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San Isidro: Campesinado escribe carta abierta a Cardenal de Cuba

El cardenal Juan de la Caridad García
Excelentísimo Juan de la Caridad García Rodríguez
Cardenal de Cuba
Respetado Monseñor:

Nos dirigimos a usted en señal del respeto que profesamos a la Iglesia Católica de nuestro país, a su investidura y a usted como persona.

Llamamos a la Iglesia cubana a actuar de inmediato ante el gobierno cubano para poner coto a la violencia que se cierne sobre un puñado de sus ovejas en el barrio de San Isidro. Ellos protestaron, leyendo poesías en una casa, la arbitraria detención y sumaria sanción  impuesta a uno de sus hermanos. Su pacífica protesta fue respondida con un aparatoso cerco militar y el bloqueo de alimentos, agua y medicinas al recinto. Esta acción oficial ha desatado una nueva lógica que amenaza con desembocar en una tragedia de mayor alcance.

Si no se trazan hoy las rayas rojas que no deben cruzarse se nos vendrá encima una catástrofe más temprano que tarde.

Lo hacemos con la certeza de que los valores que predicó Jesús son los mismos a los que ustedes acuden cada día en busca de inspiración y orientación cuando, junto a nuestro pueblo, enfrentan los complejos desafíos que sufre la Nación.

Hoy, querido Monseñor, ha querido la voluntad divina que todos esos problemas se manifiesten y concentren en un punto del muy humilde barrio habanero que lleva por nombre San Isidro, santo trabajador agrícola conocido por su piedad hacia los pobres.

No creemos casual que nuestro Señor haya elegido ese lugar para convocar a expresarse, con pacíficas lecturas de poesías, a un grupo de sus ovejas en un momento en que la intolerancia reprime al productor agrícola y empuja al pueblo a una hambruna horripilante.

Como campesinos hemos promovido un acuerdo nacional de cinco puntos (“Sin Campo no hay País”) para conjurar esa tragedia. Pero no escuchan. Estos jóvenes han denunciado también la tremenda injusticia que representa que el estado por un lado monopolice la producción y venta de alimentos y por el otro los venda al pueblo en dólares, también a precios de monopolio.

Pero la soberbia sigue hasta hoy alejando de Jesús a nuestros gobernantes.

¿Es posible obrar un milagro en San Isidro? ¿Podremos juntos impedir que esos jóvenes sean aplastados por las sordas fuerzas del egoísmo y la intolerancia? ¿Podremos juntos convertir esta dramática situación en el punto de inflexión nacional que abra caminos al futuro que todos merecemos?

A partir de este instante iremos a nuestras iglesias, en paz y respeto, para declararnos en vigilia y oración permanentes por esos jóvenes. Allí pediremos que Dios de claridad y fuerza a todos los que están llamados a proteger su rebaño. Y también a  que finalmente ilumine a quienes con su egoísmo, ceguera e intolerancia nos empujan aceleradamente a una espantosa hambruna y a un trágico conflicto nacional.

Creemos que el mensaje pacífico de esos jóvenes es una oportunidad que nos ha dado el Señor.

Con el mayor respeto y Fe,

Lisandra Urraca Guerra, Federación Latinoamericana de Mujeres Rurales, FLAMUR-Cuba,
Esteban Ajete Abascal, Liga de Campesinos Independientes


 

Cuba, San Isidro: Piden auxilio a Cruz Roja Internacional

Michel Matos, activista del Movimiento San Isidro, parte de cuyos integrantes se encuentra en huelga de hambre en la Habana Vieja, llamó la atención este lunes, en conferencia de prensa digital, sobre el deterioro drástico de los huelguistas y artistas independientes Maykel Castillo y Luis Manuel Otero Alcántara.
 
“Sus órganos pueden colapsar en cualquier momento”, expresó Matos apuntando al evento que se desarrolla en la vivienda de Damas 955, entre San Isidro y Avenida del Puerto, donde varios huelguistas persisten en su determinación desde hace ya cinco días.
 
El conferencista solicitó la intervención de la Cruz Roja ante el peligro no solo de que ambos huelguistas colapsen, sino de que sean tratados por médicos oficialistas que podrían estar confabulados con la policía política cubana, como ha ocurrido en otras ocasiones.

Tres acercamientos:

«Las demandas ya no se reducen solo a la liberación de Denis Solís, sino que van directamente contra el estado de pobreza generalizado y la falta sostenida de libertades civiles. El ácido regado en San Isidro merece leerse como la dictadura en estado líquido, descomposición que proviene del susto. El círculo de San Isidro, en la expansión de su encierro, parece dispuesto a fundar su propio país, siguiendo aquellas líneas de Botas locas, la canción de Sui Generis escrita alguna vez contra otro régimen militar: Si ellos son la patria / yo soy extranjero». Carlos Manuel Álvarez en The Washington Post

«Me pregunto por la Iglesia Católica que ha actuado en años anteriores para facilitar el destierro de presos políticos, ¿no puede mediar ya para salvar estas vidas? Espero que el hecho de que sean cubanos que quieren (y deben) seguir viviendo en Cuba no se convierta en un impedimento. Para empezar, si eres católico cubano y estás en cualquier parte de este mundo, puedes hacer algo sin correr peligro: busca a tu pastor, a tu obispo, al cardenal, al Papa, y háblales, escríbeles, tócales a la puerta, interrúmpelos por favor, para que hagan algo, para que se enteren que Cristo está preso, y está pasando hambre y sed, y se puede morir». Francis Sánchez en Facebook

«En la Cuba de hoy, San Isidro es la única voz que se escurre de la mordaza. No es una plataforma perfecta, pero tampoco se ve a nadie más tratando de igualar o elevar el listón. Casi todo el apoyo que hasta el momento ha marcado alguna diferencia proviene de fuera. Dentro de la caldera antillana los artistas e intelectuales no se han pronunciado. La gente de pedigrí y privilegios abarrota las oficinas de las aerolíneas para huir cuanto antes de esta miseria, y de paso deslindarse de cualquier compromiso cívico». Ana León en Cubanet


 

¿A dónde te has ido, Broselianda?

