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Líderes republicanos urgen a la acción contra la dictadura cubana

Un encuentro lleno de emociones en el Museo de la Brigada 2506 en Hialeah Gardens, dedicado a la libertad de Cuba, tuvo lugar este 5 de agosto. Cubanos de todas las edades se dieron cita para acompañar a los representantes republicanos, entre quienes se encontraba Kevin McCarthy, líder de la minoría de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos.

La congresista María Elvira Salazar dejó claro que “se nos está agotando la paciencia”. “Nosotros, los oficiales electos, reclamamos a la administración Biden que nos diga de qué lado está”.

“Le hemos pedido dos cosas, conectividad y liderazgo. Que atraiga a la comunidad internacional y le diga que los Estados Unidos, bastión de la democracia en el mundo, está con el pueblo cubano… y segundo, que dé la luz verde para que podamos encender Internet en la isla”, adicionó Salazar.

Por su parte, Kevin Mc Carthy reafirmó su apoyo a los cubanos exiliados y resaltó la importancia de estar en un lugar lleno de historia y de héroes, refiriéndose al museo dedicado a la Brigada 2506.

El congresista Carlos Giménez recalcó que “no queremos ninguna negociación con el gobierno cubano, el pueblo cubano no está pidiendo remesas, está pidiendo libertad. Si se va el régimen tendrán comida, tendrán medicina y, lo que es más importante, tendrán libertad”.

“Ningún gobierno que haya estado por más de 60 años en el poder es legítimo, los Estados Unidos deben decirle al mundo que en Cuba hay un gobierno ilegítimo”, manifestó Giménez.

“El régimen de Díaz Canel es responsable por las vidas de los detenidos el 11 de julio”, dijo visiblemente emocionada la hija de José Daniel Ferrer, el líder opositor de UNPACU desaparecido durante las masivas protestas que estremecieron este verano la Isla. “Hoy no sabemos si están vivos o están muertos o a qué torturas los están sometiendo”.

La coordinadora general de Cuba Decide, Rosa María Payá, fue firme en su pedido de que las naciones del mundo democrático denuncien la ilegitimidad del régimen cubano y acompañen al pueblo a lograr su soberanía. “Los Estados Unidos deben y pueden estar implementando cada opción disponible para dar acceso a Internet a los cubanos, eso nos ayudará a salvar vidas”.

El representante del Distrito 25 de la Florida, Mario Díaz Balart, enfatizó que “la prensa independiente en Cuba es esencial y es necesario ponernos de parte de ella… por eso la conectividad es tan importante… Se está del lado del pueblo de Cuba o del lado del régimen”.

“Gracias a Dios existen Kevin McCarthy y estos amigos del congreso, existe ese valiente pueblo cubano y el exilio… nuestra profunda admiración y agradecimiento al exilio cubano”, añadió. “Los cubanos en Cuba no se van a cansar, el exilio no se va a cansar y nosotros tampoco. Esperamos que el presidente rechace los intereses de la dictadura y se ponga del lado del pueblo cubano”.


 

Miami: Carne rusa no vencida al acecho

El pueblo, unido, jamás será vencido. Pero la carne rusa en Cuba sí. Mientras más unida, mientras más enlatada, más vencida. Andan por todos lados las pruebas irrefutables, las latas fotografiadas con fecha de vencimiento. La carne rusa ha sido derrotada en la mayor de las Antillas.

El pueblo cubano de Cuba, unido gracias a Internet -por eso ETECSA debe ser vencida también, como la carne rusa, por desconectar al pueblo en medio de su unidad anticastrista-, demostró el pasado 11 de julio que no habrá medallas olímpicas, ni langostas de la reserva, ni latas de cerveza, ni latas de carne vencida que detengan su marcha liberadora.

Sin embargo, me preocupa el destino de la carne rusa en Miami, donde nunca ha sido, o ha estado, vencida.

Hace pocos días finalmente hicimos el experimento de las latas rusas cuyos puestos de venta en Miami tan amablemente varios amigos me ubicaron. Para ser más específico, el experimento tuvo lugar con latas de carne de puerco ruso (no de res), pues el propósito era hacer pasar por panes con lechón típicamente cubanos panes con esta carne exsoviética.

No mencionaré aquí, por el bien del negocio, el nombre de la cafetería del amigo con quien coordinamos el experimento, pero los resultados resultaron extraordinariamente inquietantes: De 49 clientes que comieron «pan con lechón» (pan con carne de lechón ruso en realidad) en la recepción organizada en su local el pasado miércoles, 42 declararon que «hacía rato no me empataba con un pan con lechón tan sabroso», «qué pan con lechón más rico» y otras tonterías por el estilo.

Extremadamente preocupante la situación, a todas luces ahora mismo sufrimos una invasión rusa en Estados Unidos (en este caso, una invasión enlatada), y encima no se sabe cómo cocinan, o hierven esa carne, que marea a tanta gente.

Hay agentes de Putin hasta en la Pequeña Habana. El sur de la Florida no puede resignarse al avance del populismo nacionalsocialista promovido por el Kremlin. Como en Cuba, la carne rusa debe ser vencida en Miami.


 

Aurelio de la Vega, el magnífico

El músico, ensayista y conferencista Aurelio de la Vega es una de las figuras más relevantes de la cultura cubana en los últimos dos siglos. Profesor Emérito de la Universidad Cal State Northridge, premio Friedheim del Centro Kennedy para las Artes Escénicas, ha sido nominado cuatro veces al Grammy Latino, “tres de ellas en la categoría de Mejor Composición Clásica Contemporánea y una vez en la de Mejor Album Clásico” (Contacto Magazine). A propósito de su vida y obra, el escritor e investigador Manuel Gayol Mecías terminó recientemente Aurelio de la Vega: Impresiones desde la distancia, libro imprescindible que ya puede adquirirse en Amazon.

