‘La Larga’, otro espejo torcido

Como ese clima denso y amenazador que se registra en el ojo de un ciclón, discurre el drama de un adolescente a merced del arrebato pasional de dos mujeres adultas, su maestra y la madre de un amigo. Pero el ciclón es más que atmósfera. De modo que este episodio de sexo, amor y muerte no representa sino un breve signo de la debacle mayor que recrea la novela La Larga (Neo Club Ediciones, 2023), de Ángel Osiris Milián, con prólogo del escritor Armando Añel.

El escenario es un plantel estudiantil ubicado en las cercanías de la ciudad de Morón, al oriente de Cuba, una de aquellas llamadas escuelas formadoras de maestros, aunque en realidad han quedado en el recuerdo como fábricas de minusválidos mentales. Las más diversas descomposturas y miserias humanas se entrecruzan entonces en La Larga, en medio de un espacio opresivo y al mismo tiempo abierto a la promiscuidad sexual y predispuesto para todo tipo de influencia deformadora.

Por un lado, una pretendida disciplina militar que nunca conseguirían meterle en la sangre a los educandos. Por el otro, la concupiscencia como respuesta casi natural al roce o al revoltijo constante entre adolescentes hembras y varones. Y al centro una directora con talante igual al de los Kapos que ejercieron como prisioneros-jefes en los campos de concentración alemanes. La malformación como constante a través de métodos fascistoides que se imponían falsamente inspirados en los postulados de José Martí. “El proyecto es una sola conducta -se afirma en el libro-, una única idea y un rígido patrón: ser útil a la revolución”. Fruto de tan aberrado plan, no debieron ser pocos los alumnos que llegaron al final de la jornada más confundidos y hasta quizá más ignorantes que cuando entraron. Sin embargo, su desgracia sería un mal menor si la comparamos con la de otros que terminaron padeciendo retorcimiento espiritual para el resto de sus vidas.

Son apenas algunos de los ingredientes empleados por el autor para aderezar la trama, valiéndose, además, de sus vivencias personales como estudiante en la escuela al campo que le sirvió de modelo. Se trata, pues, de una novela testimonio, aunque con cierta particularidad que la independiza un tanto dentro de esa tendencia en la que descuellan narraciones tan distintas entre sí como A sangre fría, de Truman Capote, Los ejércitos de la noche, de Norman Mailer, u Operación Masacre, de Rodolfo Walsh, considerada la iniciadora de esa forma expresiva. El hecho es que mientras las citadas (y otras muchas) narran sucesos por lo general noticiosos y de corta duración, La Larga, con semejante factura periodística o historiográfica, y empleando, al igual que las demás, la armazón del relato ficcional, nos cuenta los pormenores no ya de una masacre política o de unos ladrones asesinos o de una gran protesta de hippies y tribus urbanas, sino los de un cruel proyecto de ingeniería social e involución humana que permaneció en activo ante los ojos del mundo durante más de cuarenta años sin que llegase a ser noticia de primera plana.

Bien estructurada y bien narrada, minuciosa en el detalle, con un estilo directo que no deja escapar la impronta histórica ni las puntualizaciones acerca de sus efectos en el orden moral, Ángel Osiris Milián ha logrado un relato que además de ser ameno y muy especialmente oportuno, se suma al conjunto de los testimonios que deben prevalecer en nuestra memoria con la esperanza de echar de una vez por tierra los espejos torcidos con que el fidelismo engañó a millones durante demasiado tiempo.


 

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El escritor habanero José Hugo Fernández ha publicado una treintena de libros, entre ellos, las novelas “Los jinetes fantasmas”, “Parábola de Belén con los Pastores”, “Mujer con rosa en el pubis”, “Florángel”, “El sapo que se tragó la luna”, “La tarántula roja”, “Cacería”, “Agnes La Giganta” o “El hombre con la sombra de humo”; los libros de relatos “La isla de los mirlos negros”, “Yo que fui tranvía del deseo”, “Hombre recostado a una victrola”, “Muerto vivo en Silkeborg” o “La novia del monstruo”. Los libros de ensayos y de crónicas “Las formas del olvido”, “El huevo de Hitchcock”, “Siluetas contra el muro”, “Los timbales de Dios”, “La explosión del cometa”, “Habana Cool”, “Rizos de miedo en La Habana”, “Una brizna de polen sobre el abismo”, “La que destapa los truenos”, o “Entre Cantinflas y Buster Keaton”. Trabajó como periodista independiente en La Habana durante más de 20 años. Reside actualmente en Miami.