Anne Carson

La canadiense Anne Carson es considerada por muchos la mejor poeta en lengua inglesa de estos días. Además de ser una creadora de exquisita espiritualidad, y muy aguda estudiosa del propio mundo interior, sobresale por su tendencia a romper los límites tradicionales de las formas y géneros poéticos. Le ha sido entregado el Premio Princesa de Asturias de las Letras. Pero no tuvo suerte con el Nobel. O más bien los del Nobel no tuvieron suerte con ella. A continuación, tres breves poemas suyos:


Yo

Oigo pequeños chasquidos dentro de mi sueño.
La noche gotea su taconeo de plata
espalda abajo.
A las cuatro. Me despierto. Pensando
en el hombre que
se marchó en septiembre.
Se llamaba Law.
Mi rostro en el espejo del baño
tiene manchas blancas en la parte baja.
Me enjuago la cara y vuelvo a la cama.
Mañana voy a ver a mi madre.

Pueblo de la suerte

Cavando un hoyo
para enterrar vivo al hijo
así podría comprar comida para su anciana madre
un día
un hombre descubrió oro.

El libro de Isaías, parte I

Isaías despertó enojado.
La canción del mirlo que endulzaba sus oídos no era enojo.
Dios había llenado los oídos de Isaías con aguijones.
Una vez, Isaías y Dios fueron amigos.
Solían conversar cada noche. Isaías corría al jardín.
Conversaban bajo una rama, la noche llegaba.
De los pies a la cabeza, Dios hacía que Isaías llamara.
Isaías amó a Dios y luego su amor se volvió dolor.
Isaías quiso un nombre para el dolor, lo llamó pecado.
Isaías fue un hombre que creyó ser una nación.
La llamó Judea y el pecado fue su condición.
En Isaías, Dios vio arder la mortaja del mundo.
Isaías y Dios vieron las cosas de forma distinta. Solo puedo contarles sus acciones.
Isaías se dirigió a la nación.
¡La fragilidad del ser humano!, gritó.
La nación se conmovió por fuera y se volvió a dormir.
Dos tablas de carne ensangrentada envolvieron sus ojos como alas.
La nación durmió como una pintura brillante y dura.
¿Quién puede inventar un nuevo temor?
Y aun así inventé un pecado, pensó Isaías, repasando los nudos de la rama.
Y entonces, debido a una gran atracción entre ellos
-que Isaías resistió (a favor y en contra) el resto de sus días-,
Dios aplastó su indiferencia,
lavó el pelo de Isaías con fuego
y decidió quedarse.
Bajo sus alas de carne la nación escuchaba.
Tú, dijo Isaías.
No hubo respuesta.
No te escucho, dijo Isaías, de nuevo bajo la rama.
La luz destiñó la cámara nocturna.
Dios llegó.
Destruyó a Isaías como vidrio a través de todas las cuencas de su nación.
¡Mentiroso!, le dijo.
Isaías puso sus manos en su túnica y su mano en su cara.
Isaías es un hombre pequeño, pero no mentiroso.
Dios se detuvo.
Y así fue su acuerdo.
Frágil de ambos lados, pero sin mentiras.
La esposa de Isaías se asomó a la puerta, el marco se movió.
¿Qué es ese sonido?, preguntó.
El temor del Señor, dijo Isaías,
y sonrió en la oscuridad. Ella entró de nuevo.


 

Artículo anteriorCuba, la ilustración sigue ausente
Artículo siguienteInstar, convocatoria audiovisuales 2020
El escritor habanero José Hugo Fernández ha publicado una treintena de libros, entre ellos, las novelas “Los jinetes fantasmas”, “Parábola de Belén con los Pastores”, “Mujer con rosa en el pubis”, “Florángel”, “El sapo que se tragó la luna”, “La tarántula roja”, “Cacería”, “Agnes La Giganta” o “El hombre con la sombra de humo”; los libros de relatos “La isla de los mirlos negros”, “Yo que fui tranvía del deseo”, “Hombre recostado a una victrola”, “Muerto vivo en Silkeborg” o “La novia del monstruo”. Los libros de ensayos y de crónicas “Las formas del olvido”, “El huevo de Hitchcock”, “Siluetas contra el muro”, “Los timbales de Dios”, “La explosión del cometa”, “Habana Cool”, “Rizos de miedo en La Habana”, “Una brizna de polen sobre el abismo”, “La que destapa los truenos”, o “Entre Cantinflas y Buster Keaton”. Trabajó como periodista independiente en La Habana durante más de 20 años. Reside actualmente en Miami.