Dada la importancia de este volumen sobre un exponente clave de la música y la cultura contemporáneas, Contacto Magazine entrevistó recientemente a Gayol Mecías, y Puente a la Vista tiene ahora el privilegio de hacerlo con el propio De la Vega, quien gentilmente ha respondido estas preguntas:

Usted ha dicho, y lo cito: “La naturaleza de mi música soy yo mismo”. ¿Y quién es usted mismo? ¿Qué opina de la naturaleza de Aurelio de la Vega?

Yo soy un compositor cubano-americano, con 95 años ya vividos, y cuyo nombre completo es: Señor Doctor Don Aurelio Ernesto Ramón de la Vega Palacio. Toda mi música es del género clásico —ese tipo de música que otros llaman “culta, seria, de arte”. Creo que he mantenido una postura decente frente a la vida, y esa misma postura la deposito, junto con honestidad, en mi música.

La naturaleza de Aurelio de la Vega es muy compleja, como la de todo creador de arte, y puede basarse en una historia que comienza a ser consciente alrededor de los catorce años, cuando escribe su primera obra musical.  Desde esa época en adelante hay lecturas ávidas, amor por la pintura (que practica en forma concreta por unos años), incursiones en la filosofía, carrera universitaria de abogacía, doctorado en música, viajes, crecientes audiciones de sus obras, ofrece conferencias, recibe comisiones y crea nuevas obras, sufre el impacto de la muerte de su primera esposa, Sara Lequerica, pianista, con quien se había casado a los 21 años, y la alegría de su segundo matrimonio con la soprano norteamericana Anne Marie Ketchum.  Todo es disfrute cómodo en el hermoso patio de su casa en Northridge, con amigos, oyendo el bello correr de la fuente italiana que Anne Marie insistió en instalar.

Soy un hombre cubano, exuberante en los gestos, gozador de un buen habano, parlante de voz alta, capaz de grandes risas, deseoso de oír un buen chiste, rápido en darle a su mujer, en público, un gran beso. Soy al mismo tiempo un hombre alemán: necesito a mi alrededor el más estricto orden, compongo música para la mente, para el raciocinio vital, para el desarrollo espiritual, no para el menear de caderas y nalgas. Soy también un hombre italiano: amo intensamente la belleza —de plumas de fuente de vibrantes resinas a un cuadro, a una mujer, a un anillo, a unos cubiertos de mesa. Amo igualmente la etiqueta de una botella de vino, un nuevo collar en el cuello de mi esposa, una flor lozana en mi jardín.

En una palabra: Aurelio de la Vega me parece magnífico.

¿Cómo se produce su salida de Cuba y cuánto se adapta al exilio, profesional y humanamente, durante los primeros años?

Mi salida de Cuba, por fortuna, se produce en 1957, año y medio antes de la toma de poder por los piratas marxistas que llegaron a la Isla sufrida.  Yo era Asesor de Música del Instituto Nacional de Cultura, Vice-Presidente de la Orquesta Filarmónica de La Habana y Profesor de la Universidad de Oriente. La Filarmónica había suspendido sus conciertos debido a la atmósfera tensa y atemorizante por la que pasaba el país, las universidades estaban cerradas, y mi jefe en el Instituto de Cultura, el doctor Guillermo de Zéndegui, de quien yo era gran amigo, creyendo que yo no andaba muy bien de la cabeza por abandonar Cuba, se resignaba.

Me vine a California, donde tenía mis amigos y un buen escenario musical.  En ese año y medio que duró mi escapada californiana, terminé mi Cuarteto en Cinco Movimientos In Memoriam Alban Berg, una de las obras más importantes de mi canon musical.  El primero de enero de 1959 toman posesión del país las huestes guerrilleras, y Fidel Castro es el gran ganador y amo.  A la semana abren las universidades y me mandan a buscar.  Por si acaso, antes del regreso a Cuba, firmé contrato con la prestigiosa Universidad del Sur de California, donde profesé brevemente.

En Rancho Boyeros bajamos la escalinata del avión el 14 de febrero de 1959. Un mar verde-olivo, con bandanas de balas y rosarios colgando alrededor del cuello, y metralletas y rifles al por mayor llenando las manos, nos esperaba. El Instituto Nacional de Cultura y la Orquesta Filarmónica habían desaparecido. Las primeras luces preocupantes se encendieron en mi cerebro. Luego vinieron el infarto de mi padre, el despojo de las propiedades de mi madre, los pocos días en Santiago de Cuba, adonde había ido para a reabrir el curso universitario.  Allí sufrí la vejación de una misteriosa acusación política, que me privó de empleo y sueldo y me confinó por un mes a mi apartamento bajo arresto domiciliario.  Cuando los mismos personajes académicos de la grotesca comedia kafkiana, que me habían cortado el empleo y encerrado en mi domicilio santiaguero como delincuente, me anunciaron en mayo del 59, con sonrisas hipocritonas, que todo estaba aclarado y que podía regresar a mis clases, presenté mi renuncia con lágrimas internas y supe que debía abandonar el país. Poco me imaginaba que nunca más vería a mi patria y que dejaría enterrados en pleno Miramar todos mis recuerdos de adolescencia, de juventud y de madurez, que incluían toda mi presencia musical creativa.  Me dolía dejar la Universidad de Oriente, donde habíamos creado la primera carrera musical universitaria de Cuba y la segunda de toda América Latina.  Sólo la Universidad argentina de Tucumán nos había precedido. Pronto el hecho de mi creación de una Licenciatura y de un Doctorado en Música sería borrado de la historia de Cuba, al igual que mi nombre desaparecería de la nomenclatura musical cubana.  Pasaba a ser otra típica No-Persona estalinista.

