Fermín Gabor y Antonio José Ponte, lapidarios asociados

“Cuba a inicios de milenio. En un ambiente cultural controlado por la policía política, Fermín Gabor (seudónimo) decide revelar secretos y entresijos, escribe lo que no convendría escribir y se burla de quienes ejercen el control y de sus cómplices, vacas sagradas de las artes. Sus textos, bautizados como ‘La lengua suelta’, circulan clandestinamente. Contienen ácidos retratos, chismes iluminadores, obituarios centrados en los peores rasgos, opiniones contundentes.

“Una década más tarde, falto de señales de Gabor y dándolo por desaparecido, Antonio José Ponte recoge esos textos y compone un diccionario que documenta cómo siguen sus vidas los personajes de ‘La lengua suelta’. Si las páginas de este volumen fueran una película, podría decirse que la pueblan curiosos personajes secundarios y protagonistas de la talla de Arenas, Cabrera Infante, Carpentier, Castro, Guevara, Lezama Lima, Loynaz, Martí, Piñera, Compay Segundo. En ella hacen cameos Borges, García Márquez, Greene, Sontag… Fermín Gabor y Antonio José Ponte, lapidarios asociados, han dejado en estas páginas un montón de frases que animan a reír”. Ya en Amazon:

Algunos fragmentos:

“Cintio Vitier es el creador e ideólogo principal del castrorigenismo. Según Reinaldo Arenas, estos eran Cintio Vitier y Eliseo Diego en 1962: ‘Los dos me comunicaron su intransigencia al sistema y criticaron duramente a Lezama por dar a publicar sus ensayos y poemas. Según Cintio y Eliseo, había que hacer una especie de boicot cultural a la revolución’ (‘Los dispositivos hacia el norte’, en Necesidad de libertad, Kosmos Editorial S.A., México D. F., 1986). Siete años después, Vitier hizo pública su adhesión al régimen revolucionario en una conferencia dictada en la Biblioteca Nacional: El violín«.

“Una sostenida rivalidad con el arzobispo Jaime Ortega y Alamino, mucho más fuerte que la que existiera entre Annia Linares y Mirta Medina, hizo que Carlos Manuel de Céspedes García-Menocal fuera a dar a la pequeña iglesia parroquial de San Agustín. Murió en La Habana, en 2014. Sus novelas y cuentos no son malos, son pésimos”.

Para la delegación que visitaría a Hugo Chávez “echaron mano a Reynaldo González. Le vendría bien un poco de entretenimiento ahora que se sentía decepcionado después de recibir el Premio Nacional de Literatura. (Imaginó que al obtener el galardón llegaría a creerse escritor y aún seguía en el descrédito.) Zézar López (zetas de zuz eztudioz en Zalamanca) y Antón Arrufat, ambos naturales de Santiago de Cuba y cada uno envidioso del aburrimiento que lograba el otro en sus lectores, representarían perfectamente lo polémico de la cultura cubana. Una cultura signada por la controversia, que ha dado nombres señeros como Justo Vega y Adolfo Alfonso, Virulilla y Saldiguera, Arango y Parreño, Clara y Mario y Cecilín y Coti (por citar solamente unos pocos)”.

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