Un libro redondo y abarcador

José Hugo Fernández en el Festival Vista de Miami

Tras más de veinte libros escritos, José Hugo Fernández (JHF) llega a esa planicie en que el escritor necesita muy poco para decir y dice mucho. Nanas para dormir a los bobos (Neo Club Ediciones, 2017) tiene el valor de reunir los ardides de la oralidad, la suspicacia del cuento corto y ese pulso que necesita una carrera de largo aliento para acompañar al lector.

Los que se acerquen a este libro podrán gozar de aquella máxima de Poli Délano: El cuento, si breve… Monterroso. Lo digo en los términos narratológicos que mejor se ajustan a una selección de cuentos que alcanzó el premio Reinaldo Arenas en su segunda edición, lo que habla muy bien de su jurado, de la cuidada edición del incansable Armando Añel y de esa voz que hay que empezar a reconocer de una vez entre nosotros: JHF.

Creo que lo mejor de este manojo de cuentos es su cercanía a la vida real, aunque a veces algunos diablillos de la fantasía nos asalten para hacernos caer en la cuenta de que todo camino onírico va a dar siempre con la realidad más chata.

Los personajes que integran este todo que es Nanas… vienen de ese aeda, que a la manera de los antiguos iba de pueblo en pueblo recogiendo historias para luego devolverlas en el tamiz de su propia lengua, entre los aplausos arrebatados de los aldeanos que no tenían otro medio que la lengua oral para saber las noticias del otro lado del mundo -que no era más que su propia frontera.

Una de las piezas mejor logradas en esta selección acaso sea ‘Remedio santo’. Una reclusa altamente peligrosa escapa de Manto Negro, la más famosa de las cárceles para mujeres en Cuba. En la huida va a dar directamente con la casa de un joven labriego a quien obliga a tener sexo con ella. De la «violación» al macho cabrío y montaraz que era por entonces el joven campesino, nace una relación que los lleva incluso a que, cuando la mujer es atrapada nuevamente por la penitenciaría cubana, acuerden tomar lo que en la jerga carcelaria se llama «Pabellón conyugal», pero… siempre hay un pero en las historias trágicas, siempre una historia se concatena con otra para que los finales no sepan a libros reescritos una y otra vez. El cuento termina de una manera espectacular, no puedo contarles el final. Lo siento.

El cuento está escrito en clave de señas a historias ya pasadas, como si los lectores más cautos fuéramos a dudar de unas herramientas narrativas de este tipo. Un cuento redondo, diría mi dilecto maestro Salvador Redonet.

Hay algo curioso en una selección como esta, y es que muchas de las compilaciones de cuentos de la actualidad carecen -por haber sido escritos de manera dispar y a mansalva de la actitud creadora de sus autores- de un hilo conductor creíble. Hay un autor-personaje que hilvana a cada tanto lo que ha leído, observado o recogido al desgaire su vida libresca.

Melville y Balzac se dejan robar personajes y situaciones que luego JHF devuelve iluminados por el prisma de un narrador que se siente con fuerzas para acoplarlos a la realidad insular. Los hipertextos de los que hablo no aparecen siempre a la vista del lector más incauto. Hay que aguzar bien la vista, y el oído. En estos cuentos suena un cuerno que anuncia que ha llegado un griot africano a predecirnos el futuro, a hablarnos del pasado como lo hiciera Homero, es cuanto menos un Juan Hablador que ha venido a descubrirnos las historias más cotidianas y las ha convertido en piezas de lujo para los más exigentes lectores.

Larga vida al Premio de Narrativa Reinaldo Arenas: Nanas para dormir a los bobos así lo atestigua. Felicidades al autor, a los organizadores del certamen nacional y a Neo Club Ediciones por la suerte de contar con otro excelente libro en su colección.


@alambradas