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Viernes de Tertulia, una década de encuentros culturales

Viernes de Tertulia, el encuentro cultural que coordina en Miami el escritor Luis de la Paz, invita el próximo viernes 18 de noviembre, a partir de las 8:00 p.m., a festejar «una década de trabajo en el mismo lugar donde comenzamos, en el Miami Hispanic Cultural Arts Center (111 SW 5ta Avenida)».

«En enero del año 2013 comenzó Viernes de Tertulia», declaró De la Paz. «Proponía un encuentro con los protagonistas de la vida cultural de Miami. Ya han pasado diez años desde aquel primer evento con la periodista Olga Connor. Diez años de trabajo, de buscar dejar una huella. Creo que se ha logrado».

«Una selección de fotos de las tertulias proyectándose en una pantalla, narrará nuestra historia», abundó el coordinador de Viernes de Tertulia. «Mientras, quienes asistan tomarán vinos, comerán bocaditos y recordarán los eventos que hemos realizado».

Día: Viernes 18 de noviembre de 2022
Hora: 8:00 p.m.
Dirección: Miami Hispanic Cultural Arts Center
(111 SW 5ta. Avenida, Miami)


 

Santiago Morales, el hombre que regresó del infierno

Santiago me advirtió el resultado de estas elecciones. De alguna manera sabía que la juventud estaba contra Trump. Hablaba el inglés con fluidez. Había estudiado el High School en USA. Se conocía al dedillo la sociedad americana. En el momento de los comicios anteriores, muchos cubanos se sorprendieron cuando Santiago Morales pidió el voto para Joe Biden y yo aseguré que no se trataba de un comunista. Bastaba con revisar la votación de Biden a favor de las transmisiones de Radio y TV Martí hacia Cuba. Con eso no se jugaba. Era obvio que Biden no era «un peligroso hombre de la izquierda marxista», como lo presentan sus adversarios. Santiago era demócrata y yo independiente. Unas veces votaba con los republicanos y otras con los demócratas. A veces votaba con los libertarios. Dependía del candidato. También votaba en España. En ese caso, dependía de dónde estuviera radicado.

Recibo puntualmente la “Nota de dolor” que me envía la Unión de Expresos Políticos Cubanos. Acaba de fallecer Santiago, mi entrañable amigo, quien fue preso político. Tenía 80 años. Son más de 100,000 hombres y mujeres. Algo más del uno por ciento de la población cubana. Si fueran los gringos, alcanzaría el millón doscientos mil personas pasadas por los calabozos. Han transcurrido más de 60 años y aún hay más de mil prisioneros de conciencia. Todos han pasado por las cárceles políticas de los Castro. Unos, pocos meses –como es mi caso, porque me escapé a los 17–, y otros muchos, hasta 10, 20 o 30 años en condiciones infrahumanas, como sucedió a los comandantes de la revolución cubana Huber Matos y Jaime Costa, conocido como “el Catalán”, a Roberto Martín Pérez, al líder sindical Mario Chanes de Armas, exasaltante del  Moncada y expedicionario del Granma, o al poeta Ángel Cuadra, fundador del Pen Club en el exilio cubano, por sólo mencionar a unos cuantos fallecidos. Muchos han perecido por fusilamiento o por maltrato en los más de sesenta años que lleva esa dictadura. No menciono a los centenares o miles de muertos, ahogados o devorados por los tiburones en el estrecho de la Florida, porque es un número bastante impreciso de personas, aunque se calcula que el resultado de sobrevivir en una precaria balsa es del 50%. Por cada persona que consigue llegar a Florida, una muere en el intento.  

Santiago Morales Díaz. Nota de dolor
(Las aclaraciones en cursiva son mías)

