Ciencia y consciencia

El entontecimiento es ahora evidente en la influencia casi total de los medios de comunicación, cuyo contenido es cada vez más elemental. Los segmentos de 30 segundos, ahora de 10 o menos, son el mínimo común denominador en contenido importante. A esto se añade un sistema educativo ideologizado, que contribuye a degradar la inteligencia y el sentido común de las masas, haciéndolas más vulnerables a las manipulaciones y lavados de cerebro ideológicos.
Carl Sagan


La Ciencia, al menos la ciencia occidental, ha tenido grandes erupciones reconformadoras. Estas emergencias científicas sentaron las bases para nuestra cosmovisión, conocimiento y civilización actual, que es eurocentrista y el más terminado de todos los intentos culturales de “conocer”.

Podemos ver una erupción en la antigua Grecia (S. VI a. C.) centrada alrededor de las figuras de Sócrates-Platón-Aristóteles, otra alrededor de da Vinci-Copérnico-Kepler en el Renacimiento europeo (S. XV-XVI) y una muy evidente durante el siglo XVIII en el Reino Unido, cuando se formó la institución de la Royal Academy of Sciences, que incluyó y formó una constelación de figuras, de las destacamos a Newton y a Darwin. El primero de estos movimientos fue más intuitivo, más infantil. El segundo, más incisivo, juvenil, decisivo. El último, adulto y expansivo.

La ciencia como método dinamizador de lo económico y reestructurador de lo social, surgió en los pequeños reinados europeos del siglo XVIII. En sus burgos o ciudades,  se permitió al individuo emerger. Allí, desde las mentes inquietas, pudo surgir y prosperar el hombre nuevo, una figura que antes apenas representaban algunos cortesanos que adornaban el séquito del señor de la guerra, que lo protegía de la envidia colectivista, la masa inculta que tiende a quemar en hogueras todo lo excepcional.

Los grandes imperios militaristas-colectivistas (que Escohotado llama clericales-militares: China, Rusia, otomanos, romanos), no fueron culturas que prohijaron inventores y genios. Allí eran rara avis.

Cabalgando en lomos de la Ciencia, las culturas europeas crearon una metodología para comprender por partes y transformar nuestro entorno, el mundo. El científico brillante, abstraído y desconectado del mundo, nunca pudiera haber surgido en sociedades colectivistas. Insistamos un poco en la historia de la ciencia.

1-En su primera erupción, ciencia e intelecto permanecieron íntimamente ligados. El nivel de conocimientos acumulados era intuitivo y poco enhebrado. Realmente se trataba de geniales filósofos dejando que sus mentes volaran, suponiendo e intuyendo “cosas”. En la segunda oportunidad, sin embargo, Ciencia, Filosofía-religión se divorciaron, dada la ocurrencia simultánea de movimientos sociales en Europa que intentaban tomar distancia de excesos en actos de fe y en general de la intolerancia religiosa que abrumaba a los europeos con cruentas guerras. No es casual que Galileo, uno de los más lúcidos científicos de su época, hacia 1632 fuera sometido a juicio inquisitorio, del que sólo pudo salir con vida abjurando de sus afirmaciones (y evidencias) científicas. Pero la época ya gestaba hombres integrales, el renaissance man.

2-Luego, a partir del siglo XVIII, ciencia e intelectualidad se distanciaron, en primer lugar, en dos culturas, pero además el objetivo del conocimiento integral, u holístico, lo que parece esencial a la ciencia, fue postergado a favor de la especialización. Ello explica la atomización del pensador y esa tendencia recurrente a las explicaciones parciales desde cátedras y departamentos pretendidamente avizoradores y autárquicos,  a veces más preocupados por justificar su existencia e incrementar sus asignaciones y sueldos que en abordar a fondo problema alguno o el mundo de manera holística.

3-Hoy, muy pocas figuras se permiten amplias generalizaciones intelectuales. Las que lo hacen, adolecen de la estatura de un Aristóteles, un Goethe o un Humboldt. La tecnología se ha adentrado en los laberintos de la especialización. La tecnología endurece y atomiza la Ciencia, en especial las ciencias duras, caracterizadas por la segmentación del conocimiento y la aplicación ingenieril y economicista de los resultados. Es muy productiva, pero propende un saber enclaustrado en compartimentos estancos, con traumas, con complejos laberintos donde tiende a ajustarse a disímiles imposiciones desde el poder, el mercadeo y las miserias humanas. Pero la verdadera Ciencia se horroriza cuando tienen que cruzar por sobre estas alambradas que denominamos especialidades. Es actitud sorprendente pretender que subdivisiones mentales artificiales son reales barreras del mundo.

La verdad originalmente parecía colonizada por hechiceros, sacerdotes, palabras encantadas, dogmas. Pasaron por pantanales tales como alquimia, mecanicismo, quimización, biologicismo, ecologicismo. Metodológicamente, no siempre las ciencias han corrido por los mismos laberintos. Han evolucionado desde la adoración de la palabrería, o la Razón, al experimentalismo, positivismo, la tecnología devenida tecnologitis, la simulación computarizada, y hoy se aboca a basarse en paradigmas de patrones complejos y la tendencia a lo holístico. Se centraron en paradigmas físicos primero, luego químicos, biológicos, ecológicos y ahora se proyectan a paradigmas sociales y del conocimiento, aunque con resultados muy cuestionables.

Aun con lastres, la ciencia se ha ido construyendo modularmente en leyes, modelos, planos, lógica, maquetas, fórmulas matemáticas y químicas que pretenden no sea percibida de manera diferente por distintos receptores. La principal asignatura pendiente continúa siendo su aproximación al todo, a lo holístico. Gracias a la acumulación de información y la posibilidad de analizarla con visión sinóptica en computadoras, hoy se permite ya comprender el todo funcionando.

Pero, se preguntará el lector, si la ciencia es tan eficiente, ¿por qué tenemos tantos problemas en la modernidad? En realidad, las soluciones a los problemas complejos de las sociedades modernas rara vez se realizan con método científico. Lo que sucede es que generalmente un político, con una formación científica muy superficial, toma medidas que tratan de complacer a su masa electora. Para ello, reduce los problemas y sus explicaciones a esquemas sencillos, que la vida o el mundo regurgitan.

Virtualidades creadas en los ordenadores nos permiten simular situaciones… ¿es lógico que sigamos a un político elegido por su verborrea mentirosa y que apliquemos rústicos métodos de prueba y error, que tantas veces nos ha llevado al precipicio? Esta situación está indicando la necesidad de un pensamiento y una actuación integral. Está pidiendo al intelecto generalista por sobre el saber tendiente a lo holístico, producto de experimentaciones parciales. La complejidad del mundo está indicando la necesidad de responsabilidad de consejos de eminentes más que la del individuo, un político, un pretendido líder.

Hoy, estamos rodeados de situaciones complejas, concretas y abstractas, inalcanzables con sesgos en el saber y la razón. Solo son comprensibles con sapiensia. Mas vienen los antiguos samurais, trajeados o con toga y birrete. Mediante espionaje industrial y científico, culturas colectivistas han emergido y compiten con la ciencia y cultura occidental. Y periodistas y comunicadores nos inundan de afirmaciones pseudocientificas desde medios de difusión masiva.