Mi exilio, como todo exilio, ha tenido sus momentos difíciles. Del lado positivo está el hecho de que regresé en Los Ángeles a un trabajo académico estable, como Profesor de la Universidad Estatal de California en Northridge.  Siempre está en mi recuerdo el saber de tantos cubanos profesionales —algunos colegas míos— que tuvieron que pasar por la ignominia de la limpieza de inodoros, el trapeaje de pisos y el hacer las camas en cuartos de hotel, cuando no dispensar gasolina o hacer de chofer de taxi.

En realidad me adapté rápidamente a este exilio (cortesía de los hermanos Castro), hablando muy fluidamente el inglés por haber estado tantas veces sumido en la cultura norteamericana, entrando por la puerta ancha de la academia, rodeado de colegas y viejos amigos, componiendo siempre, teniendo enseguida conciertos donde se estrenaban o simplemente se tocaban obras mías.  El dolor de irse de la tierra natal, el dolor de haber dejado a mi padre convaleciente de un ataque cardíaco causado por la maravillosa revolución, el dolor de ver como el comunismo se apoderaba poco a poco de la nación, dividiendo a la familia cubana, se mitigaba con los años, haciendo habitable mi exilio exterior y mi exilio interno.

La primera década fuera de Cuba pasó rápidamente. A principios de los 70 ya habían llegado a Los Ángeles muchos más cubanos exiliados. La maestra Cupertina Martín fundó el Patronato José Martí, que serviría de plataforma para mantener viva la cultura cubana exiliada. A él nos uniríamos yo y mi esposa como muy activos dirigentes. Además de miles de ciudadanos cubanos de toda índole, vinieron nuevos y muy exitosos empresarios cubanos.  Sobre todo para mí, la presencia de un par de figuras claves de la diáspora cubana, el escritor Octavio Costa y el escultor Sergio López Mesa, resultó como un gran bálsamo curador.  Ambos se convirtieron en muy buenos amigos míos y ambos exaltaron mi obra musical.  Mis composiciones seguían tocándose en muchas localidades estadounidenses e internacionales, lo que hacía el exilio —me atrevería a decir— tolerable.

Manuel Gayol Mecías ha afirmado que usted insistió siempre “en la necesidad de lo universal hacia Cuba”. Y en ese mismo sentido, tal vez podría afirmarse que Cuba ha sido desde sus orígenes un producto universal, posnacional. ¿Quizá la raíz de la fatalidad totalitaria, en estos últimos 62 años, está en que los cubanos no han comprendido que ellos, más que una cultura, son un universo, y en consecuencia se han encerrado demasiado en sí mismos?

Disiento de la primera afirmación de que Cuba, desde sus orígenes, fue un producto universal, posnacional. Pese a que Cuba exhibía un aspecto social muy mixto, el nacionalismo era una postura siempre concurrente desde la época colonial, y pese al logro económico que hizo de Cuba, desde Machado hasta la toma del poder por el castrismo, un faro de atracción para gentes y razas de todo tipo, el fondo nacionalista de perenne presencia en las actividades de la clase media y alta, y el de perfil africano, generalmente exclusivista, cultivado por las clases pobres, era tan exhaustivo en su garra sociocultural que las puertas a lo intrínsecamente universal estaban muy bien cerradas.

Desafortunadamente también discrepo de la segunda parte de este inciso, y creo, contrariamente a lo dicho, que los cubanos más que un universo son una cultura, y muy cerrada, y por ello es que están tan enfundados en sí mismos, ahora y mucho más que 62 años atrás. El cubano fue siempre tapiñadamente hedonista. No logramos independizarnos de España hasta que, desafortunadamente, intervino el celoso norteño. Hasta ese momento había en la manigua un escaso contingente de valientes, un mero puñado de ellos, con el negro en gran mayoría, mientras los señoritos seguían jugando a las cartas con los alcaldes y capitanes españoles. En realidad ese hedonismo que menciono siempre ha destilado un furioso nacionalismo. Un nacionalismo como de pacotilla, con profusión de bombo y platillo y a toda marcha, y eso sí, con mucho movimiento de culo subrayado por músicas rítmicamente locales, nada universales.

¿Qué mensaje enviaría a los jóvenes artistas independientes que enfrentan la represión castrista?

 A todos esos muy valientes jóvenes artistas cubanos independientes, que dentro de la Isla se enfrentan al castrismo perpetuo y sufren por ello, les envío un fuerte y admirado fraternal abrazo.  El no venderse al régimen es admirable, y que nunca olviden que su arte perdurará cuando todos los generalotes y ministros de la Cuba actual no sean ni recordados por sus nombres.

A sus 95 años, que me dicen lleva con buena salud, ¿viajaría a Cuba a celebrar el fin de la dictadura? ¿Se imagina en un concierto en La Habana, con su música a todo meter, presentando el libro Aurelio de la Vega, impresiones desde la distancia?