Natural de Pinar del Río, se incorporó a los campamentos de entrenamiento en Centro América con 19 años, el 1 de julio de 1960, siendo el Brigadista #2531 (La numeración comenzó con el #2500, así que fue uno de los primeros. La Brigada de Asalto fue llamada 2506 en homenaje a un joven que tenía ese número y murió durante los adiestramientos). Nació el 16 de marzo de 1942. Infiltrado en Cuba para apoyar a los grupos de resistencia en La Habana, fue arrestado y condenado a 30 años en la Causa 41/1962 de La Cabaña. (No lo fusilaron porque era menor de edad y la ley, entonces, lo prohibía, algo que el gobierno ignoraba con frecuencia). Su número era el 31,013 en el Presidio de Isla de Pinos. Luego le radicaron la Causa 513/1967 de La Habana (dado que se fugó de la cárcel, estuvo varios meses escondido a la espera de un barco clandestino que nunca llegó a Cuba. Más adelante fue recapturado). Indultado el 25 de mayo de 1979 (por gestiones del banquero Bernardo Benes de acuerdo con la administración de Jimmy Carter, quien admitió a casi tres mil presos políticos cubanos en su país), emigró a EE.UU. donde fue un próspero hombre de negocios que jamás olvidó su compromiso con la causa por la libertad de Cuba. (Fundó en Miami Maxi-Force, una empresa dedicada a la fabricación y exportación de piezas de repuesto para maquinaria agrícola de marca. Llegó a vender varios millones de dólares anualmente. Fabricaba, fundamentalmente, en Turquía).

Hasta ahí la “Nota de dolor”. Santiago Morales me refirió algo que había aprendido de una manera escalofriante. En 1962, cuando él cae preso, y fines del 66, cuando consigue evadirse de la cárcel, se había producido la transformación de Cuba. Aquel pueblo levantisco y rebelde, que se había sacudido el yugo español, las dictaduras de Gerardo Machado y la de Fulgencio Batista, se había convertido en una sociedad temerosa de marionetas arratonadas. Las represalias del régimen castrista, y el temor a la muerte, habían logrado, como en todos los países que formaban el Este de Europa, una ciudadanía que aplaudía “sinceramente” su propia destrucción. El comunismo constituía una tiranía perfecta.

¿No tienes resentimientos contra EE.UU. cuando te infiltraron, inútilmente, en Cuba? –le pregunté una tarde-noche en su casona de Coral Gables.

Se quedó mirándome sorprendido. Prendió un habano y me dijo: “No. Era muy difícil luchar contra ese tipo de dictadura. Yo era un chiquillo inexperto y tenía 18 o 19 años. A esa edad no se envía a la muerte a un muchacho. Pero nadie me obligó a infiltrarme en Cuba. Eso sí, todos los infiltrados por la CIA en el Este fueron cazados sin piedad y ejecutados. De eso me enteré mucho después. Los métodos represivos de las dictaduras son diferentes”.

Afortunadamente, después de pasar casi 20 años preso, logró reunirse con su noviecita cubana, Eloísa Ferro, y vivió felizmente casado con ella hasta que le cerró los ojos. Murió de cáncer de páncreas. He conocido pocas personas más deseosas de continuar viviendo.


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‘Hierros de La Habana’ en La Otra Esquina de las Palabras

La actual sede de La Otra Esquina de las Palabras en el Museo de la Diáspora

La Otra Esquina de las Palabras, la tertulia que organiza en Miami el poeta Joaquín Gálvez, invita a la presentación del libro Hierros de La Habana, de la arquitecta Ileana Pérez Drago. Se trata de un estudio sobre la herrería colonial habanera. Pérez Drago también dará una charla sobre la arquitectura capitalina de este periodo.

Día: Sábado 12 de noviembre
Hora: 7:30 p.m.
Dirección: Museo Americano de la Diáspora Cubana
(1200 Coral Way, Miami, FL 33145)

Ileana Pérez Drago (1964, La Habana). Doctora en Arquitectura por la Universidad Politécnica de Madrid, especialista en Restauración Arquitectónica por la Universidad de Valladolid y arquitecta por el ISPJAE, en La Habana. Su experiencia profesional la ha desarrollado en proyectos y obras de rehabilitación en el Centro Histórico de La Habana y en proyectos y obras de arquitectura de interiores en Madrid y Ciudad de Panamá. Dirigió la actividad docente y fue profesora en la Escuela-Taller de Restauración Gaspar Melchor de Jovellanos, de la Oficina del Historiador de La Habana en su primer ciclo (1992 a 1994). Investigó por más de diez años sobre la herrería colonial de La Habana en el siglo XIX. Como resultado de su tesis doctoral, publicó el libro Hierros de La Habana con la Fundación Diego de Sagredo, de Madrid, ciudad en la que residió por veinte años. Actualmente reside en Miami.


 

La danza de la sanación

Habiendo sido la danza mi primera pasión inolvidable, conozco bien su poder de seducción. Y no solo sobre aquel que nos mira, sino, en primera instancia, sobre nosotros mismos. Danzar como camino de autodescubrimiento.

