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Nueva máquina de la felicidad

Juan Carlos Recio

En Discurso de los vivos (Editorial Lunetra, 2023) hay un hermoso poema donde Juan Carlos Recio ensarta dos figuras literarias de muy diferentes procedencias, pero con un poder simbólico que las consustancia. Dice el poeta: Pateando su cabeza de luciérnaga,/ Leo Auffman se inventó el destino;/ mi cabeza de animal, golpeada,/ espera un copo de nieve para guardarlo/ en la tercera falda de Ana Bronski. Entre Auffman, personaje de Ray Bradbury que anhelaba (en vano) construir la máquina de la felicidad, y Bronski, madre protectora por excelencia, según Günter Grass, creo haber visto discurrir el discurso poético de este libro, que tal vez Recio encaró como un replanteo de cuanto había dejado en su país, en su hogar guajiro, y sobre todo en la niñez y adolescencia, que es lo más parecido a la felicidad, en tanto pasamos fugazmente sobre ellas, huyendo con nuestra sombra por delante.

Desde luego que ni en el poema en cuestión ni en el resto del libro encontraremos la morriña y el desconsuelo que suelen actuar como tópicos en el tratamiento de este tipo de asunto. Supongo que al igual que todos, Recio tienda a reconocerse a sí mismo a través de lo que escribe. Pero ya que en una poesía de esencias como la suya tal aspiración nunca se concreta en el hallazgo sino en la búsqueda, ese interés no podría quedar anclado en la historia. Más bien flota sobre ella, valiéndose de un lenguaje de porte ligero, pero tan vivificante como el oxígeno. Nunca he estado lejos,/ aunque viva feliz en las torres de humo,/ donde al igual que un tren/ uno lleva dentro a las personas que necesita… He aquí entonces la manera en que las piezas de Discurso de los vivos expresan y encubren a un tiempo las nostalgias de su autor, logrando equilibrar el simple recuerdo con la autorrevelación.

Funámbulo de la palabra, el poeta zigzaguea entre el gorrión y la chanza, entre la acritud, el desenfado, la terneza y el dardo inteligente y procaz: Admito mi doble moral y los vestidos que usé/ para imitarte violada bajo el árbol, ha jugado a confesar en otra de las perlas del libro. El uso de la imagen como punto de partida para expresar ideas resulta contrapuesto en sus poemas, pues, aunque Recio evidencia un apego especial por lo narrativo, éste nunca es asumido por él como fin sino como excusa. No narra para contar cosas sino para deslizar intenciones. De la misma manera en que puntea el verbo para hacernos creer que está aleccionándonos cuando en realidad sólo intenta dialogar consigo mismo: Eres semejanza cuando partes/ desde una ruina en círculo a otra ruina.

No conozco las fechas de origen de estos poemas, aunque me parece que algunos fueron escritos hace años, quizá cuando el autor aún vivía en Cuba. De cualquier manera, desde el primero hasta el último verso del libro me dejaron la satisfacción de haber asistido como lector a un ejercicio poético en plenitud, con lenguaje cristalino, robusto y dúctil a la vez, capaz de conseguir el tan codiciado (y arduo) efecto de conexión empática con el destinatario, por más que el poeta no muestre empeño en encandilar a nadie, sino apenas en dar salida a sus encandilamientos personales.

Es más o menos como he creído entender este Discurso de los vivos, con Juan Carlos Recio inventando su propia máquina de la felicidad (o jugando a inventarla), aunque no al modo de Leo Auffman, quien necesitaba soñar para no preguntarse cómo funciona en realidad la vida. Aquí el poeta ha preferido guiarse por aquel principio agustiniano según el cual desear la felicidad es más importante que conseguirla. Así que arma su invento sobre bases confiables, recreando la intensidad de los instantes sin perder de vista las limitaciones a las que nos somete nuestro frágil presente. Después de todo, ya quedó dicho que sólo el buen arte puede fortalecernos sin consolarnos.


