que un espíritu temerario para escribir un poema como Cuba, en un siglo donde impera la moda de confundir patria con una ruleta rusa. Encontrar autores con esta valía sí es un oficio de titanes. Encontrar un poeta que solo transita la caída libre desde el acto poético sin intermediarios es un oficio al que muchos renegaron en nombre de la reconciliación:

No existen dos noches

ni dos patrias

ni dos entierros

ni dos vidas al menos en esta.

 

No se puede volver,

no está escrito el regreso,

nadie regresa hacia un lugar de origen

porque aquello

—que estuvo en el mismo sitio—

aunque lo parezca,

ya no será posible verlo

con las mismas clarividencias,

es decir, no ves lo que ya viste

porque nunca es inmóvil

el tiempo del mortal.

 

Todo se basa en ese ir y venir

de un escape a otro,

y la realidad es que, aun así, en círculos,

nos vamos acercando a lo desconocido.

 

No vives un pasado,

vas en el destino hacia el encuentro

y es lo que vendrá.

 

Digo que ni aún en sombras

puedes ver tu espalda

ni la inmensidad que dejas,

nada de lo que fue puede recogerse,

ni siquiera lo que pudo ser del paraíso.

 

No es como la vanidad o lo fatal

que siempre asume las cosas

por las que quieres convencerte

que posees tu destino.

 

Es una ley que impone su naturaleza

y es por muchas vueltas,

atajos y caminos,

la única dirección que nunca necesitaría

algún viento, ni otra legitimidad.

 

Solo se va hacia lo que es inevitable,

como pasa cuando se encuentran

las almas gemelas que siempre

fueron guiadas por su presentimiento.

Para matarlos a todos no es un poemario para recomendar; es un poemario que no debe dejar de leerse si en verdad, mañana, queremos hablar sobre poesía y de poetas que marcaron impronta. Nunca será menester de una reseña ubicar a un poeta y su obra en equis generación, o equis academia o equis tramo de tiempo. Incluso no debería ser menester ni de críticas o presentaciones. La poesía existió mucho antes que toda esa urdimbre; mucho antes que esas quejas o reclamos. Y precisamente Juan Carlos Recio lo deja más que claro en un poema sobrecogedor como La tarea difícil:

Todos los cazadores han dicho

cómo coser tu lengua,

han puesto al vapor tus mejores deseos

y aún no quieres olvidarte y regresar

a esos lugares maldecidos que te cuelgan,

despintados.

 

Líneas tuyas que han quemado con saña.

 

Eres la conquista de tu conquista que se afloja,

líquido y sombra de ti mismo:

pero no puedes evitar rasgarle los signos

miras de cabeza como si te apuntaran

al espacio que te aplasta y es solo el cielo.

 

Te has ido, te irás siempre hasta la consigna,

hundido en esos pesares de quien tuvo

el farol delante de los pasos,

que luego de soplo se apagó

y que nadie sabe encenderte.

 

Enciéndete tú, pare luz,

y nunca digas no, ni por cansancio.

El heroísmo también existe entre los poetas, por qué no. Lo que ratifica que tales heroicidades no se asemejan en nada a nuestras confusas concepciones sobre lo heroico, es una poesía escrita desde la poesía. Es decir, Para matarlos a todos y Juan Carlos Recio. La poesía es verdad, y la verdad ‒amén de nuestros rubores e hipocresías‒ es en sí misma un acto dable en exclusivo para poetas. Recuérdese que la poesía fue primero y después todo lo demás. Habrá quienes se espanten porque siempre habrá miedos y cobardías [se parecen, pero no tanto]; siempre habrán trasnochados y delirantes; suicidas épicos y escoliastas de las tonterías sociales. Ninguno de estos asuntos comulga con el estrepitoso oficio de hacer poesía para derribar dioses.

Cuando no queden lugares donde esconderse y la lluvia sea, en ese preciso momento, la bendición más déspota, quedará este poemario como recordatorio de que hubo un poeta que no vendió su alma ni cedió al dolor de la deslealtad. Un poema como Botella fuera del agua es la premonición del día que vendrá después de mañana:

Esas personas que siempre te ofrecen

un fragmento de la felicidad que ni siquiera es tuya

abandónalas.