La actriz Broselianda. Foto cortesía de Sebastian Elizondo

«Soy una mujer que lo quiere todo, pasión, libros, objetos, amigos».

Broselianda Hernández


Esta muchacha, nombrada como un mítico personaje de Rubén Darío, recién se nos ha ido…, pero, ¿a dónde?

Su no tan extensa pero sí intensa existencia constituye, desde su aparición en el panorama cultural de la Isla, uno de los mitos del teatro y el cine hispanoamericanos.

Nacida bajo el signo y el hado de los inolvidables, parece haberse escondido como el hermano Miguel, del mítico César Vallejo, quien, tras su temprana muerte, le pregunta en un texto clásico de la poesía hispanoamericana por su viril ternura: «Hermano, hoy estoy en el poyo de la casa, / ¡donde nos haces una falta sin fondo! […] Te escondiste / una noche […], al alborear; / pero, en vez de ocultarte riendo, estabas triste. / Y ya / cae sombra en el alma. // Oye, hermano, no tardes / en salir. ¿Bueno? Puede inquietarse mamá.»

Pero, sin duda, el trágico suceso acontecido a la aún joven Broselianda Hernández asimismo evoca una canción-poema: «Alfonsina y el mar», creada por el escritor Félix Luna y el compositor Ariel Ramírez, quienes la inmortalizarían en este melancólico cántico, donde se disfrutan sus hermosos y no menos clásicos versos: «Te vas Alfonsina / con tu soledad. / ¿Qué poemas nuevos / fuiste a buscar? […] Y te vas hacia allá / como en sueños. / Dormida, Alfonsina, / vestida de mar».

Y es que nadie podría imaginar que la noche del pasado miércoles 18  de este infausto noviembre la brillante actriz cubana aparecería ahogada en una playa miamense, dejando sin aliento a su madre, la narradora y teatróloga Rosa Ileana Boudet, como a tantos colegas y admiradores de su contundente carrera de intérprete a fondo.

Una gran actriz

Sí, Broselianda, o «Brose», tal la renombraban con cariño sus más cercanos colegamigos, era admirada por sus genuinas entregas. Subrayo la palabra en negrita, pues tales eran sus desempeños, dotados de esa credibilidad que solo confieren a sus personajes los grandes intérpretes escénicos. Y antepongo prima facie: la escena, las tablas, pues el teatro es el origen, la génesis, la escuela, donde germinan los actores, ya que es allí, en ese no tan amplio espacio o tablado, donde frente al público deben comprobar la valía o el fracaso de su labor que, lamentablemente, solo los ignaros desprecian pues no la entienden y, en consecuencia, no la valoran.

En verdad, Broselianda Hernández era, o mejor es ―porque los grandes intérpretes no desaparecen, aunque ¿mueran?, porque continúan vivos en la memoria de todos― un referente si se comparan sus interpretaciones con las de otros, no siempre tan intensos y veraces como ellos.

Cuando supe la mala, pésima noticia, recordé un axioma recién leído en el testimonio Vencer y vivir, de la actriz venezolana Daniela Boscope, quien, tras sufrir un cáncer que la mantuvo al borde de la muerte, pudo curarse y escribir: «la fama es un espejismo en el desierto: aparece y desaparece en cualquier momento y definitivamente no es real».

En las valiosas páginas de la también guionista, realizadora y narradora (que evocan afirmaciones de otros significativos intérpretes), leí otros apuntes que revelan secretos del duro oficio de actor (quizás mucho más que los vademécums de algunos ¿maestros?), como el que sigue, cuya verdad psicodramática se me antoja una acotación de la relevante Broselianda Hernández:

Los actores caminamos, a pesar de cualquier método, sobre la delgada línea que separa la entrega del desapego; la realidad de la ficción; la cordura de la locura. La verdad es que los actores actuamos en la vida real y no en la ficción como se piensa: actuamos la cordura. Interpretar distintas personalidades es nuestra condición natural, a la cual, gracias al cielo, se le inventó una profesión. Somos una suerte de esquizofrénicos con licencia especial para estar por ahí aceptados por la sociedad y aún más: admirados por parecer lo que no somos. Andamos buscando la verdad a través de la mentira. En lo más crudo del significado, la palabra actor se refiere al individuo multipolar, a veces con complejo de superioridad, que se gana la vida, en algunos casos a cambio de mucho dinero, por dejarse ver tal como es.  

Una irreparable pérdida

Con una filmografía no común entre las actrices cubanas, Broselianda dejó para varias generaciones —que es acaso decir la a veces increíble posteridad, pero tan cierta en ella, como su incomparable existencia y calidad— que la seguirán (seguiremos) admirando, un caudal de puestas de teatro y cintas, en las que sobresalió, desde su examen de graduación, por el que obtuvo Diploma de Oro, en la emblemática Sala Hubert de Blanck, sede de Teatro Estudio, creado por los hermanos Raquel y Vicente Revuelta, al que pude asistir en ese inolvidable escenario de la calle Calzada, en El Vedado ―invitado por no recuerdo quién (¿Rosa Ileana? o alguna actriz amiga de este asimismo cronista)― donde, tras graduarme en la Escuela Nacional de Teatro, ENAT, laboré un tiempo, y que siempre me trae gratos recuerdos de queridos actores: Enrique Almirante, Erdwin Fernández, Frank Negro, Francisco (Pancho) García…; actrices: Miriam Learra, Amada Morado, Doris Gutiérrez…, con quienes solidifiqué la amistad allí, y de inolvidables puestas de los Revuelta, Berta Martínez, Héctor Quintero y otros realizadores que me enseñaron, aún más que en la ENAT, a disfrutar el genuino teatro que, poco tiempo después: en 1977, redescubriría en mi desde años atrás admirada capital polaca: Varsovia, con varias puestas de dos grandes: el creador del Teatro Pobre, director escénico y figura vanguardista del siglo xx Jerzy Grotowsky (1933–1999, del que traduje del francés uno de sus textos que, a mi regreso a La Habana, entregué a varios realizadores), y el dramaturgo, realizador, escenógrafo y pintor Tadeusz Kantor (1915-1990).

