Carta de Nefasto a Ulises Guilarte y otros líderes y lideresas

Mis muy distinguidos, estimados  y obesos dirigentes del país:

El profundo cariño y la brutal admiración que siento por algunos líderes y lideresas del país pasados  “un poquitín” de peso, me ha puesto a reflexionar; y aunque me devano los sesos sobre qué ha podido suceder, no encuentro una explicación. ¿Cómo es posible que personas tan frugales al comer, apegadas a la rigurosa y balanceada dieta que ofrece la revolución por la libreta de racionamiento, parezcan bailarines de la compañía  Danza Voluminosa?

Que yo sepa, las  calorías que aportan al cubano las diez libras de arroz, las invariables seis onzas de frijoles negros –para que vean que no existe discriminación racial en el país–, los intermitentes diez huevos, pues son cinco cuando las gallinas están de vacaciones, y las tres libras de azúcar prieta e igual cantidad de blanca –la integración racial–, si bien alcanzan para engordar a un faquir, no son suficientes para que nuestros líderes y lideresas semejen una manada de hipopótamos regodeándose en las estancadas aguas albañales de un solar.

La única explicación posible ante tanto desbordamiento carnal de nuestros líderes, es que la CIA haya infiltrado  cocineros en los comedores obreros del país donde almuerzan y comen, junto al trabajador, estos rollizos dirigentes; y adulteren los frijoles –negros, por supuesto, los huevos revueltos y la natilla de ¿chocolate?, con genes de elefante o mamut.

Si no es así, ¿cómo es posible que Ulisito (Ulises Guilarte De Nacimiento), flaco cual un güin o como rayo de bicicleta no más ayer, desde su arribo a la CTC haya desarrollado esos mofletes que parecen ocultan un micrófono en cada lado de la boca, y esa barriga que puede ser utilizada como podio para dirigir sus ardorosas palabras a los trabajadores?

Es tanta su gordura, que al hablar las eses suenan como zetas por la grasa acumulada, las erres llegan al final de la palabra convertidas en eles por la obesidad en que viven, y las demás vocales y consonantes forman un guirigay grasoso que pierde el sentido, la combatividad y el rumbo ante quienes escuchan sus arengas y aplauden por compasión.

Debes cuidarte, Ulisito, preservar tu imagen y tus palabras, pero sobre todo, tu salud. ¿Acaso te imaginas qué sería de mí o de los trabajadores cubanos si por una apoplejía boniatosa –hartera de boniatos– te perdemos? ¿Piensas en lo desamparada que quedaría la clase trabajadora si te lleva un infarto, una diabetes mellitus, o una obstrucción intestinal?

Recuerda que tú no te perteneces, Ulisito. Eres de este pueblo trabajador que te ama por defender, a toda costa, el elevado salario que devengan en cada puesto de trabajo, que si no sube más, es para protegerlos de un mareo en las alturas, entre otras razones suplidas con promesas y un camión de medallas, diplomas y banderas de proeza laboral, que si bien no les sirven para comprar qué comer, pueden cubrir las grietas en las paredes de sus casas.

Hazme caso, Ulisito, y por favor, vela también por la salud y el peligro que representa la gordura del líder y la lideresa de la ANAP y la FMC, pues en cualquier momento pueden explotar, no por corrupción, sino por la gordura extrema que muestran en la tv, ya que al menor ademán o estornudo puede saltar un botón y entuertar a un invitado a la asamblea.

Pídeles que bajen (de peso, no del pedestal), y embullen también al  doctor Unánimes Lazo, pues apenas puede hablar por la gordura y quién sabe si ahorita no pueda levantar la mano para completar la unanimidad del parlamento cubano, como tiene que ser, lo mismo para decir no que sí, algo que me hace pensar: ¿es posible que nadie haya discrepado ni una vez?

Pero como no me importa la política, te pido que seas honesto, Ulicito, y me digas cómo es posible que los cuadros y cuadras que suben de la base ahítos de potajes, viandas y arroz, pero flacos como un cordel, al llegar al Comité Central  y convertirse en líderes y lideresas del país engorden hasta semejar, más que dirigentes orientando al pueblo sobre los daños de la obesidad, una exposición itinerante de las figuras voluminosas de Fernando Botero.

¿Será que adquieren por despiste u orientación los malos hábitos alimentarios del capitalismo? ¿Son tan ingenuos y malagradecidos que cambian un paquete de berro silvestre cubano por el brócoli estadounidense? ¿Acaso desdeñan un buen picadillo texturizado por un filet mignon francés, o un jurel sin cabeza por un pargo pakistaní?

En realidad, Ulicito, no sé qué pasa con nuestros líderes y lideresas. Eso sí, me preocupa la redondez corporal, los abultados abdómenes y las exageradas zonas glúteas que muestran en la televisión. Cuiden su imagen, díganle no a la obesidad, pero lo más importante: no sean un mal ejemplo para los cubanos de a pie, quienes han hecho dieta, por 60 años, para no engordar.

Eso se los aconsejo yo, Nefasto El preocupado

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