Michel Matos, historia de un ángel desterrado

La época revolucionaria ha creado un gran vacío en la juventud, que a lo largo de sesenta años ha buscado alternativas para sobrevivir al aburrimiento y la falta de opciones de esparcimiento que han preponderado en las diferentes etapas de este periodo. Michel Matos es uno de estos jóvenes que en su momento creó una opción alternativa para los de su generación y las siguientes. Hoy mencionar su nombre en ciertos espacios institucionales es como invocar a Satán. Y sí, Michel es un ángel caído o desterrado del paraíso rojo. Su único pecado fue mostrarle a las masas que se podían crear espacios alternativos de forma independiente.

¿Qué significó Rotilla para la cultura alternativa cubana?

Por principio, como evento, por lo menos la intención con la que lo comenzamos a hacer era llenar un vacío en varios sentidos. Era un momento, los años 1998-1999-2000, en el que no había prácticamente nada. Se habían abierto una serie de discotecas pero la mayoría de nosotros, jovencitos, hippies, no teníamos los recursos para asistir a este tipo de sitios. Si no me equivoco, costaba 5 CUC la entrada. Eran las del Comodoro o Marina Hemingway, y no teníamos capacidad para eso. Entonces la juventud típica no tenía prácticamente a donde ir.

También se estaba incorporando un nuevo género musical en Cuba, que era la música electrónica, y no había espacios para producir y realizar este tipo de eventos. Joyvan, el Dj (Disc-Jockey)​ que cofundó conmigo Rotilla, junto a Carlito el Puro, Eddie, el Viti, otro Dj también, éramos un grupo por principio. Esta gente no tenía donde verter la música, tanto la que querían poner como la que comenzaban a producir ellos mismos.

Consiguieron algunos pequeños espacios mínimos, de muy poco tiempo, cuatro horas de disco o una cosa así. Nosotros nos planteamos la idea de hacer un Reif. Entendíamos por Reif una fiesta que no parase durante varios días. Que durase toda la noche, amaneciese y continuase. Entonces nos lanzamos a la búsqueda de un lugar en las afueras de la ciudad donde no molestáramos y nadie nos parara.

La primera idea que tuvimos fue Canasí. Pero Canasí entendíamos que era un lugar muy agreste en cuanto a que no hay infraestructura de ningún tipo, electricidad, agua potable, nada; las dificultades para realizar una cosa así allí podían ser terribles. En el proceso de búsqueda e investigación, dimos con una playa a la que yo iba de niño con mi familia a pescar, Rotilla. Fuimos allí y funcionó.

Al principio era una fiesta para doscientas o trescientas personas, hippies todos. La mayoría venía del mundo rockero e hizo como una especie de transformación. Recuerdo que había frases muy específicas como “Joyvan estás quemando”, por la música que estaba poniendo. La mayoría de estos jóvenes aceptaba cierto margen de transformación; por ejemplo, Prodigy, Quimical Brothers, pero ya cuando Joyvan o los otros DJ entraban en mezclas más complejas lo veían como que “estaban quemando”.

Recuerdo también que en la ciudad no aceptaban esta música, ni siquiera reconocían a los Dj como Dj. Las mismas figuras de las instituciones les llamaban “pone ruidos”, “llena espacios” y otras cosas muy despectivas. Yo diría entonces que se llenaron estos dos nichos. Uno, brindar un espacio donde el público se sintiera bien; otro, la promoción de un tipo de música que comenzaba a entrar a Cuba en ese momento.

Rotilla en acción

A medida que el festival creció, ya en los últimos años, entre 2008 y 2010 (que fueron los años de mayor impacto), sin duda se convirtió en una pauta para la cultura no solo alternativa sino cubana. Ahí tocaba gente como Adrián Berazain, hubo representación internacional. Vino esta muchacha, Gabylonia, una rapera venezolana. En el último año, en el que no se hizo, uno de los Dj fundadores de Café del Mar, Padilla de apellido –no recuerdo bien su nombre– también fue invitado y no pudo por los problemas que hubo con las autoridades.

