Entre cuerdos, lerdos, locos y nerds

Nunca perdió tanto tiempo el águila,
como cuando se sometió a las enseñanzas del cuervo.
William Blake


La masa está más cerca de la manada, el individuo excelso más cerca de los dioses. El grave problema del ser humano común, el conformador de la masa, es que le es más fácil odiar que pensar. No puede percibir su entorno mucho más allá de su ombligo, pero, como la ignorancia es osada, a veces a algunos se les ocurre auscultar y explicar el cosmos. Por su miopía ven las estrellas como bellas lucecitas caprichosas. No pueden ni suponer que al mirar para arriba asisten a un concierto cósmico.

Cuando una mosca ve un águila volando alto, cree que es una mosca loca y rara. Si el ave baja, se acerca, la mosca tiende primero a asustarse, luego a asombrarse, finalmente a consolarse: es otro animal. Mas cree, ¡ya será carroña! Pero su consuelo no alcanza para defenderla del águila si esta aletea fuerte cerca de la mosca y la hace caer. La envidia no resuelve este problema, como ningún otro, solo si la mosca baja a ras de tierra en su vuelo o se posa sobre el basurero, está segura del aleteo. Algunas, sin embargo, tienen fantasías y creen que el azar o diosito les dará plumas de águila… otras pretenden que todos los animales voladores serán moscas. Ello es indicio de locura de quien lo cree. Mosca fuiste, eres y serás.

Al lerdo, al lento, le cuesta más trabajo percatarse de sus limitaciones. Saber que es mosca. Al excelso, al rápido, no. Desde temprano se percata de que conoce pequeñas partes del todo y toma precauciones para avanzar por las tembladeras del saber. Le cuesta trabajo declararse águila.  Pero la ignorancia es atrevida.

Asumo que a la mosca le es más difícil comprender su estado de insecto cerca de tierra y de sus tantos basureros, pero ello lo resuelve con fantasías y reproduciéndose sin control. Asumo que el águila tiene que comprender con certeza sus limitaciones porque las presas son escasas y los vientos son más impredecibles allá arriba. Tiene que cazar, no puede simplemente guiarse por su olfato para detectar malos olores o entregarse a orgías para asegurar su abundancia.

Pretender que somos un fatalismo de insectos igualitarios, es un yerro de proporciones mayúsculas. El comunismo, Marx, el marxismo, son un bodrio desde la A hasta la Z. Según ellos, el ser humano, en cuanto a masa, no es un conjunto de individualidades. Es como masa y se debe tanto a sus lerdos, a sus cuerdos, como a sus moscas y cerdos. Falso. Por simple sentido común sabemos que, si la humanidad ha emergido de sus miserias zoológicas, es por el arrastre hacia la virtud de individuos excepcionales y fundadores, locos que le han llevado la contraria a la inercia de la masa-insecto, cuando más bovina. Al imperio del caballero Don Dinero, a los destellos del oro, a la pesadez del plomo.

Una democracia no se acicala para recibir y digerir ciencia y tecnología. Al ser humano común le es difícil comprender los entresijos de la ciencia. Incluso los propios científicos se dividen en ramas de especialización para poder abarcar un pequeño feudo de saber, pocos se lanzan a grandes generalizaciones. La ciencia entra en la sociedad muy lentamente, por osmosis. De vez en cuando, en su torre de marfil, surge un oteador original o un comunicador eficiente, un genio capaz de, solo o en team work, impulsar algún aspecto varias jornadas delante de donde estaba. Es por ello que la ciencia y la tecnología van a la cabeza de la sociedad e intentan conducirla, no ya como mosquero o manada sino como ser social cefálico y racional. Hasta ahora, hemos sido dominados por histriónicos, aventureros, bandoleros y pendencieros. Pero últimamente también nos secuestran seudocientíficos que nos venden su conveniencia como esencia y ciencia.

Muchas posiciones políticas actuales constantemente hacen referencia al pueblo, a la humanidad. En realidad, ralentizan la evolución cultural, porque las masas son inerciales y miopes. Las propuestas innovadoras no vienen de las masas, de los insectos, esas series de individuos anulándose unos a otros, casi incapaces de valorar la realidad de la vida. Surgen de las águilas, de los adelantados, de los excepcionales y por lo general las masas tratan de aplastarlos cuando comienzan a deslindarse. Solo después de someterlo a pruebas de cuán alto es su vuelo, les prestan alguna atención.

No es nada extraño que, en votaciones políticas, las masas yerren de medio a medio. Fue por votación o aclamación que llegaron al poder Hitler, Castro o Chávez. El verdadero valor de los sistemas políticos democráticos no está relacionado con la agudeza intelectual del pueblo, sino con que evitan que permanezcan en el poder indefinidamente determinados planteamientos. Y facilita que el cambio sea gradual, pacífico.

Ojo, aunque las farándulas pretendan lo contrario, el enorme avance que ha tenido el mundo no se ha debido a sistemas políticos ni a hombres de armas, promediadores unos, asesinos los otros, sino a la gran selectividad que impera en los círculos científicos y tecnológicos, que son muchísimo más aristocráticos que democráticos. Allí no mandan pescaderas ni guerrilleros, y para hablar en su ágora hay que demostrar alto vuelo.

Pero internamente, en la ciencia hay problemas. Uno de ellos es darle pasaporte de ciudadanía a ramas que no son científicas o lo son levemente, como son la sociología y la filosofía, en realidad muy inexactas y subjetivas. Para sus afirmaciones tienden a no manejar datos empíricos sino afirmaciones no demostradas, asertos de una u otra personalidad. Las ciencias blandas tienen por lo general impedimentos morales, no se puede experimentar son seres humanos y ello la hace recurrir a supuestos, a pequeños ejemplos.

Algunas ideologías sociales en boga, que dicen partir de planteamientos científicos, en realidad son cuentos y novelas vestidos con toga y birrete. Pero lo peor es que no prestan atención a las analogías en los ecosistemas biológicos, de base. Para conocer cómo funciona un ecosistema humano (sociedad, fábrica, ciudad) pudiéramos buscar analogías en poblaciones de seres vivos. En ellos, el individuo que muta, el mutado, el que no se parece al promedio, tiene mas probabilidades de ser eliminado. El raro es mayormente rechazado.  Pero no es completamente eliminado. En realidad, la naturaleza constantemente crea diversidad, deja que medren algunas raros, quienes serían los más adaptados si las condiciones del entorno cambiaran, como generalmente sucede. Es decir, el mundo biológico es a la vez conservador y evolutivo.

Entre los grupos humanos, los lentos, lerdos y de pocas luces, son la mayoría, y son el presente. Pero el futuro es de los locos y de los nerds. Las sociedades que han sido más tolerantes con sus raros, son las que más rápidamente evolucionan. Por ello, sociedades que se pretenden uniformes son siempre fracasos, el comunismo el que más. ¡Abajo las moscas!