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Matar el hambre: Del aguacate criollo y otros desencuentros

Ah querido y nunca bien ponderado hombre nuevo estresado en Homestead, Sweetwater, Pembroke Pines… cuántas maravillosas sutilezas culinarias están o podrían estar enriqueciendo tu paladar ahora mismo. Pero te niegas a abrirte al mundo, como quería el Papa, y solo sabes hablar de que el aguacate no sabe igual que en Cuba o de que las hamburguesas de McDonald’s supuestamente están hechas con vísceras podridas.

Recuerda, el problema no es la realidad, la vida, la gente: el problema eres tú, secuestrado por el vago recuerdo del sabor de un aguacate degustado con 62,000 milenios de hambre acumulada.

Mientras en China comen perros, pangolines, murciélagos y hasta cucarachas todos los días; mientras en Cuba revenden pollo viejo, retoman la dieta a base de gato y desaparecen al caracol gigante africano, McDonald’s alimenta eficazmente a casi 70 millones de personas en el mundo. Eso se llama desarrollo, bienestar, nutrición, carne, bacon, lechuga, tomate, mayonesa, ketchup, papitas fritas. Eso se llama matar el hambre, que es lo que hay que desaparecer en primer lugar en este mundo signado por el disparate y la inanición. Y encima es sabroso. Y encima todavía hay gente que se queja de la inexistencia del aguacate «criollo».

En ciertas circunstancias, todo aguacate es un tesoro, pero en todas las circunstancias la vida es insustituible. El recuerdo no la puede edulcorar.


Noticiero Facebook: El diálogo nacional del MSI

En esta serie interactiva, Puente a la Vista cita aquellos posts o comentarios publicados en Facebook que resultan relevantes o aportan noticiosa o argumentalmente a los temas relacionados con Cuba


«Leí la convocatoria. El MSI habla de un diálogo nacional con los diferentes sectores del país tanto dentro como fuera de Cuba. En ningún momento habla de diálogo con la dictadura. Aquí se dice: ‘Hacemos un llamado para que unidos jóvenes, grupos feministas, movimientos animalistas, artistas, organizaciones sociales y políticas, afrodescendientes, iglesias, familias, barrios, vecinos, gremios laborales, la diáspora cubana, entre otros, expresemos y conversemos sobre nuestras mejores intenciones para vivir en una Cuba próspera, libre, democrática y respetuosa de los derechos humanos’. No critiquen tanto y aporten». Rita Martín

«El problema no es que alguien, o un grupo, considere que el diálogo puede ser solución de algo. Lo importante es no perder de vista que el enemigo es el PCC. Todo el que aporte (en un grupo de FB grande que va contra la dictadura) debe ser respetado y tenido en cuenta como parte de un grupo mayor: la oposición. No es bueno crear divisiones, porque eso lo aprovecha el régimen». Ghabriel Pérez

«Yo creo que para desarrollar un diálogo nacional real debemos ante todo poner una serie de puntos. -Quiénes somos los interlocutores (y quiénes no, si es necesario). -Qué queremos lograr. -Cuáles son las reglas del intercambio/diálogo. -Cómo se documenta y estructura el resultado del diálogo. Un diálogo nacional no es tarea fácil, tenemos muchos dolores guardados y el diálogo implica estar dispuestos a dar y recibir, escuchar y entender y respetar al otro. La Cuba del futuro tiene que ser de todos. Todos en el respeto de la otredad y la dignidad de cada individuo». Aram Zaldívar

«Propongo mi diálogo nacional. #1: Pueden habilitar el yate Granma en el que vinieron en el 56 o pueden coger una balsa, como tantos cubanos han hecho y más de 78 mil han perdido la vida en el estrecho de la Florida por culpa de ustedes… ¿Entonces qué? ¿De qué estamos hablando? Sin temor: al que no le guste como soy puede dejar de seguirme, mis disculpas pero yo sí no pretendo olvidar. El diálogo que propone el MSI es solamente para el pueblo y por el pueblo». Maykel Osorbo


Jerónimo Esteve-Abril, el compromiso de dar

Ya desde 1959, alcanzado el poder en Cuba, el castrismo desató una violenta ofensiva contra los empresarios cubanos. A consecuencia de ello, en octubre de 1960 Jerónimo Esteve Abril dejó la mayor de la Antillas junto a su familia y arribó a Puerto Rico contando con sólo 15 dólares en efectivo, pero con un espíritu de lucha a prueba de demoliciones. Desde ese momento, su capacidad de trabajo, su don de gentes y su espíritu creativo se impondrían, hasta desembocar en el éxito de su principal empresa, Bella International Corporation. Jerónimo es el primer cubano al que le han hecho un homenaje en el Congreso de Puerto Rico.

¿Qué rasgos caracterizan al líder de empresa, al líder cívico? ¿Qué factores o cualidades determinan que un “humilde vendedor de automóviles”, como habitualmente se reconoce a sí mismo el empresario Jerónimo Esteve-Abril, sobresalga del común de los hombres de negocios hasta convertirse en un referente, alguien admirado incluso por sus competidores, a los que, por añadidura, siempre ha evitado calificar como tales? ¿A partir de qué atributos Don Jerónimo y su empresa, Bella International Corporation, alcanzaron el éxito económico y el reconocimiento social?

La biografía que escribí sobre este gran empresario y líder cubano responde estas preguntas. A continuación otras más generales:

Armando Añel. ¿Cómo define Jerónimo Esteve Abril su pensamiento, su tendencia política?

Jerónimo Esteve-Abril. No tengo tendencia partidista alguna. Básicamente, a lo que aspiro es a apoyar un gobierno democrático, que respete las libertades y los derechos humanos. Un régimen donde todo el mundo tenga la oportunidad de opinar y crecer.

AA/ ¿Pero tiene usted una vocación política definida?

JE/ Probablemente. Desde pequeño, en la escuela, por alguna razón mis compañeros pensaban que yo podía ser un dirigente estudiantil o algo por el estilo. Y de hecho lo fui, en el Instituto de Marianao…

AA/ ¿Cuál es su filosofía de vida?

JE/ Siempre ha formado parte de mi filosofía de vida esta premisa fundamental, que heredé de mi padre: Hay que cumplir con las obligaciones antes de disfrutar de los beneficios.

AA/ “A mal tiempo buena cara…” ¿Cuál ha sido el secreto de Don Jerónimo para mantener la buena cara a través del tiempo?