Muchos de los grupos que tocaron allí lo hicieron ante audiencias de miles de personas por primera vez en sus vidas. Los raperos, por ejemplo, nunca habían tocado ante audiencias tan grandes. Los mismos Dj nunca habían estado ante diez mil personas en una plaza.

También durante el proceso del festival hicimos una gira por toda Cuba, hay una película que lo refleja, Dance Floor Caballero. Fue una gira donde la pretensión era alfabetizar en provincias sobre la música electrónica. Estuvimos como en doce provincias aproximadamente y en cada una intentamos hacer pequeños conciertos. Evidentemente eso trajo sus resultados, hoy por hoy se escucha música electrónica en el interipr de Cuba y hay DJs en estas provincias. En Holguín hay un pequeño festival de música electrónica que se llama Electro Zona, organizado por Tico, un Dj bastante cercano a nosotros, amigo nuestro. La mayoría de estas tendencias y este conocimiento salió del trabajo que durante mucho tiempo hicimos nosotros.

También fuimos partícipes de las mismas instituciones, había un diálogo con ellos y al principio comprendieron el fenómeno hasta cierto punto, lo que nosotros representábamos, y durante un segmento, diría entre los años 2006 y 2010, recibimos cierto apoyo. Principalmente en el tema de acceder a espacios.

¿Fue el polémico concierto de Los Aldeanos, en 2010, la causa de que las instituciones usurparan Rotilla?                

Hay una serie de elementos que detonaron esto. Mucha gente intenta culpar a aquel concierto de Los Aldeanos, en este caso de Bian, pero realmente hay más elementos. Yo diría que el principal elemento fue el tema de la financiación del festival. Este era un festival que llegó a tener siete escenarios por donde pasaban unos trescientos artistas. Tenía un grupo de realización de 240 personas aproximadamente, y entre 25 mil y 30 mil personas de público.

Es decir, tenía unos costos bastantes severos para el contexto cubano. La financiación la obteníamos de varios medios, pero el donante más fuerte era Exit Festival. Un festival serbio, de los más grandes que posee la región, con un público asistente de casi medio millón de personas, con características parecidas a lo que nosotros hacíamos: cuatro días de fiesta ininterrumpida.

Ahí participan artistas del mayor perfil internacional, como Red Hot Chili Peppers, Madonna, Prodigy, Wu Tang Clan, DJs de alto reconocimiento, etc. Ellos eran nuestros principales financistas, además de algunas embajadas europeas también, empresas comerciales radicadas aquí como Bucanero, Papas and Company, Havana Club, entre otras. Con este conglomerado financiábamos el festival.

La particularidad de Exit Festival es que viene de un momento histórico donde, hacia el año 2000, la juventud serbia generó un movimiento al que llamó OTPOR, cuyo significado es resistencia. Ellos desalojaron a un dictador socialista que venía de la etapa comunista, Slobodan Milosevic. Justamente yo creo –porque los segurosos que me atendían en aquel tiempo hicieron varias veces referencia a esto– que se temía que ese grupo Exit deviniera de aquellos jóvenes y representara para nosotros un ejemplo en cuanto a liberación, insubordinación cívica o cosas de ese tipo.

Entonces pusieron la lupa en este financiamiento como el gran peligro. Evidentemente, el gran discurso en el concierto de Aldeanos representó la gota que colmó el vaso de la tolerancia hacia nuestras prácticas, digamos libertarias, dentro de ese festival. Nosotros no pedíamos previamente los temas que se iban a cantar ni los programas a los que se iban a presentar los artistas. Las autoridades nos pedían esto y nosotros nos negábamos, pues queríamos practicar lo más posible, dentro del contexto cubano, el ejercicio de la libertad de expresión. Esto para nosotros era importante, formaba parte del modus vivendi del festival y era algo que queríamos defender.