Bailar funciona como una especie de exorcismo de las falsedades con las que nos revestimos usualmente. El cuerpo no miente. Tanto la liviandad como la consistencia de nuestras emociones se delatan al movernos. El baile las pone en evidencia. Funciona mejor que un test de personalidad.

Tengo un ritual: cada día, en la intimidad de mi casa, me regalo una danza. Al moverme, me dejo llevar por mis emociones y ello cumple un doble propósito: activo mi energía terrenal y recuerdo el poder de mi sensualidad.

Siendo la danza de naturaleza dionisíaca, nos llama al placer, y este diluye la resistencia para conectarnos con el background de nuestras emociones; al danzar, las liberamos, dándoles la posibilidad de la sanación. Nos hacemos de un cuerpo más sensible. El cuerpo danzante como alquimista de las emociones. Como vía expresa de la espiritualidad.

Y qué decir cuando del cuerpo danzante brota el cuerpo amante, fluyendo desde la visceralidad del deseo.


 

En México, Marcha por la Democracia el domingo

Desde que tomara el poder en 2018, el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, ha ido encaminando su gobierno hacia el territorio de la intolerancia con quienes no piensen como él —aunque, oh, paradoja, no estoy muy seguro de que él esté capacitado para pensar.

López, adorador de las dictaduras de izquierda y por consiguiente de los representantes de estas —cautivado, además, por Donald Trump—, ha dado muestras en estos cuatro años de la intransigencia, el despotismo, la puerilidad y el narcisismo que, entre otras “virtudes”, caracterizan a los comunistas de barricada latinoamericanos.

Poco a poco, López ha ido situando en puntos claves de su administración a sus prosélitos —ya sabemos que gente vil o al menos errátil no escasea—, a la par que, en sus soporíferas ruedas de prensa mañaneras ha detractado, aun con furia, a sus oponentes, a quienes invariablemente llama “conservadores” —si bien, se infiere de sus alocuciones, no tiene la menor idea del significado del término “conservador”—. Asimismo, ha puesto todo su empeño en desmantelar ciertas instancias de corte democrático a la vez que ataca mediante adjetivos de matón de barrio, de chusma cinta negra, a los medios de prensa que han criticado su gestión.

En la actualidad, el presidente de México lleva a cabo una clara maniobra para modificar o eliminar el Instituto Nacional Electoral (INE), con el propósito de ubicar en este, como ya ocurrió con Notimex o la Comisión Nacional de Derechos Humanos, a personal bajo su mando.

Desde su fundación, en 1990, con el nombre de IFE (Instituto Federal Electoral) —lo cual significó un notable avance para la democratización del país—, no existen pruebas de que el INE haya practicado el favoritismo, la inequidad en alguna de las elecciones políticas, bien locales o estatales o federales.

El próximo domingo 13 de noviembre, miles de mexicanos participarán en la Marcha por la Democracia para así demostrar que están a favor de la permanencia del INE, del libre pensamiento, la igualdad, la inclusión y en contra de la aberración dictatorial.


 

Destapando truenos

A propósito de La que destapa los truenos, obra de José Hugo Fernández sobre la poesía de Lídice Megla, Editorial Dos Islas, Miami, 2022.


La editorial Dos Islas, de Miami, acaba de publicar La que destapa los truenos, un libro de José Hugo Fernández dedicado al estudio de la obra de la poeta Lídice Megla. Al mirar el objeto libro, y más específicamente a su exterior diseñado por la poeta y editora Odalys Interián, que también lo prologa, lo primero que se ve es muy acogedor y, a la vez (si se mira de forma más inquisitiva), inquietante: Un paisaje de pinos entre la nieve y, dominando el centro, la poeta, que parece apoyada (y he aquí lo “inquietante”) en un tronco medio inclinado que abre en lo alto, como si suplicara, los flejes huesudos de sus ramas; la poeta, digo, está ahí como atrapada en un paso de baile que contrasta con el rígido cadáver del árbol y, en cierto modo, con la totalidad apacible que la envuelve. ¿Podría funcionar (la foto, digo) como una metáfora de este libro y, en general, de la obra de Lídice? La respuesta, por supuesto, está en la lectura, tanto de la poesía, como del profundo, ameno y didáctico texto que el autor le dedica. Porque puede asegurarse, para empezar, que eso —desentrañar esa paradoja—, es lo que Hugo intenta en este, el tercer libro que destina al estudio de la obra de un autor. (Antes se ocupó  de la poesía y la narrativa de Félix Luis Viera[1]  y, después, de la poesía de la poeta y editora Odalys Interián[2]. )

