El final de la vividera del cuento a manos del Facundo Presidente

Facundo, el personaje

 

Vivir del Cuento era un programa humorístico de la TV cubana. En un inicio tenía un muy limitado elenco, y se transmitía los domingos al atardecer. Este se concentraba en las peripecias disparatadas de un par de sui generis ancianos, Pánfilo y Chequera, para sobrevivir en una Cuba en que como promedio los retirados no cobran más que 10 dólares al mes. Toda la acción se desarrollaba de manera invariable en la casa de Pánfilo, donde además vivía una joven parienta suya, Indirita. Solo de cuando en cuando se sumaba algún actor invitado.

Con el tiempo el programa ganó en seguidores y en consecuencia se lo pasó para un horario de mayor audiencia: el lunes, tras el Noticiero Estelar de las ocho. Poco a poco los argumentos ganaron en complejidad, los temas se ampliaron, y con ello un grupo de nuevos personajes, y de actores, hizo aparición.

En ese proceso uno de estos actores, Andy Vázquez, rápidamente se convirtió con Luis Silva (Pánfilo), y su contraparte, Chequera, en una de las figuras centrales del humorístico. Andy, un actor muy versátil, interpretaba a la vez a un dirigente de base, Facundo, a un señor muy relamido, Bienvenido, y a Aguaje, un pequeño ratero de barrio.

Facundo era, no obstante, su principal caballo de batalla dentro del elenco, que no dejaba de participar en ninguna emisión de lunes. De hecho fue él uno de los cuatro escogidos que junto a Pánfilo, Chequera y Ruperto jugaron dominó con el presidente Obama en aquel corto que la TV cubana nunca se atrevió a transmitir.

Facundo, con su guayabera, su infaltable condecoración indeterminada, era la fiel representación del dirigente cubano de base: incapaz de tomar la iniciativa, celoso de cualquiera que intente dar libre curso a su iniciativa individual, constantemente atento a los pasos de sus vecinos, de cuya vida y milagros lleva minucioso registro en una agenda que protege como si contuviera secretos de estado, inculto y no muy inteligente, dado a cumplir las tareas de manera mecánica y con frecuentes atisbos de una tendencia a la corrupción que los libretistas nunca se atrevieron más que a sugerir (El fondo de las coronas). En la lógica de “a quien le pica, es porque le escuece”, su personaje no podía más que incomodar a los mandantes del país, hasta hacérseles intolerable.

Más la verdad es que no solo era Facundo. En Vivir del Cuento todos habían empezado a ir demasiado lejos. Como en aquella primera emisión de 2018, en que Ruperto le asegura a Pánfilo que “en el 2019 se va”, en clara alusión a un Raúl Castro que estaba a punto de salir de la presidencia. Declaración que, tras una intencionada pausa dramática, y una muy estudiada expresión de susto de Pánfilo, se le atribuye a Cachita. Otro personaje, eterno amor de Ruperto, y a quien aseguraba por tanto llevarse a la cama en ese año.

O aquella otra en que en medio de una reunión Facundo suelta eufórico: “Compañeros, ahora sí se van a resolver todos los problemas”, y Pánfilo, en una serie de imágenes lo recuerda decir una y otra vez lo mismo, a medida que a Facundito poco a poco se le cae el pelo, con el paso del tiempo y de la confianza del anciano. Numerito montado con todo el elenco por los mismos días en que Machado Ventura soltaba un bocadillo semejante en cada emisión del Noticiero Nacional de TV.

Sin dejar de recordar que la única vez en que todo comienza a ir bien en el barrio es aquel día en que los vecinos pueden elegir sin presiones, y votan por Pánfilo…

Con nuevo presidente, hombre de escasa frente, carente de sentido del humor, e interesado en imponer respeto a la manera en que el cubano de no muchas luces estima debe de hacerse, era sólo cuestión de tiempo para que el régimen chocara frontalmente con Vivir del Cuento.