Tras asistir esa mañana (que ahora recuerdo como si fuera aquella) a presenciar la impresionante actuación de la entonces muy joven estudiante Broselianda, escribí y publiqué en el diario Juventud Rebelde una breve crónica sobre aquella chica (que sigue siendo y será para siempre la misma en mi memoria), en la que yo exaltaba su portentosa voz, como su presencia en la escena, cualidades que definirían su ars poetica como intérprete de fondo. Tal augurio, desde aquel día, aun es una de mis satisfacciones como recién estrenado crítico teatral.

Una impresionante carrera

Broselianda Hernández Boudet (La Habana, 3 de agosto de 1964-North Miami Beach, 18 de noviembre de 2020) desde muy joven sintió gran afinidad por las tablas. Tras graduarse como licenciada en Actuación en el Instituto Superior de Arte, ISA, en 1987, con Diploma de Oro, integra el elenco del grupo de teatro Buscón (que tuvo en su conducción al relevante actor, fallecido en 2016, José Antonio Rodríguez) hasta 1994. Después pasó a formar parte, durante cinco años (1999), de la compañía El Público, dirigida por el reconocido Carlos Díaz. Durante los últimos tiempos participaba como actriz invitada en el colectivo Buendía, bajo la dirección de la importante actriz y realizadora Flora Lauten. Protagonizó múltiples series y telenovelas, entre las que se destacan Cuando el agua regresa a la tierra y Las honradas, en las que demostró su enorme potencial dramático.

Como protagonista en ambas producciones televisivas, Broselianda guardaba emotivos recuerdos, sobre todo de la primera (donde trabajó junto a una de sus maestras, la brillante actriz Isabel Moreno), porque marcó su entrada en la pantalla chica:

Ese personaje lo hice con 26 años, pero en el guion tenía menos, así es que adelgacé mucho, trabajé mucho y el resultado fue muy hermoso. Todavía yo soy ese personaje: rebelde, tierno, una muchacha sin afectos y que encuentra en el abuelo su razón de vivir. En su abuelo y en el monte. Ella es una muchacha montera de lo más recóndito de la Ciénaga de Zapata, es una experiencia única en mi vida, pues casi que me quedo allí; finalizando la serie salí embarazada y después es que protagonicé Las honradas, un trabajo muy diferente, una mujer diferente por dentro y por fuera a la de Cuando el agua regresa a la tierra.

 En el 2000 trabajó como actriz invitada en la Compañía de Teatro Hispano Gala, en Washington.

Su primera incursión en el cine (en el que también deslumbrara) aconteció a sus 22 años, en 1986, en el corto de ficción Castillos en el aire, dirigido por Rebeca Chávez, que le abrió las puertas para otros filmes en los que igualmente destacó por su alto nivel profesional. De tal suerte, su actuación en este medio abarca más de una docena de películas: Bajo presión (Víctor Casaus, 1989); Isla Margarita (Vincozencio Badolizani Italia-Cuba, 1990); Tiburón en La Habana (Alain Naltum, Francia-Cuba, 1994); Sabor latino (Pedro Carvajal, España-Cuba, 1996); Cosas que dejé en La Habana (Manuel  Gutiérrez Aragón, España-Cuba, 1997); Las profecías de Amanda (Pastor Vega, 1999): Nada (Juan Carlos Cremata, 2000); Dos mujeres (Mediometraje, Max Álvarez, 2001); Barrio Cuba (Humberto Solás), Siempre Habana (España, Ángel Peláez), Una rosa de Francia (España, Manuel Gutiérrez Aragón) y Mata, que Dios perdona (Ismael Perdomo), las cuatro en 2005; Así está bien (Corto de ficción, Alejandro Soto, 2008); La Anunciación (Enrique Pineda Barnet, 2009); José Martí: el ojo del canario (Fernando Pérez, 2010) y El Acompañante (Pavel Giroud, 2015)

Por su valía actoral, merecería distintos lauros: En 1994, Premio a la Mejor Actuación Femenina en Televisión (Concurso UNEAC), por Cuando el agua regresa a la tierra; en 1995, Premio a la Mejor Actuación Femenina en Teatro (Concurso UNEAC), por Morir de noche y El público; en 1999, Premio a la Mejor Actuación Femenina de reparto en Teatro, por Yerma; y en 2006, Mención Especial en el Festival de Cine de Providence, por Barrio Cuba.

Coda

José Martí, el ojo del canario, del destacado realizador Fernando Pérez ―uno de los filmes que pude disfrutar, en los que trabajó Broselianda Hernández―, tuvo una gran significación para la gran actriz, pues Leonor Pérez, tan venerada por nuestro José Martí, es una figura nunca antes abordada por la cinematografía cubana. Así lo ha descrito ella misma:

cuando Fernando está buscando a la Leonor, que me ve, fue un cubo de agua fría. Me dice. Yo te veo muy esbelta, muy joven para el personaje y es cuando yo le suelto el famoso pedazo del poema. «Pasan los días» y Fernando me llama y me dice que lo ayude para buscar el Martí […].

Le digo: «Fernando, yo no te puedo ayudar, yo no soy tu amiga, yo soy Leonor Pérez.» Y quiere decir […] que el personaje me costó, me costó mucho trabajo. Aquí se sabe muy poco de esa mujer; que sí sabemos que es la madre de Martí, pero no sabía el grado de importancia que podía tener en la película. Tratándose de la infancia y la adolescencia, pues cobra mucha importancia.

El día que yo recibí la confirmación de que era yo, fue uno de los días más emocionantes y más alegres y más encontrados de mi vida. ¿Por qué?, lo luché […]. Con esas cosas que uno dice: bueno, no era yo, no era yo y lo luché.

