La verdad puede más que la difamación… y es más rápida

A pocos días de los sucesos represivos ocurridos en las afueras del Ministerio de Cultura, las campañas difamatorias del sistema, mediante los medios oficiales, han intentado dar una visión torcida a la población. Según el pseudoabogado Humberto López, el ministro intentaba darme la mano en el momento en que yo prácticamente amenazaba su vida con un teléfono.

El sistema alega que los periodistas presentes no somos profesionales de academia. A veces me pregunto cuáles serán los estándares por los que se rigen los comunicadores oficiales. ¿Acaso no saben que Alpidio Alonso es una figura pública y, por tanto, de interés para los medios periodísticos, que puede ser interpelado, filmado en la vía pública? ¿Saben que cualquier persona —no solo un periodista— puede pedirle declaraciones y este, en ejercicio de su cargo, debe tener la decencia de responder, aun cuando solo sea para decir que no está en condiciones de prestar declaración?

La televisión cubana intenta blanquear la figura de Alpidio mostrando videos editados que filmamos los periodistas presentes. Es patética esa estrategia, dado que una gran parte del país posee internet y comparar ambas versiones ya no es tan complejo como en años atrás. No obstante, cuando dialogan con alguien que conoce los hechos, quienes no poseen internet, mayormente personas mayores que no pueden pagar los altos precios de ETECSA, si no se convencen del engaño a través de López por lo menos ponen en duda la versión que conocen del suceso.

En la tarde del sábado 30 de enero, mientras me dirigía a casa de una amiga con quien había quedado para cenar, el ómnibus en el que me dirigía casi tiene un accidente. Al bajarme, un señor se puso a hablar conmigo de lo ocurrido y a bromear sobre la forma de conducir del chofer del carro. Me contó sobre el reciente accidente que tuvo un ómnibus de pasajeros en Mayabeque.

Ya que estábamos tocando noticias nacionales, le pregunté si conocía del suceso ocurrido en el Mincult. Lo conocía pero no estaba familiarizado con lo que había pasado. No era una persona que apoyara a los manifestantes, pues obviamente no conocía a ninguno de nosotros, y solo sabía lo que mostraba el noticiero. Nunca le dije que yo era el periodista al que el ministro había atacado. Me bastó con afirmar que en los videos de internet se veía al titular de Cultura actuando con clara violencia hacia un periodista que simplemente lo estaba presentando.

Eso fue suficiente para que el señor se sumiera en la duda y comenzáramos a hablar de la pobre situación del país y lo necesitados que estamos de un cambio, algo que anhelan la mayoría de los cubanos de a pie que, como yo, toman el transporte público.

Por una parte, las imágenes reales del suceso generan indignación; por otra, las mentiras de Humberto por el NTV solo causan gracia. En menos de 24 horas por redes sociales, y en estados de WhatsApp, circularon memes y stickers sobre la reacción del ministro.

Ya la faceta de karateca del viceministro Rojas era conocida y objeto de burla, pero este último manotazo, bastante rápido e inesperado para mí, ha hecho pensar a alguno que el Ministerio de Cultura es un dojo donde sus funcionarios reciben entrenamiento en artes marciales.

En redes sociales llueven los comentarios favorables que apoyan a los miembros del 27N. Los internautas son residentes tanto en Cuba como en el exterior. Cubanos de todo el mundo, cansados de las arbitrariedades de un sistema incapaz de entenderse con los artistas, intelectuales y jóvenes que proponemos discursos que atienden a nuestras necesidades como generación. Ni los troles de Facebook, ni los posts de algunos entes oportunistas, han logrado parar la oleada de apoyo y buenas energías que han desatado quienes aman y sienten por Cuba.

A medida que pasa el tiempo son más las personas que van despertando y alzando su voz ante el cinismo con que el régimen cubano oprime a su sociedad civil. El 27 de noviembre marcó una pauta en la historia de la cultura cubana; artistas e intelectuales de diferentes generaciones, e incluso de diferentes posicionamientos políticos, lo cual incluía a personas asociadas a la institucionalidad, reclamaron el derecho al diálogo y la necesidad de escuchar a las voces más jóvenes. Voces que con virtudes y defectos serán las encargadas de asumir las responsabilidades de guiar al país, dado que la jerarquía imperante en estos momentos, por edad y ley de vida, está destinada a perecer.

Este 27 de enero se logró desenmascarar el rostro institucional, desprovisto de herramientas para entablar un diálogo y rectificar los errores que se llevan cometiendo durante los 62 años de una revolución que involuciona a la velocidad de la luz. Se evidenció el machismo oficialista, puesto que la represión contra las mujeres fue mayor y más violenta que la ejercida contra los hombres. En fin, como dice el dicho popular, salió el ratón de la ratonera.