 

Los tiranos ofrecen un poco más

incluso te lo racionan

a ellos no les basta que los dejes,

merecen que ayudes para asesinarlos.

 

Ahora, si vuelves a pisar fragmentos

que nunca serán tuyos

haz como el avestruz

lo único que de ti perdemos

es el dolor del vientre

cuando tu madre trajo

ese fragmento de lo que eres

y la partera no supo curar

la tripa que en vez de a su ombligo

parecía prendida

a algunos de los corazones

que ciertos canallas también ofrecen

como le pasa a la presidiaria

cuando camina ajena por el desfiladero.

 


 

Rafael Vilches, en el vórtice de un mitin de repudio derrotado por ‘Patria y Vida’

Rafael Vilches Proenza

Las Tunas, noche del 28 de octubre de 2021. El castrismo insiste en una de sus variables favoritas de amedrentamiento contra la población cubana: el mitin de repudio. Esta vez el blanco escogido es el escritor independiente Rafael Vilches Proenza, y a los cederistas acosadores el tiro les sale por la culata.

Los acosadores «utilizaron el mismo discurso manido de siempre, el que se está empleando en todos los Comités de Defensa de la Revolución (CDRs) en cuya área hay un firmante a favor de la marcha independiente prevista para el 15 de noviembre próximo (15N) en varias provincias del país», declaró Vilches a Puente a la Vista.

«Pero lo que comenzó con un acto de repudio terminó con un grito de Cuba libre», adicionó el poeta y narrador, premio Reinaldo Arenas 2020.

«Hacia el final del acto, un transeúnte increpó a los castristas y gritó la consigna antigubernamental ‘Patria y Vida’. El poeta Vilches y su familia respondieron al apoyo voceando también el lema opositor», informó el sitio ADNCuba. Finalmente, los gritos en apoyo al escritor prevalecieron.

Vilches en una foto de archivo (Facebook)

“Con un lenguaje agresivo e insistiendo en llamar mercenarios a los organizadores de la marcha del 15N, el régimen organizó el acto de repudio al lado de la casa de Rafael Vilches”, expresó el académico José Raúl Gallego, quien difundió el video, tomado por el escritor acosado, donde el tiro cederista sale por la culata robolucionaria.


 

Cuba, el fin de la fiesta

La marcha cubana del 15 de noviembre ha sido convocada por ‘Archipiélago’. Esa agrupación no es un partido político y no pretende sustituir a los comunistas en la dirección del país. Toma su nombre de la diversidad. No es cierto que Cuba sólo sea una Isla. Es una isla grande –mayor que Holanda y Bélgica combinadas– y son muchos islotes habitables, a los que se agregan Isla de Pinos y la abundante cayería.

Tampoco sus integrantes están al servicio de los “americanos” o, concretamente, de la CIA. Esa es la clásica infamia con la que el régimen pretende descalificar a los que se oponen a su forzada unanimidad. Los numerosos miembros y simpatizantes de Archipiélago lo que desean es manifestarse y decir sus verdades amparados en la Constitución.

La Constitución garantiza la libertad de pensamiento, pero, simultáneamente, condiciona lo que se dice a los fines socialistas diseñados por el orden institucional del propio texto. Es deliberadamente ambiguo, dado que el modelo es la Constitución de Stalin de 1936 y sus derivados. Por una punta establece los derechos fundamentales. Por la otra, los suprime.

En el caso cubano, cuando Oswaldo Payá Sardiñas, a nombre del ‘Movimiento Cristiano de Liberación’, presentó las más de diez mil firmas (más de 14,000) que se requerían para someter a referéndum una enmienda constitucional que autorizaría el multipartidismo, el Parlamento cubano (la ‘Asamblea Nacional del Poder Popular’) no se dignó a responderle.

En el 2012, sencillamente, lo asesinaron junto a Harold Cepero. Molestaban demasiado. Lo cuenta Human Rights Watch: tras un confuso incidente, en el que sólo murieron los cubanos, pese a que ambos habían salido por sus propios pies del auto. Esto lo  dijo Ángel Carromero, un joven español que conducía el coche el día del crimen.