Entonces en cuanto al significado […] Fernando me dijo: no me leas nada, yo quiero solo a una madre. Después de hecha la película, es que empiezo a investigar sobre la vida de esta mujer. Por supuesto, la película no es la vida de Leonor Pérez, pero me doy cuenta que es una de las vidas más sufridas, una de las vidas más increíbles que yo haya leído. Una mujer con una entereza, una fuerza, una dulzura. Es todo un personaje maravilloso, sabemos que es venerada en Canarias, y además que es la madre de Martí. Cobra una importancia, además; una labor de caracterización total y completa, o sea, para mí cobra un significado, porque para mí es lo que Fernando me pidió: una madre, una madre cubana y la madre de Martí.


 

De los ataques sónicos a la impunidad delincuencial: Sobre el terrorismo de Estado en San Isidro

La puerta de Damas 955, sede del Movimiento San Isidro, destruida por un agente o delincuente bajo la protección de la policía cubana

En La Habana dejaron sordos, medio sordos o discapacitados a varios funcionarios estadounidenses y sus familiares. Fue a finales de 2016 cuando los diplomáticos de servicio en Cuba comenzaron a descubrir que sufrían pérdida de audición. La conclusión de las investigaciones en Estados Unidos: fueron expuestos a un dispositivo sónico encubierto que operaba fuera de la gama de sonidos audibles.

Y uno, humilde y desinformado fantasma, se preguntaba un año después, en el verano de 2017: «¿Esto se queda así? ¿Le rompen los tímpanos a más de un decena de diplomáticos estadounidenses y canadienses en Cuba y no pasa nada? ¿Un parasitario Estado fallido le modifica la salud a los funcionarios de la mayor potencia mundial y esta se cruza de brazos?».

Cabe imaginar entonces los niveles de valentía que necesita la sociedad civil en Cuba y Venezuela –los muchachos de San Isidro, los manifestantes en Caracas, etc.- si la represión ni siquiera se detiene ante los representantes del «imperio» en sus sedes diplomáticas. En Cuba y Venezuela la impunidad oficialista ha alcanzado niveles de ensañamiento incluso disparatados, como demuestra un nuevo ataque contra artistas y escritores independientes en el domicilio particular de uno de ellos, en la madrugada de este 22 de noviembre, en La Habana Vieja.

«Aquí están las fotos de Luis Manuel (Otero Alcántara) herido, del cubo con botellas que el delincuente trajo con él para atacarnos, de la puerta rota y de las patrullas policiales que vinieron y no hicieron nada: patrullas 370 y 436», apuntó la curadora Anamelys Ramos, una de las activistas cercadas en Damas 955, sede del Movimiento San Isidro. «Todos cómplices de este acto criminal».

Todos. Empezando por el delincuente «coheteado» por el régimen delincuente que impera en la Isla. E incluyendo a los medios de prensa, instituciones y gobiernos que callan ante el terrorismo de Estado made in Cuba. De alguna manera, directa o indirectamente, ellos también ponen en riesgo la vida de estos magníficos muchachos de San Isidro, cuya aspiración fundamental pasa, elementalmente, por habitar un país libre y civilizado.

Ellos, los cómplices del terrorismo por activa o por pasiva -y en la lista caben quienes teniendo la fuerza no la emplean contra quienes aterrorizan por medio de la fuerza-, también expanden la impunidad.

 


 

San Isidro: ‘Por nuestros cuerpos pasa el mal de la nación’

Montaje sobre foto de Ryan McGuire (Pixabay)

A cuatro días de poesía y huelga de hambre por la liberación del artista y activista Denis Solís en la calle Damas número 955, en la Habana Vieja -sede del Movimiento San Isidro de arte independiente-, algunas reacciones y acercamientos a este evento crítico (tras varios episodios de terrorismo contra el grupo):

«En San Isidro se está viviendo el racismo estructural. Por ahí está pasando la incongruencia del sistema judicial cubano; está pasando el hambre; está pasando la miseria del pueblo cubano, la histeria silenciosa del pueblo cubano. San Isidro es la pulsión, lo que está saliendo. Lo que estamos viendo es lo que hay, de alguna manera, en el alma del pueblo cubano. Es la patología, directamente, como un grano enconado que está supurando. Ese movimiento está purificando, a través de la catarsis, toda la situación. Estamos conectados con todos los amigos. Estamos conectados pidiendo por San Isidro porque San Isidro es la patria. San Isidro es lo que los cubanos estamos sintiendo. Lo que está sucediendo allí es lo que el cubano tiene en el alma. El dolor de su represión por asumir la verdad, por hablar con claridad, por asumir su propia libertad. Es una gran puesta en escena donde estamos hablando los enfermos, porque por nuestros cuerpos pasa la enfermedad, por nuestros cuerpos pasa el mal de la nación». Amaury Pacheco en El Caminero

«Los dejarán morir, es lo que pienso, porque para el gobierno cubano el Movimiento de San Isidro es un punto incómodo. Desde su fundación en el año 2018, inició dándole fuerte al Decreto 349, que criminaliza el arte independiente. Fueron sumando a artistas independientes que no son aceptados por el sistema político de la isla». Nonardo Perea en Havana Times

«Cuando despierto y llevo a mi hijo a la cocina para que se coma sus uvas, lo primero que hago después de eso es ver qué ha pasado con los atrincherados y en huelga en San Isidro. Me duele mucho ver lo que está pasando y no entiendo por qué no hay más pronunciamientos internacionales, por qué los diplomáticos no han hecho algo, por qué la Unión Europea no se pronuncia, por qué la ola de solidaridad no inunda el Malecón y cubre La Habana, ¿vamos a dejarlos morir? Me niego a aceptarlo». Lien Carrazana en Facebook

¿Quiénes están en la huelga de hambre en Damas 955? Clic en: Un recuento del Proyecto Inventario


«Hoy en la mañana hicimos llegar esta carta al Cardenal de Cuba, una petición esperanzada en una mediación justa y generosa de una crisis que ni está creada por nosotros ni es nueva, nace de décadas de coacción y violencia.

