Política, realidad y fantasía en ‘Cuentos del Club’

El arte y la literatura ganan siempre una excelente proyección creativa cuando existe un espacio de libertad. En verdad, toda expresión artística o literaria, si quiere crecer y perdurar, necesita tener la garantía sociopolítica de una estabilidad inviolable de libre expresión. Sin embargo, en un país como Cuba, donde todo se hace ideológico y la censura es una condición cotidiana por parte de un régimen que constantemente teme perder el poder, es extremadamente difícil que se pueda conocer de un amplio diapasón de narradores, poetas y artistas, en general, al menos de estimable calidad creativa, que son marginados, perseguidos, secuestrados y hasta condenados por las “autoridades”.

En realidad, sabemos que en algunos de los países en los que han imperado las dictaduras, y excelentes escritores han quedado atrapados, no obstante, siempre se han podido salvar grandes obras iconoclastas y disidentes que, aun cuando han sido las menos, por el riesgo y persecución vividos por sus autores, han logrado dar una proyección de autenticidad cultural que les ha otorgado un puesto meritorio en la historiografía artística o literaria de su país. Por otra parte, los creadores que logran escapar de las dictaduras, de izquierdas y derechas, necesitan superar las barreras naturales, y a veces no tan naturales, que impone siempre la difícil vida de un exilio.

En este sentido, el escritor cubano, que es de quien hablo ahora, tanto en la Isla como fuera de ella, tiene que vivir una vida de extremas dificultades. En el caso de los que se quedan en Cuba e intentan con dignidad continuar su creación, tienen no solo que resistir los embates constantes de la represión sino además encontrar fórmulas, lugares, momentos y hasta desarrollar su ingenio para poder crear sus obras; incluso, tienen que desplegar en su entorno una mágica imaginación de libertad. Libertad que, por supuesto, está en sus mentes, en sus almas.

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Por su parte, el escritor cubano en el exilio, en primera instancia, tiene que ganarse la vida (la de él y la de su familia, si fuera el caso) para subsistir y después quitarle horas al sueño y al entretenimiento para escribir, y escribir con autenticidad, y que su único compromiso sea con la vida y por la libertad del ser humano, quien quiera que sea.

Todo arte y toda literatura tienen, por su genética humana, un alto grado de irreverencia y, aún más, de disidencia. Ninguna obra creativa debe ser complaciente, a no ser que juegue con una supuesta pasividad, adaptación o actitud apolítica desde una perspectiva irónica, y con ello logre desatar un sinfín de verdades que ayuden a desenmascarar las esencias malsanas de las dictaduras.

En este caso, y en relación específica con el relato cubano, hablamos ahora de dos tomos (el próximo año habrá una tercera parte), a modo de compilación, de una obra bastante abarcadora titulada Cuentos del Club, publicada en Miami por Neo Club Ediciones, en 2020, y compilada por Luis Cino, Víctor Manuel Domínguez y Armando Añel. Tres narradores pertenecientes al Club de Escritores Independientes de Cuba (CEIC) que estoy seguro, en su búsqueda, no se interesaron por encontrar en exclusiva algún tipo de calidad temática, de estilos o estructuras y técnicas, incluso, diría que no pretendieron que los cuentos fueran, exclusivamente, de corte político, sino con el propósito de dar una muestra no solo de aquellos que han sido marginados por el sistema, perseguidos o encarcelados, sino además de lo mejor de la cuentística actual cubana, tanto dentro de la Isla como en el exilio.

De esta manera, estos dos volúmenes nos descubren favorablemente una gama inesperada de escritores, de allá y de aquí, o viceversa, que sorprenden no solo por la diversidad en el caso de los temas sino además por la potencialidad imaginativa y los recursos literarios (no exentos de calidad) de unos cuantos más la extraordinaria proyección de excelencia de otros tantos.