Para hacerlo, Hugo se vale como siempre de una prosa ágil y perfecta en la que su erudición no oscurece, sino, por el contrario, aporta información y reflexiones que ayudan a entender el modo con el que se debe encarar la lectura. La naturalidad de sus ideas y de sus referencias comienza desde las primeras líneas. Cito:

“Soga por la que sube el náufrago. Eso fue aquel libro para Lídice Megla, la exquisita poeta que aún no sabía que lo era. Tampoco supo que sería su Shungita (luz para el aura), ni que justo para darle vida, algún hado quizá o la concurrencia de azarosos eventos la llevaron a Nanaimo, en Vancouver Island, Columbia Británica. Isla donde salvaguardar la isla de su fuero interno. (P. 17, § 1).

Y ya estamos dentro. Y enseguida queda claro cuál será el procedimiento que seguirá. Para que se comprenda, tomemos este ejemplo: la descripción de los primeros pasos como poeta de Lídice. Hugo no solo transmite sus apreciaciones en relación con los primeros textos de la poeta, sino que hace además lo más ortodoxo si cabe: le da la palabra. Es decir, coteja la obra en cuestión, sus opiniones personales y la visión de la propia autora sobre lo que hace; una tríada que permite: 1) visualizar con citas muy pertinentes parte del modo y del sentido de la poesía objeto de estudio, 2) atender las reflexiones que aporta él en cuanto autor, y (para establecer el contraste justo) 3) escuchar las interesantes consideraciones de la poeta. De modo que el lector, una vez completado ese triángulo —con todos esos elementos—, esté en condiciones de formarse un criterio íntegro, previo al conocimiento directo de la poesía en cuestión. Esto en referencia solo al  lector que la desconoce. Para el resto queda abierto el debate.

Y eso se repite acertadamente (puesto que de un procedimiento se trata)  en todos y cada uno de los ocho capítulos que compartimentan (también acertadamente) el libro. A saber (y en este orden):

-FUERA DE ÓRBITA, donde Hugo expone los orígenes de la poesía de Lídice.

-LO QUE ENCIENDE LA MECHA, donde analiza el posible porqué del proceso creador de la autora (y del “proceso creador” en general), a través de hipótesis que van desde las expuestas por la neurociencia hasta las ideas sobre el tema que dejaron por ahí creadores como Virginia Woolf, Sainte-Beauve, Proust, Baudelaire, Mallarmé… Y todo para acercarse, con esas herramientas, al poemario Totémica insular. Se trata, pues, de un análisis panorámico inmersivo, de gran riqueza intelectual, que proporciona muchos elementos para meditar sobre tan fascinante misterio.

-EL SECRETO ESCONDIDO DE LA TIERRA, donde resalta el deslumbramiento de la poeta por la naturaleza. Lo que aprovecha para establecer un interesante paralelo entre el “campo cubano”, del que procede, y el “campo canadiense” al que llega. Y, al hacerlo, Hugo pone en cuestión el cliché repetido por Louise Glück que pondera el paisaje de la infancia (“Miramos el mundo una sola vez, en la niñez, lo demás es memoria”), y se acerca más a la idea de W. H. Auden que (y cito) “estimaba connatural y hasta necesario que los artistas cambien la visión del mundo para renovar su poética”. (P. 34, § 1). Tesis que no niega, pero sí matiza, el tópico que sobrestima a la infancia respecto del resto de la vida. El caso de Lídice lo justifica.

-TRANSFORMAR COSAS SENCILLAS CON MILAGROS, donde analiza “Oficio de palabrera”,  poema que es, según la propia Lídice, una declaración de amor a la poesía. “…“Este es uno de mis poemas favoritos –puntualiza la autora–, con él intenté resumir mis nuevas posiciones ante el tema amoroso y ante los hombres que amé y no amé. Es también un homenaje, y un mensaje, a la poesía, para que ella sepa que soy suya. Los otros pueden creer lo que quieran, pero lo cierto es que sólo ella es mi gran amor”. (P. 39, § 1.)  Aquí también Lídice hace una confesión con la que me identifico: “Aún escribía  totalmente para mí (dice) como único lector o hablante. Y seguía pensando en no publicar nada. Mis poemas eran mi compañía, mi diario personal e íntimo. Y verdaderamente creo que de alguna manera continúo en la misma actitud en relación con eso”. (P. 40, § 1.)