«En vista de los últimos ataques que hemos sufrido, con cinco personas en huelga de hambre y dos en huelga de hambre y sed, hacemos pública dicha carta»:

La Habana, 20 de noviembre de 2020.
A: Su Eminencia Juan de la Caridad, Cardenal

Hemos decidido escribirle porque necesitamos que nos ampare. Un amigo nuestro, artista urbano que vive en la calle Paula, fue acosado y luego se lo llevaron preso. En dos días lo condenan a 8 meses por Desacato, ya hemos pasado por esto con otros (por ejemplo, el hermano de una de las que suscribe). Aquella vez, el Padre Serpa, entonces Arzobispo de la Diócesis de Pinar del Río, acudió al llamado y el que sufría sintió el alivio del afecto que refrena los tormentos propios de las mentes confinadas.

Le pedimos, con toda la humildad y también la fuerza de los que pelean causas justas, que asista humanitariamente a Denis Solís en la prisión de Valle Grande, que le hable, y luego nos cuente sus impresiones. Lo sabemos firme, pero consciente de la injusticia.

Fuimos una y otra vez a una estación de policía porque nadie nos decía nada y sabíamos que era un abuso. Allí se leyó poesía, nos pegaron y nos metieron al calabozo, era un ciclo interminable. En la sede del Movimiento San Isidro nos juntamos algunos, íbamos a seguir, sobrevendría mas golpes y calabozo. Entonces nos cerraron el paso y leímos a Sor Juana, a Martí, a la Loynaz …el cerco se estrechó y le quitaron lo que comeríamos a una vecina solidaria. Contamos los víveres y la mayoría decidió entrar en huelga de hambre, tres hasta de sed. En la madrugada del cuarto día nos lanzaron un químico en la entrada y hacia la cisterna. Entonces escalamos y pedimos por todos los cubanos que no tenemos dólares para comprar en las tiendas surtidas.

Ahora hay siete cubanos dispuestos a morir por otro en el que se encarnó el abuso que ya es norma, y no excepción. Denis nos representa, aunque aquí hay mujeres, blancos, negros, un musulmán, un evangélico, un científico, una ex/bailarina, un rapero; en fin, el grupo es tan heterogéneo como una isla que se pobló con lo que traía la marea.
Si pudiera visitarnos será bienvenido, su sola presencia es intercesión y quizás quienes detentan el poder entiendan que somos la expresión del cansancio extremo de un pueblo noble pero digno, que se alza desde la vergüenza que el Padre Varela vio en los jóvenes de otro tiempo, esos que eran “la dulce esperanza de la patria”. Hoy cumpliría años ese sacerdote cauto pero firme, que sabía que “no hay patria sin virtud, ni virtud con impiedad”.

La asistencia religiosa es para nosotras, la mediación humanitaria es para Denis y los que corren riesgo de muerte.

Rogándole nos dé su bendición, Su Eminencia, quedamos respetuosamente de Usted en el nombre de Cristo:

Anamely Ramos González y Omara Isabel Ruiz Urquiola


 

¿Quién habría de querer a una mosca?

Los poetas Félix Anesio, Legna Rodríguez y Juan Carlos Recio en el Festival Vista de Miami

En tiempos en que cada vez se lee menos y el gran mercado del libro revalida su histórico prejuicio contra la poesía, resulta especialmente grato conocer que el poemario de un cubano está conquistando lugares punteros entre los más vendidos del gigante Amazon.

También es noticia que sorprende, porque ese poemario, País sin moscas y otros poemas, de Félix Anesio, no pertenece al tipo de libro que, según los tópicos, adula al lector-comprador procurando dejarlo a buen abrigo entre sus prejuicios y convenciones, sino que más bien parece estar dirigido a provocarlo, develándole verdades incómodas y acercándolo con mayor y menor sutileza a los embrollos y a los feos matices de su realidad.

¿Por qué razón entonces sobresalen sus niveles de venta en un mercado en que los libros se cuentan como millonésimos granos de un arenal con dimensiones monstruosas? Ya que no tengo la respuesta, pues explicar la poesía me parece un ejercicio inútil y además tan fatuo como la pretensión de enrejar el horizonte, prefiero responder esa pregunta con otra: ¿por qué este libro no podría ser demandado en grande si posee la calidad idónea para el éxito?

En País sin moscas y otros poemas, Anesio magnifica la vida corriente al insuflarle poesía a los aconteceres y a las cosas que supuestamente no suelen inspirar al poeta: cucarachas, avispas, hormigas bravas, basura sobre basura, alimañas… “Lo fino, lo sublime, échalo a un lado./Que no lo vea nadie, que en fin/no produce dividendos…”, aconseja en el poema Carnicería, a modo de irreverente choteo. Sin embargo, a través de esa peculiaridad con la que lleva al verso su voz de persona, el poeta se las agencia para que algún milagro de consustanciación se produzca en el trasiego, haciendo posible la consagración como arte poético de eso a lo que llamamos en Cuba filosofía de café con leche, lo que es decir un gozoso discurso meditativo, plural en los asuntos y con el equilibrio exacto entre gravedad y ligereza para enriquecer conceptos que se ocultan dentro de otros conceptos, como los mejillones en sus conchas: “dios es una navaja afilada en las manos de/ un niño/ o /dios es un niño con una navaja afilada en las manos”.

Cierto personaje de Cortázar, al comparar las piezas poéticas que escribe con los huevos que pone una gallina, categoriza a la poesía como un desecho natural del cuerpo. Se trata de una buena ocurrencia, siempre que apreciemos el ingenio con que este autor oculta bajo la ironía el verdadero significado del símil, dado en que la gallina, mediante cada huevo que pone, no sólo se recrea a sí misma, también garantiza la trascendencia de su género.

Algo parecido ocurre con esas expresiones o lugares comunes, cuasi desechos del idioma, que Anesio reactiva y ennoblece al emplearlas para ensanchar los contornos de su poesía, aun cuando, desde luego, no se nutre únicamente de tales sustancias. No más faltara que la realidad fáctica fuese suficiente como materia prima para los buenos poetas.

