Auge y desplome de una ilusión

Foto tomada durante la presentación del libro en el VIII Festival Vista de Miami

 

En Confesiones eróticas de la Tía Nora Pedro Armando Junco se desvela como un narrador que conoce a profundidad la manera de satisfacer a un gran público. No me atrevo a decir si escribió la referida novela pensando en este fin o si se trata solo de su estilo a la hora de sentarse a armar historias en la pantalla de su computadora.

Digo que es una obra para disfrutar por muchas personas, porque en cada página descubrimos una perfecta combinación de amenidad, humor, desgracias, sorpresas, depurado lenguaje y un erotismo que evita saturaciones escatológicas sin que por ello pueda ser considerado pacato ni sobreactuado. Nos llega como un complemento de esta obra, también llamada a trascender por el acertado balance entre realidad y ficción.

Se trata de una novela muy cubana y eso, lejos de limitar su alcance, se convierte en una atracción debido a que el autor utiliza importantes sucesos de la historia nacional, ocurridos aproximadamente entre la década del 30 y los 70 del siglo XX, como telón de fondo para estructurar un discurso narrativo donde confluyen armónicamente lo trágico y lo hilarante.

¿Es una tragicomedia? Pues sin dudas contiene elementos que la acercan a esta definición. Pero más allá de las valoraciones, creo que lo importante radica en lo que se siente después de terminar una lectura que se hace en tiempo récord. Desde el comienzo, Pedro Armando nos hace rehenes de su prosa.

Contada en primera persona, con el atinado apoyo del escritor omnisciente, Pedro Armando saca a la palestra algunos episodios traumáticos de nuestra historia, como el asalto al Cuartel Moncada, los crímenes políticos de la dictadura de Batista, el aparatoso suicidio del líder del Partido Ortodoxo Eduardo Chibás, las nefastas consecuencias sociológicas de la revolución proletaria, los campos de trabajo forzado para quienes se resistían a sumarse al nuevo modelo, la doble moral que desafortunadamente todavía distingue el comportamiento de la mayoría de los cubanos que residen en la Isla, entre otros sucesos no menos relevantes.

La novela es un fiel retrato del auge y el desplome de una ilusión, encarnado en la figura de la tía Nora.

Creo haber percibido que el optimismo no es el destino hacia donde Pedro Armando nos conduce a lo largo de 26 capítulos. Explícita e implícitamente, está la incertidumbre existencial, la fragilidad del ser humano y la invitación a aprovechar los momentos felices que nos regala la vida.

Con este libro, el autor reafirma su talento y nos deja con ganas de volver a ensimismarnos con otra de sus historias.

Esperamos que se compadezca de nuestra impaciencia.