 

Lunetra en La Otra Esquina de las Palabras

La Otra Esquina de las Palabras, la tertulia que coordina en Miami el poeta Joaquín Gálvez, invita este viernes a la presentación de cinco libros de la Editorial Lunetra, con sede en la Florida.

Museo Americano de la Diáspora Cubana
1200 Coral Way, Miami, FL 33145
Viernes 14 de julio / 7:30 p.m.
305-529-5400

Se presentarán obras de los escritores cubanos Pablo Socorro, José Hugo Fernández, Juan Carlos Mirabal, Juan Carlos Recio y Francisco Riverón.

Este evento también contará con la participación de la poeta Ana Ivis Cáceres, quien leerá varios de sus textos.


 

El día que los cubanos conquistaron sus calles

«El pueblo cubano está despierto desde hace décadas, pero hay un antes y un después del 11 de julio de 2021. Marca el inicio de una nueva etapa que no ha cesado. Los cubanos, cantando ‘no tenemos miedo’, salieron a reclamar libertad, patria y vida (…) El régimen ha llevado el terrorismo de Estado al próximo nivel. Hoy hay personas presas en Cuba por compartir un post en Facebook». Rosa María Payá en Infobae

«Olvídense del 26 de julio, olvídense del 13 de agosto, olvídense del 28 de septiembre, olvídense del 1ro de mayo. La fecha que ha elegido el pueblo cubano para celebrar es esta, el 11 de julio. El 11J se convirtió en el día de la independencia. Felicidades, Cuba». Ariel Maceo en Twitter

«El 11 de julio de 2021 Cuba alzó su voz en un grito de libertad. Cientos fueron en encarcelados, entre ellos Luis Manuel Otero Alcántara, miembro de MSI. Su cuerpo está tras barrotes, como muchos, pero su alma libre jamás será encarcelada. ¡Cultura y Libertad para todos!». Movimiento San Isidro

«Viva el glorioso 11 J, sus mártires y sus héroes. ¡Cuba será libre!». Lincoln Diaz-Balart en Twitter

«En el aniversario de las manifestaciones del 11 de julio, destacamos la fuerza y el coraje del pueblo cubano en su larga lucha por la democracia. Estados Unidos cree firmemente en el derecho de todo cubano a disfrutar plenamente de sus derechos humanos. Instamos al Gobierno de Cuba a que libere inmediatamente a todos los presos políticos y respete las voces de sus ciudadanos». Embajada de Estados Unidos en Cuba

«Hoy se cumplen 2 años del 11 de julio, en que miles de cubanos en varios puntos del país salieron a las calles a manifestarse pacíficamente, por la falta de libertades, cansancio y grandes necesidades materiales a las que estaban y siguen hoy sometidos. Yo me sentí muy emocionada y orgullosa de ellos. Creo que fue un sentimiento compartido entre millones de cubanos. Fue algo bello. Recuerdo que en principio, en las redes se veían imágenes de policías que los miraban (tal vez emocionados y orgullosos también) y simplemente los dejaban pasar, hasta que fue dada la «orden de combate» y comenzó la represión. Hoy están presos muchos de esos manifestantes, algunos incluso en huelga de hambre y de sed; las calles están militarizadas y varios activistas y periodistas están sitiados en sus casas, para que al menos hoy no se repita lo de aquel día. Libertad para todos los presos políticos. Libertad para Cuba». Haydée Milanés en Facebook

«El pueblo, desde luego, ha despertado, porque la represión que hubo a raíz del 11 de julio despertó a muchísima gente que se creía que tenía un gobierno obsoleto, viejo, y ahora se sabe gobernada por criminales. Y eso es un cambio de naturaleza brutal”. Javier Larrondo en Infobae


 

Carlos Alberto se nos fue

Quedé totalmente consternado con la noticia. No podía creer que tanta inteligencia, bondad y talento se fueran así, en un instante. He llorado. Necesité unos días para reponerme y escribir estas líneas.