Entre las páginas de País sin moscas y otros poemas se codean del modo más orgánico la ordinario y lo sublime: desde el zas, zas, zas de la carnicería, “Colecta de grosuras e inmundicias/ para quemar en el altar del dios pueblo…”, hasta la fineza de «El callejón de los vencidos», poema de alto vuelo y estremecedor donde los haya, que no gratuitamente está dedicado al exquisito escritor y dibujante judeo-polaco Bruno Schulz.

Justo en “País sin moscas”, la pieza que da título al libro, Félix Anesio le pregunta a su madre, o más bien al recuerdo de su madre: “, ¿quién habría de querer a una mosca?”. Son criaturas de Dios, contesta ella, ya que siempre se espera lo mejor de una madre. Pero lo cierto es que hay moscas y moscas, unas queribles y otras no. Las moscas de Monterroso, o las de Proust, la mosca moribunda de Marguerite Duras, o aquella a la que Wittgenstein quiso enseñarle cómo escapar del frasco, pueden ser iguales pero no son las mismas que vienen a posarse en tu plato después de haber buceado en el vertedero.

Otro tanto ocurre con los libros, incluso con los que llegan a alcanzar elevados niveles de venta. Hay libros y libros. Así que en última instancia, lo sorprendente y extraño no debiera ser el éxito comercial de Félix Anesio con este magnífico poemario, sino la obstinada apatía de los lectores-compradores ante las obras de tantos otros buenos poetas.


 

Estoy hasta los huevos de tanto asqueroso postureo

La actriz Broselianda Hernández

Postureo: 1. m. coloq. Esp. Actitud artificiosa e impostada que se adopta por conveniencia o presunción.


A la actriz Broselianda Hernández, que apareciera muerta en una playa de Miami esta semana, le escribí el poema «Broselinda» en 2017 y lo publiqué en mi libro Me gusta dar de comer a los elefantes en 2019. Pero a ella se lo di a conocer antes de publicarlo en mayo del 2017 por messenger, y su «Arsenio, muy bello poemas, muchas gracias,» estará para siempre en mí.

Es impactante la cantidad de personas que hoy postean su foto en las redes y quizás nunca le dijeron en vida «me encanta como actúas». Por favor, a toda esa gente, tengo a Ileana Wilson, Ivonne Arenal, Marieta Sánchez, Yaneys, Sonia o Luis Alberto García, Laura de la Uz, Malena Espinosa… hay tantos actores vivos a quienes hay que decirle cada día que son muy buenos, ponerlos en sus muros por Facebook y otras redes, ir a sus espectáculos cada vez que montan algo con mucho esfuerzo…

Estoy hasta los huevos de tanto asqueroso postureo cuando la gente muere pero en vida no fueron a verlos al teatro, no compraron un puto libro, no fueron a sus conciertos ni en Cuba ni en el extranjero.

Las redes son una maravilla pero tienen algo terrible: el postureo gratis o barato. Gente que pone idioteces cuando alguien muere solo para que los vivos adviertan que son sensibles al arte, la escena y los libros.

Ver sus pelis, las de los actores. Comprar sus libros, los de los escritores. Menos postureo y más ir al teatro, que es el caso de hoy.


 

El valor de una huelga de hambre

Integrantes del Movimiento San Isidro (Facebook)

La noticia de que un grupo de valientes alrededor del Movimiento San Isidro inició el pasado 18 de noviembre una huelga de hambre en su sede de la Habana Vieja -exigiendo, primero, la liberación del injustamente encarcelado activista Denis Solís, y luego, además, el cierre de las tiendas dolarizadas en Cuba-, me trajo a la memoria eventos similares anteriores, lamentablemente frustrados.

Desde hace tiempo, y desde mi admiración hacia quienes tienen la generosidad de asumir estos sacrificios en un país militarizado, soy de la opinión que las huelgas de hambre deben evitarse. Entre las razones fundamentales por las que lo creo, figuran las siguientes:

-La vida es la herramienta más funcional que la sociedad civil cubana puede utilizar en la lucha por la libertad

-El alcance motivador y/o movilizador que debieran generar las huelgas de hambre resulta, en la vida real cubana, prácticamente nulo. El régimen, con su control absoluto de los medios de información pública, y de todos los medios de empleo, servicios y represión, impide que el ejemplo cunda o motive a una población manipulada; por otra parte, su carácter íntimo -el de las huelgas-, su radio de acción privado, doméstico, tampoco ayuda mucho en este sentido

-En un porciento abrumadoramente mayoritario, las huelgas de hambre en Cuba son sistemáticamente ignoradas por la opinión pública internacional, y quienes les prestan alguna atención no logran sensibilizar a un mundo sumergido hasta el cuello en sus propias problemáticas

Las tres razones de arriba, insisto, solo resumen una opinión respetuosa, solidaria, y me atrevería a mencionar una cuarta: Cuba entera tiene hambre desde hace más de medio siglo. Involuntariamente, acaso sin saberlo, en Cuba hay demasiada gente haciendo huelga de hambre desde que nació.

Hermanos, sus vidas son imprescindibles en la denuncia de la represión y el abuso y, por supuesto, en la lucha contra el régimen liberticida que por más de 60 años juega al tiro al blanco con la familia cubana. Piensen en sus familiares, parejas y amigos. El futuro es de ustedes (y no se trata de una consigna vacía o al uso). No lo dejen escapar.


 

San Isidro demanda

Amigos y miembros del Movimiento San Isidro demandan a la dictadura (Facebook)

A su exigencia de que sea liberado el activista Denis Solís González, el Movimiento San Isidro, de artistas independientes cubanos, añadió este jueves una segunda demanda al régimen de La Habana: El cierre de las tiendas en dólares que establecen un apartheid económico para el ciudadano de a pie en Cuba.

Cercados por la policía política en su sede de la Habana Vieja, la vivienda del artista Luis Manuel Otero Alcántara, nueve de los quince amigos y miembros del grupo iniciaron una huelga de hambre el miércoles pasado por la liberación de Solís.