JE/ Mi fe en Dios y mi confianza en mí mismo. Mi seguridad en que con el esfuerzo, el trabajo y la lucha se pueden vencer todos los inconvenientes.

AA/ ¿Cuál es el error más frecuente que comete el empresario novato?

JE/ Querer crecer con demasiada rapidez. Se debe ir poco a poco. A veces los saltos precipitados conllevan al fracaso.

AA/ ¿Cómo motiva a sus empleados?

JE/ El empleado debe tener confianza en que su jefe no lo defraudará nunca, que le dará oportunidades. Debe sentir que está trabajando con alguien que no sólo reconoce su labor, sino que sabe que es un ser humano que tiene preocupaciones, dificultades y una familia a la que atender.

AA/ ¿Cuál le parece la cualidad más sobresaliente del pueblo cubano?

JE/ Creo que su generosidad. Su deseo de compartir con los demás. Lo ha demostrado incluso en una situación tan precaria como la que vive bajo el régimen actual. El cubano, si tiene un pedazo de pan, lo pica en tres para compartirlo.

AA/ ¿Y cuál considera la característica más negativa de ese mismo pueblo?

JE/ No podría manifestar ninguna en particular. Quizás una cierta ingenuidad a la hora de evaluar determinadas realidades.

AA/ ¿Cuál es el sentido de la vida para Jerónimo Esteve-Abril?

JE/ Seguramente ayudar al prójimo. Es el compromiso más grande que tengo con Dios. Te lo digo de corazón: creo que debo ayudar todavía más a la gente de lo que la he ayudado.

Creo que el mundo está dividido en dos grupos. Dos grupos enormes. El grupo de los que tienen, y tienen la obligación de dar, y el grupo de los que no tienen, y tienen que vivir de lo que le dan.

AA/ Pero este grupo de los que no tienen, ¿no debería hacer un esfuerzo mayor por producir, por tener?

JE/ Por lo mismo, una de las formas de ayudar a este grupo que no tiene es dándole facilidades para que pueda producir y tener.

AA/ ¿Qué significa para usted el amor?

JE/ El amor es entrega. Cuando hay verdadero amor uno se entrega, deja de ser uno para ser del otro. No esperas que te den: das. Y vuelvo a lo mismo: creo que mi compromiso con Dios es dar. Dar amor, dar ayuda, dar confianza… Porque estoy del lado de los que podemos dar. Dar de todo.

La Seguridad del Estado es una viga vieja apuntalando un edificio en ruinas

El testimonio de esta valiente periodista cubana se publicó como parte del especial International Women’s Day 2021. Ha sido firmado con el seudónimo de ‘Camila’.


Una tarde me llamaron de la dirección. El profesor guía, que estaba en ese momento al frente de la clase, se quedó perplejo. Yo era la estudiante más disciplinada, no había suspendido ni una sola prueba, había sido jefa de destacamento el año anterior… Era, en fin, una puntualita. Y a los puntualitos nunca los llamaban de la dirección. El profe no entendía el tono acusador del otro profesor que se paró en la entrada del aula y me ordenó: dice la directora que dejes todo eso y vayas a verla.

-¿Tú dijiste que aquí no hay libertad de expresión? -preguntó ella.

Rápidamente caí en la gravedad del asunto. No por lo que había dicho, sino por las consecuencias. Me levantarían un acta, anexada con presilla a mi expediente escolar, una “mancha”, como decían. En cuestión de minutos sobrevinieron los temores de cualquier adolescente de 14 años: mi mamá me regañaría preocupada -por decir las cosas, nunca por pensarlo, como hasta el día de hoy hace-, no cogería la Lenin, la escuela a la que aspiraba para asegurarme una carrera universitaria. En mi cabeza había echado a perder nueve grados, nueve años, de conducta intachable.

-Tú dices todo eso porque tu familia está afuera, tú no sabes lo que significa, eso es lo que tú oyes decir a tu familia cuando viene -siguió la directora.

Recordé mi comentario de unos días atrás. No fue en respuesta a nadie, en ninguna discusión. Dije que en Cuba no había libertad de expresión como quien dice que el pan de la bodega huele a harina rancia. Con esa edad entendía la frase ingenuamente: decir lo que uno quiere, donde quiere, sin miedo ni represalias. Sabía lo que significaba, pero no lo que implicaba. Y ahí mismo, parada en la dirección, con las dos manos agarradas en la espalda, entendí que ciertamente en Cuba hay cosas que no se pueden decir. La directora me estaba dando la razón.

Una noche del verano pasado, mientras escuchaba el noticiero, me entró la llamada. Pude ponerle voz, rostro, y un nombre falso, pero al menos un nombre, al oficial del que ya intuía su presencia. Yo esperaba su llamada hacía tiempo. No porque me creyera culpable -nada más lejos de esa idea-, sino porque veía cómo iban llamando a los periodistas que trabajan para medios independientes. Supuse que en algún momento me tocaría, y no me causaba susto, sincera e ingenuamente lo digo. Pero hace poco más de un año, cuando se hicieron más frecuentes los arrestos arbitrarios, de periodistas con ojos vendados y cabeza al suelo, los interrogatorios durante horas, los arrestos domiciliarios, las citaciones a la estación de policía donde te toman declaración como si un delincuente fueras, me entró la incertidumbre. ¿Cómo sería ese encuentro? ¿Qué me preguntarían? ¿Me temblarían las manos? ¿Se me quebraría la voz? ¿Rompería a llorar? ¿Cedería a la extorsión por miedo? Por más que me preparara psicológicamente, por más que ensayara posibles situaciones, solo ahí, con ellos de frente, conocería mis propios límites.

Tengo una imagen de una periodista cubana que se encerró en el baño de su casa al llegar de un interrogatorio. Yo hasta entonces había pensado en el momento en sí, en la desesperación porque ese momento acabe. Aquella imagen me ubicó. El interrogatorio puede terminar en una casa de protocolo o en una estación policial, pero la ansiedad no acaba nunca.

Tu nuevo conflicto deviene entre normar tu comportamiento en función de que ahora tienes “un compañero que te atiende” (y cuando digo esto me refiero desde comprar comida en el mercado informal hasta usar correctamente la mascarilla, cualquier detalle por el que mínimamente estés cometiendo un delito en este país), o mandarlo todo a la mierda, porque en la primera opción no hay vida sana posible.