Carlos Alberto Montaner fue mi amigo, porque era amigo de todos. Su humildad daba para eso y más. Recuerdo nuestro primer encuentro en Madrid, en 2001, cuando asistió a la presentación de mi libro ensayo publicado por Betania El único José Martí, principal opositor a Fidel Castro, en la sede de la Fundación Hispano Cubana. Ya él era una figura internacional respetada y admirada. Yo apenas despuntaba, casi renacía. Allí le hablé de mi novela Procesado en el paraíso y le envié el primer capítulo, unas 25 páginas. Me invitó luego a su casa y me prometió escribirle el prólogo. Allí me encontré también con el escritor argentino Jorge Masetti hijo. Había llevado conmigo a mi madre a pesar de que se sentía mal del estómago. Su gentil esposa Linda, a quien le ofrezco mi más profunda condolencia, le preparó un cocimiento que la mejoró muchísimo. Me sentí bien recibido. Acababa casi de salir de la prisión política castrista. Intercambiamos experiencias. Estábamos en la misma página. Pero mi novela tardó 20 años antes de que la diera por terminada.

Hice coincidir mi viaje con la Feria Internacional del libro de Madrid, celebrada tradicionalmente en el gigantesco parque de El Retiro. Allí firmé libros en la caseta de la Editorial Verbum, que había publicado mi trilogía poética Los ángulos del silencio. Fue una semana intensa de actividades y trabajos. Mi madre fue declarada “Personaje del año” por el grupo de intelectuales que en amena conversación la interrogaban sobre los problemas de Cuba. Era muy comunicativa. Las mujeres la rodeaban y ella, entusiasmada, elevaba a veces demasiado su potente voz en la fiesta-tertulia que se realizó para darme la despedida.

En el Festival Vista de Miami, diciembre de 2016, me encontré nuevamente con Carlos Alberto, como se ve en la foto de portada. Fui invitado para presentar mi libro Cuentos de la prisión más grande del mundo, que llevaba su generoso comentario en la contraportada. Pero mi novela aún no estaba terminada. Nuevamente nos encontramos en el 2018 con motivo de la presentación que hicimos el escritor Manuel Gayol y yo del libro Cuentos erróticos I. Vivir en Canadá me aísla un poco de todo. Y perdí la oportunidad de obtener su prólogo. Su enfermedad había avanzado demasiado y yo no lo sabía.

De todos modos, fue para mí un privilegio contar siempre con su amistad y apoyo. Nos unió la literatura y la lucha por una Cuba libre y democrática. Estuvo activo hasta que consideró que ya no podía más con su devastadora enfermedad. Tenemos un mundo cruel, donde los dictadores sobrepasan los noventa y los liberales-libertarios se nos van cuando más los necesitamos. Ironías de la vida, porque su enfermedad, “Parálisis supranuclear progresiva”, había minado precisamente su fructífera capacidad intelectual, que era su razón de existir, de vivir para crear obras para bien de la humanidad. Profesor universitario, periodista, elocuente conferencista, editor, agudo ensayista, novelista, analista político, columnista, se encontraba entre los diez escritores más influyentes del mundo hispanohablante. Tuvo la facilidad y la elocuencia argumental necesarias para salir triunfador en todos los debates públicos que sostuvo con sus oponentes.

Supo unir la acción a la palabra. Con 17 años fue condenado por el régimen castrista a 20 años de prisión, de la cual pudo escapar de manera espectacular al poco tiempo y pedir refugio político en la embajada de Honduras. Mas de 60 años de estudios, trabajos y activismo político y cultural intensos, unidos a los premios y reconocimientos recibidos, le granjearon respeto y admiración entre sus colegas, lectores, coterráneos y contemporáneos. Era sin dudas todo un símbolo del exilio cubano. Con una treintena de libros publicados, ha sido traducido a varios idiomas. Entre sus novelas destacan Perromundo, La hija del coronel y Otra vez adiós. Entre sus libros de ensayos, Viaje al corazón de Cuba, Libertad, la clave de la prosperidad y Cómo y por qué desapareció el comunismo. Como coautor publicó Manual del perfecto idiota latinoamericano y Fabricantes de miserias. En el 2019 aparecen sus memorias Sin ir más lejos, donde ya anunciaba su enfermedad degenerativa.