A fines de agosto de este 2019 una de esas plumas apegadas a congraciarse con el régimen publicó un artículo en Granma, el diario más oficial entre todos los demás tan oficiales como él, en que precisamente se cuestionaba a Vivir del Cuento por la forma en que representaba a nuestros dirigentes. Y es que el asunto había ido poco a poco a más, porque tras Facundo habían hecho entrada en el show nuevos dirigentes, superiores y por tanto de mayor entidad que él mismo, con defectos y vicios aún más marcados que los del, en definitiva, pequeño “cuadro” de base.

El artículo provocó la respuesta inmediata de muchos humoristas, y de un amplio sector de la ciudadanía, sobre todo a través de las redes sociales, cada vez más importantes en la formación de una opinión nacional. Quizás por ello, cuando se decidió que Vivir del Cuento sólo retransmitiría programas viejos a partir de septiembre y hasta fin de año, como ya había venido ocurriendo en las precedentes temporadas, fue al propio elenco del programa al que le tocó irse a un estelar de mediodía a dar la noticia. Pero significativamente Andy no estuvo, y Luis Silva derrochó esfuerzos, de manera demasiado evidente, para evitar que esa decisión de retransmitir fuera asociada con el artículo, o una subrepticia orden “de arriba” de moderación.

Pero la realidad es que ya la decisión de ponerle coto a Vivir del Cuento estaba tomada, quizás en la oficina del presidente mismo. Había que darle un escarmiento y la oportunidad, que la pintan calva como su mismo personaje estrella, apareció cuando Andy subió a su canal de YouTube un corto en que se reía, sutilmente, de la manera en que el régimen presenta hechos como el ocurrido durante la reapertura del Mercado de Cuatro Caminos, a la vez que de la manera en que suele administrase la escasez en Cuba.

El actor fue entonces expulsado del Centro Promotor del Humor, y sacado del elenco de Vivir del Cuento.

La salida de Facundo del programa no conllevó que los vecinos pudieran elegir a su sucesor. Aunque sus vecinos lo piden, Pánfilo, o Luis Silva, escaldado por la experiencia anterior, no acepta, y al los vecinos no ponerse de acuerdo los compañeros superiores del “tronado” Facundo imponen “desde arriba” a su sucesor.

El lugar de Andy en el elenco es entonces entregado por un actor bastante limitado, de cuyo nombre prefiero no acordarme, que al prestarse para la maniobra ha entrado por la puerta ancha de la Historia de la Infamia en la vida cultural cubana post revolucionaria. Su nombre es hoy, de hecho, sinónimo de rompehuelgas en la Cuba profunda.

Este compañero recibió el encargo “gubernamental” de interpretar a un dirigente con defectos, Felipito, pero defectos tolerables, de esos que ante la audiencia cubana humanizan, sin restarle prestigio, al funcionario.

Por ejemplo, el nuevo hombre, aunque casado flirtea con Cachita, algo que todos sabemos es bien visto por la gran mayoría de la machista audiencia cubana. Es de hecho un tipo que no pierde la tabla ante las guaperías de un pamplinoso Ruperto, y es delgado, en un momento en que todos sabemos que es más fácil hacer pasar a un camello por el ojo de una aguja que dar con un dirigente cubano sin sobrepeso.

En fin, el nuevo personaje ha sido escrito con la incuestionable y estudiada intención de presentarnos un dirigente más aceptable para la castrocracia. Un dirigente molesto por su exigencia, pero eficiente, que hace que en el barrio pase lo que nunca había pasado: que las cosas funcionen, como no se cansaron de repetir Pánfilo y Chequera en esta pasada edición del ya muerto humorístico.

La transformación se completa con la nueva forma de representar al compañero superior de Facundo, el de la minerva al cuello, que evidentemente sale muchísimo mejor parado esta vez que en cualquier ocasión anterior.

Con la salida de Andy el programa no sólo pierde a tres de sus más importantes personajes, sino que al admitir la censura de hecho ha muerto. Solo falta ver cuánto más sobrevive su fantasma en la TV, o si el elenco se atreve a hacer lo que le ha propuesto parte del público: que saque a Vivir del Cuento de la TV controlada por el Estado y se vaya con su música, Facundo, Aguaje y Bienvenido, a otra parte…

Esperamos que Silva reviva a su Pánfilo, pero ahora uno más libre.