Otero Alcántara y el linchamiento nacionalista

 

La foto de una bandera cubana hincada en el trasero desnudo de una artista, falsamente atribuida a un performance de Luis Manuel Otero Alcántara, ha sido por estos días uno de los instrumentos de manipulación preferidos de quienes, no contentos con el encarcelamiento del joven creador independiente, posan de patriotas impolutos y moralistas del diseño gráfico para hacer leña del árbol caído incluso en el exilio. Gente que se supone salió huyendo de la censura y la cerrazón seudopatriótica arremete contra un Otero Alcántara que ni siquiera puede defenderse.

La buena noticia es que cuenta con cientos de colegas, activistas y admiradores –tanto de su arte como de su valor cívico—que ahora mismo hacen de su defensa una cuestión de honor.

Porque ni siquiera siendo de su autoría el famoso performance de la banderilla en el trasero merecería Otero Alcántara tanto escándalo insípido, primitivo.  En esta suerte de linchamiento nacionalista del artista preso sale a relucir lo peor de cierta cubanidad psicópata, postalita, cuyos vínculos con la Seguridad del Estado castrista, por activa o por pasiva, son más que evidentes.

Con esto del retorno del escándalo por las banderas “ultrajadas” –es cíclico– me acordé de este blog que allá por 2009 operó como una iniciativa creativa contra la uniformidad totalitaria y logró reunir a más de cien blogueros –para la época, cuando Facebook y Twitter aún no «sonaban» mucho, sin duda una hazaña– con distintos diseños de banderas individuales. Luego de algunos meses de andadura, la iniciativa logró ser diluida por los de siempre, los eternos quejosos, los «intelectuales» yo-yo, los que nunca están de acuerdo con nada, los que siempre le encuentran peros a todo. Algunos de ellos supuestos anticastristas pero en realidad odiadores, acomplejados y sujetos de distracción al servicio, directo o indirecto, de la dictadura en Cuba.

Por cierto, uno de los principales instrumentos al servicio de regímenes totalitarios como el castrista es la propaganda alrededor de símbolos e imágenes unitarios. Pero también uno de los principales instrumentos al servicio de regímenes totalitarios como el castrista ha sido siempre el linchamiento moral. Que si la bandera tiene que estar así o asao… que si patriotas y mercenarios… Un problema que siempre han arrastrado los cubanos pero que con el castrismo, tan enfermizamente concentrado en la trascendencia y la simbología, se ha agudizado pionerilmente: no saben cómo dejar de desatar tormentas en vasos de agua. La excesiva auto-importancia, la solemnidad censuradora, están en la raíz de la Cuba fallida que durante más de un siglo ha pretendido disfrazarse de nación para, entre otros objetivos, esconder un infantilismo cultural que viene actuando destructivamente ya desde antes del fusilamiento de los siete estudiantes de medicina… precisamente “profanadores” de un símbolo.

No olvidemos que más allá del arte o la representación artística –el performance, etc.– una enseña es solo un diseño. Y más allá de un diseño, una simbología, la cual a su vez no es más que diseño… sociopolítico. En cualquier caso, para un considerable porciento de la especie humana, una bandera es hoy lo que en la prehistoria era una cueva. Un espacio para protegerse, en colectivo, del terror a enfrentar individualmente la libertad.

Del terror a enfrentar lo que defiende Luis Manuel Otero Alcántara.