Por supuesto, las autoridades temían que el enorme público que asistía al festival se retroalimentara de esta información de libertad y democracia y se transformara en un ente liberador o en algún tipo de revolución espontánea. En una cita que tuve con estos segurosos una vez, me dijeron textualmente: “Matos, tú a toda esa gente podrías enardecerlos, sacarlos de ahí y hacer una revolución. Nosotros tendríamos problemas muy serios y no sabemos si esta es tu intención”. 

Evidentemente ellos temían un escenario de este tipo, ahí las condiciones estaban creadas por el gran número de público, todos jóvenes enérgicos, con mentalidad liberal. Sumado a muchos discursos de libertad, pues no eran solo los Aldeanos, ahí tocaban también Raudel Escuadrón Patriota, OMNI Zona Franca… Se proyectaba cine en un escenario bastante liberador, etc. Yo diría que fue más que censura, porque no fue una censura convencional. Fue el robo de un festival.

En los últimos años de Rotilla, Matraka comienza a producir Puños Arriba, un festival de rap cubano. ¿Bajo qué circunstancias se acoge esta otra responsabilidad?

Bueno, tengo que decirte que antes hay un antecedente. Matraka acoge la producción de Puños Arriba allá por 2008. Todavía Rotilla no había caído en la censura, que fue en 2011. Pero sobre el año 2005 o 2006, no lo tengo muy claro ahora, se realiza un gran evento de hip hop llamado La Comisión Depuradora.

La comunidad de rap se acerca a nosotros, que ya teníamos cierto prestigio en el ámbito de la producción de eventos. Se acerca y nos pide realizar un evento conjunto, porque desde la caída del Festival de Rap de Alamar realizado por Grupo 1 el hip hop estaba en el piso, no tenía grandes eventos, solo pequeñas peñas. Con esta comunidad realizamos un evento en los jardines de la Tropical con la mayoría de las bandas del hip hop cubano, la ya mencionada Comisión Depuradora.

Nosotros hicimos una producción muy profesional, con camisetas para todos, credenciales, servicio para los artistas, filmación de videos, locación, etc. Entonces esta comunidad quedó muy complacida, fue un gran estímulo para ellos.

Sobre el año 2008 se acercan a nosotros Aldo El Aldeano y Maikel Extremo. Ellos querían un evento que diera paso a una especie de mercado del rap en Cuba, para que el género comenzara a ser rentable y apreciado. La columna vertebral de este evento era la premiación de discos de hip hop que se realizaban de manera independiente, en estudios caseros.

A este evento le llamamos Puños Arriba por idea de los raperos mismos. El primer director de arte que tiene el evento fue Adrián Monzón, después fue Maikel Extremo y luego Soandry del Río. Estos fueron los tres directores que tuvo el evento y Matraka producía toda la logística, la financiación y tal.

Duró entre los años 2008 y 2016. Este último se hizo en una casa privada, pues ya nos habían sacado de todos los espacios públicos. Es muy interesante esto pues en el 2011 cae Rotilla pero nosotros conseguimos continuar defendiendo, como una cuestión diferenciada, este otro evento que tuvo bastante magnitud. No a la altura de Rotilla respecto a público y demás, pero sí alcanzó una magnitud muy importante.

Incluso lográbamos seguir accediendo a espacios estatales como el teatro América. Entonces teníamos algún tipo de operatividad y, como Matraka, además de estas producciones seguíamos haciendo documentales, varios de corte social. 

Recuerdo que a Puños Arriba también lo asociaron con el movimiento OTPOR…

Sí, obviamente hubo un tiempo en que la Seguridad del Estado se encasilló en que el logo de Puños Arriba, que era un puño con la bandera cubana encerrada en una especie de triangulo, devenía de este movimiento serbio, pues era muy parecido al logo que ellos utilizaban, un puño negro en alto. Entonces se volcaron a censurar y a presionar a este festival.