Previamente, la Constitución, los fines comunistas de la sociedad cubana y el rol del Partido, habían sido “blindados”, de manera que resultara muy improbable modificar el curso de los acontecimientos cubanos.  No obstante, es prácticamente imposible impedir esos cambios hacia la apertura. ¿Cuándo sucederán? Una vez que existe una masa crítica que los demande o, en su defecto, cuando existe la voluntad política de efectuarlos por cierta gente con poder efectivo.

En Cuba concurren ambas fuerzas. El 11 de julio pasado se hizo patente que los jóvenes desean ampliar los márgenes de participación de la sociedad, pero, al mismo tiempo, son millares los cuadros del propio Partido Comunista que se autodenominan “reformistas”, y están deseosos de iniciar un cambio sustantivo que les permita abandonar para siempre las supersticiones colectivistas y autoritarias. Son 62 años de fracasos continuados.

En ese sentido, los casos de Leo Brouwer, de Pablo Milanés y de Silvio Rodríguez, con ser diferentes, son muy significativos. Repitieron el “hasta aquí hemos llegado” de José Saramago cuando en La Habana fusilaron a tres jóvenes negros el 11 de abril de 2003. Brouwer se distanció tajantemente del régimen cubano por la represión ejercida contra la sociedad civil el 11 de julio de este año. Golpearon y encarcelaron a centenares de personas pacíficas, lo que a este sobrino-nieto de Ernesto Lecuona, gran guitarrista y gran compositor,  le resultaba intolerable.

Pablo Milanés vive en España desde 1992, de manera que no es de extrañar su franca ruptura con el régimen, expresada en circunstancias anteriores y ahora reiterada. Más significativa fue la posición adoptada por Silvio Rodríguez. Se reunió por más de una hora con el joven dramaturgo Yunior García Aguilera tras su arbitraria detención, animador de Archipiélago, y con su mujer, Dayana, realizadora de cine. De esa reunión salió una petición formal del cantautor a la dictadura para que pusiera en libertad a los cientos de detenidos que no hubieran ejercido la violencia.

Dijo Silvio Rodríguez en Facebook: “El encuentro con Yunior y Dayana fue bueno, no exagero si digo que fraterno; hubo diálogo, intercambio, nos escuchamos con atención y respeto. Para mí lo más doloroso fue escuchar que ellos, como generación, no se sentían ya parte del proceso cubano sino otra cosa. Me explicaron sus argumentos, sus frustraciones. Traté de hacerles comprender que a mis años también todo resultaba mucho más lento de lo que esperábamos que fuera”. 

Silvio Rodríguez le ha dado una lección a Miguel Díaz-Canel sobre cómo tratar a la oposición. Pero ha recibido otra lección bastante obvia: ha escuchado que Yunior y Dayana “no se sienten parte del proceso cubano”. Es tan antiguo el cuento de la Sierra Maestra que no es posible, para los muchachos jóvenes, vincularse emocionalmente a esas historietas. Silvio nació en los años cuarenta. Yunior en los ochenta. Si Silvio fuera tan racional como aparenta le diría a Díaz-Canel que se preparara para el fin de la fiesta. Está al doblar de la esquina.


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La gran liberación cubana

Los totalitarismos y populismos del último siglo han cimentado su dominio de las grandes masas sobre dos bases fundamentales: la estructuración de instituciones y cuerpos represivos que cumplen minuciosamente su papel y el control sobre la información, cuya primera finalidad es moldear el pensamiento automático y aguijonear el referente nacionalista del animal ideológico, gregario, que potencialmente somos.

Cuando el Estado cede en su control sobre el ámbito informativo –véase si no el proceso impulsado por Mijail Gorbachov en la antigua Unión Soviética, más conocido por Perestroika, o las manifestaciones de julio pasado en Cuba (11J), que la población pudo coordinar gracias a Internet– la sociedad comienza a salir de su modorra. Cuando el Gran Hermano se abstiene total o parcialmente de reprimir –recuérdese también la revolución de terciopelo en algunos países centroeuropeos–, el ciudadano adquiere protagonismo.  De ahí la doble estrategia castrocanelista del palo y la desinformación. La nomenklatura bajo ningún concepto puede darse el lujo de tolerar la libre información ni las protestas pacíficas. Es cuestión de vida o muerte para el totalitarismo nacionalsocialista de los cuatreros de Birán.