A menudo me preguntan si yo viajaría a Cuba si desapareciera la dictadura actual (grotescamente hedonista) y Cuba fuera de nuevo una democracia.  Yo respondo que, probablemente, no.  Yo dejé una amante refulgente y bellísima. La Habana, en la década de los 50, era tan maravillosa como París o Nueva York, con la Orquesta Filarmónica brindando conciertos nocturnos o dominicales por un peso (léase dólar), teatros en cada esquina, el Lyceum (en el Vedado) colgando exhibiciones de nuestros mejores pintores (los de la Edad de Oro de la pintura cubana) y Tropicana y Montmartre ofreciendo los mejores espectáculos de sus historias.  No quisiera regresar y ver a mi amante sin dientes y con las tetas limpiando el suelo. Desde luego, lo de la presentación en La Habana de Aurelio de la Vega, impresiones desde la distancia es una idea muy tentadora. ¿Ganará lo emocional de esta sugestión, o lo racional de lo que duele ante una realidad hecha trizas?


 

La poesía nuestra de cada día

Idabell Rosales entrega a Odalys Interián la placa acreditativa por el libro premiado

[…] Salgan de sus nombres, salgan de sus antros infernales. Sin tierra, ni heredad, andaremos camino nunca antes pisado. No te acerques al Arca, mantente a distancia de respeto […].

Carlos Augusto Alfonso ‒El brazo de los sin casa


Cuando un verso nos advierte que “regresar es ir tocando el círculo salvaje de la luz”, sin duda alguna estamos ante un poema de hondura insospechada. Quien no entiende la poesía ‒quien no la sujeta ni la desespera‒ nunca podrá entender entonces cuánto de luz, y de salvaje, se requiere para tocar el retorno a uno mismo. Es decir, deberse a la memoria como único modo de liberación.

El libro Poesía para el único día nuestro (Neo Club Ediciones), de Odalys Interián, va exactamente de estas oquedades: de la memoria; del regreso; del acto poético como trascendencia. Premio ‘Dulce María Loynaz 2018’, es un solo poema ‒aunque pueda leerse como muchos‒, pero no porque responda al capricho de un conjunto dramático/poético, sino porque cualquiera de los poemas que componen este libro nos vence, y nos convence.

Son heridas ‒sin el dramatismo gratuito de ir tras el verso fácil‒ que pueden atormentar ese costado nuestro que jamás invitamos cuando despachamos los recuerdos. Nadie en sano juicio atenta contra sí mismo, a menos que sepamos enjaezar nuestros demonios con el mismo coraje de Odalys Interián: 

Regresar

es ir tocando el círculo salvaje de la luz.

Arrugar en su pascua los sonidos dispares.

Volver la náusea un acorde feliz

ir devorando las ausencias

sentir el sol en su disfraz

los abandonos. 

Regresar

es ignorar la cerrazón hipócrita

que va sobre el recuerdo

ignorar donde empieza

el tramo abierto de las aguas

la infiel marea del silencio

acorralándonos.

Antes de Poesía para el único día nuestro y de su autora, la palabra “isla” era una consecuencia política obligada. Ese simplista memorial donde todo fuimos mercancía o proxenetas; siempre huyendo o ahuyentados [nunca son la misma cosa]; siempre enojados o estridentes. Aquí, la autora embiste esa consecuencia sin el gravamen literario de las últimas décadas. Es mucho más honesta y deja su dolor propio en un papel secundario, quizá porque intuye que no se trasciende a costa de emblema ninguno. Tal vez porque descubre que lucrar y recordar son dos estados mentales profundamente distantes de sí:

La palabra isla

trae un extraño sonido

ruidos / días manchados de temblor

de líquenes oscuros

de nombres y de ahogados.

Nunca está llena la palabra isla

la atestan las nostalgias.

La miro como miran los pájaros

esa corriente infinita que los arrastra hasta el sol. 

Isla /una palabra siempre llena de mar

de muchas criaturas

de cuerpos azules desmembrados. 

Y la palabra isla

y los tiernos ahogados

acunados en sus ruidos de agua. 

La posesión existe

y existe el olor de la muerte

mezclándose aquí con mi silencio.

Quienes creen que una sola voz basta para salvarnos a todos, están en lo cierto. Del mismo modo que la certeza de un solo sol y un solo horizonte alcanzan para trazarnos el círculo ‒otros le llaman límite‒ donde rendirnos, por primera y única vez, a la sentencia que redime y mata con eficacia. Ese misterio habita en Poesía para el único día nuestro, con tanta reverberación que inquieta; desasosiega. No sabemos en cuál verso [emboscada] su autora nos escudriña para susurrarnos las distancias que nos separan de los días verdaderos.

Con una lógica poética que no busca la arrogancia, sino la complicidad consigo misma, Odalys Interián sabe hilvanar la caída libre que significa el más antiguo de los oficios literarios. Su eficacia la ampara para regalarnos este libro, donde parece desatar la certeza que implica existir más allá de las coordenadas de la suerte:

Nosotros sabemos 

Nosotros por doquier

desparramados

sabemos

cuánto duele el país.

 

Nos vestimos y salimos

vemos hundirse el mismo sol

las mismas banderas

colgadas en la franja diminuta de la ausencia.

Bebemos y cavamos

la leche negra del crepúsculo

la intimidad de la sombra en su barbarie.

 

Nosotros rodamos al espacio vacío

de la fotografía

hasta los ojos del hijo

en su deshabitada tiniebla.

Nosotros en la brazada

cercenados en el trazo

malqueridos

como cruces abandonadas en tierra de nadie.

No olvida nada la autora en Poesía para el único día nuestro. Es un libro tejido a sabiendas de que quedará en los calendarios, sin importar cuánto queramos compartir esos versos que nos pertenecen. Que nos retratan. Que nos obligan a rogar porque, más que en palabras, estos versos se conviertan en el ruego que nos privamos por no merecer siquiera la tristeza, o el donaire de rebelarnos contra el ansia de la comodidad. Leer esta poesía es asistir al milagro de la humildad deshecha de ideologías. De las baratijas que adornan estanterías o anuncios de editoriales acicaladas a destiempo.