-LA LUCIDEZ, donde se centra en el libro Espejo de isla, publicado también en 2022 por la misma editorial. Aquí Hugo resalta los silencios, la parte no expresada del poema, lo sugerido… eso que va a continuación del verso o del poema, en el espacio en blanco o, incluso, en el vacío que desborda la parte física del libro. Lugar (si es que podemos considerarlo como tal) donde se halla lo mejor de la poesía, sea eso lo que sea.

-ESE EXISTIR EN LO VERDE, donde se aborda el tema de su poesía más reciente, “el verde”, es decir, el paisaje, el bosque… como soportes metafóricos vehiculares de todo ese mágico universo. Hugo destaca su lado más lírico a partir del poema “Carta al bosque”. “Ese existir en lo verde hasta mi último día”. (P. 54, § 2) Y establece ciertas “convergencias” nada insidiosas, pues ni siquiera son de la preferencia de Lídice. Algo que devela otro de los tantos misterios de la creación literaria: el de las “coincidencias”.

-EL REINO DE LO MINÚSCULO, donde Hugo resalta la elegancia del estilo de Lídice. Elegancia, palabra clave. Así lo expresa Hugo: “Elevar lo pequeño, lo sencillo, lo presumiblemente inane a un plano de existencia encantador. Por ahí van también las coordenadas de su elegante estilo: apropiación del entorno, soledad, firmamento estético y recreación de lo vivido a través de la memoria”. (P. 61, § 2)

Y, por último, EL SUEÑO HA DE TENER EL ESPESOR DEL VIENTO, donde se convoca nuevamente a Borges, quien “le mueve el esqueleto” a Lídice, según confiesa ella. Y se extiende en el análisis del término “lirismo” de esta poesía a partir de aquella idea de Hegel que asegura: “El contenido de la poesía lírica es el propio poeta”. A lo que Hugo añade, para terminar, una consideración en cierto modo sinóptica: “(Ella) renueva la atmósfera un tanto gangrenada de nuestro actual firmamento lírico”, y es (para cerrar dicha sinopsis) una “poeta de inusual originalidad, a pesar de lo cual aún no es suficientemente reconocida (…) Pero a ella no parece importarle”. (P. 71, § 2)

Consideraciones finales

Primero un matiz: En el párrafo anterior Hugo escribe que Lídice es una “poeta de inusual originalidad, a pesar de lo cual aún no es suficientemente reconocida”. Subrayo “a pesar” porque ¿no será precisamente esa originalidad la razón de tal insuficiencia de reconocimiento? La originalidad, como se sabe, suele a menudo ser carne de bulling, si no de indiferencia. Demasiados editores y lectores prefieren moverse en territorio conocido.

Dicho esto, casi concluyo. Solo resta, si acaso, una breve reflexión: Escribir poesía, para mí, es también escribir sobre la poesía. Si se hace bien, como es el caso, ese añadido complementa la obra objeto de estudio y, por lo general, enriquece las posibilidades de su apreciación.

Y, esta vez sí, un último apercibimiento: Lean sin falta el excelente prólogo de Odalys Interián: es más iluminador sin duda que este pobre texto mío.

Y ahora, lectores, ahora les toca a ustedes destapar los truenos.

En España, a 3 de noviembre de 2022


[1]La explosión del cometa, Independently published , 2020

[2]Una brizna de polvo sobre el abismo, Editorial Dos Islas, 2020.

Diálogo brasileño

-A Brasil le esperan días muy amargos.

-No sé, pero si hubiera ganado Bolsonaro sería notablemente peor.

-¿Por qué lo dice?

-Por una denuncia que hizo el juez federal Sergio Moro. Dijo que Bolsonaro pretende flexibilizar las normas para la adquisición de armas de fuego para promover una rebelión armada. Eso es muy serio y muy grave. El mismo juez que metió en la cárcel a Lula da Silva. Ocurrió durante la operación “Lava Jato” (Lava Autos). Fue un enorme objetivo policiaco en el que fueron llamadas a declarar varias docenas de personas. Se vieron involucrados, incluso, varios exdirectivos de la gigantesca Petrobrás.

-El juez Moro aceptó ser nombrado ministro de Justicia de Jair Mesías Bolsonaro …

-De lo cual nunca el juez Moro se arrepentirá lo bastante. El 24 de abril de 2020 renunció al cargo, anunciando que lo hacía por la continuada interferencia de Bolsonaro con la Justicia. No se puede ser ministro de Justicia de un golpista. Eso al final te pasa factura.