Varios de los activistas en huelga de hambre «fueron despertados cerca de las 4:00 de la madrugada de este jueves, después de que personas sin identificar echaran un líquido con mal olor por debajo de la puerta y por el techo, que cayó cerca de la cisterna donde tienen el depósito de agua», informó Diario de Cuba.

Además de Alcántara, en la vivienda se encuentran Maykel Osorbo, Anamely Ramos González, Katherine Bisquet Rodríguez, Iliana Hernández, Yasser Castellanos, Oscar Casanella, Omara Ruiz Urquiola, Humberto Mena ‘Joker’, Adrián Rubio, Jorge Luis Capote, Niovel Abu Alexander Tamayo, Osmani Pardo y Esteban Rodríguez.

El 17 de noviembre el movimiento había convocado a un “susurro poético” en la casa de la Habana Vieja para exigir la liberación inmediata de Solís González, injustamente encarcelado por expresar sus ideas políticas.

Paralelamente, este jueves eran detenidos por agentes de la Seguridad del Estado los activistas por los derechos civiles Marthadela Tamayo y Osvaldo Navarro Veloz, en momentos en que la pareja se dirigía a una conferencia en la sede del Comité por la Integración Racial (CIR), bajo vigilancia de agentes del régimen.


 

Espiral en Macondo: Mi salida de Cuba

Aunque todavía faltaba bastante por hacer, ya sentía que daba pasos sólidos hacia un punto irreversible. Llevaba casi cuatro años intentando infructuosamente las vías más estables y utilizadas para alcanzar alguna de las fronteras con Estados Unidos, pero tanto Canadá como México me habían tirado la puerta en la cara, sin la menor compasión, una y otra vez.

Mi amigo holandés Kees debió notarme muy desesperado, porque me ofreció, nuevamente, tenderme la mano para poder montarme en un avión, rumbo a Europa. Pero, justo en aquellos días, perdió su empleo y su buena intención se vio, objetivamente, reducida a eso.

Otra vez en el mismo punto: agobiado, viendo cómo se me escapaba la vida gota a gota, caminando en círculos para llegar a ningún lado. Y entonces aparecieron en mi casa dos ángeles franceses, Martine y Claude, amigos de la casa, de la familia y sobre todo, de mi madre, desde que nos visitaron por primera vez muchos años antes. Y no solo tocaron a mi puerta, sino que, al comprobar que tanto tiempo después seguía allí, sin poder partir en busca de mi nueva vida, cuando nada me ataba ya a mi ciudad natal, se comprometieron a hacer lo necesario para facilitarme la partida.

Previsoramente, por lo que pudiera pasar, el año anterior había renovado mi pasaporte y ahí comenzó a gestarse el drama, o el susto, o una más de tantas historias surrealistas en nuestro Macondo.

Lo usual en todo el mundo es que un pasaporte, una vez habilitado, sea válido por diez y hasta once años. En Cuba no. El nuestro servirá solo durante seis años, pero cada dos, hay que renovarlo. Pagas lo que pagas por hacerlo y luego, dos veces, cada veinticuatro meses, debes renovarlo, hasta que caduca. Es un proceso concebido para ordeñar los bolsillos de aquellos cubanos y cubanas “privilegiados”, que podemos permitirnos viajar, desde que suprimieron el vejatorio permiso de viaje, conocido popularmente como “carta blanca”.

Y bueno, en 2013 me dije que si soñaba con partir un día no muy lejano, debía actualizar mi pasaporte. Con ese fin me encaminé a la Dirección Municipal de Inmigración y Extranjería y al entregarle el documento, la funcionaria introdujo mis datos en su ordenador, para casi de inmediato fruncir el ceño. Se levantó, sin decirme nada y a los pocos minutos regresó con otras dos, que me solicitaron el Carné de Identidad. Una vez en sus manos, volvieron a salir del local.

Desde inicios de año el Ministerio del Interior había comenzado un proceso de digitalización del sistema de archivos de todos los documentos de identificación de la ciudadanía, tanto el común Carné de Identidad como las licencias de conducción y los pasaportes. Para lograrlo, organizó breves cursos de capacitación a todos sus empleados, que con mayor o menor pericia afrontaron la gigantesca tarea. Como consecuencia, “diluviaron” los errores.

Y allí estaba yo, sentado a la espera de que me devolvieran mis documentos, incluyendo el pasaporte renovado. Pero no, en Macondo nada es tan sencillo. Por equivocación de alguien, mi número de identidad, el mismo desde que cumplí los dieciséis años, había sido entregado a otro cubano nacido el mismo día, mes y año que yo. Y como hay un número único para cada ciudadano, había que rectificar aquello. Esperaron pacientemente hasta que uno de los dos que compartíamos aquella secuencia de dígitos apareciera por alguna de sus oficinas, para cambiarle el número de identidad. ¡Y el primer cretino que apareció, fui yo! Me lo explicaron y me orientaron ir en busca de nueva foto, un sello de cinco pesos en moneda nacional -ya se sabe que en Cuba circulan esa, el CUP y la otra, la divisa criolla, el CUC- y regresar para hacerme mi nuevo carné. Eso sí, no tendría que volver a hacer la cola, sino que pasaría directamente a ser atendido.

Cuando todo estuvo listo, me tranquilizaron con la promesa de que aquel error y su rectificación no tendrían otras consecuencias, aun cuando mi pasaporte, entre sus muchos dígitos, incluía el correspondiente a mi número de identidad nacional, ahora obsoleto, o más bien entregado a otro ciudadano. Tampoco se verían afectados los tantos documentos que la burocracia genera en cualquier sociedad.

Pasó el tiempo y mis amigos franceses hicieron cuanto trámite estaba a su alcance para facilitar mi viaje. Con todo lo necesario me presenté en el consulado francés en La Habana y, con relativa agilidad, me entrevistaron, me tomaron las huellas digitales, las remitieron a la Interpol y me dieron cita para una semana después, con la orientación de reservar vuelo para el día que deseara viajar. Cuando regresé, me entregaron mi pasaporte con la visa estampada, dándome la bienvenida a la república francesa. Solo faltaba comprar el pasaje y la oferta más económica la encontré con la aerolínea criolla, Cubana de Aviación.

