La criminalización del diálogo, otra forma de blindar el monólogo castrista

En el ámbito cubano, criminalizar la palabra «diálogo» se ha convertido en un cliché sonso. Lo criminalizadores lo utilizan como sinónimo de «rendición» pero un diálogo es muchísimo más que eso: de hecho, quien se rinde renuncia a dialogar, acepta el monólogo o el discurso del vencedor. En cambio, quien se ve a sí mismo como vencedor, como monologuista todopoderoso -para decirlo de alguna manera-, en este caso el castrismo en el poder, suele rehuir el diálogo.

En los últimos 60 años, ¿alguna vez los Castro han contemplado la posibilidad de sentarse a hablar con la oposición interna? Nunca que yo recuerde. Tienen a la policía política para impedirlo y todos los medios de difusión en sus manos para tildar a quienes exponen puntos de vista opuestos al poder de «mercenarios», «asalariados del imperialismo yanqui», etc. Criminalizar la disposición al diálogo de la activista y artista independiente Tania Bruguera -para poner un ejemplo de actualidad- parece no ya primitivo, sino contraproducente de cara a lo que debería constituir una prioridad para toda oposición al totalitarismo: Abrir grietas en su muro.

Recuérdese que, a diferencia de otros regímenes de fuerza como el nicaragüense o el venezolano, que han llegado al gobierno por la vía electoral, el castrismo obtuvo al poder por las armas y para él sentarse a dialogar con la oposición interna significa comenzar el proceso de desmantelamiento del totalitarismo en Cuba. Dialogar con quienes considera poco menos que insectos a punto de ser aplastados por su bota, constituye un absurdo para el castrismo.

Por otra parte, imaginémonos por un momento el escenario de la criminalización de Jorge Mas Canosa tras dialogar -debatir- con Ricardo Alarcón públicamente, o el del asesinato de la reputación de Lech Walesa en Polonia tras sentarse a a hablar con el ministro del Interior comunista, general Czeslaw Kiszczak -solo por poner dos ejemplos históricos-, en esta época de criminalizadores ciberimpolutos. Puede dar una medida de cuánta enajenación habría detrás.

Si los opositores cubanos se conectaran insistentemente para hacer sentadas en los parques de todas las provincias del país pidiendo diálogo -«un mínimo diálogo y no un diálogo colosal, un pequeño diálogo donde se pueda pluralizar»-, ¿por cuánto tiempo podría el régimen ignorarlos, movilizar a los gritones de los mítines de repudio o simplemente mantener los parques tomados por los boinas negras? El diálogo abierto y dirigido a alcanzar un objetivo concreto -más libertad en el ámbito que sea- tiene el potencial de intimidar a un régimen castrista basado en la fuerza y para el cual ceder o hacer concesiones, por mínimas que sean, constituye una debilidad imperdonable.

Todo lo que se organice en Cuba para demandar, debatir o presionar, es motivo de terror para la dictadura.


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Escritor, editor, zensicólogo. Ghost Writer. Entre los años 1998 y 2000 se desempeñó como periodista independiente en Cuba. Tras recibir el premio de ensayo anual de la fundación alemana Friedrich Naumann, con la revista Perfiles Liberales, en febrero del año 2000 viajó a Europa, donde residió en España e Inglaterra hasta radicarse en Estados Unidos en 2004. Tiene una docena de libros publicados. Dirige Neo Club Ediciones y es uno de los coordinadores del proyecto Puente a la Vista y del Festival Vista.