Primer tomo

Desde el inicio de este libro, encontramos el tema traumático de la guerra de Angola (todo en retazos de pensamientos, sueños, la confusión de la realidad presente con el pasado de un soldado, el arrepentimiento de haber estado en una guerra en la que mueren tantos amigos). Siguiendo el hilo de la realidad cubana actual reconocemos de pronto a los balseros en un mensaje de jóvenes perdidos en el mar. Un mástil destrozado, como símbolo sagrado de lo humano: la cruz que hay que cargar en búsqueda de una redención, a pesar de la ignorancia, la leyenda y el mito.

Poco a poco, en los Cuentos del Club se van descubriendo elementos y atisbos de un espacio fantástico, en los que hay incisiones profundas en los sentimientos humanos: la caridad, el consuelo, el servicio al otro, el miedo, la obsesión por creer en lo inteligible, lo feérico quizás como realidad, o esa posibilidad consoladora del mito, el egoísmo irracional de una colectividad, los caprichos de la irrealidad, pero también la fascinación por la imaginación de las historias leídas. Asimismo, encontramos a un autor que se salva de ser condenado gracias a su creatividad imaginativa; incluso podemos hallar el laberinto de una realidad fantasmagórica. Todas estas características y recursos nos llevan a un contacto directo con valores universales.

Pero en verdad este libro aspira a lo inagotable, donde además se dan cita la irreverencia intelectual de un humor agrio con cierto grado de parricidio (se critican personalidades de la historiografía literaria cubana y ello, indiscutiblemente, es una audacia.

Páginas adelante encontramos acercamientos a un realismo sucio de algún corte social, con finales inesperados y, al mismo tiempo, intentos válidos de mezclar lo vulgar con lo poético, la putrefacción y el mal olor se convierten aquí en un estupor psíquico para el narrador. De repente, en nuevo asombro, estalla el desconcierto, el suspenso y lo absurdo, como si pudiera haber un relato que no se resuelve y quedarse toda la trama en suspenso, posiblemente contraria a la lógica de una estructura narrativa. ¿Audacia otra vez?, ¿o rareza? Dicho esto, sentimos que el libro nos va avivando la imaginación, preparándonos para enfrentar la naturalidad de un escritor realista que podría decirnos que su relato pareciera fantástico pero no lo es, y sí un sortilegio envolvente de toda una existencia humana; de un ser quizás acomplejado de su inferioridad (que no es tal tampoco) ante un contexto campesino (muy bien descrito, por cierto) que no acepta a alguien dedicado a escribir poemas. Es entonces que llego a convencerme de la fuerza que puede tener un relato onírico (es decir, cuando asimismo lo fantástico de un sueño cabe dentro del realismo). En otras palabras, un sueño que no se desprende de la realidad concreta, de la experiencia de una vida campesina del protagonista. Párrafos narrativos que rehúyen y se resisten de manera leve y suave a su molesto ambiente, quizás de manera perspicaz e inteligente por parte de un narrador que, a pesar de todo, exhuma un tanto de nostalgia por algún contexto rural de una cooperativa en la que el protagonista ha vivido. La crítica sociopolítica se identifica con personajes principales entre los que encontramos a resignados y rebeldes. En este primer tomo, hay piezas narrativas que alcanzan un nivel extraordinario por el tratamiento que se hace del umbral entre el realismo objetivo de una vida rural en Cuba y el recurso onírico de lo fantástico; o sea, entre un sueño profundo como evasión y la dimensión de una duermevela cargada de recuerdos recientes.

Hay consideraciones contrarias a la política y, de hecho, a la ideología del sistema, porque es el derecho que le asiste a todo ser humano a disentir, más cuando hay mucho por discrepar de esos arranques imperiosos y represivos del régimen para intentar resolver las situaciones de una manera autoritaria: «El campesino que no entre en la cooperativa, no recibirá recursos de vida, no tendrá trabajo, podrían morirse de hambre él y su familia».