La fuerza de sus poemas, precisamente, deviene de la implicación irresoluta de la voz:

A quién le debemos la tristeza 

los diálogos vacíos.

Quién nos mostró la desnudez

los tonos desbordados de la luz

en su masacre. 

Nos dieron un sol a cucharadas

y una verdad a medias.

 

Habrá que despoblar las auroras

el triste gemido que desborda

los ojos del ahogado.

Habrá que levantar un puente en el aire

espantar al demonio que va sobre la luz

excomulgar el tramo de memoria vacía

los ciclos infieles que desbordan el hambre.

Como una vicaria ‒ apiadada de nuestras carestías‒ Poesía para el único día nuestro se nos otorga en el único modo posible: dejando pedazos de sí misma en el trasiego, pues como mismo advierte su autora, “hay islas que nunca se apagan… que siguen doliendo”. Pero no es un discurso atrapado en la lejanía o que se abraza a lo fatídico. Tampoco se involucran sus versos en la moda política que primero lanza el dardo y luego dibuja la diana. Es una poesía que ofrece justicia ‒finalmente‒ a cardinalidades tan manidas como la memoria, el compromiso, el dolor, la libertad, la isla y la renuncia.

He aquí, entonces, un libro [Poesía para el único día nuestro] y una autora [Odalys Interián] que en menos de cien páginas nos regresa a la libertad a cambio de nada:

También me quitaron

el primer silencio

la sangre en su mínima raíz

ese tramo de polvo y relámpago

donde viví inocente.

Me dieron alas atadas a un mástil

pero volé señor

volé.

Llevé debajo de la sombra y la ceniza

un puñado de sol

un ramo de vicarias blancas

un jazmín en su círculo de luz serena. 

El miedo es una sombra

un deseo intangible de permanencia.

Y me atreví señor

vestí mi lengua de nuevos ardores

rodé decapitada

en el lacónico sonido de la lluvia

quedándome junto al nudo de voces

y la lastimadura.


 

El país más imperialista del planeta

Si el imperialismo se midiese por la cantidad de guerrillas entrenadas por habitante, Cuba fuese el país más imperialista del planeta.

¿Afectados? La lista es inmensa: Uruguay, Chile, Colombia, Venezuela, Bolivia, Perú, Nicaragua, El Salvador, Puerto Rico, Argentina, Angola, Etiopía, Cabo Verde, Algeria, Siria, Iraq, Laos, Cambodia, Sudáfrica. Y muchos más en el Medio Oriente, Africa y Asia.

Por décadas, Cuba se comportó como si la isla hubiese sido una potencia del primer mundo, gracias en parte al apoyo logístico que recibía de la URSS y a la estrategia fidelista de multiplicarle los dolores de cabeza, o focos revolucionarios, a los Estados Unidos. «Crear dos, tres, muchos Vietnam» era el principio guía de la política exterior del régimen.

La isla fue un campo permanente de entrenamiento guerrillero y aún coopera con varios grupos denominados terroristas a nivel internacional: Hezbollah, las tropas especiales de Irán y de Corea del Norte.

Después del derrumbe del muro de Berlín, ya con menos recursos que antes para hacer daño, el régimen cambió de estrategia siguiendo los lineamientos del Foro de São Paulo. Su objetivo: lograr desmontar las democracias por la vía pacífica, desde adentro. De este modo, el régimen logra controlar a Venezuela como si fuese otra provincia de Cuba, extrayendo pagos en petróleo, manteniendo al mismo tiempo su política injerencista en todo el subcontinente americano y apoyando con fondos la toma del poder de políticos populistas en Argentina, Ecuador y Bolivia.

En fin, uno de los regímenes más intervencionistas e imperialistas del mundo, por más de seis décadas, ahora pide “no injerencia en sus asuntos internos” y se horroriza de que alguien siquiera lo mire de reojo.

Bastante tolerante se ha sido con el régimen cubano.


 

Efectos secundarios

La séptima víctima

Cuba, 1 de agosto. “El destacado combatiente revolucionario Pedro Gerardo Gutiérrez Santos [en la imagen de este video] falleció en la mañana del domingo a causa de un tromboembolismo pulmonar, a la edad de 92 años”. La nota es del diario oficialista Granma.

Dos de las hipótesis manejadas en un artículo anterior de este portal, la de la purga y la de las inyecciones, podrían mezclarse para entender los fallecimientos en línea de siete generales y combatientes históricos de la llamada “revolución cubana” tras las masivas manifestaciones del pasado 11 de julio en Cuba. Como decía la semana pasada, la extraordinaria coincidencia, entre comillas, de los cinco (ahora siete) fallecimientos en pocos días, apuntaría a algún tipo de elemento exógeno implicado en ellos, ya fuese humano, animal o químico. ¿Y si, siendo humano, el elemento fuese, en consecuencia, espiritual?

Tal vez me faltó adicionar, en ese post anterior, este factor del alma adolorida en tanto purga. La caída del espíritu “revolucionario” purga a sus genuinos padres fundadores. Es decir, a quienes fueron suficientemente obtusos como para creer en la autenticidad de dicho espíritu y siguieron a Fidel Castro.

Llegar a una edad avanzada y descubrir, a pesar de ser un mente’pollo más, que la «gloriosa revolución» por la que luchaste pasará a la historia como una impresentable tiranía más… que tú mismo pasarás a la historia como un manipulado más… eso puede liquidarte en pocas horas. Ego herido en cuerpo débil no perdona. Y si pasas primero por el camarada Abdala o la compañerita Soberana y te cogen con las defensas bajas, ni se diga. Efectos secundarios: Pa’l más allá.