Al entender su dramático final, totalmente irreversible, decidió terminar con su vida acogiéndose a la ley de la eutanasia en España. Decisión crucial para él. Doloroso momento para todos. Se nos fue, pero su semilla quedó plantada en muchos corazones agradecidos. ¡Honor eterno para el amigo eterno!


 

Espanto, nostalgia y disfrute: ‘La Larga’

Me leí la novela La Larga (Neo Club Ediciones, 2023) en dos días. Un libro bien escrito, ameno, que te sacude. Me incendiaron la nostalgia, el pleno disfrute y el espanto.

La nostalgia, porque viví exactamente lo que narra Ángel Osiris Milián en su excelente novela. Yo fui también becado, como casi todos los cubanos que nacimos en los años posteriores a la revolución. Lo estuve de séptimo a noveno grado, o sea, de los 11 a los 14 años, a finales de la década del setenta. Y casi cada episodio, cada anécdota, cada detalle, los conocía, los viví de una forma u otra. Creo que los hemos vivido todos los que estuvimos becados.

Tres fuertes emociones me trajo esta lectura: la nostalgia, el espanto y también el disfrute de una lectura amena, cargada de sabiduría popular. El autor es un verdadero filósofo de la vida. Prácticamente en cada página me arrancó una sonrisa alguna frase vivaracha e inteligente. La historia está muy bien narrada, creíble y sabrosa a la vez. Denos, el protagonista, es un héroe nato, un personaje positivo, con el cual uno se identifica. Y las historias de amor de Denos, tan joven, de catorce años… Uno se cree que fue precoz sexualmente, pero Denos, a los catorce, tenía a medio Camagüey con el corazón roto.

La tercera emoción que me deparó leer este libro es el espanto. Espanto de recrear el fascismo puro y duro que llegó y azotó a Cuba con la revolución. El adoctrinamiento más brutal. La manipulación de las mentes y el endiosamiento, a nivel nazi. Fidel Castro, el gran jefe, imponiendo una ideología como religión del medioevo. Este espanto tiene dos partes, tiene dos caras. La otra cara del espanto es el pueblo cubano, el pueblo entero, como si estuviese drogado, perfectamente dócil, sumiso, extirpado de raciocinio, completamente manipulable. No sé si en la historia moderna ha existido algo parecido, creo que el caso cubano es único: cómo se lanzó tan ciegamente a ser sometido y estafado por una partida de hijos de puta.

En fin, La Larga es una lectura que disfruté enormemente y que recomiendo mucho. Un pedazo importante de nuestra desastrosa historia, con una trama que engancha y un verbo que refresca.


 

Inocente e influencer en el infierno cubano de El Guatao

La madre Norma Pérez Ferrer denunció esta semana, desde Cuba, las condiciones inhumanas en que sobrevive la población penal de la prisión de mujeres de El Guatao, donde su hija Sulmira Martínez Pérez, prisionera política, espera juicio.

Sulmira se quiere plantar y ha expresado intenciones de ahorcarse debido a la injusta prisión que padece y a las crueles condiciones de vida asociadas, denunció Norma. Las presas de su sección no disponen de agua potable y tampoco tienen para bañarse o lavar sus ropas. “Las pipas de agua están desaparecidas”, aseguró la mujer.

Norma expresó que en la sección de El Guatao donde se encuentra su hija las presas están obligadas a hacer sus necesidades fuera de sus celdas, en bolsas desechables que luego deben tirar donde buenamente puedan.

Con la cuenta ‘Salem Cuba’ en Facebook, Sulmira no cometió actos de violencia contra el régimen o sus propiedades que pudieran justificar su apresamiento, solo se mostró activamente crítica condenando la incompetencia estatal y la falta de libertades en Cuba.

Ha sido acusada de “Propaganda contra el orden constitucional”, delito registrado en el nuevo código penal castrista, o, según otras fuentes, de “instigación a delinquir”. Supuestamente, la muchacha habría llamado a los cubanos a manifestarse en las calles desde su cuenta en Facebook.

