3000 es el número de la represión

 

De hace tiempo vienen las polémicas con el llamado Decreto 370, que regula los posts en redes sociales de los ciudadanos residentes en la isla y, por ende, la libertad de expresión. Ya algunos periodistas independientes y activistas han sido sancionados a pagar multas de 3,000 pesos bajo los efectos de esta ley, por mostrar en redes la gran catarsis que está viviendo el cubano de a pie. Resulta absurdo que en tiempos tan difíciles el gobierno, en vez de buscar el contento popular y la salida de esta crisis, se centre en la represión y las arbitrariedades.

Las calles son una viva representación del clásico de George Orwell, 1984, con altoparlantes en ciertos lugares que repiten como consignas las obligaciones del pueblo y sobre todo las medidas que serán aplicadas en caso de incumplimiento. Esto apoyado por un aumento de la vigilancia policiaca y el maltrato a las personas que salen a las calles en busca del escaso sustento que puedan encontrar. Días atrás en mi barrio, El Bahía, del municipio Habana del Este, presencié un escándalo a causa de que habían sacado pollo en una tienda y un policía –no sé por qué razón– golpeó a uno de los que hacían la cola.

Varios diarios independientes han publicado la noticia de la violación de dos policías a unas menores de edad en el municipio de Marianao. Según lo que cuentan estas muchachas, los policías las interceptaron cuando se dirigían a hacer un mandado y las montaron en la patrulla alegándoles que recibirían 3,000 pesos de multa, pues no se podía andar en la calle. Los uniformados, conocedores de la gran escasez económica que viven muchos cubanos  –más los de esas zonas periféricas–, usaron como excusa la multica para intimidarlas y acometer sus macabros propósitos. Esperemos que se haga justicia y se esclarezca públicamente un hecho tan vergonzoso.

Hace unos días me contaba una amiga que a unas amistades le habían puesto 3,000 pesos de multa por andar sin mascarilla en la calle. Me le reí en la cara pues, aunque conozco los pies que meten las autoridades cubanas, en verdad me sonaba iluso que alguien fuera multado por andar sin macarilla. Cuando más, requerido.

En verdad el iluso fui yo y lo descubrí el pasado 19 de abril, cuando me dirigía a mi casa en bicicleta. Venía desde la Habana Vieja, de recoger algunos alimentos que una amistad me había conseguido. Quien monte bicicleta sabe lo necesario de la respiración y más si se está recorriendo largas distancias, por lo que entenderá que usar mascarilla montando bicicleta es incómodo.

Me encontraba saliendo del anillo del puerto para entrar a Regla cuando me paran dos patrullas y me preguntan por qué no uso el bendito “nasobuco”. Les explico que lo tengo en la mochila y que montando bicicleta –cuando además no estoy en contacto con ningún ser humano— me es molesto. Sin analizar mucho mi argumento, me dice el oficial que me conduciría a la estación para ponerme 3,000 pesos de multa dado “que el presidente Miguel Díaz Canel había dicho” que al que no tuviera mascarilla le tocaba esa multa.

En ese momento para colmo andaba sin carnet de identidad –el cual, gracias a Dios, nunca me pidieron—, no me quedó más remedio que poner cara de gato de Shrek (si me vieran los guapos de mi barrio me habrían dicho que toqué tres). Como bien aprendí del Arte de la guerra y de Maquiavelo, hay peleas que se deben evitar en ciertos momentos. No obstante, después que me libré de tales lacayos, sentí las mezquinas risas por el mal rato que me habían infligido. Ya entendía por qué no me habían pedido el carnet y que todo había sido un momento de aburrimiento en el que los oficiales necesitaban sentirse poderosos. Graciosos los niños. Entiendo, por la ignorancia y casi analfabetismo de gran parte de los policías de Cuba, que no tienen otra forma de liberar el complejo de inferioridad que sienten por ser vistos ante la sociedad como la escoria indigna del país, marionetas del sistema, un verdadero chiste. Quizás intimidan, pero eso no les garantiza respeto. Ya hasta violadores son… ¿qué más bajo se puede caer?

Estoy consciente de las medidas de protección e higiene que debemos tomar en estos tiempos de epidemia, pero no es razón para que alguien sea multado con 3,000 pesos en caso de no llevar mascarilla. Además, si una persona está caminando sola por algún sitio sin tener contacto con otros seres y no quiere usar el bendito trapo, está en su derecho. No hay razón para irnos al extremo con la paranoia colectiva infundida por los medios de comunicación, incluidos los cubanos, que no paran de meter miedo a las personas cuando lo que el pueblo necesita son mensajes de calma.

Todas estas acciones represivas, agudizadas en estos tiempos, tanto las multas y citaciones a periodistas independientes como otros abusos, algunos en nombre de Miguel Díaz Canel, evidencian que la política con los ciudadanos no es mantenerlos contentos, ni buscan su bienestar. Mientras más reprimidos y atemorizados estén, mejor.

A veces temo que el 370 sea una táctica para distraer la atención de los periodistas independientes. Aunque la denuncia ante este decreto puede convertirse en un mal para el gobierno, como lo fue la 349. Se sabe que los políticos a veces escogen entre varios males el menor, con el que mejor pueden lidiar.

De todos modos, vamos a seguir denunciando en redes sociales y medios independientes lo que está pasando en las calles. No vamos a pagar multas por ejercer el derecho de expresarnos libremente, ni por no llevar mascarilla. Recuerdo que al principio de esta pandemia, cuando los padres querían enviar a sus hijos con mascarilla a las escuelas, no los multaban porque Dios es grande. Además que la economía de las personas no está como para pagar una multas que en ningún país civilizado tienen cabida. Quienes tengan que ver con el asunto, que se preocupen por abastecer los mercados. Bastante vacíos están.