 

Cuba de nuevo en la mira del mundo

Son cinco los generales cubanos muertos en 10 días: Agustín Peña Porres, Marcelo Verdecia Perdomo, Manuel Eduardo Lastres Pacheco, Rubén Martínez Puente y el último (por ahora) Armando Choy Rodríguez de 87 años. De ellos, sólo Agustín Peña Porres a sus 57 años estaba activo. Comandaba el ejército de Oriente del país. Hay un sexto muerto, Gilberto Antonio Cardero Sánchez, fundador del Segundo Frente Oriental junto a Raúl Castro, de manera que era también un octogenario jubilado. En Cuba, la esperanza de vida al nacer es 78,73 años. 

¿Está la mano de la Seguridad tras esas muertes, coincidentes con los disturbios populares acaecidos el 11 de julio? No lo creo, pero vaya usted a saber. Lo único evidente es que pronto morirán Raúl Castro, Ramiro Valdés y José Ramón Machado Ventura. Con edades entre 89 y 91 años tienen para morir de vejez. Ya están pasados de rosca.

Cuba no es el único país del mundo que ha tenido un sospechoso periodo luctuoso. Después de Leonid Brezhnev, muerto a los 74 años, tras 18 de gobierno implacable, le llegó el turno a Yuri Andropov, ex jefe del KGB. Duró 15 meses en el cargo. Murió a los 70 años de edad en 1984. Luego vino Konstantin Chernenko. Unos meses más tarde, en 1985, pasó a peor vida. Tenía al morir, como Brezhnev, 74. 

Ronald Reagan, acusado de no hacer lo posible por llevarse bien con los líderes soviéticos, dijo, sonriente, como era su talante: “trato, pero no puedo, se me mueren. El Partido Comunista no organiza al Estado ruso. Organiza funerales”. Los soviéticos, aprendieron la lección y eligieron al “muchacho” Mijaíl Gorbachov. Sólo tenía 54 añitos. Pero no los envenenaba una larga mano negra. El uso del KGB, que se sepa, sólo se reservaba para los disidentes. Gorbachov ya cumplió 90 años de edad. Morirá muy pronto de alguna complicación de los riñones.

Parte de los problemas del gobierno cubano se derivan del secretismo. El afán de ocultarlo todo, incluida la esposa y los hijos de Fidel hasta que fueron adultos, tiene sus ventajas y sus consecuencias. Entre sus ventajas está que no hay que cuidarlos. Pero entre sus consecuencias radica el inevitable rumor que despiertan todos los secretos. Comoquiera que Cuba, como el resto del planeta, se enfrenta a la Covid 19, según el rumor popular los generales perdieron la batalla contra el virus.

De Cuba me llegó el rumor, por ejemplo, de una fuente usualmente confiable, de que a Raúl Castro le llegaron 100 vacunas de Pfizer contra la Covid 19. Fueron discretamente adquiridas en Estados Unidos. Son para él mismo y su círculo íntimo. ¿Será verdad? Es muy probable. Raúl tiene fama de astuto. La vacuna “Abdala” no pasó por las pruebas de eficacia a que sometieron a las de Pfizer, Moderna y Johnson & Johnson. Es razonable que Raúl no confíe en ella.

Ese coronavirus (hay otros) es la mayor causa de mortandad en la Isla. La agencia británica de noticias Reuters, que sigue de cerca las estadísticas oficiales de 240 países, reporta que diariamente mueren en Cuba unas 70 personas debidas a la COVID 19, hay más de 514 casos por 100,000 habitantes, y la infección, que está en su “pico”, desborda los hospitales, especialmente los matanceros. La fuente que utilizan es el Ministerio de Salud Pública (MINSAP), pero hacen la salvedad, en todas las naciones, que previamente deben ser diagnosticadas correctamente.

Miguel Díaz-Canel, el actual presidente de Cuba, debió sacar a Raúl Castro de su letárgica jubilación porque se vio con el agua al cuello. Pero, ¿cuántas veces puede hacer esa prestidigitación?

En algún momento Raúl optará por morirse y Diaz-Canel estará sólo frente al peligro. El peligro, claro, proviene de los propios “revolucionarios”, gente que está hasta la coronilla de la insistencia absurda en la planificación centralizada que ha empobrecido a Cuba terriblemente. Los militantes, como toda Cuba, desean mercado y democracia, y comprobaron el 11 de julio, lo que ya sospechaban: Cuba y sus jóvenes están listos para un cambio. La insistencia en pedir “libertad” lo demuestra. 

El entonces presidente Barack Obama fue a Cuba a pedir apertura. Eso estaba bien, pero tal vez hizo demasiadas concesiones sin pedir nada a cambio. En todo caso, la combinación entre la visita de Obama, por todo lo que tuvo de crear ilusiones, más Internet, a lo que se agregó el desastre sanitario de la Covid 19, tuvo un clarísimo resultado en las manifestaciones del 11 de julio. 

Si el presidente de Estados Unidos Joe Biden pone al servicio de los cubanos Internet le dará a la dictadura la puntilla final. Dice el señor Pompeo, ex jefe de la CIA, que es algo que, técnicamente, está resuelto. Si eso es posible, los cubanos esperan que Biden lo haga. De lo contrario será un trágico error, equivalente al que cometió Kennedy en abril de 1961 cuando les negó el auxilio a los expedicionarios de la Brigada 2506.  Sería otro “fiasco”. 

