María Eugenia Caseiro

La escritora María Eugenia Caseiro responde las cuatro preguntas esenciales de nuestra página, una manera práctica de profundizar, con la creadora, en su obra y sus experiencias:

Cuéntenos sobre sus inicios en la literatura. ¿Qué la impulsó a escribir y cuáles fueron sus primeros textos?

Mis inicios en la literatura datan de aquellos tiempos felices en que mi padre nos leía (a mis hermanas y a mí) a Martí, a Gabriela Mistral, a Juan Ramón Jiménez… Aprendí a entrar en los libros y a ser parte de lo que contaban, a colarme como uno de sus personajes o a construir el mío, a través de la voz de mi padre. Ya antes mi bisabuela nos contaba la mar de historias de su tierra -Castilla León- de la manera en que la tradición oral ha cruzado las barreras del tiempo y las generaciones. Más tarde mi abuela paterna, que fue quien nos crió siendo huérfanas de madre a muy temprana edad, nos preparaba para un conocimiento formal de la gramática y la ortografía. A ella le debo haberme aprendido de memoria Platero y yo, también de Jiménez. Mi vida transcurría, supongo, un tanto diferente a la de la mayoría de otros niños. Todo ello era para mí un llamado a la imaginación, a crear mundos propios sin más aspiración que la de disfrutar mis entelequias y vivirlas allende lo que yo misma plasmaba con mis manitas y mis lápices sobre los papeles.

Las clases de mecanografía y taquigrafía se sumaron al andamiaje que me llevaría por las veredas de la revisión de la escritura y, en la escuela, la composición, mi primera incursión, si se le quiere llamar género literario, me sirvió de llave para entrar como finalista a algunos premios que fueron para mí, premios dorados de la niñez. A la edad de 11 años competí y gané a nivel provincial. Era algo irónico si tenemos en cuenta que la mayoría de mis premios eran en Matemáticas. Así me sorprendió la escritura y la noticia de que fuera de mi familia, mis maestros (en especial Edita Johnson), otros me leían probablemente con buenas intenciones; las de lanzarme por el camino de escribir más que de resolver logaritmos. Hasta ahí esos inicios que no tomé con la seriedad que mis profesores, como Erena Galarraga, por ejemplo, hubieran querido.

Lo mío era crear mundos –mis mundos- y vivirlos. Por mucho tiempo escribí donde quiera que tropezaba con un lápiz y un papel, hecho que hasta el presente no he podido y no he querido cambiar. Nunca me he planteado el compromiso de escribir para llenar páginas como ejercicio. Mis ejercicios se reducen a escribir lo que pienso, quiero, incluso necesito, cuando puedo y deseo. Eso sí, siempre lo disfruto.

Defina o mencione brevemente, por favor, aquello que los lectores descubrirán, o conocerán, a través de sus libros.

A través de mis libros los lectores pueden descubrirse a ellos mismos, y créeme que no lo digo con presunción; se trata de que en mis libros voy decantando toda una serie de límites y de propuestas que de alguna manera dibujan situaciones o personajes y rasgos, dilucidaciones, eventos… característicos del empalme humano de manera universal, eso a pesar de que las raíces y el vínculo piramidal con la tierra que me vio nacer están presentes a lo largo de toda mi obra. Por lo demás, y si me buscan dentro de un libro, puede que descubran algo que ni yo misma sé.

Mencione tres autores o libros que considere fundamentales o que la hayan inspirado o influido durante su trayectoria creativa.

Es difícil hablar de autores y de libros específicos cuando me he pasado mi vida leyendo y cada uno de esos libros ha dejado algo en mí, incluso en ocasiones me ha tocado descubrirlo tardíamente.

Los libros que me fundamentan, más como ser humano que como escritor, son los de mi infancia; todos o casi todos. Allí estaba la magia; sin embargo, tengo un libro de cabecera desde muy jovencita: La vida es sueño, de Calderón, que llegué a aprender de memoria. Y es que leí mucho que aún no estaba supuesta a leer porque lo tomaba del modesto, pero bastante bien surtido, librero de mi padre. La vida es sueño es un tratado de enseñanza vital, una representación de la comedia humana que es la propia vida, no sólo en lo literario o lingüístico. El propio Calderón, su trayectoria de vida, es una suma fabulosa de experiencias, como la de muchos autores. Ese en primer lugar. A este libro, y sin competir con ello, porque es una obra colosal e irrepetible, se suma toda la obra martiana, en la que me adentré de la mano de mi padre. Por nombrar uno más y dejando fuera a muchísimos otros, mencionaré a Blasco Ibáñez, eso sin contar que a poetas como Lorca, y en una travesía de diferencias, he seguido a García Vega y a otros, coterráneos y no. Bueno, a muchos.

A partir de las nuevas teorías cuánticas según las cuales la esencia del universo no es la materia ni la energía, sino la información, ¿estamos a punto de descubrir que la vida es literatura?

La cuántica no es un dispositivo que dispare lo que ya es parte del diseño antes del manejo de sus encíclicas seculares, no escritas de manera tradicional, o sea, me refiero al lápiz y el papel. La vida es, per se, narrativa estructurada en su propia condición de continuidad. Todo lo que de manera natural tiene un comienzo, un desarrollo y también sus desenlaces, pero sobre toda cosa, posee el irrefutable don de la continuidad, forma parte de -conforma- una narrativa. Incluso y fundamentalmente, las matemáticas son parte inseparable de esta narrativa y junto a ella todo lo demás (descubierto o no). Hasta la propia cuántica, que se torna más dócil y permeable cuanto más se “narra” a sí misma, es una medida, una medida “plasmada” en grados de dificultad tanto empíricos como funcionales y que a su vez se devuelve a sí misma como vía para develar un boceto de lo construible a partir de sus teóricas.

El humano, como único pensante que expresa con palabras lo que hace, sucede o simplemente desea, se ha tomado muy en serio su protagonismo de lo iliterario; eso es productivamente bueno o no, pero la narrativa pura es, existe, funciona, se arma y transita, sin necesidad de que el hombre la toque con la palabra. Somos los hombres, un conjunto de patrones de imitación de la naturaleza y sus leyes. Esto es algo muy a tener en cuenta siempre.

Me resta agradecer a Puente a la Vista, y en especial a Armando Añel, la oportunidad de conversar con los lectores a través de este intercambio. Muchas gracias.


María Eugenia Caseiro nació en La Habana. Narradora, poeta, ensayista y crítica, ha recibido premios literarios en ambos géneros: poesía y narrativa. Es miembro de la Academia Norteamericana de la Lengua Española (ANLE) y de la Academia de la Historia de Cuba en Estados Unidos. Ha publicado los libros ‘Arreciados por el éxodo’, ‘Sin Caronte en la barca’ y ‘El correo de la mañana’, entre muchos otros. Reside en Miami.

 

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