Es la rabia post-interrogatorio, la impotencia, lo que más jode, y no el interrogatorio mismo. En ese momento la cabeza está fría, pendiente a lo que te están diciendo, a lo que te quieren decir con eso que te están diciendo, a lo que respondes -cuando lo haces- y a lo que se merecen escuchar y te callas porque, ante todo, nada de lo que digas puede dar pie a postergar el encuentro.

-Usted es una pingúa -fue la reacción de mis amigos cuando les conté.

Por pingúa, un concepto machista que viene de pinga, de pene, de hombre, se entiende valiente. Valiente se es cuando una dice que sí teniendo la opción de decir que no, sin consecuencias, y no es el caso. Para un interrogatorio, ese poder de decisión no lo tenemos. Rechazar una cita tiende a otra, y a otra, y a otra. Lo mismo que ir y decepcionarlos porque esperan de ti la conducta intachable de tus primeros años. Es un bucle del que solo se sale yéndote del país o renunciando al periodismo independiente.

La mañana del primer interrogatorio una amiga me acompañó en casa. Hablamos de varias cosas, temas banales, cualquier asunto que le restara importancia a la situación, mientras yo comía algo y preparaba mi bolso, sin llaves, sin teléfono, sin las foticos ni los papelitos de recuerdo que llevo siempre en el monedero. Le sorprendió mi tranquilidad. Yo había hecho el ejercicio de recordar a detalle aquella tarde en la dirección, cuando estaba en la secundaria, y me aliviaba la certeza de que ahora, casi dos décadas después, todavía tenía la razón. 

Adopté como mantra que el objetivo no era yo, no al menos individualmente. Para la Seguridad del Estado somos una mala yerba que hay que arrancar de cuajo, como sea, para evitar a toda costa que desequilibremos la balanza de poder con la que se sostienen este gobierno y este sistema, en el que cada vez menos creen. Y pretenden que seamos, además, herramientas de su viejo método.

-Nosotros no queremos que dejes tu pincha, de algo tienes que vivir. Pero esto no puede ser de un solo lado -me insinuaron.

A la Seguridad del Estado no le importa -o parece no importarle tanto- si estás investigando cuánto gana el presidente (sumando salario más beneficios) o cuáles son los orígenes y a cuánto asciende el presupuesto para la construcción del Centro de Estudios Fidel Castro en medio de una pandemia. No le importa si quieres hacer un reportaje sobre cómo y gracias a qué los hijos y nietos de militares de alto rango se hicieron con propiedades, negocios y empresas cubanas registradas en paraísos fiscales, o sobre cuántos suman en realidad nuestros enfermos y nuestros muertos por Covid-19. Su única preocupación expresa consiste en saber de dónde viene el dinero que tú ganas por ser periodista independiente.

Ese detalle, que comparten con los vecinos chismosos que preguntan cuánto ganas, o si ahora cobras en USD (dólares americanos), es del que se valen para arengar que el Departamento de Estado subvenciona los proyectos periodísticos independientes cubanos, para seguir jugando a la víctima. Y es el argumento del que se valen también para recordarte que pueden abrirte un proceso penal, con sanciones de multa o privación de libertad por la Ley de Protección de la Independencia Nacional y la Economía de Cuba, la ley mordaza.

Para ellos, somos, pensamos y habitamos por su gracia. Es el mensaje que nos transmiten todo el tiempo, que estamos bajo su poder, un poder irrisorio, pero como poder al fin, con la capacidad de jodernos la vida. Nos miden con la vara revolucionaria, por nuestra fidelidad, nuestra lealtad, nuestra sumisión a su gobierno. No a nosotros los periodistas, a cualquiera alineado al margen de su esquema. Bajo esa lógica, para la Seguridad del Estado todos somos potenciales disidentes.

¿Qué puede haber más cerrado e intransigente que eso?


Cuba: Implantan récord de violaciones a la libertad de prensa

254 violaciones a la libertad de prensa en el mes de febrero de 2021 implantaron un récord en el último lustro en Cuba, informó este martes el Instituto Cubano por la Libertad de Expresión y Prensa (ICLEP)

«El pasado mes culminó con un incremento del 477% de hechos violatorios a la libertad de prensa en comparación al mismo periodo del pasado año, siendo, en el presente, las restricciones en el espacio digital el método represor más utilizado por el régimen para censurar la libertad de expresión en la isla», apunto la página digital del Instituto.

El grupo periodístico más perjudicado fue precisamente el del ICLEP, cuyos 42 comunicadores sufrieron el corte parcial o total de sus conexiones telefónicas «y el acceso a la red de redes durante 4 días consecutivos».

Para leer la nota de prensa completa, clic aquí.


Comienzan a despertar

Por primera vez la televisión de Catalunya, y en catalán para los catalanes, ha dado la noticia de la detención de Maykel Osorbo en La Habana. Para mi alegría absoluta, cada vez más el Movimiento San Isidro, los acuartelados y las denuncias de la represión en Cuba, no se quedan allá. Gracias al empuje de muchos, dentro y fuera, logramos más visibilidad para quienes se la están jugando con la dictadura.

Justo el mismo día que en la televisión catalana están hablando del comienzo del juicio por brutalidad policial en Estados Unidos contra el expolicía acusado de la muerte de George Floyd, en la TV3 catalana dan la noticia de la detención arbitraria de Maykel Osorbo, algo impensable hace unos años. La visibilidad del Movimiento San Isidro, y la repercusión de las diferentes acciones de la oposición actual en la isla, ya es imparable también en Europa, donde comienzan a despertar de las mentiras del gobierno cubano.

Pronto mi libro Los acuartelados de San Isidro. Crónicas sobre la disidencia artística en Cuba (1961-2021), Ed Muntaner, aparecerá en TV3 catalana en forma de entrevista. Mientras más visible les hagamos desde aquí, más fuertes serán en Cuba.


Una invitación a dialogar entre cubanos

«El diálogo nos une en la pluralidad, es benéfico», expresa el omnipoeta Amaury Pacheco, miembro del Movimiento San Isidro, desde La Habana. «El régimen no borrará esa palabra de nuestra acción. No tienen semejante poder».

«¿Qué hacer?, ¿qué significa diálogo?», apunta el artista total Luis Eligio de Omni en Facebook. «Escribe pequeñas notas resumiendo tu encuentro de diálogo o graba videos de un minuto con las respuestas en tu encuentro, con el nombre completo de los que hablan como un testimonio de valor cívico».