-Eso nunca se demostró…

-En efecto, pero demorar 48 horas la sujeción a la Constitución y a la ley, cuando era evidente que había perdido por 50.9 a 49.10 (esto es: por casi dos millones de votos), es escandaloso. Los cuerpos de inteligencia occidentales presumen que en ese periodo Bolsonaro estuvo conversando con oficiales de alto rango para interrumpir el proceso. Afortunadamente, estuvo en cabeza la mitad del recuento de los votos. No encontró eco entre sus excompañeros militares.

-O sea, que los brasileños han preferido a un corrupto expresidiario antes que a un golpista…

-Exacto. Un tercio de los brasileños que han votado por Lula no creyeron que se trataba de una persona corrompida. Un tercio lo hizo por razones ideológicas, la izquierda contra la derecha y cosas así. Y un tercio no pensó que era muy importante el tema de la corrupción porque están acostumbrados a que los políticos roben y no se sorprendieron.

-¿Cómo va a gobernar en la esfera internacional el señor Lula da Silva?

-Ya ha dicho que va a gobernar para el 100 % de los brasileños. En el terreno internacional eso quiere decir que se alejará de las veleidades izquierdistas de sus dos primeros gobiernos. Tiene una magnífica excusa para no continuar con el Foro de San Pablo y en el futuro no volver a contratar a “médicos” cubanos, que tantos problemas le causó en el pasado. Asimismo debe alejarse de Nicaragua y Venezuela, como hace su correligionario Boric, el presidente de Chile. En cuanto a Rusia y China, deberá reexaminar sus relaciones dentro de BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica). Al fin y al cabo, ni Putin le pidió permiso a Brasil para atacar arteramente a Ucrania, ni Xi Jingping lo hizo para asediar peligrosamente a Taiwán.

-¿Tendrá alguna repercusión el resultado de estas elecciones en Estados Unidos?

-No lo creo. Bolsonaro se conocía como el “Trump tropical” y no al revés. Lo que sí va a afectar es el hombre que intentó secuestrar a Nancy Pelosi y, de paso, le dio un martillazo en la cabeza al señor Paul Pelosi. Ese truculento episodio, acompañado de nauseabundas teorías conspirativas, junto a las constantes denuncias de CNN sobre la toma del Capitolio el 6 de enero del 2021, van horadando la figura y credibilidad de Donald Trump. Ya no tendrá un aliado en Brasil.

-¿No cree que va a afectar la edad de los contendientes en Estados Unidos?

-Tampoco lo creo. Lula, sobreviviente de un cáncer de garganta, por el que le dieron quimioterapia, tiene 77 años, 10 más que su contrincante Bolsonaro, que se veía mucho más vigoroso. Sólo el 26% de los demócratas respaldan la postulación de Biden. Al final el Partido se impondrá. Están esperando los resultados de las elecciones de medio término para ejercer presión.

-¿Y quién será el candidato de los demócratas?

-Hasta ahora es el presidente Biden, pero eso pudiera cambiar. Tal vez sea Gavin Newsom, el gobernador de California. Es empresario, escritor y presentador de TV. Ha sido alcalde de San Francisco y durante ocho años fue vicegobernador. Tiene una gran experiencia. Le favorece que Ronald Reagan fue un buen gobernador de California y un gran presidente.

-Por último, regresemos a Lula y a Bolsonaro. ¿Cuáles son los roles que deberán jugar a partir del año próximo?

-Lula debe gobernar para la totalidad del país. El “lulismo” tiene sólo 99 de más de 500 congresistas y no tendrá mayoría. Bolsonaro perdió una buena oportunidad de hacer una política de Estado y prefirió la oposición visceral a la oposición inteligente. Espero que la sangre no llegue al río.


 

A contracorriente

Los dirigentes de la revolución cubana están completamente seguros de que, luego de 63 años de experimentos —con seres humanos, no con animales—, el proyecto comunista resulta inviable.

El socialismo desapareció en los países en que se hallaba, sin que hasta hoy se hayan visto multitudes tratando de reponerlo a sangre y fuego. Todo lo contrario.