Los memes de Sulmira en Facebook ridiculizaban a figuras prominentes del aparato gubernamental cubano. Y ya se sabe que en la Cuba de los últimos 64 años el humor opositor no tiene cabida.

El abogado de la joven ha comentado a Norma que una futura condena a Sulmira pudiera oscilar entre los cuatro y diez años de prisión.

Detenida el 10 de enero de este año, la joven afrocubana permaneció inicialmente 67 días en Villa Marista, el tristemente célebre centro de torturas del MININT con sede en La Habana. El 17 de marzo pasado fue trasladada a El Guatao, indicó en su momento la organización no gubernamental Cubalex.

En abril, Sulmira fue filmada recitando un mea culpa en forma de entrevista, del tipo que acostumbra a fabricar bajo presión el aparato desinformativo del régimen, el cual lo transmitió luego por la televisión estatal.

También, denunció Norma, las comunicaciones con su hija encarcelada se hacen cada vez más difíciles, interrumpidas constantemente desde El Guatao por el pésimo estado de la línea telefónica o, tal vez directamente, por las propias autoridades carcelarias.

Sulmira Martínez Pérez tiene 21 años y era estudiante de informática.


 

Nunca morirá

Carlos Alberto Montaner visto por Delio Regueral

«Con el corazón roto, les informo que mi padre, Carlos Alberto Montaner, falleció plácidamente arropado con su familia el jueves 29 de junio en Madrid, España. Ha fallecido en su domicilio de modo apacible y acompañado de sus seres más queridos tras enfrentar una enfermedad neurodegenerativa. Doy las gracias a los profesionales de la sanidad pública española, a la Asociación Derecho a Morir Dignamente y a todos los familiares y amigos que le han manifestado tanto afecto en el tramo final de una prolífica vida, marcada por la defensa de las libertades individuales. Su despedida será un acto íntimo y privado». Carlos Alberto Montaner Jr.

«Ha muerto nuestro Carlos Alberto Montaner, el más brillante de los intelectuales cubanos. Su gloria continuará eternamente». Ángel Osiris Milián

«Carlos Alberto Montaner fue, sobre todas las cosas, un hombre noble y bueno». Osvaldo Alfonso Valdés

«Se nos fue Carlos Alberto Montaner. Fue uno de los grandes intelectuales latinoamericanos. Pero lo que no saben muchos es que también fue una buenísima persona, generoso con sus colegas, amigo de todos, con un gran sentido del humor. Dejó una huella enorme en muchos de nosotros». Andrés Oppenheimer

«Leer y estudiar su obra, y ver en su vida el mejor ejemplo e inspiración, forma parte de su inmortalidad. Un hombre tan íntegro que se nos hace inolvidable. Los imprescindibles nunca mueren». Suanet Alfonso

«De los grandes de Hispanoamérica. A mi juicio, el más importante de los pensadores contemporáneos de la región. Una mente admirable y una facilidad para expresar las ideas inigualable, de la cual aprendimos muchos». Erick Nogueira Dumenigo

«Un ser de luz y sabiduría». Rita Martín

«Uno de los intelectuales más importantes de toda la América hispana». Pedro Bruzón Sosa

«Ha muerto Carlos Alberto.
Ha muerto el gran Montaner.
Ha muerto, y murió sin ver
—en su tierra, a cielo abierto—
el fin de ese desconcierto
—de ese horror— que es el castrismo.
Ya nada será lo mismo
sin su palabra certera.
Adiós, maestro, te espera
la deidad del periodismo».
Alexis Romay

«Hizo lo que pudo, como escribió en su último artículo… ¡y cómo pudo hacer! Fue la luz al final del túnel de la ignorancia y mantuvo en jaque permanente al régimen más nocivo en la historia del hemisferio. Al extremo de que el castrismo, desesperado, lo convirtió en el principal blanco de su arma por antonomasia: La difamación». Armando Añel


 

Apartheid y militarización en Cuba: A propósito de Cayo Santa María del Mar

Naveguemos un poco por las aguas de la hipocresía y la ruindad que distinguen al régimen de La Habana.