«No diálogo con el régimen, no diálogo con la dictadura», recalcó Eligio. «Diálogo entre cubanos».

Precisamente un llamado al diálogo entre los distintos representantes de la sociedad civil cubana es lo que proponen la Plataforma Patria y Vida y el Movimiento San Isidro. Los participantes deben detallar los resultados de su diálogo escribiendo al correo [email protected] o subiéndolos a la página web www.movimientosanisidro.com en la pestaña «Plataforma Patria y Vida».

Integrantes del Movimento 27N y el propio San Isidro están entre los impulsores de este diálogo nacional, abierto hasta el próximo 25 de marzo y cuyas premisas son las siguientes en su Fase 1:

-En tu círculo más cercano de amigos, familia, compañeros de actividades, etc., dialoga sobre lo siguiente:

1- ¿Consideras que el diálogo es una buena herramienta para encontrar soluciones a los problemas que enfrenta nuestro país actualmente?

2- En orden de importancia: ¿Qué temas consideras que se deben abordar en un diálogo de manera urgente?

Hashtags: #MSI #27N #diálogonacional


Arroz frito y castrochinismo: Sobre la longevidad de la dictadura en Cuba

¿Acaso no tiene todo cubano un chino detrás? ¿O un plato de arroz frito detrás? ¿Acaso casi todo cubano no aprecia la comida china, o tiene un antepasado chino, o disfrutó viendo películas de Kung-fu? Y esa dualidad chino-cubana, paciencia más choteo más estridencia más resignación, ¿no estará en los orígenes de la longevidad del castrismo?

Algunos cargan los dados sobre España, otros sobre África e incluso sobre el detonante árabe oculto en la escopeta ibérica, ¿pero y China? ¿Y los chinos? ¿Tienen alguna responsabilidad en la persecución de los «62,000 milenios» que el cantante Raúl Torres, cual mandarín sabático, pretende en Patria o muerte por la vida? ¿No andarán por ahí, metidos de trasmano? ¿Raúl Castro no es medio chino?

¿De dónde son los cantantes finalmente?

En cualquier caso, quien en su niñez haya degustado un arroz frito en el Pacífico –me refiero al restaurante chino de Centro Habana— habrá atesorado para siempre el fluir del tao en la pelea del león contra el mono amarra’o, en el esqueleto del leopardo saltando hacia el vacío de la sabiduría primordial, en el vuelo del halcón meditando sobre la paloma iluminada. Escapar a través del paladar de generaciones de mujeres y hombres recordándote, explicándote, sugiriéndote, rogándote que escapes. Que escapes para que alcances tu definición mejor, que diría el poeta. Para degustar, por ejemplo, un arroz frito en el Palacio de los Jugos de Miami (tan lejos del castrochinismo y tan cerca de Nueva York y su delicioso barrio chino).

Jama y libertad. Abajo el comunismo. Patria y vida.


Plantados

La historia comienza en Miami. “Ramón” (espléndidamente representado por Gilberto Reyes), un expreso político que había sufrido el rigor de los carceleros castristas por ser un plantado, cree ver a uno de sus torturadores. Lo sigue y confirma que se trata de la misma persona. El episodio le trae recuerdos dolorosos de esas décadas ignominiosas de los años sesenta y setenta del siglo anterior. El film se construye viajando de Miami al pasado a lomo de esos terribles “flashbacks”. Ramón llama a algunos de sus compañeros, todos exiliados, y les cuenta lo sucedido. Planean secuestrar al torturador. (No les digo más porque me han permitido ver la película en un pase privado, a condición de que no revele el desenlace).

-¿Ni a mi mujer se lo puedo contar?

-Ni a tu mujer.

El Festival de Cine de Miami es una de las grandes cosas que ocurren en esta ciudad anualmente. La otra es la Feria del Libro. Este año exhiben Plantados, una película largamente esperada por los cinéfilos. Afortunadamente, la dirigió Lilo Vilaplana, un realizador serio y experimentado, al que hay que agradecer que se enfrentó a una historia muy dramática con total sobriedad. El guión fue obra de Ángel Santiesteban, de Juan Manuel Cao y del propio Vilaplana. Los dos primeros sufrieron injustamente cárcel política en La Habana, aunque muchos años después de los sucesos que narra este largo metraje. La música es de Arturo Sandoval. Boncó Quiñongo abandona su rol cómico y fiestero y borda un papel dramático de preso político.

Se les llamó “plantados” al puñado de presos políticos cubanos que se declararon en rebeldía pese a la brutal represión que el régimen de los Castro ejercía contra ellos. Los golpeaban o asesinaban a su antojo. Algunos de ellos habían tenido un comportamiento heroico y significativo contra la anterior dictadura, la de Batista. Pienso en Huber Matos y en Eloy Gutiérrez Menoyo. Otros no tuvieron suficiente edad para destacarse, como Ernesto Díaz Rodríguez o Ángel de Fana, y les tocó desplegar todo su valor personal contra el castrismo, algo que hicieron (y siguen haciendo) notablemente.

Realmente, los plantados fueron pocos entre los miles de retenidos en las cárceles comunistas durante un buen número de años. Cuando el régimen advirtió que no conseguía domarlos y debía matar a todos los presos políticos –lo que no podía hacer dada su imagen y el hecho de su extrema visibilidad–, o buscar alguna forma de liberarlos, encontró la solución de su dilema en los “planes de rehabilitación” y en el hecho posterior de que Jimmy Carter los aceptaba de buena gana en territorio norteamericano. Como siempre ha ocurrido, le pasaba su problema a Estados Unidos.

Los soviéticos, que eran grandes expertos en la materia, le explicaron a los comunistas cubanos que ofrecer alguna recompensa a quienes se prestaran a participar en el “plan”, como la libertad anticipada, sólo podía traer ventajas para los que la otorgaban. En primer término le dividía a la población carcelaria entre un grupo de “irreductibles”, decididos a medir la calidad de los seres humanos por la capacidad de aceptar el sufrimiento, y otro, mucho mayor, de “razonables”, dispuestos a admitir que habían perdido la guerra y se refugiaban en batallas personales o familiares.