Aquel día comencé a despedirme de La Habana. Visité a algunos familiares y amigos, los imprescindibles, e hice mi modesta maleta con toda la ilusión del mundo.

La noche del 10 de mayo de 2014 llegué a la terminal 3 del Aeropuerto Internacional José Martí, de Rancho Boyeros. Casi simultáneamente apareció en su motocicleta mi amigo Pedrito Romero, uno de los más populares cantautores cubanos, que quiso darme un abrazo y desearme buena suerte. Ninguno de los dos lo podía saber entonces, pero el suyo fue el último rostro amistoso y amable que vi en La Habana.

Tenía la intención de hacer los trámites de rigor, para entonces ir a la caja y cambiar los ciento veinte CUC que me quedaban por euros y sentarme tranquilamente a esperar la orden de abordaje. Hice enfardelar la valija, para no facilitar los frecuentes saqueos que sufren los pasajeros en aquella terminal aérea, y luego la despaché camino a la bodega de carga del avión. Dice el refrán que una cosa piensa la mula y otra el cochero…

Cuando presenté el billete de vuelo y el pasaporte, la joven uniformada introdujo los datos en el sistema. Con una autoridad inesperada, por su apariencia juvenil, me indicó que me alejara de su buró y esperase junto a una columna, a dos metros hacia mi izquierda. Se levantó y fue en busca de algo o alguien.

En pocos minutos observé un corre-corre de funcionarios y guardias de seguridad que me pareció un mal presagio, sobre todo porque me miraban, antes de asomarse a la pantalla de aquel ordenador. No pasó mucho tiempo hasta que vinieron dos suboficiales y me escoltaron hasta una pequeñísima oficina con una mesa que separaba a una silla de otras dos. Me esperaban sentados, con caras muy serias, un coronel y un teniente coronel, que me indicaron sentarme frente a ellos, con los dos suboficiales a mi espalda.

En fracciones de segundos le pasé revista a lo acontecido durante años. Desde que renuncié a mi trabajo en la televisión, al regresar de la guerra de Angola, argumentando discrepancias con el poder, comenzó una hostilidad que se fue incrementando, gradualmente, a medida que corté mis vínculos con las demás instituciones y organizaciones “de masas”. Vecinos, de los más fundamentalistas del barrio, que sistemáticamente se me acercaban para sonsacarme información, teléfono intervenido por temporadas, amenazas a los amigos que me facilitaban sus cuentas de internet para acceder a mi correo electrónico, mensajitos a través de aquellos mismos correveydiles que informaban sobre mi vida, haciéndome saber que “esta gente” se había leído todas mis novelas y nunca me impedirían irme al extranjero, si decidía partir…

-¿Cuándo fue que usted cumplió sanción? -me disparó a quemarropa el coronel.

Si algo no esperaban era la carcajada con la que les respondí.

-¿Sanción? Oiga, ni en mi etapa de pionero me sancionaron a mí. ¿De qué sanción habla usted?

-La información del sistema dice que usted cumplió sanción como recluso.

-Pues revisen bien la información del sistema, porque está equivocada.

Según la práctica diplomática, a quienes han estado presos, los consulados en Cuba no les otorgan visas. Si yo había cumplido sanción penal y tenía la visa francesa en mi pasaporte, significaba que en algún paso del proceso hubo fraude, soborno o algún tipo de irregularidad. Un hecho así, que implicase corrupción o juego sucio de una misión acreditada ante el Estado cubano, podía generar un conflicto de serias proporciones.

Una idea cruzó mi mente a la velocidad de la luz. Extraje de mi cartera el Carné de Identidad y tomé la iniciativa.

-Me pregunto si ese error tendrá algo que ver con otro que hace unos meses obligó a los funcionarios de la Oficina Municipal de Inmigración y Extranjería a cambiarme el Carné de Identidad, porque mi número de toda la vida se lo habían asignado a otro ciudadano.

Les extendí el carné y añadí:

-Fíjense en el número actual y debajo, escrito a mano, donde dice “número anterior”…

Comprobaron lo que les decía, se miraron entre sí y se levantaron al unísono.

-Espere aquí…

Permanecí en aquel minúsculo local. Los suboficiales que me escoltaban salieron y se colocaron del otro lado de la puerta. El tiempo transcurría y escuché la voz que llamaba por los altavoces a abordar el vuelo de Cubana de Aviación con destino a París. De todos los habaneros nacidos el mismo día que yo, aparentemente habían ido a entregarle mi número de identidad a uno que había estado preso, quién sabe por qué razón. ¡Vaya suerte la mía! Me costaba creer que me hicieran perder miserablemente mi oportunidad de volar aquella noche hacia la Ciudad Luz y una nueva vida.

Cerca de una hora después regresó el teniente coronel, que con una sonrisa forzada me ofreció disculpas por los inconvenientes ocasionados, me devolvió mis documentos y me entregó el recibo que indicaba la fecha de salida del país, que debía presentar a mi regreso a La Habana.

-Que tenga un feliz viaje… -fueron sus últimas palabras.

Sin tiempo para el cambio de monedas que tan bien me habría venido, los dos suboficiales me acompañaron hasta la entrada del avión. Cuando la aeromoza me condujo hasta el asiento que me correspondía, noté las miradas serias de los demás pasajeros, que parecían culparme por los cuarenta y cinco minutos de retraso del vuelo.

Me cuesta trabajo dormir en los aviones. Muchas personas sienten miedo, pero yo no. Suelo volar muy relajado, mas no consigo dormir. Unas nueve horas después del despegue, cuando el funcionario de Aduanas del aeropuerto Charles de Gaulle, cerca de Roissy, a 25 kilómetros al noreste de París, me revisó los documentos y me dio la bienvenida a Francia, tuve al fin una sensación de alivio.


 

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