Al final nos sacaron de todos los espacios institucionales y nos vimos obligados a recurrir a espacios privados donde podíamos acoger apenas al diez por ciento del público que tradicionalmente tenía Puños Arriba. En el teatro América podían entrar 3,000 personas y en la casa donde hicimos el último evento solo podíamos asimilar, según la dueña, a 250 personas.

Esto provocó, por supuesto, molestias en la comunidad de hip hop. Algunas personas se lanzaron a decir que estábamos “elitizando” el rap, cuando en realidad nosotros estábamos haciendo el mayor esfuerzo por sacar adelante y continuar aquel evento. Ya después, por las constantes presiones, por el acoso a cualquier fuente de financiación que tuviéramos, se hizo prácticamente imposible continuar realizándolo.

¿Qué significó para ti trabajar con el movimiento de rap cubano?

Fue una de las experiencias más importantes que he tenido en mi vida. La igualo al haber trabajado con la comunidad de música electrónica. Fue el aprendizaje de un nuevo género en profundidad, descubrirlo directamente de la mano de sus artistas me dio el acceso a otra comunidad. Como diríamos nosotros en aquella época, a otra farándula. Al disfrute de este tipo de pensamiento, de proyección, de los códigos tanto estéticos como verbales en los temas que abordaban.

Fue una experiencia grande e importante, yo respeto mucho a esta comunidad. Creo haberme ganado respeto en sectores de esta comunidad. Me lo reconocen hoy, a mí y al equipo que trabajó como conjunto. Y sin duda quedó fraguada una alianza eterna. En el futuro o en el presente, si se diera una oportunidad de realizar eventos de tipo masivo, una de las comunidades que yo siempre tendría en cuenta sin duda sería la del rap.

Además, para mí el rap representó también uno de los movimientos de liberación ideológica más importantes que ha existido en Cuba. Sus letras, hablando de libertad y emancipación, son de las más significativas que yo he escuchado y de las que me he nutrido. Estoy muy orgulloso del rol que esa comunidad jugó y juega en el ambiente cultural cubano.

¿En estos momentos, cómo te autodefines?

En estos momentos me autodefino como un activista. Evidentemente es lo que he logrado mantener. Me quitaron prácticamente toda la capacidad de gestión y de producción, atacando nuestras fuentes de financiamiento, atacando a las personas que trabajaban con nosotros. Separándonos o saboteándonos con un discurso muy alocado ante las instituciones que emiten permisos para filmar en la calle, entrar en una playa, etc.

Entonces te ves lanzado a la categoría de no persona, como dijera Reinaldo Arenas. Es un tipo de ostracismo social donde no te queda más remedio que emigrar o simplemente enfrentar todos estos males como un activista.

Yo he escogido esta segunda opción. Me circunscribo al área del activismo cultural, pero con un activismo cívico en sentido general. Hoy pertenezco al Movimiento San Isidro, soy uno de sus miembros fundadores y hemos realizado acciones por los derechos culturales y artísticos, por la libertad individual y de expresión, que es la fundamental de la que se desgajan el resto de las libertades.

¿Cómo ha sido la represión hacia ti desde que te usurpan Rotilla hasta el momento?

Hay que marcar que ha habido diferentes etapas. Ya desde el 2006 yo tenía presión directa de la Seguridad del Estado. Ahora, el tratamiento era otro, más conciliatorio o de diálogo al menos en apariencia. Pero después que cayó Puños Arriba allá por el 2015, y desde que integro el Movimiento San Isidro en 2017, he vivido una represión intensa que implica todo tipo de acciones, muy cuestionables, de las autoridades.

He sido detenido y encarcelado en varias ocasiones, más bien tipo secuestro. Te pueden coger en la calle, no te permiten llamar a tu familia, te trancan en un calabozo y te tienen ahí uno o dos días. He sido llevado a interrogatorios en varias ocasiones por las cuestiones más tontas del mundo. En estos interrogatorios me he dado cuenta que mi teléfono celular está totalmente pinchado y escuchado. Ellos manejan toda mi información personal, la de mi familia, etc.