Se anuncia que durante el próximo mes de agosto se estará celebrando, en Cayo Santa María del Mar, un festival que reunirá a exponentes internacionales de la llamada música urbana: el Santa María Music Fest.

Recordemos que dicho cayo es el enclave controlado por la militar Gaviota S.A., que recientemente protagonizó el escandaloso «asunto» de negar, a cubanos residentes en la isla, reservar en sus instalaciones.

Recordemos que la prensa oficialista, controlada por el militarista y totalitario Partido Comunista, arremetió contra el evento Míster Cuba 2023: el concurso de belleza masculina que el régimen catalogó, entre otros cosas, de «fábrica de la banalidad».

Recordemos que por estos días el Consejo Nacional de la oficialista Unión de Artistas y Escritores [UNEAC] pidió, a la «vanguardia artística cubana», introducir «contenidos descolonizadores para hacer frente a las presiones externas e internas que corroen los valores fundacionales de la nación».

Pues ahora resulta que al régimen y a la UNEAC, que anteriormente despotricaron contra Míster Cuba 2023, no les parece una «colonización cultural» que los militares de Gaviota acojan un festival, en unos de los cayos más exclusivos del turismo, donde se anuncian exponentes como Charly & Johayron; Tekashi 6ix9ine; Tito El Bambino; Ñengo Flow.

Mi problema no es con la música urbana. Ni con los concursos de belleza.

Mi problema es con, como se acota al inicio, la hipocresía y la ruindad del régimen y las entidades culturales que controla, cuyo lema de cara al décimo congreso de la UNEAC es: «la descolonización cultural es prioridad absoluta de la batalla ideológica de la revolución».

Mi problema es con los militares controlando la economía del país a expensas del cubano de a pie.

Mi problema es con Gaviota S.A.

Mi problema es con la dictadura del PCC y su #apartheid contra 11 millones de habitantes.


 

Hoy amanecí ardorosa contigo

Fragmento de Un mariachi viejo. Novela inédita de Félix Luis Viera


Érika me llamó al periódico para proponerme buscarme cuando terminara mi jornada.

Me dijo: “Hoy amanecí ardorosa contigo”.

Me pareció que su voz tenía algún acento lascivo.

Cuando nos encontramos frente al edificio me abrazó mientras me decía de nuevo: “Hoy amanecí ardorosa contigo”. Se quedó recostada en mi pecho y agregó: “Lo tengo humeando”.

Serían las 5 y un poquito y yo había estado en la redacción desde las 6 de la mañana.

Al mediodía Cinthya me había hablado por teléfono a ver si le daba el visto bueno para la disposición —la tenía en mente, me había dicho antes— en que ubicaría los muebles en el apartamento. Le contesté que estaría en el periódico hasta la noche, medianoche quizás, y que confiaba en su buen gusto, seguramente la disposición resultaría genial. Ahora, le dije, afable, no tenía tiempo para que me relatara la ubicación de los muebles.

El hotel de urgencia que nos quedaba más cerca se hallaba en Callejón del Hormiguero, inmediatamente después de pasar San Miguel si se viene de sur a norte. Le describí la ubicación, el exterior, algo del interior. Lo había leído en un reportaje que revisara en el periódico.

Me replicó —con tono profesoral— que en hoteles como ese abundaban las bacterias, porque no son muy salubres las medidas. ¿Y acaso yo no sabía que el Virus del Papiloma Humano podía permanecer vivo hasta siete días en una superficie sin asepsia? Y añadió que la zona no era un ejemplo de seguridad precisamente, a ver si no nos aventaban cuatro balazos.

Quedó mirando hacia el final de la calle, a lo alto, y se explayó en sus ojos la luz de la tarde. Como otras veces, sentí que la luz azuleaba al encontrarse con sus ojos.