Existía, además, un mecanismo psicológico que llevaba a la mayor parte de los seres humanos a “creer en lo que decían” y no al revés, especialmente si se trataba de personas mentalmente bien estructuradas. Todo estaba, pues, en generar las condiciones para que los presos repitieran como un mantra ciertas idioteces ideológicas. Dando por descontado que muchos tratarían de engañar a los “rehabilitadores” para alcanzar la libertad o para escapar, pero todos saldrían cohibidos de volver a las conspiraciones, salvo los “plantados”.

Uno de esos plantados era José Pujals Medero. Una persona integérrima que había estado en la cárcel 28 años. Cuando salió de la prisión y de Cuba (valga la redundancia), habló mucho con Leopoldo Fernández Pujals, su sobrino, un magnate cubano radicado en España, y le contó todo lo que había padecido en manos de los carceleros. Parece que éste le dijo, conmovido: “esto merece ser llevado al cine”. A José Pujals no le alcanzó la vida para ver esta película enteramente financiada por su sobrino.


Levedades de plomo

Fragmento del libro, en preparación, El huevo de Hitchcock, de José Hugo Fernández


Son las hermanas mayores del kitsch. Así que todo queda dentro de la familia. Aunque, por más que se nutran con la misma savia, la hermana menor no pasa de ser un apéndice de la mayor. El kitsch es eructo con disfraz de suspiro, timo a la vez que narcótico para las masas homogéneas. Resumiendo las muchas definiciones que existen sobre lo kitsch, el novelista Milán Kundera ha puntualizado que es la necesidad que sienten algunos (yo diría que muchos) de mirarse en el espejo del engaño embellecedor y reconocerse en él con emocionada satisfacción. No en balde suele orbitar con especial incidencia en torno al arte y la cultura, abaratándolos a golpe de sensiblería. En cambio, las levedades de plomo no florean, son anzuelos que van directamente al encéfalo de las multitudes. Tal vez por eso se han hecho fuertes en la política y en los procesos psico-sociales, sobre todo en los relacionados con los regímenes de vocación autoritaria. Conforman un amplio abanico de recursos teatrales, golpes de efectos, exabruptos mesiánicos, chorradas en suma, destinados a manipular aviesamente a los individuos que el poder considera incapaces de identificar y gestionar por sí mismos el verdadero objetivo de la existencia. Así que en vez de argumentaciones sólidas, les ofrece vaharadas de gases venenosos, tan livianos como tóxicos.

De repente puede parecer contradictorio esto de calificar como levedades las groseras pesadeces del autoritarismo. Pero lo que las hace leves es precisamente su carencia de sustentación y de sentido común, su falsía, junto a la ridiculez de pretender que el énfasis sustituya el argumento y que la verdad sea soslayada con huecas altisonancias. Otro gran novelista. Umberto Eco, resumió el fenómeno del kitsch en la política llamándole, certeramente, patata mal hervida. Para adecuarla a nuestro contexto, podríamos decir que su hermana mayor, la levedad de plomo, es como un boniato al que adornan con ramitas de perejil y romero para venderlo a precio de alta cocina.

De cualquier manera, kitsch y levedades de plomo se funden y confunden en el caso del fidelismo cubano, para que sea más densa la trama, buscando escabullirse quizás de aquello que Heidegger condenaba como ligereza que pretende robar el peso a las cosas. Son muchas y demasiado frecuentes las manifestaciones. Al punto que resulta difícil escoger una arquetípica. Pero ya que por alguna habría que empezar, pongamos el patético cuadro que nos brinda Mariela Castro con su proyecto de monopolizar los sentimientos y las aspiraciones de los homosexuales (tan maltratados y humillados por el machismo-fidelismo del régimen), con el único fin de maquillar la historia de su casta tiránica. Abundan en Cuba las discriminaciones: políticas, económicas, raciales, de género… Y a mí por lo menos me parece sintomático que la presunta heredera del trono de los Castro haya escogido a las víctimas de esta comunidad discriminada, que a la vez que alinea entre las más sufridas (y las más reprimidas) es posiblemente la más vulnerable ante las manipulaciones del poder, por ser quizá la más dividida y digamos la más inofensiva. ¿Le permitirían a un auténtico antirracista organizar mítines callejeros y convocar en comparsa a sus defendidos para que exijan reivindicaciones? ¿Se lo permitirían a un auténtico defensor de los derechos de los trabajadores, tan acogotados y mal remunerados? Ya que la respuesta es no, habrá que concluir que los planes de Mariela Castra, lejos de ser antidiscriminatorios, son especialmente prejuiciados, despreciativos y aun mezquinos. Considero demasiado simple esa hipótesis según la cual ella escogió el tema LGBT solamente en busca de un protagonismo fácil y muy mediático, que le permitiese hacer currículum como futura líder, sobre todo teniendo en cuenta lo bien mirada que resulta la faena por parte de la progresía internacional. Son detalles que sin duda debieron ejercer su peso sobre el asunto. Pero se me hace que lo verdaderamente definitorio ha sido el profundo desprecio, la pobre consideración y el nulo respeto –por no hablar del nulo miedo– que los miembros de la comunidad LGBT merecen ante los ojos del régimen fidelista. Ello explicaría, por ejemplo, que mientras mujeres y hombres pacifistas han sido sistemáticamente encarcelados y apaleados por caminar por las calles en silencio y con flores en las manos, a Mariela y su heroica guerrilla se les permita arrollar en pintorescas congas por las más populosas avenidas de La Habana, disparando consignas presuntamente liberadoras. Son manifestaciones muy kitsch, sin duda, pero tan malevolentes que sobrepasan su propia ligereza para adentrarse en predios de la levedad de plomo, pues además de cursis, resultan tramposas para los sentimientos de sus ingenuos representados.

Otro tanto podríamos decir sobre la hojarasca y el ringorrango que durante decenios se gastó el Historiador de La Habana, Eusebio Leal, mintiendo en mayestáticas tabarras acerca del interés mostrado por el régimen ante la conservación de la ciudad y la vida de sus pobladores. Más de lo mismo ha sido la pretendida preocupación de Alicia Alonso por la suerte de los perros callejeros de la capital, aunque jamás le inquietó la vida de perros de la gente de a pie. O los finales de la Mesa Redonda con las notas de Imagine, único contexto donde se ha conseguido que esta soñadora canción de Lennon suene desfasada y ridícula… Tal cuadro de imposturas que la combinación del kitsch con levedades de plomo ha venido mostrando (y muestra hoy mismo) en los medios intelectuales y artísticos de la Isla, podría ser sintetizado como el esfuerzo por dar patente oficial a un bulo de humanismo y de progresismo político que mientras contradice en su fondo el comportamiento de la dictadura, superficialmente edulcora su real naturaleza. Las floridas muelas con acento ecologista y pacifista que han debido sufrir los televidentes cubanos, luego de asistir a una inclemente agresión de varias décadas contra el suelo y la flora y la fauna nacionales, o luego de perder tanta sangre familiar y tanta oportunidad de desarrollo económico en aventuras guerreristas a lo largo de medio mundo, pueden parecer una burla a nuestra sensibilidad e inteligencia. Y es lo que son: chapuceras levedades de plomo.   