Mis datos móviles en los últimos meses han desaparecido mágicamente. Me han cortado la señal de internet cuando han querido. Otros miembros del Movimiento San Isidro, principalmente Luis Manuel Otero, la ha tenido peor todavía. En apenas dos años ha sufrido alrededor de cincuenta detenciones, en peor escala de las que he tenido yo. Amaury Pacheco también sufrió la vandalización en su propia casa y ha sido golpeado en medio de algún arresto.

La represión ha sido de lo más intensa y nosotros hemos sido tratados como los peores delincuentes. Recuerdo, anecdóticamente, una situación en la que yo fui detenido por algo más de 24 horas, porque iba a haber una protesta de los muchachos que organizaban la red esa que estaba por La Habana, la SNET, pues se la estaban quitando. Yo publiqué la protesta en Facebook y al otro día fui secuestrado en plena calle, cuando iba a comprar pan. Me llevaron a una estación de policía y me trancaron en la peor de las mazmorras, donde no tenía cama ni banco ni asiento. Absolutamente nada, era de dos por dos, un hueco en el piso desde donde por la noche salían ratas.

Yo veía que durante la noche entraban y trancaban a delincuentes… uno que había acuchillado a alguien, otro que había violentado y golpeado a una mujer. Los llevaron, les dieron cobija, colchón, los trancaron en lugares donde tenían camas de cemento… y yo estaba tirado en el piso entre ratas. Es decir, un activista es peor tratado, o tratada, que el peor de los delincuentes. Esto muestra la discriminación a la que es sometido el activismo y el pensamiento diferente en Cuba.

El último Puños Arriba que se realizó fue en 2016. ¿De ese tiempo hacia acá en qué has estado trabajando?

Además de Puños hemos hecho una serie de filmografías. Matraka, entre el año 2006 y 2017, tiene una veintena de materiales audiovisuales realizados. Algunos están en internet y otros no los consideramos de tanta calidad y los guardo yo. Después que el último Puños cayó, hicimos un par de materiales audiovisuales más, pero nos dimos cuenta que se hacia imposible continuar con filmaciones ya que para tú hacerlo en la calle necesitas permisos de instituciones. Sin estos permisos, un policía te para en la calle y te puede decomisar los equipos.

Entonces, como no nos daban permisos ni nos dejaban hacer absolutamente nada, nos podeiamos producir absolutamente nada excepto escondidos o en interiores. También nuestras fuentes de financiamiento mermaron mucho, porque casi no estábamos produciendo.

También el 70% de los miembros de Matraka emigró y se desintegraron los equipos que componían aquella productora independiente.

Partiendo de la complejidad de los tiempos en que nos encontramos, ¿crees que existen aspectos positivos a ser utilizados por artistas y activistas para ejercer presión en pos de aperturas en el ámbito del arte y la libertad de expresión?

Sin dudas. Cada generación que inicia un nuevo proceso corre un poco más el muro. Antes de nosotros, que comenzamos en 1998, hubo otras vanguardias que hicieron cosas. La cuestión es que la memoria histórica ha sido borrada por las instituciones con toda intención. Entonces es difícil recorrer todos estos procesos y reconocer los que existieron anteriormente.

Pero cada generación que incurrió activamente en la creación artística, en la vivencia cívica, corrió un poco más el muro y dio espacio a la generación siguiente, que a su vez pudo correr más el muro. Yo diría que la base fundamental que se ganó de aquello es que fuimos parte combativa frente a la “batalla de ideas” comunista. Nosotros fraguamos un nuevo pensamiento, en este caso de libertad.