Según las pruebas que tenemos, el comunismo no le deja opción al hombre para que pueda escoger entre dos o más variantes ideológicas; no permite que el hombre se manifieste libremente; convierte en propiedad de todos —el Estado— lo que luego resulta que no es de nadie, o si acaso es de alguien será de los jefes; elimina el libre albedrío, la individualidad, la iniciativa personal —la que marca el desarrollo de las sociedades—; dicta qué libros leer, qué programas televisivos ver, qué películas apreciar, cuál arte en general es bueno y cuál no; establece quién o quiénes o qué son los enemigos de los pueblos bajo su gobierno; planta el odio entre los distintos componentes de la sociedad bajo su mando. Desprecia, ultraja, encarcela y aun quita la vida a quienes piensan distinto.

En los primeros años —aun en las primeras décadas— de la revolución socialista en la Isla, era entendible que muchos cubanos, de buena fe, estuviesen seguros de que las privaciones y la “mano dura” contra ciertos estamentos sociales estaban justificados por el advenimiento de un “futuro luminoso”.

Pero hoy, visto y recomprobado que el sistema no funciona, personajes de diversos puntos de la élite  “revolucionaria” —que por esta razón no sufren las miserias del resto de los cubanos residentes en su tierra— continúan convocando a “nuestro pueblo” al sacrificio.

Lo real es que no pocos de esos personajes poseen yates, cuentas en el extranjero, llevan ropas y joyas de gran marca, asisten u organizan ágapes diversos, etcétera. Esto es objetivo digo, y lo expreso sin un propósito especial.

Se atribuye a varias personas esta máxima: “El comunismo es el camino más largo entre el capitalismo y el capitalismo”.

Así, de buena fe, quienes de una u otra forma están a cargo del régimen establecido en Cuba, deberían hacer suya esta: Se puede ir contra la corriente durante mucho tiempo, pero no toda la vida.


 

El modelo americano

Fue un exceso de voces discordantes. Me quedé, realmente, alarmado al escuchar al grupo de oradores de la Fundación Internacional para la Libertad (FIL) que nos congregó, bajo la digna presidencia de Mario Vargas Llosa, en Madrid, recientemente. Creo que algunos de mis amigos liberales exageran. Por lo pronto, mis amigos liberales más pesimistas.

Durante tres años enseñé un curso sobre liberalismo en la Universidad Francisco de Vitoria, de Madrid. Comenzaba por decir que me parecía muy bien la propuesta de Francis Fukuyama: “el fin de la historia” había llegado.

Finalmente, la Ilustración había triunfado. Se trataba de un lento proceso que, en tiempos modernos, había comenzado con la “Declaración de Independencia de Estados Unidos” en 1776 (cuatro millones de habitantes desigualmente repartidos en 13 colonias inglesas, colocadas al este de los Apalaches, en la cornisa atlántica), cuando nadie apostaba un duro por la supervivencia de aquella joven república, la primera del planeta en ese periodo de la humanidad.

Había llegado a Bretton Woods en 1944, durante la presidencia de F. D. Roosevelt en la Segunda Guerra mundial. Ya era la primera nación de la tierra justo antes de comenzar la “Guerra Fría”. Lo siguió siendo tras la implosión de la URSS en 1991-1992, cuando de facto hubo una especie de reconocimiento de que USA era la nación más desarrollada del mundo.

El modelo americano

La “democracia liberal” se había impuesto en el planeta. La fórmula estadounidense, a la que llegó USA por “tanteo y error”, sin proponérselo, descrita por Douglass North en su magnífico ensayo sobre las sociedades de acceso abierto, se convirtió en el “modelo” norteamericano seguido, en mayor o menor medida, por todos los países exitosos de la tierra.

Ese modelo se componía de dos elementos: uno de carácter político y otro económico. La fórmula política era la clásica descrita en el liberalismo democrático: libertades, pluripartidismo, elecciones libres, separación de poderes y supremacía de la sociedad civil. En el terreno económico era lo que se ha dado en llamar “capitalismo”: sujeción a los mercados y libre fijación de los precios, lo que permitía la incesante aparición de nuevos agentes económicos y la indetenible competencia que convertía en “ganadores” y “perdedores”.

Pero luego resultó inexacta la tesis del brillante ensayista norteamericano Fukuyama y de los epígonos que repetíamos sus hallazgos. Lo que renacía era el nacionalismo y las diversas expresiones del anti-internacionalismo, como los ataques del expresidente Trump a la OTAN y al “mundialismo”, es decir, a los elementos que se habían creado para inducir el buen gobierno de acuerdo con lo que indicaban las recetas de la Nueva Ilustración.