La presunta identificación con su raíz popular y humilde sobre la que suelen alardear ciertos actores con éxito en el cine, o ciertos escritores que no son sino raposos productos de exportación del fidelismo, o ciertos músicos o pintores… no pasa de ser mera artimaña publicitaria. Pero no es lo peor. Aunque no lo parezca de pronto (o aunque ellos piensen que no lo parece), cuando dicen que no podrían crear ni vivir alejados de su patria, además de mentir taimadamente, están haciendo cursilería de rancia factura. Otro muy conocido estudioso y teorizador de la materia, el filósofo, sociólogo y musicólogo alemán Theodor Adorno, afirmó, más o menos, que ante este tipo de chapuza con disfraz ético y estético se torna muy difícil trazar una línea entre lo que resulta verdadero y lo que es simple basura sentimental. Y he aquí que de nuevo una definición tan atinada parece quedar corta para identificar el fenómeno tal y como tiene lugar en Cuba. Porque al margen del arte (aunque ligado a éste en abrumadora y triste medida), en las levedades de plomo en que incurre la claque habanera en cuestión, nada es verdadero: novelería de punta a cabo, basura sentimental, pero que va siempre más allá, con dimensiones fraudulentas, puesto que al validarse ellos mismos como ciudadanos afincados y fieles al suelo patrio, dejan por descontado su compromiso con el sistema de dominación política imperante. Se trata de una actitud oportunista, a la cual su público no sólo atribuye un valor del que carece, creyéndola sincera, por lo que encuentra incentivos para imitarla. No por casualidad el psicólogo estadounidense Bertram R. Forer concluyó desde hace tiempo que el ser humano es una máquina que tiende automáticamente a buscar y detectar influencias de opinión que, al considerarlas modélicas, las adopta como propias. No era otro el fin que perseguía Fidel Castro con sus discursos kilométricos o con sus grotescas cucharetas y disposiciones dictatoriales sobre cualquier tipo de tema: desde la agricultura hasta la meteorología, desde la genética animal o la ecología hasta el sistema de educación, ocasionando en todos verdaderos desastres históricos.

Levedad de plomo donde las haya es el último dictado que lanzó Castro para prohibir el uso de su nombre en lugares o programas o anuncios públicos, con el supuesto objetivo de evitar el culto a la personalidad. La única manera de hacer un bien es hacerlo a tiempo, dice el dicho. Y como en este caso el mal estuvo hecho desde el inicio, el bien no sólo llegaría tarde sino que no fue más que otro mal, disfrazado con artificiosas poses históricas. Por si fuera poco, también iba a resultar gratuito y hasta risible, puesto que todo el mundo sabe que el culto a su persona existió desde siempre, que fue engendrado y sustentado por él mismo, y que constituye su peor herencia.

De esa inflada y farisea levedad de plomo se derivó otra por lo menos igual, por no decir aún más nociva, toda vez que llegaría a ocupar vidrieras en los cuatro puntos cardinales del planeta. Hablo de la adoración tan bobalicona como frívola al Che Guevara.

Se cuenta que el Che, en un esfuerzo inútil por evadir la pelona a última hora, intentaba convencer a sus ejecutores de que, para ellos, valdría más vivo que muerto. Fue otra de sus equivocaciones. Ni remotamente calculó el dineral que llegaría a mover después de muerto. Y no sólo para el bando contrario. También para el propio. Si no es la más grotesca entre las levedades de plomo engendradas por el fidelismo, debe ser seguramente la más lucrativa. Con punto más que cero de inversión para obtener ganancias millonarias, el negocio internacional en torno a su imagen devino un Potosí de nueva era. Poco importa que en la política concreta su utilidad no sea mayor que la de una maquinaria para embotellar crepúsculos. Por esos extraños resortes de la psiquis humana sobre los que habló Forer, su rostro, muy parecido al de Cantinflas pero con expresión de mala leche y brillo de odio en la mirada, amenazó con emular en popularidad, o al menos en promoción pública, con el que se supone que fuera el rostro de Jesucristo. La diferencia estriba en que las hazañas espirituales y materiales que se le acreditan al Hijo del Hombre no podrían ser jamás superadas por su impronta física. En tanto el Che Guevara ha pasado a ser, sobre todo, una cabeza de santo con boina, un talante mucho mejor conocido que su historia, un emblema que atrae veneraciones más por lo que simboliza que por lo que fue o lo que hizo en vida. En fin, mera levedad de plomo. Icono del merchandising propio de la manoseada sociedad de consumo. Pero ocurre que, igual que en tantos otros casos, los enemigos del capitalismo son los primeros beneficiarios de sus dividendos, por más que se escuden en la hipocresía y el cinismo que les son naturales.

Hace algún tiempo, su viuda, Aleida March, calificó de repulsiva la subasta de un mechón de pelo del Che llevada a cabo por un ex agente de la CIA que parece haber participado en su captura y ejecución. Repulsivo, espeluznante, insano es que alguien se dedique a vender restos humanos, sean de quienes fueran. Pero no menos ominosa y aberrante es la conducta de aquellos que participan en la subasta con interés por comprar tal mercancía. ¿Y quiénes serían esos compradores para el caso sino los heroicos guevaristas de cátedra y salón y foro? ¿Y hasta qué punto esos practicantes de necrolatría del peor gusto se diferencian moralmente de otros cientos de miles de fanáticos que visten camisetas con la cara del Che o vuelan en masa hasta La Habana para retratarse al pie de su efigie en relieve que preside el edificio del Ministerio del Interior (cuya simple mención asusta a los cubanos), o coleccionan como suvenires las monedas de tres pesos (símbolo de los dislates económicos de Guevara y Fidel), sin que les importe exhibirse como propagandistas del odio y de la violencia criminal?