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Guía para restablecer el avance civilizador en Cuba

Le calculé unos nueve o diez años de edad. Vestía de color rosa. El semblante era tierno como el de todas las niñas. Pero, de improviso, aquel rostro angelical se convirtió en una máscara de odio. Sus manitas estaban destrozando ejemplares de la Declaración de los Derechos Humanos, al tiempo que levantaba los ojos para mirar, roñosa y desafiante, al pequeño grupo de Damas de Blanco y otros opositores pacíficos, asediados por turbas violentas al mando de la policía política. El hecho puntual ocurrió hace varios años (por más que otros similares han estado repitiéndose incesantemente durante décadas), pero a partir de entonces lo he llevado siempre muy vivo en la memoria, sin dejar de padecer el mismo retorcimiento de tripas que me produjo presenciarlo.

Hoy, sin embargo, he advertido una nueva impresión cuando lo recordé. El malestar y la vergüenza de otras veces me llegaron menguados, por dos causas: 1) la certidumbre de que al fin es posible soñar, por vez primera en sesenta años, con un futuro próximo en que los niños cubanos dejen de ser víctimas de un sistema de educación cavernario, que les imparte la ignorancia y la deformación espiritual y moral como estrategia para esclavizarlos; 2) la lectura de un libro que me ha devuelto el alma al cuerpo, pues, para mayor suerte, cayó en mis manos en días de un muy esperanzador estallido social en la Isla.

Instituto Edison: Escuela de vida, del escritor y periodista Armando Añel, es ese libro singularmente emotivo, no sólo porque refrenda el momento exacto y las circunstancias que condujeron a la debacle del sistema de educación en Cuba, pecado de lesa historia que terminaría devastando los cimientos espirituales y culturales de la nación; también, y sobre todo, porque representa una lección y un instrumento invaluable para revertir el caos.

Sorprende y regocija adentrarse en la memoria histórica de este instituto, fundado por una familia de maestros del barrio habanero de la Víbora, bajo la inspiración y rectoría de la ilustre educadora Ana María Rodríguez. Hace ya casi un siglo (abrió sus puertas en 1931) era un centro académico modélico, no sólo en el entorno nacional. Los valores humanísticos y científicos que regían sus programas de estudios le garantizaron muy pronto un estatus de vanguardia al nivel incluso de los países más desarrollados del orbe.    

Siempre me pareció penoso que instituciones del supuestamente culto primer mundo (ONU, UNESCO, UNICEF, entre otras hierbas), elogiasen y brindaran su respaldo al sistema de educación que nos fue impuesto a la fuerza por la revolución fidelista. Resulta difícil entender cómo se las han agenciado durante tanto tiempo para ignorar, o fingir que ignoran la oprobiosa manipulación política y el embrutecimiento que sufren nuestros niños desde que acuden por vez primera a la escuela, fruto de la irracionalidad convertida en doctrina de poder que intenta devolver a las personas a su arranque homínido, no sólo mediante obtusos programas académicos, sino en la imposición de una conducta uniforme que les obliga a pensar y a comportarse como robots de serie única.

Luego, para colmo, sucede que tan inhumana chapuza ha sido fácilmente aplaudida por la progresía internacional como una avanzada del mundo subdesarrollado –dicen- y como un patrón de panacea revolucionaria. Sin embargo, a lo largo de toda esta extensa etapa siempre estuvo entre nosotros, neutralizado por la censura y por el ignominioso y conveniente olvido, el ejemplo del Instituto Edison, auténticamente revolucionario, si aplicamos con justicia el significado del término. La evidencia está en sus métodos de educación experimental, impulsados de cerca por las teorías del célebre filósofo, psicólogo y pedagogo norteamericano John Dewey, pero cuyos pilares en general pueden ser localizados más atrás, en la propia Isla, entre grandes pensadores del siglo XIX, o aún mucho antes y más lejos, como en aquella lección de Galileo, para quien la mejor manera de educar a un ser humano es enseñándolo a descubrir lo que guarda en su interior. Son valores que en lugar de perder vigencia, han ganado solidez y actualidad con el paso del tiempo, no obstante la cruel ligereza de quienes propugnaron su postergación.

Al incentivar la iniciativa individual a contrapelo de la imitación autómata, al priorizar las aptitudes naturales del niño a la par y a veces hasta por delante del rígido academicismo reglamentario, al impartirles los conceptos de responsabilidad, libertad y honradez como materias perennes dentro y fuera del aula, los maestros del Instituto Edison no únicamente formaban personas capaces de ubicar los estándares de Cuba dentro del concierto de las naciones mejor establecidas en la modernidad en cuanto a materia educacional. También dejaban alumbrado el camino que algún día, casi un siglo más tarde, podría servirnos para abandonar, de una vez y por todas, el oscurantismo totalitarista.

Las coordenadas están descritas al detalle en este magnífico libro de Añel, a través de un lenguaje fluido y con interés creciente, donde el autor da cuenta de los treinta años de existencia activa del instituto, antes de que fuera clausurado por el régimen castrista. Una sustanciosa cantidad de documentos, recuerdos, anécdotas, reflexiones y testimonios de profesores y ex alumnos, incluidos algunos de sus fundadores, los miembros de la familia Rodríguez Gutiérrez, le suman, además, valor agregado como historiografía de imprescindible consulta. En fin, es imposible sintetizar en unas líneas todo el rico contenido de Instituto Edison: Escuela de vida. Así que quizás el modo más práctico de resumirlo sea recomendando su lectura, bajo la convicción de que puede resultar reveladora para cualquier cubano, en especial los que no hayan tenido la oportunidad de recibir educación en escuelas independientes. Para mí lo ha sido. No en balde lo considero desde ya una guía idónea para retomar la ruta civilizadora que perdimos en 1959.