Dijo, si mirarme, con la vista aún hacia lo lejos, como si hablara sola: “Y otra vez quieres verme la cara de pendeja, cachorrito: ¿Crees que me trago el cuento de que sabes de ese hotel por el periódico? Ah, qué casualidad, hombre… Sabrá Dios con cuántas malvivientes habrás magullado sus sábanas… Si es lo que digo: eres carne de burdel, carajos…”

Le repetí que no valdría la pena costear toda la noche en un hotel de los clásicos cuando en realidad estaríamos solo un rato.

Se detuvo y me instó a que lo hiciera. Miró hacia el piso. Tomó la expresión de quien reflexiona. Se frotó las manos y se quejó del frío. Dijo:

—Bueno…, en realidad yo con par de horas resuelvo ese problema —aspiró con fuerza, como si le faltara el aire, y añadió mirándome, sonriendo; eran la mirada y la sonrisa de aquella primera vez en el metro—: Te voy a convertir en escombros, cachorrito. Ya verás…

Cuando entrábamos, como si pensara en voz alta: “Cuántas parejas pasarán diariamente por la misma habitación, cachorrito…; ¿diez o más acaso?”. Se detuvo. El vestíbulo estaba penumbroso. Fui a dar el paso hacia donde el carpetero —tras un mostrador, breve de ancho, pero más alto que el promedio, en un área aún más sombría—, pero me detuvo agarrándome por el codo.

Me miró con una traza de angustia. Se apretujó contra mí. Le pregunté en susurro si mejor nos íbamos en busca de otro sitio. Respondió también susurrando “No, vamos a confiar en la bondad de Dios”.

La llave en una argolla prendida a una lista de madera sin pulir donde rezaba el número de la habitación. Era en el tercer piso.

Las escaleras manchadas como desde siempre; más pústulas que pátina; rayas de churre al parecer recientes de un paso en otro.

De pronto ella detuvo el andar para decirme con tono de mamá: “Y no se te vaya a ocurrir posarte en la taza del baño”.

El cuarto también sombrío. No tanto como el vestíbulo y las escaleras, pero sombrío.

Los muros de los pasillos, el edredón, las paredes, el piso de diversos tonos cafés, rojizos, amarillos oscuro.

Ella me dijo: “Imposible que si conocías este sitio nada más por un reportaje, supieras con tanta exactitud dónde se hallaba el recepcionista… pero esta te la voy a dejar pasar, ruquito… esta y nomás, no te ilusiones…”. Fui a alegarle pero me cortó el arranque: “Déjalo así, roble… eso pasó cuando no estábamos ni la aborigen ni yo… Que si lo haces ahora sí te madreo, me cae que te madreo…”.  Y agregó aniñando la voz: “Necesito que me la conectes lo antes posible, mi rey”.

Me pidió que me desnudara urgentemente mientras ella hacía lo mismo y decía tres o cuatro veces: “Estoy necesitada de que nos empalmemos pero ya”. Su voz, por retazos, entrecortada, la respiración desordenada. Sentada en una silla de fierro color café, con asiento y respaldo mullidos y de tela rojiza. Tiró las prendas hacia cualquier rumbo —un zapato contra la pielera de la cama, el sostén adonde la parte superior de la cabecera, que asemejaba lo que parecía ser un corazón (café oscuro) expandido hacia sus lados.

Sin desacelerar, situó reloj, pulso, pendientes y abalorios en el mostrador del tocador —excepcionalmente azul oscuro, si bien neblinoso—. Yo ya estaba sin ropas. Fui a meterme en la cama. “No, quédate de pie”, dijo, y luego: “Órale, cabrón”, y se acuclilló y comenzó una felación que por momentos sospeché que sería interminable —como una mujer hembra con decenios de experiencia en este quehacer.

Acezando y con tono de orden:

—Ahora acuéstate bocarriba y deja montarme, por favor.

Y eso no tuvo límites.