Gracias a esa levedad de plomo que ha trascendido con creces las fronteras físicas de Cuba y aun los límites del fidelismo, la crema del progresismo internacional, engrosada por un insufrible batallón de gente frívola con el más diverso origen, está llenando las arcas de los mercaderes de la imagen del Che, situados por igual a la izquierda o la derecha de su ideología. Los diferencia únicamente el discurso santurrón y desaprensivo de la izquierda (otra levedad de plomo), y muy en particular el del régimen cubano, aun cuando a algunos de sus voceros se les escape de vez en cuando la verdadera intención, como fue el caso de Silvio Rodríguez, quien justo sobre la banalidad de imprimir motivación guevarista a un desfile de Chanel en La Habana, dijo que daba lo mismo quiénes fueran a posar siempre que pagasen bien.

En la exposición “Che. Revolución y Comercio”, presentada hace ya algunos años en el International Center of Photography de Nueva York, fue exhibido un centenar de enseres, prendas de vestir, obras de arte y propaganda de toda laya que, durante varias décadas, habían puesto en órbita comercial su cabeza con boina en más de 30 países. Hoy el número de esos objetos se ha multiplicado. El rostro en cuestión es uno de los más reproducidos en la historia de la fotografía. Circula en camisetas, posters, gorras, ropas, muebles, tatuajes, bisutería, portavasos, carpetas, pegatinas, zapatillas, pins, toallas, perfumes franceses (y cubanos), bebidas alcohólicas, diversos artículos de lujo entre los que se incluye ropa interior femenina, piyamas, bikinis, tabaco, marcas de automóviles… En fin, hasta un cartel gigante con su cabeza coronada de espinas ha sido utilizado por cierta iglesia británica para atraer adeptos. Y aún se recuerda la controversial serigrafía Che Gay, donde sirvió de icono para amantes de una preferencia sexual que mucho despreciaba el llamado guerrillero heroico.   

En síntesis, constan noticias precisas sobre los miles de millones de dólares que ha estado generando este negocio transnacional. Por ejemplo, es bien conocido que una de las comercializadoras por Internet más importantes del mundo, la estadounidense eBay, ha llegado a ofrecer al público una variedad de 3.040 diferentes T-Shirt con la imagen del Che. Y no es la única, desde luego. El boom comercial de la marca Che Guerrillero Heroico es ya un hecho corriente. Lo que nadie conoce –y muy posiblemente no lleguemos a conocer nunca– son las cifras que por este concepto han estado obteniendo los generales castristas a través de la industria turística cubana. No hay un solo hotel, tienda, feria o centro comercial en áreas turísticas de la Isla donde no se comercialicen, a precio de oro, los más variados suvenires con esa imagen. Y es fácil suponer que ni uno sólo de los cientos de miles de visitantes guevaristas –sean de pacotilla o de aberrada militancia– se marchan de la Isla sin comprar su correspondiente cabeza de santo con boina, o sin haber pagado por visitar sus sitios de culto.

Es igualmente sabido que tanto el autor de la foto original, Alberto Korda, como su heredera, se han mostrado escrupulosos ante la manipulación comercial de esta obra. También se sabe que la familia del Che ha pedido cuentas en más de una ocasión a los mercaderes extranjeros de su imagen. Sin embargo, no ha trascendido hasta hoy (al menos que yo sepa) que unos o los otros exteriorizaran inconformidad o presentaran demanda ante el uso y abuso del monopolio comercial del régimen. Tal vez sea otro de los misterios que nos acompañan. O quizá no resulte tan misterioso, y pueda explicarse en el hecho de que aun cuando ya nadie en Cuba quiere ser como el Che, todavía hay algunos a los que no les viene nada mal vivir bajo su mítica sombra.

Es otro de los puntos en que se cruzan dos clases de levedades de plomo que llevan marca registrada por el fidelismo: el culto a la personalidad y las degradaciones morales que éste suele destapar directamente. Pero es sólo otro de los puntos. Hay muchos, algunos de ellos anticipados por Borges cuando apuntó: “Las dictaduras fomentan la opresión, las dictaduras fomentan el servilismo, las dictaduras fomentan la crueldad; más abominable es el hecho de que fomentan la idiotez”. Santa palabra, ya que ciertamente las levedades de plomo del fidelismo, aún más que a fomentar la crueldad, se han destinado a fomentar la idiotez mediante una cadena interminable, unas a partir de otras, hasta llegar al punto que deben ser muy pocos los que, por ese concepto, estarían en condiciones de asegurar inequívocamente que han logrado mantenerse impermeables ante la arrolladora influencia fidelista, sea en un sentido o en otro.

Se trata de una tragedia que pende, como espada de Damocles, sobre el presente de la historia nacional y que entenebrece de algún modo el futuro. Tanto más cuanto menos resueltos nos mostremos a encararla sin complejos. Desde luego que en este caso los efectos del legado fidelista, en materia de levedades de plomo, exceden las fronteras de la política. Pero no por ello resultan menos graves. Son de carácter epistemológico, pues se relacionan con nuestra manera de percibir la realidad y con la tozudez en que actuamos partiendo de esa percepción equivocada. El enfado, o pesar, o rencor como reacciones ante el bien del prójimo, muy particularmente cuando éste no comparte nuestros estilos de pensamiento y de vida. La incapacidad, unida a la total falta de condescendencia para valorar las razones del otro. El recurso de asumir la competencia no mediante el análisis y la superación de los defectos propios, sino intentando desacreditar al competidor, sin reparar en miserias ni falsedades. La acción abusiva ante el más débil, en proporción con la taimada y ladina actitud de víctima ante el fuerte: He aquí algunas, sólo unas pocas de las levedades de plomo (patógenos del fidelismo) que pesan sobre la intercomunicación entre los cubanos de hoy, vivamos donde vivamos, aunque siempre de acuerdo con los estratos y los sitios en que actuamos, y siempre identificables entre los rasgos de incorporación más o menos reciente a nuestra identidad. Y unas pocas más son: la procacidad como supuesta manera de hablar claro; la ofensa a ultranza en tanto alarde de falsa valentía, sobre todo cuando se está amparado por algún poder o por la distancia; el talante de fullero, jactancioso, arribista, postalita, trepador, parlanchín, cañonero, soberbio y déspota como patrones de conducta para conquistar el éxito. Me estoy refiriendo a una serie de levedades de plomo que nos tipifican en forma generalizada. De modo que nadie debiera sentirse ofendido si considera que no aplica dentro del prototipo. Ya sabemos que lo excepcional no niega sino complementa la regla.