Me atrevo a decir que grupos como Los Aldeanos, Raudel, La Alianza, Soandry y otros conjuntos de raperos, pero también otros músicos como Robertico Carcacés con su discurso en la tribuna, han ido quebrando la roca que era el pensamiento uniforme que rige la cultura cubana.

Esto es muy importante, pues de estas personas se han alimentado la juventud y la sociedad en general. Hoy la gente entiende que hay un pensamiento diferente. También se ganó algo, que es internet. Una ventana a la libertad donde cada persona puede escoger qué medio de prensa lee, la música que escucha o lo que ve, etc.

Se ha avanzado mucho en la ruptura del cerco ideológico, donde se proyectaba Cuba como un solo elemento. Se ha demostrado que Cuba tiene múltiples cuerpos, diferentes segmentos que defienden sus intereses, ya sea el del activismo, el de una música o género musical en específico, el de los sectores raciales, el de los de género, el de los sectores feministas, etc. Cada cual lucha por su propio interés, lo cual es completamente válido.

Esto ha sido parte de este proceso de liberalización. El proceso de encontrar la propia identidad y defenderla, de combatir en una especie de lucha ideológica. Fidel castro la llamó “batalla de ideas”, y la manera de enfrentar eso, una manera muy cívica y muy pacífica, ha sido desde el interés individual o profesional de cada uno.

Yo creo que se ha ganado y evidentemente se puede ganar mucho más. Y desde esta misma separación de intereses se podría construir una nación futura “con todos y para el bien de todos”.

Si de momento se generara un cambio social y tuvieras el poder de intervenir en las políticas culturales, ¿qué propondrías tú?

Una gran descentralización. Tú me preguntas específicamente por lo cultural pero me veo obligado a ir hacia elementos más generales. Hacia la descentralización en materia económica, el respeto a la propiedad (no solo a la privada sino también a la intelectual). Aquello que es tuyo debe ser respetado por encima de todas las cosas, porque esa es la base de la paz social y del progreso también.

Desde el área cultural, me atrevería igualmente a descentralizar muchísimas de las cuestiones que están en poder del Ministerio de Cultura. El Ministerio de Cultura no tiene por qué tener el monopolio de la cultura cubana ni ser su único financista.

Estoy de acuerdo en que, por supuesto, tiene que haber un ente que financie, custodie y resguarde ciertas manifestaciones que no son, digamos, las más populares o las más comerciales, y que sin esta atención podrían morir. Me atrevería a hablar de la música campesina y una serie de cuestiones un poco más cerradas que no son lo más pop o lo más comercial. Pero nunca promovería la idea de que el Ministerio de Cultura defina quién es un artista o quién no está calificado para serlo, cuando esto solo corresponde a la individualidad y sensibilidad de la persona.

Básicamente el Ministerio de Cultura, además de acaparar y administrar todas las instituciones y espacios públicos, se ha vuelto un monopolio. Además de esto, se ha vuelto el gran censor de toda manifestación o de todo artista que no esté en componenda con lo que ellos llaman la “política cultural cubana”: Con la revolución todo, fuera de la revolución nada.

El Ministerio de Cultura se ha apropiado de esto, lo ha asumido como divisa ideológica y lo sigue imponiendo 60 años después. Al punto de crear una ruptura constante, consiguiendo que cientos de intelectuales se vean obligados a emigrar dejando la cultura nacional en una especie de hecatombe. Pues hay que ver en lo que ellos transforman los eventos culturales.

Por ejemplo, se apropiaron del Festival Rotilla, que podrá sonar un poco demagogo pero me atrevo a catalogar de exitoso cuando ellos lo capturan y lo convierten en “Verano en Gibacoa”. El resultado es un desastre: se desencadena la violencia y la proyección es mediocre, con un pésimo gusto. Y es que los funcionarios son todos cuadros del partido, sin sensibilidad hacia la manifestación artística, que se ven abocados a seguir el mismo discurso institucional, un lastre para la cultura cubana.        

Básicamente, yo descentralizaría todo.