 

Amoldando relámpagos

Debe ser verdad aquello de que los libros que nos gustan empiezan para nosotros cuando terminamos de leerlos. Pues, luego de haber leído de un tirón el poemario Mapa de las certezas, de Juan Carlos Mirabal, no pude resistirme a las ganas de recomenzar por la primera página, leyendo incluso varias veces cada una de sus piezas. ¿Será que el autor aplica a la obra algún mañoso cebo para atraparnos bajo su fuerza gravitatoria? O tal vez sea que no premeditó efecto alguno y todo ha corrido a cargo del estado de gracia bajo el cual se rompió el lomo tallando cada verso.

Algo sí me parece seguro y es que una de las razones por las que este poemario absorbe (o al menos me absorbió a mí) es porque a su autor le chiflan las palabras. Diría que se divierte entresacándolas antes de emplearlas con suma meticulosidad. Las sopesa, las remueve, las lustra, las enrosca y estira, devenido una especie de Zeus criollo amoldando relámpagos como si fueran de alambre dulce:

Rapsoda de un motín silente/ el misterioso animal nos presta su oído/ viste sin sombra y descoloca a las piedras/ ilustra un catálogo de insectos que brillan/ como el ojo en que la muerte se baña fortalecida… La palabra poética (que es morada del ser, según Heidegger) resulta percibida en “Mapa de las certezas” no como simple vestigio de lo que nombra, sino más bien como fuente para nuevas asociaciones. Pongamos que añade atributos al objeto nombrado, redimensionándolo. “… en un solo/ huesito de colibrí/ la luz exhibe toda su castidad. Es poesía en estado cuasi virginal, quiero decir predispuesta para enriquecer las funciones y las capacidades estructurales del lenguaje.

De modo que cuando volvemos una y otra y otra vez a las piezas del libro, no lo hacemos como requerimiento para entenderlas mejor, por más que el riesgo de no ser entendido alinea siempre entre las virtudes de todo buen poema. Pero en este caso no nos guía exactamente el apremio por entender, sino el afán por empaparnos de algo sustancial -y un tanto mágico quizá- que sus poemas destilan.

La fecundidad tropológica de Juan Carlos imprime a las palabras ciertos fines que sobrepasan su papel como representaciones gráficas. Ello debió ser determinante para que en el libro no se aprecien altibajos. Todos los poemas discurren dentro de un armonioso nivel cualitativo. Son cápsulas cuya fulminante brillantez revela la dedicación (o aun la obsesión) por un tipo de poesía que mucho más que para razonar, parece estar fraguada para la nemotecnia, para la provocación de emociones, y también, ¿por qué no?, para mantener en vilo al lector, siempre a la espera del próximo flechazo metafórico. Versos que evocan la amargura en los viveros del silencio, o que encaran la muerte y el olvido como pájaros posados en la voz de un ángel. Versos donde las madres ordeñan crucifijos de supersticiones y donde los políticos liban fortunas en el muladar de las tinieblas…

El poeta vive la metáfora, ha proclamado en una de sus piezas el autor de este libro. Habría que añadir que en su caso la metáfora parece vivir asimismo en el poeta. Pero como esencia, nunca como finalidad ni en tanto simple aderezo. Porque además vive autónoma, hasta un punto en que tiende a expandirse, contracorriente, desbordando el sintagma. Es cuando el poeta ensarta descripciones que en realidad son abstracciones en las que cada verso configura un poema por sí solo: Nevada de candelabros asoma en la noche,/ cae el silencio como un pájaro en la profundidad del ojo./ Ya no cojea sobre el péndulo el círculo de la escritura,/ ya todo se ha dicho menos lo que los muertos saben:/ la llave con que la sombra entra al monte/ trasciende el arpa de cortadas ruinas

Esto no significa que en Mapa de las certezas toda la potencia se concentre en la forma, en las glaciales armazones sonoras. Poeta por donde quiera que se le mire, Juan Carlos Mirabal es por igual un indeliberado valedor de la ternura. Algo que diáfanamente queda puesto en perspectiva en este poemario: Si la abuela se despide,/ el oro en sombras hechiza/ al espejo en desuso./ Pero si la abuela no regresa,/ la muerte se cambia el nombre/ y un barco silencioso baja/ diamantes del cielo


 

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