¿Dónde está la famosa soberanía cubana, por ejemplo, si ni un solo cubano en Cuba puede reclamar públicamente independencia del Partido Comunista en el poder? ¿Por qué reprimir a miles de manifestantes el 11J cuando la mala imagen resultante daña significativamente el referente que mencionaba arriba?

Porque los totalitarismos y populismos del último siglo, a pesar de su manifiesta incapacidad en materia económica, han preservado el poder enarbolando ideologías que no admiten fisuras. A la imagen del sujeto libre, independiente, han contrapuesto la Matrix del atrincheramiento –condimentada, ya se sabe, con la envidiosa pimienta del nacionalismo «antiimperialista» o «antiglobalista»–, en la que el hombre, para no ser esclavo de sí mismo, debe ser esclavo del Estado provinciano. Y para que lo sea efectivamente debe tener mucho miedo y mantenerse informativamente incapaz.

No obstante, ni siquiera así, en este siglo de globalización informática y explosivas crisis en cadena, es posible aplazar indefinidamente el cambio. Ni siquiera contando con la clamorosa desidia de un sector de la población amaestrado. Ahí está, entre otros muchos ejemplos, la Libia del Gadafi atroz para corroborarlo. Ahí está el 11J, cuya continuidad ya anuncia el próximo 15 de noviembre. Antes o después, pero más temprano que tarde, sobrevendrá la gran liberación cubana. Es solo cuestión de tiempo.


 

Dios te mira, Papa Francisco

El medio de prensa Vatican News refleja las palabras del Papa Francisco durante su homilía de hoy en la Plaza de San Pedro, en Roma.

El Papa habla de Bartimeo, un ciego sanado por Jesús, sobre su valentía al gritar en medio del camino: Jesús, hijo de David, ten misericordia de mí, y que, ante la insistencia de este hombre, Jesús se detiene y lo sana.

Sin embargo, el Papa y la gran mayoría a su alrededor hoy apartan su mirada de la realidad del pueblo cubano y muestran su ceguera una vez más.

Jesús les repetiría, sin dudas: hipócritas… guías ciegos.

«Solo una religión anquilosada tiene, entre sus ministros y fieles, individuos que cantan la gloria de Dios en el cielo mientras pasan por alto las condiciones que hacen de la tierra un infierno para el hombre».

Dios te mira, Papa Francisco.

El Dios en el que yo creo, no haría esto.


 

Los desatinos de unos mandamases prepotentes y soberbios

Con su modo de encarar a tiros y a palos las multitudinarias protestas de los días 11 y 12 de julio, y las medidas tomadas en las semanas posteriores con las que esperan evitar que puedan repetirse, Miguel Díaz-Canel y sus ministros se han confirmado como el más torpe, chapucero e inepto equipo de gobierno que pueda concebirse.

Primero fue la orden de combate dada por Díaz-Canel  a “los revolucionarios” para enfrentar a los manifestantes en las calles, lo que equivalió a intentar apagar un fuego vertiéndole encima alcohol de reverbero. Luego de eso, cuando dio marcha atrás, llamando a la concordia y la armonía entre cubanos, a decir no al odio y la violencia,  su discurso, en el que no pudo evitar que asomaran los epítetos despectivos, la soberbia y la guapería, sonó hueco, poco convincente, hipócrita.

Cómo creer en ese llamado a la concordia mientras continuaban los arrestos y seguía a toda mecha por todos los medios oficialistas y en boca del propio mandatario la narrativa llena de mentiras y manipulaciones ridículas  que pretendía presentar las  protestas como “un golpe blando basado en las instrucciones de un manual subversivo sobre guerra no convencional del gobierno norteamericano”, y a los millares de personas que participaron en ellas  como “marginales, delincuentes, antisociales,  instigados y pagados  desde Miami”, y “personas confundidas agobiadas por las privaciones provocadas por el bloqueo”.

Las medidas tomadas presuntamente para aliviar el caos económico son insuficientes, y por su testarudo apego a la economía centralizada socialista y la hegemonía de la empresa estatal están condenadas de antemano al fracaso. Como la ley de MIPYMES, que, en lugar de estimular, traba e impone limitaciones absurdas y contraproducentes al emprendimiento privado.