El Estado identitario

Hay un episodio de “La ley y orden” que da en la clave de la actual polarización que se observa en Estados Unidos. De acuerdo con los guionistas, las mujeres no suelen ser convertidas en pilotos de los costosos aviones porque se trata de un club de “hombres blancos” que monopolizan las actividades de las empresas. Ellos (los personajes de la  ficción) han construido una narrativa mediante la cual se explica que las mujeres “son demasiado emotivas para tener en sus manos a miles de personas indefensas, especialmente porque las mujeres están sujetas periódicamente a cambios hormonales tremendos”.

Al final del programa, como si los guionistas desearan dar la otra cara de la moneda, aparece una rubia en cámara, en un campus universitario, explicando y negando la política identitaria como el mayor reto con que se enfrenta la sociedad. Esto sucede en frente de una estatua de Jefferson, acusado de “racista” por haber tenido una esclava mulata, Sally Hemings, con la que tuvo varios hijos a los que ni siquiera reconoció. Míster Thomas Jefferson, tercer presidente de USA, y autor de la Declaración de Independencia, no emancipó a su mujer en vida, de la cual tuvo seis hijos pero sólo cuatro llegaron a la edad adulta.

El episodio termina con un enfrentamiento entre las dos facciones, la identitaria, en la que predominan las personas de raza negra y mixta, y el grupo que pide comprensión para las personas que en el pasado habían asumido una posición “liberal” sin serlo realmente, o sin serlo totalmente, como era el caso de Jefferson. La mujer rubia que pedía comprensión para esos casos fue dejada sin conocimiento por la facción de los “identitarios”, que la golpean en ese episodio.

Los “identitarios” son muchos de los negros, los inmigrantes, los homosexuales, las lesbianas, los trans y, entre otros, los “liberales” blancos, que se presentan masiva y transversalmente como los nuevos demócratas, presentados por sus adversarios como “bolcheviques” o “izquierda radical”, a lo que ellos se defienden acusando a sus adversarios como “fachos” o “fascistas de derecha”.

El Partido Demócrata no es, realmente, la “izquierda radical”, aunque se escondan tras esas siglas los minúsculos grupos a los que cabría designar de esa manera. Como gran parte del partido de los republicanos no está compuesto por “fascistas de derecha”. Esos son modos de simplificar y de asumir posiciones electorales altamente convenientes.

No obstante, el hecho de existir divisiones no concede el derecho a la violencia. Divisiones siempre han existido en las sociedades. Es la demostración de que están vivas y de que son vibrantes. Pero el enfrentamiento debe ser siempre pacífico y sujeto a la ley. Por eso decía que no se justificaba la amargura de algunos de mis compañeros de la FIL. Fukuyama y sus epígonos (entre los que yo me encuentro) quizás se equivocaron en decir que era “el fin de la historia”. Siempre hay razones que oponer a esa rotunda declaración. Los liberales creemos en eso. En la rectificación.


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Putin y la manipulación cavernaria

El discurso de Vladimir Putin acusando a Occidente de rechazar la «diversidad cultural» no puede ser más hipócrita y manipulador. A bote pronto, uno pensaría que se trata de un sketch humorístico si no conociera el cinismo sangriento del personaje.

No es la diversidad lo que rechaza Occidente -o al menos el Occidente predominante, abierto, que Putin combate-, sino todo lo contrario: Rechaza la dictadura. Rechaza la exclusión. Rechaza la censura. Rechaza que en pleno siglo XXI gobernantes como Putin envenenen a sus opositores para evitar la alternancia democrática. Por mucho que no practiquemos el maltrato a la mujer o la discriminación política, pongamos por ejemplo, no quiere decir que los respetemos en nombre de una supuesta «diversidad». Son regímenes como el ruso, el bielorruso, el cubano, el chino, el venezolano, el iraní, entre otros, los que se niegan tiránicamente a aceptar la diversidad.

Putin quiere establecer, recurriendo a eufemismos, modismos arbitrarios y teorías conspirativas, que respetar la represión y el asesinato es sinónimo de respetar a otras «civilizaciones», cuando precisamente es él quien intenta imponerle al mundo civilizado el mundo de las cavernas, como se ha visto tantas veces en la propia Rusia y fuera de ella (últimamente en Ucrania).

Justificar el crimen político, aplastar la disidencia y perpetuarse en el poder con el pretexto pueril de la «diversidad cultural» -como mismo hace La Habana-, es lo que pretende este agente de la KGB, y ya de paso pretende que somos idiotas.


 

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