El cubano no es un pueblo político, por fortuna nunca lo fue, pero hoy estamos gravemente ideologizados, en el sentido más pernicioso, es decir, idiotizados por la ideología. Y es sobre tal idiotez que se yerguen otras de nuestras levedades de plomo, asumidas en la forma de impresentable facha de agresivos. La carencia de ánimos para reafirmar y defender nuestro ser individual. La falta de opiniones propias y el excesivo temor para sostenerlas cuando las tenemos. La solidaridad como demagogia o como picaresca sin auténticas sustentaciones éticas. La desestimación de la familia en tanto tradición y fundamento. La pasmosa apatía con que nos resignamos durante tanto tiempo a ser sujetos dependientes… Son por igual levedades de plomo que hemos venido padeciendo, unos más y otros menos, pero todos en definitiva. Desde los tiempos de la esclavitud no conocimos otro flagelo tan persistente, por los estragos que causa en el progreso material, en la moral y en el espíritu. La diferencia, en todo caso, radica en que los esclavos de siglos anteriores no aceptaron nunca resignadamente su destino, ni exhibieron sus llagas como virtudes.

Por no dejar de perder los recursos que nos protegían contra las levedades de plomo, se nota cada vez más frágil nuestra inveterada propensión a reírnos de todo y de todos, incluso de nosotros mismos. El enfado nos expugna como un nuevo vicio. Y eso es algo contranatural en nuestro caso. Otra conquista de la revolución, incorporada a la idiosincrasia cubana como tantas lacras del fidelismo, junto a sus lecciones de contumacia dogmática y de odio y descalificación a todo lo opuesto, diferente, alternativo. La roña, el insulto, la implacable revancha, el dictamen sin juicio previo y sin derecho a réplica, son constantes por las que hoy damos cauce a esa proyección de coléricos. Es como un atajo para el laberinto de nuestras conciencias de humillados sin desquite. De no existir otras vías para confirmarlo, basta con un sencillo clic de acceso a las redes sociales, todo un muestrario revelador de cubanos irremediablemente ofendidos. Los hay de todas las tendencias políticas o religiosas o artísticas o existenciales. Y de todos los gustos, o todos los dudosos. Hay incluso los que se esfuerzan por creer (o hacer creer) que siguen siendo personas serenas y dadas a la desaprensión. Pero basta que alguien haga o diga algo que les contraríe, para que el enojo les desborde. Evidentemente, cambiar de lugar de residencia y de atmósfera política no nos alcanzó para superar la manera de encauzar nuestras pasiones. Michel de Montaigne nos lo había advertido desde hace cuatro siglos: “Ya he roto mis cadenas, dirás: como el perro rompe el lazo a fuerza de tirones pero en su huida arrastra un buen trozo de cadena al cuello”. Precisamente este célebre humanista y moralista del Renacimiento apostaría resueltamente por la serenidad de espíritu y por el recogimiento dentro de nosotros mismos en tanto principios para conquistar la libertad. Y de eso se trata, ni más ni menos. Si vivimos recelosos, embestidores y coléricos a tiempo completo, no lograremos ser libres, donde quiera que estemos. A más de que la roña podría matarnos de un infarto cardíaco, lo cual tal vez termine siendo el menos sufrible de sus efectos. Peor que consumir nuestras vidas, posiblemente sea que nos consuma la alegría, el sosiego, el raciocinio, el sentido del humor, la sensibilidad. Y peor que peor es que nos convierta en censores, o sea, que nos mate el arranque humano de ser justos y solidarios. Porque el gesto punitivo de acallar al otro diciéndole: “si no te gusta lo que a mí me gusta, te vas de aquí”, esa tremenda levedad de plomo tiene su origen en el enfado, que conduce inevitablemente a la censura, pues no nos permite dudar de la opinión propia. Cuando estamos encabronados, no existe otra verdad más que la nuestra.

Luego, para mayor Inri, igual está perdiendo vigencia entre nosotros el lanzamiento de la trompetilla, la más efectiva arma de defensa ante engendros como el de marras. Eladio Secades, gran reactivador y artífice del costumbrismo cubano en el siglo XX, tuvo a bien advertirnos que casi todos los errores que aparecen en nuestra historia son trompetillas que hemos dejado de tirar. Pero no le hicimos caso. Y nada mejor para ilustrar las consecuencias que el montón de levedades de plomo que hoy nos cercan.

En Cuba, donde la gente nace con un chiste en la punta de la lengua, el humorismo ha vivido en la picota durante los últimos sesenta años, al tiempo en que las levedades de plomo le usurpaban la ofensiva. La causa, ya sabemos, radica en la solemnidad, la gravedad y la mala leche que se gastan los caciques del fidelismo, no obstante incurrir perenne, porfiada y ridículamente en levedades de plomo, actitud que conforma fuente eterna de inspiración para la jodedera, pero por ello mismo proscribe el humor y propicia el florecimiento de la insoportable levedad de plomo. Recordemos también lo sentenciado por Jorge Mañach en su proverbial ensayo Indagación del choteo: “No hay gravedad, por imperturbable que sea, en la que no cale siquiera de momento esa estridente rociada de menosprecio que es la trompetilla”. Pero tampoco lo tuvimos en cuenta. Así que concedimos abúlica exención a tales pesadeces con las que nuestra identidad nacional, tan socorrida en los discursos, ha sido y es sistemáticamente atropellada, humillada, atrofiada en su fuero interno.

Paradójicamente, las levedades de plomo echadas a rodar por el fidelismo encuentran tal vez su más redondo símil en una obra clásica del humorismo político, La fábula sobre el rey Murdas, donde el célebre Stanislaw Lem cuenta que este monarca, obsesionado con el poder absoluto, y nervioso ante la perspectiva de perderlo, dispuso que atornillaran su cuerpo al trono, fundiéndolo con soldaduras, para que no hubiese fuerza de Dios ni de los hombres capaz de separarlos. Sucedió entonces que una noche tuvo lugar un gran incendio en el palacio, cuyas llamas iban a terminar arrasándolo todo, incluido el rey Murdas, a quien no le fue posible correr por razones obvias.

Igual que esas soldaduras que dejaron al monarca de Lem sin alternativas de escape, veo yo las levedades de plomo del fidelismo, con su larga estela de idioteces y gandulerías.


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