Con su llamado a ponerle corazón a Cuba y un derroche de demagogia, Díaz-Canel parece estar en una campaña electoral. Lo mismo recorre algunos de los barrios más depauperados de la capital, y donde más fuertes fueron las protestas, como La Guinera, Los Sitios, San Isidro y Tamarindo, que sostiene reuniones con estudiantes, deportistas,  evangélicos, santeros, espiritistas  y todo tipo de musulungos que se prestan para la jugada.

Solo así, luego de oír sus gritos y de ver su indignación desbordada, fue que se acordaron los gordiflones del PCC de los millares de personas que malviven en las villas miseria del socialismo castrista.

En La Guinera y otros de los llamados “barrios marginales”, Díaz-Canel y otros altos dirigentes del Partido y del Gobierno, rodeados más por segurosos que por simpatizantes, revisaron las reparaciones de calles, de algunas fachadas y acometidas de agua y salideros, simularon preocupación y cordialidad, dieron muela, mucha muela, y antes de largarse en sus carros, prometieron cosas que, como es costumbre suya, difícilmente cumplirán, porque “todos sabemos, compañeros, el brutal bloqueo yanqui, que nos impide bla bla bla…”

El pánico del régimen ha sido puesto al descubierto por  la implementación del fascistoide  Decreto Ley 35, con el que pretenden amordazar a los cubanos también en el ciberespacio, colar a la Seguridad del Estado y sus chivatos  en las redes sociales, cual si no les bastara con las ciberclarias.

En realidad, tienen motivos los mandamases para tenerle pavor a este pueblo desesperanzado, hambreado y falto de medicinas en el peor momento de la pandemia. Por eso mismo, debían ser más cuidadosos con sus políticas y con cada paso que dan. Pero su soberbia los pierde, no les permite atinar…

¿De veras creerán los mandamases que todo este caos que amenaza con alcanzar proporciones apocalípticas se va a resolver con caravanas contra el bloqueo, actos de reafirmación revolucionaria, cancioncitas, consignas ridículas y mentiras en el NTV?

Vuelven a equivocarse. Como mismo se equivocaron cuando se negaron a ver  el estallido social que vendría como consecuencia de la testaruda trabazón de las fuerzas productivas por la receta estatista y métodos que recordaban el comunismo de guerra bolchevique, y la aplicación, en el peor momento posible, en plena pandemia, de un “reordenamiento económico” que encareció los precios a niveles estratosféricos y nos ha puesto al borde de la hambruna.

Si no toman medidas de calado para mejorar la muy precaria vida de los cubanos y no se deciden a hacer reformas democráticas, no demorará mucho el próximo estallido.

Los mandamases no deben olvidar que el pueblo ha dicho alto y claro en las calles que quiere libertad, y no se va a conformar con que arreglen los baches, les repartan tres libras de arroz adicionales y un poco más de comida por la libreta de abastecimiento.

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Texto perteneciente al Dossier ‘El 11J en contexto’, del número 17 de Puente de Letras

Que la Virgen nos proteja

Al momento de escribir este texto, han transcurrido más de dos meses de las manifestaciones masivas del pasado 11 de julio y se acerca el primer aniversario de la protesta frente al Ministerio de Cultura, el 27 de noviembre del 2020. Haciendo un bosquejo  sobre el panorama actual, después de todas las críticas y la inconformidad manifiesta del pueblo cubano, no se puede afirmar que haya un progreso en materia de Derechos Humanos y libertad de expresión en la isla. El gobierno se mantiene en la posición de no ceder a las peticiones del pueblo que aclama apertura y libertades. El pero constante es culpar al gobierno norteamericano de injerencia para desarticular el proyecto sociopolítico vigente, en vez de buscar soluciones a las problemáticas que sumergen a Cuba en una de las mayores crisis económicas, sanitarias y de valores por la que haya atravesado.