Al parecer, hay cierta tendencia de algunos de estos escritores hacia un nuevo ámbito campesino. También pienso que ello se desprende de otro tipo de diversidad más del libro, y es que ahora estamos en presencia de escritores que no son de una misma zona, digamos, sino que pertenecen y han vivido en diversas provincias, de hecho, con un carácter más cercano a lo rural que a lo urbano (lo que no quiere decir que no haya cuentos que se desenvuelvan en la ciudad u otro plano). Esta nueva diversidad la veo como un acierto, porque permite la posibilidad de un diapasón amplio, y así se puede vislumbrar la potencialidad de una nueva narrativa repartida por todo el país. Habría que destacar entonces que este asunto de lo rural-campesino no es una repetición idealizada de esta misma clase de proyección de la vida guajira que se daba en Cuba antes del triunfo revolucionario ni tampoco —a mi parecer—de un corte complaciente con el campo, digamos, y que se presentaba después de los primeros años de la “revolución”. Ahora este tema no está idealizado sino más bien problematizado y no solo desde un aspecto humano, sino también político.

A veces se revive una escritura semiautomática que va un poco de la burla sutil a la rabia en contra de lo bélico, en contra del entrenamiento militar, que busca la parte humana de las contiendas. Supuestamente recuerda a los muertos de Angola. Y es este otro de los temas importantes del libro, por cuanto se ha presentado muy poco de la intromisión de Cuba en Angola dentro del arte y la literatura cubanas desde una perspectiva totalmente existencial e irreverente. Ahora, junto al tema de lo agrario o lo rústico, se repite el tema de la guerra que trae a colación las escaramuzas invasivas en otros países.

Naturalmente, no puede faltar el tema consabido de las jineteras, en el que la crítica social hace carambola con la política y se ponen de relieve los temas de la prostitución, la corrupción y el turismo sexual. Por otra parte, se llega a presentar una crítica política explícita, dura y por momentos irónicamente burlona, en la que, por ejemplo, se llega a satirizar algún hecho real de manera audaz al poner en ridículo a un militar de la Seguridad del Estado.

Es indiscutible que toda compilación de cuentos no es uniforme en un nivel extraordinario de calidad, pero sí, en este caso, encontramos que, aun cuando hay cuentos menores, estos cumplen con los requisitos imaginativos y técnicos y, como unidad, refuerzan el sentido universal del libro como nueva representatividad de un grupo de escritores conscientes de que hay que seguir creando contra viento y marea por encima de cualquier nivel de represión.

Otro tema es la vigilancia, que en Cuba toma visos orwellianos; narrativa que se aparta de los temas anteriores y toca la desconfianza, el miedo y la paranoia. Con el ojo del Gran Hermano repartido barrio por barrio se crea una incertidumbre existencial que en muchos habitantes de la Isla podría alcanzar niveles de locura. La problemática del dólar, la necesidad, la diferencia entre un mundo de arribismo y cúpula gubernamental (la shopping, la diplotienda o, simplemente, la tienda en dólar) y el otro lado donde se encuentra la población de a pie y la miseria nacional.

Segundo tomo

Hay cuentos que se centran en lo universal, donde la descripción y la palabra toman una importancia protagónica, y en los que siempre podemos encontrar el paralelismo con algún otro viaje dentro de Cuba, pero el talento hace que la Isla se funda con el mundo. Quizás pueda ser el uso de un recurso lezamiano de cómo —de alguna manera siempre— Cuba puede insertarse en el ámbito europeo, por ejemplo, y el cubano que se interrelacione con otros extranjeros, en este caso, se puede proyectar cierto sentido de cosmopolitismo y, al mismo tiempo, de representatividad isleña en el mundo. Seres diferentes de distintos lugares del planeta se interrelacionan para crear una nueva sensibilidad humana.

Independientemente de lo universal, a veces quedamos en presencia de cuentos muy locales pero que alcanzan un valor de atención por su rejuego político con un cierto acercamiento al realismo sucio por el uso de elementos soeces, vulgares.