The Island (Summer of 2021)

In one of the most profound and significant historic moments affecting that immense sanitorium which floats at the mouth of the Caribbean Sea, the inmates of the asylum, for the first time, screamed “¡Libertad!” (Liberty!), “¡Abajo el comunismo!” (Down with Communism!), “¡No más tiranía!” (No more tyranny!), all anguishing cries that resonated the world over. It was July 11of 2021. 

Seemingly, to the amazement of the keepers of the institution, there was a crack in the wall that surrounds the booby hatch, where the programmed brainwashed population was supposed to be happy and quiet. Through that tight opening the soul and sight of hundreds of thousands of human beings escaped, screaming for freedom and for a basic form of human dignity, to the consternation of the Supreme Warden and subsequent subordinates. 

These who up to that moment held total control of the inmates, were all members of two generations of pirates that decided to stay put -a much more extended presence than the usual predatory stopover. These grotesque, malevolent, cruel, chameleonic, totalitarian, at times charismatic and at times vulgar creatures had coalesced into a single voice that with brutality set aside any form of mask to proclaim cynicism that the inmates who rebelled were simply cockroaches to be crushed immediately, some by assassination or heinous beating and the rest by renewed, continued incarceration.

The isle-jail-asylum continues to float.  Tourism flows uninterruptedly.  What will these new visitors see?  Are they different from the previous myriads that came and departed without even a hint that they were visiting a gigantic prison?  Is there anyone who sees or hears besides the family relatives of the sufferers, besides the socially conscious beings, or besides the ones that still contemplate Christianity, Beauty, and the Gracefulness of Freedom?  Is the cry of the inmates to be transformed into a monstrous echo chamber to the pleasure of all still applauding the jailers?  Is 10 million people a significant amount of human flesh to be taken into consideration beyond a few days of international posturing?

Can any of the jailers have even a midnight blink of consciousness?  Is any one of the big leeches leaving the scene? The asylum island is Cuba, populated by a group of beautiful, loving, jovial, creative, hardworking human beings who since 1492 to the present have enjoyed only 57 years of freedom as a Republic.  Those in the streets screaming “Liberty” are Cubans in a macabre house of correction, hoping that a miracle would change their fate.  Any hope…?


No hay vuelta atrás

En gran parte, los exiliados suelen mantener la economía de su país natal. A 62 años de dictadura comunista, los cubanos exiliados también debemos estar generando grupos de trabajo, o apoyando a aquellos que incluyan a los diversos sectores de la población para una transición pacífica en Cuba.

Seguir trabajando en las estrategias calle-redes resulta fundamental. En este caso, particularmente el de tomar las calles, soy de la teoría que, de trabajar más con el pueblo del exilio, movilizándonos en distintas plazas, parques, en marchas como la que se logró el 26 de julio en Washington, tendremos mucho más impacto. Organizándonos en el exilio, buscando más aliados a nivel internacional, mostrándoles las pruebas irrefutables de que Cuba es una dictadura, contribuiremos decisivamente a acelerar la liberación.

Después del 11 de julio, la historia de Cuba es otra. Ha habido varios parteaguas, pero este día en especial marcó un antes y un después, mucho más para quienes piensan que la liberación de Cuba compete principalmente a los cubanos que han quedado en la isla. Ojalá vuelvan a protestar en las calles, pero que la libertad no dependa solamente de eso.

Como he dicho en otras ocasiones, no soy de quienes piensan que la libertad de Cuba se logrará solamente con cubanos que viven dentro, sino que para la libertad de Cuba es imprescindible contar con el exilio.

Muy agradecida de la convocatoria de tantos cubanos. Una jornada maravillosa, donde había demócratas, republicanos e independientes como yo. La Cuba que quiero, diversa.

Estuvimos en Washington D.C., Madrid y muchas otras ciudades este 25 y 26 de julio, y vamos a estar donde tengamos que estar. Es momento de seguir, de darnos el lugar que nos corresponde. Se trata de ayudar a nuestros hermanos y de ayudarnos nosotros mismos para salir de este absurdo. Para salir de la prisión totalitaria, porque aun en el exterior hemos sido prisioneros de un sistema tentacular que alimentamos con nuestras remesas.

La economía de los exitosos empresarios cubanos es suficiente para la infraestructura que necesitará, en principio, la reconstrucción nacional. No podemos temerle al día después, debemos visualizarlo y ya estamos apresurándolo.

Nos toca a los cubanos exiliados accionar más que reaccionar. Coordinar encuentros para seguir empoderando al exilio cubano y al cubano en la isla. Siéntase un influencer y no dude que un tweet o un post en Facebook, o en cualquier otra red social, pueden marcar diferencias. Siéntase parte del cambio.

Al exilio le toca recobrar nuestro valor como pueblo, es definitorio. Acabar con la psicología dependiente. Trabajar en estrategias conjuntas con nuestros hermanos en la isla. El exilio es la voz del pueblo sufrido de dentro y de afuera. No podemos desmovilizarnos. Ya perdimos el miedo y conocemos nuestro poder.

Los exiliados colombianos y dominicanos, por citar dos ejemplos cercanos, pueden votar en las elecciones de su país. ¿Por qué los cubanos exiliados no? Pues, primero, porque en Cuba no hay un sistema electoral creíble, y porque hemos servido para calzarlos en el poder.

Han silenciado nuestra voz durante muchos años y ya nos cansamos. No hay vuelta atrás, seguiremos en las calles, seguiremos en las redes, seguiremos en los foros internacionales. Hasta el fin de la dictadura.

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