El estallido social ocurrido el 11 de julio tuvo tanta repercusión a nivel nacional e internacional que, pese a los intentos del Estado de tergiversar lo ocurrido, como hizo con el 27N, las imágenes hablaron por sí solas. Hubo violencia y ya no se puede afirmar que todo el pueblo cubano apoya a la Revolución. En La Habana salieron a las calles personas provenientes de los barrios más pobres y marginados de la capital. Muchos de los manifestantes eran residentes de Centro Habana y Habana Vieja. Personas que subsisten en condiciones al límite, muchas hacinadas en los llamados solares, donde familias numerosas viven en inmuebles a veces en peligro de derrumbe y con espacios limitados.

Pese al discurso de inclusión que ha intentado vender la Revolución, en Cuba hay clases sociales marcadas, donde los más beneficiados son los que representan o apoyan a la cúpula de poder actual. En lo último de la balanza se sitúan las personas afrodescendientes, quienes conforman en su mayoría las periferias y comunidades en crisis. Son estos quienes en verdad sufren el olvido marcado por el racismo institucional, que si bien no surge en 1959 se ha mantenido y tratado como un tema tabú sin solución.

Después del 11J, los funcionarios públicos buscan tamizar toda una infraestructura de incompetencia orquestando ciertos diálogos con determinados sectores y figuras que aparentemente representan una porción  crítica, y así dan una imagen democrática y de apertura a la libertad de expresión. En estos debates han excluido a la oposición cubana, que lleva años pidiendo ser escuchada y tomada en cuenta con sus proposiciones. De hecho, han encarcelado a ciertas figuras visibles y representativas para sacarlas del actuar político. Tampoco han sido invitados los periodistas independientes, foco de los ataques gubernamentales por exponer al mundo lo que ocurre día a día en la nación.

La implementación del Decreto Ley 35 es otra envestida más contra la libertad de expresión, continuidad al Decreto Ley 370 y el 349. Por ende, no se puede tratar esto como algo nuevo, sino como el escarmiento estatal hacia las voces críticas que se alzaron con más fuerza después del 11J. Un mecanismo que las instituciones tendrán a mano para utilizar a conveniencia en los momentos que les parezca oportuno para callar las voces disidentes.

En medio de todo este caos referente a la libertad de expresión, los Derechos Humanos y las carencias económicas de los cubanos, también se desmoronan dos sectores que Cuba vendía como pilares de la Revolución: la salud y la educación. La crisis sanitaria que ha generado el Covid-19 ha dejado al descubierto la farsa que es el sistema médico cubano, donde los hospitales carecen de higiene, personal y medicamentos para atender a los pacientes. A esto se ha unido un mercado negro farmacéutico donde los medicamentos rebasan los mil y dos mil pesos, monto que representa el cincuenta por ciento y el salario mínimo de un cubano promedio. Al tiempo que los epicentros del Covid van pasando de provincia en provincia sin un descenso real en los picos de contagios.

A casi dos años de la llegada del virus y el cierre de las escuelas, el sistema educacional tampoco se ha podido restablecer de la crisis. Hay intentos mediante teleclases para que las enseñanzas básica, media y universitaria continúen, pero hasta el momento no hay nada que permita a los estudiantes recibir de forma correcta sus materias. En la enseñanza universitaria se han creado plataformas digitales para que los alumnos puedan recibir el contenido, mas las quejas de los mismos con respecto al mal funcionamiento de dichos sitios evidencian que esta modalidad también es un desastre.

A grandes rasgos, el régimen dirigido por Miguel Díaz-Canel promueve a diario la violencia e intolerancia contra quienes se oponen al sistema, y no solo en la isla sino, también, fuera del ámbito nacional. Esto se puso de manifiesto en los ataques físicos que recibieron la curadora de arte y activista Anamely Ramos, los periodistas José Raúl Gallego y Claudia Padrón Cueto y demás participantes que se manifestaban frente a la embajada de Cuba en México el pasado 17 de septiembre contra las políticas del mandatario cubano.

La desilusión que viven los cubanos abarca todas las generaciones. Los jóvenes no ven futuro en el país que los vio nacer y creen que la solución está en emigrar, mientras los más adultos observan con la desilusión del fracaso. Entretanto, el poder no piensa dar su brazo a torcer; lo único que nos queda es seguir haciendo presión en busca de alcanzar más libertades y rezar porque la virgen nos proteja.


Texto perteneciente al Dossier ‘El 11J en contexto’, del número 17 de Puente de Letras

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