No faltan cuentos autobiográficos, en los que el protagonista puede echar mano a sus experiencias en Cuba. Incluso, notamos un sentido ensayístico que hace a la narración más interesante aun debido a que se sustentan ideas psicosociológicas sobre la problemática cubana a través de diálogos. En este tipo de cuento hay mucho de testimonio y la atmósfera es en extremo realista con un profundo ahondamiento en las relaciones humanas de los personajes, lo que nos lleva a pensar que nuestra historia contemporánea tiene una connotación universal.

Hay narraciones de intenciones herméticas y hasta con discursos automáticos, que retoman un estilo de la década de los años 60; relatos en lo que más que todo importa la palabra, el entresijo de sus relaciones sintácticas con la diversidad de las ideas y, aun cuando no aportan mucho al descubrimiento de una historia, sí logran la fluidez del discurso y una especie de ingravidez de la palabra.

En su momento encontramos la terrible historia de un ser anormal, en quien la disminución de tamaño y la deformación se convierten en el hecho principal, y todo dentro de la más pura realidad. De hecho, la figura de un enano siempre es universal y ha estado dentro de la historia de la literatura de muchos países. Aquí no deja de ser devastadora y grotesca y, al contrario de otras historias de los dos libros, trata de la desvaloración humana, o lo que es lo mismo: de la deshumanización.

Sexo y psicoanálisis aparecen en alguno que otro cuento para apoyar la potencialidad literaria de lo universal en este segundo tomo. En su momento encontramos el juego muy talentoso de una mirada entre dos seres humanos. Y, por momentos, el tratamiento parece colindar con lo fantástico. Sin embargo, no deja de ser puro realismo, y aprendemos que entre la objetividad corpórea de una anécdota y la subjetividad imaginaria de una “mirada” hay todo un mundo de conexión.

En realidad, no falta lo fantástico, a través de una prosa contundente y precisa que juega con los tiempos (pasado y futuro), y más allá de las “Nanas” y de los “bobos”, entramos en la consideración de lo simbólico, ligado a lo fantástico-erótico mediante la descripción de movimientos fílmicos de una mano que articula una historia anecdótica y al mismo tiempo sugiere un sueño sexual.

Hay algún relato duro, crudo, desde la perspectiva feérica de una niña cuya magia es su propia apariencia de inocencia, con el lenguaje de un discurso exquisito y que, sin perder su dimensión realista, usa un tratamiento de fantasía.

Por otra parte, es indispensable decir que podemos leer en este tomo cuentos que incluso podrían recordar algún estilo de literatura inglesa, relatos que pueden ir de lo local regional en la Isla a lo mundial (como puede ser Irlanda). Este tipo de relato, culto como ya dije, también favorablemente extravagante, puede dar paso al calificativo de raro dentro del cerrado ámbito cubano actual en el que se encuentran estos nuevos escritores. No obstante, lo podríamos señalar —por supuesto— como sobresaliente.

Y, por último, resalta también la historia ocurrente, con toda una realidad de apariencia apolítica que despliega una buena veta de humor, quizás un tanto caricaturesco, y con una crítica, o trasfondo, dirigido hacia lo intelectual.

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Esta compilación de dos tomos (que aun aspira a una tercera parte para el próximo año) refuerza su criterio de unidad cultural cuando en el segundo encontramos a escritores del exilio junto a los que todavía siguen en Cuba. De hecho, una justa verdad que apuntala el sentido de una única cultura cubana, tanto la de la Isla como la de la diáspora. Lo que hace ver este proyecto de selección —o podríamos decir mejor: de suma compilatoria— como un verdadero puente cultural en lo que respecta a la narrativa, y en específico al cuento.

Los aspectos alternativo y undergroud —como bien afirma Armando Añel en su prólogo— se corroboran con el análisis de este trabajo al reconocer una gran cantidad de elementos temáticos y de recursos literarios que dan lugar a esas categorías, así como la posibilidad de ofrecer, más que un lienzo, un mural de clásicos y nuevos escritores que están demostrando la valía de narrar las verdaderas realidades que acontecen en Cuba.